domingo, 18 de mayo de 2025

''En esto conocerán todos que sois discípulos míos''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Seguimos avanzando en el camino de la Pascua, y así nos vemos ya en el V domingo de este Tiempo en que interiorizamos el misterio de Jesucristo resucitado, donde tomamos conciencia que es en este devenir cuando la Iglesia nace -por ello leemos en estas semanas el libro de los Hechos de los Apóstoles en la eucaristía de cada día- y nos adentramos con el corazón en los acontecimientos que asentaron la fe de los primeros discípulos. Lo que hemos vivido en el Triduo Pascual ha sido tan grande que necesitamos tiempo para asimilarlo y hacerlo nuestro, por eso el evangelio de hoy nos lleva de nuevo al Jueves Santo, a la santa cena que marca el inicio hacia la pasión y muerte y, cómo no, a su victoria. Por ello este pasaje del capítulo 13 de San Juan llamado de la oración sacerdotal de Jesús, nos invita no a vivir la rutina de nuevo, sino a vivir todo lo que significa empezar como de algo nuevo. Las lecturas también nos hablan sobre ello: en la primera lectura del libro de los Hechos encontramos a Pablo y a Bernabé que vuelven otra vez a lugares donde no les había ido del todo bien. Predican, fundan comunidades cristianas, animan a las que ya estaban en marcha y designan presbíteros; es decir, se dieron cuenta de que no podían llegar a todos, que necesitaban ayuda, y así comienza esa cadena que llega hasta nuestros días y que se vivirá en nuestra Catedral este próximo Pentecostés. Vivieron otras novedades: ver cómo los gentiles se convertían y pedían el bautismo, cayendo en la cuenta de que la gracia de Dios actuaba por medio de ellos... Y si nosotros dejásemos que el Señor actuase en nuestra vida, descubriríamos el bien que nos haría; no dejaríamos de repetir las palabras del salmista: ''Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi Rey''.

En la segunda lectura del libro del Apocalipsis se nos habla también de esta novedad; Juan nos dice: ''vi un cielo nuevo y una tierra nueva''... Esta visión del Apóstol en la isla de Patmos es en sí un canto a lo idílico, a lo soñado y eternamente anhelado, por ello este texto es tan propio de los funerales. Se habla también de ''la nueva Jerusalén''. Esto era (y es) muy importante para el pueblo judío: peregrinar a la Ciudad Santa, ese deseo que uno no sabe cómo expresar de lo grande que es y significa y  los que se acerca el salmo: ''que alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor, ya están pisando mis pies tus umbrales, Jerusalén''... No era una aspiración turística, sino espiritual; querían estar cerca era del templo, en presencia del Altísimo, por eso nosotros llamamos al reino eterno, al cielo, a la pascua sin fin la nueva Jerusalén, pues si a aquella ciudad ruinosa tantas veces saqueada y en guerra los hebreos suspiraban por ir, más nosotros también deberíamos soñar con ese paraíso que nos ha prometido el Señor, "donde no hay muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor''. Allí no habrá penas, pero aquí sí que las hay, y debemos saber llevarlas como creyentes, pues como señalaron Pablo y Bernabé en la primera lectura ''hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios''. Y esa ciudad que descendía del cielo adornada como una esposa es La Iglesia, que nos ofrece por medio de sus sacramentos gustar ya en este vida la gloria que un día se nos revelará. Por eso en estas semanas nos confesamos con más frecuencia, los catecúmenos se bautizan, los niños reciben la primera comunión, los enfermos la unción... Porque en ellos vemos signos eficaces de la victoria de Cristo sobre el pecado; es un tiempo para la mistagogía, para que a través de la luz del cirio pascual -que representa a Cristo resucitado- lleguemos a la claridad de la fe: "que tu luz Señor, nos haga ver la luz"... Pedimos que nos ayude en nuestro camino de creyentes la nueva guía del Papa León XIV que hoy inicia su Ministerio Petrino. Confiamos que nos conduzca por el camino de la verdad; que no le preocupe contentar al mundo, sino únicamente ser fiel a Jesucristo velando por la unidad y garantice la fidelidad al Evangelio y el Magisterio de la Iglesia.

Concluimos con el evangelio qué, como ya indicamos antes nos lleva nuevamente al cenáculo donde se nos llama a hacer nuestras tres ideas: La primera es la afirmación de Jesús que dice nada más irse Judas de la cena: ''Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él'': ¿Cómo puede decir el Señor esto cuando ya se ha puesto en marcha la maquinaria de su final; es decir, cuando el que era de los suyos se dirige ya a sus enemigos para delatarle. Para muchos biblistas la glorificación es la cruz, cuando es elevado en ese estandarte de amor por nosotros. Para otros el glorificado es una alusión al resucitado. Sea como fuere,  lo que nos importa es que debía de ser entregado y pasar por el sufrimiento y el martirio de la cruz, la batalla del amor con mayúsculas. Jesús vuelve a rompernos los esquemas: le acaba de dejar tirado un amigo que se ha ido a traicionarle y, sin embargo, no se enfada; pone su mirada en el futuro pues sabe que no hay gloria sin cruz. Es curioso que en nuestro mundo por regla general a todos les gustaría vivir para siempre, pero pocos quieren pasar por la cruz y menos aún morir, e incluso, algunos cuando intentan quitarse la vida y ya en plena acción, se arrepienten. 

Quedémonos con esta primera idea, también en nuestras cruces podemos ser glorificados y así configurarnos no sólo con Cristo crucificado, sino más bien en el resucitado. la segunda idea es la despedida: Jesús dice ''me queda poco de estar con vosotros''. Es verdad que en esta escena en concreto el Maestro está hablando a sus discípulos muy pocas horas antes de ser arrestado en el huerto de los olivos, pero estas palabras de Cristo también nos sirven para estos días de Pascua, pues dentro de quince días celebraremos la Ascensión del Señor. Por tanto los apóstoles volverán de perder de vista al Señor, lo que nos ha de llevar a interiorizar en los próximos días que el Señor se va, que se fue, pero se quedó y se queda con nosotros al mismo tiempo. Y tercera y última idea el mandato del amor que nos deja. Jesús nos dice: ''En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros''. En esta Pascua podemos intentar de nuevo hacer las paces con esas personas que no me hablo, con ese familiar que tengo algo olvidado, recuperar esa amistad que dejé de cuidar etc... Que se note en nosotros que resucitó, por qué nos amamos, nos queremos y, aunque nos den mal respondamos con bien. En la visión de Juan en el Apocalipsis: "Y dijo el que está sentado en el trono: «Mira, hago nuevas todas las cosas». 
¡Ojalá que así sea!

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