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Las redes sociales, una asignatura pendiente. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) He leído con atención la reflexión que sobre redes sociales, con el título “Hacia una plena presencia”, nos acaba de ofrecer el Dicasterio para la comunicación.

No. No voy a hacer un resumen. Mayorcitos somos y bien podemos cada uno leer y sacar las propias conclusiones. Yo apenas quiero aportar algunas consideraciones sobre el particular desde mis años de bloguero y presencia en redes.

Hoy lo que no está en la red simplemente no existe. Diría más: lo que no está en la red y lo que no está en formato red no existe. Por ejemplo, el mismo documento que acaba de presentarse. Dieciocho páginas seguidas en el mundo de los caracteres limitados para una frase. Otras veces nos empeñamos en ofrecer preciosos videos de ocho o diez minutos en la era del TikTok. No terminamos de comprender el funcionamiento del medio.

Dicho esto, las cosas que podemos aportar y que en el documento se observan son verdades de perogrullo: que las redes son importantísimas, que se puede hacer un gran bien -y un gran mal-, que son un medio de evangelización, que hay que ser prudentes y fieles al magisterio y no convertirlas en medio de ruptura de la comunión eclesial y que, por supuesto, mejor el cara a cara.

Mucho habría que decir de la presencia católica en la red, y especialmente a los que aquí llegamos desde nuestra condición de sacerdotes, religiosos, laicos comprometidos. También va para los obispos.

No se pueden poner puertas al campo. Internet no hay quien lo controle, no siendo los chinos y no del todo. Las cosas se saben y no hay manera de ocultar ni lo bueno ni lo malo. Hoy cualquiera fotografía, graba, se entera. Por tanto, la primera prudencia y esencial es andarnos con mucho cuidado con lo que hacemos y decimos, porque aquí todo se sabe, y si alquien comete alguna fechoría es imposible pedir discreción con la cosa de la comunión eclesial.

A todos nos importa la comunión eclesial, por supuesto, pero esta comunión no se rompe por lo que se publica, sino por lo que se hace o consiente. Por ejemplo, si un obispo dijera que Cristo no está realmente presente en la Eucaristía y lo contara un servidor, a ver quien rompe la comunión eclesial.

Abundando en este tema, cada palo aguante su vela. Lo que hagan los laicos es más difícilmente controlable, pero con sacerdotes y religiosos lo tienen muy fácil. Basta que nuestro obispo nos retire las licencias para predicar y escribir en las redes. Igual los religiosos. Por tanto, si hay presencias de clérigos y religiosos en las redes que suponen un peligro para la sana doctrina, lo tienen fácil.

Dicho esto, pienso que los obispos tienen una grave responsabilidad en lo que corrigen y toleran, pero también en lo que escriben, lo que publican, lo que alientan y lo que apoyan con su presencia, sus quereres y sus doblones.

Y una última cosa. La gente acude a la parroquia que quiere, se conecta a los portales que prefiere y sigue a los blogueros que mejor le caen. Curiosamente, mientras las páginas y los canales de las diócesis y hasta de la propia conferencia episcopal languidecen, portales como este van viento en popa. Háganselo mirar. Medios diocesanos llenos de profesionales con buenos sueldos son la nada mientras que otros, como Infocatólica, que se debate entre la sobriedad y la austeridad, aumentan de lectores cada día.

Sigo pensando que las curias no saben lo que es el mundo digital. Curiosamente a los que estamos dentro de este mundo y con un cierto seguimiento no nos preguntan, o preguntan solo a algunos. El resultado, en cualquier caso, escasito.

martes, 30 de mayo de 2023

Mensaje para la Jornada “Pro Orantibus” 2023

Generar esperanza

Para quienes tratamos de vivir con los ojos abiertos ante la realidad que nos circunda y de la que formamos parte, no es difícil encontrar motivos para la tristeza y la desazón: amanecemos cada día con noticias de violencia, injusticia, egoísmo, exclusión, pobreza y sinsentido. También a una escala más personal, al mirar con sinceridad nuestro interior y el conjunto de nuestras relaciones, nos topamos con heridas y sinsabores que pueden ir sumiéndonos poco a poco en un desaliento paralizante. Existen, además, dinamismos sociales y actitudes individuales que fomentan nuestra rendición desesperada ante el avance de las tinieblas, formas de vida que nos hacen creer que esta realidad sombría es la única o la más poderosa, aquella que termina por imponerse cuando decaen nuestras mejores intenciones.

Normalmente, esta percepción amarga se agudiza a medida que avanzamos en años y en experiencia, pero en nuestros tiempos parece haber contagiado incluso a los más jóvenes, entre quienes también se detectan altas dosis de desmoralización y abatimiento, e incluso un preocupante aumento de suicidios. Precisamente a ellos, a los jóvenes, se dirige con frecuencia el papa Francisco para instarlos vivamente a la esperanza, que despierta en nosotros cuando somos capaces de mirar la realidad más allá de la hojarasca de la historia, en su raíz primera y su horizonte último, que son los de Dios.

Así, por ejemplo, en su viaje apostólico a Cuba, en 2015, el papa habló de esta manera a los jóvenes que tenía delante, para hacer resonar en todo el mundo una llamada a la esperanza cristiana arraigada en el deseo profundo de una vida en plenitud: «Invito a la esperanza, que “nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. […] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna”. Caminemos en esperanza» (Fratelli tutti, 55).

Leídas a la luz de la Jornada Pro Orantibus 2023, estas palabras vibrantes del mensaje de Francisco a los jóvenes cubanos —recogidas años después en la encíclica Fratelli tutti— pueden ayudarnos a reconocer, celebrar y orar por aquellos hermanos y hermanas que, abrazando la vida contemplativa, alientan nuestra esperanza y la requieren. En su luminoso horizonte está «generar esperanza». Por una parte, ellos y ellas, al renunciar al espíritu mundano y entregar radicalmente la vida «a querer tocar lo grande […], la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor», se convierten en parábola de la esperanza última para la Iglesia y para toda la humanidad.

Desde su vocación particular, los contemplativos encarnan y dan a conocer esa esperanza que, más allá de optimismos y pesimismos, asienta nuestra historia en lo más profundo de la realidad, en el corazón de Dios Trinidad que ha creado este mundo por pura liberalidad, lo acompaña con suave providencia, lo salva a través de la entrega amorosa de Jesucristo, lo ilumina y alimenta por medio de la Iglesia y lo recreará al final de los tiempos en la gloria de los santos. La esperanza que brota de la fe en la realidad última de Dios se hace carne cotidiana en cada convento y monasterio, allí donde se cultivan la oración y la celebración que abren a la hermosura de la Trinidad; la fraternidad y la reconciliación, que generan relaciones nuevas; la hospitalidad y la caridad, que ensanchan la misericordia para con todos; el trabajo y el descanso, que unen el propio esfuerzo al don divino. Así, cuantos caminamos tratando de dar respuesta a la sed de una vida lograda en medio de tantas desdichas agradecemos el testimonio de la vocación contemplativa, que se goza en buscar y esperar cada día al Señor que viene para que todos tengamos vida, y vida en abundancia; para que tengamos esperanza.

Al tiempo que genera y nos regala un bello canto de esperanza contra el mal y el sinsentido, la vida contemplativa aguarda de nuestra parte aliento para el camino. En este sentido, los contemplativos también lanzan su mirada al resto del pueblo de Dios, deseando recibir los dolores y las alegrías de este mundo para poder esperar por todos y con todos. Por eso, en esta Jornada Pro Orantibus que cada año se nos regala, no dejemos de acercarnos, si tenemos ocasión, a nuestros hermanos y hermanas contemplativos, con el fin de compartir entre todos los consuelos y las fatigas de los hombres y mujeres de esta tierra. Comprometámonos juntos en la misión de generar esperanza donde haga más falta, donde más urgente sea el anuncio del Señor resucitado. Y recemos también por ellos, para que puedan recibir el sostén de nuestra plegaria sincera ante Dios y se vean apoyados en su deseo de peregrinar sin desfallecer a la luz del rostro del Señor. De este modo, como decía santa Teresa de Jesús, quienes se han entregado a la esperanza con audacia y reciedumbre, seguirán encontrando en Dios su baluarte y ofreciendo a todos la única cura capaz contra el desaliento, pues «el mejor remedio es esperar en la misericordia de Dios, que nunca falta a los que en él esperan. Sea por siempre bendito, amén» (santa Teresa de Jesús, Moradas VI,1,13).

Feliz y esperanzada Jornada Pro Orantibus en la Solemnidad de la Santísima Trinidad.

Obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada

lunes, 29 de mayo de 2023

Homilía domingo de Pentecostés. Ordenaciones sacerdotales 2023


Impresiona siempre la escena de aquellos primeros cristianos que se repetía con frecuencia en los días siguientes a la muerte de Jesús. Era comprensible que tuvieran miedo, y no lograban borrar de su memoria el desenlace tenso y violento que terminó con el Maestro en el Calvario. Ellos, andaban inseguros, sospechaban de cualquiera, y la redada temida proyectaba una sombra triste y preocupada. Así se entiende que anduviesen encerrados a cal y canto por miedo a los judíos.

Hoy celebra la Iglesia el final de la pascua: es la fiesta de Pentecostés. Aquellos asustadizos y fugitivos discípulos, fueron convocados por María, pero se dio un cambio profundo: no se trataba de apuntalar el búnker a prueba de incursiones malhadadas, ni de esconder más el zulo para disimular allí su miedo, o de construir una trinchera por la que escapar ante el aviso de llegada de los que mataron al Señor. María les propuso otra cosa: orar. Era una manera de aquilatar la espera que se torna en esperanza, para acoger el cumplimiento de una promesa que les hizo Jesús: el envío del Espíritu Santo. Necesitaban su sabiduría, su inteligencia, su consejo, su fortaleza, su ciencia, su piedad y su santo temor de Dios. Eran los dones que pondrían en sus corazones y en su mirada, un modo nuevo de vivir las circunstancias.

Un viento huracanado abrió de par en par aquellas ventanas y puertas selladas por el miedo y ventiló los temores mojigatos. Un fuego hermano vino a ponerse sobre sus cabezas como llamas cálidas que derretían el frío helado con el que daban vueltas a su fantasía espantosa. En aquel momento estaban en aquella plaza grande de Jerusalén, junto al cenáculo de su escondrijo, todos los pueblos conocidos y todas las lenguas habladas. De pronto, los “finisterres” perdieron la frontera de la distancia y la aduana de la indiferencia, y puestos en medio cantaron las maravillas de Dios que todos comprendían, cada cual en su idioma materno.

A través de la historia, cada generación cristiana está llamada a esa misma aventura espiritual: salir de lo que nos encierra en los miedos cobardes o nos inhibe en la cómoda y estéril mediocridad, y salir a la plaza pública para dar el testimonio de la Buena Noticia de Jesús llenando de alegría la ciudad. Esto que ocurrió hace dos mil años, sucede esta tarde entre nosotros también con un Pentecostés inédito y renovado.

Como desde hace tanto tiempo en nuestra archidiócesis ovetense, el día de Pentecostés es un día de sagradas órdenes, donde son consagrados los nuevos sacerdotes. En estos días mucho he recordado aquellas horas en las vísperas de mi ordenación sacerdotal. Se me venían a la mente los nervios de la emoción de algo demasiado grande y desbordante, la incertidumbre ante todo lo que luego vendría y que aún estaba por escribir, un sano temor que me hacía humilde al pensar si estaría a la altura de la llamada y la misión recibida. Todo un largo itinerario que se concentraba en ese momento cuando delante del obispo y mis superiores franciscanos debía balbucir mi sí sincero y contrastado, rodeado de tanta gente querida que me sostenía y acompañaba. Según os miro ahora a vosotros, queridos hermanos José María, José Javier, Steven, Andrés, Alfonso y Jesús, me veo en aquel momento similar hace 37 años en aquella parroquia madrileña cuando yo estaba donde ahora estáis vosotros.

No habéis tenido que hacer una labor de blanqueo en vuestra biografía para pulir una coherencia impoluta que pueda haceros acreedores de la gracia sacerdotal. Si fuera así, seríais vosotros los que conquistaríais algo que sólo se entiende como un don gratuito. Y aquí estáis esta tarde para acoger esa gracia, no para hacer alarde del triunfo que tuviera vuestra medida. Sí, es un don que Dios os hace y que la Madre Iglesia reconoce. Pero sois llamados por entero, con todo lo que en los años de vuestra edad habéis vivido con su luz y su sombra, su duda y su certeza, su gracia y su pecado. Tantos nombres que se cruzaron con los vuestros, tantas circunstancias que se hicieron cómplices misteriosos de una llamada. Con todo lo que cada uno de vosotros sois decís vuestro sí a quien por entero os llama. El que os conoce del todo y como nadie es quien no ha dudado en mantener vuestro nombre en sus labios para deciros ¡ven José María, ven José Javier, ven Steven, ven Jesús, ven Alfonso y ven Andrés!

Cabe sólo pronunciar con humildad rendida y con una paz llena de santa osadía aquello que dijo Pedro a la orilla del mar de Tiberíades: Tú, Señor, lo sabes todo y sabes que te amo. De modo que no es el pavoneo de vuestros aciertos y virtudes, ni el vergonzante peso de vuestras faltas lo que en esta tarde protagoniza el momento de vuestra ordenación sacerdotal, sino tan sólo la certeza de saberos conocidos en todo por quien a fondo como nadie os conoce, de saberos amados y perdonados por aquel que os invita a seguirle tras sus huellas de Pastor Bueno. Todo vosotros en una llamada que por entero y para siempre os abraza.

Ha querido el calendario que vuestra ordenación sacerdotal coincida con una convocatoria electoral de la sociedad civil. Coincide con otra cita que en tiempo real os presenta como candidatos. La lista cerrada de vuestros nombres la ha formado el mismo Dios, y por eso es incontestable. Ha habido un dedo señalador que apuntaba sobre cada uno de vosotros, que está lleno de respeto y su predilección hace las cuentas con la libertad y el destino de vosotros como señalados. Podemos decir que en este domingo hay otras urnas distintas, con tan sólo seis papeletas que corresponden a los seis candidatos que saldrán elegidos al unísono por Dios, pues es Él quien os vota y consagra.

No hay más circunscripción que la voluntad de Dios y la disponibilidad hacia la Iglesia. Pero, lógicamente, tendréis un destino primero con el que estrenaréis el ministerio, y que en este momento no os voy a desvelar para evitar sobresaltos y alguna distracción. Es un destino gozoso y fecundo cuando sólo se pacta con el Señor poniendo a su disposición ese todo de vuestra vida por entero y para siempre como os he dicho. Porque no sois sacerdotes según el horario comercial de vuestro tiempo tasado con intereses diversos, sino sacerdotes en todo momento estéis donde estéis y hagáis lo que hagáis. No sois sacerdotes mientras duran las emociones de la luna de miel, sino en cada circunstancia por donde la providencia divina os irá llevando por doquier. La única coalición vencedora es unirse a lo que quiera Dios y os manifieste la Iglesia como servicio ministerial a los hermanos. Os lo digo para no olvidarlo yo, y para que los que aquí estamos ya ordenados hagamos un sencillo examen de conciencia sobre cuáles son nuestras actitudes ante esta incondicionalidad años después de la ordenación.

La vocación que habéis recibido tiene como único programa un insólito elenco de valores y virtudes que beben del Evangelio y de la tradición cristiana. El cabeza de lista es el Maestro que va delante de todos nosotros, que acompaña paso a paso a sus hermanos, que se retrasa por si hubiera que empujar a alguno rezagado, que se hace solícito samaritano cuando las fuerzas flaquean o atenazan las sombras del cansancio, la duda o la debilidad. Es el regalo anual que recibimos en la Iglesia de Asturias, cuando en el día de Pentecostés procedemos a ordenar a nuestros nuevos sacerdotes, según una inveterada costumbre diocesana.

Seis hombres que darán un paso al frente para pronunciar su sí ante la llamada recibida del Señor, que la Iglesia se ha tomado un tiempo para escrutarla con ellos, discernirla despacio, ofreciendo la formación adecuada durante los años del seminario. Vosotros no sois expertos bioquímicos que luego haréis experimentos llevados por vuestra improvisación o fantasías, ni hábiles mecánicos que arreglaréis desarreglos de todo tipo, ni guías de algún tour operador para viajes sofisticados matando el tiempo a destajo. Menos todavía, vosotros no sois carreristas que han imaginado un futuro seguro fruto de una pretensión inconfesable. Más bien, sois llamados y enviados por alguien más grande que pone en vuestros labios su Palabra y con vuestras manos repartirá su Gracia.

La preparación que habéis recibido tiene que ver con el pensamiento que habéis sabido forjar ante las preguntas esenciales de la humanidad con todos los porqués a flor de piel, y también con las respuestas que os ofrece la revelación bíblica y la experiencia cristiana. Seréis expertos en humanidad ante las heridas de los hermanos con todas sus llagas y ante sus alegrías manifiestas en los brindis legítimos que vale la pena compartir. Tendréis el oído junto al corazón de Dios mientras vuestras manos sabrán tomar el pulso de la gente que se os confiará a vuestro ministerio. Vendrán niños, jóvenes, adultos y ancianos a reclamar vuestra entrega, y un sinfín de escenarios humanos se harán presentes ante vuestros ojos en donde la vida pasa con el llanto de sus lágrimas y las sonrisas de sus amores.

Todo por escribir, queridos hermanos José María, José Javier, Steven, Andrés, Alfonso y Jesús. Nada se ha perdido de cuanto hasta hoy habéis vivido. Ni tu esposa Maricarmen, querido José María, que lo estará celebrando junto al Señor; ni vuestras tierras lejanas con las familias en lontananza queridos Steven y Andrés; ni las tierras madrileñas de tu Alcalá de Henares querido José Javier; ni las vuestras carballonas de Oviedo queridos Alfonso y Jesús. En el libro de vuestras vidas se irán relatando los paisajes y circunstancias en los que pastorearéis a vuestra gente: habrá montes que a bienaventuranza saben o desiertos tentadores donde los diablos vendrán con sus trampas; pescas milagrosas que os dejarán asombrados o noches aciagas sin pescar nada; betanias gozosas donde descansar con Jesús y los hermanos, o vías dolorosas en soledad donde se pondrá a prueba vuestra confianza; tabores llenos de luz transfigurada o huertos de olivos en donde no podréis dormir por la zozobra agotada. Hallaréis Zaqueos, Magdalenas, viudas de Naim, niños juguetones en la plaza, ancianas que dan su generosa y pobre limosna, leprosos, ciegos, sordos, cojos, mudos, hambrientos, y cada uno con la nostalgia en el alma de la inquietud más verdadera por encontrar la bondad, la verdad y la belleza para la que nacieron y que sólo coincide con Dios que tanto nos ama.

Y mientras todo esto acontece, mientras va llegando ya a partir de esta tarde bendita, siempre sabed que aquel que os ha llamado estará con vosotros antes que nadie y después de todos, como quien mima con ternura a los que el Padre le ha dado, sin olvidar jamás que él con amor de amigo os cuidará cada día para que respondáis gozosos con fidelidad a la llamada.

Queridos José María, Andrés, Alfonso, Steven, Jesús y José Javier, renovad conmovidos la gracia que esta tarde recibís con la imposición de las manos de vuestro obispo y los hermanos sacerdotes que os acompañan y reciben en la fraternidad sacramental y apostólica de nuestro presbiterio diocesano. Sed asiduos a la oración personal y con vuestra comunidad cristiana, celebrad la santa eucaristía cada día y acudid a la confesión para ser luego ministros de la misericordia; cultivad una piedad filial con la Virgen y sed amigos de los santos que ahora invocaremos en las letanías; tened un corazón magnánimo donde quepan los pobres con todas las pobrezas y donde no se pierdan ninguna de sus lágrimas. Y vestid como curas según nos pide la Iglesia, hermanos, pero sin pretender decirnos con telares lo que vuestra vida no grita como testigos de la bondad y la gracia que de Dios provienen y nos alcanzan.

Hermanos y hermanas, aquí están estos seis nuevos sacerdotes como prolongación humilde y enamorada de Jesús Buen Pastor que nos mira y nos abraza. ¡Qué maravilla esta urna en la que Dios elige a seis hermanos que sean para Él y para nosotros, los nuevos seis curas! Que María nuestra Santina os bendiga y os acompañe siempre.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
S.I.C.B.M. El Salvador, 28 mayo de 2023

Inadvertencias. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

Me resultó llamativo hace unos meses el hecho de que, en la tienda del Museo Británico, en Londres, fuera mayor, en los estantes, el despliegue de ejemplares de un librito dedicado a Isabel II que las monografías sobre historia, geografía o arqueología. Acabé comprándolo. Se titula “The wicked wit of Queen Elizabeth II”. En él se recogen episodios y comentarios ingeniosos de la reina. Divertidísimos.

En la misma editorial hay uno sobre Felipe de Edimburgo: “The wicked wit of Prince Philip”. Sobre el esposo de la reina Isabel existe algún otro libro de semejantes características, porque, en ocurrencias, era inigualable entre sus homólogos de sangre azul. Hay uno que se titula “I know I am rude”. Es del mismo tenor que los anteriores y se ve, por la autodefinición, que el duque era bien consciente de que la diplomacia no era precisamente lo suyo.

Imagino que la tradición le habrá atribuido dichos y hechos que no se corresponden plenamente con lo acaecido o puede incluso que ni siquiera hayan tenido lugar. Y hay uno que no sé si sucedió realmente. Me refiero a aquel comentario suyo, a propósito de las obras no fácilmente comprensibles de un artista contemporáneo, que el duque de Edimburgo clasificó de esta manera: si cuelgan de la pared, son cuadros; si puedes dar vueltas en torno a ellas, son esculturas. Y la que tenía delante de él, en el momento en el que expresaba estas opiniones, servía, a su juicio, para colgar las toallas.

Esta situación, si es que realmente se dio, es cómica. Como también lo es la de aparcar unos patinetes eléctricos en la obra de un artista que adorna los jardines del Campus universitario del Milán, en Oviedo. Se trata de un largo elemento metálico que serpentea haciendo grandes espirales sobre el césped, en las que los usuarios dejaron apoyados los patinetes. Sé de estudiantes de Historia del Arte en ese Campus que jamás repararon en la presencia de la mencionada obra. Y eso que está en un sitio bien visible.

Son inadvertencias. Como las de la persona responsable de colocar en su justo orden las magníficas xilografías de Salvador Dalí sobre la “Divina Comedia” de Dante Alighieri que se exhiben en el Centro Niemeyer de Avilés. El título de la exposición es “Dibujar lo escrito”. Magnífica. Y pregunto: ¿No cabría poner algún banco en el centro de las salas con el fin de que el visitante pueda contemplar, cómodamente sentado, el conjunto de las xilografías?

A mi entender, sin embargo, están intercambiadas, en los cantos del Infierno, las que corresponden a los números 19 (“Los simoníacos”) y 26 (“Los habitantes de Prado”); en los del Paraíso, 13 (“Así se creó la tierra”) y 14 (“La aparición de Cristo”), 29 (“La creación de los ángeles”) y 30 (“Para el Empíreo”), 31 (“El arcángel Gabriel”) y 32 (“Preparación para la oración final”).

Yo diría, además, que, en la cartela del canto 27 de Paraíso, debería leerse “Gloria Patri” en vez de “Gloria patria”, y en la del 33 del Infierno, “Los traidores hacia los anfitriones”, habría de figurar “Los que traicionan a los huéspedes”. Aunque puede que el que esté equivocado en las apreciaciones que acabo de exponer sea yo. Son las inadvertencias en las que los humanos incurrimos con una frecuencia que excede sobremanera nuestra capacidad de controlar lo que hacemos o decimos.

He manejado los seis volúmenes de la “Divine Comédie”, publicada por Editions d’Art Les Heures Claires, con las ilustraciones de Salvador Dalí, y he ido a visitar varias veces la exposición daliniana del Niemeyer. El arte, la técnica y la hermenéutica del pintor español me han sido de gran utilidad para detenerme, guiado por su sensibilidad, en pasajes concretos de la obra de Dante. Estimo, por ello, que, ahora que los dibujos lucen en Avilés, hay que ir a verlos y leer, a la par, la “Divina Comedia”, para darse así el gusto de admirar cómo interactúan, a partir del texto del gran poema, el inspirado escritor y el genial pintor.

domingo, 28 de mayo de 2023

''Recibid el Espíritu Santo''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Con alegría celebramos hoy esta solemnidad de Pentecostés, cumbre y final del tiempo de Pascua en el que hemos tratado de ensanchar nuestro corazón con la experiencia gozosa de descubrir a Cristo resucitado y acoger su don. Los cincuenta días llegan, no a su fin, sino a su plenitud con esta Pascua del Espíritu. Como suelo decir, no hemos vivido una Semana Santa, una Pascua o un Pentecostés más, sino único, pensado y soñado en la Providencia de Dios para nosotros de un modo concreto, con el que nos acercarnos al Señor desde nuestras penas y alegrías. Decimos familiarmente que esta es la fiesta del Espíritu Santo, el gran olvidado; quizá por eso no salen las cosas como nosotros queremos, no saboreamos la oración ni tiene fruto nuestra pastoral, pues el Espíritu Santo es el que nos permite vivir en Cristo. Invoquémosle no sólo en este domingo, sino todos los días de nuestra vida para que Él nos ilumine, trasforme y purifique.

I. El Espíritu nos une en comunión

La segunda lectura de San Pablo a la comunidad de Corinto nos muestra con claridad la importancia de la tercera persona de la Santísima Trinidad, y es que, como nos dice el apóstol ''Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo''. El fragmento que escuchamos hoy fue elegido para esta celebración por ser tan apropiado y tiene un contexto histórico que no podemos omitir. En aquella primitiva comunidad de Corinto que empieza a crecer de forma notable y que tiene miembros que trabajan con esmero en el anuncio del Evangelio, pronto surge un problema que nosotros llamaríamos de celos o "piquilla". Presumían de los dones, talentos y carismas que habían recibido, y así no solamente echaban por tierra lo bueno realizado -pues parecía que no lo hacían por amor a Cristo, sino por ego propio- y lo que era aún peor, dividían a la comunidad. Esto es una realidad que seguimos experimentando actualmente en las nuestras; evidentemente nunca llueve a gusto de todos, pero esto es lo hermoso, que seamos diferentes, plurales con diferentes ideas, gustos y criterios diferentes pero en un solo Dios. Aquí viene de nuevo el recordatorio de algo que no acabamos de integrar en nosotros: lo que viene del demonio nos divide, mientras lo que viene del Espíritu Santo nos une. No no podemos vivir en una "Babel" levantando únicamente nuestros egos, y donde al final cada cual habla su lengua sin entender la del otro; nosotros estamos llamados a vivir un renovado Pentecostés hablando cada uno nuestra lengua entendiendo también las de los otros. Y esto no es cuestión de conocer idiomas, sino de estar abiertos al Espíritu de Dios. Ante esto San Pablo exhorta a no romper la unidad, a vivir como una gracia la diversidad de sensibilidades dentro de la comunidad y a recibir los carismas no sólo como algo exterior, sino como auténtica caricia del Espíritu Santo. Su recomendación ha sido clara: ''hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos''.

II. Transformados por el Espíritu 

La primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles nos describe lo ocurrido el día de Pentecostés con detalles, datos y circunstancias, pero San Lucas en este texto nos dice más de lo que aparentemente leemos o escuchamos. No se trata solamente de la descripción de un acontecimiento, sino una auténtica catequesis de cómo obra el Espíritu Santo. No estamos ante un hecho cualquiera sin más, ni ante un fenómeno que se limite al misterio, sino que aquí palpamos cómo ha habido un antes y un después a la acción de enviarnos Dios al Paráclito. El Señor cumple su promesa y regala su Espíritu sin pedir nada a cambio por puro amor y gratuidad, para que el hombre salga de sí mismo, supere sus miedos y sea capaz de dar a conocer lo que ha visto y oído a sus hermanos de toda raza, lengua y nación. Aquí se evidencia que el Señor nos envía su Espíritu no para esclavizarnos, sino para liberarnos y hacernos hijos de adopción. Ciertamente, el Dios de la alianza permanece fiel; nos liberó de la opresión y la esclavitud en Egipto, nos liberó de la muerte y del pecado en la cruz, y ahora en Pentecostés nos libera de nuestros miedos y zozobras. Ya no hay muros, divisiones ni fronteras; el Espíritu nos abre el oído de tal forma que todos ''oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua''. El Espíritu Santo es el que hace posible en la eucaristía que el pan se convierta en el cuerpo del Señor, por ello necesitamos invocar al Espíritu para que convierta y cambie nuestro corazón y nos de un corazón nuevo para poder ser como auténticos cristianos dignos hijos de esta Iglesia que tiene sus comienzos Pentecostés; para formar parte de la nueva humanidad que renace por medio de la ley del amor. Nada hacemos en la Iglesia por nuestras habilidades, sino que lo poco en lo que contribuimos a la edificación de este Cuerpo Místico, es gracias a que el Espíritu Santo nos bendice con sus dones para que sepamos aprovecharlos en beneficio de los hermanos. 

III. Renovado Pentecostés 

El evangelio de este domingo tomado del capítulo 20 de San Juan nos presenta a Cristo resucitado enviando al Espíritu Santo sobre sus discípulos. El Espíritu Santo no sólo une al Padre y al Hijo en la Trinidad, sino que nosotros necesitamos también del Él para poder descubrir realmente a Jesús. Por lo que nos dice el evangelista, hay una evidencia muy clara desde el momento de la resurrección hasta su Ascensión. La relación entre el Resucitado y los apóstoles ya no era como antes de su muerte, sino que ahora dependían de la ayuda del Espíritu Santo para encontrarse y contribuir a la su misión. He aquí una realidad que se nos escapa también a nosotros constantemente en nuestra vida de fe, y es que no podemos limitarnos a lo tangible, visible, lo cual es una pura percepción superficial, sino que requerimos madurar nuestra vivencia espiritual hacia la interioridad a la hora de vivir los misterios de nuestro credo, pero también en nuestra vida cotidiana. Por poner un ejemplo: cuántas veces juzgamos a las personas por el exterior, por como visten, por el partido político afín, por lo que me han dicho de ellos, pero ¿conozco a esa persona? ¿he hablado siquiera con ella una hora o compartido un café? Necesitamos salir de nosotros mismos para dar al mundo razones de nuestra fe y no quedarnos encerrados en los temores, los "clichés" o las etiquetas. Pidamos al Espíritu Santo sus siete dones para que sepamos ver el mundo con los ojos de la fe, para tratar de buscar la profundidad existencial que es así como mira Dios por medio de su Espíritu. La superficialidad y a veces la mediocridad en ocasiones es una realidad que nos daña, que se apega a nuestra vida y nos hace gastar la existencia a medio gas. Necesitamos vivir nuestra espiritualidad desde la religiosidad y con interioridad. Ahora hay personas que ejercitan mucho la "espiritualidad" a través de cursos de meditación en internet, o que viven nuevas formas de religiosidad de tipo oriental como las meditaciones "zen", pero nosotros los católicos vivimos nuestra interioridad como un diálogo con Dios Padre por medio de la religiosidad que brota de Cristo eucaristía en la cruz y con la única espiritualidad que es aquella que la Iglesia nos propone como auténtico fruto del Espíritu Santo. En este día se celebra también en la Iglesia la Jornada del Apostolado Seglar, y es que necesitamos cristianos comprometidos que llenos del Espíritu Santo se impliquen y compliquen en la edificación de esta Iglesia de la que cada uno somos sus piedras vivas. Y también hoy  nuestra oración por los jóvenes que serán ordenados presbíteros esta tarde en la Catedral, y es que en nuestra diócesis de Oviedo, Pentecostés ya es un sinónimo de "día de Órdenes". En ellos seis se cumplen las palabras del evangelio de este día: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Pidamos al Espíritu Santo que no deje de renovar nuestra Iglesia diocesana con nuevas vocaciones a todos los estados de vida.

Evangelio de la Solemnidad de Pentecostés

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23):

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor

sábado, 27 de mayo de 2023

“Cuando conocí a hermanas de clausura, vi en sus ojos al Dios que yo buscaba”

¿Cómo nació tu vocación religiosa?

Aunque hubo algunas pistas durante mi niñez y juventud, empecé a sentirla más fuerte hacia los 25 años. Fui a la Universidad, tengo el título Superior en Lengua y Literatura, y en aquel momento tenía trabajo, un sueldo, me había comprado un coche y estaba comenzando a construir mi propia casa. Sin embargo, el Señor encontró cualquier ocasión para conquistarme. Mi madre es católica, y gracias a ella habíamos tomado todos los sacramentos e íbamos siempre a misa, pero aún así, hubo una etapa, de joven, en que uno se va desprendiendo de la Iglesia y de los ritos familiares. Después de los 21 años empecé a colaborar con mi parroquia. Un día fui a un retiro de Adviento, y sentí que me tocaba cada palabra que decía el sacerdote, y ahí dije: “Acá tengo que quedarme”. Más adelante, un día dando clase me sucedió algo muy extraño. Me quedé totalmente paralizada, y sentía que no estaba en mi sitio. Mi trabajo me apasionaba, pero el Señor me había zarandeado.

¿Cómo llegaste de tu país natal a Villaviciosa?

A través de las redes sociales, vi a una chica que hacía propaganda vocacional. Yo ya había tenido una experiencia de clausura en Argentina en la que no me había ido bien. Además, el tema de la edad allí representa una clara desventaja, cuando pasas de los treinta. Lo pensé mucho, me tomé un año donde trabajé en diferentes cosas, y dejé que hablara el Señor, hasta que vi que no sería feliz de otra manera.

Tus pasos parecían ir más encaminados, en un primer momento, hacia la vida activa, sin embargo.

Cierto, en mi vida yo iba acumulando actividades, no me había quedado cosa alguna por hacer. Al mismo tiempo, sentía que el Señor me llamaba a algo más profundo. Uno cree que las actividades son las que llenan el alma, y cuando el servicio es genuino y profundo, vas sintiendo que eso no te colma. Yo sentía que el Señor me llamaba a algo más, a estar con Él. En algún momento de mi oración personal –lo cuento por si puede servirle a alguien de ayuda–, yo le decía: “Señor, ¿cuándo me vas a dar un momento de estar con vos, porque estoy tan en activo”… Con mayor discernimiento comencé a sentir el llamado a la vida de clausura sobre lo que no tenía ni experiencia, ni conocimiento, ni referencia alguna sobre lo que era. Incluso le preguntaba a Dios si estaba seguro de que era eso lo que me pedía. Aunque luego pensaba: “Bueno, si voy a ser feliz”. En aquel tiempo hice un retiro donde vi hermanas de clausura y me bastó mirarles a los ojos para decir: “ese es el Dios que busco”. Cuando uno se enrola mucho con la vida activa, y esto no es una crítica, a veces caemos en la tentación de creer que podemos salvar al mundo con nuestras manos y yo tengo justo esa tendencia. Por eso, como el Señor es muy inteligente, me dijo: “Vení para acá porque yo quiero tu alma”. No me quiere por mi servicio, aunque esto son sin duda ofrendas, sino que me quiere por algo más. La vida contemplativa es estar: estar con Dios. Luego el día a día tiene sus colores, y en ese sentido me apropio de lo que decía la hermana Claire, que “ofrecía todos los días su cheque en blanco al Señor y donde le pidiera, iba con alegría”. Yo aún no (risas). Todavía primero pongo mala cara y luego voy.

En nuestra comunidad también llevamos una vida muy activa dentro, e intentamos elevar a Dios nuestros sacrificios y sufrimientos. Hay oficios que nos gustan más que otros y lo que sea que te toque, siempre hay que hacerlo en ofrecimiento, sobre todo lo que no nos gusta o lo que nos cuesta. Por ejemplo, la plancha. Cuando llega la ropa digo: “¡Ay, no puedo, no puedo!” (risas). Las hermanas estamos también para ayudarnos, y eso se ve en el día a día. Cuando yo estuve de ejercicios estos días, las hermanas asumieron mis oficios y se agradece mucho y emociona, porque ves el amor de las hermanas, que no es infecundo, no es simplemente hacerlo porque toca.

Este sábado tomarás los hábitos, ¿qué simboliza?

Dentro de la vida monástica tenemos etapas. Yo inicié, desde Argentina, el aspirantado, que es cuando vas conociendo a la madre abadesa, comentando tus inquietudes y viendo si tu perfil va para la comunidad, y la comunidad para tu perfil. El siguiente paso, ya en España, es el del postulantado, que es el día a día de ir conociéndonos, de tener los encuentros, la formación, la convivencia. La comunidad decide y yo también, si puedo crecer espiritual y humanamente en ella; qué cosas van bien y cuáles no. Posteriormente las hermanas se reúnen y votan mi pertenencia a la comunidad, y me dieron el sí. Obviamente, con cosas a cambiar que no hacía falta que me dijesen, porque ya las sé, el Señor se encarga de ello. Escuchar la voz de la madre y la comunidad es escuchar la voz de Dios.

La toma de hábitos simboliza que oficialmente estoy integrada en la comunidad, que soy parte. Después seguirá la etapa del noviciado, que tengo todavía que pulir mucho. Toda la vida consagrada es purificación, pero los primeros pasos son muy importantes porque todo lo que vos te vayas forjando y formando es lo que te va a hacer como monja. (Iglesia de Asturias)

viernes, 26 de mayo de 2023

Seis nuevos sacerdotes para la Iglesia asturiana: “Tenemos ilusión, inmensa felicidad y un poco de miedo”

(COPE) “El dueño de la viña llama a unos a primera hora de la mañana y, a otros, a última de la tarde”. Con esta frase, el Arzobispo de Oviedo, monseñor Jesús Sanz Montes, comunicó a José María Sauras Vázquez que podía ser ordenado sacerdote pese a tener 72 años cumplidos, tres hijos y dos nietas. Este policía nacional jubilado supo que quería ser presbítero al fallecer su esposa, Mari Carmen, que fue “quién me iluminó”.

“Estoy feliz, mis hijos también están contentos y orgullosos de su padre, qué caramba”, explica Sauras que es uno de los seis diáconos que serán ordenados sacerdotes este domingo en la Catedral de Oviedo.

José María es el de mayor edad. El más joven es el ovetense Jesús del Riego Ruiz que tiene 25 años. “Sería un temerario si no tuviera cierto temor a equivocarme, pero confío en Dios”, afirma.

La llamada de Dios también le llegó muy pronto al colombiano Jhon Steven Rivas. Con tan solo 10 años supo que “había una semilla en mi interior”. Ahora tiene 26 años y dará su primera misa el 6 de junio en la parroquia de San José de Gijón.

Desde Colombia llegó también al Seminario Metropolitano de Oviedo el informático Andrés Camilo Cardozo que tiene 31 años. “Dios, a veces, se vuelve intenso y lo tenía en mi corazón así que me dejé mimar por la Iglesia”.

El madrileño José Javier Alumbreros, de 33 años, descubrió siendo un chaval que “quería ser como el sacerdote de mi parroquia en Alcalá de Henares”. Aunque al principio tuvo dudas, dio un paso adelante para seguir “el plan que Dios tenía para mí y que hace feliz”.

Junto a ellos también será ordenado sacerdote el ovetense Alfonso López, de 47 años, con estudios en Derecho y que celebrará su primera misa el 6 de junio en la Basílica de San Juan el Real.

Los seis iniciaron su formación teológica en 2016 en el Seminario que dirige Sergio Martínez Mendaro. Tras siete años de preparación, aguardan con “ilusión, inmensa felicidad y un poco de miedo” la nueva tarea que la Iglesia les ha encomendado.

Carta semanal del Sr. Arzobispo

Las urnas de Dios

No ha vuelto a fallarme tampoco esta tarde. El petirrojo frente a mi ventana es fiel a su trino dulce y creativo, llenando de armonía la tramontana ventosa con su música especial mientras el sol ya va de caída. Tiene magia cada ocaso. Y es un alivio lleno de gusto cuando en los aledaños hemos tenido diversas fanfarrias electorales que nos han querido aleccionar, convencer, captar nuestra atención ante la cita de unas urnas. 

Más allá de mi pajarillo cantor, fuera hay trajín al final de una campaña electoral que nos ha saturado con lisonjas cazavotos, con promesas inauditas de tómbola con trampa, con demasiada mentira en balances de lo hecho y en quimeras que quizás nunca vendrán. Y, sin embargo, hay políticos honestos que no mercadean papeletas, ni mandan a cachorros para escrachar a los contrarios, ni asustan con el lobo feroz de las extremas radicalidades debidamente etiquetadas. Hay políticos que buscan el bien común, y mejorar la vida de las personas y la entera sociedad, apoyando la vida en todos sus tramos, protegiendo la familia de todos los desafueros que la violentan, acompañando a los jóvenes sin manipular su vulnerabilidad, favoreciendo el trabajo digno y honrado sin luchas y barricadas de diseño. Porque no es tan difícil reconocer el perfil de la verdadera política, encontrando los rostros y los programas que más puedan acercarse a la forma de ver las cosas desde una clave moral cristiana. No porque haya unas siglas que nos representen a los creyentes, pero sí caminos que menos se alejan de la paz, la justicia, la convivencia, la bienaventuranza que se derivan del Evangelio y de la tradición social de la Iglesia. 

Y coincide esta vez, que junto a esta convocatoria electoral hay también otra cita que en tiempo real nos presentará a unos candidatos verdaderamente alternativos. La lista la ha formado el mismo Dios, y por eso es incontestable. Ha habido un dedo señalador, pero en este caso está lleno de respeto y su favoritismo hace las cuentas con la libertad y el destino de los señalados. Sí, en el mismo domingo de las elecciones hay otras urnas distintas, con tan sólo seis papeletas que corresponden a los seis candidatos e saldrán elegidos al unísono por Dios. 

Tiene como programa un extraño elenco de valores y virtudes que beben del Evangelio. El cabeza de lista es el Maestro que va delante, que acompaña paso a paso, que se retrasa por si hubiera que empujar, que se hace solícito samaritano cuando las fuerzas flaquean o atenazan las sombras del cansancio, la duda o la debilidad. Es el regalo anual que recibimos en la Iglesia de Asturias, cuando en el día de Pentecostés procedemos a ordenar a nuestros nuevos sacerdotes, según una inveterada costumbre diocesana. 

Seis hombres que darán un paso al frente para pronunciar su sí ante la llamada recibida del Señor, que la Iglesia se ha tomado un tiempo para escrutarla con ellos, discernirla despacio, ofreciendo la formación adecuada durante los años del seminario. Pero no son expertos bioquímicos que luego harán experimentos, ni hábiles mecánicos que arreglarán desarreglos, ni guías de algún tour operador para viajes sofisticados. La preparación que han recibido tiene que ver con el pensamiento que han sabido forjar ante las preguntas esenciales de la humanidad, y también con las respuestas que les ofrece la revelación bíblica y la experiencia cristiana. 

Serán expertos en humanidad ante las heridas de los hermanos y ante sus alegrías manifiestas. Tendrán el oído junto al corazón de Dios mientras sus manos sabrán tomar el pulso de la gente que se les confiará a su ministerio. Niños, jóvenes, adultos y ancianos, con cuántos escenarios humanos en donde la vida pasa con el llanto de sus lágrimas y las sonrisas de sus amores. Ahí estarán estos seis nuevos sacerdotes como prolongación humilde y enamorada de Jesús Buen Pastor que nos mira y nos abraza. ¡Qué maravilla esta urna en la que Dios elige a seis hermanos que sean para Él y para nosotros, los nuevos seis curas! 

+ Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo

jueves, 25 de mayo de 2023

Lazos de sangre. Por Rodrigo Menéndez Piñar

(Boletín ''Covadonga'') ─No ─dijo el principito. ─Busco amigos. ¿Qué significa «domesticar»?

─Es algo demasiado olvidado ─dijo el zorro. ─Significa «crear lazos...»

─¿Crear lazos?

─Claro ─dijo el zorro. ─Todavía no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo...

Hace un par de meses apareció un vídeo de la plataforma NEOS en la fiesta de san José, el día del padre, titulado: Un padre de verdad. Se trata de un tierno y simpatiquísimo experimento social en el que una «inteligencia artificial» ofrece a una serie de niños, con todas las garantías, la posibilidad de obtener el padre de sus sueños: simpático, que pase más tiempo con ellos y nunca los regañe, que juegue a las princesas siendo él el rey, que les lleve merienda cuando va a recogerlos... en suma, dirá uno de los niños, que termine «haciendo todo lo que le pida». La «inteligencia artificial» es capaz de leer en sus mentes y de diseñar el padre ideal que ellos desean. Un boceto aparece en una pantalla y los niños, si quieren en verdad conocerlo, deben pulsar un timbre. Se presenta entonces ante ellos, con los regalos pertinentes, deslumbrando a los pequeños que, emocionados, no se lo terminan de creer. Hablan un rato y «todo funciona». No se puede pedir más ni nada mejor. Hasta trae unas entradas para Disneyland Paris, gran anhelo de algunos de ellos. Con los ojos como platos y una sonrisa de oreja a oreja todos dicen ¡sí! Sólo queda un asunto que resolver y todo se realizará: firmar un contrato completamente formalizado llamado «Contrato cambio de padre». En las cláusulas «el padre ideal» se compromete a «darle una vida llena de lujos y comodidades, cumpliendo todas sus necesidades». La vida del niño «se completará con una madre ideal, una abuela ideal, un coche ideal, una familia ideal... en definitiva, todo lo que necesite». Según van leyendo el papel, algunos niños comienzan agobiarse y a llorar; otros, al saber que el cambio es para siempre, se plantan firmes y dicen, entre nerviosos y emocionados, «no, no, no... porque si no yo voy a tener otro padre. Yo quiero A MI PADRE DE VERDAD». Finalmente todos rechazan y al toque del timbre aparece su padre de verdad que entre sollozos es abrazado fuertemente por su hijo. Este es «mi verdadero papá».

Algo más profundo a todas las ilusiones ha reaccionado en los niños. Un antiguo poder, tan viejo como el hombre mismo, ha sacudido a los infantes. Es el arraigo natural. Son los lazos de la domesticación, según Antoine de Saint-Exupéry describe bellamente en su famosa obra El Principito, cuando se encuentra el protagonista con el zorro y va entendiendo lo que le ha ocurrido con la única flor de su planeta, una rosa ─aunque en el terrible cotidiano pueda parecer una flor más entre otras muchas, como en muchas ocasiones les ocurre a los hijos con sus padres─, y lo que le puede ocurrir al domesticar al zorro. Aquí se trata una domesticación más primaria, la primera y fundante de todos los demás vínculos. ─¿Por qué has decidido rechazar al padre ideal para quedarte con el tuyo? ─le preguntan a uno de lo niños. ─Por el amor ─dice. Es la primera y más fundamental de las sociedades en la que el hombre es dado a este mundo: la familia, los padres, el hogar... en donde conoce el amor y que a su vez hace de simiente para sociedades más perfectas ─que para ser tales han de estar siempre arraigadas en la primera─ hasta culminar en la Patria: la tierra de los padres.

Quizá por esto el ataque más pérfido y negro de la Revolución sea el actual: la falsificación e inversión de la familia, de la sexualidad, de todos los vínculos naturales más primarios que hay en el hombre. Una revolución política y social ha precedido, una revolución cultural y religiosa ha continuado y, llevadas a éxito, han terminado por converger en una revolución antropológica que está invirtiendo al propio hombre. Sor Lucía de Fátima le dijo al cardenal Caffarra, que tanto trabajó en el Instituto Pontificio para los estudios sobre matrimonio y la familia:

La batalla final entre el Señor y el reino de Satanás será acerca del matrimonio y de la familia. No teman porque cualquiera que actúe a favor de la santidad del matrimonio y de la familia siempre será combatido y enfrentado en todas las formas, porque esta es la cuestión fundamental.

En esta batalla habremos de combatir si queremos ser fieles a Nuestro Señor. Pero hay que comprender, para no llevarse a engaños ni caer en ciertas desilusiones humanas, que son muchos los afectados por esta revolución. Son muchos de los que deberían estar del lado de Dios y su naturaleza y, sin embargo, no lo están. Y que si no lo están no es simplemente por cobardía, por espíritu de supervivencia, por no querer plantarse ante la corriente del Mundo, por incoherencia o deslealtad. No es eso. Lo que ocurre es que ellos mismos han sido minados por la revolución, han sido arrancados de su domesticación o, quizá, nunca fueron domesticados. No han bebido en los caudales de la tradición, cauce que protege y propicia el arraigo natural, o si bebieron lo han vomitado. A fin de cuentas, no han conocido o han repudiado a un Padre de Verdad, una patria de verdad, una familia de verdad. Y una vez insertos en la revolución no pensemos que el cambio de chaqueta es una traición patente a sus conciencias, porque uno de los efectos del enemigo es precisamente ese. Rafael Gambra lo expresó de la siguiente manera:

No guarda este fenómeno relación alguna con el oportunismo consciente e interesado de aquel que se adapta a las cambiantes situaciones de la política o del favor, figura humana que ha existido en todos los tiempos, sino que se trata de una actitud enteramente nueva que realiza esto mismo con una conciencia subjetivamente recta, incluso como imperativo de un loable atemperarse a la evolución. En tal ambiente, cualquier forma de afirmación o de lealtad es automáticamente tachada de inmovilista o aun de «farisaica» o de «burguesa»; todo espíritu de resistencia, calificado de «reaccionario», que es el título más descalificador del lenguaje contemporáneo por cuanto supone en él un empeño vano e iluso: el de oponerse a la corriente o el «viento de la Historia»

Hay que hacer la guerra, sabiendo que en el frente nos encontraremos a muchos de aquellos en los que piensa san Juan cuando escribe: salieron de nosotros pero no eran de los nuestros (1 Jn 2, 19). Y para esta guerra no hay que descubrir nuevos métodos o nuevas expresiones, ni hay que contar con nuevos ardores, a no ser que todo aquelo que llamamos «nuevo» sea en verdad algo «original» en el sentido etimológico, es decir, que bebe de los veneros «siempre antiguos y siempre nuevos» de la Tradición de la santa Iglesia. Por manida que esté la cita de san Pío X, no por ello pierde fuerza y deja de ser quizá una de las expresiones más certeras para saber arrostrar los peligros de la revolución moderna:

No, Venerables Hermanos ─preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquia social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores─, no se edificara la ciudad de modo distinto de como Dios la ha edificado; no se edificara la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no esta por inventar ni la «ciudad» nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la «ciudad» católica. No se trata mas que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopia malsana, de la rebeldia y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo.

Mensaje para el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar 2023

Juntos anunciamos lo que vivimos

«Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos,
para que estéis en comunión con nosotros
y nuestra comunión es con el Padre
y con su Hijo Jesucristo» (1 Jn 1,3).

En este texto, el apóstol Juan deja constancia de que va a proclamar el testimonio de su encuentro personal con Jesucristo, durante su ministerio, habiendo oído las enseñanzas del Maestro y habiendo contemplado sus milagros. Además, se afirma que la finalidad del anuncio de las acciones y de las palabras de Jesucristo es crear una verdadera comunión entre los cristianos y con Dios Padre y su Hijo Jesucristo.

Este año, con motivo de la solemnidad de Pentecostés, que es también el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, se nos invita a todos los bautizados, especialmente a los laicos, a tomar conciencia de la importancia del anuncio explícito de Jesucristo, con palabras y con obras.

En el Congreso de Laicos, celebrado a mediados de febrero de 2020, surgió la idea de ir profundizando en cuatro itinerarios (Primer Anuncio, Acompañamiento, Proceso Formativos y Presencia en la Vida Pública), manteniendo como ejes transversales la sinodalidad y el discernimiento. Durante estos años, considerando también la convocatoria del Sínodo sobre la Sinodalidad, hemos insistido en el discernimiento y la sinodalidad, y ahora, desde la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida deseamos llevar a cabo un ejercicio de discernimiento sobre el Itinerario del Primer Anuncio, porque lo descubrimos como una prioridad pastoral para nuestra Iglesia en España, teniendo en cuenta también las conclusiones del proceso sinodal.

Este discernimiento sobre el primer anuncio aparece también como una prioridad en las orientaciones pastorales de la Conferencia Episcopal Española (2021-2025), Fieles al envío misionero, y se trata de una acción que llevamos a cabo en comunión con el Área del Primer Anuncio de la Comisión Episcopal para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado de la CEE.

La sociedad actual, marcada por la secularización y el pluralismo, se coloca cada día más de espaldas a Dios y la mayoría de las personas viven como si Dios no existiera. Si hace unos años la fe fue arrinconada al ámbito privado de la persona, ahora ha sido en muchos casos expulsada incluso de ese espacio. Podemos afirmar que estamos asistiendo a una situación de esquizofrenia creyente, porque se ha establecido una contraposición entre la vida de fe y la vida cotidiana.

Como Iglesia, no podemos seguir con los esquemas pastorales de siempre, ni está justificado caer en la tentación de realizar una pastoral de gestión de la decadencia o de mantenimiento. Estos nuevos tiempos, este cambio de época nos está urgiendo a llevar a cabo una conversión pastoral, que pasa por situar el primer anuncio como núcleo y eje de nuestra labor pastoral como Iglesia.

La motivación de la centralidad del primer anuncio encuentra su fundamento en el mandato expreso de Jesús, que nos invita a la evangelización: «Id al mundo entero y anunciad el evangelio a toda la creación» (Mc 16,15).

El primer anuncio, como aparece en la guía de trabajo del Poscongreso de Laicos, pretende poner de manifiesto la idea de que, en el contexto actual caracterizado en muchos casos por el desconocimiento y la indiferencia hacia la persona de Jesús, estamos llamados a hacernos presentes, a nivel personal y comunitario, en los espacios públicos para anunciar el kerigma con lenguajes adecuados al interlocutor y especialmente con nuestro testimonio.

La tarea del primer anuncio le corresponde a todo el pueblo de Dios (pastores, vida consagrada y laicos) por el sacramento del bautismo. El papa Francisco señala: «En virtud del bautismo recibido, cada miembro del pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19)» (EG 120). Por eso es importante que descubramos que la misión de anunciar a Jesucristo la tenemos que realizar juntos, en comunión, en clave de sinodalidad.

Precisamente, el proceso sinodal está insistiendo en que la comunión y la participación tienen como meta la misión, el anuncio del evangelio. Además, el camino sinodal nos está invitando a sentirnos corresponsables en la misión evangelizadora, superando el clericalismo que nos afecta tanto a los clérigos como a los laicos. Hacer sínodo es hacer evangelización y, por tanto, sin comunión no hay evangelización. Al mismo tiempo, el anuncio del evangelio es generador de comunión entre todos y con el Señor.

Valoramos las iniciativas de primer anuncio que existen en nuestra Iglesia en España, como el Movimiento de Cursillos de Cristiandad, que, con su larga y rica experiencia, ha hecho posible que muchas personas se encuentren con Jesucristo y asuman un compromiso eclesial y en el mundo. También contamos con otras herramientas de primer anuncio que están produciendo muchas conversiones como los Retiros de Emaús, Effetà, grupos Alpha, Hakuna… y la Acción Católica General está implementando un nuevo proyecto de primer anuncio denominado «Encuentros cuatro40», que posibilita el encuentro con Jesucristo para un mayor compromiso de los laicos de parroquias.

Pero nuestro anhelo es que todos, por el sacramento del bautismo, tomemos conciencia de nuestra vocación de ser anunciadores de Jesucristo, que proclamemos con nuestras palabras y obras el kerigma, el núcleo del evangelio: Jesucristo te ama, ha dado la vida por ti y ha resucitado.

Ahora bien, para ser, como dice el papa Francisco «evangelizadores con Espíritu» (EG 261), debemos seguir el ejemplo que pone de manifiesto el texto del prólogo de la primera carta del apóstol Juan: «Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos…» (cf. 1 Jn 1,3). Solo puede compartirse aquello que se tiene y por eso es fundamental que se produzca en cada uno de nosotros una experiencia de encuentro personal con el Señor. En el proceso sinodal se ha insistido de nuevo en la importancia de la oración, de los sacramentos (especialmente la eucaristía), de renovar nuestro encuentro con el Señor, como punto de partida para abordar cualquier cambio pastoral. Tenemos que ser conscientes de que no podemos ser creíbles en el exterior si no cuidamos el interior.

Juntos queremos seguir anunciando a Jesucristo con el objetivo de provocar también el encuentro de la otra persona con el Señor para que transforme su vida, pues «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona» (papa Benedicto XVI, Deus caritas est, 1).

No podemos obviar que el núcleo del primer anuncio es el comunicar el kerigma, es decir, hay un contenido que debemos transmitir y lo tenemos que hacer con lenguajes adecuados a aquellos con los que se dialoga. Y hoy este anuncio debe insertarse en la nueva cultura digital en la que nos movemos.

Un gran desafío con el que nos encontramos como Iglesia, para evangelizar, es la cultura digital, que trae consigo una nueva concepción de hombre, de su libertad y de la relación con la verdad. Y «la verdadera pregunta a la que debemos hacer frente a esta nueva cultura no es cómo usar las nuevas tecnologías para evangelizar, sino cómo convertirse en una presencia evangelizadora en el continente digital» (monseñor Rino Fisichella, Jornada de Apostolado Seglar, 22-23 de 2022).

En el primer anuncio hay una palabra clave, que es el testimonio. El encuentro personal con el Señor nos convierte en testigos de su evangelio y nuestro mundo, como afirmó el papa Pablo VI, también hoy necesita no tanto maestros como testigos. Es fundamental que nos sintamos llamados a anunciar a Cristo con nuestro modo de vivir, que anunciemos lo que también nosotros vivimos y experimentamos en nuestro encuentro personal con el Señor. Tenemos que ser capaces de tocar el corazón y la mente de los que nos escuchan porque predicamos con nuestra vida. Nos duele, como ha aparecido en la síntesis final del Sínodo en España, que se vea la Iglesia como una institución reaccionaria y poco propositiva, alejada de la realidad de hoy.

Como Iglesia tenemos que situarnos en diálogo con el mundo, ofreciendo la buena noticia del evangelio a tantas personas que están sufriendo, que se sienten marginadas por la sociedad por cualquier motivo. Estamos llamados a anunciar lo que vivimos o, mejor dicho, al que es la vida, Jesucristo, en medio de las situaciones de muerte, de tristeza o de falta de esperanza que hay a nuestro alrededor. Y esta misión nos corresponde a toda la Iglesia, pero no olvidemos que los laicos estáis llamados de «un modo propio y peculiar» (cf. LG 31) a ser testigos del evangelio en el corazón del mundo (en la familia, en el trabajo, en el ámbito educativo, en la política, en los medios de comunicación…).

Esta Jornada, que coincide con una convocatoria electoral municipal y autonómica, nos interpela también a un testimonio cristiano en el mundo de la política, que, en palabras del papa Francisco, «es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común» (EG 205).

En este Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, damos gracias a Dios por el trabajo de las delegaciones diocesanas de apostolado seglar, los movimientos y asociaciones, la Acción Católica, el Consejo Asesor de Laicos y el testimonio anónimo de tantos laicos de nuestras parroquias que cada día anuncian a Jesucristo en sus ambientes, con palabras y obras.

Que la Virgen María, reina de los apóstoles, y el Espíritu Santo, nos colme de sus bendiciones para que juntos (pastores, vida consagrada y laicos) sigamos anunciando la alegría del evangelio que «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús» (EG 1).

Presidente y consiliario de Manos Unidas
✠ Carlos Manuel Escribano Subías, arzobispo de Zaragoza

Subcomisión de Familia y Vida
✠ José Mazuelos Pérez, obispo de Canarias
✠ Juan Antonio Reig Pla, obispo emérito de Alcalá de Henares
✠ Francisco Gil Hellín, arzobispo emérito de Burgos
✠ Ángel Pérez Pueyo, obispo de Barbastro-Monzón
✠ Santos Montoya Torres, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

Subcomisión de Infancia y Juventud
✠ Arturo Ros Murgadas, obispo auxiliar de Valencia
✠ Francisco Jesús Orozco Mengíbar, obispo de Guadix

Consiliario de Acción Católica
✠ Antonio Gómez Cantero, obispo de Almería

Foro de Laicos
✠ Sergi Gordo Rodríguez, obispo auxiliar de Barcelona

Consiliario de Cursillos de Cristiandad
✠ José Ángel Saiz Meneses, arzobispo de Sevilla

miércoles, 24 de mayo de 2023

Ante las elecciones próximas. Por el Cardenal Antonio Cañizares

(La Razón) El próximo domingo hemos sido convocados a ejercer libremente el ejercicio democrático de elegir nuestros representantes legítimos municipales y autonómicos. Del resultado de las elecciones saldrán alcaldes y presidentes que rijan ayuntamientos y Comunidades Autónomas. A nadie se le oculta la importancia que tiene esta convocatoria, máxime teniendo en cuenta otras elecciones generales dentro de unos meses. La situación, lo decimos y vemos todos, es complicada y nada fácil. Depende mucho de nuestra responsabilidad. Y esta responsabilidad entraña, en primer lugar, el deber de votar, ejercer nuestro derecho a votar y elegir conforme a lo que nuestra conciencia nos dicte responsablemente para el bien común.

Son bastantes cristianos los que me han pedido que, como Obispo, les ofrezca alguna orientación, no para decirles a qué grupo político concreto deben votar, ni tampoco –menos aún– a qué personas –cosa que en absoluto no que me corresponde–, sino simple y sencillamente para orientar sus conciencias a la hora de elegir y votar responsable y libremente, en conciencia. Y así lo hago en virtud de mi responsabilidad y en derecho legítimo e inalienable como Obispo, y, utilizo este comunicado para el diálogo.

Todos somos conscientes de la gran responsabilidad y del deber de participar con el voto en elecciones como las que van a tener lugar: Se trata de un derecho y de un deber. Nos encontramos ante un acto consciente y maduro que requiere información y discernimiento sobre programas, métodos y personas con referencia al bien común; tenemos la obligación, pues, de informarnos, sin olvidar que ningún partido político es capaz de realizar plena y satisfactoriamente los valores esenciales de la concepción cristiana de la vida, y que el cristiano es libre para elegir entre los diversos partidos, programas y candidatos, siempre en coherencia con la fe cristiana y con los principios morales o de doctrina social cristiana que le son consubstanciales. No podemos elegir a cualquiera, no da lo mismo uno que otro: no nos podemos contentar con el mal menor, sino habrá que acudir a intentar el bien posible. Y para ello, entre otras cosas, habrá que tener muy en cuenta los bienes que promueve la Constitución Española, que habrá de ser respetada por la formación política que se elija.

En coherencia con nuestra fe hemos de apoyar el reconocimiento efectivo de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos y no podemos contribuir al establecimiento de ningún tipo de totalitarismo, del signo que sea; nuestro voto ha de ayudar a aquellos que de verdad y efectivamente trabajen por la desaparición de las desigualdades sociales, por la atención prioritaria a los pobres, los inmigrantes, los refugiados, y las periferias existenciales. Los cristianos no deberíamos colaborar con los que empleen la violencia, el odio, la mentira, o la corrupción para conseguir sus fines: en los proyectos políticos y sociales se ha de buscar un renovado talante de convivencia y generosidad, de diálogo y cooperación, de unidad y concordia entre todos los españoles sin exclusiones. La generosidad y la grandeza de ánimo, y el poner la mirada por encima de todo en el bien común, en el municipio, en la Comunidad autónoma, en España, debieran de ser nota de los dirigentes a elegir.

No podemos dar nuestro voto a quien no defienda el derecho a la vida, en todas las fases de su existencia, desde su concepción hasta su muerte natural: deberían quedar excluidas las formaciones que promuevan o favorezcan el aborto como un derecho, o la eutanasia –disfrazada a veces como muerte digna, que es otra cosa muy distinta– el consumo y tráfico de drogas, o el terrorismo; también deben excluirse aquellos grupos que no salvaguarden ni promuevan el debido respeto a la familia, a su verdad, a sus derechos, ni garanticen políticas familiares adecuadas y prioritarias: solo una adecuada política en esta materia garantizará un futuro para la humanidad, protegerá debidamente la acción social, el bien común y de la persona humana, y la paz.

A la hora de elegir habrá de tenerse muy en cuenta qué grupos promueven y defienden con toda nitidez y sin ninguna cortapisa la libertad religiosa y de conciencia, bases para una verdadera democracia en paz, y cuáles, por el contrario, no lo hacen con las suficientes garantías: habrá que evitar dar el voto a aquellas formaciones políticas que, en estos momentos, están promoviendo o tolerando un acoso sordo y sutil pero real y sistemático, a lo religioso en personas e instituciones; y también hay que tener gran cuidado de apoyar con nuestro voto a quienes favorezcan un laicismo radical e ideológico que, por lo demás, no parece conforme con nuestra Constitución que garantiza un Estado aconfesional.

Muy unido a esto, con nuestro voto habremos de propiciar y garantizar el derecho a la enseñanza libre y en libertad, y a la educación integral que tiene todo ciudadano, así como el derecho a la libertad de enseñanza, el derecho de los padres, prioritario y principal, a educar a sus hijos, a educarlos conforme a sus propias convicciones, a elegir el centro escolar que satisfaga adecuadamente este derecho inalienable, y el derecho de alumnos y padres a una enseñanza moral y religiosa en la escuela conforme a sus propias convicciones. Habrá de evitarse el que se genere, extienda y se imponga un pensamiento único, por ejemplo, la ideología de género. No podemos olvidar que esta ideología es totalmente reprobable ya que «niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer, presenta una sociedad sin diferencia de sexo y vacía el fundamento antropológico de la familia» (Papa Francisco).

Igualmente se habrá de estar atentos a ver si se subordinan los intereses privados al bien común. Nadie está exento, por lo demás, de las tentaciones de la corrupción y, por tanto, los intereses municipales o comunitarios deben estar defendidos adecuadamente contra la posible o eventual corrupción por un eficaz sistema de controles justa y debidamente regulados. Por eso se deberá exigir energía y equidad en las autoridades que tienen la obligación de impedir abusos de poder o de manipulaciones económicas; ante todo, con un ejemplo de transparencia administrativa. Nada contribuye tanto a la confianza del pueblo en sus gobernantes como la valentía de éstos para corregir abusos y limpiar de corrupción todos los entresijos del edificio social. En todo caso, habrá que ver qué fuerzas políticas establecen condiciones más favorables para la vida moral y justa en la sociedad en servicio del bien común.

martes, 23 de mayo de 2023

P. José Luis Gago, un dominico formado en Corias camino de los altares

Los restos del Padre Gago ya descansan en la iglesia de San Pablo de Valladolid

(dominicos.org) Este lunes por la mañana han tenido lugar la exhumación y el traslado de los restos del dominico Fr. José Luis Gago, quien fuera director general de programas religiosos de COPE, a la iglesia de San Pablo de los dominicos en Valladolid.

Los restos del Padre Gago han sido trasladados, en un acto que forma parte del proceso de canonización, desde el el panteón de los frailes predicadores del cementerio de El Carmen de Valladolid hasta la iglesia conventual de San Pablo, el lugar escogido por los frailes, con autorización de la Santa Sede, para inhumar a fray José Luis Gago.

La exhumación ha tenido lugar a las nueve de la mañana en el camposanto vallisoletano. En el proceso, en el que ha estado presente Mons. Luis Javier Argüello, arzobispo de Valladolid, se ha iniciado en una sala y se ha prolongado durante 2 horas. Los restos se han depositado, tras su análisis, en un cubículo de conservación fabricado a tal efecto. Un cortejo funerario lo ha acompañado hasta San Pablo, donde ha sido reinhumado.

A mediodía, Fr. Jesús Díaz Sariego, prior provincial de la Provincia de Hispania de los dominicos, ha presidido la eucaristía de acción de gracias por la vida de Gago. Junto a él, han concelebrado Fr. Carmelo Preciado, prior del convento de los dominicos, y D. José Andrés Cabrerizo, deán de la catedral de Valladolid. También han estado presentes, entre muchas otras personas, familiares del Padre Gago, numerosos frailes dominicos, miembros de la Asociación P. Gago y otros representantes de COPE.

En su homilía, el Provincial de los dominicos ha rescatado las palabras de D. Ricardo Blázquez sobre Gago: «era un hombre de esperanza. Por eso, le seguimos necesitando hoy, no ya para conducir un medio de comunicación, sino para percatarnos de los milagros de cada día, de la belleza de los pequeños gestos, del valor de un encuentro cotidiano, de los retos de las etapas de la existencia».

«Esta 'voz aún resuena' más allá de sus horas de radio»

Fr. Jesús ha destacado que la voz de Gago 'aún resuena' más allá de sus horas de radio: «Resuena cada vez que entre nosotros logramos ganar en confianza. En Dios y en los unos para con los otros. En la confianza las personas crecemos, maduramos, sacamos lo mejor de nosotros mismos y ofrecemos lo mejor que tenemos a los demás».

El Provincial ha concluido la homilía dando gracias con palabras de Gago: «Te doy gracias, Señor, por esta vida mía en la que he sufrido y de la que he disfrutado. Con el hato de mi vida a la espalda solo palabras obligadas y de bendición tengo hacia Ti y solo besar puedo la tierra que tú pisas».

Tras la eucaristía, el cubículo con los restos del Padre Gago ha sido depositado en un nuevo sepulcro, ubicado en la capilla del Rosario de la iglesia de San Pablo, lugar donde predicó los últimos años de su vida.

El Padre Gago

Fue un hombre que reunía características poco comunes en la actualidad: era inteligente pero humilde. Además, tenía aptitudes empresariales, pero no era un 'killer' agresivo, sino una buena persona. El Padre Gago, como le conocía la redacción de Radio, murió un 22 de diciembre de 2012 a los 78 años de edad. El sábado, 19 de junio de 2020, se ha iniciado el proceso para su beatificación y canonización, en un acto en Valladolid presidido por su entonces arzobispo, el cardenal Ricardo Blázquez.

Muchos atribuían al Padre Gago ser el hombre que se inventó la COPE, y que esta cadena fuera lo que es en la actualidad. Sin embargo, con su modestia, siempre se quitaba méritos personales: “Yo entendía que había quemado ya una serie de etapas y además en el trabajo que he hecho en COPE modestamente, entendía también que era necesario un rejuvenecimiento de aire. Tras 35 años en COPE era bueno que entraran nuevos pájaros con más juventud”, confesaba en una entrevista. La COPE se convirtió en la radio de las estrellas. Al Padre Gago le gustaba decir que había tenido la suerte de formar parte del triunvirato de la Transición, compuesto por Don Bernardo Herráez como consejero delegado; el padre Francisco Pérez Ontiveros como presidente del consejo de administración y el propio Padre Gago como director general. Era dominico y, luego periodista y empresario. Pero por encima de todo era bondadoso, su humanidad desbordaba todo. Era el confidente de muchos.

José Luis Gago nació un 4 de julio de 1934 en Palencia. No siempre ha sido el 'padre Gago', aunque siempre le hayan conocido así. A los diez años dijo a sus padres que quiere entregar su vida a Dios e ingresa en la escuela apostólica que los dominicos poseían en Corias (Asturias) en 1944 formándose aquí hasta 1950.Estudió filosofía en Cantabria, en el Santuario de la Virgen de Las Caldas de Besaya, y teología en Salamanca, en la Pontificia Facultad de Teología de San Esteban. En 1958, a los 24 años, recibe el Orden Sacerdotal. A José Luis Gago, se le empieza a conocer ya, como el padre Gago. Pero su legado no se queda exclusivamente en el plano religioso, sino que puso también su mano en el periodismo español -aunque para él probablemente no hubiera ninguna diferencia-. En el año 1964 es trasladado a Pamplona como director de la emisora de lo que se conocía como Radio Popular. Ya había entrado en este mundo de las ondas sonoras en “La Voz de Palencia”, donde el P. Gago anuncia el Evangelio en su espacio “Dominus Tecum”.

Posteriormente se traslada a Valladolid y pasa a dirigir la emisora de Radio Popular de esta ciudad. Más tarde, en 1975 se le encomienda la dirección del Secretariado de Medios de Comunicación Social y Consejero Provincial de la Orden en Madrid. Además pasa a ser consultor del Secretariado Nacional de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal y será Consejero de Radio Popular. Por si fuera poco, enseña “Ética y Deontología periodística” en la Facultad de Ciencias de la Información.

De la mano de José Andrés Hdez. y Don Bernardo, se encargará de ayudar a nacer a la Cadena COPE tal y como la conocemos hoy. Es Director General de la cadena entre los años 1981 y 1983, y en este periodo une todas las emisoras diocesanas de Radio Popular en una sola "cadena católica, generalista, viable en lo comercial y de calidad: la actual Cadena COPE".  El padre Gago fua una "pieza fundamental" en la historia de la Cadena COPE y su último trabajo para la casa, consistió en comentar el Evangelio de cada domingo en los programas religiosos de COPE Valladolid. Murió con plena lucidez tras la enfermedad que padecía. Sus familiares comentaban tras su muerte que una de sus últimas palabras fueron: “Yo ya estoy desapegado de estas cosas de la tierra, ya estoy mucho más cerca del Cielo”. Toda una lección de vida.