domingo, 15 de junio de 2025

Dios Trinidad, comunidad de amor. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Aunque ya estamos en el Tiempo Ordinario desde el lunes de Pentecostés en que hemos celebrado a María Madre de la Iglesia, este domingo celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, misterio principal y central de nuestra vida como creyentes. Evidentemente, es una verdad de fe que nos supera, todo un océano infinito ante nuestros ojos, pero que hemos de tener presente en nuestro día a día de bautizados. Detenernos a pensar que nuestro Dios son tres personas de una misma naturaleza ya nos dice mucho; podemos traducirlo en que Dios no es egoísta, indiferente ni ajeno. Tenemos la experiencia que  cuando alguien ama a los demás suele dedicar poco tiempo para sí, pues siempre está con más personas, mientras que la persona egoísta sólo tiene tiempo para sí misma y pocas veces se le ve con nadie. Por tanto, si reconocemos que nuestro Dios es uno y trino, es lo mismo que decir que nuestro Dios es amor porque se da y reparte a los demás en sus Tres Personas. Nos vendrá muy bien meditar esto en este mes de junio, dedicado a su sacratísimo corazón. 

La primera lectura del libro de los Proverbios nos habla de ese interés del Señor por estar siempre cerca de todos, por eso en esas palabras de sabiduría y creación el relato se desarrolla con el matiz de cómo se hacía presente en cada momento: ''Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo''... Y terminaba el texto de forma aún más explícita: ''mis delicias están con los hijos de los hombres''. Este texto es en sí un canto que refleja el amor de Dios hacia lo humano. Quizá un problema que tenemos nosotros es que no hemos entendido aún quién es Dios, unos por presentarlo como un controlador que no pasa una como permanente ojo vigilante, y otros por pasarse al extremo contrario de que Dios ya te conoce y que hagas lo que hagas todo vale y no va a pasar nada y, a la hora de la verdad, cada cual se ha hecho una idea de Dios por su cuenta. Dios nos ama, nos perdona siempre, pero no a la ligera, sino cuando acudimos a Él, cuando vamos al confesionario donde nos espera como el Padre del hijo pródigo con los brazos abiertos. El confesionario es el exámen más fácil de todos: nadie se entera de lo que pasa, sabes que vas a aprobar y cada vez que lo haces te alejas un poquito del mal y te acercas más a Dios. Celebrar la Trinidad nos lleva también a preguntarnos cada uno no sólo cómo estamos en nuestra relación personal con el Altísimo, sino también con los demás. El Padre, el Hijo y el Espíritu conforman una comunidad de amor, por eso para los católicos es tan importante la unidad y la fraternidad entre nosotros. 

El evangelio de este domingo tomado del capítulo 16 de San Juan nos regala ese fragmento de "anuncio del Paráclito" que es muy importante para comprender la celebración de este día, pues dice Jesús: ''Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena''. ¿Qué nos quiere decir el Señor? Pues que no perdamos el tiempo en tratar de entender lo que nos sobrepasa por nuestra cuenta y riesgo; sólo llegaremos a comprender algo aunque sea ínfimo, si partimos desde la oración, si buscamos la ayuda del Espíritu Santo, pues sin que Él nos ilumine poco podremos hacer. Cuando se pretende estudiar, reflexionar, escribir o buscar a Dios desde la pura la razón, desde las capacidades puramente humanas dejando a un lado la plegaria y el auxilio del Paráclito, daremos muchas vueltas y dibujaremos muchas hipótesis originales, pero no encontraremos ahí al Dios de Jesucristo, sino uno hecho por cuenta propia y a medida. No busquemos a Dios sólo con la cabeza, sino desde el corazón, pues como nos ha dicho San Pablo en su carta a los romanos: ''el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado''.

Dios es comunidad de amor. Por esto también se celebra este domingo en la Iglesia la Jornada ''por orantibus'', que es el día para recordar a los que oran, especialísimamente a los religiosos, monjas y monjes de vida contemplativa que dedican todos los días del año y toda su vida a la oración, a la búsqueda de las personas de este Dios Trinitario y a vivir esa común unión por medio de la vida de comunidad. En estos meses pasados hemos tenido oraciones con motivo del Jubileo en los nueve monasterios de clausura de nuestra Diócesis; no olvidemos nunca este tesoro que tiene la Iglesia: parece que no están, que no se ven, que no hacen nada... Pero son como los contrafuertes silenciosos de nuestras catedrales que sostienen el esqueleto del cuerpo de la Iglesia. 

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