Ya con el verano encima celebramos el domingo, el día del Señor correspondiente al XIV del Tiempo Ordinario. Celebra la Iglesia en España también en este día la Jornada de Responsabilidad del Tráfico en este fin de semana próximo a la fiesta de San Cristóbal, y coincidiendo con la llamada "primera operación salida de vacaciones". Pedimos por todos los que en estos meses van a trasladarse de sus localidades de origen para que el Señor les conceda ir y regresar en paz.
La primera lectura tomada del libro de Isaías, nos presenta un canto de esperanza por parte del Profeta, a renovar nuestra confianza en el Señor y a esperar en Él: "Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto". No es un texto anclado en el pasado, en la difícil historia del pueblo de Israel y su anhelado sueño de restaurar aquella Jerusalén idílica. También los sufrimientos traen consigo alegrías, como tras un doloroso parto llega a una madre el gozo de felicitarse por la nueva criatura. He aquí la maternidad de Dios, que nunca olvidó ni abandonó su pueblo, sino que lo situó muy cerca de su corazón: "Llevarán en brazos sus criaturas y sobre las rodillas las acariciaran; como un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo y en Jerusalén seréis consolados". Dios quiere nuestra felicidad, que no la encontraremos nunca al margen de Él. Nuestra existencia ha de contribuir a construir la nueva Jerusalén, el reino del corazón de Cristo que empieza ya aquí, invitando con el salmista "que toda la tierra aclame al Señor".
La vivencia del dolor y del sufrimiento es la escuela de la cruz, de la que San Pablo nos habla en su epístola a los Gálatas. La primera novedad es que el Apóstol ensalza la cruz cuando sólo su nombre causaba pánico, temor o repugnancia. Un instrumento de tortura cruel casi innombrable se convierte en un estandarte de amor y símbolo de los seguidores del Nazareno: "Dios me libre de gloriame si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo". Qué paradoja que el lugar donde la humanidad ha dado muerte a Jesucristo es donde mejor se descubre hoy la paz, el perdón y la misericordia, y donde los hombres contemplamos la puerta de nuestra salvación. Para Pablo está claro, el tema de debate no es venir del judaísmo o del paganismo, circuncisión o no circuncisión, el tema es empezar de cero por el bautismo renaciendo como criaturas nuevas. Pero la cruz no la alaba el Apóstol de palabra, la abraza cuando llega a su vida, por eso dice con orgullo: "yo llevo en el cuerpo las marcas de Jesús". No nos avergoncemos de la cruz, ayudemos a los demás a cargar la suya, y aceptemos las nuestras propias cuando llegan.
El evangelio de este domingo tomado del capítulo 10 de San Lucas, corresponde al pasaje del envío de los setenta y dos. Dice el evangelista: "designó el Señor otros setenta y dos". Sí, y también nos designa a nosotros para ir a anunciar el evangelio a todos los rincones del orbe. No estamos ante recomendaciones, sino ante mandatos: "¡Poneos en camino!" "No lleveis", "No andeis", "Quedaos"... La petición del Señor de no llevar "bolsa, ni alforja, ni sandalias" es un mandato para predicar la Palabra desde la coherencia evangélica, de ahí el valor de saber vivir en la pobreza para poder evangelizar a los pobres. Estamos ante la misión de la Iglesia, y esto lo expresa el número setenta y dos, que representa la totalidad, la plenitud. Como es habitual en estas fechas, empiezan los ruidos mediáticos ante los cambios de destino de los sacerdotes, y el evangelio de este día nos dice cuál ha de ser nuestra actitud, y esta es la oración: "La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies". Somos muy pocos sacerdotes, muchos mayores y enfermos para las casi mil parroquias de Asturias, por tanto, que no falte en vuestra oración de cada día una plegaria por las vocaciones y por nuestros pastores. La realidad no es sencilla ni grata ni para los sacerdotes, laicos o religiosos; somos conscientes de que el evangelio y el mundo son antagónicos y, ante esto, el mismo Jesús nos advierte: "Mirad que os envío como corderos en medio de lobos"... Y a continuación Jesús regala esa descripción tan realista sobre la paz, el Shalom, tan importante en la cultura judía y la invitación a sacudir el polvo de las sandalias allá donde no nos reciban. Esto ha de llevarnos también a autoexaminarnos: ¿cómo he tratado a los sacerdotes y a todo mensajero del Evangelio en mi vida?. ¿Habré recibido la paz del Señor o se sacudirían ante mí el polvo de sus pies?. ¿He sabido descubrir en los sacerdotes a Jesucristo, o a un contrario?. ¿Trago y comulgo realmente a Jesús en la comunión cuando soy incapaz de tragar a quien me la da...? Jesucristo hace una sentencia durísima: "os digo que aquel día será más llevadero a Sodoma..."; es decir, si allí llovió azufre del cielo, peor castigo les estará reservado a quienes dan la espalda a los enviados del Señor. Cuando volvieron los setenta y dos estaban alegres, pues hasta los demonios se les sometían; y eso no es malo, celebraban el triunfo del bien, tal como el evangelio puede llevar luz donde hay tiniebla, más Jesús da un matiz hermoso para no quedarse en un éxito momentáneo que pasará, sino en el anhelo de eternidad, por eso dice: "no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo"...
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