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martes, 30 de mayo de 2023

Mensaje para la Jornada “Pro Orantibus” 2023

Generar esperanza

Para quienes tratamos de vivir con los ojos abiertos ante la realidad que nos circunda y de la que formamos parte, no es difícil encontrar motivos para la tristeza y la desazón: amanecemos cada día con noticias de violencia, injusticia, egoísmo, exclusión, pobreza y sinsentido. También a una escala más personal, al mirar con sinceridad nuestro interior y el conjunto de nuestras relaciones, nos topamos con heridas y sinsabores que pueden ir sumiéndonos poco a poco en un desaliento paralizante. Existen, además, dinamismos sociales y actitudes individuales que fomentan nuestra rendición desesperada ante el avance de las tinieblas, formas de vida que nos hacen creer que esta realidad sombría es la única o la más poderosa, aquella que termina por imponerse cuando decaen nuestras mejores intenciones.

Normalmente, esta percepción amarga se agudiza a medida que avanzamos en años y en experiencia, pero en nuestros tiempos parece haber contagiado incluso a los más jóvenes, entre quienes también se detectan altas dosis de desmoralización y abatimiento, e incluso un preocupante aumento de suicidios. Precisamente a ellos, a los jóvenes, se dirige con frecuencia el papa Francisco para instarlos vivamente a la esperanza, que despierta en nosotros cuando somos capaces de mirar la realidad más allá de la hojarasca de la historia, en su raíz primera y su horizonte último, que son los de Dios.

Así, por ejemplo, en su viaje apostólico a Cuba, en 2015, el papa habló de esta manera a los jóvenes que tenía delante, para hacer resonar en todo el mundo una llamada a la esperanza cristiana arraigada en el deseo profundo de una vida en plenitud: «Invito a la esperanza, que “nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. […] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna”. Caminemos en esperanza» (Fratelli tutti, 55).

Leídas a la luz de la Jornada Pro Orantibus 2023, estas palabras vibrantes del mensaje de Francisco a los jóvenes cubanos —recogidas años después en la encíclica Fratelli tutti— pueden ayudarnos a reconocer, celebrar y orar por aquellos hermanos y hermanas que, abrazando la vida contemplativa, alientan nuestra esperanza y la requieren. En su luminoso horizonte está «generar esperanza». Por una parte, ellos y ellas, al renunciar al espíritu mundano y entregar radicalmente la vida «a querer tocar lo grande […], la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor», se convierten en parábola de la esperanza última para la Iglesia y para toda la humanidad.

Desde su vocación particular, los contemplativos encarnan y dan a conocer esa esperanza que, más allá de optimismos y pesimismos, asienta nuestra historia en lo más profundo de la realidad, en el corazón de Dios Trinidad que ha creado este mundo por pura liberalidad, lo acompaña con suave providencia, lo salva a través de la entrega amorosa de Jesucristo, lo ilumina y alimenta por medio de la Iglesia y lo recreará al final de los tiempos en la gloria de los santos. La esperanza que brota de la fe en la realidad última de Dios se hace carne cotidiana en cada convento y monasterio, allí donde se cultivan la oración y la celebración que abren a la hermosura de la Trinidad; la fraternidad y la reconciliación, que generan relaciones nuevas; la hospitalidad y la caridad, que ensanchan la misericordia para con todos; el trabajo y el descanso, que unen el propio esfuerzo al don divino. Así, cuantos caminamos tratando de dar respuesta a la sed de una vida lograda en medio de tantas desdichas agradecemos el testimonio de la vocación contemplativa, que se goza en buscar y esperar cada día al Señor que viene para que todos tengamos vida, y vida en abundancia; para que tengamos esperanza.

Al tiempo que genera y nos regala un bello canto de esperanza contra el mal y el sinsentido, la vida contemplativa aguarda de nuestra parte aliento para el camino. En este sentido, los contemplativos también lanzan su mirada al resto del pueblo de Dios, deseando recibir los dolores y las alegrías de este mundo para poder esperar por todos y con todos. Por eso, en esta Jornada Pro Orantibus que cada año se nos regala, no dejemos de acercarnos, si tenemos ocasión, a nuestros hermanos y hermanas contemplativos, con el fin de compartir entre todos los consuelos y las fatigas de los hombres y mujeres de esta tierra. Comprometámonos juntos en la misión de generar esperanza donde haga más falta, donde más urgente sea el anuncio del Señor resucitado. Y recemos también por ellos, para que puedan recibir el sostén de nuestra plegaria sincera ante Dios y se vean apoyados en su deseo de peregrinar sin desfallecer a la luz del rostro del Señor. De este modo, como decía santa Teresa de Jesús, quienes se han entregado a la esperanza con audacia y reciedumbre, seguirán encontrando en Dios su baluarte y ofreciendo a todos la única cura capaz contra el desaliento, pues «el mejor remedio es esperar en la misericordia de Dios, que nunca falta a los que en él esperan. Sea por siempre bendito, amén» (santa Teresa de Jesús, Moradas VI,1,13).

Feliz y esperanzada Jornada Pro Orantibus en la Solemnidad de la Santísima Trinidad.

Obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada

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