Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano
Martes 28 de junio de 2016
Santo Padre,
Queridos hermanos:
Hace 65 años, un hermano que se ordenaba conmigo decidió escribir en el recordatorio de la primera Misa, a excepción del nombre y la fecha, una palabra en griego: “Eucharistomen”, convencido de que esta palabra, en sus múltiples dimensiones, ya decía todo lo que se puede decir en este momento. “Eucharistomen” dice un gracias humano, gracias a todos. Gracias especialmente a Usted, Santo Padre. Su bondad, desde el primer momento de la elección, en cualquier momento de mi vida aquí, me conmueve, me lleva realmente, interiormente. Más todavía que en los jardines del Vaticano, con su belleza, su bondad es el lugar donde vivo: me siento protegido. Gracias también por sus palabras de agradecimiento, por todo. Y esperamos que pueda seguir adelante con todos nosotros por esta vía de la Divina Misericordia, mostrando el camino de Jesús, hacia Jesús, hacia Dios.
Gracias a usted, Eminencia [cardenal Sodano], por sus palabras que me han tocado verdaderamente el corazón. Usted ha recordado tanto la hora de mi ordenación sacerdotal, como mi visita en el 2006 a Freising, donde he revivido esto, y puedo solamente decir que así, con estas palabras siento interpretado lo esencial de mi visión del sacerdocio, mi trabajo. Estoy muy agradecido por el lazo de amistad que hasta ahora se prolonga durante mucho tiempo, desde techo a techo [se refiere a sus habitaciones que se encuentran vicinas en la línea aérea]: es casi presente y tangible.
Gracias, cardenal Müller, por el trabajo que hace para la presentación de mis textos sobre el sacerdocio en el que intento ayudar a los hermanos a entrar siempre de nuevo en el misterio del Señor, que se realiza en nuestras manos.
“Eucharistomen”: en ese momento el amigo belga quería indicar no solamente la dimensión del agradecimiento humano, sino, naturalmente, a la palabra más profunda que se esconde, que aparece en la liturgia, en la Escritura, en las Palabras: “gratias agens benedixit fregit deditque”. “Eucharistomen” nos lleva a la realidad de la acción de gracias, a la nueva dimensión que Cristo dio. Él transformó en agradecimiento, y así en bendición, la cruz, el sufrimiento, todo el mal en el mundo. Y así, fundamentalmente, transubstanció la vida y el mundo y nos dio y nos da cada día el pan de la vida verdadera, que supera el mundo a través del poder de su amor.
Al final, queremos insertarnos en este “gracias” del Señor y recibir la novedad de la vida y ayudar a la transubstanciación del mundo: que sea un mundo, no de muerte sino de vida; un mundo en el que el amor ha vencido a la muerte.
Gracias a todos ustedes. El Señor os bendiga a todos.
Gracias, Santo Padre.
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