Para su beatificación se realizó un cuadro que le representa joven y rodeado de pequeños; antes de la beatificación se le representaba en las estampas y litografías con el pelo totalmente canoso y con rasgos de anciano. Y es que el Beato Luis fue un hombre longevo, morirá a finales del siglo XIX con nada menos que 80 años, lo cual era muy poco habitual. Muy atrás quedaba su nacimiento en Quillán (Francia) un 14 de julio de 1809 donde surgirá la fe y la vocación, y donde el comienza la aventura de la Fundación de la familia del Santo Ángel: colegios, parroquias, misiones, residencias... A partir de que logró ser un buen discípulo, tomó conciencia de que Dios le llamaba a algo muy concreto y "grande": la formación de verdaderos discípulos, partiendo de la enseñanza.
Para el Beato Luis la docencia no era una pastoral cualquiera, lo consideraba algo sagrado y vital, consciente de que es mucho lo que nos jugamos en saber dar a conocer a Jesucristo y que nuestros mayores nos transmitieron. Sobre esta cuestión afirmaba él: "Destinados a educar a la juventud y a formar miembros vivos de este cuerpo místico, cuyo jefe está coronado de gloria en los cielos, debemos estar penetrados de la importancia de nuestra misión y pensar en los medios para cumplir bien.. La enseñanza es un verdadero apostolado, un segundo sacerdocio. Nadie, se atribuya a sí mismo este honor. Es preciso ser llamado por Dios''.
Ante la proximidad de esta querida celebración quisiéramos detenernos en tres rasgos que pudieran servir de ayuda para acercarnos a la gran figura del Beato Luis Antonio:
1º Cercano a toda pequeñez.
2º Su preocupación por los niños
Tras ser ordenado sacerdote en 1833 vive más de cerca la realidad cruda y dramática de aquella Francia rural sumida en la pobreza y totalmente desesperanzada. Lo que más le duelen son los niños, que no sólo no saben leer ni escribir, sino qué, además, carecen de las nociones mínimas de urbanidad y civismo, y comienzan a trabajar muy pronto para poder echar una mano en casa. Ante aquel panorama descorazonador el P. Ormieres cae en la cuenta de que no basta con tener ángeles en el cielo, sino que hacen falta ángeles de carne y hueso que miren por estos desamparados. Trata de responder así a la enseñanza del Maestro Divino: ''El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado'' (Lc 9,48). A partir de entonces toma cuerpo el carisma concreto, el cual con la ayuda de la Madre San Pascual se concretará en la fundación de las Hermanas del Ángel de la Guarda. Será un educador ejemplar y sus mayores lecciones serán las que imparte fuera del colegio. Fue un maestro en su forma de vivir haciendo el bien, cuidando los detalles del día a día, esmerandose en ser útil y aportando siempre su propia entrega, carisma y personalidad.
3º Supo hacerse pequeño
El P. Ormieres tenía de alma de niño. Los testimonios que nos han llegado de las personas que le conocieron de cerca y le trataron le definen como un sacerdote alegre, soñador, curioso, cercano y amigo que contagiaba su alegría. Llevó a cabo una obra de evangelización impresionante a través de las fundaciones de las Hermanas y, sin embargo, jamás quiso aplausos, reconocimientos ni vivió aislado en una burbuja, sino que le gustaba conocer las realidades mejores y peores con las que sus "hijas" se iban encontrando. Como San Juan Bautista, el Beato Luis tuvo muy claro que convenía que él menguara para que Cristo pudiera crecer en él. Gastó su vida entre las hojas del breviario y las cuentas del rosario, sigiloso y prudente; hizo suyo que para ser primero ''hay que hacerse servidor de todos'' (Mt 23, 11).
Que el Beato Luis Ormieres, pequeño con los pequeños, nos enseñe a seguir sus pasos e interceda por todos nosotros, por nuestra parroquia de Lugones y por sus hermanas del Santo Ángel de la Guarda.
Joaquín, Párroco
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