viernes, 1 de agosto de 2025

Un siglo haciendo fiesta por María. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

 ¡Y llegó el 2025! Fecha redonda; un año muy especial para los católicos pues se cumplen dos mil veinticinco años del nacimiento de Cristo, por eso tiene lugar lo que llamamos ''año jubilar''. La Iglesia Católica desde el año 1300 aprovecha estos aniversarios que celebramos cada veinticinco, en que reconoce a Jesucristo como dueño de la historia y Señor del tiempo, que vive entre nosotros como coetáneo de nuestros días y compañero en nuestro peregrinar, quien es al mismo tiempo nuestro origen y destino. Desde el pasado 25 de diciembre en que se abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro hasta el próximo 6 de enero de 2026 estamos en tiempo jubilar. Pero en Lugones, además, también vivimos el 2025 con ilusión conscientes de que llegamos a una fecha histórica: el primer siglo de la romería de Nuestra Señora del Buen Suceso, y también de su Cofradía. De algún modo yo quisiera unir el sentir del Jubileo a este Centenario tan nuestro de las fiestas de Nuestra Señora del Carbayu, por eso si todos los años le ponemos un lema al Triduo, he pensado que el más apropiado para este año serían estas palabras que le rezamos a María en la Salve: ''Vida, dulzura y esperanza nuestra''. 


Celebrar un siglo de historia no puede quedarse tan sólo en una efeméride que marca el calendario, o en la excusa para organizar iniciativas que lo justifiquen, sino que debe movernos a hacer algo muy especial que sólo puede salir de nosotros y que aunque nos cueste, nos haga mejores; pueda ser una fecha para poner a cero el reloj de la vida y mejorar aquello que no hicimos del todo bien. Quiso el difunto Papa Francisco que el tema central de todo este Jubileo 2025 girase en torno a la esperanza, y no hace falta tener estudios de sociología para darnos cuenta de que vivimos en un mundo muy desesperanzado. No es necesario enumerar los conflictos bélicos del planeta, ni los problemas sociales de nuestra nación, pensemos sólo en lo que tenemos más cerca. En los años que llevo en esta Parroquia  -el próximo Octubre 17- hay temas que me entristecen profundamente: jóvenes sin trabajo que no se quieren ir pero no les queda otra, niños con necesidades de acompañamiento psicológico o psiquiátrico desde muy pequeños, con medicación en no pocos casos, personas mayores que te dicen que rezan para morirse pronto para no ser un gasto o una carga a los suyos, familias que no llegan a fin de mes, y ya no quiero ni ponerme a contar todos los jóvenes a los que he tenido que dar sepultura, pues se me encoge el corazón: necesitamos recuperar la esperanza, cambiar la tristeza por alegría y tomar conciencia de aquello que nos recordó Benedicto XVI de las palabras de San Pablo a los cristianos de Roma: «Spe Salvi facti sumus» -en la Esperanza somos salvados- (Rom 8,24).

Cómo no, quiero recordar también con mucho cariño, pero en positivo y sin pesimismo como eras él a nuestro querido Manolito, sin lamentos ni panegíricos, pues estoy seguro que lo que la mayor ilusión le haría y que le podemos brindar como homenaje hoy es que se llene la Romería con rostros alegres, que no se pierda esta tradición ¡ya centenaria! y que siga siendo Nuestra Señora del Buen Suceso el corazón del Carbayu. A Manolito el Pegu le ha pasado un poco como a Moisés, y es que Dios hace estas cosas que de entrada no entendemos. Moisés se pasó cuarenta años peregrinando por el desierto con aquel pueblo que se quejaba un día sí y otro también de todo, y después de mil sufrimientos cuando ya están a las puertas de esa tierra prometida, tan soñada y añorada, le llega la muerte. Moisés vio la tierra prometida pero no la pisó, como dice el libro del Deuteronomio. Esto le ha pasado a nuestro "alcalde del Carbayu", llegó al 2025 pero no a la romería del centenario. Aunque seguro que con tantas personas queridas que nos faltan ya y que celebraban otros años con nosotros estas fiestas entrañables en los primeros días del mes de Agosto, confiamos que ya en presencia del Señor se asomen desde el balcón del cielo a ver el parchís y el pregón, el chupinazo y la verbena, la misa y la procesión, el bollu o la paella... Sigo insistiendo que Manolito merece la concesión de una calle en nuestro Municipio. Una vecina me decía que el camino del Carbayu que va desde automatismos Loreca hasta la escuela se llamara de Camino Manolito el Pegu, y el tramo que va de la capilla al colegio conservara el nombre que tiene de calle de les escueles. Yo le dije que era buena idea, aunque podría ser también al revés, y que fuera el tramo de las escuelas a la capilla, pues está más cerca de su casa y Museo. Aunque sea como fuere corresponde al Ayuntamiento y grupos municipales decidir o pedir ideas. También temo que basta que lo diga el cura... Un cantante andaluz ideó un epitafio muy curioso para su tumba que estoy seguro que Manuel Antonio Fernández Álvarez aceptaría como suyo con la adaptación yo le hago: ¡En el Carbayu no se llora/ en la romería se canta y ríe/ desde la luna a la aurora!

Cien velas no se soplan todos los días: ¡toda una centuria! Un siglo haciendo fiesta por María. En este tiempo de gracia queremos mirarla a Ella como Madre de la espera que nos trae a la única Esperanza que jamás defrauda: Jesucristo nuestro Salvador. El Papa León XIV ya nos ha dejado claro que una de sus devociones más queridas es a la Virgen María. Su primera salida fuera del Vaticano tras su elección como Santo Padre fue a la localidad de Genazzano -a 60 km de Roma- para rezar ante Nuestra Señora del Buen Consejo. Habrá que hacerle llegar al Santo Padre que si viene por Asturias no se confunda, que la del Carbayu de Lugones es la del Buen Suceso, que aunque es la misma y Ella no se enfada, los fieles locales no se lo tomarían tan bien...      

De corazón muchísimas felicidades a todos los que tanto queréis a nuestra Santina del Buen Suceso del Carbayu, cuya devoción aquí es más que centenaria; enhorabuena a la Junta directiva de la Cofradía, socios, colaboradores, vecinos y visitantes. Que no muera nunca La Romería, que no muera la buena vecindad y camaradería del Carbayu, y que crezca la devoción a nuestra Madre del Cielo que nos regala el Buen Suceso de traer a su Hijo a nuestra vida. 

Feliz Centenario, y a por otros cien haciendo fiesta por María. 
¡Viva el Carbayu! ¡Viva la Romería! ¡Viva la Virgen del Buen Suceso!

Joaquín, Párroco

Santoral del día: San Félix de Gerona

Martirologio Romano: En Girona, en la Hispania Tarraconense, san Félix, mártir en la persecución bajo el emperador Diocleciano († 304).

San Félix de Gerona o Félix el Africano fue un mártir gerundense que murió durante la última persecución de Diocleciano contra los cristianos, en el año 304. Félix era un diácono de procedencia africana que habría predicado el Evangelio y la fe cristiana en Gerona y que aceptó hasta sus últimas consecuencias su compromiso. Se conoce su amistad con Cucufate, mártir en Barcelona.

En febrero del año 303, Diocleciano dio la orden de exterminar a los cristianos en lo que sería la última de las grandes persecuciones contra el cristianismo en el Imperio Romano. Las autoridades romanas detuvieron a Félix y seguramente se le pidió adorar a los dioses, apostatar públicamente de sus creencias. Al negarse fue condenado a muerte pero se desconocen las circunstancias precisas de su martirio. Se supone que ocurrió el 1 de agosto de 304 y refleja la existencia de una comunidad cristiana en Gerunda .

Félix fue enterrado en un cementerio que existía a las afueras de la ciudad, al lado del actual portal de Sobrepuertas que abre la Vía Augusta desde el Norte. Su tumba, visitada por los devotos, se convirtió pronto en un lugar de peregrinación y para protegerla se construyó una edificación, martyrium o pequeño santuario. Este martyrium constituyó el origen de la actual basílica de San Félix y su ubicación original correspondería al actual presbiterio. Por tanto la iglesia de San Félix es el templo cristiano más antiguo de la ciudad de Gerona.

Los mártires de la última persecución general, decretada por Diocleciano en 303, son innumerables en todas las provincias del vasto Imperio de Roma. Pero hemos de proclamar con legítimo orgullo, que en ninguna como en España raya tan alto el heroísmo de los que dan su vida por Cristo, ni tiene ninguna un poeta cantor como nuestro Pmdencio, «digno .de tales tiempos y de tales hombres». No hay ciudad española que deje de dar frutos para el cielo, ni víctimas a la saña de Daciano, el desalmado gobernador de la Tarraconense, «de quien en los Martirologios y en los himnos de Prudencio hay larga y triste, aunque, para nuestra Iglesia, gloriosa memoria», al decir de Menéndez y Pelayo. En Gerona —ciudad ungida en la Historia con destino cruento — pequeña, pero rica por tal tesoro, son despedazados —según el gran vate cristiano—:

Los santos miembros del glorioso Félix. No ha nacido en España. Pero España le llama hijo suyo, porque aquí, por el martirio —dies natalis—, nacerá para el cielo. Es oriundo de la ciudad africana de Scilita, y pertenece a una familia acaudalada y noble. Estudiante en Julia Cesarea —hoy Cherchell—, el gran tráfico comercial de este puerto con la Tarraconense le pone en conocimiento de la horrible persecución que en aquella provincia sufre el Cristianismo. Y en su corazón mozo comienza a hervir en ansias de martirio, la ardiente sangre scilitana, tantas veces derramada en la plaza de Cartago. Hasta que, un día —¡qué temple de héroe!— tira los libros, exclamando: «¿De qué me sirve la ciencia de los hombres? ¡Buscaré la ciencia que estudia al Autor de la vida!»...

No se anduvo en chiquitas. Acompañado de un fiel amigo y compatricio — San Cucufate — dejando su patria, su familia, sus estudios —dejándolo todo, como los Apóstoles del Señor—, se embarcó rumbo a Barcelona en el primer navío que halló, disfrazado de mercader.

Y no es mero disfraz. Traficantes a Io divino, la caridad, ejercida en su más amplia comprensividad, constituye su gran negocio. No venden, que regalan; hasta que, no teniendo ya qué dar, se entregan a sí mismos. Cucufate se queda en Barcelona. Pronto la honrará con la efusión de su sangre. Los catalanes le llamarán familiarmente «Sant Cugat». Félix sube hasta Ampurias. Allí se entrega con afán al estudio de las Divinas Letras y a obras de celo. «Era —dicen las Actas— casto, sobrio, manso, pacífico y sincero, amado del pueblo por sus incesantes limosnas, y hospitalario con todos... Caminaba sin temor, e iba sembrando por todas partes las perlas preciosas de la palabra evangélica».

Y caminando llega un día a Gerona, foco principal de la persecución:

Este don claro la Ciudad te envía,
scilitana, la que da a Gerona,
al almo Félix, porque allí reciba
culto y corona.

Y es tal el celo que despliega, tal el fervor de su vida y tan grande el caudal de su doctrina que, aun sin ser sacerdote, todos le miran como a Doctor, Apóstol y Profeta: «Apóstolum eum aut unum ex Prophetis appellabant; qui viam salutis ómnibus demonstrabat» —dicen textualmente las Actas.

¿Pasará inadvertida tanta excelencia? Claro que no: la luz es demasiado radiante para no herir los ojos del pretor Rufino, subdelegado de Daciano. Por orden suya es apresado Félix y puesto ante el terrible dilema de «sacrificar o morir». Quisiéramos reproducir aquí todo el proceso con sus maravillosas circunstancias; pero carecemos de espacio, No resistimos, con todo, a la tentación de transcribir una de las más bellas e inspiradas respuestas de Félix:

—Mi decisión —dice al Pretor — es irrevocable. Y, aunque pudieras ofrecerme las mismas delicias del cielo a cambio de mi fe, no renunciaría a ella.

Las Actas nos hablan de un martirio espeluznante, casi increíble, así como de grandes prodigios obrados por Dios en favor de su siervo. «Cristo — dirá Prudencio — destruyó 'los sutiles inventos de Belcebú, puesto que iluminó con esplendores de mediodía la oscuridad de la cárcel, y los ángeles descendieron de los cielos cantando un poema cuyo eco fiel reprodujo el antro cóncavo, cual si quisiera emular las celestiales voces». La liturgia mozárabe hace también memoria de este glorioso Mártir, diciendo que «sostuvo con animoso pecho todas las torturas; y que, después de haber sufrido penas y cadenas, azotes y garfios, rotas las ligaduras de la carne, emigró a las celestes moradas, el día primero de agosto del año 304».

Desde entonces, Gerona ha guardado celosa —en el primoroso estuche de su Colegiata— la veneranda cabeza de su Apóstol, Doctor y Profeta, San Félix:

«¡Oh, Gerona feliz, oh ciudad bienaventurada!, no tienes que temer ningún mal protegida por tu Mártir. Quien aquí acuda recibirá lo que pida».

Por eso, hoy, nosotros, haciendo nuestras otras estrofas del poeta cantor que, «sin hacienda y sin santidad, ofreció a Dios ligeros yámbicos y circulares troqueos» —son sus palabras—, pedimos con él:

«Oh Dios, fuente de perenne vida, luz y origen de la luz, mira al pueblo que canta la fiesta del gran Mártir; escucha los ruegos de los que te imploran; recibe los cantos de alabanza. Cantamos, ¡Oh, Félix!, tus glorias. Tú desata la lengua en sonoros cánticos, para que podamos dignamente loar tus favores».

(misagregorianatoledo.blogspot.com)

jueves, 31 de julio de 2025

Triduo a Nuestra Señora del Buen Suceso

+Por la señal...

-Señor mío Jesucristo

Oración para todos los días

¡Oh Madre nuestra, Inmaculada Reina del Cielo, María Santísima del Buen Suceso. Hija predilecta del Eterno Padre, Madre del Divino Hijo, Esposa carísima del Espíritu Santo, excelso Trono de la Majestad Divina, Templo augusto de la Santísima Trinidad, en quien las tres Divinas Personas han derramado los tesoros de su Poder, Sabiduría y Amor! Acordaos, Virgen María del Buen Suceso, de que Dios os ha hecho tan grande para que podáis socorrernos a nosotros pecadores. Acordaos que habéis prometido muchas veces mostraros Madre piadosa de los que recurran a Vos, nos acogemos Madre misericordiosa y os rogamos, por el amor que os tuvo el Altísimo, nos alcancéis de Dios Padre la gracia de vivir y morir según las máximas del evangelio.

Saludemos a María Por Hija predilecta de Dios Padre. Dios te salve María...
Saludemos a María Por Madre escogida de Dios Hijo. Dios te salve María...
 Saludemos a María Por Esposa singular del Espíritu Santo. Dios te salve María...

Oración para el Día 1º:

O Virgen María, Nuestra Señora del Buen Suceso, acudimos a ti con humildad y confianza. Intercede por nosotros ante tu Hijo, para que nuestros esfuerzos y proyectos se vean coronados por el éxito. María, Madre llena de gracia, tú que conoces nuestros deseos y aspiraciones, guíanos por el camino de la sabiduría y la perseverancia. Protégenos de obstáculos y distracciones, y ayúdanos a avanzar con determinación. Amén

Oración para el Día 2º:

Amada madre, modelo de fe, fortalece nuestra confianza en la divina providencia. Ayúdanos a poner nuestras preocupaciones en manos de Dios, y a aceptar con serenidad los resultados de nuestros esfuerzos. María, Reina de todas las gracias, concédenos los dones del Espíritu Santo: sabiduría, entendimiento y consejo. Que tomemos decisiones con conocimiento de causa y actuemos según la voluntad de Dios en todas nuestras empresas. Amén

Oración para el Día 3º:

Virgen María, Madre de Misericordia, consuélanos en nuestros momentos de duda e incertidumbre. Apóyanos en nuestras pruebas y dificultades, y ayúdanos a perseverar con valor y esperanza. María, Nuestra Señora del Buen Suceso, tu corazón maternal está siempre abierto a nuestras súplicas. Intercede por nosotros ante tu Hijo, para que recibamos las gracias necesarias para nuestro éxito. Amén

Invocación

¡Oh Señor de infinita bondad!, que con la milagrosa invención de esta imagen de María Santísima del Buen Suceso nos habéis dado un recurso poderoso para acudir con toda confianza a su amable protección en nuestras necesidades, concédenos los auxilios con que encontremos fervor y confianza para saber honrar y servir a esta vuestra Criatura predilecta; para que por su intercesión alcancemos nuestra santificación y después el Cielo. Amén.

Oración 

¡Oh Virgen bendita entre todas las mujeres!, nos faltan voces para daros gracias por los innumerables buenos sucesos que de vuestra mano recibimos. El día que nacisteis al mundo puede llamarse día de gracia, de salud y de consuelo. Vos sois el honor del Carbayu, la alegría del Paraíso, la prenda amada de Dios y la salud de nuestro pueblo. Virgen Santísima del Buen Suceso, Madre clementísima, sed nuestro consuelo en la tierra, siendo nuestro refugio, nuestro auxilio, y protección, así en los males del alma y del cuerpo. Haced que se aparten de nosotros todo mal y pecado. Rogad por la Santa Iglesia y sus ministros, por nuestra Parroquia y nuestro pueblo. Oíd las súplicas de los que os invocan, acordaos que sois nuestra Abogada, nuestra Madre; pues como a tal ponemos en Vos nuestra confianza. A vos recurrimos, y esperamos que nos alcanzaréis de vuestro Hijo, el perdón de nuestras culpas y perseverancia en la gracia hasta la hora de nuestra muerte. Amén. 

Pídase la gracia que se desee alcanzar en este triduo por la intercesión de Nuestra Señora del Buen Suceso

Bendita sea tu pureza...

V. Rogad por nosotros ¡Oh Virgen del Buen Suceso! 
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo. Amén

Salve Regina 

Triduo en El Carbayu 2025

 

miércoles, 30 de julio de 2025

Mons. Jesús Sanz saluda al Papa y le transmite «el afecto y la oración» de los asturianos

(Iglesia de Asturias) El Papa León XIV ha vuelto a retomar, este miércoles, 30 de julio, las audiencias generales tras el breve descanso del verano. Al finalizar, entre otras personas, ha podido saludar a nuestro Arzobispo, Mons. Jesús Sanz Montes, que se encuentra estos días en Roma para acompañar a los más de 200 jóvenes asturianos que, como peregrinos, están llegando para participar en el Jubileo. Ayer, de hecho, tenía lugar la eucaristía de inauguración, con la sorpresa de la aparición de León XIV que bendijo a los asistentes y les dirigió unas palabras de aliento y esperanza.

Tras la Audiencia General de esta mañana, en la que el Arzobispo de Oviedo ha podido saludar e intercambiar, por primera vez, unas palabras con el Pontífice, Mons. Sanz ha explicado que, tras un cordial saludo, le acercó al Papa «el afecto y la oración de toda la diócesis de Oviedo: sacerdotes, seminaristas, religiosas y tantas familias». «Le he dado gracias –dijo– por su Pontificado y su enseñanza, que está imprimiendo unidad y paz en la Iglesia del Señor. Nos ha hecho una preciosa catequesis sobre el sordomudo que Jesús curó y cómo, en nuestro momento actual, hay tantos sordos que se niegan a escuchar y tantos mudos que tienen dificultad para expresarse, en un mundo confuso, violento y corrompido. La enseñanza de Jesús nos invita a curar nuestros oídos y nuestros labios, a curar el corazón para ser testigos de la verdad, de la belleza y de la bondad del Evangelio».

Las Religiosas en las Unidades Pastorales. Testimonio de las Misioneras Eucarísticas y su labor en la U.P. de Grado, Yernes y Tameza

 

martes, 29 de julio de 2025

Homilía del Sr. Arzobispo en el Centenario de la A.N.F.E.

Tiene la noche su encanto. Y alberga tantos escenarios en donde las personas atraviesan los distintos avatares que durante el día se viven y expresan de otra manera. Noche de descanso donde nuestros ojos se cierran entregados al sueño que repara. Noche de trabajo donde se velan enfermos en los hospitales, se limpian las ciudades retirando sus basuras, se vigilan las inseguridades para que no haya bandidos que nos asalten. Noche de versos y de besos, donde los amantes se dicen y ofrecen requiebros enamorados para crecer como esposos y como padres. Noches de vigilia donde algunos creyentes comprenden que es la hora preferida del Maestro, y aprenden de Jesús no sólo a estrenar cada amanecer orando, sino también trasnochando cada tarde para escuchar palabras que tienen vida y no engañan.

En esta noche estival, celebramos un centenario especialmente sentido y querido por la Adoración Nocturna Femenina en Asturias. Al poco tiempo de ser iniciada esta corriente espiritual en Valencia por doña Anita Adrién Mur, tras la creación de la Adoración Nocturna Española por el venerable Luis de Trelles casi cincuenta años antes.

Hay muchas presencias cristianas que concretan el mandato apostólico de Jesús a sus apóstoles. La tierra se ha convertido en el mapa de las andanzas misioneras de tantos cristianos que llevaron hasta los finisterres varios la Buena Noticia del Señor. Y no habrá etapa humana sin que cuente con la labor catequética en los niños, en los jóvenes, en los adultos, en los ancianos. Igualmente, jamás faltará ese ímpetu evangélico en la educación, en la sanidad, en las pobrezas diversas de las periferias humanas. Son tantos carismas que el Espíritu Santo ha ido suscitando a través del tiempo durante estos dos mil años.

Pero Dios hizo ver que la noche es un ámbito para adoración. Y se abrirá este cauce para vuestra plegaria: adoradoras en la oscuridad de la noche de la historia, en las tinieblas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. En medio de la oscuridad, os postráis ante quien es la Luz con su presencia eucarística resucitada. Es una preciosa actitud, y bello camino cristiano que en nuestra diócesis de Oviedo también se goza como un don para vosotras en primer lugar, pero para toda la comunidad diocesana a través de vuestro gesto orante y adorante en la noche. Pido al Señor que seáis testigos de esa hora que Jesús también escogió para escuchar y adorar al Padre, en la que oró antes de entregarse redentoramente a su Pasión. Y que nos ayudéis a crecer en esta conciencia agradecida de cómo en la noche de nuestro mundo brilla siempre una luz bendita que jamás nos declina. Santa María de la Luz, alumbre nuestros caminos y tenga encendida la lámpara de nuestra fe que se hace adoración en la noche.

En estas horas vespertinas del domingo, la Iglesia nos proclama la Palabra de Dios que nos permite ahondar en algo que tiene que ver con vuestro camino de adoradoras. Puede parecer una paradoja que hace difícil su comprensión, pero hay ausencias que te queman, precisamente por echar en falta algo que de verdad amas y quieres. Santo Tomás definía la tristeza precisamente como la nostalgia por un bien ausente. Una “ausencia ardiente” es la experiencia orante cristiana: estar ante Alguien que aunque nuestros sentidos no puedan mecer ni abrazar su fi­gura… sin embargo ¡está! Los fantasmas no queman, ni seducen, ni transforman. Hay presencias, que aun en la distancia, son capaces de llenar nuestros rincones cotidianos de una verdadera alegría, y sacarnos de lo banal y frívolo para regalarnos una existencia lumi­nosa y amable.

Estas presencias, incluso cuando físicamente están ausentes, nos col­man y nos alumbran, arden dentro hasta hacernos completamente nuevos… ¿no es éste, acaso, el terruño común de todos los místicos contemplativos y de todos los aman­tes enamorados? No sabes por qué, las cosas siguen estando en el mismo sitio, y la fa­tiga del camino no se nos ahorra, pero, sin embargo, cuando alguien nos habita en los adentros, nos quema en su estar y en su ausentarse; la vida nos parece diferente y nos sabe a nuevo hasta lo que nos cansaba y aburría hasta troncharnos; y un no-sé-qué que nos deja siempre balbuciendo transforma todos nuestros sopores oscuros en estupores de luz, cambiando el hastío en alegría. Este es el proceso de un enamoramiento. ¡Presencia y ausencia… ardientes!

En la primera lectura que hemos escuchado del libro del Génesis, se nos presenta a Abraham que intercede ante Dios para que su presencia venga a salvar nuestras ausencias como humanidad díscola y descolocada. Así porfiará Abraham ante el Dios aparentemente “Ausente” para que tenga piedad de los torpes hombres “presentes” que se despeñaban en el derrotero de su maldad (cf. Gén 18, 20‑32). Es el grito de los orantes que siempre han intercedido ante Dios para bien de su propio pueblo. Así el salmista nos ha dicho conmovido: «Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos» (Sal 137). O más todavía, es el precio que Jesús ha pagado para que nuestra vida tuviera una salida completamente dada en gracia y siempre inmerecida, como ha recordado Pablo en la segunda lectura de la carta a los Colosenses (Cf. Col 2, 14).

Dios siempre sale a nuestro encuentro, jamás nos deja de su mano y sus ojos siguen todos nuestros pasos vayan por donde vayan. No es un Dios distraído y olvidadizo al que tuviésemos que recordar lo inolvidable. Pero orar ante Él, tomar conciencia de su presencia en la aparente ausencia que tanto nos arde, es algo que nos hace bien a nosotros: nos viene a recordar ese amor suyo hacia nosotros que Él jamás olvida.

El evangelio de este día profundiza en esta inquietud. Aquella vez, Jesús arrancó de aquel discípulo ese deseo: «enséñanos a orar» (Lc 11, 1). Le veían madrugar cada mañana y prolongar cada noche, para ponerse al amparo filial de su querido Padre. Los discípulos intuían que ahí había un secreto en las palabras de vida y en los signos y milagros del Maestro que por doquier veían y escuchaban. Es la seducción de los ojos del Señor que se abrían al sol y al calor del Padre Dios cada día. Y como en toda vivencia amorosa, también el Rostro humano de Jesús volvía encendido y asemejado al del Rostro de su Padre. Son las palabras audaces y hermosas de un místico como San Juan de la Cruz: «los ojos deseados que tengo en mis entrañas di­bujados» (Juan de la Cruz. Cántico espiritual,12). La pregunta del admirado discípulo dio lugar a esa maravillosa respuesta de Jesús: «cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre…» (Lc 11, 2).

El camino que Jesús propone no es un subterfugio espiritualista ni humanitarista, aunque sí sea una propuesta tremendamente humana y espiritual. Es decir, la oración del Señor es el fiel reflejo de su vida, en la cual Dios y el hombre no aparecen como ri­vales: dos amores distintos, pero sencillamente inseparables. Jesús llevará al Padre los gozos y dolores de los hombres, y llevará a éstos el consuelo y la paz que Él mismo escucha en su Padre (Jn 17, 1-26). Estamos ante la manera con la que Dios rezaba a Dios, ante el modo filial con el que Jesús hablaba con su Padre. Son esas siete peticiones en las que la vida entera se hace plegaria.

Esto se refleja en el Padrenuestro desde la invocación inicial: Padre (Abbá), que tiene ese tono cariñoso y confiado propio de los niños ante sus progenitores, un Padre que es nuestro, de cada uno y de todos sin confusión y sin separación. Tres peti­ciones referidas a este Padre: que su Nombre sea santificado, es decir, respetado, pronunciado en se­rio, reconocido y jamás tomado en vano; que venga su Reino, es decir, su proyecto de amor y gracia sobre la historia y sobre cada persona; y que su voluntad y querer sea lo que cada uno de nosotros buscamos. Esta primera palabra más las tres invocaciones siguientes, concluyen con tres peticiones más, relacionadas con los que hacen esta oración: pedir el pan de cada día, la paz de cada perdón (tomando como medida no nuestra tolerancia o generosidad, sino la actitud del mismo Dios: tratar a los otros como nos trata el Señor, es decir, misericordiosamente), y no caer en la tentación del maligno, sean cuales sean sus señuelos y engañifas.

La oración del Padrenuestro es la más genuinamente cristiana. No es la plegaria hermosa de un santo piadoso que nos comparte sus besos orantes a Cristo, ni la de un cristiano poeta sensible con sus inspirados versos, sino la manera con la que el mismo Jesús oraba, que abriéndonos la entraña de su alma ha permitido que aprendiésemos cómo se reza de veras. Llevar en el corazón a Dios y a los hermanos, hablarle a Él de ellos y a ellos de Él.

Es la oración primera que aprendimos de niños, la última que rezarán por nosotros el día que muramos. Aquí tenemos las palabras para que la presencia ardiente de Dios nos alumbre e ilumine en este momento de nuestra vida que tiene los años de nuestra edad y el domicilio de nuestra circunstancia. María, que es madre y educadora, nos enseñará también a orar como hizo con los discípulos en el cenáculo esperando la llegada del Espíritu Santo prometido por Jesús. A ella nos encomendamos para que nos enseñe a rezar el padrenuestro con nuestras lámparas encendidas adorando al Señor resucitado en su santa Eucaristía dentro del misterio de la noche. Amén.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo