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domingo, 28 de mayo de 2023

''Recibid el Espíritu Santo''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Con alegría celebramos hoy esta solemnidad de Pentecostés, cumbre y final del tiempo de Pascua en el que hemos tratado de ensanchar nuestro corazón con la experiencia gozosa de descubrir a Cristo resucitado y acoger su don. Los cincuenta días llegan, no a su fin, sino a su plenitud con esta Pascua del Espíritu. Como suelo decir, no hemos vivido una Semana Santa, una Pascua o un Pentecostés más, sino único, pensado y soñado en la Providencia de Dios para nosotros de un modo concreto, con el que nos acercarnos al Señor desde nuestras penas y alegrías. Decimos familiarmente que esta es la fiesta del Espíritu Santo, el gran olvidado; quizá por eso no salen las cosas como nosotros queremos, no saboreamos la oración ni tiene fruto nuestra pastoral, pues el Espíritu Santo es el que nos permite vivir en Cristo. Invoquémosle no sólo en este domingo, sino todos los días de nuestra vida para que Él nos ilumine, trasforme y purifique.

I. El Espíritu nos une en comunión

La segunda lectura de San Pablo a la comunidad de Corinto nos muestra con claridad la importancia de la tercera persona de la Santísima Trinidad, y es que, como nos dice el apóstol ''Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo''. El fragmento que escuchamos hoy fue elegido para esta celebración por ser tan apropiado y tiene un contexto histórico que no podemos omitir. En aquella primitiva comunidad de Corinto que empieza a crecer de forma notable y que tiene miembros que trabajan con esmero en el anuncio del Evangelio, pronto surge un problema que nosotros llamaríamos de celos o "piquilla". Presumían de los dones, talentos y carismas que habían recibido, y así no solamente echaban por tierra lo bueno realizado -pues parecía que no lo hacían por amor a Cristo, sino por ego propio- y lo que era aún peor, dividían a la comunidad. Esto es una realidad que seguimos experimentando actualmente en las nuestras; evidentemente nunca llueve a gusto de todos, pero esto es lo hermoso, que seamos diferentes, plurales con diferentes ideas, gustos y criterios diferentes pero en un solo Dios. Aquí viene de nuevo el recordatorio de algo que no acabamos de integrar en nosotros: lo que viene del demonio nos divide, mientras lo que viene del Espíritu Santo nos une. No no podemos vivir en una "Babel" levantando únicamente nuestros egos, y donde al final cada cual habla su lengua sin entender la del otro; nosotros estamos llamados a vivir un renovado Pentecostés hablando cada uno nuestra lengua entendiendo también las de los otros. Y esto no es cuestión de conocer idiomas, sino de estar abiertos al Espíritu de Dios. Ante esto San Pablo exhorta a no romper la unidad, a vivir como una gracia la diversidad de sensibilidades dentro de la comunidad y a recibir los carismas no sólo como algo exterior, sino como auténtica caricia del Espíritu Santo. Su recomendación ha sido clara: ''hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos''.

II. Transformados por el Espíritu 

La primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles nos describe lo ocurrido el día de Pentecostés con detalles, datos y circunstancias, pero San Lucas en este texto nos dice más de lo que aparentemente leemos o escuchamos. No se trata solamente de la descripción de un acontecimiento, sino una auténtica catequesis de cómo obra el Espíritu Santo. No estamos ante un hecho cualquiera sin más, ni ante un fenómeno que se limite al misterio, sino que aquí palpamos cómo ha habido un antes y un después a la acción de enviarnos Dios al Paráclito. El Señor cumple su promesa y regala su Espíritu sin pedir nada a cambio por puro amor y gratuidad, para que el hombre salga de sí mismo, supere sus miedos y sea capaz de dar a conocer lo que ha visto y oído a sus hermanos de toda raza, lengua y nación. Aquí se evidencia que el Señor nos envía su Espíritu no para esclavizarnos, sino para liberarnos y hacernos hijos de adopción. Ciertamente, el Dios de la alianza permanece fiel; nos liberó de la opresión y la esclavitud en Egipto, nos liberó de la muerte y del pecado en la cruz, y ahora en Pentecostés nos libera de nuestros miedos y zozobras. Ya no hay muros, divisiones ni fronteras; el Espíritu nos abre el oído de tal forma que todos ''oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua''. El Espíritu Santo es el que hace posible en la eucaristía que el pan se convierta en el cuerpo del Señor, por ello necesitamos invocar al Espíritu para que convierta y cambie nuestro corazón y nos de un corazón nuevo para poder ser como auténticos cristianos dignos hijos de esta Iglesia que tiene sus comienzos Pentecostés; para formar parte de la nueva humanidad que renace por medio de la ley del amor. Nada hacemos en la Iglesia por nuestras habilidades, sino que lo poco en lo que contribuimos a la edificación de este Cuerpo Místico, es gracias a que el Espíritu Santo nos bendice con sus dones para que sepamos aprovecharlos en beneficio de los hermanos. 

III. Renovado Pentecostés 

El evangelio de este domingo tomado del capítulo 20 de San Juan nos presenta a Cristo resucitado enviando al Espíritu Santo sobre sus discípulos. El Espíritu Santo no sólo une al Padre y al Hijo en la Trinidad, sino que nosotros necesitamos también del Él para poder descubrir realmente a Jesús. Por lo que nos dice el evangelista, hay una evidencia muy clara desde el momento de la resurrección hasta su Ascensión. La relación entre el Resucitado y los apóstoles ya no era como antes de su muerte, sino que ahora dependían de la ayuda del Espíritu Santo para encontrarse y contribuir a la su misión. He aquí una realidad que se nos escapa también a nosotros constantemente en nuestra vida de fe, y es que no podemos limitarnos a lo tangible, visible, lo cual es una pura percepción superficial, sino que requerimos madurar nuestra vivencia espiritual hacia la interioridad a la hora de vivir los misterios de nuestro credo, pero también en nuestra vida cotidiana. Por poner un ejemplo: cuántas veces juzgamos a las personas por el exterior, por como visten, por el partido político afín, por lo que me han dicho de ellos, pero ¿conozco a esa persona? ¿he hablado siquiera con ella una hora o compartido un café? Necesitamos salir de nosotros mismos para dar al mundo razones de nuestra fe y no quedarnos encerrados en los temores, los "clichés" o las etiquetas. Pidamos al Espíritu Santo sus siete dones para que sepamos ver el mundo con los ojos de la fe, para tratar de buscar la profundidad existencial que es así como mira Dios por medio de su Espíritu. La superficialidad y a veces la mediocridad en ocasiones es una realidad que nos daña, que se apega a nuestra vida y nos hace gastar la existencia a medio gas. Necesitamos vivir nuestra espiritualidad desde la religiosidad y con interioridad. Ahora hay personas que ejercitan mucho la "espiritualidad" a través de cursos de meditación en internet, o que viven nuevas formas de religiosidad de tipo oriental como las meditaciones "zen", pero nosotros los católicos vivimos nuestra interioridad como un diálogo con Dios Padre por medio de la religiosidad que brota de Cristo eucaristía en la cruz y con la única espiritualidad que es aquella que la Iglesia nos propone como auténtico fruto del Espíritu Santo. En este día se celebra también en la Iglesia la Jornada del Apostolado Seglar, y es que necesitamos cristianos comprometidos que llenos del Espíritu Santo se impliquen y compliquen en la edificación de esta Iglesia de la que cada uno somos sus piedras vivas. Y también hoy  nuestra oración por los jóvenes que serán ordenados presbíteros esta tarde en la Catedral, y es que en nuestra diócesis de Oviedo, Pentecostés ya es un sinónimo de "día de Órdenes". En ellos seis se cumplen las palabras del evangelio de este día: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Pidamos al Espíritu Santo que no deje de renovar nuestra Iglesia diocesana con nuevas vocaciones a todos los estados de vida.

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