domingo, 17 de octubre de 2021

''El que quiera ser grande, sea vuestro servidor''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Un nuevo Domingo, este ya el XXIX del Tiempo Ordinario en el que el Señor vuelve a regalarnos una valiosa y muy actual lección para nuestra vida de fe. Nos invita a reflexionar sobre el afán de prevalecer sobre los demás, querer destacar y hacer las cosas siempre esperando una recompensa mayor a lo realizado. Y si no es posible por méritos propios, por "enchufe". No deja de ser humano y en cierto modo normal que alguna vez sintamos estas tentaciones, pero hemos de entender que nuestro actuar se ha de orientar siempre en una dimensión sobrenatural y no apegarnos a las glorias del mundo, pues estamos "de paso" en él. Las vanidades y aplausos del que busca destacar, incluso usando a los amigos es todo lo contrario al actuar de Cristo que no sólo pasó entre nosotros como uno de tantos, sino como un esclavo; el último siendo realmente el primero. Cuando en algún lugar donde había predicado con éxito la gente le vitoreaba e incluso proponían hacerle rey, Él escapaba; se iba de puntillas pues había cumplido su misión y no esperaba nada a cambio. Su humildad sorprendía a todos...

La segunda lectura de San Pablo a los Hebreos aborda indirectamente esta cuestión cuando nos dice: ''No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado''. La consideración del sacerdote cambia totalmente con Jesucristo; no es un Sumo Sacerdote con privilegios y poder, ni el único que puede entrar en la ''Sancta Sanctorum''; no tiene ricos ropajes ni autoridad absoluta en la sociedad. Cristo nos presente un nuevo sacerdocio en clave de servicio, cuya premisa es ser el último y el más humilde. Un Sacerdote Eterno que nos comprende mejor que nadie por haber compartido nuestra frágil humanidad al hacerse semejante en todo a nosotros, menos en el pecado. Y viene como el único sacerdote que nos deja entrar a todos en el lugar más sagrado: las entrañas de su corazón, en el misterio del amor de Dios por nosotros. Es lo que desde antiguo el pueblo había deseado y que el Salmista canta hoy: ''Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti''.

En consonancia, la primera lectura de la Profecía de Isaías nos predispone ya para el evangelio en el que se nos hablará sobre las "reservas" de los primeros puestos para el reino de los cielos. Pero teniendo como antecedente cómo ha sido el camino del Mesías y Señor: toda una senda de sufrimiento; es lo que este cántico nos quiere poner de manifiesto, que Jesús no llegó al trono de su gloria por un camino de rosas, sino de espinas. En otra palabra: Él nos ha mostrado el camino para llegar a la gloria, pero para llegar a su luz deja de manifiesto que se ha de pasar antes por la Cruz. El sufrimiento no es un capricho incorporado ni un masoquismo voluntario, sino que Dios nos descubre en las llagas de su Hijo el valor redentor de la Pasión.

He aquí que Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo -también llamados "hijos del Trueno: ''Boanerges''- tienen una idea equivocada; demuestran que no han entendido nada al manifestar sus intereses personales buscando por "enchufe" su puesto y cartera en un reino de este mundo cuando, camino de Jerusalén, será donde el Rey de los reyes de la tierra entregará como el último gratuitamente y por puro amor su vida. En los anhelos de los Zebedeos se ponen de manifiesto los deseos de poder y distinción frente a la sumisión y entrega absoluta de quien ya les ha anunciado que sólo se llega a la Gloria desde la Pasión.

Tantos siglos después, con la inapelable actualidad de la Palabra de Dios, a los seguidores del Nazareno nos sigue pasando como a los zebedeos. Ellos aspiraban a su puesto por no por mérito, sino por "enchufe". Jesús les pregunta por su capacidad para compartir su cáliz, y ellos afirman con rotundidad, aunque lo más probable es que tampoco entendieran a qué estaba aludiendo. Quizá pensaban que era un requisito más antes de alcanzar el Reino, pero lo que el Señor les está preguntando es si serían capaces de dar testimonio de su fe en Él y en el Evangelio entregando hasta la misma vida. El Señor les revela qué, efectivamente, los dos serán testigos de su Pasión: Juan al pie de la cruz y Santiago siendo el primer apóstol en morir mártir, y concluye: ''pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, está ya reservado''. Cristo finaliza con una lección en voz alta para todos los discípulos que habían contemplado atónitos -no exentos de resentimiento y de cierta envidia envidia a la vez- el diálogo con los dos hermanos recordando cómo los grandes personajes y los jefes de los pueblos siempre tiranizan y oprimen a sus súbditos, por ello les exhorta con misericordia a hacer justamente lo contrario; es la novedad del mensaje de este domingo: ''el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos''...

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