domingo, 12 de diciembre de 2021

''Viene el que es más fuerte''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

¡Domingo "Gaudete"!; ¡domingo de la alegría!... Hemos superado el ecuador de este tiempo de adviento, por lo que el Señor está cada vez más cerca. La de hoy es una jornada que se nos presenta como oasis en el desierto; parece que el rigor penitencial que vemos en el color litúrgico morado se aligera pasando al rosáceo, el cual parece reclamar ya el blanco festivo de la Navidad. La alegría es una característica fundamental del cristiano, ahora que tantos piensan y otros proyectan que religión y felicidad son incompatibles. Todo lo contrario; Dios quiere nuestra felicidad, la Iglesia quiere nuestra alegría, pero nada es nunca a cualquier precio; un católico sólo podrá ser feliz siendo fiel a Dios y a la Iglesia de Cristo; el camino de la infidelidad lleva aparejado el desenlace de la infelicidad. 

La Palabra de Dios de este domingo tiene su puerta en la profecía del profeta Sofonías, en la que éste nos regala un precioso canto sobre la ciudad de Jerusalén a la que denomina "lugar de paz", "hija de Sión", "ciudad de Dios". Y esta lectura nos proyecta al  Salmo: ''gritad jubilosos porque es grande en medio de ti el Santo de Israel''. ¿Cómo no va ser Jerusalén la ciudad de la alegría cuando ha sido la tierra amada de Dios?. Es curioso cómo a lo largo de los siglos este paraíso de paz espiritual ha estado y está paradójicamente en guerra continua... He ahí las palabras de ánimo y esperanza del profeta: «¡No temas! ¡Sión, no desfallezcas!. El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador». Pero no se refiere el texto sólo a este rincón de Palestina, sino que viene a renovar con su amor a todos y en toda geografía. El Señor viene a hacer nuevas todas las cosas y afirmar que lo antiguo ha pasado y lo nuevo ha comenzado. 

La epístola de San Pablo a los filipenses recoge el sentir de la alegría de este domingo, pero el apóstol va más allá y nos dice: ''estad siempre alegres'' -gaudete in Domino semper-. No sólo cuando las cosas salen como nosotros esperamos; sepamos descubrir también el lado bueno de las cosas menos buenas. Dos veces repetirá Pablo a los cristianos de Filipos su petición de que estén alegres, pero ojo, que no es una alegría cualquiera, sino que les invita a estar alegres "en el Señor". Cuando Cristo es nuestro mayor tesoro, cuando le hemos descubierto de verás, cuando es el primero y el principal en nuestro corazón, es imposible que falte la alegría, pues todo está en orden y Él nunca falla; siempre nos dará cien veces más de lo que nosotros pudiéramos pensar que le aportamos. 

En el evangelio, por su parte, nos encontramos con otra llamada a vivir en clave de alegría, y esta vez el que nos lo dice es Juan Bautista. El precursor nos llama a despertar de una vez, pues Cristo está ya a las puertas y todo ha de cambiar con su llegada. La predicación de San Juan es ya un adelanto de la predicación del Señor: caridad -compartir túnica y comida-; justicia -no exigir más de los establecido-; amor al prójimo -no os aprovechéis-... Sólo desde la alegría de saber que llega el Señor a nosotros encontraremos el impulso y la fuerza necesaria para encauzar tantas situaciones que se presentan en nuestra vida. Algunos pueden decir que estas exhortaciones son "moralinas" para controlar las conciencias, pero todo lo contrario; se trata forjar verdaderas personas y conciencias libres. Sólo el que logra liberarse de la tiranía del pecado y vivir conforme al evangelio, descubre la paz y permanecerá siempre alegre en el Señor. Juan nos ha exhortado hoy a ello, pero no perdamos de vista que ahora ''Viene el que es más fuerte''. Vistámonos de fiesta y estemos alegres para recibirle. 

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