domingo, 20 de febrero de 2022

''Bendecid a los que os maldicen''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila



''Es domingo; una luz nueva resucita la mañana con su mirada inocente, llena de gozo y de gracia''. Estas palabras tomadas de un himno de la "liturgia de las horas", ejemplifica lo que debe de ser para nosotros este día, jornada para felicitarnos y decirnos de corazón: ''feliz domingo''; el día más grande para descansar y honrar al Señor, para celebrar que la vida más allá de ésta, es nuestro destino. Y en éste VII del Tiempo Ordinario la palabra de Dios viene con unas propuestas que rompen todo esquema y todo cálculo, y que nos exigirán un esfuerzo en nuestro ser cristiano para poder vivir de forma comprometida el mensaje del evangelio. No perdamos de vista tampoco las bienaventuranzas que nos fueron explicadas la pasada semana, pues siguen siendo clave para nuestra reflexión y oración personal.

La primera idea a tener presente este Domingo es la certeza de que Cristo no es pasado, sino presente. Por eso San Pablo en su Primera Carta a los Corintios nos ha dicho: ''Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial''. A menudo nos asombramos con toda la belleza que el mundo tiene y nos ofrece; sin embargo, estamos en un mundo para el que no hemos sido hechos, que no es nuestro verdadero destino, pues nadie se queda de por vida en él. Es lo que San Pablo intenta aclarar al hablarnos de los dos "adanes", el primero y el último; el animado y el vivificado, el mundano y el espiritual... Nosotros ¿cómo somos?, ¿más terrenos o más celestiales? ¿Dónde tenemos puesta la meta y nuestro horizonte? . La diferencia entre los dos "adanes" la da la hora de nuestro Señor Jesucristo; el primer Adán muere sin esperar nada, pero el último ya sabe que hay vida más allá y la espera; que Cristo ha resucitado y que, por tanto, "por Él, con Él y en Él", ¡vivirá! Es lo que celebramos cada domingo.

La segunda idea de este día nos la ofrece el profeta Samuel en el fragmento tomado de su Primer Libro, donde nos habla de la importancia de ser fieles. Nos encontramos ante un acontecimiento destacado en la vida de David, que era apenas un muchacho desconocido, y que en aquel momento el que era considerado el "elegido" para ser ungido del Señor, era Saúl. Se le presenta la oportunidad de quitarle la vida al que venía a ser su "opositor" y, sin embargo, le respeta; no le arrebata la vida sino que toma su lanza llevándola a lo alto del campamento para que todos vean su hazaña. El rey David nos da así no sólo una lección de magnanimidad y misericordia, sino de respeto por la vida y de fidelidad al Señor respetando a sus elegidos. David no toma la justicia por su cuenta, deja esta labor al Dios mismo cuando exclama: "El Señor pagará a cada uno su justicia y su lealtad".

El evangelio, finalmente, aborda otro detalle que ya indirectamente ha aparecido en la primera lectura: si David perdona la vida de su enemigo Saúl, Jesús hoy nos regala una enseñanza fuera de todo cálculo particularmente para el tiempo que nos toca vivir; no sólo perdonar la vida, sino que nos manda amar a los propios enemigos: ¡Que difícil!... Y nos da varias indicaciones: amarlos, hacer el bien incluso a los que nos odian, bendecir a los que nos maldicen y "ponen verdes"; rezar por los que nos difaman, presentarle la otra mejilla; al que te quite una cosa dale otra, al que te lleve lo tuyo no se lo reclames... ¿Parece imposible, verdad?; pues no lo es del todo, tenemos el ejemplo de los santos que supieron vivir esto con toda su radicalidad. Una forma de amar principalmente es perdonar y no pasar factura ni a los canallas; lo hará Dios en su momento dando a cada cual su paga.

Experimentamos actualmente en España aquello de que cuando no se cree en Dios se acaba creyendo en cualquier cosa, y es verdad; el ser humano es religioso por naturaleza y no puede negar esa profunda llamada interior. Es un hecho antropológico y empírico. Algunos van al "tarot", a "la bruja", a meditaciones "zen"... y de forma concreta en la última década hay un gran crecimiento en la práctica de ciertas corrientes inspiradas en las religiones "dhármicas", que son las que hablan del famoso "Karma". Ahora escuchamos ya en un lenguaje coloquial: ''hoy he saludado al vecino que no soporto y he quemado mucho karma''... Pues eso es lo que los cristianos llamamos ''ver a Cristo en mis enemigos'': ¿Puede haber experiencia más maravillosa que volver a hablarte con una persona con la que no te hablabas desde hacía años?; ¿o invitar a un café y tratar de comprender por qué esa persona actúa o piensa de una forma que yo no soporto?... Flexibilizar nuestras posturas, perdonar, reconocer y aceptar al otro, aunque sea antagónico, es todo un ejercicio necesario para nuestro crecimiento espiritual. Os invito a hacer una lista con los nombres de los enemigos y rezar un "padrenuestro" por cada uno de ellos... Que al final siguen injuriándonos o actuando como enemigos: "bendecid a los que os maldicen" y dejad el Juicio y la paga de cada uno a Dios mismo.

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