domingo, 11 de julio de 2021

''Los fue enviando''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


La Palabra de Dios de este Domingo XV del Tiempo Ordinario es una llamada a hacer nuestra una faceta que hemos de valorar como discípulos en el seguimiento del Maestro: ''ser evangelizadores''. Si el domingo pasado hablábamos de ser profetas, éste toca caer en la cuenta de lo que implica nuestro compromiso evangelizador.

No una cuestión baladí, pues si Jesús no es más conocido, reconocido y amado en algunos ámbitos es porque no ponemos por obra lo que Él mismo nos pidió con palabras y hechos. Nos decimos "cristianos", pero nos cuesta ponernos en el camino del anuncio, del kerigma, de llevar a Cristo como verdaderos discípulos a los que no lo conocen o le rechazan. Como bautizados estamos llamados a dar a testimonio al mundo de la alegría del evangelio, de haber descubierto "la mejor parte" y que ya nadie nos podrá arrebatar.

El profeta Amós en su primera lectura nos relata en una preciosa alegoría lo que para los católicos es una prefiguración clarísima de la eucaristía. El sacerdote Amasías le dice a Amós: ''come allí tu pan y profetiza allí'' y, sin duda, podemos interpretarlo en clave actual desde la seguridad que la eucaristía es donde sacamos fuerzas para nuestro peregrinar. El pan del profeta era la Palabra de Dios y las escrituras y, precisamente, éstos son los dos pilares de nuestras celebraciones: el pan de la palabra y el pan del Altar. Amós encarna también en sí mismo la humildad que nos ha de caracterizar en el reconocimiento de Dios al autodefinirse como un sencillo ''pastor y cultivador de higos''. Igualmente nosotros siendo muy poca cosa, podemos hacer grandes cosas viviendo unidos al Señor y alimentándonos de su Palabra y de su Cuerpo.

Por su parte, San Pablo en su epístola a los Efesios, nos presenta la visión que tiene de nosotros sus humildes profetas, pues el Padre no nos mira sino desde los ojos de su Hijo y por medio de Él. Este himno paulino que los sacerdotes y consagrados/as conocemos al rezarlo en la "liturgia de las horas" quiere ser precisamente ésto: "un canto del amor de Dios para con nosotros". El Creador derramó y sigue derramando su gracia sobre sus elegidos. Todo nos lo ha dado Dios por medio de su Hijo; somos elegidos, redimidos, liberados y recapitulados en Cristo; predestinados todos a ser Hijos de Dios. Este es el mensaje que como evangelizadores hemos de saber explicar y acercar a los demás, el mensaje de un Dios creador y salvador que por medio de su hijo Jesucristo se acerca a nosotros y nos ofrece nuestra propia salvación.

Por último, el evangelio tomado del capítulo 6 de San Marcos nos presenta la itinerancia del mismo. Jesús "envía" a sus discípulos a evangelizar, les encomienda esta misión específica. El Señor los envió como nos envía también hoy a nosotros; cuando el sacerdote dice: ''podéis ir en paz'', no significa que la misa ya ha terminado y se puede hablar o ir a cenar; al contrario, significa que comienza el momento de mayor recogimiento, la hora de interiorizar lo vivido y participado y mostrar en el exterior del templo y en nuestros propios ambientes lo que en el interior del mismo hemos hecho nuestro. A partir de entonces somos misioneros, evangelizadores y enviados.

El mandato del Señor es claro: ''Id''; y es que el evangelio no es una cuestión privada ni parcelada, sino pública y dinámica. Jesús pone a los suyos en marcha, en camino, sabedor de que la mejor catequesis de la buena noticia es nuestro ''peregrinar''. Los envía sin nada, pero ''dándoles autoridad''. No podían llevar pan, ni alforja, ni dinero, ni túnica de repuesto... Hay varias interpretaciones al respecto, pero podemos quedarnos más bien con dos; por un lado Jesús les estaba facilitando la misión, dado que para evangelizar en el mundo judío había que estar dentro de sus leyes, y en este campo la Mishná dictaba muchas exigencias a los peregrinos. Y, por otro lado, es una invitación a vivir en manos de la Providencia y de los nobles corazones que en el anuncio se abran al evangelio. Así les dice: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa». Y concluye desvelando ya los resultados de aquella evangelización que los apóstoles iniciaron "de dos en dos": predicaban, expulsaban demonios y ungían enfermos. A esto estamos también nosotros llamados en nuestro día a día: ser evangelizadores, dar a conocer de Jesús sacando de nuestro entorno el mal y siendo siempre bálsamo para los que sufren.

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