Queridos sacerdotes, cofrades y fieles todos:
Celebramos en el marco de este Domingo V de Cuaresma la solemne bendición de la imagen de Jesús en la borriquita, en la entrada del Señor en Jerusalén y que el próximo domingo (D.m.) procesionara por vez primera por nuestras calles.
En primer lugar, gracias a la Cofradía del Cristo de la Piedad y de Nuestra Señora de la Soledad, que desde hace años venía trabajando para hacer realidad este proyecto que hoy se ve de algún modo culminado. Personalmente estoy muy feliz con ellos de poder ver este sueño hecho realidad. Que esta imagen sea para nuestros niños, para los cuales el domingo de ramos supone una de esas jornadas tan queridas como lo fue para nosotros también a sus años. Os acerco igualmente el saludo y cercanía de nuestro Arzobispo, que hubiera querido compartir esta celebración con nosotros, y al que se le hace imposible al encontrarse en León donde a estas horas pregona esa ilustre Semana Santa, como el año pasado hiciera con la nuestra. Y en su lugar y representación agradezco del mismo modo la presencia de nuestro Vicario de Oviedo-Centro, Párroco de Posada y amigo, D. José Julio Velasco, el cual también nos honrará próximamente al asumir el Pregón de nuestra Semana Santa.
Quiero valorar de forma singular al autor de esta obra que hoy bendecimos, al igualmente amigo y artista D. Manuel Ángel Fernández Escobar, por el mimo, detalle y primor con que ha cuidado cada milímetro, tanto de la imagen del Señor como la talla de la borrica. Es una imagen que invita a la piedad y la oración, y que se sumerge en lo profundo del misterio de esa subida de Jesús a Jerusalén.
Ante cualquier proyecto de esta índole, es muy importante buscar un buen imaginero que logre plasmar de forma preclara el momento de la vida del Redentor que se quiere contemplar.
1º Mensajero de la Paz
Al hilo de la palabra de Dios de este Domingo, y mirando esta imagen que estrenamos, a uno le viene a la cabeza las palabras del profeta Isaías: ''Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!»''… (Is 52, 7). Esta talla quiere ser un recuerdo y un reclamo constante de que el Señor no deja de venir a nosotros para regalarnos su paz, predicarnos su Evangelio e invitarnos a la santidad.
Gracias Señor por no cansarte de venir a nosotros, aunque a menudo las puertas de nuestro corazón estén cerradas. Por eso necesitamos pedir un corazón nuevo ante lo que se avecina y que nos ha anunciado Jeremías en la primera lectura: “Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva”. (...) Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo...” (Jer 31, 31.33). Necesitamos cambiar el corazón de piedra por uno de carne que sepa reconocer al Salvador al que tantas veces a lo largo de las jornadas ignoramos.
Que bien nos viene la profecía de la primera lectura de este domingo, y que parece pensada expresamente para nosotros: ''Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: Reconoce al Señor. Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande'' (Jer 31, 34). Es nuestro deseo más ardiente, que todo el mundo conozca al Señor; en esta imagen es muy fácil hacerlo, pues goza de tanta belleza y realismo que parece el mismísimo Jesús entrando en Jerusalén. Lo importante es que seamos capaces también de verle en lo escondido…
Predicaba un sacerdote asturiano sobre un niño judío que sufría con frecuencia las burlas y bromas de sus compañeros de clase: Un día se les ocurrió jugar con él al escondite por la tarde cuando salieron del cole, y todos se fueron para casa mientras el niño hebreo contaba con los ojos cerrados… Cuando se puso a buscarles, no encontraba a ninguno; se sintió humillado y abandonado, y volvió a su casa llorando. Una vez en casa, su abuelo que era rabino lo consoló y le dijo: ''Mira hijo, te ocurrió lo que ocurre a nuestro Dios, que a veces se esconde y pocos salen a buscarle'' (1). Cada religión busca esos escondites del Señor, unos lo ven en las imágenes, otros en la Escritura, otros en los necesitados, pero especialmente está en la eucaristía donde hoy lo recibiremos de nuevo oculto en el pan y el vino.
2º Rey humilde
''¡Bendito el Rey que llega! ¡Bendito Jesucristo que siendo el primero quiso ser el último! Así se nos presenta Dios Hijo como anticipó Zacarías: ¡Salta de gozo, Sión; alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu rey, justo y triunfador, pobre y humilde montado en un borrico, en un pollino de hijo de acémila'' (Zac 9,9). He aquí al Rey de Reyes, que no viene a caballo rodeado de poderosos soldados y guerreros, sino en un burrito rodeado de niños que con sus palmas le acompañaban llenos de alegría.
Os aseguro que esta imagen encarna a la perfección esta verdad, pues es un rey humilde, realizado en un lugar humilde y por un humilde imaginero para una cofradía, parroquia y pueblo humildes.
Las pocas horas que pasé en Sevilla cuando fui a buscar -yo mismo- la imagen, pude disfrutar del encanto de la gente del sur, de la vida de un barrio obrero y trabajador donde te reciben y te tratan como si te conocieran de siempre. El autor de nuestra imagen no es un afamadísimo tallista multimillonario; al contrario, es un joven que tiene su humilde trabajo con el que se gana el pan de cada día en sus ratos libres, a pesar de tener otro muy digno de “reponedor” en un supermercado. A pesar tener dos trabajos vive de alquiler en su barrio de toda la vida con aquellos edificios típicos del antaño: “Ministerio de la Vivienda”, que dieron cobijo a multitud de trabajadores -lo que hoy ni es ni se espera- y que saben lo que es llegar justo a fin de mes sin poder vivir como nuestro imaginero sólo de su arte, a pesar del talento prodigioso con el que Dios le ha bendecido… ¡Me encantó aquel barrio y sus gentes!...
3º Señor de la Misericordia y de los Pobres
Volviendo a la Palabra de este Domingo, resuena en el Evangelio el deseo de aquellos griegos: ''Queremos ver a Jesús'' (Jn 12, 21). A todos nos gustaría haber presenciado aquellas predicaciones, milagros y obras que hizo Cristo en sus años de vida pública. Nos hubiera encantado ver el color de sus ojos, la tez morena de su piel, el tono de su cabello; poder tocarle como la hemorroisa, hablarle, pedirle ayuda para nuestros problemas... Y, sin embargo, veremos dentro de pocos días cómo aquellas multitudes que le seguían y escuchaban sin pestañear desaparecen al venir mal dadas, sin que apenas haya quien de la cara por Él. Encontramos en el evangelio una primera alusión a la cruz: ''Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto''… Y una segunda: ''Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre''… E incluso una tercera: ''Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí''. La subida a Jerusalén es la recta final hacia el patíbulo, por eso el Señor va serio encima de la borriquilla, pues sabe que camina hacia su pasión. Sin embargo, su mirada es misericordiosa y su gesto de bendición sobre los que le reciben y que casi siempre son olvidados; aquellos que no cuentan para este mundo, pero sí para Él.
Por eso nos dice: ''el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna''… Descubramos a Cristo en el pobre, en el herido al borde del camino, en el necesitado de nuestra palabra, ayuda y aliento…
A veces nos empeñamos en hacer incompatible la sensibilidad para lo espiritual con el compromiso social, y así veremos cómo dentro de unos días se nos presentará la lección de lo que Jesús dijo a sus discípulos a propósito del derroche de perfume: ''Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no me tenéis siempre'' (Mc 14,7). En Andalucía es costumbre ponerles nombre a las imágenes, algo que en el norte nos parece extraño; yo llamaría a este precioso paso: el Señor de la Misericordia y de los Pobres, pues ante su mirada todos nos sentimos pecadores y perdonados, bendecidos por su gracia, y por pura misericordia.
Que el que ''se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza'' (cfr. 2 Cor 8, 9), nos bendiga siempre y no haga ricos en misericordia.
(1) Homilía de D. Gonzalo J. Suárez Menéndez en el Aniversario de D. Ezequiel Fdez. Fdez. en la Basílica de San Juan el Real de Oviedo (21/03/2021)
Joaquín Manuel Serrano Vila.
Párroco de San Félix de Lugones
Consiliario del Cristo de la Piedad y Nuestra Señora de la Soledad
Arcipreste de Oviedo
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