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viernes, 30 de septiembre de 2022

Carta semanal del Sr. Arzobispo

Un futuro bendecido

Comenzamos el curso. Es siempre el pistoletazo de salida en una aventura que nos conmueve por lo que supone de esperanza. Contaremos este año con treinta seminaristas que se preparan en nuestro Instituto Superior de Estudios Teológicos, vinculado a la Universidad Pontificia de Salamanca. Propiamente diocesanos son 26 chavales, y los cuatro restantes pertenecen: dos a la Diócesis de Santander que estudiarán con nosotros de momento, y otros dos a la comunidad Unión Lumen Dei. 

La Palabra de Dios que elegimos para comenzar nuestro curso fue un texto precioso del libro de la Sabiduría (Sab 6, 12-20). Podemos leer toda la filigrana de sabiduría bíblica que de modo especial subrayan los libros sapienciales con sus versos, sus proverbios, sus canciones, sus sentencias y requiebros. Pero estará presente en el mensaje profético, en los lances históricos, y especialmente en la sabiduría hecha carne en la palabra y los gestos de Jesucristo. Un centro de estudios teológicos tiene que ver con esta trayectoria, porque la verdadera teología, así como la filosofía que nos abre a la pregunta que encuentra en la Revelación la respuesta, son una escuela de sabiduría. 

Vivimos en un mundo complejo que se ha distanciado de la sabiduría precisamente por mirar mundanamente la realidad. De ahí surge una mirada violenta como vemos que por doquier se zanja en tantas guerras en curso. Una mirada también insolidaria porque no ve al otro como un hermano sino como un enemigo al que abatir excluyéndolo y destruyéndolo de tantos modos. Una mirada falaz nutrida por la mentira que engaña en todo para obtener pretenciosamente los torticeros objetivos. El resultado es este paisaje aterrador en donde pocos tienen confianza en los demás hasta el punto de tejer unas relaciones en las que casi nadie se fía de nadie, se experimenta el miedo ante una incertidumbre corrosiva y vulnerable. 

Bien distinto es mirar las cosas desde los ojos de Dios Pero frente a este horizonte de profunda melancolía inútil, hay algo irreductible en el corazón humano que no se resigna a la frivolidad, a la banalidad y al sin sentido, porque hemos sido creados para algo grande, único e irrepetible. Por eso el Evangelio nos recuerda que Jesús ha revelado su secreto: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11, 25). Este secreto de Jesús no deja de ser nuestro propio secreto cuando el hombre descubre que su destino al que anhela, coincide con la propuesta que Dios mismo le hace cuando le llama a la existencia: hay una correspondencia entre mi propia vida con todas sus exigencias y lo que el Señor me indica como camino. Esta correspondencia es lo que marca nuestro destino, a pesar de nuestras torpezas, nuestras lentitudes o nuestros eventuales extravíos. Y esta correspondencia es la que nos hace sabios, cuando abrazamos lo que Dios quiere de nuestra vida diciendo sí a lo que nos ha propuesto como camino vocacional. Así ha sido en María, la mujer que se fio de Dios diciendo el “fiat” de su sí a lo que de suyo le desbordaba. Así ha sido en los santos que en el mundo han sido. 

El dato antropológico que nos empuja a preguntarnos por nuestro misterio humano y la historia del pensamiento en la que los hombres han dado sus respuestas, se topan todas ellas con un Dios encontradizo que en la Revelación nos muestra la clave de nuestros enigmas, y de ahí nacerá la teología que sistemáticamente ordena nuestra cosmovisión cristiana, nuestra conducta moral, nuestra celebración litúrgica, nuestra pasión misionera, nuestro testimonio humilde pero audaz. Ponemos a estos 30 jóvenes ante la Santina, mientras pedimos la gracia de ser con ellos sabios con la Sabiduría de Dios y de los santos. 

+ Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo

El sacerdote José María Avendaño ha sido nombrado obispo auxiliar de Getafe

La Santa Sede ha hecho público, a las 12.00 h. de hoy, viernes 30 de septiembre, que el papa Francisco ha nombrado al sacerdote José María Avendaño Perea obispo auxiliar de Getafe, asignándole la sede titular de Iliberi. José María Avendaña es actualmente vicario general y para el Clero de la diócesis de Getafe. Así lo ha comunicado la Nunciatura Apostólica a la Conferencia Episcopal Española.

José María Avendaño, vicario general de Getafe desde 2005

José María Avendaño nació el 25 de abril de 1957 en Villanueva de Alcardete (Toledo). Estudió Magisterio, en la especialidad de matemáticas, en Toledo (1978) y Logopedia en la Universidad Complutense de Madrid (1981). Es bachiller en Teología por la Universidad Pontificia de Comillas (1985) y licenciado en Teología pastoral práctica por la Pontificia Universidad de Salamanca, en su sede del Instituto Superior de Pastoral de Madrid (2004). Recibió la ordenación sacerdotal en la archidiócesis de Madrid el 14 de marzo de 1987.

Al crearse la diócesis de Getafe, fue incardinado en la misma, y en esta sede ha desarrollado los siguientes ministerios: vicario parroquial en la parroquia el Salvador de Leganés (1987-1989) y en S. Nicasio de Leganés (1989-1997), de la que también fue párroco (1997-2005); además de arcipreste de Leganés (1992-2001). También ha desempeñado el cargo de delegado diocesano de la Pastoral Social (2002-2018). Desde 2005 es vicario general y desde 2018, también vicario para el Clero. Pertenece a los distintos Consejos Diocesanos.

En 2018 es nombrado, por designación de la Conferencia Episcopal Española, Consejero Episcopal del Consejo General de Cáritas Española 

Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Por Ángel Olivera Miguel

Hoy la Iglesia celebra, con categoría de fiesta, a los llamados arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael. Sus nombres hacen referencia a sus funciones de intermediarios entre Dios y los hombres, así como ejecutores de sus órdenes y transmisores de sus mensajes.

La angelología no se presenta, hoy día, como campo en el que la investigación teológica se mueva cómodamente. Comenzando por la misma existencia de los ángeles, encontrarnos claras actitudes de rechazo que los relegan al mundo mitológico exclusivamente, o se recala en el desconcierto de no saber exactamente a qué atenerse en este tema. Es evidente que otro es el campo de las representaciones e imaginería con que se presenten, así corno el de las jerarquías angélicas indicadas en sus respectivas designaciones onomásticas.

No es éste el lugar de entrar en toda esa problemática; se trata de recoger la fe de la Iglesia, tal como actualmente se nos ofrece, concretamente en el ámbito de las celebraciones litúrgicas, en orden a su memoria y veneración.

El Catecismo de la Iglesia católica afirma: La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición» (n.° 328). El nombre de «ángel» no es nombre de naturaleza, sino de oficio, de función. Por su naturaleza es 'espíritu», por su función es "ángel" (cf. San Agustín: Psal. 103, 1, 15).

La Carta a los Hebreos (1, 14) los define como «espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación». Su nombre hebreo mal'ak, o griego anguelos, los define como mensajeros».

La fe de la Iglesia en la existencia de los ángeles toma vida y se traduce en oración, en el culto litúrgico, lo que es de capital importancia, según el principio de lex orandi, lex credendi, ya que la liturgia es la expresión concreta de la fe vivida. La liturgia celebra la fe bíblica y la tradición doctrinal de la Iglesia.

La liturgia ha unificado en este día, con categoría de fiesta, la veneración de los llamados arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael. Sus nombres hacen referencia a sus funciones de intermediarios entre Dios y los hombres, así como ejecutores de sus órdenes y transmisores de sus mensajes.

El Arcángel San Miguel

Lógicamente la fuente de información básica sobre el Arcángel Miguel ha de buscarse en la revelación bíblica, Mi-ka-'el, literalmente significa „¿quién como Dios?», y está en consonancia con su misión e intervenciones.

La liturgia, que le da culto desde el siglo V, asume el papel protector del arcángel Miguel, tanto en la celebración de la palabra en la misa (primera lectura), como en la liturgia de las horas, en antífonas y oficio de Lectura. En la lectura patrística, fragmento de una «homilía de San Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios», podemos leer: «... Cuando se trata de alguna misión que requiera un poder especial, es enviado Miguel, dando a entender por su actuación y por su nombre que nadie puede hacer lo que sólo Dios puede hacer. De ahí que aquel antiguo enemigo, que por su soberbia pretendió igualarse a Dios..., nos es mostrado luchando contra el arcángel Miguel, cuando, al fin del mundo, será desposeído de su poder y destinado al extremo suplicio, como nos lo presenta Juan: Se trabó una batalla con el arcángel Miguel.

Miguel es jefe de la milicia celestial; la Contrarreforma lo convierte en defensor de la Iglesia ante la reforma protestante.

El Arcángel San Gabriel

«Dios es fuerte» o «héroe de Dios«, es su significado. Como dice San Gregorio Magno (oficio de lectura del día) «... se les atribuyen nombres personales, que designan cuál es su actuación propia..., ya que a través de estos nombres conocemos cuál es la misión específica para la cual nos son enviados.

Este ángel Gabriel es el «enviado por Dios..., a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María» (1, 26). El mensaje que transmite es sorprendente y trascendental: sin duda el más importante de la historia de la salvación; se trata del cumplimiento, de forma insólita, de todas las anteriores Escrituras: la llegada del Mesías, revelado como «Hijo del Altísimo... y será llamado Hijo de Dios».

Con razón dice San Gregorio Magno (oficio de Lectura): «Los (ángeles) que anuncian cosas de gran trascendencia se llaman arcángeles. Por esto, a la Virgen María no le fue enviado un ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel, ya que un mensaje de tal trascendencia requería que fuese transmitido por un ámgel de la máxima categoría... A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa «Fortaleza de Dios», porque venía a anunciar a aquel que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a los principados y potestades. Era, pues, natural que aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida del que es Señor de los ejércitos y héroe en las batallase.

En el relato de Lucas, el protagonista parece el ángel Gabriel. Mas éste debe tal prerrogativa al designio que comunica. Por consiguiente, Gabriel viene asociado por Lucas con el mensaje. Y, en tal caso, el diálogo pierde en dimensión histórica lo que gana en profundidad teológica. Queda, en realidad, claro que Gabriel, aun siendo el protagonista, carece de importancia «personal» y recibe toda su relevancia del mensaje que transmite» (Antonio Salas).

El Arcángel San Rafael

Rafael significa «Dios cura». Sólo disponemos de la fuente bíblica, del libro de Tobías para hacernos una idea de su identidad y misión.

Rafael se presenta bíblicamente como: protector y compañero en nuestro caminar (también por el camino de la vida), sanador de nuestras cegueras (también espirituales), vencedor del demonio y del mal, abogado defensor en las dificultades de la vida, intercesor ante Dios en favor nuestro. Es uno de los siete grandes ángeles presentes ante la gloria del Señor...

Pero su misión y su protagonismo aparente tienen como finalidad la expresada por él mismo al revelar su identidad: «No temáis. La paz sea con vosotros. Bendecida Diosporsiempre. Si he estado con vosotros..., ha sido por voluntad de Dios. A él debéis bendecir todos los días, a él debéis cantar... Y ahora bendecid al Señor sobre la tierra y confesad a Dios. Mirad, yo subo al que me ha enviado...« (12, 17-20).

La devoción dedicada a Rafael fue promovida en el siglo XVI, al instituir el culto del ángel custodio, el obispo de Rodez, Francisco de Estaing, en 1526. Patrón de boticarios y médicos, protege también a los viajeros.

En todos los casos, las intervenciones angélicas reseñadas, tienen a Dios como protagonista principal, y a la persona humana (individual o colectiva) como beneficiarias. El ángel-arcángel en tanto tiene protagonismo en cuanto transmisor de ese mensaje, siempre salvífico y benefactor. La conclusión siempre debe ser el consejo de Rafael: «Bendecid a Dios por siempre», porque, en realidad, es él quien está actuando,

Sus atributos son: cayado de mensajero (cetro a veces), lirio que reemplaza al cayado o cetro, rama de olivo, filacteria que lleva la salutación angélica «Ave María gratia plena...

miércoles, 28 de septiembre de 2022

Les damos la Bienvenida

Nueva Hermana del Santo Ángel

La Comunidad de Hermanas del Santo Ángel tiene una nueva incorporación, la Hermana María Jesús que viene de la Comunidad de Puerto Real (Cádiz) siendo ella natural de Murugarren (Navarra). 

Desde los primeros días del mes de septiembre se encuentra entre nosotros. Le damos la Bienvenida a nuestra Parroquia, seguros de que será un ángel visible en Lugones 

¡Bienvenida Hermana!

Nuevo Seminarista Diocesano

Este fin de semana hemos acogido con gozo a Mario Jose Yepez Miranda, seminarista diocesano de Oviedo. Tiene 31 años y es natural de Barquisimeto (Venezuela). 

Estudia segundo el segundo curso de estudios eclesiásticos. Realiza su pastoral social con las hermanas de María Inmaculada. El curso pasado estuvo de pastoral en la Basílica de San Juan el Real de Oviedo. 

Este curso estará con nosotros. ¡Bienvenido Mario!

Seminaristas del Seminario Misionero Redemptoris Mater 

Repite entre nosotros Jhon Ángel Terán Quintero, ya estuvo el curso anterior aquí en la parroquia. Es natural de Caracas (Venezuela).

Y damos la bienvenida a Andrea Di Giandomenico natural de Chieti (Abruzzo) en Italia, tiene 19 años y es ultimo de nueve hermanos.

Jhon Ángel ya sabe que está en casa, y a Andrea le damos la bienvenida. ¿benvenuto fratello!

Santoral del día: San Wenceslao, rey y mártir

(COPE) Para ser discípulo del Señor la condición es clara: cargar con la Cruz de cada día y renunciar a todos los bienes. La Iglesia nos propone hoy a San Wenceslao, que se unió a Cristo cuyo Reino nunca pasa. Nacido en el año 907 en Bohemia, su santidad de vida, se abrió paso en medio de un hogar donde el padre estaba imbuido en la piedad y la Fe cristiana, mientras que su madre, procedía de unas raíces profundamente paganas.

Su abuela Lumidla, también hoy en los altares, quien había sido bautizada por San Metodio y educó a su nieto en el cristianismo. Esta educacion impacta en su corazón de tal forma que desprende bondad de su persona. Cuando se hace adulto, accede al Ducado de su país. Aquí se muestra su condición de cristiano presente en las cosas del mundo y de la vida, como fermento en la masa según el Evangelio.

En su periodo de gobierno, logró firmar la paz y la reconciliación con algunos de sus contrincantes. Pero su Fe, no podía estar exenta de la Cruz de Cristo, que le hizo ser signo de contradicción y sufrir multitud de problemas. Y es que no todos aprobaron su gestiónm criticando su modo de proceder. De esta forma se cumplía lo que dice el Señor en La Escritura cuando recuerda que “si el mundo os odia, sabed que a Mí me ha odiado antes”.

Sin embargo, perseveró en la difusión de la semilla del Evangelio entre todos sus súbditos, como un verdadero grano de trigo que cae en tierra y fecunda la tierra. Su rectitud en el obrar fue mal mirada por su hermano, que contrató a unos cómplices para eliminarle, piorque les molestaba. Así moría mártir San Wenceslao el año 935, siendo venerado pronto como Patrono principal de Bohemia, en la actual Chequia.

martes, 27 de septiembre de 2022

Don José Manuel García Rodríguez, 30 años en Candás de siembra y sementera. Por Rodrigo Huerta Migoya.-

El calendario marca que estamos a 27 de septiembre, y éste no es un día cualquiera, pues se cumplen 30 años de la toma de posesión de D. José Manuel García Rodríguez como párroco de San Félix de Candás. Tres décadas de servicio abnegado a la grey que el Señor le confió; treinta años abriendo el surco en la tierra cuyos frutos y cosechas sólo el Amo de la Viña conoce. Don José, me consta que ha vivido su vinculación a la parroquia de San Félix como un fiel desposorio, siempre unido a ésta a las duras y a las maduras; días de sol claro o de niebla espesa. Creo que no es ningún secreto -como ya comenté en alguna ocasión- lo que cuesta sacar al cura de Candás de su rutina. En su mente no entran los días libres, los viajes ni las vacaciones; en sus entrañas lleva su vocación de hablar a Dios de los hombres y a los hombres de Dios. 

Candás nunca fue una parroquia fácil para ningún sacerdote, al menos en el último siglo. La historia habla por sí sola y merece la pena asomarse un poco a ella. Los hechos le dieron fama de ser Villa rebelde y revolucionaria, pero igualmente siempre con su Santo Cristo como emblema de todos. Por desgracia, en la guerra civil el Cristo fue profanado, el coadjutor de la Parroquia D. Jacobo martirizado, y el anciano Párroco D. Florentino, expulsado de la localidad aunque con la gracia de perdonarle la vida a cambio de entregar la casa rectoral en la que se instaló el "Comité de la aguja", donde las milicianas cosían y arreglaban la ropa de los que estaban en el frente. También los párrocos de Perlora y de Piedeloro, D. Manuel Alonso y D. Crescenciano Verde fueron torturados y asesinados por personas propias del lugar. Luego vendría D. José González Muniello (1942-1958) que también sufrió mucho en Candás, pues le tocó la dura posguerra y tuvo que enfrentar muchas incomprensiones y reconstruir el templo desde sus cimientos, cuando en el pueblo no tenía nada que llevarse a la boca... No fue tarea fácil ni agradable. Al final de sus días el pueblo reconoció que Don José logró ambas cosas: dotar a Candás de un templo digno, al tiempo que buscó trabajo para muchísimas familias sin recursos en la incipiente ENSIDESA .

A partir de la muerte de Don José Muniello la parroquia de Candás vive unos años llamativos donde los sacerdotes permanecen más bien poco. Primero llega de párroco por oposición D. Andrés Corsino, el cual tras apenas cinco años en el lugar (1958-1963) renuncia al cargo y solicita ser trasladado a una zona rural más tranquila, pasando así de la villa de Candás a la Abadía de Cenero en Gijón. Don Andrés, con esa gracia de la cuenca minera que le caracterizaba, cuando le preguntaban por su paso por Candás solía comentar: "eren un poco cabritinos"... Le sustituye también como párroco D. Manuel Peláez, el cual a los cuatro años de estar en la parroquia (1961-1965) solicita a Monseñor Tarancón salir de Candás, y es destinado al Seminario de Oviedo como director espiritual. En 1965 llega como regente D. Valeriano Muñoz, que estará en la Parroquia veintisiete años, aunque nunca ostentó el nombramiento de Párroco. Don Manuel Peláez mantuvo este título en propiedad -por oposición- hasta el año 1971 en que renunció formalmente; sin embargo, el Arzobispado de Oviedo no le concedió a D. Valeriano el título de Párroco, tal vez por las distantes relaciones existentes entre la Curia y el sacerdote, que no compartía las líneas pastorales de la Diócesis. El actual Párroco para subsanar aquello, quiso poner en las placas que colocó en el templo el término de "Párroco" en un reconocimiento explícito a su antecesor. Aunque en términos canónicos, D. Valeriano fue únicamente Administrador Parroquial. 

Don Valeriano fue otro sacerdote que sufrió lo suyo en Candás. Quienes se encargaban de la limpieza y mantenimiento de la casa rectoral afirmaban verle llorar por casa a menudo. Tuvo dos ideas que por falta de tiempo en su vida no llegó a realizar: quería dejar la parroquia de Candás y llevar una vida más sosegada pensando en restaurar la casa rectoral de Piedeloro que estaba en ruinas, y pasar allí el resto de sus días como colofón de su existencia pastoral. Más con el paso del tiempo, Piedeloro ya estaba muy cerca de Candás en todos los sentidos, y por ende de sus inagotables quebraderos de cabeza, por lo que su última idea era jubilarse ya de forma anticipada y marcharse a vivir a Madrid para disfrutar allí de los museos y anticuarios de la capital de España, que tanto le gustaban. Cuando estaba proyectando su jubilación la enfermedad sobrevino silenciosa y frustró todos sus planes llevándole ante el Señor prematuramente. Poca gente lo sabe, pero semanas antes de morir Don Valeriano y el actual Párroco, entonces cura de La Corrada y Riberas de Pravia (donde también había estado D. Valeriano) le visitó en el Hospital de Jove. Don José Manuel fue para acompañar a Don Jesús, el entonces cura de Soto del Barco que tenía igualmente amistad con D. Valeriano de la referida etapa anterior, y allí se encontraron los tres.

Candás es foco de peregrinación en torno a su Santo Cristo: es una Parroquia muy unida al crucificado y por ende, un lugar para vivir la espiritualidad de la Cruz. En el amplio periplo de una persona hay muchas realidades: aciertos y errores, penas y alegrías, hieles y mieles... Uno sobrevive su peregrinar cargado de heridas y zarpazos no visibles, que son quizá los más dolorosos. La vida de Don José Manuel no ha sido fácil tampoco en muchos momentos donde pudo parecer que la oscuridad eclipsaba la luz, más como él bien supo afirmar: ''Dios no siempre me dio lo que quise, pero siempre me dio más de lo que necesitaba''. Sólo el encarar los problemas en clave de trascendencia con la mirada en la eternidad ayuda a sobrellevarlos; saber vivir herido contemplando a Aquél cuyas heridas nos curan. Mirando al Cristo de Candás a uno le viene a la cabeza ese himno de la liturgia de las horas: ''Y sólo pido no pedirte nada,/ estar aquí, junto a tu imagen muerta,/ ir aprendiendo que el dolor es sólo/ la llave santa de tu santa puerta''. Quizá es hasta pecado hablar de problemas viendo nuestro mundo, pero lo más insignificante, la tontería más minúscula, a veces mina el alma no porque los que te quieren hacer mal hagan mucho ruido, sino porque muchas veces los que esperabas a tu lado estuvieron muy silenciosos...

Saber vivir configurado con la Cruz, da paso a la alegría de ver que se cumplen las promesas del Señor: ''espera en Dios que volverás a alabarlo''... Sí, querido Don José Manuel; echar la mirada atrás nos sorprende positivamente viendo tanto bueno vivido. Son 30 años de los que podemos asentir: ''El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres''. Yo sé que la mejor celebración para usted es la misa del día bien vivida y celebrada con unción, en la que se harán verdad hoy nuevamente las palabras del salmista: ''¿cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación invocando tu nombre Señor''... He ahí esa acción de gracias donde ya todo está dicho, como nos explicó Benedicto XVI magistralmente en el 65º aniversario de su ordenación sacerdotal: ''ese eucharistomen es un gracias humano, un gracias a todos... gratias agens benedixit fregit deditque. Eucharistomen, la acción de gracias evoca la nueva dimensión que Cristo dio. Él transformó en agradecimiento, y por lo tanto, en bendición la cruz''. 

Tres décadas de un "fiat", de aquella primera homilía donde con toda el alma afirmó: ''Santísimo Cristo de Candás, ya me tienes aquí''. Gracias Don José Manuel por tanta gracia derrochada, por tanto y tan bueno, por ser pastor según el Corazón de Cristo. Es significativo que fuera un día de San Vicente de Paúl -con lo vinculadas que están las Hijas de la Caridad a su pueblo y parroquia natal de Miranda de Avilés- cuando iniciara su ministerio sacerdotal en Candás. Este gran santo francés solía decir que ''El ruido no hace bien; el bien no hace ruido'', algo que usted sabe encarnar a la perfección. Su vida ahora no se limita a Candás, con el tiempo se han añadido las parroquias de Piedeloro y Perlora, que conforman la Unidad Pastoral candasina. Tres parroquias que son en sí una catequesis: Piedeloro, templo dedicado a Nuestra Señora: a Santa María la Antigua; Candás, Santuario de la Cruz: calvario en el que subimos a ver al que atravesaron para, finalmente, pasar a Perlora: El Salvador, en búsqueda del descanso, la Transfiguración; subir al Tabor para afirmar: ''Señor, qué bien se está aquí''. 

Mons. Argüello: lo revolucionario, lo novedoso es que los frailes, las monjas y los sacerdotes vistan hoy como tales

«HUBO UN TIEMPO EN QUE LA NOVEDAD ERA QUITARSE LA SOTANA Y EL CLERGYMAN»

(Arch. Valladolid/InfoCatólica) El arzobispo de Valladolid, Mons. Luis Argüello, ordenó a los seminaristas Jorge Polo y Mario Martín como nuevos diáconos de la archidiócesis vallisoletana.

La Catedral fue testigo del compromiso de los jóvenes ante su pastor a «observar el celibato durante toda la vida», «conservar y acrecentar el espíritu de oración y celebrar la Liturgia de las Horas» e «imitar siempre en su vida el ejemplo de Cristo, cuyo cuerpo y sangre servirán con sus propias manos».

En el transcurso de la ceremonia de ordenación, en la que los ya diáconos estuvieron acompañados por sus familiares y amigos, compañeros seminaristas y unos sesenta sacerdotes y diáconos permanentes, don Luis les felicitó por su vocación, le explicó sus nuevas responsabilidades en esta nueva etapa en su camino al presbiterado, y les recordó que el diácono es un servidor a imagen de Nuestro Señor Jesucristo.

«La ordenación diaconal significa, sobre todo, recibir el fuego vivo del Espíritu Santo en vuestro corazón para que le dé una forma, la forma de Jesucristo siervo, más aún, esclavo. Así hemos de situarnos en el servicio del pueblo santo de Dios y, sobre todo, en el servicio del Señor y de aquellos que tienen las llagas y las marcas de su Cruz», enfatizó Mons. Argüello.

«Al incorporaros a este colegio vais a hacer unas promesas que son tremendamente contraculturales, pero que en realidad son una novedad revolucionaria que nuestro mundo necesita. Vais a prometer mantener la oración de la Iglesia de la mañana a la noche (…); vivir en el celibato para toda la vida, vivir vuestra condición esponsal de manera célibe (..); vais a prometer obediencia, a mí y a gente a la que no conocéis, a los que vengan luego. Vais a poner vuestra libertad en manos de la Iglesia (…). Y además, querer servir a la misión de la Iglesia en la proclamación del Evangelio, en la cercanía al altar, en la distribución del Cuerpo y Sangre de Cristo», apostilló el arzobispo.

«Entráis en una aventura apasionante -concluyó don Luis-, pero sois frágiles, y por eso precisáis continuar en un camino formativo hasta el presbiterado y, después, en eso que la Iglesia llama Formación Permanente Integral»

El prelado destacó la importancia de llevar el traje eclesiástico: «... podéis vestir un vestido clerical, podéis llevar un distintivo, para que se vea en la plaza pública que sois hombres consagrados al Señor. Hubo un tiempo en el que la novedad pareció que tenía que ver con quitarnos la sotana y el clergyman. Hoy hay un tiempo en el que seguramente lo revolucionario, lo novedoso, la presencia de lo sobrenatural en las calles y las plazas, sea que los frailes lleven hábito, que las monjas sean reconocibles, y que los que hemos sido ordenados también lo seamos».

Don Luis añadió a continuación su experiencia de estos años en los que, debido al cargo de secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, ha viajado mucho en tren de Valladolid a Madrid. En esos viajes hubo personas que quisieron confesarse al verle vestido como corresponde a un sacerdote, en su caso obispo.

Ceremonial Norfolk. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

Los protestantes de Gran Bretaña llamaban “ritualistas”, en el siglo XIX, con intención de denostarlos, a sus correligionarios protestantes que se sentían atraídos por los dogmas y ceremonias de la Iglesia católica. Entre los “ritualistas” estaban John Henry Newman (1801-1890) y otros componentes del Movimiento de Oxford.

Ese esmero con el que los católicos procuran que las celebraciones litúrgicas luzcan con el máximo esplendor es el que da, junto a otros factores, razón de la perfecta organización que hemos tenido ocasión de admirar en las honras fúnebres del la reina Isabel II.

Porque es una antigua familia aristocrática inglesa, de las de mayor prosapia y multisecularmente católica, la que, por tradición (Hereditary Earl Marshal of England), se ocupa de preparar y dirigir las ceremonias de coronación, exequias y otros eventos protagonizados por la Familia real británica: la Casa ducal de Norfolk.

El actual duque, Edward W. Fitzalan-Howard (1956-), que hace el número dieciocho en la sucesión del título, recibió el encargo de Carlos III, según declaró en una rueda de prensa: «El Rey me ha ordenado que ponga en marcha los preparativos para el funeral de Estado de Su Majestad la Reina».

Al decimo sexto duque de Norfolk, Bernard Fitzalan-Howard (1908-1975), le correspondió organizar la coronación de Jorge VI y la de Isabel II, el funeral de Winston Churchill y la investidura de Carlos como Príncipe de Gales.

Y en la historia de la literatura cristiana es figura conocida la de Henry Fitzalan-Howard II (1847-1917), el decimoquinto en la recepción del título, porque fue a él a quien John Henry Newman dirigió, en 1874, su famosa “Carta al Duque de Norfolk”, un importante texto, en el campo de la moral, acerca de la conciencia.

En esa Carta se encuentra aquella conocida confesión de Newman: «Caso de verme obligado a traer a cuento la religión en un brindis de sobremesa (desde luego, no parece lo más apropiado…), por supuesto, beberé ¡Por el Papa!, y con mucho gusto. Aún así, primero ¡Por la conciencia!, y después ¡Por el Papa!».

Siendo, además, una familia prominente en la Corte de Isabel I, en la de los Norfolk no podía faltar un mártir. Y lo hubo: Saint Philip Howard (1557-1595), conde de Arundel e hijo del cuarto duque de Norfolk. Fue canonizado por en Roma, en 1970, junto a otros treinta y nueve mártires de Inglaterra y Gales.

En la homilía, el papa Pablo VI citó unas palabras dichas por el santo: «Lamento disponer solo de una vida para ofrecerla a esta noble causa». Se refería a la del seguimiento de Cristo en la Iglesia católica ¡Qué grandeza la de los mártires de la fe cristiana!

De modo que, cuando tengamos ante nuestros ojos las impresionantes ceremonias de la Corte británica, porque las estemos viendo a través del televisor, y digamos «qué bien hacen los ingleses esas cosas », lo haremos con mayor precisión si completamos la frase añadiendo: «qué bien hacen los católicos ingleses esas cosas».

domingo, 25 de septiembre de 2022

''Un mendigo llamado Lázaro''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Este domingo XXVI del Tiempo Ordinario la palabra de Dios gira en torno a la caridad, pero no se limita sólo a la caridad de hoy, sino también a la caridad del mañana; es decir, vivir nuestro aquí sin perder de vista el allá, lo que habrá de venir: nuestro destino. El Señor nos llama a vivir la caridad humana, entre las naciones y el amor a los pobres... Sólo podremos esperar amor y caridad si lo hemos regalado a los demás. Hemos de saber vivir con un claro sentido de eternidad, pues de otra forma vendríamos a confirmar que no hemos entendido nada del mensaje de Jesús de Nazaret.

I. Firmes en la fe

Continuamos con la lectura de San Pablo a Timoteo que llevamos interiorizando desde hace varios domingos, cuyo fragmento de hoy es una invitación del Apóstol a afrontar el combate de la fe con todo lo que ello supone. Qué gozo cuando una persona se ve a las puertas de la muerte y puede exclamar que se va en paz con Dios y con los hermanos -ser testigo de ésto es también un regalo-; que se va con los deberes hechos habiendo amado a Dios sobre todas las cosas y esforzándose por buscar en su vida el reino de Dios y su justicia. San Pablo es claro en este deseo: ''Hombre de Dios, busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que fuiste llamado''. A veces el combate más duro es cuando hemos de luchar contra nosotros mismos para mantener la fe, y es que como decía San Agustín: ''el demonio nos quita la vergüenza para pecar, y nos la devuelve para que no nos confesemos''. Este es el mayor triunfo del demonio: que descuidemos nuestra vida interior, que no nos confesemos con frecuencia e incluso que nos acerquemos a comulgar sin habernos confesado anteriormente. Satanás se frota las manos cuando perdemos la batalla, aunque el Señor nos quiere ayudar a que no nos gane el maligno esa guerra interna. No dejemos que nos roben el corazón diosecillos mundanos que aquí se habrán de quedar, lancémonos a construir el plan de Dios que empieza aquí y ahora en este mundo nuestro que nos toca vivir y donde tenemos que hacer lo posible para que en beneficio de todos reine su corazón. 

II. Caridad y justicia 

San Vicente de Paúl, al que celebraremos dentro de unos días solía decir que ''no hay caridad sin justicia'', y esto es en esencia el mensaje de la primera lectura del profeta Amós. No es ninguna tontería trabajar por la justicia, sino que ello redundará en nuestra propia felicidad del mañana. El profeta está haciendo una dura denuncia: el reino del norte vive momentos de gran bienestar económico donde han dado la espalda a los pobres. Esta denuncia también va dirigida a nosotros; nuestra sociedad o primer mundo donde se cumplen sus palabras: ''beben el vino en elegantes copas, se ungen con el mejor de los aceites pero no se conmueven para nada por la ruina de la casa de José''. ¿Y qué pretende el profeta con su reclamo?; ¿propone un reparto de riquezas equitativo donde los ricos sean menos ricos para que los pobres sean menos pobres? No, al profeta no le preocupa que existan ricos y pobres, ni si se deben apretar el cinturón para cuando vengan las vacas flacas; el lamento de Amós viene fundamentalmente porque el pueblo ha dado la espalda a los criterios de Dios. Un hijo de Dios no puede ser indiferente al sufrimiento de un semejante, a la estrechez que está pasando un pariente, o a la injusticia que padece un amigo. El ser humano es libre, pero eso no justifica su irresponsabilidad, pues la injusticia nunca termina bien. Así ocurrió también en este caso donde advertía el profeta ya en el siglo VIII a.C.: llegó la crisis, y Asiria que era una gran potencia acabó destruida. Cuando estamos bien acomodados no nos gusta que nos recuerden que hay problemas fuera de nuestro entorno; nos complica, pero sólo cuando vivimos en conciencia la caridad y la justicia construimos un mundo mejor, mientras que cuando pretendemos vivir "libres", indolentes e insensibles nos abocamos hacia nuestro propio fracaso. 

III. Lázaro y Epulón 

En el evangelio de este día San Lucas nos presenta la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, que como bien nos indica el autor al comienzo del texto es una enseñanza de Jesús dirigida a los fariseos. Es un relato que se presta a hacer ideología con él, pero aquí no se trata de afirmar que los ricos son siempre los malos y los pobres siempre los buenos, sino para descubrir si mi vida va encaminada a terminar como la de Lázaro o como la de Epulón. Esto es un gran consuelo, sobre todo para tantas personas que han sufrido tantísimo en la vida, pues ahí está el resultado, sino se apartan del camino de la fe recibirán en el cielo todos los bienes que aquí en la tierra les faltaron. Y esto es una llamada de atención para los que viven en la abundancia y no son capaces de dar una limosna a un pobre en la calle: les ocurrirá lo que al rico Epulón que se lamentaba y por respuesta tuvo: ''Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado''. ¿Qué puede esperar a una persona que no ha sido caritativa?... pues que no tengan caridad con ella. Hoy nos preocupamos de vivir alrededor anticipada la gloria, mientras otros muy cerca de nosotros viven auténticos infiernos. El mensaje es que para ir nosotros al cielo no podemos ir por la vida con orejeras sin mirar a los lados, sin ayudar a los lázaros que encontramos en nuestro camino a salir de los charcos en los que están tirados, pues cuando nos veamos nosotros en la condena eterna nos lamentaremos como Epulón de los que hemos ignorado o maltratado, y pediremos "que vengan a refrescarnos la lengua con la punta del dedo mojada en agua". El rico no es culpable por serlo, sino por no ejercer la caridad. Hay otro aspecto importante del texto: el deseo de Epulón de advertir a sus hermanos. Hoy nos cuesta hablar del cielo, del infierno y del purgatorio, y este pasaje nos lo recuerda. Hay mucha gente que no sabe que son las Ánimas del Purgatorio: ¿por qué las abuelas tenían tantísima preocupación por aplicar misas, dar limosnas o rezar rosarios por ellas?... Pues porque sabían más teología que nosotros sin saber apenas leer. Les habían explicado muy bien estas verdades de fe, y por ello tenían temor a que entre esas ánimas que esperan para ser purificadas -antiguamente a modo de catequesis se representaban entre llamas- estuviera alguno de sus difuntos... Si mi ser querido difunto está en el Purgatorio porque fue más Epulón que Lázaro: ¿cómo puedo ayudarle yo ahora? Pues orando para que su Purgatorio sea más breve. Es un buen día hoy también para orar por los difuntos y para pensar si cuando nosotros seamos difuntos seremos como Lázaro o como Epulón.

Evangelio Domingo XXVI del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
«Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo:
«Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

Palabra del Señor

Homilía del Cardenal Rouco Varela en la Fiesta del Santo Cristo de Candás 2022

Querido Don José Manuel, Sr. Cura Párroco; hermanos sacerdotes, autoridades, miembros de las Cofradías. Saludo de forma especial a las personas mayores, las familias, los jóvenes y los niños. Es para mí una gracia y un don especial poder presidir la fiesta del Cristo de Candás. 

Festividad que no sólo se reduce hoy a Candás, sino a tantos rincones de Asturias y del mundo, donde nos encontramos esta devoción a la Cruz que viene de siglos y que ha alimentado y sostenido el pueblo fiel desde siempre. Es una fiesta que va al centro mismo de la piedad y del misterio de Dios que nos ama en una realidad presente, dado que Cristo no nos amó y murió sin más hace dos mil años en una historia pasada, sino que hoy sigue siendo una realidad presente y viva desde su resurrección a través de la palabra de Dios, de los sacramentos de la Iglesia y de una forma especialísima en la Eucaristía. También en las imágenes y en las formas de piedad popular que el pueblo cristiano conserva desde siempre.

España nació a la realidad de su historia  de unidad, de vida cultural, social, territorial y humana muy pronto, podríamos decir que fue poco después de que la cruz física del Señor pasó a ser un signo visible, y la devoción a Jesús crucificado y al madero hubiese alcanzado un punto tal de veneración, que la Iglesia lo introduce en la liturgia con este nombre o expresión: ''la Exaltación de la Santa Cruz''. 

En el momento en que en Roma se vive el cambio en la dirección concreta del Imperio bajo el mandato de Constantino, según dicen, nació a la fe cristiana por la influencia de su madre Santa Elena, la cual se desvivió en averiguar dónde estaba para luego preservar y custodiar la cruz en la que había sido clavado Cristo. Constantino construye una gran basílica en Jerusalén, llamada del Santo Sepulcro o de la Resurrección del Señor, pero anexa a la que un primer momento se había llamado de la crucifixión o de la Santa Cruz; las dos estaban unidas por un claustro, y el día 14 de septiembre del 325 se colocó allí de forma solemne la Santa Cruz coronando ambas basílicas. Llamamos de la Exaltación de la Cruz a este día desde entonces, aunque no será de una forma clara hasta a partir del siglo VII u VIII, y que en Candás supone un día muy especial y singular en su calendario desde el siglo XVI. 

¿Qué significaba el triunfo de la Cruz que reconocía el Emperador? En Roma, en el mundo pagano, el emperador era Dios -el hombre era Dios- era una realidad social donde todo giraba en torno a una persona; hasta en el plano religioso se habían apoderado del lugar de Dios, querían ser Dios, y como tal ejercían en el poder político, económico, cultural etc. La exaltación de la Cruz venía a ser una primera expresión de libertad a partir del 313 cuando se dejaba de perseguir a los cristianos y a la Iglesia; significaba que se desdivinizaba, se dejaba de considerar divino al emperador, y se reconocía al Dios verdadero, que estaba por encima de todo poder, porque sólo Él es el ser, el alma, el sentimiento, la belleza... Porque es la vida, lo que da sentido al hombre. ¿Y Dios verdadero cómo se ha hecho, y se hace presente entre nosotros? Pues a través del Hijo que se hace hombre, ¿y cómo salva al hombre? ¿a través del ejercicio del poder? No, sino a través de la Cruz, la elección más radical para dar la vida al hombre. Dios se deja matar, Dios se deja gobernar, Dios vence a la misma muerte y vence todas las tentaciones, todos los males, y todos los ejercicios de poder humanos que el hombre puede tener. Realmente lo más personal en la vida familiar, matrimonial, social es ''el querer ser Dios''; un anhelo que tiene el hombre según el relato del Génesis desde el mismo momento de su creación. 

El ser humano por tentación se construye sus pequeños dioses a partir de una persona, unos gustos musicales, una ideología política... tentación que ha estado presente a lo largo de los siglos. Más el Señor está en medio de nuestro siglo.

Pero los males fundamentales del hombre no los resuelve el hombre, los resuelve Dios muriendo en la cruz: ''el Cristo de Candás''. Los males del hombre son variados: son físicos, son psicológicos, sin olvidar los espirituales que atañen al alma, y ahí no tiene remedio el hombre, sólo Cristo. ¿Y cómo se deja uno empapar por la espiritualidad de Cristo en la Cruz?. Pues en esta Villa y en esta tierra lo vivimos a través de una forma muy sencilla: vuestros antepasados descubrieron un Cristo que estaba flotando en el mar -probablemente arrojado al mar desde un gesto un tanto sacrílego- y se lo traen; los pescadores, la gente que mejor sabe del sentido de la fragilidad del hombre y de lo poco que el hombre puede ante las adversidades. Para ellos volver a casa y hacerlo con aquel Cristo fue como un milagro. Y así el pueblo, sus gentes y familias que vivían de la mar empiezan a venerarlo. En esta tierra que ha vivido durante siglos y siglos de la mar, descubren a Cristo náufrago en la mar. Pero no nos quedemos sólo con el hecho de esa imagen que fue traída aquí y empezó a recibir culto, también hoy podemos descubrir a Cristo -el Cristo de Candás- en la eucaristía, en la santa misa.

Es Cristo, este Cristo que a lo largo del tiempo sanó muchas heridas, curó muchas enfermedades e incluso se habla de milagros (durante la procesión había al lado mío una mujer con su hija de 10 años que había superado un cáncer muy grave y estaba curada). Pero seguro que el milagro que necesitamos todos en estos tiempos es sanar el corazón, sanar nuestras heridas. Y es que el corazón del hombre se cura cuando descubre que el verdadero poder pasa por el sacrificio, la entrega, el servicio. En las lecturas que hemos escuchado, de forma especialísima en el evangelio, vemos ese paralelismo entre Cristo elevado en la cruz y el pasaje del estandarte del Libro de los Números donde la clave estaba en mirar: mirando te curas, mirando a la serpiente, mirando al que atravesaron. Sólo contemplando a Cristo curaremos nuestra alma que es la oración contemplativa.

En la historia de la Iglesia y desde el principio de la misma, los cristianos vieron que su vida creyente, su vida cotidiana, en familia, insertos en la sociedad, trabajando por la construcción y en la edificación del mundo se configuraba, pero también orando y contemplando. Desde San Benito, primer padre del monacato, comunidades de vida contemplativa benedictinas, clarisas, dominicas, carmelitas ... siguen siendo hoy un gran apoyo para la Iglesia y para el mundo, porque saben contemplar a Cristo, saben venerarlo con el corazón, y este pueblo está claro que también sabe tan bien mucho de venerar a Cristo: "el Cristo de Candás". 

De las más hermosas poesías que se han dedicado a la cruz en la historia de la literatura española hay una de Santa Teresa de Jesús que comienza así -es el estribillo-: ''En la Cruz está la vida y el consuelo/ y ella sola es el camino para el cielo''. La síntesis clarísima y versadísima de lo que significa la Cruz; Cristo en la Cruz, y su madre al lado. Toda la historia de Dios que se hace hombre y que muere en la Cruz, y se humilla para que el hombre sepa lo que es y lo que no es el poder. Y todo comenzando porque una chica joven de Nazaret un día le dijo a Dios a través del ángel que la visitaba que estaba dispuesta a ser su madre. Fue el sí primero y definitivo de la humanidad para acoger a Cristo -Dios con nosotros- y abrir el horizonte del hombre por medio de la Cruz y sus brazos llenos de fe, llenos de esperanza y llenos de amor para la humanidad. Para que esto siga ocurriendo en este pueblo, hoy celebramos el Cristo de Candás, la Exaltación de la Santa Cruz. Le pedimos a Él y le pedimos a su Madre que nuestro poder sea el suyo, que nuestra fuerza sea la suya, y que nuestra vida sea la suya. 

Que así sea 

Parroquia San Félix de Candás 14/09/2022 

Antonio María Rouco Varela
Cardenal-Arzobispo Emérito de Madrid

viernes, 23 de septiembre de 2022

Se cumplen 54 años de la muerte del Padre Pío

(Infovaticana) Carismático santo italiano muy querido por los fieles y canonizado en año 2002 por el Papa San Juan Pablo II en San Pedro, frente a más de 300.000 congregados. Ésta se consideró la canonización más multitudinaria de la historia de la Iglesia hasta el momento, y la cifra da testigos da fe de lo querido que era, y es, el Padre Pío.

Nacido Franceso Forgione, el 25 de mayo de 1887, en la ciudad de Pietrelcina, en Campania, con tan sólo 15 años fue aceptado como novicio en un monasterio capuchino cercano a su ciudad natal. Durante su infancia, su vocación sacerdotal fue muy clara. Ya de pequeño, Francesco mostró signos extraños, y se decía que se peleaba con su propia sombra. Fue un niño enfermizo y con salud débil, y al entrar en el noviciado sus dolencias se agravaron.

En 1904, con 16 años, hizo sus votos temporales y se trasladó al convento de Sant’Elía, donde tuvo lugar el primer suceso de bilocación, cuando, estando en el convento, asistió al nacimiento de una niña en Venecia.

En 1907 pronuncio sus votos solemnes, y en 1910 fue ordenado sacerdote. Por motivos de salud, permaneció con su familia hasta 1916. Allí fue donde recibió los estigmas por primera vez. Éstos fueron invisibles en un comienzo, y visibles desde el 20 de septiembre de 1918 durante 50 años: heridas en las manos y los pies, y en el costado y el hombro. Ya entonces se decía que sus llagas olían a rosas, el olor de la santidad. La noticia del sacerdote estigmatizado corrió rápido entre la población, y miles de personas acudían al monasterio de San Giovanni Rotondo a conocerle, confesarse con él y asistir a sus misas. También se decía que el Padre Pío era capaz de ver el corazón de los que se confesaban con él, por lo que, en alguna ocasión, llegó a negar la confesión hasta observar un verdadero arrepentimiento.

La gran fama del Padre Pío provocó que la Santa Sede enviara a un especialista a juzgar el asunto, pero éste, el sacerdote Agostino Gemelli, afirmó, sin llegar a ver los estigmas, que eran de origen neurótico, y que se trataba de un psicópata autolesivo y estafador. A esa primera investigación se sucedieron otras, que terminaron con la condena al Padre Pío al ostracismo. La envidia del Arzobispo de Manfredonia, Pasquale Gagliardi, le hizo acusar al capuchino de causarse las heridas, y al convento de ser un nido de estafadores. Tras esto, el Santo Oficio prohibió las visitas al Padre Pío, e incluso escribirle, por lo que, desde 1923 a 1933, estuvo completamente aislado del exterior, hasta el punto de retirarle su confesor.

Finalmente, el Papa Pío XI envió a Monseñor Paretto, con el fin de que investigara el caso y pudiera proporcionarle información de primera mano. Este informe fue favorable, por lo que, cumpliendo la voluntad del Papa, en julio de 1933 el Santo Oficio rehabilitó al Padre Pío.

En 1940 comenzó la planificación de un gran hospital, la Casa de Alivio del Sufrimiento, que fue inaugurado en 1956 gracias a las numerosísimas donaciones. Para poder supervisar el proyecto, en 1957 el Papa Pío XII le dispensó del voto de pobreza, lo que le valió al Padre Pío una nueva persecución, debido a la envidia y codicia ajenas provocadas por el dinero que manejaba. Entre 1960 y 1961, durante el pontificado de Juan XXIII, comenzó la segunda persecución, una nueva época en la que se cuestionó su figura, y se recomendó a sus seguidores no asistir a sus misas ni confesarse con él, llegando a prohibirle confesar a mujeres en base a mentiras infundadas. “Dulce es la mano de la Iglesia cuando golpea, porque es la mano de una madre”. En 1964 el Papa Pablo VI restituyó finalmente el ministerio al Padre Pío.

El 20 de septiembre de 1968 se cumplieron 50 años desde el comienzo de los estigmas, y apenas tres días después, el Padre Pío falleció en olor de santidad a la edad de 81 años.

De él dijo el Papa San Juan Pablo II, en su canonización, en 2002: “El Padre Pío ha sido un generoso distribuidor de la misericordia divina. El ministerio de la confesión, que distinguió su apostolado, atrajo a grandes gentíos hasta San Giovanni Rotondo”.

En Bibliotheca Homo Legens contamos con dos pequeñas joyas dedicadas al Padre Pío: “Padre Pío: breve historia de un santo”, de Gabriele Amorth; y “Padre Pío contra Satanás: historias de santos endemoniados”, de Marco Tosatti.

El Padre Pío y la Misa

San Pietro de Pietrelcina, más conocido como Padre Pío, es probablemente uno de los santos más venerados en todo el orbe y el más venerado en Italia. Su manera de vivir el sacramento de la Penitencia, los estigmas que aparecieron en su cuerpo o la casa que levantó para aliviar el sufrimiento de otros le han granjeado miles de hijos espirituales.

Pero hay otro detalle de su biografía que, siendo acaso menos conocido, nos interpela a los católicos de hoy, que hemos tenido que renunciar temporalmente y con sumo dolor al sacramento de la Eucaristía: se trata de sus misas, que, celebradas de modo tan impactante y hermoso, congregaban a miles de personas.

En su libro Padre Pío. Breve historia de un santo, Gabriele Amorth, uno de los exorcistas más importantes de la historia de la Iglesia, explica por qué las misas del Padre Pío cautivaban a cuantos las presenciaban:

Todas las miradas estaban fijas en ese rostro que se contraía continuamente con evidente sufrimiento, aunque el padre hacía claros esfuerzos para que nadie se diera cuenta. Las lágrimas que le inundaban el rostro y que él secaba con un gran pañuelo que tenía siempre al alcance de la mano, fingiendo que se secaba el sudor; ese golpearse en el pecho en el Mea culpa y en el Agnus Dei, con unos golpes tan fuertes que nadie comprendía que cómo podía propinárselos con sus manos heridas; ese prolongado estar de rodillas por el cual a veces daba la impresión de no poder levantarse. Y las largas pausas, con la mirada fija velada por las lágrimas, dando la impresión de no poder proseguir.

Pero ¿era aquello un espectáculo teatral? ¿Se trataba acaso de un show meramente encaminado a atraer a la gente? Nada más lejos de la realidad. En el Padre Pío no había impostura o fingimiento, sino una conmoción real. Era tan consciente del acontecimiento de la misa que eso le hacía estremecerse, temblar, incluso llorar.

No hay duda de que el Padre Pío revivía la Pasión de Jesús (…) Cuando subía al altar, con su paso dolorido, parecía estar subiendo al Calvario. Las palabras que pronunciaba eran las palabras litúrgicas; y la gente respondía al unísono, algo más bien raro entonces, cuando sólo respondían los monaguillos. También en esto se veía el esfuerzo de los presentes por participar lo más posible.

De nuevo, nos recuerda Amorth, sus misas – las del Padre Pío – no atraían a la gente porque el sacerdote se comportase como un showman o asumiese el protagonismo de la celebración, sino por su autenticidad. De algún modo, el Padre Pío ponía a los fieles frente al misterio del sacramento eucarístico:

La misa del Padre Pío no era un misterio especial. El verdadero misterio, que comprendemos tan poco, es la misa en sí. Es un sacrificio, es el memorial incruento de la cruz, es la inmolación de Jesús, que se ofrece al Padre como víctima por nosotros y que se da a nosotros como alimento de vida eterna… Intentamos ayudarnos con expresiones verdaderas, pero incompletas.

Carta semanal del Sr. Arzobispo

Un doctrino en el quirófano

Era largo el pasillo azul. Su temperatura tal vez excesivamente baja para la poca ropa que llevaba en la camilla. En seguida apareció la puerta del quirófano y todos los facultativos que me recibieron con una sonrisa y sus ojos asomados a la curiosidad infrecuente de tener que operar quirúrgicamente a un arzobispo. Así estábamos, en esa guisa una vez más como la anterior ocasión en que me vi de esa manera.

La agenda, de nuevo, vio saltar por los aires las citas, las reuniones, los viajes, los quehaceres y celebraciones que a diario desbordan los renglones de un dietario episcopal. Todo quedaba pospuesto, todo era menos importante, todo cedía el paso ante el imperativo impuesto de una urgente intervención. Y, entonces absolutamente todo se vuelve a colocar en el rango de tus intereses y urgencias en el puesto que les corresponde. Las cosas verdaderamente importantes e indeclinables, son realmente muy pocas. Y cuanto palpita en tu corazón con el verdadero latido de lo que amas de veras, parece que se purifica y viene a aligerar el equipaje de tus afectos, de tus proyectos, de tus recuerdos y tus presentes. De pronto te pasa veloz todo un pasado tejido de nombres, fechas y circunstancias, pero no hace mella el chantaje con el que a veces los malos hados te acorralan con lo que no tiene vuelta atrás. O el futuro se cuela también, sin que los nubarrones puedan asustarte por más que pudieran ser grises los horizontes de tus cuatro puntos cardinales. Porque tienes un presente sencillo, irrefutable, imposible de evitar, que bajo los focos de un quirófano vuelve a poner en tu vida todo en orden por su auténtica precedencia en lo que piensas, en lo que sientes, en lo que amas y en lo que crees. 

Yo sentía que todo esto se me agolpaba como en una saludable lección que el buen Dios me daba de nuevo, sin cita previa y sin anestesia pactada: lo importante, lo urgente, lo imprescindible son muy pocas cosas, muy pocos nombres, muy pocos “pocos”... para poder aprender la entraña que la vida enseña en determinados tramos de tu camino sinuoso con los altibajos agridulces que a diario ven desfilar tus propios ojos. Hay un cambio importante cuando en lugar de ver girar tantas cosas en torno a tus criterios, a tus decisiones, a tu modo de arrimar pareceres sobre cuestiones muy variadas, de pronto ves que no eres tú el centro de la vida, especialmente cuando Alguien sabio te coloca en tu lugar para que aprendas a valorar y a agradecer lo único precioso y necesario, haciéndote doctrino improvisado en un quirófano de hospital. 

No puedo por menos que agradecer a tanta gente de una bondad inmensa que me ha mostrado su cercanía de mil modos con todo su afecto y sus oraciones. El despliegue ha sido conmovedor. Así como todo el personal sanitario y de servicios diversos en el Centro Médico de Oviedo, empezando por el doctor cirujano y la doctora anestesista con todo el equipo quirúrgico de grandísima profesionalidad, junto a las enfermeras y auxiliares que me han atendido después en la planta. A todos sólo puedo expresar con sencillez mi enorme gratitud, como al capellán, a mi familia y a los sacerdotes y amigos que han estado a mi lado en la cabecera de la cama. 

Ojalá que haya aprendido la lección en este curso intensivo, y que tanto Dios como los hermanos que me han sido confiados, así como las cosas que ellos ponen en mis manos, puedan tener el tacto y la importancia que nada ni nadie les debe arrebatar. Es hermoso hacer esta experiencia con paz y serena esperanza, porque experimentas una libertad que te hace auténtico y una verdad que te hace libre. Esta es la lección de este pequeño doctrino que se atreve a ser sorprendido por un Maestro que nunca aburre ni defrauda. Él sea bendito junto a nuestra Madre la Santina, tan presente en esta ocasión y que me cuida como nunca he merecido pero que pido que no cese su entrega maternal.

 + Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo

jueves, 22 de septiembre de 2022

Nuevo Capellán Castrense para Asturias: D. Juan Luis García Rodríguez

Reproducimos este artículo publicado en 2019 en www.leonoticias.com para dar a conocer su historia

A sus órdenes, mi páter

Acababa de cumplir 8 años, sus padres estaban separados y no eran creyentes, y la abuela era la única que se preocupaba de hablar al chaval de Jesús. Sólo gracias al empeño de la mujer y a la manga ancha de un cura que pasó por alto que los padres del niño no pisaran la iglesia, pudo hacer la primera comunión. Fue la abuela quien le dijo que ese día, cuando comulgara, cerrara los ojos y pidiera el regalo que quisiera porque el cielo se lo concedería. Así que él rezó para que sus padres se juntaran de nuevo. Era el 26 de mayo de 1985. Cinco años después aquel matrimonio roto volvió a recomponerse y hasta le dieron un hermanito. Dios se hizo de rogar, pero no dejó mal a la buena señora. «Lo más bonito fue que se rehízo la unidad familiar. Que mi madre perdonara a mi padre fue hermoso, pero que sus suegros le acogieran de nuevo sin rencores y con los brazos abiertos, ¡eso sí que fue milagroso!».



Aquel niño se llama Juan Luis García Rodríguez, tiene ahora 42 años, lleva 16 ordenado sacerdote y desde hace cinco meses es el páter (así se conoce coloquialmente a los religiosos que prestan sus servicios en el Ejército) de un contingente español desplegado con la OTAN en la base aérea de Incirlik, cerca de Adana, al sur de Turquía. Más que en las casualidades de la vida, este granadino de Guadix cree firmemente en la causalidad y, como él dice, en la providencia de Dios, «que va haciendo todo para que el ser humano pueda cumplir con lo que Él quiere».

Del mismo modo que a los 8 años se cruzó con aquella promesa de su abuela que cambió el rumbo de su vida (pues a partir de entonces empezó a acariciar la idea de convertirse en cura), fue otra «providencia» la que le llevó a acabar compaginando la sotana con el uniforme.

Juan Luis era el típico párroco de pueblo, con sus clases de Religión en el instituto local, sus catequesis camperas para acercar la figura de Cristo a los jóvenes del Fortnite y el Instagram, con su pastoral de matrimonios y su irreductible corro de viudas y beatas fijado al ADN de las iglesias rurales. Era un cura feliz con vocación de servicio las 24 horas del día a cualquier vecino que le requería para buscar consuelo, reconfortar enfermos u oficiar bodas y funerales. Huéscar y Puebla de Don Fadrique, dos tranquilas localidades del norte de Granada con inviernos glaciales y veranos tórridos, fueron sus destinos antes de convertirse en capellán castrense, uno de los ochenta que hoy forman parte de las Fuerzas Armadas. 

Nuestro cura, que ni hizo la mili (pidió prórrogas de estudios y luego dejó de ser obligatoria) ni proviene de familia de militares, se cruzó por casualidad con otro páter que acudió a su parroquia a casar a un teniente. «Antes de la misa hablamos un rato y le pregunté en qué consistía su acción sacerdotal pensando que me resultaría bastante anodino. Mi sorpresa fue que conforme hablaba me quedé impresionado por toda la actividad que desarrollaba y por la pasión con la que vivía su sacerdocio entre los militares. Justo por aquellos días –prosigue–, un amigo mío de la época del instituto me llamó para decirme que había ingresado en el Ejército y que le había hablado a su páter de mí. El caso es que nos puso en contacto y un día fui a visitarle a la base aérea de Armilla, en Granada, donde estaba destinado como capellán coronel. Fue la primera vez que conocí el mundo militar y reconozco que ese primer contacto fue tan bueno que salí decidido a pedirle permiso a mi obispo (el de Guadix) para que me dejase ingresar como capellán de las Fuerzas Armadas Españolas».

Con el visto bueno de su jefe, Juan Luis se preparó las oposiciones y el año pasado aprobó los exámenes de ingreso, que incluyen pruebas médicas y psicotécnicas. En septiembre fue destinado a una base de Artillería en Sevilla en la que apenas ha permanecido cuatro meses, los justos para aprender el argot militar y distinguir a un coronel de un comandante mirándole la galleta bordada en la pechera. En enero fue enviado por el Arzobispado Castrense (el que mueve a este 'ejército' de sotanas) a Turquía. Sólo recibió una orden: «Gasta zapatilla». O sea, habla con todos los soldados, creyentes o no, y estate disponible siempre.

Seis meses fuera de casa

Las misiones en el extranjero duran seis meses, así que Juan Luis regresará a su cuartel sevillano en julio. Luego, le pueden volver a mandar a cualquiera de los destacamentos internacionales: Líbano, Irak, Malí, el 'Juan Sebastián Elcano', la fragata 'Navarra' (que lucha contra la piratería en el Índico dentro de la Operación Atalanta) o la fragata 'Méndez Núñez', integrada hasta hace unos días en el grupo de combate del portaviones norteamericano 'Abraham Lincoln', que navega rumbo a Irán.

Como capellán, el sacerdote accitano tiene el grado asimilado de capitán y en la guerrera luce sus galones con las tres estrellas de seis puntas (rodeadas de un círculo por ser clérigo) junto al emblema del Arzobispado Castrense, una cruz orlada por dos ramas de laurel. En la base turca, que comparten con tropas de otros países, es uno de los oficiales españoles de mayor rango, con lo que cada pocos pasos hay un 'armario' con botas cuadrándose ante él, un modesto curita que no mandaba ni entre las palomas que le tenían el campanario de Puebla de Don Fadrique hecho unos zorros. «A sus órdenes, mi capitán» o «A sus órdenes, mi páter» es una frase que escucha con frecuencia. «La primera vez impone, pero luego te vas acostumbrando. Cuando estás dentro descubres que el saludo no se trata de ver quién manda, sino que es un gesto que potencia las virtudes militares, la educación, el respeto y el compañerismo», ilustra el capitán García.

Prácticamente durante toda su jornada viste con el 'mimeta', como llama al uniforme, y sólo se enfunda la sotana en la misa diaria que oficia a las siete de la mañana en una pequeña camareta habilitada como oratorio, y en celebraciones de Semana Santa y Navidad. Su día a día junto a los 130 militares de la base incluye gimnasia, maniobras, prácticas de tiro... actividades complicadas para ejercitarlas envuelto en una túnica. «El 'mimeta' es más cómodo y fácil de limpiar, pero sobre todo es más seguro porque no se engancha y evita caídas», explica Juan Luis, que se compadece de sus colegas de las fragatas, a los que imagina tratando de manejarse con la sotana en pleno balanceo de un temporal.

Juan Luis recuerda perfectamente el día en que le asignaron su fusil de asalto HK G36 (el que jubiló al Cetme) y su pistola de combate, y le pusieron a disparar a cien metros de distancia contra esas dianas con forma de 'enemigo' que la tropa utiliza para entrenarse. «¡Imagínate, me quedé perplejo!». Tanto que se lo comentó a su coronel. La respuesta del superior se le ha quedado grabada: «Claro que sí, páter, tienes que aprender a disparar bien para que, en caso de que tengas que usar las armas, si no para defender tu propia vida sí, al menos, defiendas las de tus compañeros».

En los ejercicios de tiro le han enseñado a disparar a puntos no vitales con idea de herir y no de matar. Y aunque confía en no tener que entrar nunca en el cuerpo a cuerpo, llegado el caso no dudaría en apretar el gatillo. Avisa, eso sí, que es «muy malo», que si apunta a la pierna puede dar a la nada o al corazón, así que ¡todos a tierra, que viene el páter!

Como religioso, confiesa que ha tenido problemas de conciencia que, «gracias a Dios», ha superado, y que esos dilemas morales también asaltan a algunos soldados que acuden a él para buscar unas veces respuestas, otras confort espiritual y otras muchas una palabra de aliento o un hombro en el que apoyarse. «La distancia con España y la familia hace que se pueda agrandar cualquier problema personal y siempre es bueno contar con alguien que te oiga». Cuando la duda es sobre matar al enemigo, él, sin querer hacer de psiquiatra, les habla de la legítima defensa «y de que es un derecho y un deber defenderse si de ti depende la vida de otros. No hace mucho leí que un soldado tuvo que disparar a un niño de seis años que sujetaba una granada y que ese soldado todavía podía ver los ojos de aquel niño. Tiene que ser durísimo, pero si sabes que has salvado muchas vidas, quizás acuses menos el golpe».

- ¿Y dónde queda páter lo de poner la otra mejilla que dice el Evangelio?

Un militar en las ofensas personales debe «poner la otra mejilla» cómo cualquier cristiano pero en lo que se refiere a su trabajo y siempre en la defensa del bien común, puede y a veces debe usar las armas. Por eso cuando unos militares le preguntaron a Jesucristo qué tenían que hacer para salvarse no encontraron en Él (que es una Persona pacífica) una discurso pacifista sino que les dijo: «contentaos con la paga y no hagáis estorsión a nadie».