domingo, 4 de julio de 2021

¿No es éste el carpintero?. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


En este domingo XIV del Tiempo Ordinario se nos invita a "ser profetas"; no misioneros, sino profetas. Y en el planteamiento experimentamos la crudeza de esta tarea y de los que lo fueron, dado que como escucharemos en el evangelio: “ No desprecian a un profeta más que en su tierra ”:

La primera lectura del profeta Ezequiel nos habla de cómo ha de ser ese espíritu auténtico del profeta, y el autor remarca esto consciente de que existen los falsos profetas. La vocación profética es dada por Dios a través del Espíritu Santo, y es fácil reconocer a los verdaderos profetas dado que estos no se compran ni se venden, no miran por intereses políticos o sociales ni les preocupa quedar bien. El buen profeta vive con su alma, vida y corazón al desnudo y sus ojos puestos en Dios. Ser profeta implica darlo todo por intentar ser voz para el Altísimo, aunque para ello se pueda perder hasta la propia vida. Muchos profetas pagaron con ella su fidelidad al Anuncio, como San Juan Bautista. En este fragmento de la profecía de Ezequiel vemos cómo el Señor no oculta la dificultad de ser profeta, pues Dios envía profetas precisamente a los que se han alejado de Él: ''yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde''. Nuestra vida de cristianos comprometidos es en este tiempo también así, pero que no nos angustie comprobar las dificultades. Como hemos escuchado, "Ellos, te hagan caso o no te hagan caso... sabrán que hubo un profeta en medio de ellos''. Ser profetas es, pues, ser testigos de Dios sin miedo a nada ni a nadie. 

Otra nueva pista sobre cómo ser profetas de nuestro tiempo nos la da San Pablo en este trozo de su segunda carta a los cristianos de Corinto. Es una carta triste, de lágrimas y angustias, en las que el apóstol nos abre su corazón. También él experimentó la crudeza y la decepción. Cita en concreto una espina que lleva metida en el corazón, de una enfermedad no física, sino más bien anímica. El demonio quiere que se rinda y tire la toalla, pues él se ve débil y limitado ante los enemigos. Pablo nos confiesa cómo pidió al Señor que le librara de su mal, y cómo éste indirectamente le dio la clave para vivir su misión con otro enfoque: «Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad». La gracia se hace fuerte en lo débil. Esta afirmación ayuda a aceptarse uno mismo en sus limitaciones, sin vanaglorias ni pesimismos, sino asumiendo lo que somos para poder responder a lo que el Señor nos pide. Y podemos mucho más de lo que a veces decimos y más aún hacemos. 

Finalmente, el evangelio tomado del capítulo 6 de San Marcos, donde Jesús tras empezar su predicación por Galilea acude a su pueblo, quiere mostrar a sus discípulos los contratiempos del profetismo qué, paradójicamente, encuentra siempre sus mayores dificultades precisamente en los cercanos. En Nazaret Jesús no era visto por Mesías, para ellos era el hijo de José y de María, su vecino de siempre, el de la "Casa del Carpintero". Por ello al oírle predicar sus paisanos se preguntan de dónde le viene lo que dice y lo que hace. El rechazo de los suyos no sorprende a Jesús, ya contaba con ello. Para las gentes de Nazaret era como si se hubiera vuelto loco: ¿cómo un obrero se atreve a dar lecciones de ingeniería o arquitectura? De cuestionar la ley sin ser rabino ni autoridad?... Jesucristo se presenta como el verdadero profeta que no va por libre, sino que reconoce ser ungido por el Espíritu y enviado para dar la buena nueva a todos. Esta escena en que Cristo hace un alto en su predicación para ir a su pueblo es toda una pedagogía para comprender su misión y la de los profetas.

Este paso de Jesús por el pueblo en el que se crió y creció, donde vive su familia, no es algo anecdótico que el evangelista nos describe, sino que en esta escena vemos gráficamente la actitud de todo el pueblo de Israel, el pueblo elegido, para con su Dios. He aquí que se cumple la escritura: ''vino a los suyos, y los suyos no lo reconocieron''. Antaño envió Dios un profeta a los israelitas, y ahora la historia se repite, pues les manda a su propio hijo y no le escuchan. Es como si el Evangelio cayera en saco roto donde debería ser más y mejor recibido. Esto los experimentamos también muchas veces todos los creyentes cuando en nuestras familias, en nuestros círculos de amistad, entre los compañeros de trabajo, nos topamos con los corazones endurecidos y hostiles al mensaje del Salvador. Digamos lo que digamos siempre nos responderán muy parecido a como lo hicieron a nuestro Señor: los curas, las Iglesia... Y serán no los de casa, sino los de fuera, los que menos esperamos, los que encontraremos en los cruces de los caminos para los que sí seremos profetas, y los que nos recibirán... Está claro "nadie es profeta en su tierra".     

Jesús para muchos sigue siendo el hijo del Carpintero y de María, pero en su misión ante el Padre encarna el espíritu de los profetas. Efectivamente, los profetas son llamados de entre el pueblo sencillo, arrancados de sus casas y de sus oficios normales para que su vida lleve otro camino y al que invitan a los demás. Los suyos, los más cercanos, ni siquiera se dan cuenta de ello ni los reconocen. Todo ha cambiado para ellos hasta el punto de que la misión para la que son elegidos es la más difícil que uno se pueda imaginar. Es verdad que el Jesús taumaturgo popular y exorcista es y seguirá siendo uno de los temas más debatidos sobre el Jesús histórico; probablemente ha habido excesos a la hora de presentar este aspecto de los evangelios, siendo como es una cuestión que exige atención y precisión. Pero en el caso que nos ocupa del texto de Marcos no podemos negar que se quiere hacer una “crítica” (ya en aquél tiempo de las comunidades primitivas) a la corriente que considera a Jesús como un simple taumaturgo o exorcista. Es el Profeta del reino de Dios que llega a la gente que lo anhelaba. En esto Jesús, como profeta, se estaba jugando la vida como los profetas del Antiguo Testamento, a diferencia que Él sabía que tenía que perderla para dar sentido y plenitud en sí mismo a los anuncios de éstos y a todos los sacrificios de la Antigua y Nueva Alianza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario