Ya nos dijo
el Señor que “como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así también tiene que
ser levantado (en la cruz) el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él
tenga vida eterna" (Jn 3, 14-15). Esta es mi reflexión mensual: ¿Cómo
levantar nosotros el estandarte de la
Cruz en el Lugones de hoy? Hablando hace unos días con las Hermanas del
Santo Ángel me comentaba Sor Carmen Pérez su experiencia con los niños del
catecismo en la charla-dialogo que mantuvo con ellos con motivo de la Santa
Infancia y salía a relucir el siguiente tema:
Sor Carmen – Vosotros cuando por la noche os ponéis el pijama y os
metéis en vuestras caminas calentitos, ¿no rezáis?; ¿no os acordáis de esos
pobres neninos que no tienen ni que comer?...
Niño 1 – Yo no puedo rezar porque en mi habitación no tengo ninguna
cruz
Sor Carmen- Pero hombre para rezar no hace falta Cruz, Jesús está
en todas partes.
Niño 2 – Claro tonto, a mí me pasaba igual, pero ahora he hecho yo
una de papel que he dibujado y la he pegado en la pared sobre mi cama.
No hay nada
como la boca inocente de los niños para conocer una verdad, y, ¿cuál es?, pues que
hemos quitados las Cruces de nuestras vidas, de nuestras casas, de nuestro
entorno. La teoría nos dice que no hace falta nada para orar, pero nuestros
pequeños bien deducen que nada mejor que una imagen gráfica o un icono para acordarse
de entablar su personal dialogo con el Señor.
Necesitamos que las abuelas y las madres
vuelvan a ser las guardianas de la fe de sus familias, que no dejen que se
pierda esa herencia hermosa que nuestros mayores nos legaron cuando siendo
nosotros niños nos arropaban con el “Jesusito de mi vida”, el “Ángel de mi
guarda” o “las cuatro esquinitas”. He aquí el secreto de la importancia de la
mujer en la Iglesia, dónde su papel no es secundario sino básico. Vosotras
habéis de ser las que tiréis de los vuestros aunque sea “arrastras” hasta la
puerta del mismo templo, las que lloréis como Santa Mónica por esos hijos
rebeldes que dan la espalda a la fe que profesáis; vosotras debéis de ser las
que viendo próxima la muerte les digáis: Hijos mi mayor regalo y herencia es
que cuando yo me vaya ocupéis el hueco que yo dejo, yendo a Misa, cuidando del
cementerio, visitando de vez en cuando a la Santina.
Aunque os
parezca algo frío o escandaloso he conocido más de un caso de chicos que tras
sufrir la pérdida de un ser querido especialmente religioso, empezaron a
interrogarse y a descubrir que era lo que tanto llenaba a su familiar cada vez
que visitaba la iglesia, pues en ella siempre le esperaba alguien especial. Nos toca una época difícil, pero no más que
otras. Ya San Pablo lamentaba:
"Porque son muchos, y ahora os lo digo con lágrimas, los que son enemigos
de la cruz de Cristo" (Flp 3, 18). Ojalá muchos que hoy nos persiguen
caigan del caballo al igual que el Apóstol de Tarso. Y recordad siempre que si
el demonio detesta la cruz es porque ésta es espejo del amor infinito de Dios.
Vivir en
cristiano comporta Cruz , que le pregunten a San Pío de Pietrelcina al cuál su
misma amada y querida Iglesia le tachó de farsante, poniéndole unas durísimas
pruebas como prohibirle celebrar Misa en público y hasta confesar. Él decía: Que siempre seamos amigos de la cruz, que
nunca huyamos de Ella, porque quien huye de la cruz huye de Jesús y quien huye
de Jesús nunca encontrará la felicidad.
Quiera el
Señor que aceptemos la Cruz de cada día pero que no nos quedemos en ella, sino
que lleguemos a la nueva Pascua y un día a la Pascua eterna, pasando del
Gólgota al Tabor.
Feliz y Santa Semana .
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