miércoles, 26 de febrero de 2020

Ante el inicio de la Cuaresma. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Con el singular rito de la Imposición de la Ceniza, símbolo penitencial, nos sumergimos en esta cuarentena que es etimológicamente lo que significa el término "Cuaresma". Como todos bien sabemos son cuarenta días para amarme más a mí mismo, para amar más a los demás y para corresponder al amor que Dios me tiene y que le llevó a tomar la Cruz y a morir en ella por todos nosotros.

El número 40 tiene un destacadisimo valor en la Palabra de Dios, el cual encontramos en tantísimos pasajes, sobre todo del Antiguo Testamento, pero, ¿a qué alude esta cifra? Este es un número de plenitud, y esto es a lo que hemos de aspirar en este Tiempo. Saquemos provecho del mismo para vivir mejor el siguiente. Sólo si cuidamos la cuaresma con los instrumentos que la Iglesia nos señala -oración, ayuno y limosna- llegaremos a la Pascua con el corazón purificado y el alma esponjada. Pero no nos quedemos sólo aquí; esto es un símil sobre nuestras vidas, la terrenal y la celestial. Nuestra existencia mundana es una cuaresma que no termina hasta que dejamos este mundo y tras los estadios pertinentes llegar a Dios; ahí en verdad terminará el tiempo de la Cruz para abrazar la vida de la Luz. 

No podemos reducir la cuaresma únicamente a predisponernos para el Triduo y la Pascua Florida y el resto del año olvidarnos de Dios; no podemos ser cristianos que morimos con la Pascua y resucitamos con la Ceniza, sino que la intensidad espiritual debemos prolongarla a cada día de nuestra vida.

Las dos fórmulas que la liturgia nos propone en este día en el momento de la imposición de la ceniza son dos citas bíblicas cada cual más sustanciosa para nuestra interiorización: la clásica del Antiguo Testamento: ''Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás'' (Gn 3, 19), y la fórmula más actual tomada del Nuevo Testamento: ''Conviértete y cree en el Evangelio'' (Mc 1,15). No perdamos de vista que ambos versículos son tomados de los comienzos de las primeras páginas del Génesis y de las primeras del Evangelio, y es que lo que traemos entre manos es esencial.

En primer lugar, la cita del polvo nos recuerda nuestra fragilidad; lo poco que somos, lo rápido que la vida se escapa de nuestras manos para desaparecer por completo. Es una invitación al abajamiento, una llamada a la humildad y a liberarnos de nuestras autosuficiencias y aceptar nuestra caducidad.

Por su parte, el otro pasaje nos dice todavía más; nos advierte que necesitamos creer, necesitamos de Dios pues sin Él no podemos nada y sólo con Él lo podemos todo. Pero tampoco basta sólo con creer, pues por mucho que nosotros ansiemos estar con Dios no podemos hacerlo de cualquier manera, sino que hemos de purificarnos. Esto implica saber detenernos en las cosas cotidianas y ver lo que no hacemos bien, reconocernos como lo que somos -pecadores- y sintiendo ese "dolor de los pecados" no limitarnos a confesarnos reiterativamente con expresiones muchas veces aprendidas pero huecas -ni robo, ni mato, ni hago mal a nadie-!?...  sino después de un verdadero "examen de conciencia" y sincera "contricción", llevar el "propósito de enmienda" a mi vida cotidiana. 

La cuaresma busca, ante todo, recordar al hombre que está llamado a volver a Dios, que nuestro destino es la pascua definitiva, la vida junto a Él y la salvación de nuestra propia alma.

Comencemos este tiempo de gracia como un tiempo privilegiado y, como diría Santa Teresa,  de caminar.

Buena y provechosa Cuaresma

Joaquín, párroco

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