domingo, 19 de enero de 2020

Este es el Cordero de Dios. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Dios se nos ha manifestado como luz; así lo hemos contemplado en el tiempo de Navidad y aún estos primeros días del tiempo ordinario. Es el paso de Jesús tras la Epifanía a la vida pública que meditamos especialmente en los tres primeros misterios luminosos del Rosario: el bautismo, las bodas de Canaá y la predicación invitando a la conversión. 

La primera lectura de hoy tomada del profeta Isaías, nos habla de nuevo de manifestación y de luz; por un lado el Señor reconoce a su identificado en el Hijo, al igual que hacía el pasado domingo en las aguas del Jordán. Nos afirma: ''por medio de ti me glorificaré'', y más adelante: ''Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra''. Jesucristo es nuestra luz que ha venido al mundo y al que hemos de reconocer como tal. En estas semanas que van entre el día de Navidad y el su Presentación en el Templo, la Palabra de Dios nos ha de ir acercando a esta realidad en la que el Señor es la luz para nuestras tinieblas. Reconocerle como el Verbo "nos dará poder para ser hijos de Dios".

Es ésta una gracia que no nos es impuesta, sino que la acogemos o rechazamos desde nuestra plena libertad. Cada cual es libre de tomar su camino, de aceptar o rechazar en su torpeza este regalo e invitación. El salmista nos da la pauta: para hacer tu voluntad. Y es que a menudo olvidamos darle a Dios el papel que le corresponde; queremos reducirlo todo a nuestras posibilidades, objetivos y metas, y también debemos saber abandonarnos en sus manos y decir no sólo aquí estoy, sino aquí estoy para hacer tu voluntad. 

El brevísimo fragmento del comienzo de la carta de San Pablo a los Corintios, nos revela esta misma idea desde el testimonio personal del mismo Pablo, cuando al definirse se describe sencillamente como el ''llamado a ser apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios''. No era su propio proyecto de vida, no era lo que él había imaginado o calculado para sí, sino que manifiesta rotundamente ser y estar ''por voluntad de Dios''.

El Evangelio también nos remite al del Bautismo del Señor; aquí Juan nos explica quién es Jesús y por qué supo que en verdad era el Mesías. En este pasaje, una vez más, Juan es el cartel indicador, al igual que cuando una persona que no conoce donde está Lugones o Viella necesita mirar la señal para poder llegar a su destino. Hoy el Bautista nos señala con su mano al Salvador, y así nos dice: ''Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo''; el que viene para asumir nuestros rechazos y lejanías de Dios y entre nosotros, y aceptar ser sacrificado como chivo expiatorio de la humanidad.

También en la eucaristía de hoy veamos con los ojos del cuerpo y del alma a ese mismísimo Cordero de Dios que Juan señaló y que el sacerdote muestran en sus manos vivo en medio de nosotros y que nos invita a vivir en su luz y hacer su voluntad. 

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