martes, 4 de febrero de 2014

VIVIR Y SENTIR AL MARGEN Por Joaquín Manuel Serrano Vila


De todos es sabido que no es lo mismo una parroquia en zona rural o en zona urbana, ni tan siquiera que son iguales social y religiosamente unas zonas que otras. En muchos casos, problemas y situaciones que se dan de continuo en determinadas parroquias y zonas sabemos perfectamente que en otras no se darían ni de broma, y ello, nos lleva a decir muchas veces que tal parroquia es “mejor” o “peor” que aquella.

            Pero algo innegable es que en todas partes las cosas han cambiado mucho y, en algunos casos, tristemente muy “a peor”, pues las más elementales maneras y formas de educación y respeto brillan muchas veces por su ausencia, por no decir que, en algunos casos, esas “malas formas” rezuman un cierto tufillo anticlerical que puede llegar a manifestarse tal cual es en sí mismo, violento (para actuar con violencia  no es necesario “llegar a las manos”; verbalmente y en tono suave y sibilino se puede ejercer mucha violencia, aunque algunos no reprimen expresiones -incluyendo la blasfemia- y, llegado el caso, gestos indicativos de su capacidad de hacer un compendio de todo junto)  cuando personas totalmente al margen del sentir y vivir de la Iglesia (que con  desfachatez y descaro incluso reconocen) se acercan a la Parroquia a pedir -de orferta- como aquél que va al “El Arbol”, a “Alimerka” o al “Más y Más”…un sacramento.

Es entonces cuando el cura empieza a sentir una especie de cosquilleo por dentro y una arritmia incipiente al tener recordarles a éstos algunas pautas elementalísimas que a la par ponen de manifiesto su vivir y sentir al margen de todo (sin distinguir un sacramento de una botella de leche) siendo pues, cuando surge el conflicto al empezar a presentárseles nuboso el horizonte de su proyectado “acto social”, donde pretenden usar a la Iglesia como plataforma y el sacramento como un pretexto para satisfacer una pura necesidad de proyección social o familiar y donde después (¡y antes!  y ¡durante!) “si te he visto no me acuerdo”.

Al respecto, cabría recordar que la capacidad biológica de procrear, no da derecho al sacramento del bautismo (ningún sacramento es ni una obligación legal, ni mucho menos un derecho constitucional). El que un niño/a llegue a los siete añitos tampoco le  da automáticamente el derecho a la Primera Comunión; el que un joven llegue a la adolescencia, no le da derecho al sacramento de la Confirmación; el que una pareja se quiera “mucho” (luego a ver lo que dura…) no les da derecho al matrimonio cristiano y canónico; el que el tío rico o el amigo majo de la mili quieran ser padrinos de bautismo, no basta para que así sea; incluso, el que uno se muera sin más, tampoco le da derecho a un ritual de exequias cristianas (funeral).

Lo que confirma esos actos y sacramentos como “derecho” es precisamente un sentir y vivir dentro de una comunidad de bautizados (Parroquia) que está en Comunión con toda la Iglesia Universal. No vale un “yo creo en Dios a mi manera” ni un “yo creo en Dios pero no en la Iglesia ni en los curas”: ¿Acaso viene Dios a bautizarte, a casarte o a enterrarte?... Es la Iglesia (Católica) por medio de sus pastores (¡el cura!) la que administra los sacramentos conforme a un sentir, vivir y obrar coherente con la fe.

Si en el ejercicio de la libertad de cada cual no se está en esta dináminca (que como dijimos, para nada es obligatorio) ¿a qué viene Vd entonces?... Hoy estamos en un país libre y democrático, donde uno puede ser católico, ortodoxo, anglicano, musulmán o ¡nada!... Pero si uno vive y siete al margen de la Iglesia,  que sea coherente y no pretenda “meternos el agua en casa” y que nos callemos; ni hacernos comulgar con ruedas de molino, ni obligarnos a tragar sapos y culebras.


Joaquín ,Párroco de Lugones y Viella

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