domingo, 13 de septiembre de 2020

''Hasta setenta veces siete''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

La Palabra de Dios de este Domingo XXIV del Tiempo Ordinario aborda un tema clave en la vida de un verdadero discípulo de Jesús: ''El Perdón''; pero no un perdón que no olvida -"yo perdono pero no olvido"- sino un perdón que brota del amor; el verdadero amor cuando de verdad perdona, también olvida. Es ese amor que todo lo puede y que todo lo sana. Es ésta una constante que la Iglesia nos presenta frecuentemente para recordarnos que por nuestra condición pecadora tenemos problemas a diario y, por ende, a diario necesitamos saber perdonar y pedir perdón para vivir con paz y poder igualmente transmitirla como verdaderos cristianos. Indirectamente, en este día del Señor se nos invita a recordar el mandato nuevo del amor, el testamento que Jesús dejó a sus discípulos antes de afrontar las horas de su Pasión, Muerte y Resurrección: ''este es mi deseo, que os améis unos a otros como yo os he amado''.

La primera lectura del libro del Eclesiástico nos presenta una idea para la reflexión; la persona que vive con rencor, con odio, con listas negras, no sólo es un mal cristiano, sino que además un pecador por voluntad propia. La ira y el rencor que tantas veces nos pueden a todos, no dejan lugar para acoger al Señor y su evangelio. Por eso el comienzo de este pasaje del Antiguo Testamento es directo y tajante: ''Furor y cólera son odiosos; el pecador los posee''. No permitamos que el demonio nos venza y se alegre dejando nuestro corazón y nuestra alma emponzoñados por ello. Hagamos el esfuerzo de limpiar con el perdón sacramental esas pesadas cargas que no someten y que tanto daño nos hacen a nosotros mismos y a los que nos rodean.

La mirada hemos de ponerla en el Señor; si Él perdonó incluso a aquellos que le condenaron, torturaron y crucificaron, aún sabiéndole inocente, ¿no vamos a perdonar nosotros que tantísimas veces somos y nos sabemos culpables?. Mirando a Jesús rico en misericordia, aprenderemos a ser también nosotros misericordiosos; es la certeza y la invitación que nos hace hoy el salmista: ''El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia'': ¿Somos nosotros compasivo, misericordiosos e intentamos ser lentos a la ira y la cólera?. 

Otra variante del pecador "voluntario" es hacer las cosas por puro fariseísmo, por aparentar, por quedar bien públicamente, por dar imagen modélica pidiendo perdón sin arrepentimiento real, con lo que pronto repetiremos el mismo pecado, o aceptando el perdón con poso de resentimiento (el "perdono pero no olvido"). Las clave para hacer lo correcto cuando ambas situaciones nos afectan es hacerlo con la mirada puesta en el Señor, poniéndole a Él como "filtro" y referencia de nuestras acciones y decisiones.

Finalmente, el texto del evangelio de este domingo es toda una catequesis sobre el perdón. Vemos que Pedro tiene una duda a la que no encuentra clara respuesta, quizá herido repetidamente en su hegemonía ante los demás discípulos. Pedro conocía todo lo que decían las leyes judías sobre este tema, pero no sabía qué pensaba Jesús: ¿sería más estricto o más condescendiente?. Así lanza el apóstol la pregunta a su maestro: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?, ¿hasta siete veces?». Jesús da su respuesta tajante: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete". Decir en aquel tiempo y en aquel contexto ''hasta setenta veces siete'' era lo mismo que decir nosotros hoy: siempre, hasta el infinito. Y por si acaso les queda alguna duda, Jesús les "zasca" con la parábola del rey que buscaba ajustar cuentas con sus empleados. 

Qué gran lección la de aquel rey justo que perdona a su deudor, más luego éste ya perdonado no perdona al que le debía, llevándolo incluso a la cárcel. He aquí que el rey con su su actuación hace verdadera justicia poniendo en guardia a "navegantes" ante una posible situación similar que manifiesta incoherencia e injusticia, y la qué, finalmente, ha de pasar factura (valga la expresión)

El final del texto es muy duro y es un verdadero aldabonazo para todos nosotros: "Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano''. Por tanto vivamos nuestra existencia entrenado la misericordia, pues será "conditio sine qua non" para que nosotros seamos igualmente perdonados de nuestros pecados.

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