viernes, 4 de octubre de 2024

Desde nuestro brocal: Recorriendo un mapa en las Galias (y II)

Completo con estas líneas la crónica del itinerario que hemos realizado un grupo de peregrinos de Asturias por los santuarios de la vecina Francia, tratando de aprender de la enseñanza que nos han dejado algunos santos, y aspirar las bondadosas brumas que desprenden algunos lugares visitados. Lo dijimos desde el principio: no se trataba de una gira turística, sino de una verdadera peregrinación cristiana. El elemento importante consiste en que siendo peregrino consientes en que Dios mismo te sorprenda. Él jamás aburre a quien se asoma a su belleza, y nunca defrauda al que se abre al abrazo de su gracia. 

El turista agota el mapa trazado por su agencia de viajes, el peregrino siempre se sentirá viandante de algo más grande e inacabado, y sus pies, su mirada y su entraña no se quedarán prendados y prendidos en un oasis cuyo espejismo no salva la contradicción humana ni responde a las preguntas más verdaderas del alma. Dejamos atrás Ars, pequeño hondón de la sencillez de un párroco entregado a su feligresía con todo el amor y la hondura de un cura de arriba abajo en cada instante, cada día, durante todos los años de su ministerio sacerdotal en aquella parroquia lejana y escondida que se ha convertido en la parroquia del mundo al hacerle la Iglesia el patrón de los párrocos católicos. Mirando a los santos, sientes la pequeñez de tu vida mediocre. 

En las estribaciones de la cadena montañosa de los Alpes, a casi dos mil metros de altitud, llegamos al santuario de la Virgen de la Salette. Casi ninguno de nosotros habíamos estado allí antes. Una carretera sinuosa con muchas curvas ascendentes, nos iba poniendo por encima de las nubes, cuyas nieblas envolvían el valle pintando de misterio casi otoñal un paisaje de color pastel. Es una historia de aparición de María a dos pequeños pastores: Melanie y Maximim, de 15 y 11 años. Iban a recoger el ganado que había subido altanero por encima de la cota habitual, y se encontraron con un resplandor de luz sinigual. La “Hermosa Señora” (la Belle Dame), se les apareció sentada y con sus manos tapándose la cara ocultando así las lágrimas de su llanto. 

¿Por qué lloraba esa Hermosa Señora? Les dijo que por dos cosas: por las blasfemias de los hombres y porque no iban a la iglesia el domingo. Es decir, por los insultos proferidos contra Dios, y por la indiferencia de quien no sentía la iglesia como su hogar abandonando la misa. Les invitó a rezar, a hacer sacrificios, y a divulgar el mensaje invitando a la conversión de corazón. También se mostrará sonriente en las apariciones siguientes. Efectivamente, cuando Dios es un rival, un enemigo, o cuando no es nadie en nuestro camino, entonces se le lanzan ofensas, improperios, blasfemias. Y cuando nos alejamos de Él, abandonamos su casa y no vamos a la iglesia donde se escucha su Palabra, se recibe el perdón y se nos alimenta con la Eucaristía. 

Tantos lugares de peregrinación mariana que tienen el mismo tenor y hasta casi idéntico mensaje, como en Lourdes (1858) o Fátima (1917) unos pocos años después. Es la misma vivencia cristiana en otros santuarios de la Virgen, como Covadonga, en donde sabemos que se nos espera, donde somos conocidos y amados, y de donde jamás volvemos vacíos o defraudados tras haber elevado nuestras oraciones, haber ofrendado unas flores o haber encendido una pequeña vela como signo de nuestra esperanza duradera en la llama que allí arde por nuestras intenciones.

Terminamos en Toulouse, allí pudimos venerar la tumba del gran teólogo dominico Santo Tomás de Aquino. Eran tiempos de confusión y errores aquellos del siglo XIII, pero Dios respondió con la sabiduría de sus hijos más preclaros que desde entonces nos han iluminado las oscuridades, nos han fundamentado las certezas, nos han bendecido con su ejemplo e intercesión desde el cielo. Hemos de ser amigos de los amigos de Dios. 

+ Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo

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