viernes, 5 de diciembre de 2025

Nota de la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura sobre sentencias de la asignatura de Religión en Bachillerato

(C.E.E.) En la Sentencia del Tribunal Supremo (R. CASACION/6342/2023), que desestima el recurso contencioso-administrativo interpuesto por el Arzobispado de Oviedo contra el Decreto 60/2022 del Principado de Asturias que regula la consideración de la asignatura de Religión en Bachillerato, se alude a un «entendimiento negociado durante la negociación de los currículos» con la Conferencia Episcopal Española para la diferencia de tratamiento de la asignatura de Religión en Bachillerato.

A este respecto, la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura clarifica que es rotundamente falsa cualquier afirmación que implique que la Conferencia Episcopal Española hubiese llegado a un acuerdo con el Ministerio de Educación para que, en la LOMLOE, no existiera una asignatura alternativa (la «asignatura espejo») a la de Religión Católica en el Bachillerato.

Al no ser una etapa obligatoria, en los Acuerdos de 3 de Enero de 1979 se recoge un ordenamiento distinto para la etapa de Bachillerato. A aquella circunstancia podríamos entender que quisiera referirse la Letrada, aunque no quedé reflejado así en la redacción de la sentencia y, por lo tanto, en los medios de comunicación. Si se estuviese afirmando que se trató de una negociación específica en la reciente tramitación de la LOMLOE, reiteramos que se trata de una falsedad; en este caso, la afirmación de la Letrada del Principado de Asturias debe ser considerada una mera conjetura que carece de soporte fáctico.

La información sobre un supuesto acuerdo es contraria a los hechos y, para que la versión del Principado pueda sostenerse legalmente, debería acreditarse documentalmente la existencia del «entendimiento negociado» al que se alude. Nos preocupa que esa falsedad quede oficialmente recogida como verdad en un documento jurídico tan relevante. La Comisión Episcopal explorará los cauces jurídicos necesarios y posibles para que la afirmación de la Letrada no quede como veraz y probada en el texto de la Sentencia.

La Comisión Episcopal para la Educación y Cultura reclamó en aquellas negociaciones el cumplimiento del Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre Enseñanza y Asuntos Culturales de 1979. Este Acuerdo exige que la enseñanza de la Religión sea impartida «en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales». La CEE siempre ha defendido que esta equiparación implica garantizar las debidas condiciones académicas y de carga lectiva para la asignatura de Religión, velando por su dignidad curricular. En reiteradas ocasiones la Comisión Episcopal ha trasladado a la opinión pública que se considera inapropiada la solución que el Ministerio y algunas CCAA han aplicado a la asignatura de Religión en la ordenación académica del Bachillerato.

El altar mayor de la Catedral contará con una arqueta sepulcro con reliquias de mártires

(Iglesia de Asturias) El altar mayor de la Catedral de Oviedo contará, a partir del próximo domingo, 14 de diciembre, con una arqueta de plata con reliquias de mártires que se colocará debajo del mismo. El gesto, como recuerda José Luis González, canónigo de la Catedral y Delegado episcopal de Liturgia, quiere recordar la tradición que, desde antiguo, tuvo siempre la Iglesia de «celebrar la eucaristía sobre los sepulcros de los mártires, recordando así las palabras de Tertuliano: sangre de mártires, semilla de nuevos cristianos«. Con el tiempo, esta tradición se tradujo en que en el altar hubiese un pequeño sepulcro donde se colocara alguna reliquia de santos o mártires. Lo cierto es que la Catedral fue sufriendo a través de los siglos diversas transformaciones y la última tuvo lugar en tiempos de Mons. Lauzurica, cuando se construyó el altar que hoy conocemos, que tenía «un sepulcro mínimo», explica José Luis González. Dado que la Catedral contaba con diversas reliquias y que se recibieron últimamente tres cajas con reliquias de mártires de la persecución religiosa en España en el siglo XX, el Cabildo tomó la decisión de construir un arca de plata diseñada con motivos inspirados en la Cámara Santa y esmaltes de color azul junto con la Cruz de los Ángeles, haciendo referencia a la ciudad de Oviedo, colocarla debajo del altar y depositar en ella esas reliquias para ser «fieles a la tradición primera», y que la «Sancta Ovetensis diera testimonio visible y público», explica el canónigo.

La arqueta será colocada bajo el altar mayor durante la eucaristía de las 18,30 h del domingo 14 de diciembre, una hora expresamente elegida «para que puedan asistir los canónigos del cabildo, y todos aquellos sacerdotes y fieles que nos quieran acompañar, porque será un momento importante para la Catedral».


Altar de la Capilla Mayor del Seminario, anteriormente de la Catedral

Como curiosidad, señalar que el altar que había en la Catedral antes del actual es el que se encuentra ahora en la Capilla Mayor del Seminario Metropolitano. «Cuando se hizo cargo de la diócesis fray Ramón Martínez Vigil, dominico-asturiano, que era un hombre muy culto y conocía las corrientes litúrgicas que venían de Europa, levantó el coro de la Catedral y lo movió del centro, donde se encontraba, hasta la cabecera, en el ábside, debajo del retablo –explica José Luis González–. Allí puso la Cátedra del Obispo, que por otro lado es un gesto muy significativo porque al lado de la Cátedra está Pedro y Pablo, que son los maestros de la fe, y a su lado tiene a los grandes padres de la Iglesia de Occidente. Esto significa que el Obispo explica la fe de los Apóstoles y según la tradición de la Iglesia. A la cabecera de este coro que se situaba ahora en el ábside, Martínez Vigil encargó a Madrazo un altar que tenía un expositor en la parte posterior para la Adoración del Santísimo y que estaba sostenido por unas columnas de bronce representando a los doce apóstoles y en el centro de la figura del Salvador. Como esto ya no podía ser, con el tiempo –sobre los años 50–, Lauzurica quiso adaptar lo que ya era una consolidación del movimiento litúrgico: levantó ese altar, lo llevó al Seminario y un poco más hacia el pueblo colocó el altar que hoy conocemos y debajo del cual se va a poner la arqueta sepulcro».

jueves, 4 de diciembre de 2025

Juanelo, con Santa Gema camino del cielo. Por R.H.M.

Decía Santa Teresa que "Dios escribe recto, con renglones torcidos". De algún modo así ha sido la vida de nuestro querido Juan; a pesar de lo torcida que le vino en muchas ocasiones, él supo vivirla sin salirse de la perspectiva espiritual, como su perfecta "letra de molde" con la que tanto escribió en las agendas de esta Parroquia, o en los diplomas que redactó para tantos niños de primera comunión. Juan José Fernández García nació en aldea ovetense de Feleches, perteneciente a la parroquia de San Pedro de Nora, en cuyo templo prerománico recibió las aguas del bautismo. Hijo de Herminio y Adela. Aunque ya muy niño se trasladó a Sograndio, como él decía: "el pueblo más soleyeru de Asturias''. Aquí se crió, hizo la primera comunión en la iglesia románica de San Esteban, e incluso quiso fundar un equipo de futbol juvenil de la Parroquia, pero cuando el párroco -Don Luis- se enteró que Juanito había ido por las casas pidiendo ayuda económica en nombre de la Parroquia para comprar la equipación, recibió como premio un buen coscorrón del cura. En su juventud estudio solfeo, e incluso formó parte de un grupo musical: ''los espaciales'', pero al empezar a trabajar muy joven la música que tanto le gustaba tuvo que quedarse a un lado. Empezó trabajando en "Almacenes de Eutimio Alonso", pasando después a "Almacenes Emilio Gallego", donde se jubiló tras sufrir un accidente tráfico con su esposa camino de Covadonga, al sufrir "ictus" mientras conducía por la N-364 a la altura de Prunales, Arobes, Ozanes (Parres). 

Al poco de esto le vinieron nuevos achaques que aceptó con confianza, resignación y seriedad. Si el médico le decía que cinco minutos de gimnasia al día, lo cumplía. Desde su jubilación tras años peregrinando por Asturias con su furgoneta y en especial por toda la cuenca minera, de Olloniego a Felechosa, pudo disfrutar de este Lugones que él consideró su casa desde que se casó en esta iglesia con una vecina de la Avenida de Viella, llamada Rosi. Fueron diez años de noviazgo, y no fueron más porque el padre de Juan tuvo un pequeño susto de salud y le hizo jurar en el hospital que se casaba. Como sentenció Rosi aún hace unos años: ''Juanín, porque tu padre se puso malu, que si no, tábamos a estes hores cortejando''... El día de la boda el novio fue a pagar el estipendio a la sacristía, y lo llevaba todo en monedas enrroscadas dentro de un pañuelo, y Don José María de la Riva que fue el oficiante le comentó: ''vaya cartera más guapa me traes''...

Una vez jubilado vinieron años de muchos médicos y de mucha medicación y, al mismo tiempo, de una vida sosegada. Juan siempre quiso ser transparente y claro, y por eso guardaba cada libreta y cada libro de cuentas y detalles de pedidos o ventas de toda su vida laboral. Hace unos años al limpiar el garaje, Rosi insistió que había que tirar todo aquello; él no quería y decía con ese sentido de honradez propio de un cristiano: ''¿y si me van a pedir cuentes de algo y no tengo los papeles?''... Pero Rosi dijo que se tiraban y se tiraron, diciendo ''a estes altures Juanele, que cuentes te van a pedir sin no tienes un duru''... Juan no tendría dinero, pero tenía alegría, era feliz con muy poco: una manzana del prao, un puñao de nueces, una muestra gratuita de perfume.... Por poner un ejemplo de lo feliz que era Juan con tan poco, recuerdo una escena inolvidable un viaje a Benidorm en que paramos a comer en Zafra de Záncara (Cuenca). Todos los que estábamos de la Parroquia que eramos casi una decena, quedamos maravillados de la buena cocina del lugar; Juan nos dio su opinión al subirnos a la furgoneta: ''vaya aceitunes fiu, vaya riques que taben''... Fuimos desde la provincia de Cuenca hasta Benidorm escuchando a Juan ensalzar aquellas aceitunas como el mayor manjar que había comido en su vida, hasta que Rosi ya casi a la entrada de Benidorm sacó a relucir su frase más internacional: ''Juan por favor te lo pido, no me pongas de mal humor''...

O en otra ocasión, cuando conoció Roma y París viajando con Don Joaquín, a la vuelta le pregunté: ¿qué tal la comida Juanín; gustote? Y Juan con esa genialidad suya tan sincera respondió: ''lo mejor fue un bocadillo de jamón en el aeropuerto de Santander; en la vida comí tan bien''... Luego estaban sus salidas propias cuando alguien preguntaba por el párroco, igual Don Joaquín estaba en casa, pero Juan con tal de que no lo molestaran salía por peteneras: ''ta pa Palanquinos''; ''ta pa Roma'', ''ta pa Oviedo''... A veces aparecía de pronto Don Joaquín en la sacristía y decía la señora: ¿pero no estaba en Roma?... Le encantaba ser un poco travieso y "coñón". Para muchos niños de Lugones que pasaron por el campamento, la catequesis o fueron monaguillos, "Pirri" era como el hombre que siempre estaba en la iglesia para saludarte con un ''¡yes mundial!''... A un niño de Madrid de famila acomodada en un barrio residencial de la capital y que venía al campamento le decía: ¡madriles; Vallecas!... Las aventuras junto a él darían para hacer un par de libros, pues cuando quería ser gracioso, aunque a Rosi le enfadara, no se reprimía ni había quien le ganara. Hicimos un viaje de diez días, y la primera mañana desayunamos cerca de Pechón (Cantabria) corbatas de Unquera; sobraron media docena que Juanin guardó entre servilletas por si pasabamos hambre durante el viaje. Nadie se volvió a acordar de ellas hasta que ya regresando a casa el décimo día, bajando por la autopista del Huerna preguntó Juanín: "¿quier alguien corbates...?" La carcajada fue mayúscula y general... Le vamos a echar mucho de menos, pues era la sonrisa eterna hasta en los días de mayor niebla. Qué inolvidables las noches de viernes santo recitando "su" oración que él declinaba con mímica y solemnidad: ''Por la calle de la amargura'', con el hábito de la Cofradía tan bien puesto y llevado que parecía un venerable clérigo; fue tan aplaudido que él un año especialmente emocionado se dirigió a los presentes con un: ''¡amadísimos feligreses!'', cual Pepe Isbert en un film español en blanco y negro... 

Una debilidad suya era el "flan con helao", por eso en alguna fiesta de la Parroquia yo llevaba ya algunos flanes para el restaurante para que a Juan en lugar de tarta y helado le pusieran su flan con helado, que no se lo tomaba tal cual sino que lo batía, y lo que yo llamaba ''puding juaneliano''. Le encantaba el embutido, y yo le decía: ''Juanelo come jamón de Guijuelo, que ye muy bueno pa la sangre'', y el me decía: ''¡qué bien lo sabes''! Cuando le regalaba algún detalle que le prestaba mucho: algo de Santa Gema, de Sograndio, alguna partitura de cantos litúrgicos... Siempre me decía: ''¡Gracias Rodri, yes el mejor!''. Y siempre que me escuchaba una canción nueva era el primero en decirme: "¡vaya canción más guapa!", tienes que conseguime la letra... Aún recuerdo el día que conocí a Juan, un 30 de agosto de 2009, el domingo de Santa Isabel. Estaba en la capilla lateral de Santa Bárbara, con su inseparable amigo Juan (el de Marisa), y nada más terminar la procesión los dos juanes vinieron a presentarse llevando Juanín la voz cantante... Quién me iba decir cuánto íbamos a compartir en esta vida, en esta Parroquia, con lluvia o sol: ¡Cuántas excursiones a Covadonga sentado a mi lado! Y siempre había dos sitios a los que Juan estaba atento: al llegar a Cangas de Onís y divisar a lo lejos el cementerio parroquial siempre comentaba: ''Ahí ta Pablo''; y primero, al pasar por San Miguel de la Barreda siempre me señalaba el cementerio y me decía: ''mira Rodri, pa ahí voy a dir yo, mira que guapo y soleao''... Una vez que tuvo nicho en Lugones ya no lo dijo más, pero yo se lo recordaba: ''¡mira Juan, el cementerio de San Miguel!''. Y él me decía: ''¡na... ahora voy pal de Lugones que ta muy empozao y da poco el sol''. Y yo para sacarle una sonrisa le decía: ''no pasa nada Juanín, en el Cantarranas por la noche como encienden los focos del campo de fútbol ye como si fuera soleyero'', y él que era un pillo bueno, se reía. Aún hace unos meses tuvo un susto gordo con esa pasión tan suya de comer la carne casi cruda. Siempre que comía fuera de casa la advertencia era la misma sobre cómo quería el filete: "vuelta y vuelta, que no vea la sartén"... Se atragantó quedando más pálido que la cera un domingo; Don Joaquín lo tiró al suelo del comedor estando en el restaurante Principado lleno de gente. Tras veinte minutos de reanimación cardio pulmonar por D. Joaquín y una médico que se incorporó después, Juan, al que todos consideraban ya cadáver con un grito estentóreo volvió a respirar... Al día siguiente fue a desayunar tan tranquilo mientras un cliente del bar comentaba: "yo a este hombre ayer lo vi muerto; estaba muerto, y el cura de Lugones lo resucitó". Fue un poco como lo de Lázaro, el pobre Juan vivió para volver a morir, pero después de disfrutar lo suyo. 

En los quehaceres cotidianos de Juan no era raro encontrarlo en zapatillas y bata limpiando el garaje, cuidando el jardín o limpiando por casa. Yo, para provocar a Rosi le decía: Juanín tenemos que ponenos a limpiar el gallineru y sacar toda la madera que hay allí, y él a todo me decía que sí con tal de picar un poco a Rosina... Tenía siempre dos respuestas cuando le preguntaban cómo estaba, y estas eran: ''cada día más vieyu'', ó, ''llevando bronques''... Él mismo se definía como "el mundial de les bronques'', a lo que Rosi añadía al segundo: ''¡porque les mereces!''. Si ibamos a merendar, yo le decía: ''pide bizcochón'', pero Rosi decía: ''¡no; que ya se pasó esta semana con el dulce!''. Y yo le decía: ''garra un cachu ahora que no mira'', y en cuanto nos pillaba la jugada Rosi, comentaba: ''cuando me quede lelu vas venir tú a cuidalu''... Gracias a Dios nunca se dio esa situación, a pesar de haber sufrido varios microictus. Pudo ser autónomo hasta la hora de su muerte. Cuántas peregrinaciones cada mes a Fitoria con su vecina Pepita     -que en paz descanse- a su querida Santa Gema para hacer la colecta y ayudar a las Pasionistas en lo que le pidieran. Recuerdo un viaje a Madrid que le llevé a él, a Rosi y a Marisa de sorpresa al Santuario de Santa Gema, donde está el corazón de la Santa. Es un templo moderno en la calle Leizarán, cerca del Bernabeu; para Juan fue lo mejor de aquel viaje. Estoy seguro que Santa Gema Galgani, a la que tanto quería, le ayudará ahora en su camino al cielo. Descansa en paz querido Juan, gracias por tu cariño, por tantos momentos felices, por tantas risas y complicidades y por haber vivido la fe gozosamente a pesar de las muchas dificultades de tu vida. Quién lo iba a decir, que en la capital de España donde está el corazón de Santa Gema, se iba a parar el corazón de este su gran devoto suyo... Querido Juanín, cuando llegues al cielo, y veas a tu Santa, háblale de los que quedamos aquí, de tu querida parroquia de Lugones que hoy llora tu partida, al tiempo que se alegra de la dicha de tan dulce final, sentado en la furgoneta después de una semana feliz, pasando de sueño terreno al eterno. No hace falta prometerte que no te vamos a olvidar, pues en tu caso es un imposible. Decía el Padre jesuita San José María Rubio que ¡"De Madrid al cielo"! ¡Ojalá se haya cumplido esto ya para ti! Cuando suspirabas solías decir ''¡Ay Virgen del Carmen!''... Pues que tu Santina de Sograndio, la Reina del Carmelo, te lleve a Cristo; querido, muy querido Juanelo... 

Oración a Santa Bárbara

Gloriosa Santa Bárbara, fiel discípula de Jesús, Tu resististe todas las pruebas a las que te sometieron para tratar de arrancarte tu fe, y caminaste hacia el martirio con alegría valiente.

Ayudanos a superar todas las pruebas a que nos veamos sometidos en nuestro caminar por este mundo, que sepamos dar testimonio constante de nuestra fe.

Queremos permanecer firmes y fieles, sin que nada ni nadie nos arrastre hasta el mal, y pasar con la fe en alto. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

miércoles, 3 de diciembre de 2025

Madre San Pascual, Chere mere de las Hermanas del Santo Ángel y promotora de la espiritualidad angelina. Por R. H. M.

El 3 de diciembre de 1839 nace la Congregación de Hermanas del Santo Ángel (SAC). Con motivo de esta efeméride nos acercamos a la figura de la Madre San Pascual, fundadora y promotora de la espiritualidad angelina. Las Hermanas han celebrado a lo largo del último curso el año congregacional de la Madre San Pascual, celebración que concluyó el pasado 2 de octubre, pero cuyos frutos han de empezar a extenderse ahora a todas las realidades en las que las hermanas entregan su vida: enseñanza, pastoral y misión "ad gentes". 

Desde la parroquia de San Félix de Lugones hemos recibido con gran alegría las noticias vinculadas al realce de la figura de la Madre San Pascual, primero con la apertura de los trámites para su abrir su proceso de canonización en 2017 y, en este 2024 la noticia de un año dedicado a ella en la Congregación. En el año 2022 nuestro párroco Don Joaquín Manuel Serrano Vila publicó un artículo titulado ''Chère Mère, descubriendo a la Madre San Pascual'', en el que reivindicaba la vida, legado y actualidad de esta figura portentosa en años convulsos de la historia de la Iglesia y de Francia. Afirmaba Don Joaquín que ''El gran problema, como en muchos otros casos de verdaderamente "santos" no reconocidos, es precisamente esto: el desconocimiento de la heroica vida''. Para ello la Congregación ha orado y profundizado en este año sobre su vida y figura, y ha puesto en marcha darla a conocer. Han transcurrido nada menos que 150 años de su muerte, y su huella permanece viva en su Congregación, en sus colegios, en la familia laical, y en todos los lugares donde las hermanas son "ángeles visibles" para los demás. Su misión, espíritu y sueño es coetáneo a nosotros en el servicio generoso de sus hijas, a ejemplo de aquella dedicación inquebrantable en hacer "verdaderos discípulos". 

Madre San Pascual, vivió sesenta y seis años; desde el punto de vista de hoy puede parecernos muy poco, pero en su tiempo superó con creces toda expectativa no tanto en longevidad de vida, sino en la intensidad en que estos fueron vividos. Nació para este mundo en la Bretaña francesa en 1809 y murió para vivir eternamente en 1875. Su vida no se entiende sin la Iglesia, la vida consagrada, la enseñanza y la misión "ad gentes". De niña se formó con las Ursulinas de Ploërmel, aunque en el momento de responder a la llamada vocacional sintió que el Señor la quería como una religiosa Hermana de la Instrucción Cristiana, también llamadas de ''Saint-Gildas''. Ella nunca tuvo un plan prestablecido, únicamente sabía que el Señor la quería para sí, pero a buen seguro se imaginaba gastando sus días como una humilde religiosa de colegio, feliz y entregada, más Cristo la quería para una empresa aún mayor. Su deseo de cumplir en su vida la voluntad a Dios, su confianza ciega en la Providencia y el cruzarse en su camino el Beato Luis Antonio Ormieres lo cambiarían todo. Tuvo que aprender sobre la marcha a ser directora de escuela rural, superiora de comunidad, administradora, ecónoma, fundadora de una congregación y superiora general de ésta. Gozaba de una inteligencia sobresaliente, que unido a una piedad muy profunda hacían de Chere Meré un imán para todos los que la trataban y conocían. Hay que señalar un aspecto que no siempre se subraya, y es el gran cariño que sentía por los sacerdotes; estaba tan orgullosa de tener un tío presbítero, y cuando hizo su primera profesión en 1826 con apenas diecisiete años, al ser preguntada por el nuevo nombre que quería adoptar eligió el de "San Pascual", en homenaje a su tío. Su verdadero nombre era Juliana María José Lavrilloux.

Las bases de la Congregación, estructura y espiritualidad fueron posibles gracias a que Madre San Pascual creyó desde el primer instante que era de Dios el anhelo del Padre Ormieres de educar y cuidar a los pequeños, dándoles una formación integral, y al mismo tiempo espiritual. No descuidó del todo a su familia tíos y primas, de los que estuvo atenta a pesar de su mucho trabajo. Los comienzos no fueron nada sencillos, no faltaron los sinsabores, las deserciones o la tristeza de tener que cerrar alguna de las primeras fundaciones, como por ejemplo la de Tuchan, parroquia en la que la Madre se sentía muy integrada. El primer noviciado fue el propio Quillán a donde llegaron hijas del pueblo, una de ellas la hermana pequeña del P. Ormieres. Tampoco el campo vocacional fue un camino de rosas: un instituto tan nuevo da aún más vértigo que una congregación más rodada, y así costó un tiempo que las jóvenes que entraban en la Congregación perseverasen. Madre San Pascual nunca tiró la toalla, y aunque en algunos momentos viviera más penas que alegrías, su anhelo era dar a conocer a Cristo, por eso insistía a sus hijas: ''Es necesario trabajar para tener el cielo''. 

Hubo momentos en que parecía que toda la obra estaba a punto de desaparecer o cambiar de rumbo, uno de esos momentos fue la crisis vivida con la decisión de trasladar el noviciado de Quillán a Codeville; el peor parado en las críticas era el P. Ormieres, y para complicarse aún más las cosas, Carcassonne ya no tenía de obispo a Monseñor Saint - Rome - Gualy que era un gran amigo de las Hermanas y del Padre Luis Anttonio, al haber seguido de cerca éste el nacimiento de esta familia religiosa. El nuevo obispo de Carcassonne, Monseñor de Bonnechose, ante el revuelo existente con este tema del noviciado se planteó apartar al P. Ormieres de las Hermanas y nombrar a otro sacerdote diocesano de su confianza responsable de ellas, e imponer el traslado del noviciado a Carcassonne. En cuanto la Madre San Pascual tuvo noticia de aquel proyecto fue ella misma a Carcassonne a entrevistarse con el Prelado. Nadie sabe qué le dijo con exactitud la Madre al obispo, pero está claro que defendió al Padre Ormieres con uñas y dientes, pues tras su paso por el Obispado las aguas volvieron a su curso y no se tomó ninguna medida de las prevista. La Madre San Pascual era muy considerada en la diócesis de Carcassonne, y logró detener aquel golpe. Pero el secreto de Madre San Pascual era precisamente su ejemplaridad de vida: predicó con sus silencios, humildad y penas escondidas en el corazón. La vocación de ser Ángel en este mundo pasaba por el sigilo muchas veces, en especial en su labor como primera Superiora General, donde no se caracterizó por reproches o riñas, sino por confrontar a cada hermana con su propia conciencia de cara a Dios y a la misión angelina en la Iglesia. Las alas de esta obra del Ángel Custodio se extendieron así velozmente, pues dentro de la dureza de la vida consagrada del momento la madre fundadora parecía imitar de algún modo el carisma francés visitandino, pero aquí sin clausura; es decir, vivir la vocación con alegría y siendo ejemplo para los demás como María para Isabel, pero en este caso como el Ángel de la Guarda, con cada uno de sus custodiados. 

Los últimos años de Madre San Pascual, su desgaste físico era notabilísimo, fue de algún modo la andariega francesa; igual fundaba una nueva escuela, que escribía a las superioras de las ya existentes. Mantenía informado al P. Ormieres, supervisaba la marcha del noviciado, etc. Muchos párrocos de la Francia católica querían contar con una comunidad de Hermanas del Santo Ángel para responder a la indigencia cultural de los párvulos, por lo que la Madre conoció en su siglo como nadie la realidad rural francesa. En sus últimos meses de vida las Hermanas vivieron con profunda preocupación su deterioro; el mismo Padre Órmieres pidió que le pasaran un paño al cuerpo de San Luis María Griñon de Monfort, que era familia de la Madre, mientras las hermanas comenzaron una novena a Nuestra Señora de Lourdes. Parecía que la Madre San Pascual agonizaba en la madrugada de Pascua, aquel 28 de marzo de 1875 pero, por el contrario, se recuperó aunque no totalmente. El Señor aún tenía planes para ella en esta vida y, sin embargo, llegados al mes de octubre, en la madrugada del día 2 festividad del Santo Ángel, vinieron los mismos ángeles a recoger el alma de Chére Meré. Aquella fue su mañana de luz recién amanecida en La Molle. 150 años después las palabras del P. Órmieres siguen siendo de actualidad en referencia a la Madre San Pascual: ''Aún muerta, sigue hablando''. 

Homilía del Sr. Arzobispo en el Domingo 1º de Adviento

Hoy estrenamos los cristianos el año con el comienzo del adviento. Llegamos siempre a esta cita con el fardo repleto de noticias, situaciones, circunstancias, todo cuanto nos acontece en los adentros de nuestra intimidad y todo cuanto sucede en las afueras de nuestra biografía. No faltan razones para expresar una cierta hartura ante el escenario mundial y el nacional cuando cotejamos las situaciones de guerra que destruyen los pueblos y expulsan de su tierra a los inocentes que deben salir huyendo. Tampoco ayuda ver cómo hay políticos que se enfangan con su maquillada corrupción, grapándose a sus poltronas de poder y enriqueciéndose con lo que roban a mansalva, mientras se divierten con sus frivolidades y placeres sin freno ni pudor.

Así llama a la puerta un nuevo adviento, cuando por todo esto tal vez la vida se deja caer en un vacío que acaba destruyéndonos cuando con una resignación malsana suelta los brazos porque todo le da lo mismo. Acaso ha entrado en un bucle de repetitiva inercia en donde se deja convencer de que todo es igual, que no hay nada nuevo bajo el sol como decía el sabio (cf. Ecles 1,2), para sumirse en la vanidad de las vanidades cada vez más viejo en todos los sentidos. Pero no son así las cosas únicamente.

Porque, cuando sin prejuicio nos atrevemos a escuchar de veras el corazón, constatamos que el hombre no sabe dejar de esperar, no puede censurar ese grito que pone nombre a nuestra espera y de pronto nos hacemos bondadosamente rebeldes ante lo que pretende aplastarnos o arrinconarnos. La vida entera nos reclama un cumplimiento de una verdad, una bondad y una belleza que nuestras manos son incapaces de amasar, aunque no lo alcance nuestra vista o no seamos capaces de soñarlo. Esperamos que suceda algo, que acontezca alguien, que ponga plenitud en el corazón que ha sido creado para un infinito que no sabemos ni colmar ni calmar.

Y esta es la historia de los hombres, que describe por doquier en cada época, en cada lugar, el ansia de una plenitud gozosa, humilde, bella y llena de bondad, para llegar al encuentro con aquello o aquel que pueda abrazar nuestra humanidad herida de una pregunta que nos reclama una respuesta de verdad. Pero de mil modos y maneras, esperamos siempre que esto siempre acontezca. La palabra acontecimiento indica algo más que un simple suceder. El acontecimiento nos arranca de la rutina cotidiana para gritar­nos que es posible la sorpresa y el estupor. Esto es el adviento. Ven Señor Jesús.

En este primer domingo la Palabra de Dios nos describe el adviento hablando de ese doble movimiento que se da en la historia de la salvación. En el primer movimiento tiene Dios la iniciativa: es el Dios que vino, que viene y que vendrá, con un continuo abalanzarse a nuestras situaciones. El segundo movimiento se inscribe en el corazón del hombre: la espera y la vigilancia. El Señor que llega, el hombre que le espera con una actitud vigilante. Esto es el adviento cristiano, el que siempre se vuelve a empezar sin cansarnos nunca de hacerlo. La historia de este tiempo litúrgico habla de los tres advientos: mirando al Señor que ya vino una vez (primer adviento, hace 2000 años), acogiendo al que in­cesantemente llega a nuestro corazón (segundo adviento, en nuestro hoy de cada día), y así nos preparamos a re­cibirle en su última venida (tercer adviento, al final de los tiempos). Ahí tenemos la conjugación de los verbos de la vida: el pasado, el presente y el futuro, que se concentran en el reconocimiento del que vino, del que siempre está a nuestro lado y del que volverá.

El “no sabéis el día ni la hora” (Mt 24,42) que escuchamos en el Evangelio, no es una encerrona terrible que pretende asustarnos, sino un toque de atención para que cuando Él manifieste su gracia en nuestros corazones podamos sencillamente recono­cerlo. Nuestra vigilan­cia es la respuesta a su venida, justamente lo contrario a esa actitud en la que demasiadas veces estamos instalados: la distracción. El que vive distraído es alguien que ha quedado preso en sus pasados o bloqueado ante sus futuros, y por eso es incapaz de acoger una novedad presente que acontece, que se hace acontecimiento. Para no vivir distraídos, para poder abrazar una novedad radical, de la que nos hablará Isaías en la 1ª lectura, que ponga luz y esperanza en todas nuestras zonas apagadas y cansinas, y que cambie nuestras lanzas en arados y nuestras espadas en podaderas (Is 2,1-5), para eso necesitamos adentrarnos en un nuevo adviento.

No vale una actitud de espera cualquiera, nuestra vigilancia no tiene nada de pa­siva. Por eso nos dirá San Pablo en la 2ª lectura que hay que despertar (Rom 13,11) de todas nuestras pesantes pesadillas que achatan y asfixian nuestra esperanza. La vigi­lancia es vivir despiertos, porque la salvación está más cerca que cuando comenzamos a creer. Y esta vigilancia espabilada, consiste en quitarse los disfraces que ocultan y des­figuran la belleza de nuestra vida, para revestirnos de esa Luz (Rom 13,12-13) que hace más trasparente la belleza que en nosotros trasluce a quien nos hizo y redimió.

Sin duda que necesitamos que acontezca la eterna novedad del Señor en las venas de nuestra vida. Hay demasiadas pesadillas en nuestro mundo planetario de las que despertar, demasiadas rutinas que cansan y agotan, demasiadas necesidades en nues­tro corazón y en el corazón social de que Alguien que ya vino y que vendrá, venga ahora también para encendernos la luz, una Luz que no se apague, que nos alumbre sin deslumbrarnos, cambiando todas nuestras maldiciones y enconos en ternura y bendición.

A esto se nos llama y para esto se nos quiere preparar en estas semanas que ahora empiezan poniendo en nuestros labios una vez más, pero con sabor a estreno, el canto de los santos que reconocieron el acontecimiento que Dios les ofrecía. Ellos supieron poner nombre a su espera: ¡Ven Señor, ven y no tardes ya! Este sería igualmente nuestro grito, o nuestra plegaria, o las dos cosas. La espera no cambia, el acontecimiento de Dios que se hace hombre tampoco. Sólo cambiamos nosotros que, con el paso de los días y el secreto de cada circunstancia, somos invitados a reestrenar lo que Dios nos dice y lo que nos regala. Este es el Acontecimiento que jamás caduca ni se gasta. Dichoso quien sin censura ninguna se atreve a esperarlo como la vez primera, con la esperanza que nunca defrauda. Feliz camino del adviento que termina en la santa navidad.

El Señor os bendiga y os guarde.



+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Covadonga, 30 noviembre de 2025

Aniversario de la Fundación de las Hermanas del Santo Ángel ¡Feliz día!

 

El nombre oficial de la Congregación en la Iglesia es el de HERMANAS DEL SANTO ÁNGEL DE LA GUARDA, nombre recibido de sus Fundadores y reconocido en Francia por Decreto de Napoleón III el 12 de Diciembre de 1852.

La Congregación se fundó el día 3 de diciembre de 1839, en Quillán, un pueblecito del sur de Francia. Su fundador, el Beato Luis Antonio Ormières, nace el 14 de julio de 1809. Aunque sus raíces son francesas, el sacerdote conoció nuestro país y fundó en Gijón un noviciado para toda Francia y España. Es beatificado en la catedral de Oviedo el 22 de Abril de 2017 y muere en Gijón -España- el 16 de enero de 1890, en el actual colegio del Santo Ángel, donde aún se conserva la que fue su habitación.

Figura clave en esta historia es la fundadora, la Madre San Pascual. Su capacidad para discernir la voluntad de Dios, su espíritu de oración y su amor a los niños más necesitados, hacen de ella un referente y modelo a seguir en esta andadura de una nueva comunidad. Debido a las dificultades que se presentan para seguir enseñando, se hace necesario dejar de pertenecer a su Congregación de Saint Gildas y así, de manera casi insospechada en un primer momento, se convierte en Fundadora de una nueva Congregación cuyo nombre será – Hermanas del Ángel de la Guarda-.