jueves, 30 de noviembre de 2017

Carta del Sr. Arzobispo

Tres diáconos permanentes.
 Una buena noticia

Estamos de estreno y enhorabuena en nuestra diócesis. No porque nunca antes se haya dado lo que ahora de nuevo se nos regala, pero sí porque se va afianzando un don con el que el Señor nos responde a las necesidades que tenemos en la tarea de anunciar el santo Evangelio en el ahora de nuestro tiempo y en el aquí de nuestros lares.

Se trata de la ordenación de tres nuevos diáconos permanentes, que vienen a sumarse con nombre propio y biografía personal a los dos que ya pudimos ordenar hace ahora dos años. José Juan, Santos y José María han respondido a la llamada recibida que con la Iglesia han ido discerniendo en estos años de preparación espiritual, pastoral y teológica. Fue hermoso el encuentro que pude tener con ellos tres y con las esposas, pues esta vocación no modifica una llamada precedente aunque ahora se dilate en este ministerio diaconal que estaba ya presente al comienzo de la historia de la Iglesia.

Diácono significa servidor, que es el mismo significado de la palabra ministro. Y a un servicio son llamados dentro de la comunidad cristiana y en estrecha disponibilidad para lo que les confíe el obispo dentro de la diócesis en la que quedarán incardinados con un vínculo especial.

Ellos responden a una llamada que desde su vocación bautismal y matrimonial han ido poco a poco madurando. Fueron llamados a la vida, a la fe y al amor para formar una familia que Dios ha bendecido con hijos. Paulatinamente ha ido naciendo la inquietud que luego se verificó como auténtica vocación para servir a Dios en el ministerio diaconal entregándose a los hermanos. Ellos no han sido llamados al ministerio presbiteral, pero sí a dar el alto testimonio de la caridad desde su ministerio como diáconos. Se les confiará este servicio que pasa por la unción con la imposición de las manos que recibirán en la celebración de su ordenación diaconal.

¿Qué hace un diácono? Vivir la caridad de quien se sabe enviado a los hermanos para curar sus heridas sean cuales sean sus cuidados necesarios, el anuncio de la Palabra de Dios como una verdadera Buena Noticia que el Señor pone en sus labios, la formación de los cristianos y comunidades que la Iglesia les confiará para ahondar en una catequesis renovada en la que sigan creciendo y madurando. Esta es la vocación de un diácono permanente. Con estos nuevos tres hermanos, junto al sí de sus respectivas esposas y sus familias, nuestra diócesis de Oviedo recibe un inmenso e inmerecido regalo, y son la entrega bendita con la que Dios allegará ese mensaje de alegría y esperanza tan propio del tiempo del adviento que estamos a punto de comenzar. Tiempo de espera, de allanar caminos y enderezar entuertos, preparando incesantemente la senda que nos permite encontrarnos con Dios en los vaivenes que Él frecuenta y en los que se hace especialmente encontradizo.

Ser diácono es vivir en hondura el ministerio, es decir, el servicio. Jesús el Señor es también para ellos tres, modelo y camino. Que no haya lágrima que no encuentre en su ministerio un consuelo; que no haya pregunta que no halle en su servicio un atisbo de respuesta. Todo cuanto hasta hoy han vivido en el seno de sus familias y en la comunidad cristiana que los ha acompañado en sus respectivas parroquias, hoy se hace envío diocesano lleno de esperanza, alegría y misericordia.

María, tan presente en el tiempo de adviento, es un referente para quien comienza este ministerio como diácono permanente. A Ella les encomendamos, en este año especial del centenario de la coronación de nuestra Santina de Covadonga.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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