viernes, 23 de agosto de 2019

Dos primas se saludan. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Aunque las fiestas de los pueblos nunca cambian de titular, jamás se agota lo que se puede decir en ellas. Cuando a los sacerdotes nos llegan las fiestas patronales, nos detenemos a meditar, ¿cómo lo enfoco esta vez?, y siempre encontramos nuevas lecciones que silenciosamente nos regalan nuestros patrones a la luz de la Palabra de Dios.

En el caso de “la Visitación de María a su Prima Isabel” -dos mujeres de hace más de dos mil años y una fiesta hartamente repetida- podría parecer que no podemos decir ya nada más de lo dicho y, sin embargo, el texto que cada año proclamamos y se verifica también en la “Procesión del Encuentro”, se escenifica toda una catequesis cargada de misterio que supone una autentica fuente de espiritualidad para los cristianos de Lugones y visitantes. Pero no debemos quedarnos sólo en el acontecimiento del saludo entre dos primas que se quieren.

María e Isabel se dan un saludo gozoso, cierto, e intercambian su felicidad que evidencian, pero desde una plena confianza en Dios a pesar de que ninguna de las dos estaba pasando por un buen momento. María, adolescente, estaba en los comienzos de su embarazo, casi repudiada por su esposo José al creerse traicionado. Isabel estaba en la recta final de su embarazo tras haber tenido a su esposo mudo durante meses y con el evidente miedo al parto que se avecinaba por ser una mujer casi anciana. No perdamos de vista lo que suponía en aquel tiempo y país ser una mujer “problemática” y, sin embargo, ellas se felicitan; no se compadecen entre lloros una de la otra, sino que pese a todo miran al futuro con esperanza.

Dos embarazos en dos mujeres muy especiales que suponían dos milagros -o mejor dicho dos manifestaciones del poder de Dios- en María por no conocer varón y en Isabel por haberle pasado el tiempo de fertilidad. La alegría de las primas no es una alegría que se reduce a lo personal sino que hacen suya la alegría del Pueblo de Dios, el cual, desde antiguo, venía esperando lo anunciando por los profetas, la llegada del Mesías Salvador, cuya verificación y realidad encarnada se pone de manifiesto en el relato del acontecimiento.

La respuesta de Isabel -precursora del Precursor- elogiando a su Prima, es sentencia de todo lo anunciado y esperado. San Juan Pablo II llegó a decir que Santa Isabel fue la persona que pronunció las palabras más hermosas que se han dicho de la Santísima Virgen en todos los tiempos, y es que Isabel no habló por hablar sino que lo hizo movida por el Espíritu Santo, consciente de la presencia de Dios y advertida por el salto de su hijo dentro de su vientre. Isabel admira la fe de su prima y exclama: ''Dichosa tú porque has creído''.

Por el mero saludo, Isabel comprendió al instante todo lo que a su prima le había pasado las semanas anteriores, y cómo a través de ella Dios vendría a nuestra humanidad. No se habían visto hasta entonces, apenas pudieron intercambiar unas pocas palabras, y parece como si Isabel conociera hasta la conversación que María había intercambiado con el Ángel en la Anunciación.

En el relato evangélico también parece pasar desapercibido el motivo por el que María se pone en camino y acude a casa de su prima: ¿por qué lo hace y cuándo lo hace?... María sale camino del encuentro con Isabel en cuanto se entera de la difícil situación por la que está atravesando Isabel -como si la propia fuera fácil-. En un comentario de San Ambrosio de Milán sobre esta escena, dirá que Nuestra Señora se sentía impulsada por el deseo de cumplir un deber de piedad, anhelante de prestar sus servicios y presurosa por la intensidad de su alegría. Se pone en camino hacia Ain Karem no por comprobar lo que el Arcángel le anuncia: ahí tienes a tu parienta Isabel, que pesar de su vejez ha concebido un hijo porque para Dios no hay nada imposible, sino para ponerse a servir y ser útil en un hogar que lo necesitaba.

Y es que el servicio del Evangelio no admite demoras ni remilgos, la ayuda a los demás ha de ser cumplida rápida y eficazmente, pues a los hijos de Dios esto les supone una verdadera necesidad. María no sólo se pone en camino, sino que se pone en plan; en actitud de ser útil sin anteponer nada, ni a sí misma. No le da miedo aventurarse sola por un camino tortuoso de montaña con una distancia de al menos tres días, no viaja para descansar ni por turismo sino que lo hace para trabajar aún más de lo habitual… Esta es, una vez más, la enseñanza silenciosa de María donde siempre encontramos una nueva lección para nuestras vidas, igualmente muy necesitadas de ponerse en camino para realizar el plan de Salvación que como para Ella e Isabel, también Dios tiene fijado para nosotros.

Feliz Fiesta de la Visitación de María a su prima Santa Isabel.

Joaquín (Párroco)

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