domingo, 9 de febrero de 2020

''Ser sal''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Este domingo V del tiempo ordinario nos unimos a toda la Iglesia de España para celebrar la "Campaña contra el Hambre" que anualmente por estas fechas organiza "Manos Unidas". Sesenta y un años dedicando un Domingo para caer en la cuenta de esta miseria mundial y que aún no hemos sido capaces de erradicar.

La palabra de Dios de este día no puede ser más apropiada para el tema que abordamos, pues en la primera lectura de Isaías se nos dice: parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te cierres a tu propia carne.


Es este el primer sentimiento que como auténticos privilegiados hemos de sentir hacia los que pasan necesidad lejos y cerca, pues no nos puede resultar indiferente esta situación ya que son nuestra propia carne. El salmista nos pedirá por su parte: "reparte limosna a los pobres", pero no en momentos señalados como puede ser este caso, sino que se nos invita realmente a practicar una caridad "constante y sin falta".

Y San Pablo en el fragmento de la carta a los Corintios, razona sobre varias realidades a tener presentes: nuestra única ciencia sea Jesucristo -y éste crucificado- y nuestro testimonio de vida -esa es la mejor predicación que todo bautizado ha de hacer- no se base en la sabiduría humana sino en la gracia de Dios.

De nada nos sirve ir por la vida de maestros o sabios, de personas de Iglesia con mucha fe si luego escandalizamos a los demás con una vida hipócrita donde está más presente el mal que el bien. ¿Me digo cristiano y cuando pasan la cesta pongo cara altiva como que eso no va conmigo? Luego cuando el vecino compra algo mejor que lo mío lo critico recordando el hambre del mundo, pero cuando se pide para el hambre, para "Caritas", las misiones o las obras de la Parroquia, ni un céntimo.

Jesús nos habla hoy en el Evangelio de "ser sal". La sal no era cuestión baladí en el siglo I, era una especie muy preciada y valorada en aquella región del Mar Muerto, pues no sólo servía para cocinar, sino para curar las heridas, conservar los alimentos y hasta como moneda de cambio. En el Imperio Romano era incluso la forma con la que pagaban a los soldados del ejército imperial, de ahí que nuestras nóminas siguen denominándose aún hoy "salarios". 

El Señor nos llama a ser sal, a ofrecer nuestra colaboración y ayuda no sólo al que me gusta, me cae simpático o es de mi cuerda, sino más aún al que tengo incluso por enemigo. Si soy capaz de tender mi mano a la persona que odio, a ponerme en su lugar y a convertir la enemistad en amistad, estoy siendo sal y luz en un ambiente soso y oscuro. Sólo ahí estaré viviendo la radicalidad del Evangelio; sólo ahí estaré siendo un auténtico discípulo de Cristo; sólo entonces servirá para algo llamarse cristiano. Pues si la sal se vuelve sosa no sirve para nada.

Además de la caridad que hemos de ejercer hacia los demás siendo luz y sal, hay un aspecto muy específico en el que pone este año su mirada la Campaña de Manos unidas con el lema: ''Quién más sufre el maltrato al planeta no eres tú''. Cuando desperdiciamos el agua, no reciclamos el papel y, en definitiva, cuando maltratamos el medio ambiente, no sólo nos estamos perjudicandonos a nosotros mismos y la generaciones futuras, sino sobre todo, a los más pobres. Nos tendría que hacer pensar cómo algunos de los países con mayor miseria del mundo han sido a la par los más ricos en naturaleza, minerales preciosos, oro y petróleo. Y cómo nuestro primer mundo no sólo nos aprovechamos de lo suyo, sino que encima les dejamos sus paisajes destruidos y sin recursos propios y legítimos. Ojalá todos los cristianos de a pie y toda la humanidad, empezando por los poderosos y nuestros gobernantes (a los que se les llena la boca con "los pobres") se unan algún día para poner fin a una realidad que en este 2020 sigue siendo el motivo de mortalidad de tantísimas vidas humanas, y que la Iglesia -como una ONG de más de 2.000 años- hace suya como premisa evangélica, pero cuya solución no está en sus manos sino en la de nuestros "progresistas" gobernantes, los cuales mientras haya pobres les permitirá hipócritamente vivir como ricos en su nombre.

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