viernes, 12 de diciembre de 2025

Soberanía social de Cristo: «solución del gran problema de las sociedades modernas»

(InfoCatólica) En esta entrevista, Ángel García Logrosán nos habla de un proyecto audaz: la reedición del libro El reinado social de Jesucristo. Se trata de un libro anteriormente descatalogado que trata un tema tabú: la doctrina sobre la soberanía social de Cristo, proclamada en la encíclica Quas Primas de Pío XI y hoy casi completamente olvidada.

Ángel es esposo de una mujer maravillosa, padre de familia (esperando su quinto retoño), ingeniero y amigo de la Asociación Rescoldo Hispánico. El libro ha sido reeditado por la editorial Vita Brevis, en colaboración con Rescoldo Hispánico.

- ¿Qué os llevó a rescatar este libro y reeditarlo?

En realidad, el comienzo fue muy sencillo. Éramos un grupo de amigos que queríamos leer El reinado social de Jesucristo y sólo encontrábamos una edición digital con tipografía antigua, incómoda de leer. Empezamos simplemente por deseo de tener el texto bien maquetado para uso propio. Pero, a medida que avanzábamos, nos dimos cuenta de que el trabajo que estábamos haciendo podía servir a muchos más, y nos planteamos seriamente reeditar el libro.

Durante la lectura, nos encontramos con una obra que llevaba décadas fuera de circulación y que, sin embargo, respondía con una claridad sorprendente a debates que hoy están muy vivos dentro de la Iglesia. Vivimos tiempos de mucha confusión, en los que a muchos católicos se les repite que la fe debe quedar confinada a lo privado. Ramière desmonta esa idea con una sencillez desarmante: muestra que Cristo no reina sólo en la intimidad del alma, sino que su señorío tiene también una dimensión social, cultural y pública.

Por eso decimos que esta reedición nace de un afán apostólico, no de la nostalgia. Vimos que muchos católicos jóvenes no tienen acceso a obras que expliquen con serenidad y profundidad qué significa la Realeza de Cristo sobre las personas y sobre la sociedad. Reeditar el libro era, en cierto modo, devolver al debate actual una doctrina que nunca ha sido revocada, aunque durante mucho tiempo haya sido silenciada o arrinconada.

En resumen, nos llevó a rescatar este libro una mezcla de cosas muy concretas y muy hondas: el deseo de leerlo bien, el impacto que nos causó al descubrir su actualidad y la convicción de que hacía falta volver a poner sobre la mesa, con voz clara, qué quiere decir hoy confesar que Cristo es Rey.

- En la nueva edición se ha añadido un subtítulo muy provocativo: «La soberanía reside en el pueblo Dios». ¿Por qué esta modificación?

Hemos querido introducir un eslogan que es una declaración de intenciones: no queremos maquillar lo que la Iglesia siempre ha enseñado, que la soberanía última pertenece a Dios. Hoy se repite tanto que «la soberanía reside en el pueblo» que muchos católicos lo aceptan sin pensar. Es una crítica a una idea que hoy es sistémica: la idea de que el hombre es el centro absoluto y la medida de todas las cosas.

La corrección del eslogan, tachando «el pueblo» y escribiendo «Dios», es pedagógica. Queremos que quien abra el libro entienda desde la primera página que la autoridad humana no se sostiene sobre sí misma: se recibe de Dios y se ordena a un bien superior. Es un recordatorio necesario en un tiempo donde todo se relativiza. Citando al propio padre Ramière en la introducción de su libro, «el problema capital del presente siglo es el de las relaciones de la Iglesia con las sociedades modernas. ¿Estas sociedades son o no independientes, en el orden moral, de toda autoridad sobrenatural?».

- ¿Por qué hablar hoy del reinado social de Cristo?

Porque la secularización ha convencido a muchos de que Cristo es rey solo del corazón, pero no de la historia ni de los pueblos. Cuando la fe se arrincona a lo privado, la sociedad pierde su brújula moral y se abre paso a una cultura a la que le da exactamente igual lo verdadero. El reinado social de Cristo no es un adorno litúrgico: es una verdad que tiene consecuencias prácticas.

Además, el hombre moderno vive con un vacío enorme. Se le ha dicho que él es su propio dios y que construya el mundo a su medida. Y cuando descubre que no puede, cae en el desánimo o en la rabia. Recordar el reinado social de Cristo es recordarle que no está solo, que la historia tiene un sentido y que la política también puede ser un lugar de servicio a la verdad.

En palabras del propio padre Ramière: «LA SOBERANÍA SOCIAL DE JESUCRISTO: he aquí el terreno que debe reunir a todos los verdaderos católicos, por más divididos que puedan hallarse en las cuestiones políticas. Para todo hombre que no ha renunciado a su título de cristiano, es esta la única solución del gran problema de las sociedades modernas».

- ¿Quién fue Ramière y qué aporta hoy?

El P. Enrique Ramière fue un jesuita de una lucidez admirable, que entendía perfectamente los cambios políticos y culturales de su tiempo. Así mismo fue fundador del Apostolado de la Oración con el claro objetivo de reunir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús con la idea de Cristo Rey, tal y como lo propuso el Papa Pio XI en su famosa encíclica Quas Primas.

Lo interesante es que no se dejó arrastrar por las modas intelectuales, pero tampoco se limitó a repetir fórmulas. Sus textos respiran fidelidad y, a la vez, una preocupación real por el mundo.

Su aportación hoy es clarísima: ofrece una síntesis sólida y accesible de lo que la Iglesia siempre ha enseñado sobre el origen divino de la autoridad, el papel del Estado y el lugar de Cristo en la vida pública. No es un manual académico, es un libro que ilumina y ordena el pensamiento en un momento donde todo parece estar patas arriba.

Asimismo es autor de otros libros como El Apostolado de la Oración, Las Esperanzas de la Iglesia o El Corazón de Jesús y la divinización del cristiano, entre otros.

- ¿Qué os sorprendió más del libro?

Lo primero que nos sorprendió fue su actualidad. Es un libro escrito en otro siglo —como el mismo Ramiére dice, «en vísperas del Concilio», refiriéndose al Vaticano I— pero parece una respuesta a los dilemas actuales. Hoy más que nunca está vigente el debate sobre si el liberalismo es compatible o no con la fe católica.

Así, el P. Ramière puede aportar luz a este debate, puesto que describe con precisión cómo, cuando el hombre se separa de Dios, la política se convierte en una especie de religión alternativa. Basta mirar nuestro entorno para ver que sigue pasando

También nos impactó la serenidad con la que escribe. No hay estridencias ni exageraciones. Explica la doctrina de siempre con una firmeza y claridad que hoy muchos echamos de menos. Eso demuestra que se puede hablar de estas verdades sin complejos y sin pedir perdón por creer en lo que la Iglesia enseña.

- ¿Qué luz ofrece a quienes dudan sobre fe y vida pública?

El libro ayuda a entender que la Iglesia nunca ha pedido que los católicos vivan divididos entre lo que creen y lo que hacen en la esfera pública. La fe no es un accesorio privado: moldea el juicio, la cultura y el modo de comprender la sociedad. Ramière muestra que es perfectamente posible ser ciudadano y, a la vez, discípulo coherente de Cristo.

Además, evita dos errores habituales: por un lado, el clericalismo que quiere que la Iglesia gobierne directamente; en el lado opuesto, la privatización de la fe, que reduce el cristianismo a espiritualidad intimista. Ramiére enseña que Cristo reina, y que los cristianos están llamados a transformar la sociedad desde dentro, con libertad y responsabilidad.

- ¿Es compatible el reinado social de Cristo con la democracia moderna?

Sí, siempre que entendamos la democracia como un sistema de participación y no como una nueva religión que descansa en el principio de la soberanía popular (lo que en términos aristotélicos sería una ‘república’). Ramière no rechaza las distintas formas políticas en la medida en que estén orientadas al bien; lo que rechaza es que se conviertan en fuentes absolutas de moral y verdad.

El problema es pensar que el voto humano crea lo que está bien y lo que está mal. Precisamente porque el hombre puede equivocarse, la sociedad necesita fundamentos superiores. El reinado social de Cristo no anula la libertad política: la libera del capricho y la orienta hacia la justicia.

Ahora bien, no nos engañemos, lamentablemente nuestras democracias modernas están sometidas, como indica el P. Ramière a una «servidumbre y degradación de que sólo pueden librarse apoyándose en la influencia esencialmente liberadora y divinamente progresiva de la Iglesia de Jesucristo».

- ¿En qué consiste la verdadera soberanía según Ramière?

Para Ramière, la soberanía es la autoridad última que da sentido, orden y legitimidad a la vida social. Y esa autoridad solo puede venir de Dios, porque el hombre no puede darse a sí mismo un fundamento absoluto sin caer en contradicciones. Si el hombre es medida de todas las cosas, al final no queda medida ninguna.

Decir que la soberanía reside en Dios significa reconocer que nuestra autoridad es recibida, no inventada. Eso nos hace más responsables, no menos libres. El gobernante debe servir a un orden moral que él no crea, y el pueblo sabe que su dignidad no depende del Estado, sino de su condición de hijos de Dios.

- ¿Cuál es la tesis central del libro?

Que Cristo no solo reina en el cielo o en la conciencia individual, sino también sobre la vida social. Su reinado no es un mero símbolo, sino una verdad que hace más libre al hombre y que orienta la política, la cultura y la ley. Sin esa referencia, la sociedad acaba adorando otros ídolos: el poder, el dinero o el propio Estado.

La otra gran tesis es que la autoridad humana tiene límites. Cuando se olvida su origen divino, se vuelve autoritaria o caprichosa. Cuando se reconoce su origen, se convierte en un servicio. Ramière recuerda que Cristo es Rey para salvar, y que la sociedad florece cuando vive según ese orden.

- ¿Qué aporta esta reedición al mundo católico actual?

Aporta claridad doctrinal en un momento de confusión. Muchos católicos intuyen que algo no encaja cuando se les dice que la fe debe limitarse al ámbito privado. Este libro les da las herramientas para entender por qué la Iglesia siempre ha defendido la presencia pública de Cristo.

También aporta memoria. Hay una tradición doctrinal riquísima que se ha dejado arrinconar. Recuperarla no es volver al pasado, sino recuperar un patrimonio que sigue siendo válido. La reedición reabre un debate que la Iglesia necesita para afrontar los desafíos culturales de hoy.

- ¿Para qué tipo de lector es este libro?

Cualquier católico interesado en comprender su fe en relación con la sociedad encontrará aquí una guía clara. No hace falta formación teológica previa: Ramière escribe con sencillez y sentido común. El libro se puede leer como una introducción a la doctrina social de la Iglesia desde su raíz más esencial.

Pero también es útil para quien trabaja en política, educación, comunicación o pensamiento social. No ofrece recetas partidistas, sino principios sólidos que ayudan a discernir. En un mundo donde todo se reduce a opinión, este libro devuelve al lector el gusto por la verdad.

- ¿Incluís prólogo o material nuevo?

Sí, porque creíamos necesario contextualizar la obra sin deformarla. Un libro clásico como El reinado social de Jesucristo no necesita maquillaje, pero sí un marco que ayude al lector de hoy a situarlo.

Sanz Montes, en los 50 años del Camino Neocatecumenal: «Gratitud por una historia aún sin terminar»

(Rel.) El Camino Neocatecumenal en Asturias acaba de cumplir 50 años de historia. El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, presidió la solemne Vigilia de la Inmaculada con las comunidades de esta realidad eclesial en el Principado.

Kiko Arguello fue el encargado de presentar su obra sinfónica en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo. El acto contó con 1.500 asistentes presenciales, a los que se sumaron más de 24.000 personas conectadas en línea.
En un auditorio lleno

"Te damos gracias Señor por esta convocatoria con motivo de una historia que aquí comenzó hace 50 años y que, día a día, siguen escribiendo los hermanos. La vida es una sinfonía inacabada, tú pones la letra de nuestra biografía y nosotros humildemente la música de nuestras notas. Contigo hacemos una belleza que pueda convertir y abrir los corazones de las personas a la que tú nos envías para anunciarles el Kerigma que les salvas. Con la protección de nuestra Madre la Virgen Inmaculada, de todos nuestros Santos, te presentamos este acto como un homenaje de gratitud por la historia sin terminar del Camino Neocatecumenal aquí en Asturias", dijo el obispo Montes.

Por su parte, Kiko Argüello comenzó su intervención diciendo:

"Me emociona celebrar el concierto en esta fiesta, porque el Camino Neocatecumenal ha sido inspirado por la Santa Virgen María justamente el día de la Inmaculada Concepción".

Al presentar su primera obra sinfónica, El sufrimiento de los Inocentes, Kiko expresó cómo le ha conmovido siempre la figura del Siervo de Yahveh anunciada por Isaías, relacionando esta imagen con el Santo Sudario de Oviedo y la Sábana Santa de Turín:

"Un hombre lleno de dolores, cuyas heridas nos han traído la paz. Varias veces he plasmado su rostro, siguiendo la imagen de la Sábana Santa. Me ha impresionado conocer que las últimas investigaciones identifican el personaje de la Síndone de Turín con el del Santo Sudario, que se conserva desde hace más de 1000 años en la Catedral de Oviedo. La tradición de la Iglesia dice que este pequeño lienzo de lino es el Santo Sudario que cubrió la cabeza de Cristo tras su muerte. Los últimos estudios confirman que cubrió la cabeza de un hombre crucificado, coronado de espinas y con tantas heridas", dijo el iniciador del Camino. 

Tras la interpretación de la sinfonía, Kiko introdujo el poema sinfónico El Mesías subrayando la perenne actualidad del testimonio cristiano ante la persecución:

"La persecución de los cristianos que tiene lugar actualmente en el mundo es algo que nos interroga, porque incluso nosotros podríamos estar involucrados. Como lo fueron santa Eulalia, San Pelayo, San Eulogio y tantos otros mártires cuyas reliquias se conservan en Oviedo. Los últimos en esta diócesis, los seminaristas de Oviedo mártires en la persecución contra la Iglesia de los años 30 del siglo pasado. La sangre de los cristianos sigue derramándose en el siglo XXI para hacer presente que, en la Sangre de Cristo, Dios ofrece gratuitamente su perdón a todos los hombres", dijo Argüello.

La orquesta del Camino Neocatecumenal, compuesta en esta ocasión por 97 músicos y 120 coristas, bajo la batuta del prestigioso director Tomáš Hanus, interpretó la obra sinfónica de Kiko Argüello: El sufrimiento de los Inocentes y El Mesías.
Historia del Camino en Asturias

Corría el año 1975, hace ahora 50 años, cuando el padre Florencio, un carmelita que había conocido el Camino Neocatecumenal en Calahorra, se puso en contacto con varios párrocos de Oviedo para comenzar allí esta iniciación cristiana.

A lo largo de estos 50 años de historia en la diócesis, el Camino Neocatecumenal ha dado como fruto la vocación de seis sacerdotes y también varias familias que han dejado su hogar, su vida y sus trabajos para irse a evangelizar a otros lugares. Actualmente, hay una familia en el Extremo Oriente, otra en Centroeuropa, otra en Túnez, dos en Francia y dos en diferentes puntos de España.

En esta diócesis se han dado catequesis en más de 40 parroquias y, actualmente, están en tres parroquias de Oviedo, una de Avilés y una de Gijón, con un total de 22 comunidades y cerca de 700 hermanos.

jueves, 11 de diciembre de 2025

Santoral del día: Santa Maravillas de Jesús

(COPE) En el Adviento el Señor propone dejar tantas cosas que nos apegan al mundo y nos hacen olvidar el Reino de Dios. Esto caló en Santa Maravillas de Jesús que celebramos hoy. Su nacimiento se sitúa en Madrid en el año 1891. Su nombre completo era María de las Maravillas de Jesús Pidal y Chico de Guzmán. De familia muy religiosa tuvo muchas comodidades en su infancia.

Sin embargo nunca las usó porque se anhelo era abandonar las cosas del mundo para dedicarse de una manera más especial a Dios. Este sentimiento fue haciéndose mayor. Y casualmente el día de Nuestra Señor la Virgen del Pilar del año 1919 hace su opción de vida.

Para ello ingresa en el Carmelo de El Escorial. El motivo es que sentía gran devoción ternura hacia la Virgen del Carmen, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Dentro de la Orden Carmelitana no se distinguió sino por su humildad y sencillez para hacer las cosas, sin llamar nada la atención.

Su corazón albergaba solamente una esperanza más, que era volver a la forma de Santa Teresa, trasladada a este siglo. Para ello hizo fundaciones. Una de ellas, la más destaca en su trayectoria fue la que hizo en el Cerro de los Ángeles, a los pies del Corazón de Jesús, Centro Espiritual de España, también centro a nivel geográfico.

Su fortaleza se vio ante los hechos que desencadenaron la persecución religiosa del siglo XX en la Península en la década de los años 30. Santa Maravillas de Jesús muere en este propio Convento de La Aldehuela en el año 1974. Fue canonizada por San Juan Pablo II en el año 2003.

León XIV sobre la Mezquita Azul: «Mi lugar de oración es ante el Santísimo Sacramento»

(Infovaticana) El pasado 29 de noviembre, el Papa visitó la mezquita de Sultanahmet —conocida universalmente como Mezquita Azul— acompañado por funcionarios del Ministerio de Asuntos Religiosos de Turquía. Siguiendo la costumbre islámica, se descalzó al entrar en el recinto y recorrió el interior guiado por el muecín Askin Musa Tunca.

Tras la visita, el muecín explicó a la prensa que ofreció al Papa la posibilidad de hacer una oración silenciosa en el templo, como han hecho otros líderes políticos y religiosos. Según declaró, León XIV declinó respetuosamente la invitación, expresando que deseaba simplemente visitar la mezquita sin rezar en ella.

Ayer saliendo de Castel Gandolfo, el Papa fue consultado por periodistas sobre por qué no realizó un momento de oración dentro de la Mezquita Azul, como hicieron en el pasado otros pontífices. La respuesta del Papa fue clara y concisa: su “lugar preferido de oración” es una iglesia católica en presencia del Santísimo Sacramento.

El Papa calificó además como “curiosa” la forma en que algunos medios reportaron ese momento dentro de la mezquita, insinuando que se había tratado de una omisión inesperada.

Una preferencia explícita por la oración eucarística

Al ser interrogado, León XIV explicó que la oración del Papa, en un contexto interreligioso, puede expresarse con respeto, pero que su intimidad espiritual se encuentra ante Cristo realmente presente en la Eucaristía. La afirmación marca un contraste notable con gestos realizados en pontificados anteriores, cuando se habló de “oración silenciosa” en templos de otras religiones.

Para León XIV, esa no es la prioridad: la centralidad de la oración, insiste, está en la presencia real del Señor en el sagrario.

miércoles, 10 de diciembre de 2025

10 de diciembre: santa Eulalia de Mérida, la niña cuya sangre cubrió la nieve. Patrona de la Archidiócesis de Oviedo

(A y O) «Por la calle brinca y corre / caballo de larga cola, / mientras juegan o dormitan / viejos soldados de Roma […] / De cuando en cuando sonaban / blasfemias de cresta roja. / Al gemir, la santa niña / quiebra el cristal de las copas. / Brama el toro de los yunques, / y Mérida se corona / de nardos casi despiertos / y tallos de zarzamora»: así contaba con sus versos Federico García Lorca la muerte de santa Eulalia, la virgen mártir de Mérida cuyo ejemplo de fe ante el martirio recorrió la cristiandad durante siglos.

Eulalia nació hacia el año 292 en Augusta Emérita, la Mérida actual, entonces una ciudad fundada por los romanos para dar descanso a los oficiales eméritos que habían combatido en la conquista de Hispania. Poco se sabe de la infancia de la niña o de su familia, pero lo cierto es que la comunidad cristiana a la que pertenecía se vio afectada por la persecución decretada por el emperador Diocleciano en el año 303, que se llevó por delante la vida de más de 3.000 fieles a lo largo de todo el Imperio.

Eulalia fue catequizada por el presbítero Donato y seguramente bautizada por el obispo Liberio, ambos víctimas a su vez de la persecución. Los padres de la niña, entonces de apenas 12 años, intentaron ponerla a salvo y la mandaron al campo, pero una noche decidió escaparse y volver a la ciudad. Al amanecer del 10 de diciembre del año 304 se presentó ante el tribunal del gobernador para confesarse cristiana. Lo que siguió después es común al relato de muchos mártires de aquellos años: un juez comprensivo que intenta dar al creyente una salida fácil: «Te salvarás de la muerte tan solo si sacrificas un poco de incienso a los dioses», escuchó Eulalia. «Yo solo adoro al Dios del cielo», respondió ella. El juez la llamó entonces «niña malencarada», quizá también porque la joven le llegó a escupir a la cara durante un momento del interrogatorio.

Todos conocían la sentencia; lo que nadie sabía era la insospechada crueldad con la que fue torturada Eulalia. El juez mandó hendir su carne azotándola con varillas de hierro y colocar sobre sus heridas antorchas ardiendo. Los verdugos cortaron sus pechos y luego la crucificaron. Todo ocurrió frente al templo dedicado a Marte, el ídolo al cual la virgen no quiso rendir culto. El poeta Prudencio contó apenas unas décadas más tarde que, tras la muerte de la mártir, una profusa nevada cubrió su cadáver, como un detalle del cielo que quisiera velar su cuerpo después de tanto ensañamiento.

El relato de su martirio se hizo tan popular que los cristianos de los siglos siguientes llevaron sus reliquias al reino de los astures para protegerlas de los musulmanes. Sus restos fueron venerados con devoción por las tropas de Don Pelayo, quien atribuyó a la intercesión de la santa su victoria en la batalla de Gijón. De hecho, Eulalia fue la primera patrona de Asturias y del territorio naciente que creció con la Reconquista, antes de que ese honor lo ocuparan san Millán y luego Santiago Apóstol.

Para Luis Miguel González, presidente de la Asociación de la Virgen y Mártir Santa Eulalia, la patrona de Mérida «no dudó en defender su derecho a vivir su fe en libertad, y lo hizo nada menos que ante un poder como el del Imperio romano. En este mundo en el que priman el materialismo y el individualismo, su testimonio nos habla de una fuerza especial: mientras algunos de sus coetáneos renegaban de sus creencias para conservar una vida plácida, ella prefirió entregar la suya por amor a Cristo».

Muere Alfonso Ussía, un católico que entendió la misión de los Papas y por qué son «vilipendiados»

(Rel.) El maestro del columnismo español Alfonso Ussía Muñoz-Seca (Madrid, 1948) falleció en Madrid la mañana de este viernes 5 de diciembre a los 77 años de edad. Era nieto del dramaturgo Pedro Muñoz Seca, autor de La venganza de Don Mendo y asesinado en Paracuellos del Jarama en 1936.

Periodista, columnista y escritor, comenzó escribiendo poesía satírica desde muy joven, al tiempo que leía y aprendía casi de forma autodidacta.

Aunque la mayor parte de su carrera como columnista la pasó en el diario ABC, trabajó para los periódicos La Razón, Diario 16 y Ya, y las revistas Las Provincias, Litoral y El Cocodrilo, siendo director de esta última. Desde 2021 hasta su muerte fue colaborador de El Debate.

A lo largo de su dilatada carrera colaboró en numerosos programas radiofónicos y de televisión. Creó, además, numerosos personajes humorísticos, como Floro Recatado o el Marqués de Sotoancho.

Entre sus títulos más célebres, casi todos superventas, figuran Manual del ecologista coñazo (1992), los tres volúmenes del Tratado de las buenas maneras que publicó en los años 90, o sus críticas al zapaterismo en Crónicas del desastre, además de la docena larga de libros sobre las correrías del Marqués de Sotancho, editados entre 1998 y 2020.

Casado con María del Pilar Hornedo Muguiro, tuvo tres hijos, uno de los cuales, Alfonso J. Ussía, sigue sus pasos como columnista en ABC.

Alfonso Ussía proclamó siempre su fe católica y numerosos artículos suyos defendieron a la Iglesia y sus principios, sin perjuicio de que en otros criticase comportamientos políticos o eclesiales de sus representantes.

Con motivo de la renuncia o muerte de los últimos Papas, escribió algunos artículos que evidencian la solidez de sus creencias y su comprensión de la misión divina del pontificado y del rechazo que suscita entre quienes aborrecen la religión.

Reproducimos a continuación tres de ellos.
El Papa [ante la renuncia de Benedicto XVI]

Soy un cristiano católico de seis Papas. Pío XII, vilipendiado. Juan XXIII, vilipendiado. Pablo VI, vilipendiado. De Juan Pablo I, al que no tuvieron tiempo para vilipendiar. De Juan Pablo II, vilipendiado y escarnecido porque su sola palabra, su resistencia y su fuerza nacida de la humildad y el espíritu, derribó el Muro y la mentira que gobernaba al mundo oprimido. Y Benedicto XVI, vilipendiado por su hondura teológica, su espiritualidad y su amor por los más humildes y necesitados.

No he entendido nunca la importancia que conceden a los representantes de Cristo en la tierra los que no creen en Cristo ni en sus representantes. Una obsesión que devora sus argumentos para que terminen en convertirse en meros peleles de su animadversión. El Papa ha anunciado su renuncia porque le faltan fuerzas físicas y espirituales para seguir sirviendo a Jesucristo. Y los que más critican al Papa son los que desprecian a Jesucristo, al Papa y a la Iglesia. Se lo tendrían que ver.

Pío XII fue un gran Papa, inmerso en los años más duros y sangrientos de Europa. Era como un junco sabio y fuerte. Se le ha acusado de todos los crímenes morales y éticos. De ser partidario de los nazis. Hoy, los historiadores reconocen su incansable labor en pro de los judíos, de los perseguidos, de los desheredados.

Juan XXIII representó la simpatía, la espontaneidad. Promovió el Concilio Ecuménico Vaticano II. Fue el Papa popular, amigo, sonriente, bueno, sencillo. Dios ante todo.

Pablo VI, la bondad arrancada de la Curia. Más político, inteligente, pero siempre amparado en su condición de Padre de todos.

Juan Pablo I, tan breve que hasta los más adversos le mantienen la simpatía del olvido. Se topó con un mes de borrascas imprevistas. Falleció con el susto del buen párroco que de golpe se topa con la inmensa responsabilidad de su roca. No le dio tiempo para nada. Cuando supe de su muerte, llamé a mi madre, muy religiosa. "Mamá, el Papa se ha muerto"; y mi madre, sorprendida respondió: "¿Otra vez?"
Juan Pablo II, el gran creyente de la Iglesia perseguida, alejado de la curia, el viajero, el ser humano que más amor ha recibido de cuantos han viajado por la piel de la tierra. Su palabra derribó el Muro, venció al comunismo sin más armas que su fe. El Papa viajero, herido , perseguido por la KGB, atormentado por el dolor físico que siempre superaba. Llegó de la tortura y nos enseñó a todos cómo el mejor Papa puede ser también el más valiente de los hombres.

Y Benedicto XVI. El intelectual, el hombre del saber profundo y grandioso. Siempre Dios antes que la música, a la que ensalzó como vehículo imprescindible de la serenidad que se precisa para alcanzar las nubes del infinito. El Papa de la espiritualidad y la inteligencia. Vilipendiado por nacer alemán en tiempos en los que ser alemán no se consideraba aceptable. El Papa del amor a los necesitados, del reclamo a la revolución de las conciencias, de la elementalidad suprema ante el Misterio. Se nos marcha, que no nos abandona, el Padre admirado que convierte en sencillez toda la grandeza de su sabiduría y su caridad. Se refugia, después de ser el jefe espiritual de miles de millones de personas diseminadas en todo el mundo, en un humilde y solitario sacerdote que reza en su soledad por todos nosotros, y por la paz. Por todos, he escrito, con especial amor, por los que lo desprecian. El Papa ha decidido, por su cansancio, que rezar por el mundo desde el amor de Dios es más importante que ser el Papa.

Lo sabía [ante la muerte de Francisco]

Tengo para mí que lo sabía o intuía. Su esfuerzo durante la Semana Santa le ha rendido la vida. Ha visitado el hospital en el que estuvo casi dos meses librando su lucha contra la muerte. Ha estado con una treintena de presos en la prisión de Regina Coelli. Ha recorrido la plaza de San Pedro despidiéndose de quienes pasaban por ahí y de los miles de fieles que acudían a diario al Vaticano a rezar por su salud, ha salido al balcón para bendecir urbi et orbi a todos los cristianos del mundo el Domingo de Resurrección. Y ha recibido con dolorosa discrepancia al vicepresidente de los Estados Unidos, Vance, enviado de Trump, con quien no coincide en sus políticas de inmigración. Y el lunes de la Pascua de la Resurrección, a la 7.35 de la mañana "è tornato al suo Signore".

No me siento con autoridad ni sabiduría para opinar del Papado de Francisco. Los Sumos Pontífices son valorados con el tiempo de la Iglesia que no es el mismo que el del resto de los seres humanos. Ese "Dios Dirá" que acostumbran a pronunciar los cardenales y obispos cuando se sientan en un pequeño aprieto, significa que Dios se ocupará del asunto en discusión en dos o cuatro siglos, porque la Iglesia es, entre otras cosas, la inteligentísima guardiana de la Eternidad.

Mi viejo amigo, el extraordinario embajador de España cerca de la Santa Sede -Pablo VI, y Washington, Antonio Garrigues Díaz-Cañabate, me decía que comparar una gestión con los cardenales con los los miembros del Congreso, el Senado y el Pentágono en los Estados unidos, no tenía color. Otro gran embajador político, Francisco Vázquez -Benedicto XVI-, ante la Santa Sede, coincide. El tiempo de los americanos, mal que les pese, es el nuestro. El de la Iglesia, hay que permanecer atentos durante dos siglos a que Dios diga lo que Dios dírá.

Y no falta el sentido del humor entre los cardenales. Don Juan De Borbón recibió en la Embajada de España al secretario de Estado de la Santa Sede, al hombre con más brillo de inteligencia en su mirada que he conocido jamás. Eran tiempos del arrebatador y santo súbito Juan Pablo II. En los brindis, Don Juan se deshizo en elogios a la figura de Santo Padre polaco, y en su respuesta, monseñor Casaroli confirmó sus coincidencias con todos los elogios, "no obstante tenga algún defecto". Con curiosidad, Don Juan le preguntó a Casaroli cuál era el defecto del Papa, y éste sonriendo, se lo reveló: "A veces cree demasiado en Dios, incluso para cuestiones mínimas".

Francisco vino a suceder a dos Santos Padres descomunales. La fe del carretero, la fuerza de la resistencia, la libertad en los países comunistas, los viajes alrededor del mundo, y Benedicto, la mística, la inteligencia, las artes y la valentía de resignar su Papado "por no sentirme con fuerzas para seguir representando a Dios en la Tierra". Época de dos Papas.

Francisco, como buen argentino, metió la pata más de una vez por hablar demasiado. Aquello de que no visitaría España mientras estuviera en guerra, no cayó bien por aquí. Pero poco a poco se fue ganando la devoción de los díscolos, aunque sus nombramientos siempre tuvieron que ir acompañados de explicaciones.

Ha fallecido el Papa de la Misericordia. Un día más tarde de la Resurrección del Señor. Estará en la gloria, bendiciendo a los que le criticamos.

Dios dirá.
El Debate, 22 de abril de 2025.

Nada de nada [ante la elección de León XIV]

Lo siento de corazón y me gustaría que mi reflexión de hoy ayudara a serenarse a esa izquierda creyente y menguante y al resto de las izquierdas, que ajenas a Dios, se han convertido en organizadores y asesores de los sentimientos y proyectos del nuevo Papa, León XIV. No es el continuador del Papa Francisco, que en paz descanse. Creo que su fe se acerca a la de San Juan Pablo II y su nivel intelectual al de Benedicto XVI.

Se trata de un misionero, un hombre meticuloso y entregado al estudio y la reflexión. Se trata de un Papa alegre, como Juan XXIII, con un desarrollado sentido del humor. Juan XXIII tuvo una noche de insomnio producida por una decisión dolorosa: "Tengo que hablar con el Papa para que excomulgue a un obispo que ha escrito barbaridades y está en Sudamérica defendiendo e inculcando la violencia. De mañana no pasa que hable con el Papa de este caso. Lo malo es que se me ha olvidado que el Papa soy yo".

Juan XXIII, impulsor del Concilio Vaticano II, fue un Santo padre que siempre tuvo en la mesilla los libros maravillosos de Giovanni Guareschi, y aquella historia de su despiste nocturno era digna del mejor artículo de Guareschi, el escritor que más sufrió y divirtió humanizando las relaciones entre los cristianos y el partido comunista italiano en los años posteriores a la guerra, haciendo simpáticos al brusco y genial párroco Don Camilo, y a su oponente, el alcalde Pepone, que hoy militaría en la Democracia Cristiana. León XIV es así, como su oración misionera.

"Hermanos y hermanas: A ustedes les hablo, sobre todo a los que ya no creen, no esperan, no rezan porque piensan que Dios se fue. A los que están hartos de los escándalos del poder mal usado, del silencio de una Iglesia que a veces parece más palacio que casa. Yo también me enojé con Dios. Yo también vi morir gente buena, sufrir a los niños, llorar a los abuelos sin medicina. Y sí… hubo días en los que recé y sentí sólo eco.

»Pero descubrí algo. Dios no grita, Dios susurra. Y a veces susurra desde el barro, desde el dolor, como una abuela que te da de comer sin tener nada. Yo no vengo a ofrecerles una fe perfecta. Vengo a decirles que la fe es una caminata con piedras, charcas y abrazos inesperados.

»No te pido que creas en todo. Te pido que no cierres la puerta. Que le des una oportunidad al Dios que te espera sin juzgarte. Soy sólo un cura que vio a Dios en la sonrisa de una mujer que perdió a su hijo… y aún así cocinaba para los demás.

»Eso me cambió.

»Así que si estás roto, si no crees, si estás cansado de las mentiras, ven igual. Con tu rabia, tu duda, tu mochila vacía y sucia. Aquí nadie va a pedirte tarjeta VIP.

»Porque esta Iglesia, mientras yo respire, será casa para los que no tienen casa, y descanso para los que están agotados. Dios no necesita soldados. Necesita hermanos.

»Y tú, sí, tú, eres uno de ellos".

En esta reflexión leída ante los suyos, el entonces obispo de Chiclayo se entregó. Navegó de punta a punta el Amazonas peruano, las selvas, los poblados indígenas, y jamás perdió la fe, la caridad y la esperanza. Llenó de esperanza a miles desde la profunda sencillez.

Su política es ser el padre de todos.

Será un Papa revolucionario por sus principios, valores y experiencia.

Y respetando a sus antecesores, será él. No el continuador de nadie y de nada.
El Debate, 16 de mayo de 2025.

martes, 9 de diciembre de 2025

El Papa a la Inmaculada: Que florezca la esperanza jubilosa

(VaticanNews/InfoCatólica) Cien años después de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, el Papa Pío XII inició la tradición de enviar flores a la estatua de la Santísima Virgen María en la Piazza di Spagna de Roma. Unos años más tarde, en 1958, el Papa San Juan XXIII acudió a la Piazza di Spagna y depositó una cesta de rosas blancas a los pies de la estatua.

Continuando con esta práctica de décadas iniciada por sus predecesores, el Papa León XIV conmemoró este 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, con una visita a la Piazza di Spagna.

Un momento para María

Cuando el Santo Padre llegó a la Piazza di Spagna, el coro y la asamblea entonaron un himno mariano titulado «Te levantas más hermosa que el alba». El Vicario de Roma, el cardenal Baldassare Reina, y el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, dieron la bienvenida al Papa a su llegada.

Tras una oración inicial, el Papa León ofreció un ramo de flores al pie de la columna de 12 metros de altura de la Virgen Inmaculada y el coro rezó cantando la Letanía de la Santísima Virgen María.

A continuación, el Papa ofreció una oración dedicada a la Virgen:

«¡Ave, María! Alégrate, llena de gracia, de esa gracia que, como luz gentil, hace radiantes a aquellos sobre quienes se refleja la presencia de Dios. El Misterio te envolvió desde el principio, desde el seno de tu madre comenzó a hacer grandes cosas en ti, que pronto requirieron tu consentimiento, ese «Sí» que inspiró muchos otros «síes».

Inmaculada, Madre del pueblo fiel, tu transparencia ilumina Roma con luz eterna, tu camino perfuma sus calles más que las flores que hoy te ofrecemos. Muchos peregrinos de todo el mundo, oh Inmaculada, han recorrido las calles de esta ciudad a lo largo de la historia y en este año jubilar. Una humanidad probada, a veces aplastada, humilde como la tierra de la que Dios la moldeó y en la que no cesa de soplar su Espíritu de vida. Mira, oh María, a tantos hijos e hijas en los que no se ha apagado la esperanza: haz brotar en ellos lo que tu Hijo ha sembrado, Él, Palabra viva que en cada uno pide crecer aún más, tomar carne, rostro y voz.

Que florezca la esperanza jubilosa en Roma y en cada rincón de la tierra, esperanza en el mundo nuevo que Dios prepara y del que tú, oh Virgen, eres como la joya y la aurora. Después de las puertas santas, que se abran ahora otras puertas de casas y oasis de paz en los que renazca la dignidad, se eduque en la no violencia, se aprenda el arte de la reconciliación.

Venga el reino de Dios, novedad que tanto esperaste y a la que te abriste por completo, desde niña, desde joven y como madre de la Iglesia naciente. Inspira nuevas intuiciones a la Iglesia que camina en Roma y a las Iglesias particulares que en cada contexto recogen las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de nuestros contemporáneos, sobre todo de los pobres, y de todos los que sufren. Que el bautismo siga generando hombres y mujeres santos e inmaculados, llamados a convertirse en miembros vivos del Cuerpo de Cristo, un Cuerpo que actúa, consuela, reconcilia y transforma la ciudad terrenal en la que se prepara la Ciudad de Dios.

Intercede por nosotros, que nos enfrentamos a cambios que parecen encontrarnos desprevenidos e impotentes. Inspíranos sueños, visiones y valor, tú que sabes mejor que nadie que nada es imposible para Dios, y que Dios no hace nada solo. Muéstranos el camino, con la prisa que un día movió tus pasos hacia tu prima Isabel y la inquietud con la que te convertiste en exiliada y peregrina, para ser bendecida, sí, pero entre todas las mujeres, primera discípula de tu Hijo, madre del Dios con nosotros.

Ayúdanos a ser siempre Iglesia con y entre la gente, levadura en la masa de una humanidad que clama justicia y esperanza. Inmaculada, mujer de infinita belleza, cuida de esta ciudad, de esta humanidad. Muéstrale a Jesús, llévala a Jesús, preséntala a Jesús. Madre, Reina de la paz, ruega por nosotros.»

La Inmaculada Concepción como modelo de fe y entrega en el Angelus

En la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, el Papa León XIV presidió el rezo del Angelus en la Plaza de San Pedro, donde destacó la importancia de esta festividad como ejemplo de fe y entrega para todos los cristianos.

La gracia extraordinaria de María

Durante su intervención, el Pontífice recordó que la Santísima Virgen María fue querida por el Padre Celestial «íntegramente inmune de la mancha del pecado original», citando la constitución apostólica Ineffabilis Deus del Beato Pío IX de 1854. Esta gracia especial, explicó León XIV, fue concedida «llena de inocencia y santidad para poder confiarle, para nuestra salvación, a su Hijo único amado como a sí mismo».

El Papa subrayó que el Señor concedió a María «la gracia extraordinaria de un corazón totalmente puro, en vista de un milagro aún mayor: la venida al mundo, como hombre, de Cristo Salvador». La Virgen recibió esta noticia con el asombro propio de los humildes a través del saludo del ángel: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo», y respondió con fe su «sí»: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho».

La enseñanza de San Agustín

León XIV recurrió a las palabras de san Agustín para profundizar en el significado de la respuesta de María: «Creyó María, y se hizo realidad en ella lo que creyó». El Pontífice explicó que el don de la plenitud de gracia pudo dar fruto en la joven de Nazaret porque ella, en su libertad, lo acogió abrazando el proyecto de Dios.

«El Señor siempre actúa así: nos concede grandes dones, pero nos deja libres para aceptarlos o no», señaló el Papa, quien añadió la exhortación agustiniana: «Creamos también nosotros para que pueda sernos igualmente provechoso lo hecho realidad [en ella]». De esta manera, la festividad invita a creer como María creyó, dando el generoso consentimiento a la misión a la que el Señor llama a cada cristiano.

El paralelismo con el Bautismo

El Papa estableció un paralelismo entre el milagro de la Inmaculada Concepción y el sacramento del Bautismo: «El milagro que para María sucedió en su concepción, para nosotros se renovó en el Bautismo: lavados del pecado original, hemos sido hechos hijos de Dios, morada suya y templo del Espíritu Santo».

Citando una catequesis del Papa Francisco de 2018, León XIV explicó que así como María pudo acoger en sí misma a Jesús y darlo a los hombres por una gracia especial, «el Bautismo permite a Cristo vivir en nosotros y a nosotros vivir unidos a Él, para colaborar en la Iglesia, cada uno según la propia condición, en la transformación del mundo».

Un llamado a la fidelidad cotidiana

El Pontífice destacó la grandeza tanto del don de la Inmaculada Concepción como del Bautismo recibido por los fieles. «Maravilloso es el «sí» de la Madre del Señor, pero también puede serlo el nuestro», afirmó, exhortando a renovarlo cada día «con fidelidad, gratitud, humildad y perseverancia en la oración y en las obras concretas de amor».

Esta renovación, según León XIV, debe manifestarse «desde los gestos más extraordinarios hasta las tareas diarias y los servicios más cotidianos, para que Jesús sea conocido, recibido y amado en todas partes, y su salvación llegue a todos».