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sábado, 24 de septiembre de 2022

Homilía del Cardenal Rouco Varela en la Fiesta del Santo Cristo de Candás 2022

Querido Don José Manuel, Sr. Cura Párroco; hermanos sacerdotes, autoridades, miembros de las Cofradías. Saludo de forma especial a las personas mayores, las familias, los jóvenes y los niños. Es para mí una gracia y un don especial poder presidir la fiesta del Cristo de Candás. 

Festividad que no sólo se reduce hoy a Candás, sino a tantos rincones de Asturias y del mundo, donde nos encontramos esta devoción a la Cruz que viene de siglos y que ha alimentado y sostenido el pueblo fiel desde siempre. Es una fiesta que va al centro mismo de la piedad y del misterio de Dios que nos ama en una realidad presente, dado que Cristo no nos amó y murió sin más hace dos mil años en una historia pasada, sino que hoy sigue siendo una realidad presente y viva desde su resurrección a través de la palabra de Dios, de los sacramentos de la Iglesia y de una forma especialísima en la Eucaristía. También en las imágenes y en las formas de piedad popular que el pueblo cristiano conserva desde siempre.

España nació a la realidad de su historia  de unidad, de vida cultural, social, territorial y humana muy pronto, podríamos decir que fue poco después de que la cruz física del Señor pasó a ser un signo visible, y la devoción a Jesús crucificado y al madero hubiese alcanzado un punto tal de veneración, que la Iglesia lo introduce en la liturgia con este nombre o expresión: ''la Exaltación de la Santa Cruz''. 

En el momento en que en Roma se vive el cambio en la dirección concreta del Imperio bajo el mandato de Constantino, según dicen, nació a la fe cristiana por la influencia de su madre Santa Elena, la cual se desvivió en averiguar dónde estaba para luego preservar y custodiar la cruz en la que había sido clavado Cristo. Constantino construye una gran basílica en Jerusalén, llamada del Santo Sepulcro o de la Resurrección del Señor, pero anexa a la que un primer momento se había llamado de la crucifixión o de la Santa Cruz; las dos estaban unidas por un claustro, y el día 14 de septiembre del 325 se colocó allí de forma solemne la Santa Cruz coronando ambas basílicas. Llamamos de la Exaltación de la Cruz a este día desde entonces, aunque no será de una forma clara hasta a partir del siglo VII u VIII, y que en Candás supone un día muy especial y singular en su calendario desde el siglo XVI. 

¿Qué significaba el triunfo de la Cruz que reconocía el Emperador? En Roma, en el mundo pagano, el emperador era Dios -el hombre era Dios- era una realidad social donde todo giraba en torno a una persona; hasta en el plano religioso se habían apoderado del lugar de Dios, querían ser Dios, y como tal ejercían en el poder político, económico, cultural etc. La exaltación de la Cruz venía a ser una primera expresión de libertad a partir del 313 cuando se dejaba de perseguir a los cristianos y a la Iglesia; significaba que se desdivinizaba, se dejaba de considerar divino al emperador, y se reconocía al Dios verdadero, que estaba por encima de todo poder, porque sólo Él es el ser, el alma, el sentimiento, la belleza... Porque es la vida, lo que da sentido al hombre. ¿Y Dios verdadero cómo se ha hecho, y se hace presente entre nosotros? Pues a través del Hijo que se hace hombre, ¿y cómo salva al hombre? ¿a través del ejercicio del poder? No, sino a través de la Cruz, la elección más radical para dar la vida al hombre. Dios se deja matar, Dios se deja gobernar, Dios vence a la misma muerte y vence todas las tentaciones, todos los males, y todos los ejercicios de poder humanos que el hombre puede tener. Realmente lo más personal en la vida familiar, matrimonial, social es ''el querer ser Dios''; un anhelo que tiene el hombre según el relato del Génesis desde el mismo momento de su creación. 

El ser humano por tentación se construye sus pequeños dioses a partir de una persona, unos gustos musicales, una ideología política... tentación que ha estado presente a lo largo de los siglos. Más el Señor está en medio de nuestro siglo.

Pero los males fundamentales del hombre no los resuelve el hombre, los resuelve Dios muriendo en la cruz: ''el Cristo de Candás''. Los males del hombre son variados: son físicos, son psicológicos, sin olvidar los espirituales que atañen al alma, y ahí no tiene remedio el hombre, sólo Cristo. ¿Y cómo se deja uno empapar por la espiritualidad de Cristo en la Cruz?. Pues en esta Villa y en esta tierra lo vivimos a través de una forma muy sencilla: vuestros antepasados descubrieron un Cristo que estaba flotando en el mar -probablemente arrojado al mar desde un gesto un tanto sacrílego- y se lo traen; los pescadores, la gente que mejor sabe del sentido de la fragilidad del hombre y de lo poco que el hombre puede ante las adversidades. Para ellos volver a casa y hacerlo con aquel Cristo fue como un milagro. Y así el pueblo, sus gentes y familias que vivían de la mar empiezan a venerarlo. En esta tierra que ha vivido durante siglos y siglos de la mar, descubren a Cristo náufrago en la mar. Pero no nos quedemos sólo con el hecho de esa imagen que fue traída aquí y empezó a recibir culto, también hoy podemos descubrir a Cristo -el Cristo de Candás- en la eucaristía, en la santa misa.

Es Cristo, este Cristo que a lo largo del tiempo sanó muchas heridas, curó muchas enfermedades e incluso se habla de milagros (durante la procesión había al lado mío una mujer con su hija de 10 años que había superado un cáncer muy grave y estaba curada). Pero seguro que el milagro que necesitamos todos en estos tiempos es sanar el corazón, sanar nuestras heridas. Y es que el corazón del hombre se cura cuando descubre que el verdadero poder pasa por el sacrificio, la entrega, el servicio. En las lecturas que hemos escuchado, de forma especialísima en el evangelio, vemos ese paralelismo entre Cristo elevado en la cruz y el pasaje del estandarte del Libro de los Números donde la clave estaba en mirar: mirando te curas, mirando a la serpiente, mirando al que atravesaron. Sólo contemplando a Cristo curaremos nuestra alma que es la oración contemplativa.

En la historia de la Iglesia y desde el principio de la misma, los cristianos vieron que su vida creyente, su vida cotidiana, en familia, insertos en la sociedad, trabajando por la construcción y en la edificación del mundo se configuraba, pero también orando y contemplando. Desde San Benito, primer padre del monacato, comunidades de vida contemplativa benedictinas, clarisas, dominicas, carmelitas ... siguen siendo hoy un gran apoyo para la Iglesia y para el mundo, porque saben contemplar a Cristo, saben venerarlo con el corazón, y este pueblo está claro que también sabe tan bien mucho de venerar a Cristo: "el Cristo de Candás". 

De las más hermosas poesías que se han dedicado a la cruz en la historia de la literatura española hay una de Santa Teresa de Jesús que comienza así -es el estribillo-: ''En la Cruz está la vida y el consuelo/ y ella sola es el camino para el cielo''. La síntesis clarísima y versadísima de lo que significa la Cruz; Cristo en la Cruz, y su madre al lado. Toda la historia de Dios que se hace hombre y que muere en la Cruz, y se humilla para que el hombre sepa lo que es y lo que no es el poder. Y todo comenzando porque una chica joven de Nazaret un día le dijo a Dios a través del ángel que la visitaba que estaba dispuesta a ser su madre. Fue el sí primero y definitivo de la humanidad para acoger a Cristo -Dios con nosotros- y abrir el horizonte del hombre por medio de la Cruz y sus brazos llenos de fe, llenos de esperanza y llenos de amor para la humanidad. Para que esto siga ocurriendo en este pueblo, hoy celebramos el Cristo de Candás, la Exaltación de la Santa Cruz. Le pedimos a Él y le pedimos a su Madre que nuestro poder sea el suyo, que nuestra fuerza sea la suya, y que nuestra vida sea la suya. 

Que así sea 

Parroquia San Félix de Candás 14/09/2022 

Antonio María Rouco Varela
Cardenal-Arzobispo Emérito de Madrid

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