Humilde recesión a vuela pluma
Estoy convencido de que en los próximos años seguirá estudiándose la figura del Cardenal González Martín, y se publicarán nuevos estudios, tesis y biografías; más dudo que volvamos a ver una reseña tan cuidada y minuciosa como la que hoy ocupa las estanterías de novedades en las librerías religiosas de nuestra Patria. Es una obra espléndida que parte de la memoria prodigiosa del que fue su secretario y mano derecha durante cuarenta y siete años, el sabio de Don Santiago Calvo, con la ayuda de Don Alberto Chaves y Don Antonio Galán.
Hechos conocidos y desconocidos de su vida
El Cardenal Don Marcelo es una figura de la Iglesia española que admiro desde mi preadolescencia, cuando descubrí su vida en Astorga. Con el paso de los años fui conociendo en profundidad su paso por Toledo y también su vida sacerdotal en Valladolid. He disfrutado muchísimo la lectura de este libro pues había muchos datos que esperaba, otros que me han sorprendido, y me queda la incógnita de encontrar los que me faltan y no he hallado en el segundo tomo que está al salir de imprenta. Queda patente a lo largo de toda esta etapa de la vida de Don Marcelo el amor profundísimo a su pueblo natal de Villanubla, el apego a Castilla y más concretamente a Valladolid, de cuya relación con la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se sentía tan orgulloso. El primer germen vocacional en el Monasterio Cisterciense de Las Huelgas Reales, sus primeros años de seminarista, la ayuda a los Operarios Diocesanos y el clero secular... Qué decir de su aprecio por la Compañía de Jesús, al sentirse deudor de la formación notabilísima de Comillas, institución que no sólo le formó sino que lo dio a conocer al entonces Nuncio, quien quedó boquiabierto con su oratoria. Ha sido un deleite redescubrir al Don Marcelo neopresbítero, al sacerdote diocesano de Valladolid que eclipsaba con sus palabras en los púlpitos de la ciudad y con sus obras, promoviendo viviendas dignas para los obreros pobres. Al Don Marcelo prefecto del Seminario, capellán de la Compañía de Santa Teresa, lo que propició que se convirtiera en el primer biógrafo de Enrique de Ossó; profesor de latín, viceconsiliario de la rama de hombres de Acción Católica, delegado arzobispal para Cáritas Diocesana, profesor de formación religiosa de la Universidad de Valladolid, Director del Secretariado Diocesano de Caridad; "fac totum" de los barrios de San Pedro Regalado y del barrio de España. Canónigo por oposición de la Catedral... Un asturiano no puede omitir la presencia de Don Marcelo en el verano de 1943 en el Santuario de Covadonga, participando en el encuentro organizado por la Compañía de Jesús para futuros directores de ejercicios y titulado ''Curso de orientación para Consiliarios de Acción Católica sobre los Ejercicios Espirituales de San Ignacio''. Este volumen aborda aproximadamente desde su nacimiento en 1918 hasta finales de los años setenta y principios de los ochenta; es decir, buena parte de su vida incluyendo los primeros años de su pontificado en Toledo del que aún faltan años y obras por relatar, sin olvidar su tiempo de emérito qué, evidentemente, veremos en la siguiente publicación.
Su amada Astorga
Gocé con el capítulo dedicado a Astorga, pues la mayoría de nombres, localidades, situaciones que le tocaron, anécdotas, etc. las sentía familiares. La misión de concluir el Palacio Episcopal que él convertiría en el Museo de los Caminos, desoyendo la petición del Nuncio de que debía de ir a vivir allí una vez concluidas las obras. Los problemas que tenían estancadas la conclusión de las obras del Seminario Menor de San José de la Bañeza, la marcha de los Operarios diocesanos, el Plan para Ponferrada, que sólo tenía tres parroquias para sesenta mil habitantes y noventa mil en el área metropolitana. el nacimiento de Radio popular Astorga, el Instituto Diocesano de Formación y Acción Pastoral, los conflictos de "la Hulegona" de 1962 en Valdeorras, Fabero del Bierzo y Matarosa del Sil, que Don Marcelo solucionó gracias a la amaistad que tenía con Don Camilo Alonso Vega, al que conoció los cuatro veranos que pasó en Llanes (Asturias). Su preocupación por que los sacerdotes tuvieran viviendas dignas, el cuidado de los archivos, la puesta en marcha de los colegios diocesanos de Vega de Espinareda, Pablo VI en la Rua, y el Juan XXIII en Puebla de Sanabria; la visita sin contar con ello a Calzada de Valdería, donde fue recibido con entusiasmo y conoció a una mujer con catorce nietos dominicos ó, cuando en Navianos de Valverde un grupo de mujeres abandonó corriendo el templo al poco de empezar el prelado su homilía y ya pensaba que se habían ofendido por algo, hasta que el párroco le aclaró que habían salido a por las ovejas y que volverían antes de cinco minutos. La puesta en marcha de la constructora benéfica, levantándose treinta y seis viviendas en el barrio de Las Candelas de Astorga, y más adelantes otras treinta y seis denominadas Nuestra Señora de la Majestad; la atención al pueblo incendiado de Viñales (León) y Suertes de Ancares (León), su preocupación por la zona de La Cabrera, las llamadas ''Hurdes leonesas'' que así él denominó en su pastoral ''tierra de dolor y esperanza'', zona donde logró grandes mejoras en carreteras y pueblos, además de erigir una imagen al Sagrado Corazón de Jesús... Habría mucho que decir de su etapa de Padre Conciliar, e incluso de iniciativas en las que se adelantó al Concilio, como lo de empezar a predicar él mismo las fiestas en lugar del canónigo magistral, el recordadísimo D. Bernardo Velado, e incluso los organismos de participación del clero diocesano que fueron un antecedente al Consejo del Presbiterio. En su breve pontificado asturicense hizo importantes obras en el Seminario Mayor de Astorga y en el Colegio Diocesano de San Ignacio de Ponferrada; inauguró tres nuevos colegios diocesanos, uno de estos Seminario Menor; la Casa Sacerdotal, dos guarderías, 43 iglesias, 53 casas rectorales, 1 ermita, 28 salones parroquiales, 8 cementerios, 578 templos reparados (la diócesis de Astorga siempre se dijo que tenía 1000 pilas), la restauración de la torre de la Catedral dañada durante el terremoto de Lisboa, el Museo de los Caminos, 72 edificios de viviendas en Astorga, así como la puesta en marcha de la Domus Pacis -Casa del Apostolado Seglar de Ponferrada- la Casa de Acción Católica de Astorga, el Colegio de Sordomudos, el Colegio para niños con Síndrome de Down Cosamai, Santa María Madre de la Iglesia o la Hoja Diocesana Informativa ''Día 7'' de carácter semanal, que continúa a día de hoy.
Años difíciles en Barcelona
Duro lo relativo a sus años de Arzobispo coadjutor primero y residencial después de la metrópolis de Barcelona, donde uno se queda con la impresión de que se entregó por completo con la sensación de que su entrega no fue valorada y su siembra estéril por haber envenenado de sal previamente el maligno aquel pobre suelo. La realidad eclesial de Cataluña y, especialmente los problemas de Barcelona, son reflejados desde hace años en una web que viene denunciando el nacional progresismo catalanista llamada ''Germinans germinabit'' desde el año 2007. Dicha página lleva bien a cuenta siempre el detallar a los sacerdotes y religiosos que se caracterizaron por haber hecho la vida imposible a Don Marcelo durante su pontificado en aquellas tierras. Gracias a esto muchos nombres, situaciones y tramas como la de los cuatro Auxiliares, además de otros hechos tristes, me eran conocidos y me hizo más llevadera la lectura del capítulo de Barcelona al identificar a muchos personajes a pesar de no tener mucho conocimiento de la realidad eclesial catalana. Si Don Marcelo se había opuesto con todas sus fuerzas a ser preconizado obispo de Astorga por considerarse en conciencia indigno para dicho cargo, no pudo revelarse mucho contra la comunicación del Nuncio a ser trasladado a Barcelona al ser un deseo explícito del Papa. Lloró al dejar Astorga y lloró al ir a Barcelona, hasta el punto de exclamar al subirse al coche en Lérida donde pararon a tomar un café cerca de Igualada, pueblo natal de Monseñor Castelltor, exclamando en voz baja pero nítida ''Ecce ascendimus Hierosolymam'' -daos cuenta de que subimos a Jerusalén'' (Lc 18, 31). Le esperaban al Prelado pucelano las pancartas de Volem bisbes catalans, lema que parece surgió de la llamada capuchinada; se lucieron los Capuchinos en Cataluña con personajes indeseables como el religioso Jordi Llimona que tanto daño hizo a la Iglesia y a Don Marcelo sin que sus superiores ni desde la Santa Sede nunca se le impusieran sanción alguna por las herejías que continuamente escribía en prensa. Me impactó lo ocurrido en el tumulto en Cornellá contra el Arzobispo (pag. 459). Don Marcelo celebró la misa dominical con la feligresía de la Parroquia de Nuestra Señora del Pilar de Cornellá qué, al no contar con templo propio se reunían en el cine Avenida para el Santo Sacrificio del Altar: un grupo de jóvenes irrumpió con pancartas y gritos contra el Arzobispo e incluso subieron al ambón para protestar haciendo uso de la megafonía contra el Prelado que para ellos no estaba con la clase obrera. Después se supo que el joven que más gritaba y se había adueñado del micrófono era un novicio jesuita de San Cugat...
Toledo, el Arzobispo que le devolvió su esplendor
Hoy no se entendería Toledo sin Don Marcelo, ni a Don Marcelo sin Toledo; falta aún bastante por salir a la luz de los frutos del pontificado de Monseñor González Martín en la sede primada y ser explicados con detenimiento, más ya se aborda en este volumen las líneas de trabajo y decisiones de los primeros años, que son la base de la realidad eclesial toledana que conocemos ahora. Se nos regalan datos muy interesantes como aquella última toma de posesión "por poderes" que hizo el día anterior a la entrada de Don Marcelo en Toledo, el entonces canónigo presidente del Cabildo Catedralicio Don José María Mansilla Gutiérrez, con el posterior ''refrendo de la toma de posesión'' que tenía lugar en el Ayuntamiento y que nunca más se ha repetido. La entrada del nuevo prelado por Illescas, con paradas en Yuncos, Cabañas y Olías del Rey, o su primera predicación desde el púlpito de la Anunciación junto a la reja de Villalpando, algo no visto desde los tiempos del Cardenal Segura. La primera visita del nuevo Arzobispo siempre se dijo que fue al Seminario a los dos días del inicio de su ministerio, pero Don Santiago nos revela que al día siguiente de llegar a Toledo lo dedicaría en buena parte a acomodarse y, especialmente, a hacer de anfitrión con las Teresianas que le habían cuidado los siete años de ministerio en Barcelona, con las cuales se desplazó hasta la localidad de Consuegra para visitar sus afamados y bellos molinos en la tarde de aquel día 24 en que también el prelado se acercó a saludar a los tres sacerdotes del pueblo. Aquellos primeros días en la Diócesis se desplazó a muchos lugares y, a menudo sin avisar, para conocer la realidad seguramente sin adornos como fue la visita al monasterio de Monte Sión el día 28 estando los monjes en plena faena agrícola. La famosa primera visita al Seminario no defrauda: aquel memorable día el arzobispo se encontró que los seminaristas estaban en ''asamblea'', y los formadores le explicaron temerosos a Don Marcelo que no dejaban entrar a los superiores. Aquel fue su primer puñetazo encima de la mesa: ¡Cuánto bien ha hecho a la Iglesia!.. Y aquella bendita amenaza de que cerraría el Seminario e irían todos a la calle. Pronto se percató el prelado del panorama desolador en que estaba la Archidiócesis y así anunció como primera medida una Visita Pastoral al Seminario, la Curia diocesana y el Cabildo Catedral. La primera cabeza en rodar fue la del Delegado Episcopal de Doctrina de la Fe y Catequesis, D. Julián Ruiz, el sacerdote rebelde que organizó una eucaristía en protesta contra el nuevo Arzobispo en el colegio de las Ursulinas en la plaza de Zocodover a la misma hora de la misa estacional de San Ildefonso con la que comenzaba su ministerio. D. Julián Ruiz que ya vivía durante la semana en Madrid y sólo estaba en Toledo el fin de semana, optó por marcharse a la diócesis Matritense al amparo de Tarancón siendo, sustituido en el cargo de Delegado de Enseñanza por D. Pedro Martín Hormigos, y siendo designado para la catequesis D. Ángel Rubio. Aquí, aunque no figure en el libro, hay que subrayar estos primeros nombramientos de Don Marcelo en dos sacerdotes queridos; el primero de ellos muy valorado por su obra ''La espiritualidad del sacerdote diocesano en los documentos pastorales del Cardenal Pla y Daniel'', y por otro lado el distinguido hijo de Guadalupe que haría su tesis doctoral en Catequética sobre San Enrique de Ossó, por indicación de Don Marcelo y que curiosamente le dirigió el profesor D. Antonio Cañizares que años después serían Arzobispo de Toledo uno y su obispo auxiliar, el otro.
El daño de la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes de 1971 queda patente también ante la prensa en las rencillas episcopales, y la actitud del Cardenal Tarancón negando haber recibido comunicación del Cardenal Wright, Prefecto de la Congregación para el Clero (pag.587) -nada nuevo bajo el sol-. Muy curioso fue el caso de la localidad de los Navalucillos, donde el párroco se quejó de que dos sacerdotes jóvenes le "puenteaban" pastoralmente hablando en el municipio, cuando en realidad estaban destinados por deseo de ellos mismos en los Montes de Toledo como titulares de las parroquias de Alares y Valdeazores uno, y Piedrascrita y Navaltoril otro; siendo trasladados por el arzobispo de inmediato el primero, D. José Mascaraque Díaz-Mingo para Cobeja como primer Cura Ecónomo, al ser erigida en aquellas fechas como parroquia, y D. Adolfo Herrera Barrigón, el otro. Ambos terminaron marchando para Madrid. D. José pasó buena parte de su vida en Moratalaz, siendo muy valorada su poesía; falleció el pasado 2023. D. Adolfo sigue en la diócesis de Madrid, donde ejerce de adscrito en una parroquia de un barrio obrero. Igualmente, muy bien abordado el falso ''problema extremeño'' que fue coreado por el sacerdote difunto D. Antonio Aradillas, y que el Cardenal estudió a fondo dispuesto incluso a ceder si hiciera falta (pag. 965)
Relación con San Pablo VI
La buena relación con Pablo VI y de la admiración de éste hacia el pucelano, salta a la vista primero por el empeño del Pontífice de enviar a Barcelona -Arzobispado que atravesaba una crisis postconciliar muy grave- al obispo de Astorga al que él, admirado, había escuchado intervenir en el Concilio Vaticano II, y al que venía siguiendo desde entonces (pag. 314). Su preconización para Barcelona empezó a fraguarse ya en las últimas sesiones del Concilio, pues en más de una ocasión -como después contarían los obispos españoles presentes- el Nuncio de España, Monseñor Riberi, sacaba de la sesión a Don Marcelo a la vista de todos para hablar en privado con él. En la reunión que tiene el ya Arzobispo de Barcelona con el Santo Padre el 10 de junio de 1968 éste pregunta a Don Marcelo por los problemas de Barcelona; aquella conversación no tiene desperdicio. El Arzobispo explica el rechazo y los ataques que sufre por grupos políticos, a lo que el Papa respondió lamentándose de que hubiera personas que no amaran a la Iglesia, comentando Pablo VI la desoladora situación de la Iglesia Universal -en aquellos finales de los sesenta- que él denomina ''toda infecionada'', queriendo decir en su español de andar por casa ''toda infectada''. Y hace una sentencia el ya San Pablo VI muy certera: ''Como después del Concilio de Nicea, todo el mundo se sintió arriano, aman la revolución, es obra del demonio''. Y sentencia el Papa ''Inimicus homo hoc fecit'' recomendando a reglón seguido a Don Marcelo que predique mucho en la Catedral exponiendo con amor las verdades de la fe. El Papa sabía que había pocos predicadores de la talla de Monseñor González Martín. El Arzobispo barcelonés le cuenta la realidad que vive el clero y el seminario de Barcelona, y cómo sería, que Pablo VI lloró para a continuación decirle a Don Marcelo que les diga que el Papa los ama, que piensa en ellos y espera mucho de ellos; que se mantengan fieles. El Papa le pregunta a Don Marcelo por los Jesuitas de Barcelona y los Benedictinos de Montserrat con preocupación; debía estar muy bien informado. Pablo VI le aclara también que fue decisión suya cambiar el orden de "la terna", y que así se lo pidió al ya difunto Monseñor Riberi, de que le insistiese en aceptar esa misión y que no se preocupara porque el Papa estaba de su parte. Su Santidad le pregunta por el separatismo de Cataluña, a lo que el Arzobispo responde ''que sería horrible mal para España''. Toma las manos a Don Marcelo con efusión y de dice que adelante, y concluye el Papa con una afirmación que personalmente creo que se ha cumplido en Monseñor González Martín al afirmar sobre la terrible situación de la Iglesia: ''igual que, en tiempos del Arrianismo, surgieron San Hilario y San Atanasio, así ahora, son necesarios santos''. El 4 de mayo de 1972 San Pablo VI recibe a Don Marcelo en audiencia ya siendo Arzobispo de Toledo, y se encuentra el vallisoletano la sorpresa de que el Papa tiene sobre su mesa su última pastoral publicada como despedida de la Archidiócesis de Barcelona: ''Amaos los unos a los otros'' (Pag. 591).
Relaciones con Franco
Como ya en su día afirmara Don Ángel Garralda, el papel de Don Marcelo fue decisivo en la resolución del caso Añoveros, como vemos aquí (pag. 671) cuando el primado de Toledo supuso la solución al mayor conflicto en las relaciones Iglesia-Estado en nuestra nación desde la II República. En la Cuaresma de 1974 una homilía del entonces obispo de Bilbao Monseñor Antonio Añoveros Ataún defendiendo la identidad propia del pueblo vasco, fue interpretada como una exaltación nacionalista y una ofensa al gobierno apenas dos meses después del asesinato del presidente de éste, el almirante Luis Carrero Blanco. La tensión provocada fue tal que se dispuso la expulsión del obispo del país, y estaba ya preparado un avión en Sondica para ello. Algunos historiadores se han empeñado en atribuir la solución de dicho conflicto a la actuación del Cardenal Tarancón, quién amenazó con la excomunión. La prodigiosa memoria nos revela que no fue así, hasta el punto de que el presidente del gobierno, Carlos Arias Navarro, comentó sobre la posible excomunión con la que Tarancón amenzaba que ''le importaba un bledo''. Tarancón no fue un intermediario válido para el gobierno; parece que en aquellos días se encontraba enfermo el arzobispo de Zaragoza, Monseñor Pedro Cantero Cuadrado, por lo que Don Marcelo fue finalmente la persona a la que la mayoría de prelados españoles señalaron como el único capaz de solucionar el entuerto. Después se supo que las palabras que el Arzobispo le dirigió a Franco no sólo le emocionaron, sino que el mismo jefe del Estado las utilizaría en la reunión del Consejo de Gobierno en que debía de ser votado si se expulsaba o no del país al obispo de Bilbao. Don Marcelo fue muy sencillo pero tajante: ''Excelencia, en España hay 23.000 sacerdotes. De ellos... habrá mil, acaso menos, que crean dificultades, pero hay más de 22.000 en toda España que están trabajando muy bien, sirviendo a la Iglesia y a España de una manera ejemplar y con gran provecho para las gentes más pobres en los lugares más difíciles, donde no ha podido llegar la labor del Estado''.
Otros temas de interés son los relacionados con la presentación de obispos al gobierno y su placet o negativa en los traslados, que también afectó a Don Marcelo. Por ejemplo, en 1971 en la capilla ardiente de Monseñor Morcillo, el Nuncio Dadaglio le dijo al de Villanubla, que entonces era Arzobispo de Barcelona, que era deseo del Papa que asumiera la sede de Madrid-Alcalá. Finalmente el gobierno no dio el placet a tal ascenso (pag. 728). Muy interesante lo que se da a conocer sobre el indulto de 1975 (pag. 720), sobre la muerte de Franco y el tema de los funerales (Pag. 734), o sobre la reliquia de la mano de Santa Teresa de Jesús (Pag. 739). No perdamos tampoco de vista la renuncia del prelado a ser Consejero de Estado.
Curia Vaticana
En cuanto a las relaciones con la Santa Sede, me llamó la atención el buen ojo clínico que tuvo desde un primer momento el de Villanubla con monseñor Giovanni Benelli en aquel 1969 siendo sustituto de la Secretaría de Estado Vaticana sobre Don Marcelo. Según se afirma en la página 502 del libro ''empezó a recelar por algunos detalles que percibió en las conversaciones que mantuvo con él''... Cuando en 1972 muestra su deseo en el Vaticano de que un grupo de Jesuitas que yo definiría auténticamente de San Ignacio, formaran comunidad en Toledo para la enseñanza en el Seminario, los renombrados P. Mendizabal, P. Aldama, P. Pozo, P. Solano y Padre Nicolau. Benelli, como se muestra en la página 593 parece jugar a dos bandas como muestran las notas ''pro memoria'' de Don Marcelo, donde escribe: ''Mucha efusión. Que yo debo ser centro de unidad, que los grupos no me influyan (...) Jesuitas en Toledo, que mirarán. Que el Papa es muy respetuoso con la Compañía de Jesús, que puede molestar a algunos, si interviene''... En aquella conversación ocurre más de lo mismo cuando sale a relucir el nombre de Monseñor Guerra Campos, al que en un primer momento Benelli viene como a echar en cara a Don Marcelo su apoyo y defensa del obispo auxiliar de Madrid para, tras escuchar al Arzobispo español, darle a conocer las valías de Don José Guerra. Interrumpe Benelli la conversación como consta en las notas de González Martín: ''en frases laudatorias de Guerra''. En aquella primera visita del Arzobispo de Toledo al Vaticano en mayo de 1972 entre los asuntos que llevaba el Primado para abordar en la Ciudad Eterna, estaba salvar el Seminario Menor de Comillas, cuando ya se sabía que el Mayor se cerraba para ser trasladado a Madrid. Este intento fue súplica del recordado P. Luis Penagos S.J. profesor de Latín de Comillas que acude al que fue su alumno y hoy Arzobispado de Toledo pidiéndole ayuda. Don Marcelo aborda la cuestión en los dicasterios vaticanos con el P. Arrupe en la Casa Generalicia de la Compañía de Jesús, y hasta con el mismísimo Pablo VI sin éxito. Los Jesuitas ya tenían decidido terminar con el Seminario de Comillas. En las páginas 591 y 592 vemos cómo aborda el Primado de España este tema con Pablo VI que parece que alguien le ha prevenido contra el intento de Don Marcelo de entrometerse en el gobierno de la Compañía de Jesús, en opinión de muchos favoreciendo la formación de una comunidad de Jesuitas no progresistas en Toledo. De entrada el Santo Padre elogia a Don Marcelo aclarándole que su traslado fue decisión personal suya para librarle del sufrimiento de Barcelona, honrándole al tiempo con la sede primada como gesto de confianza. Abordan el tema de los Jesuitas explicando el arzobispo de Toledo que el día anterior se había reunido con el P. Arrupe. El Papa afirma de Arrupe que ''es persona buena pero con actitudes incomprensibles, desde aquí se le ha dicho y señalado lo que debe de hacer''. Pablo VI da entender que no apoya a Arrupe, pues favorece la constitución de grupos no fieles a la autoridad de la Iglesia. Afirma el Pontífice que ''se deja influir por todas las tendencias nuevas y disconformes''. Parece que comprende Pablo VI el deseo de ese grupo de Jesuitas que quiere vivir conforme al espíritu ignaciano auténtico: obediencia, fidelidad al magisterio. Queda patente la fidelidad y amor de Don Marcelo a la Iglesia en el trato exquisito que mantiene con todos los Nuncios que tuvo España desde su consagración episcopal; en este libro salen a relucir sus relaciones con Monseñor Ildebrando Antoniutti, Monseñor Antonio Riberi, Monseñor Luigi Dadaglio y Monseñor Antonio Innocenti. Faltan aún tres que todavía no han salido a escena: Palazzini, Casarli y Villot (Pag. 589).
Digno de mención el aprecio, estima y cariño del Cardenal González Martín por el querido Monseñor Don José Guerra Campos, modelo de pastor sabio y santo; queda reflejada la defensa de sus valías, la explicación de sus posturas y el interés de Don Marcelo porque este egregio prelado fuera obispo residencial de alguna sede por humilde que fuera (Ver páginas 559 , 597 o 599).
Don Santiago Calvo con su infalible memoria relata cómo tanto Don Marcelo como él mismo se vieron involucrados sin pretenderlo en la elección de Fray Carlos Amigo Vallejo para el arzobispado de Sevilla. Relata el secretario del arzobispo de Toledo cómo en enero de 1982 el Cardenal Bueno Monreal sufrió una trombosis estando en Roma que le dejó medio cuerpo paralizado. Y poco después, el 15 de marzo, telefoneó Monseñor Martínez Somalo -que entonces era sustituto de la Secretaría de Estado- desde Roma preguntando por Don Marcelo. Don Santiago le explicó que el Sr. Arzobispo había ido a celebrar la misa al seminario y que se quedaría a desayunar con los seminaristas. Y Martínez Somalo le indicó que necesitaba saber algo antes de las 10 de la mañana en la que comenzaba una reunión. Y su pregunta era si Fray Carlos Amigo Vallejo había sido discípulo de Don Marcelo en la Universidad de Valladolid; duda que Don Santiago le despejó inmediatamente al explicarle que efectivamente Don Marcelo había explicado religión en la Universidad de Valladolid, primero en la facultad de Medicina, donde tuvo como discípulo a Carlos Amigo, y después en Derecho (pag. 113).
Un acontecimiento doloroso fue el ataque del periodista Emilio Romero en su programa de televisión en horario de máxima audiencia, donde atacó e insultó al entonces arzobispo de Barcelona por su pastoral sobre el trabajo. Once años después dio Don Marcelo una conferencia en el club Siglo XXI de Madrid en la que estaba presente Romero, que por esas fechas ya sólo era un columnista del periódico "Ya". Romero preguntó al Primado: ''¿No cree usted que los obispos de hoy -no lo digo por usted-, que criticaban tanto las leyes del tiempo de Franco, son demasiado mansos y condescendientes con lo que hacen los políticos actuales?''. El primado le respondió brillantemente sin pasarle factura, pero sí le recordó entre otras cosas el incidente (pag. 532).
Vetado para ser Arzobispo de Madrid ''Currant aquae...''
El 30 de mayo de 1971 falleció el arzobispo de Madrid-Alcalá, Monseñor Casimiro Morcillo. El día de las exequias el Nuncio Dadaglio le dijo a Don Marcelo: ''Ahora tenemos que trabajar para que venga usted a Madrid; lo he hablado con el Santo Padre y me ha encomendado que lo prepare todo en este sentido''. El entonces arzobispo de Barcelona, con su estilo tan castellano le manifestó que no le hacía ninguna gracia ese traslado, pues en su opinión suponía ''salir de tormenta y meterse en nublados'', a lo que añadió: ''Currant aquae...'' (que corran las aguas). El día de la Asunción de ese año se trasladó desde su descanso veraniego en Ávila para ordenar a treinta sacerdotes del Opus Dei en Madrid, entre los que estaba Fernando Ocáriz, hoy prelado del Opus Dei. Allí recibió una confidencia de parte del Consiliario Nacional del Opus en España, Don Florencio Sánchez Bella, quien le informó de forma confidencial que sabía por su hermano -que era Ministro de Información y Turismo- que en el Consejo de Ministros del viernes anterior se había aprobado que fuese nombrado arzobispo de Toledo. Aquello le dolió a Don Marcelo, aunque jamás lo manifestó, pero evidentemente que te consideren inapropiado para un lugar, que te digan que vas a una diócesis por una persona ajena a todo y te enteres que te han cambiado el destino como quien dice a última hora, no debe de ser plato de gusto. Pero él seguía con su coletilla ''Currant aquae...'' (que corran las aguas). En un artículo en ABC el sacerdote Santiago Martín, con motivo de los setenta y cinco años del arzobispo de Toledo explicó con delicadeza aquella maniobra político-eclesial: ''González Martín tuvo que dejar Barcelona, y el Papa Pablo VI tuvo que convencer al Cardenal Tarancón para que aceptase abandonar Toledo y dejarle el puesto al que venía de Cataluña. Esta operación sirvió, con todo, a los designios del Papa Montini, que quería tener a Tarancón en Madrid y que a la vez no deseaba de ningún modo herir a González Martín, consciente de lo mal que lo estaba pasando en Barcelona''. Mesquida puntualizaría a Santiago Martín utilizando una confidencia del cardenal Dadaglio: ''Yo propuse al doctor Jubany para Barcelona, y a Don Marcelo para Madrid. El Papa Pablo VI lo aprobó, pero el gobierno de Franco se opuso a Don Marcelo porque era demasiado progre y, como el cardenal Tarancón se había hecho muy amigo de Doña Carmen Polo de Franco, en la época que fue arzobispo de Oviedo, Don Marcelo fue a Toledo, y el Cardenal Tarancón a Madrid'' (pag. 541).
Tampoco los comienzos en Toledo fueron días de vino y rosas, hubo muchos problemas que afrontar y el ambiente no era especialmente sosegado, basta ver la plenaria del Consejo Presbiteral de octubre de 1973 en que el clero más avanzado y progresista trató de marcarle la pauta a Don Marcelo. El Arzobispo se mantuvo firme en sus convicciones y provocó la renuncia del Delegado Episcopal de Cáritas, Agustín Lozano, quien abandonó la Diócesis incardinándose en otra donde era obispo un amigo suyo. Apareció a los pocos días un texto llamado ''Romance de lobos'', donde en versos irónicos se abordaba el caso del cese de los consejeros. Al poco tiempo se supo que el autor había sido el párroco de Los Navalmorales, Don Jesús Fernández (Pgs. 664ss).
Algunas de sus brillantes enseñanzas
''Hemos sido ordenados para predicar a Jesucristo y perpetuar la celebración de su Santo Sacrificio. Esto es lo nuestro. No otra cosa. No somos políticos, ni sociólogos, catedráticos, periodistas, poetas o investigadores...; somos ministri Christi et dispensatores mysteriorum Dei (ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios). Lo sagrado es nuestro campo, la oración nuestro lenguaje; los sacramentos nuestra fuerza; la palabra de Dios y su gracia, nuestro tesoro; las virtudes sobrenaturales, nuestro objetivo inmediato; la Iglesia santa, nuestro amor (...) Una vida sacerdotal que no ponga en primer término de sus anhelos y preocupaciones la gloria de Dios y la exaltación del misterio de Cristo, es una vida fracasada''. (Pag. 253 de la Carta Pastoral ''El Porvenir espiritual de nuestra Diócesis" de 23 de mayo de 1963)
Gran aportación sobre la misión del Sacerdote en relación a la pastoral obrera y del trabajo, y los actos que los sindicatos y grupos de izquierdas organizan el 1 de Mayo (ver pag. 372). Sobre la teología de la liberación: Don Marcelo analiza a la perfección el mal que esta corriente implicaba en una ponencia que dio en el Seminario de Toledo en Junio de 1973 titulada ''Riesgos y superación del clericalismo y democratismo''. En unas jornadas para educadores en la fe tuvo una reflexión clarividente que también es aplicable a los defensores de la teología de la liberación: ''la necesidad de formarse en el conocimiento de la vida de Jesucristo y la doctrina de la Iglesia, sin quedarse únicamente en decir que la religión es vida, sino insistiendo que precisamente es vida, porque en la Revelación cristiana está la propia persona de Jesucristo: el gran hecho revelado, el Cristo Hijo de Dios, que se nos ofrece para que sea vida nuestra'' (Pag. 633/ Talavera de la Reina el 8 de Agosto de 1973)
Ante la crisis litúrgica a finales de los sesenta en Barcelona: ''Misa cantada, en latín y en gregoriano. ¿Qué tiene esto de particular? Pues y diría que nada, que es algo normal, sencillo, querido por la Iglesia de hoy, por el Papa Pablo VI, por los obispos del mundo. He tomado yo esta iniciativa y me gusta manifestarlo así. Yo he llamado a algunos sacerdotes para decirles con toda normalidad sin dar ninguna otra significación a mis palabras: «Vamos a procurar que haya en las parroquias de Barcelona cada cierto tiempo al menos, una Misa Solemne en latín y con canto gregoriano»'' (Pag. 404/ Reunión con la Comisión Diocesana de Música Litúrgica de Barcelona 1968)
Sobre el secularismo: ''Esta España nuestra empieza a recorrer nuevas etapas en su largo y secular camino del que tantas piedras se han puesto aquí ¡en Toledo! Que no se olvide de Dios y no confunda el progreso y la libertad con un secularismo tan triste como la losa de una sepultura sin cruz. No me refiero ni siquiera a la Iglesia, ni a nada relacionado con sus estructuras o digno de consideración en las relaciones con la misma. Sólo hablo de Dios, del que me parece que hay demasiad silencio en los programas de los hombres. Perder el sentido religioso de la vida es caer en la más profunda miseria. « Si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los que quieren edificar»'' (Pag. 799/ Saludo en la Visita de los Reyes de España a la Catedral Primada el día 25 de Noviembre de 1976)
Sobre la comunión en la mano comenta con dolor: ''A veces da verdadera pena ver al sacerdote obrando precipitadamente, y a los fieles alargando la mano como si se tratara de coger un objeto cualquiera (...). No obliguen jamás a los comulgantes, como dice la notificación, haced una catequesis, cuantas veces sea necesario, para que obren con toda dignidad en ese momento tan importante de su vida de fe y de piedad''. (Pag 772/ Nota Boletín del Arzobispado de Toledo en Octubre de 1985)
Sobre los sacerdotes difuntos afirmó Don Marcelo que su recuerdo y ejemplaridad estimulan fuertemente el esfuerzo por la propia santificación y los afanes de apostolado. ''Por el sacerdote que muere son pocos los que oran. No suelen tener familia, y esto les pone, después de su tránsito, en peor condición que a los seglares'' (Pag. 892/ Reunión con los sacerdotes de Toledo en la Parroquia de San Nicolás de Bari)
Su obra llega hasta nosotros por dar la vuelta al dicho de ¡Es la hora de los laicos!
La gran obra de Don Marcelo que ha llegado hasta nosotros fue sin duda el Seminario, aquella provocativa pastoral con un título tan llamativo ''Un Seminario nuevo y libre'' sigue hoy siendo faro para la formación sacerdotal. El entonces sucesor de San Ildefonso supo interpretar como nadie las líneas del Concilio Vaticano II aplicándolas de manera fidelísima en la diócesis primada, donde tuvo claro que el eje vertebrador debía de ser la vida sobrenatural, como afirmó el obispo de la prelatura de Moyobamba en el duodécimo aniversario de la muerte de Don Marcelo, sobre el Seminario: ''en él se cultiva todo lo que favorece el desarrollo de las virtudes específicas y singulares del futuro sacerdote: la oración personal y litúrgica, el silencio, la profunda piedad eucarística, el culto y la devoción a la Madre de los sacerdotes, la obediencia amorosa a los pastores, la fraternidad sincera, la castidad y la pureza de costumbres...'' . También Don Braulio Rodríguez Plaza, por el secreto del florecimiento vocacional y la perseverancia del clero toledano, respondió que se debía a Don Marcelo, quien en 1973 cuando tantos seminarios se cerraban y agrupaban, comentando algunos que ya no eran tiempos de seminarios, sino de los seglares, el entonces arzobispo de Toledo afirmó: ''precisamente por ser la hora de los seglares, hay que fomentar los seminarios, para que salgan sacerdotes que, con su vida ejemplar y su trabajo ministerial, ayudarán a los seglares a vivir en fidelidad y entusiasmo las exigencias de su bautismo (pag. 642). El cardenal Francisco Álvarez Martínez en declaraciones a La Nueva España (Oviedo) al día siguiente del entierro de su predecesor en la sede de San Ildefonso dijo: ''Levantó nuestro querido seminario de Toledo, habiéndolo encontrado vacío; lo levantó de sus cenizas'' (pag. 643). En el Archivo Cardenal González Martín, se conservan numerosas cartas donde se constata la felicitación y aprobación de la Santa Sede por la línea tomada en Toledo en relación a la pastoral vocacional. A finales de 1981 es el Prefecto de la Congregación para la Educación Católica, el cardenal William Baum, quien reconoce los datos tan optimistas de la última relación quinquenal: ''Deseamos asimismo expresarle nuestra satisfacción y estímulo por cuanto se ha hecho y continúa haciéndose en esa iglesia local''. A finales de enero de 1982 será el Prefecto para la Congregación de los Obispos, el cardenal Sebastián Baggio, quien felicita a Don Marcelo: ''Le manifiesto mi gozo por lo que se refiere a la pastoral vocacional'' (pag. 661). En los años de pontificado de Don Marcelo siempre que se le quiso obsequiar con un regalo creo que estaba perfectamente claro que lo que a él más le agradaba eran las ayudas al seminario; en otras ocasiones fue el mismo Arzobispo quien pedía ayuda, como por ejemplo en 1977 al cumplirse el centenario del cardenal Pla y Deniel, cuando rogó generosidad y pidió colaboración para ''procurar que no nos falten sacerdotes para esta España que se va descristianizando sin darnos cuenta''. Sólo del presbiterio diocesano se lograron 850.000 pesetas para fundar una beca a perpetuidad para el Seminario que llevara el nombre Cardenal Pla (pag. 977).
Su alma profundamente espiritual
La sinceridad de los autores refleja la sinceridad de Don Marcelo, que no tenía doblez, por ello quien haya profundizado en las relaciones de la Santa Sede y la Iglesia en España, o la realidad opuesta entre San Juan Pablo II y Tarancón, verá aquí que es como escuchar dos campanas y dos campaneros; no hay sorpresas para bien o para mal, sino la pura verdad. En la participación de los prelados españoles en el III Sínodo de los Obispos en Roma de 1974 se observa cómo el Cardenal Tarancón no se mostraba precisamente sinodal, sino que quería imponer su criterio quizás con la influencia del popularmente llamado ''su mano izquierda'', el hábil secretario particular y Pro Vicario General de Madrid-Alcalá, el P. José María Martín Patino S.J. al que Don Vicente trató de promover para el cargo de Obispo Auxiliar sin éxito; mérito que sí logró el Cardenal Rouco con el P. Juan Antonio Martínez Camino S.J. décadas después. Don Santiago Calvo transcribe unas notas de la agenda-diario de Don Marcelo que reflejan la fidelidad del Arzobispo de Toledo hacia el criterio común de sus hermanos en el episcopado, así como sus reticencias a las maniobras que Don Vicente Enrique y Tarancón junto a su secretario que llevaban entre manos. Anota el Cardenal de Villanubla: ''25 de Septiembre, hacemos un buen viaje en avión. Tanto en Barajas como en Fiumicino nos atienden muy bien. A la 1 1/2 en Roma. 26. A las 11, por la mañana, en el Colegio Español, los españoles. Está ¿cómo no? el Padre Patino. Se discute cómo presentar lo de la Conferencia Episcopal Española en la primera parte. Acordamos que lo haga el Cardenal Tarancón. Insisto en que debemos ser fieles a lo que haya dicho la Conferencia'' (Pag. 681 y ss.).
Se sentía un gran deudor de la buena formación que había recibido por parte de la Compañía de Jesús, por eso siempre tuvo una relación muy fluida con venerables jesuitas de renombre como el P. Eduardo Rodriguez S.J. -misionero popular-, el P. Miguel Nicolau S.J. -profesor de teología- o el P. Hermenegildo Val S.J. -misionero en Hispanoamérica- (Pag. 941).
Muy interesante la información que se aporta sobre el Opus Dei, personalmente estoy convencido de que el día de mañana se sabrá más según se vayan desclasificando tanto los documentos de la Santa Sede como vayan viendo la luz los documentos aún inéditos del Archivo González Martín. Sabemos que Don Marcelo escribió numerosos informes de gran valor a petición de la Santa Sede, uno de ellos sobre la situación de la Iglesia en España que fue entregado por él mismo al Papa San Juan Pablo II en audiencia privada, donde hablaba de una oposición sistemática hacia los sacerdotes del Opus Dei. Muchos opinan que la intervención del arzobispo de Toledo fue decisiva para la creación de la Prelatura personal. Llama la atención que tuvo que ser redactada en el Vaticano la nota oficial que debería dar la Conferencia Episcopal a todos los obispos sobre la erección del Opus Dei como prelatura personal, siendo entonces Don Gabino Díaz Merchán el presidente de la C.E.E. En otra carta a San Juan Pablo II en 1982 nos da Don Marcelo algunos detalles interesantes: ''es aquí en el país en que ha nacido, donde encuentra más dificultades''...''Pero no hay razón seria alguna para que los obispos se opongan a la acción apostólica de los sacerdotes del Opus Dei''. Y sobre estos obispos parece dejar caer la siguiente reflexión: ''Los que les atacan, deberían pensar en el desorden y deficiencias, muy notables, de los grupos que ellos toleran y aprueban'' (ves páginas 715 y siguientes).
Sobre las polémicas levantadas contra la beatificación del fundador del Opus Dei, afirmará Don Marcelo en la primera celebración litúrgica en honor al Beato en la parroquia de Santiago el Mayor de Toledo lo que sigue: ''Me han parecido muy innobles ¡las observaciones atacantes. Tampoco trato ahora de ponderar las respuestas que se daban. Solamente quiero referirme a algo que ha estado a la vista: la dignidad con que, casi siempre dentro del silencio, los sacerdotes y personas del opus dei se han mantenido en medio de esa furia inconcebible de tantos atacantes'' (pag. 725).
Su profunda devoción a la Santísima Virgen y su promoción del culto a la Virgen del Sagrario (pag. 774) o a Nuestra Señora de Guadalupe, de cuya devoción fue un gran promotor como se reflejó no sólo en el cariño que la localidad y los franciscanos del Santuario le profesaron siempre, como muestra el título que le concedió el Ayuntamiento de Hijo Adoptivo de la villa y puebla de Guadalupe en 1982. Pero Don Santiago nos revela una anécdota digna de ser narrada, como fue el accidente que sufrió el 8 de septiembre de 1993 cerca de Calzada de Oropesa, junto al límite con la provincia de Cáceres, donde debido a estar inundanda la vía por la lluvia torrencial que caía en ese momento sin parar, el coche del Arzobispo se salió de la carretera estrellándose contra el petril que separaba la calzada de un peligroso barranco. Don Marcelo siempre vio en aquel acontecimiento la mano de su Madre Morenita de las Villuercas, que lo salvó (pag. 974). Qué decir de su corazón josefino (pag. 789) y su interés por dar a conocer los ejemplos de la santidad toledana, como las de Santa Beatriz de Silva y la Beata María de Jesús López de Rivaz (pag. 779), o la figura de Teresa Enríquez, "la loca del sacramento" (pag. 785). Su relación con la Madre Teresa (pag. 884) y su alusión a ésta y al CETE (pag. 708). O su relación con San Josemaría Escrivá (pag. 715). Es enternecedor el amor de Don Marcelo a la Vida Consagrada y las valiosas enseñanzas que les legó, en aras de un auténtica aplicación del Concilio Vaticano II a sus vidas. Ahí está su acompañamiento directo al nacimiento de la Fraternidad Reparadora en el Corazón de Cristo, como se recoge en la pagina 850; su cercanía con la fundación de una comunidad de Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en el pueblo de Sonseca (Pag. 873), o su cercanía para con las monjas de clausura de Casarubios del Monte, entre las cuales hubo unas cuantas afectadas en 1986 por el "síndrome del aceite de colza" (Pag. 810). A lo largo de toda la obra sale a relucir el cariño hacia los Operarios Diocesanos, en especial por el mártir Don Pedro Ruiz de los Paños; su cariño al Maestro Ávila (Pag. 907) o su amistad con el Venerable José María García Lahiguera y sus Operarias de Cristo Sacerdote, y su apuesta por la fiesta litúrgica de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote (Páginas 896 y 901). En su correspondencia sale a relucir su amistad y admiración hacia la figura del gran maestro de espiritualidad, el sacerdote Don Juan Esquerda Bifet (Pag. 525).
Creo que en el libro queda patente también el buen olfato de Don Marcelo respecto a personalidades eclesiásticas de las que hoy sabemos más cosas, y que confirma la desconfianza del primado hacia muchos de ellos. Por poner un ejemplo, ahí está el cardenal Sebastiano, cuyo cese como Prefecto de la Sagrada Congregación para los Obispos por parte de San Juan Pablo II se debió, según el padre Charles Murr, a una la investigación canónica encargada por Pablo VI a Edouard Gagnon, donde quedaba probada su su pertenencia a la masonería. De estas páginas se interpreta que no había "feeling" entre ambos cardenales, y con los datos que ahora poseemos era imposible que lo hubiera.
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