viernes, 6 de junio de 2014

QUERIDO “JANO” (D. ALEJANDRO GONZÁLEZ ALONSO). Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Se hace inevitable que mi atiborrada memoria se pare hoy en ti y se retrotraiga a ese mismo día (8 de Junio) en el que tú, como lo hice yo apenas hace once años, te postrarás ante el Señor en la alfombra de la Catedral para convertirte en sacerdote de Cristo. Es el mayor regalo que Dios le puede ofrecer a un ser humano después de la vida. Nadie alrededor, ni nosotros mismos, somos plenamente conscientes de ello hasta que empezamos a experimentar cada día su infinita Gracia que comienza en ese instante, postrado ante Él, diciéndole Sí.

                Atrás quedan ya períodos de miedos, dudas y tribulaciones propias; alopecias por estrés académico propiciado por algunos personajillos, presuntamente docentes. Angustias y lágrimas en el silencio de tu habitación (a solas con Él) por incertidumbres de prepotentes y necios sanedrines; hipócritas chantajistas del sentimiento en estúpida y preconcebida carrera de obstáculos. Arrogantes y soberbios secuestradores y domadores del Espíritu, al que finalmente también tendrán que rendir cuentas.

                ¡Serás feliz, Jano; sí! Serás feliz contra cualquier pronóstico y con total independencia de tu destino pastoral (sé lo que digo) pues es Él quien te ha elegido y tiene su plan perfecto para ti. Y verás que hermoso es levantarse cada día y ser Él (y no ninguna mirada inquisitorial) quien te dé los buenos días y al que le sonrías agradeciendo cada instante su generosa e “indigna” (no más que la de otros) elección para hacerle presente entre aquellos que le esperan y necesitan, incluso, aún más que tú. Allá donde estés, serás mensajero de vida bautizando; portador de consuelo y esperanza cuando ésta se acabe para este mundo; serás la alegría dominical de Comunidades y niños primocomulgantes. Invitado de honor en celebraciones y bodas como las de Canaá, y de plata, y de oro, y… ¡Serás feliz, Jano; sí, serás feliz!...

                Y con tu alegría y felicidad irá -¡ya va!- la de los tuyos. La de tu buena y sufrida madre; la de tu noble padre y la de tus hermanos, entre los que hay uno muy especial que te mira desde el cielo y que te ha dado mucha fuerza para llegar hasta aquí. Por él y para los más débiles te ha elegido el Señor -nada ocurre porque sí- sino para confundir a los soberbios de corazón, para derribar a los poderosos y enaltecer a los humildes… Para estar cerca de los que le necesitan a Él (de los que te necesitan a ti, por Él, con Él y en Él) -sin juicios ni prejuicios- en cada paso del camino.

                Este hermano y compañero tuyo ya, y toda tu Parroquia de San Félix de Lugones (privada tantas veces de ti y de tu normal presencia en ella por los Anás y Caifás de turno) se unen ahora felices para darte nuestra más alegre y cordial enhorabuena, fundiéndose contigo en un fuerte abrazo espiritual y besando el próximo día 21 en tu primera misa tus ungidas manos, de agradable olor a Cristo. Y que Él, que comenzó en ti la obra buena, Él mismo la lleve a término.

                Querido D. Alejandro, que Dios te colme con toda clase de bendiciones para ser su valiente testigo y ejercer tu ministerio con la libertad de los mejores hijos en la Iglesia de Jesucristo; que te de la fuerza de su Espíritu Santo en Pentecostés y éste invada cada célula de tu cuerpo para no tener miedo ni a nada ni a nadie en el anuncio de su Evangelio. Desde tu Parroquia rezamos por ti y pedimos la mediación eficaz de San Juan María Vianney, de San Juan de Ávila y de San Juan Pablo II, y, -como no-  de nuestra Santina de Covadonga, “la piquiñina y galana” (que también en esta Parroquia tiene su lugar) para que aunque ya haya cambiado tu vida, tú no cambies nunca y sigas siendo nuestro y de Jesucristo.

Joaquín, Párroco

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