sábado, 17 de mayo de 2025

Cuando todos los caminos llevan a Roma. Por Monseñor Jesús Sanz Montes O.F.M.

Somos un cruce de caminos en los que vamos describiendo una historia que tiene siempre geografía. Nuestra andadura sabe de las fechas de un tiempo y del mapa de nuestra vida. En este sentido ha sido hermoso viajar un numeroso grupo de más de 60 asturianos hasta Roma y Asís. Lo hemos hecho como peregrinos, no como turistas. Roma por estar celebrando los 2025 años del nacimiento de Cristo. Y Asís, por ser una referencia cristiana donde los nombres de Francisco y Clara son un buen espejo donde mirarnos como cristianos. Una Roma con tantos peregrinos que celebran igualmente el año santo, en el momento de tener al nuevo papa León XIV.

Fue hermoso visitar las cuatro Basílicas Mayores traspasando sus puertas de la perdonanza: San Pablo Extramuros, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor, y finalmente San Pedro del Vaticano, donde pudimos visitar la tumba de apóstol San Pedro, así como rezar ante la de San Juan Pablo II. Pasamos por esas cuatro puertas, viniendo de las intemperies que nos asolan sembrando el temor, la incertidumbre, la fatiga de nuestro cansancio. Son tantos los motivos que nos gastan y astillan queriendo robarnos la confianza. Una puerta abierta significa que nuestros túneles tienen finalmente salida. Tras esa puerta abierta encontramos a quien nos conoce, nos espera, que sabe de nuestras cuitas y que no es ajeno a nuestras heridas. Alguien que es cómplice de nuestra felicidad y no rival de nuestras dichas. Traspasar así el umbral de estas cuatro puertas es como si se nos diera nuevamente la oportunidad de volver a empezar de nuevo, escuchando palabras de vida que tal vez hemos olvidado, y dejándonos conmover por ejemplos que hemos podido traicionar. En un año santo se saldan nuestras deudas si nos dejamos abrazar por Dios que nos perdona, nos cura y nos levanta, que vuelve a encender la luz que no se apaga en medio de nuestra oscuridad. Es el Dios de la ternura y de la misericordia, el Dios amigo y hermano, que quiso ser no solamente el camino que nos señala, sino también el caminante que al lado nos acompaña.

De Roma nos fuimos a Asís y allí pudimos saborear lo que el primer catecismo de la Iglesia ya proponía a los primeros cristianos: acercarse al rostro de los santos para encontrar consuelo en sus palabras. San Francisco y Santa Clara de Asís nos quedan realmente lejos en el tiempo, pero no en las preguntas que anidan en nuestro corazón, como tampoco en las respuestas que ellos encontraron desde el mismo Dios. La de ellos fue una encrucijada de cambio de época, que afectaba igualmente a la comunidad cristiana mientras emergía un nuevo rostro de Iglesia. Esto es algo que también a nosotros nos incumbe y que no nos resulta extraño, porque nos debemos batir con los retos culturales, políticos, sociales y eclesiales que tenemos delante al asomamos a los escenarios internacionales o nacionales donde aparecen las contradicciones y los reveses de nuestra época, como tantas veces ha tenido que afrontar la comunidad cristiana en el trasiego de un debate con los imperios, dictaduras, ideologías… que por ser hostiles hacia Dios, lo eran también hacia cada hombre como atestigua la historia larga de la humanidad. Francisco y Clara son una actual referencia para que acertemos a ser instrumentos de la paz de Dios en medio de un mundo violento, y cultivar la sencillez en tantos contextos opulentos, y compartir con solidaridad cristiana lo que hemos recibido con hermanos más desfavorecidos y pobres cenicientos, mientras adoramos al Dios vivo cantando sus alabanzas, desde la comunión con toda la Iglesia universal en sus desafíos y retos. Ha sido una feliz peregrinación llena de frutos buenos que ha supuesto la experiencia gozosa de quien vuelve a empezar sabiéndose renovado en sus adentros.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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