Nos congregamos en torno al altar en este Domingo IV del Tiempo de Pascua y que llamamos del Buen Pastor, y hoy lo hacemos con la alegría de tener ya un Pastor universal en la persona del nuevo Pontífice León XIV. Ha sido y es la noticia de la semana para el mundo entero; esta mañana saldrá al balcón para el rezo del Regina Caeli y para saludar y bendecir a los miles de peregrinos que se acercan por la "Vía de la Conciliación" a la plaza de San Pedro, esa plaza del Vaticano que es también como un redil donde todos los ojos miran y todos los oídos escuchan atentos al Pastor que hoy guía esta grey de la Iglesia de Jesucristo. Recemos mucho por el nuevo Papa para que nos ayude a sanar heridas, construir puentes, superar divisiones y recuperar las ovejas perdidas. Por el Papa hay que rezar, sin duda; respetarle, por supuesto, pero yo os invito a quererle y sentirlo muy nuestro desde ya. Que no nos preocupen las elucubraciones de por qué salió éste, o qué va hacer o no; lo que nos compete a nosotros es ayudarlo y sostenerlo con nuestra plegaria, comunión y afecto, pues le toca un momento muy complejo en la Iglesia y en el mundo. Seguro que el Señor le iluminará en su camino.
También se celebra en este día la Jornada Mundial de oración por las Vocaciones; a muchos les parecerá que estando ya instituido "el día del seminario", para qué otro domingo dedicado a la misma cuestión. Pues muy sencillo, nos va la vida de la Iglesia en ello. No imaginamos cuántas parroquias, comunidades y aldeas de todo el mundo en los lugares más insospechados esperan meses e incluso años a que vuelva a pasar por allí un sacerdote para celebrarles la eucaristía. Y sin necesidad de irnos al Amazonas, a islas perdidas de Oceanía o poblados recónditos de África, aquí en nuestra Diócesis hay muchísimas parroquias sin sacerdote, y sin sacerdote no hay eucaristía y, por tanto, no se puede mantener la comunidad cristiana viva. Al igual que muchas congregaciones religiosas que quieren fundar en países de misión no lo pueden hacer sin un sacerdote que les pueda celebrar la eucaristía y los demás sacramentos. No dejemos de pedir al Señor que nos conceda muchos y santos pastores según su corazón.
Hoy el evangelio nos presenta ese texto bellísimo del capítulo 10 de San Juan: ''Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen''. Y quizás alguno pudiera pensar que este texto nos distrae en medio de la Pascua, pero el secreto es comprender lo que realmente está diciendo Jesús. Nos sabemos de memoria seguramente el salmo 23 donde decimos que "el Señor es mi Pastor", y aquí Jesús nos está diciendo que Él es en quien se cumplen esas palabras. Quizá ya en nuestra zona no se ven muchos pastores, a no ser que vayamos a concejos más montañosos, pero en la época de Jesús en su tierra había muchos pastores, por eso utiliza este símil para que les fuera más sencillo comprender que no sólo es el Cordero que quita el pecado del mundo, sino el Pastor bueno con mayúsculas. Y que un buen pastor es el que está dispuesto si viene un perro a que lo ataque a él antes que le toquen una oveja, es el que no le importa poner su vida en peligro y subir a un risco peligroso para rescatar a la oveja que se perdió, es el que está dispuesto a morir incluso a manos del lobo para salvar a su rebaño. Y esto es lo que vemos hoy en Jesucristo resucitado, en sus heridas. Por su cruz y resurrección nos ha salvado, por eso sentimos lo que dice el evangelio de este domingo, y sentimos que nos ha dado la vida eterna. Sabemos que no pereceremos para siempre y confiamos en que nadie nos arrebate de su mano.
Pero para vivir la experiencia de la Pascua, para sentirnos plenamente unidos a este santo rebaño, necesitamos experimentar nuestro personal e íntimo encuentro con Jesús resucitado. Toda vocación nace de ahí, del encuentro personal, del tú a tú, de corazón a corazón... Así nació la Iglesia y se puso en marcha, por eso nuestra fe no se puede vivir de una forma aislada a nuestro gusto y manera, sino que sólo en comunidad, unidos en torno al altar queremos ser una piña siendo diferentes en ideas, gustos, nacionalidades etc. Pero es Jesucristo vivo el que nos une, y así queremos hacer nuestra hoy también la oración del salmista: ''somos su pueblo y ovejas de su rebaño''. Por algo nos decimos ''hermanos'', pues somos hijos del mismo Dios, y ya en el evangelio se nos ha dejado claro que ''Yo y el Padre somos uno''. Que en este día tomemos conciencia de ésto; somos parte del redil del Señor, llamados a seguir su voz y su camino hacia los pastos eternos. Cuántas veces nos enfadamos con Dios, nos parecen injustos sus planes y proyectos para nuestra vida, y es en esos instantes cuando hemos de imaginarlo como en esta mañana, como ese pastor bondadoso que acaricia a sus ovejas: he aquí un icono único de la ternura del Señor. Y deberíamos también hacer memoria de cuántos momentos malos o que presagiábamos muy malos resultaron después ser menos malos o incluso buenos; en qué infinidad de veces hemos sentido en nuestra vida cómo estábamos -espiritualmente hablando- tirados a la intemperie bajo y el agua, al borde de un precipicio o heridos al borde del camino, y vino el Pastor Bueno a recogernos, a secarnos, a curar nuestras heridas y llevarnos en sus brazos a lugar seguro. Digámosle de corazón hoy al Señor, yo quiero ser oveja atenta a tus palabras y pasos, quiero vivir en fidelidad y agradecimiento a Tí pero, sobre todo, no separarme nunca de tu lado, pues sé que ''aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo, tú vara y tu cayado me sosiegan''...
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