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sábado, 15 de enero de 2022

San Antón: jabalina, mascotas y demás animales. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Este fin de semana celebramos en nuestra Parroquia una fiesta muy entrañable, a San Antonio Abad, al que popularmente y desde el cariño apodamos San Antón. Es un santo antiquísimo que vivió en Egipto en torno a finales del siglo III y principios del siglo IV. Conocido como uno de los padres del desierto por ser referente en los comienzos de la vida eremítica, de la que es considerado su iniciador.

Cuentan que cuando alcanzó la edad de veinte años, procedente de una familia de bien, vendió todas sus posesiones y entregó el dinero a los pobres y necesitados marchándose a vivir a una cueva apartada. En aquella soledad empieza a relacionarse con los animales del entorno, los cuales se acostumbran a su presencia y empiezan a acercarse en busca de alimento. La tradición nos dice que en cierta ocasión se acercó hasta él una jabalina en actitud demandante de ayuda con sus crías que estaban ciegas. San Antonio Abad las curó como pudo y desde entonces la madre no se separó de él, protegiéndolo, como vemos en su imagen.

San Antonio Abad pasó prácticamente toda su vida en soledad, silencio y recogimiento, pero no como el que se desentiende del mundo, sino como el que se siente buscador. Vive en la búsqueda continua de Dios mediante la oración ininterrumpida interior y exteriormente con sus actos. Quizá esto fue determinante en su amor hacia los animales, los cuales al acercarse a él encontraban siempre una mano amiga, hasta el punto de domesticar un animal salvaje como lo es un jabalí.

1º Los animales son fruto del amor. En primer lugar, seamos agradecidos a los animales; Dios los ha creado precisamente para que nos sirvan de apoyo, para que no sintamos soledad. En ellos está la  mano de Dios y su creación, pues toda criatura tiene la huella del Hacedor. Nos invitan también a la contemplación, a caer en la cuenta de que el nombre del Señor es admirable en toda la tierra. En este punto, se podría decir que toda persona con más o menos saber logra descubrir el amor de Dios a través de la contemplación de la naturaleza y los animales.

2 º Los animales nos humanizan. Sin pretender tampoco humanizarles a ellos -son animales- paradójicamente ellos nos hacen a nosotros más humanos al enternecernos, y nos dan lecciones continuamente. Recientemente me enseñaban vídeos de una camada de gatos que habían perdido a su madre, y una gallina se había hecho cargo de ellos. Ocurre también entre perros y gatos, y tantos otros animales: ¿seríamos nosotros nosotros de criar a los hijos de nuestros enemigos ó, simplemente, de nuestros vecinos si se presentara una situación de real necesidad?

3º Los animales nos hablan de Dios. Seguro que en más de una ocasión nos ha sorprendido su forma de actuar, la "inteligencia" o el sexto sentido que tienen los animales para con nosotros. Hay ocasiones en los que uno piensa cómo te miran, cómo captan nuestros estados de ánimo y cómo detectan nuestras enfermedades o días malos pareciedo que tienen alma, que "sólo les falta hablar"... ¿Pueden acaso estas criaturas maravillosas ser fruto del azar?: ¡Imposible!

Pidámosle a San Antón que esta bendición de los animales domésticos y de las mascotas no se quede tan sólo en el gesto de asperjarlos con agua bendita, sino que sepamos cuidarlos y respetarlos y quererlos conscientes de que pecamos contra Dios cuando maltratamos, no cuidamos o hacemos daño aquellos que Él con mimo paternal no sólo ha creado, sino que nos ha confiado a nuestra alegría y compañía.

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