La única caricia digna de fe
Hace unos días tuvo lugar un encuentro entre el Papa Francisco y Cáritas
Internacional. Lo que en tan poco tiempo nos ha testimoniado como Sucesor de
Pedro, es algo que nos llena de gratitud y de esperanza. Nuestro Papa es una
ventana de aire fresco que nos pone a todos ante el quicio de lo que realmente
es importante: amar a Dios y amar lo que Dios ama. Y lo que ama el Señor son sus
hijos, nuestros hermanos, de modo especial quienes están necesitados de una
cercanía que se traduzca en gestos de amor, capaces de anunciar una Buena
Noticia mientras denuncian las noticias que genera el pecado de egoísmo, de
injusticia y violencia.
En ese encuentro tuvo palabras bellísimas, sencillas y elocuentes. A
los responsables de Cáritas en todo el mundo, les dijo: «tened esperanza mirando
hacia adelante. Porque cuando miramos atrás siempre quedamos aprisionados por la
dificultad de las tribulaciones, los problemas y esas cosas que suceden en la
vida y que nos hacen sufrir. Muchas gracias por lo que estáis haciendo, porque
Cáritas es parte esencial de la Iglesia. Una Iglesia sin la caridad no existe. Y
Cáritas es la institución del amor de la Iglesia. Por eso Cáritas tiene esa
doble dimensión: una dimensión de acción social en el sentido más amplio de la
palabra. Y una dimensión mística, es decir, metida en el corazón de la Iglesia.
Cáritas es la caricia de la Iglesia a su pueblo. La caricia de la Madre Iglesia
a sus hijos, la ternura, la cercanía. Cáritas es directa, es el amor de la Madre
Iglesia que se acerca, acaricia, ama. En este sentido, me permito deciros que
sois los testigos primarios e institucionalizados del amor de la Iglesia. Y
deseo que podáis seguir haciendo esto. Y porque siento esta responsabilidad de
confirmaros en este camino es por lo que quise recibiros, que no os fueseis de
Roma sin un diálogo con el obispo de Roma. Es decir, para confirmaros en la
fe».
Son muy hermosas esas palabras, que no representan un piadoso brindis
al sol, sino el compromiso en primera persona por quien diciéndonos esto nos
está a todos confirmando en la fe. Este domingo que celebramos el día del Corpus
Christi, tenemos dos procesiones que cruzaran nuestros caminos: la procesión del
Señor en su santa Eucaristía y la procesión de los pobres que siempre estarán a
nuestro lado. Si somos cristianos de verdad no podemos prescindir de ninguna de
las dos, y en cada una de ellas hemos de saber situarnos. Ante Jesús en la
Eucaristía, con nuestra rendida adoración de quien pide la gracia de saber
amarle y de amar a los hermanos. Ante el hermano pobre de cualquier pobreza, con
quien compartimos con ternura, con entrega, nuestro afecto, nuestro tiempo,
nuestros bienes, construyendo desde el amor un mundo nuevo.
Cáritas es la Iglesia que sale al encuentro de los más desfavorecidos.
Sus puertas tienen siempre una aldaba a la que llamar, unos goznes que jamás se
oxidan ni bloquean, y una entraña llena de cristiana humanidad que espera y
acoge. Los nombres de las pobrezas son tantos como los rostros de los pobres.
Hoy los encontramos de tantos modos: hambrientos, enfermos, solos y abandonados,
sin techo y desahuciados, parados, inmigrantes, amenazados, víctimas de toda
violencia y terror, perseguidos y extorsionados, condenados a morir antes de
nacer o cuando no tocaba naturalmente todavía. Lo que hicisteis o dejasteis de
hacer con ellos, dijo el Maestro, lo habéis hecho conmigo. Cáritas nos
testimonia y nos educa en este amor preferencial por quienes Dios mismo sigue
prefiriendo. Es la única caricia digna de fe.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Arzobispo de Oviedo
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