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martes, 31 de agosto de 2021

El Santo Sudario se mostrará en todas las misas del Jubileo de la Santa Cruz en la Catedral de Oviedo

Bernardito Cleopas, nuncio apostólico en España, presidirá el primer oficio, y el presidente de la Conferencia Episcopal el del día 20

(lne) El cabildo catedralicio de Oviedo prepara un Jubileo de la Santa Cruz a la altura de una catedral doce veces centenaria. Las ocho misas de la perdonanza estarán presididas por obispos, y en todas se mostrará el Santo Sudario, la más relevante de las reliquias que se custodian en la Cámara Santa, cuando tradicionalmente el pañuelo solo estaba presente en dos de ellas.

El Jubileo de la Santa Cruz es un tiempo de perdonanza para todos aquellos que acuden a la Catedral de Oviedo entre el 14 y el 21 de septiembre. La bula por la que se concedió al cabildo el jubileo fue firmada por el papa Eugenio IV en 1438, en reconocimiento a la riqueza de sus reliquias y ante la gran afluencia de peregrinos que acudían a la ciudad. En origen, la indulgencia plenaria beneficiaba a todos aquellos que acudiesen a la catedral cuando la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre) cayese en viernes, así como los ocho días anteriores y posteriores a la festividad.

En 1982, para celebrar la recuperación y restauración de las joyas de la Cámara Santa tras el robo de 1977, Juan Pablo II concedió a Oviedo un privilegio por el cual el jubileo se celebra, desde entonces, todos los años, independientemente de cuándo caiga el 14 de septiembre, y siempre entre el 14 y el 21 de septiembre. Así, todos los que acuden a la catedral esa semana se ganan el perdón de todos los pecados, aunque antes tienen que confesarse, comulgar y rezar por las intenciones del Papa.

Para celebrar el Jubileo de la Santa Cruz este año, y en el marco de las celebraciones por los 1.200 años de la consagración del primer altar de la Sancta Ovetensis, el cabildo ha invitado a obispos destacados para presidir los diferentes oficios de la perdonanza. En concreto, se ha llamado a prelados de especial relevancia dentro de la jerarquía eclesiástica, y vinculados a Asturias.

Por un lado, el cabildo ha invitado a presidir sendos oficios a los dos asturianos que ejercen de obispos en España: Atilano Rodríguez Martínez, que encabeza la diócesis de Sigüenza-Guadalajara, y el obispo auxiliar de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino.

Además, participarán en las celebraciones los representantes de las diócesis que comparten provincia eclesiástica con Asturias: Jesús Fernández González, obispo de Astorga; Manuel Sánchez Monge, obispo de Santander; y Luis Ángel de las Heras, obispo de León. No faltará, por supuesto, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, que presidirá la misa que cierra el jubileo: la del mediodía del 21 de septiembre.

La selecta nómina de prelados que presidirán los oficios se completa con dos destacados miembros de la jerarquía eclesiástica. Se trata de Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española, que presidirá la misa del 20 de septiembre; y del arzobispo Bernardito Cleopas Auza, nuncio apostólico y embajador de la Santa Sede en España, que será el encargado de abrir las celebraciones presidiendo la primera de las misas del Jubileo, el 14 de septiembre. Todas las misas se oficiarán a partir de las 18.30 horas , salvo la última, el 21 de septiembre y presidida por Jesús Sanz, que comenzará a las 12.00 horas.

lunes, 30 de agosto de 2021

Homilía de nuestro Párroco

Isaías 61, 1-3.10-11 + Juan 14, 15-21.21-27

Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo,

Ilmo. Sr. Abad y M.I. Cabildo Colegial, a quienes agradezco muy sinceramente la invitación para la predicación de hoy. Hermanos sacerdotes, religiosas, seminaristas, Escolanía, peregrinos y fieles todos. En especial mi saludo más cariñoso a mis feligreses de San Félix de Lugones y Sta. María de Viella, que me han acompañado; a los enfermos y tantas personas que hoy están aquí con un corazón “contrito y humillado” en comunicación íntima con la Santina, así como a las que de igual modo nos siguen por el canal de “Youtube”: 

 «¡Dios te salve, Reina y Madre de misericordia! He subido a la montaña, he venido hasta tu Cueva, Virgen María, para venerar tu imagen, Santina de Covadonga. Con tus hijos de Asturias y de España entera quiero hoy proclamar tus glorias y unirme a tu canto: ¡Tú eres la sierva del Señor, nuestra Madre y Reina!»

Con estas palabras de San Juan Pablo II tantísimas veces repetidas en este ambón, quiero actualizar y renovar hoy el mensaje siempre vivo que nos dejó un santo Peregrino en este hogar maternal en 1989, y al que se une entrañablemente en múltiples recuerdos mi propia historia personal y vocacional. En aquella memorable visita, sin imaginar ni remotamente este día de hoy, yo también estaba aquí, digamos que profesionalmente, de una forma más discreta.

A la Novena acudimos los hijos de Asturias para unirnos al “Magnificat” de Nuestra Señora, pues también en nosotros por medio de Ella, el Señor ha hecho maravillas.

María es Madre de Misericordia, como yo mismo he experimentado. Tengo grabado el recuerdo que inmortaliza esta fotografía -aún en blanco y negro- y que será muy parecida a la de muchos hogares asturianos con rostros diferentes e historias parecidas. Era una Novena en que mi familia y yo, con apenas cuatro años, vinimos a ver a la Santina. Mi padre me trajo a los pies de esta Madre qué, como Juan al pié de la cruz, aceptó el amparo especial de aquel niño travieso de Candás que se iba a quedar muy pronto huérfano. Mi padre fallecería poco después, con 46 años. Estoy convencido de que ese día se plantó en mí la semilla de mi verdadera vocación, de la que sigo absolutamente enamorado, orgulloso y profundamente agradecido, y que quiero trasladar a algunos jóvenes y nobles corazones que quizá me estén escuchando hoy. Son las percepciones de un cura de pueblo que va cambiando el pelo rubio por el cano, y que me hace repetir siempre que a mí el Señor me llamó por la Señora; que fue Ella la que le dijo a aquel niño asustado y de orejas de soplillo un solemne día como éste: ''tú para mí y para mi Hijo; y haz lo que Él te diga''…No temas acoger a Maríaes el lema de la Novena de este año, el cual no podía ser mejor, pues las palabras del Ángel a San José son un verdadero reclamo en este también “jubileo josefino” para imitar al esposo de la Santísima Virgen en tantas virtudes que su silenciosa vida nos enseña: el amor a Jesús y María, la aceptación de la voluntad de Dios, el trabajo honrado de cada día... En San José, la Iglesia no sólo tiene un Patrono y un Padre, sino, sobre todo, un modelo para las familias y para los llamados y vocacionados. San José nos convoca ser justos, a pasar por la vida haciendo el bien sin reclamaciones de honores ni distinciones, y a vivir lo extraordinario dentro de lo ordinario en ese taller de carpintero que para cada uno de nosotros es nuestro trabajo o ministerio, y para cuidar especialmente de nuestras familias en este año en que la Iglesia Universal pone su mirada en ello de forma concreta.

Hermanos, tampoco esperéis tras mis palabras la resolución del misterio de la Santísima Trinidad, ni la proclamación de “dogma” alguno. Creo que muy acertadamente los predicadores de este año somos mayoritariamente, como ya dije, “curas de pueblo”. Quizá el Cabildo de este Santuario ha buscado esto, curas “sencillos”; gente normal como somos todos los que venimos año tras año a esta Novena con nuestras aspiraciones y frustraciones, como lo eran María y José. No sé si tan quiera esta pobre reflexión podrá servirle de algo a alguien, pero como dice -citando a un profesor suyo- mi párroco D. José Manuel García Rodríguez, que me llevó al Seminario y del que aprendí lo que ha de ser una homilía, ésta, ha de “romper el silencio con palabras esenciales''…

Sé de otros años por somnolentes experiencias tras agradable compañía y mesa antes de la misa y ulterior dolor de posaderas, que algunos de mis predecesores al tener quizá al Sr. Arzobispo delante, siendo ésta una celebración retransmitida, y señalados mediáticamente los predicadores, quizá hayan podido caer en la tentación de hacer una homilía “promocional” o de irrefutable exégesis. Como anticipé, no vengo a dar una clase de mariología ni de teología dogmática, ni a demostrar con elevados paralelismos bíblicos elocuencia académica alguna. Hablo, como siempre quiero hacer, desde un corazón agradecido a la misericordia de la Madre. Mis feligreses saben que no me gusta hablar con papeles, pero quizá hoy, para acotar mejor el tiempo, me he traído la chuleta.

Para mí es un honor -repito- estar aquí y hacerlo en el primer día de la Novena. Reitero mi agradecimiento al Sr. Abad, que fue formador mío en el Seminario durante un tiempo en el último curso ya, así como a los capitulares D. José Juan, para el que le pido a la Santina mucho ánimo y suerte en su nueva encomienda, y al que tal vez pude haber precedido en su parroquia de Viesques de Gijón, cuando Monseñor Osoro me planteó ésta o afrontar la construcción del nuevo templo de Cerredo -Degaña- donde ya me encontraba, y cuyo patronzago ostenta precisamente la Santina de Covadonga. Allí recordaban igualmente con mucho cariño a D. Luis Marino, al que me une además del ministerio, una fraterna amistad. Para los feligreses y familias de aquellas parroquias donde verdaderamente mi hice cura: Santa María de Cerredo, Santiago de Degaña, Santa Eulalia de Larón, San Luis de Tablado, San Pedro de Taladrid y San Jorge de Tormaleo, mi mayor recuerdo de cariño, gratitud y encomienda hoy, ante a la que tantas veces peregrinamos en fechas similares.

En ese recuerdo, cuando llegué a Lugones a punto de celebrar la Fiesta de Todos los Santos y Fieles Difuntos, acostumbrado a vivir en la carretera -antes y después- para atender siete parroquias y su veintidós pueblos, pensando en aquellos curas a galope en esos días, me ofrecí a D. Luis Marino que tenía diez parroquias en Piloña. Celebré una de las misas en la de Los Montes, y al preguntarme al final el Párroco cómo me había ido, le respondí: como me mandaste a Los Montes canté: ''levanto mis ojos a los montes''… En estos días los asturianos también levantamos nuestros ojos a la altura hermosa del Auseva, donde esta Madre de amor y misericordia tiene su casa y hoy nos convoca.

El Papa Francisco, para complicarnos la vida un poco a los frágiles de memoria o a los menos piadosos, ha introducido el pasado verano tres nuevas invocaciones en las letanías lauretanas que rezamos en el Rosario: “María, Madre de la Esperanza”, “Ayuda de los Migrantes” y “Madre de Misericordia”. No puede haber nada más hermoso que experimentar la misericordia de Dios por medio de su Santísima Madre, y renovar la esperanza de aquellos que busca una vida mejor.

Este Santuario es casa de misericordia, confesonario de la diócesis, bálsamo de las heridas del alma. Aquí, en esta basílica comenzamos como noveles confesores muchos sacerdotes asturianos que descubrimos cómo las personas llegan a él con profundas heridas en el corazón buscando la confianza -antropológica necesidad, diría yo- de reencontrarse con Dios en el mejor lugar posible, en la Casa de la Madre, como eficaz abogada e intercesora. Cuántas veces sentados en los confesonarios los sacerdotes veíamos cómo pasaban mirando turistas, curiosos o indiferentes, y cómo casi por impulso divino algunos daban media vuelta y temblorosos se arrodillaban y decían: hace treinta años que no me confieso; llevo esta cruz o me enfrento a este dilema… Sé que para muchos fieles presentes, ausentes o silentes, Covadonga ha sido y sigue siendo la oportunidad de volver a Dios; ellos mismos lo decían: vivo en una aldea muy pequeña, en mi pueblo no hay sacerdote, o en mi parroquia sólo hay “absoluciones colectivas” -literal-… Al hilo, tampoco estaría de más un “Motu Proprio” para abordar estas cosas verdaderamente extrañas, y mirar con mayor misericordia -valga la expresión- los nobles y escasos corazones jóvenes que buscan a Dios en tradicionales familias católicas qué, en sus cuitas, quieren la mediación de una Madre en un lugar como éste, mientras otros se van de cañas…


Hermanos: no os vayáis de Covadonga -o volver si hace falta en los próximos días- sin reconciliaros con el Señor. Tener sacerdotes dispuestos a escucharnos en confesión es un regalo de misericordia que nos hace la Santina. Este es el sentido del texto de la primera lectura del Libro de Isaías que hemos escuchado: ''para anunciar a los cautivos la libertad'': ¿Puede haber mayor cautiverio y esclavitud que el pecado? Por eso los sacerdotes estamos llamados a ser sanadores de heridas, ministros de la misericordia, puentes entre Dios y los hombres para que se haga verdad en éste lo que nos ha dicho el profeta: ''para consolar a los afligidos... para dar una diadema en lugar de cenizas, perfume de fiesta en lugar de duelo, un vestido de alabanza en lugar de un espíritu abatido''.

En su canto del “Magníficat” María nos dice que “la misericordia del Señor llega a sus fieles de generación en generación”. Cómo no vamos a venir presurosos a sus pies a pedirle intercesión y clemencia, cuando Ella, la “llena de Gracia”, ha experimentado en lo más íntimo de sí misma la misericordia hecha carne al llevar en su seno al único que es rico en misericordia.

Por eso la llamamos ''Mater Misericordiae'' desde aquella tarde del Viernes Santo en que Cristo así nos la da por medio de Juan, al pie de la cruz. María estaba allí como discípula primera y perfecta del Redentor, siempre dócil a las inspiraciones del Espíritu. La hija de Joaquín y Ana vivió en el calvario no sólo el dolor, sino, además, la universalidad y riqueza del amor de Dios. A la vera del madero redentor María empieza a ser Madre de todos los creyentes y, de forma especial, Madre misericordiosa de todo el género humano por cuya salvación y perdón aceptó que el Hijo de sus entrañas expirara en una cruz para el perdón de nuestras faltas. Abrazada al dulce leño nos abraza a todos, pues Ella no deja de ser parte de la cruz y de la misericordia del Hijo que proclama: “Padre, perdónalos”.

Por eso, en la fórmula absolutoria del sacramento de la Reconciliación los sacerdotes decimos: ''derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados''. En el evangelio proclamado se nos ha hablado indirectamente de esto, del Espíritu que Jesús promete y envía. No un espíritu cualquiera, sino “el Espíritu de la verdad”. No es fácil profundizar en ello, pues como el mismo Señor destaca: ''el mundo no puede recibirlo, porque ni lo ve ni lo conoce''. Ahora bien, nos dice claramente: ''vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros''.

Nunca el mundo ha estado tan necesitado del amor y la misericordia de Dios. Qué bien nos vienen las palabras de aliento que nos da el mismo Cristo: ''Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis; porque yo sigo viviendo''. Queridos amigos, nuestra misión empieza aquí; con el hermano, vecino, pariente o conocido que espera -como en las bienaventuranzas- un trato misericordioso para que pueda ver a Jesucristo en nosotros… Hay un lema que utilizan mucho las hermanas del Santo Ángel que hoy también están por aquí: ''ser y hacer discípulos''. Cómo vamos a dar a conocer al Salvador si no lo cocemos bien nosotros. Uno nunca puede dar lo que no tiene, y sólo el que se deja llenar del amor de Dios podrá llevarlo a los demás.

Retrocediendo un poco a mi historia personal, me viene al recuerdo una película de CI.FE.SA. con reconocidos actores del cine español de aquel entonces, basada en una novela de Concha Espina y que se rodó en este lugar en 1944. En ese film sale mi tío Pepe Luis, un hermano de mi madre que hacía de zagal “yindando” a una vaca suelta en mitad del Santuario. “Altar Mayor” se titulaba esa película. Y esto es lo que será Covadonga estos días, el altar mayor de Asturias en torno al cual nos congregaremos los que creemos en el mismo Dios, compartimos el mismo pan y tenemos la misma Madre.

Decía Rafael Luis Fernández Álvarez, distinguido socialista que además de otros cargos relevantes en su conocida militancia en el Partido, fuera el primer Presidente del Principado de Asturias, que «Con frecuencia se habla del anticlericalismo de los asturianos, pero se olvida que quienes tienen fama de ser más descreídos, de ser más blasfemos, que son los mineros, resulta que todos llevan al cuello una medalla de la Virgen o una cruz…; y no hay fiesta en esta región que no lleve el nombre de la Virgen, de una santa o de un santo»… Y es así, hermanos; quien os habla os puede asegurar que no he conocido personas con mayor amor a la Santina, a la del Carmen, a Santa Bárbara o a San Roque, que aquellos mineros de boca grande y corazón mayor que más cerca de León o Lugo que de Oviedo o Covadonga, acudían a ellos para todo. Covadonga es ciertamente un fenómeno antropológico digno de estudio, pues en nuestra tierra asturiana hasta los ateos, agnósticos, apostatas o indeferentes vienen aquí; ciertamente a un Paraíso Natural, pero, naturalmente, mucho más religioso y mariano.

Un gran error que posiblemente contaminados o acomplejados por el actual laicismo beligerante hayamos podido cometer algunos sacerdotes en los últimos tiempos, ha sido el olvido o el menosprecio de la religiosidad popular. El Papa Francisco continuamente nos ha hecho hincapié en esto. Pues es aquí donde el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo; las tradiciones que emanan de la religiosidad popular han sido el sistema inmunológico de la Iglesia de todos los tiempos, el dique de contención más eficaz contra la secularización imparable de nuestro mundo. El Santo Padre afirma que: «El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador». No coartemos pues, en los fieles, esas iniciativas del “sensus fidei” que brotan de los nobles corazones donde habita el Espíritu de la verdad que impulsa a la manifestación y testimonio comprometido que tanto necesita nuestro tiempo actual. Una estampa, un acto de piedad, una procesión o peregrinación, la vivencia de una cofradía, una Novena, o el rezo del Santo Rosario, son cauces únicos para llegar a Dios y, en este último ejemplo, reside la misericordia de María a la que me remito -ya finalizando- con un piadoso chascarrillo, también popular:

Dicen que estaba Jesús en el Paraíso pasando revista a los últimos admitidos cuando, de repente, se dio cuenta de que había unos cuantos que no estaban contabilizados, entonces le comenta a Pedro: ¿Pedro, es qué no cierras las puertas? Pedro le dice: Claro que sí, Señor. Pero lo que pasa es que cuando yo cierro las puertas, tu madre abre las ventanas y los cuela a todos por ellas porque han rezado el Rosario o han llevado su escapulario…. Y es que, como en Canaá de Galilea, María siempre está por el medio como influyente Madre de misericordia.

Todos tenemos esa meta del cielo donde María nos aguarda junto a los santos que son también nuestro ejemplo; los conocidos, algunos de los cuales estuvieron aquí en Covadonga como San Melchor de Quirós, San Antonio María Claret, San Pedro Poveda, San Juan XXIII, Santa Maravillas de Jesús, o el Beato Luis Ormiers... Y aquellos otros desconocidos, esos de “la puerta de al lado” que nos dice el Papa y que encarnaron en silencio las obras de misericordia.

Ante la Santina y ante todos ellos quiero poner hoy de forma muy especial a mis hermanos sacerdotes jubilados y enfermos, a los que residen en la Casa Sacerdotal y a los que siguen gastando su vida y aliento llevando a Cristo a los hermanos. Covadonga siempre ha sido Cenáculo Presbiteral, Casa Común, lugar de encuentro para todos nosotros. Los fieles sabéis bien cómo estamos; somos pocos y se nos han ido muchos, por eso pedid insistentemente al Dueño de la mies que bendiga a nuestra Diócesis con santas vocaciones, que nuestros seminaristas perseveren en fidelidad, y que los que estamos ya en el tajo seamos cada día más semejantes a Cristo, Buen Pastor, modelo de todo presbítero.

Tampoco quiero finalizar sin presentarle de todo corazón a la Santina los mayores dramas de nuestro tiempo y actualidad, que por terribles y mayormente dolorosos se van solapando unos a otros y que ni los manipulados medios informativos occidentales y particularmente de nuestro país, han podido omitir en lo tantas veces políticamente conveniente para algunos. Me refiero obviamente a Afganistán por una parte, donde a los que tenemos corazón se nos ha encogido y arrugado comprobando la punta del iceberg de lo que ya es una barbarie anunciada y sabida, en la que siempre perderán los mismos, allá particularmente las niñas, las mujeres y los hombres de toda edad y condición. Donde tengo la amarga sensación del engaño y la traición a nuestras Fuerzas Armadas y a sus pobres colaboradores allí, que en veinte años han dejado para nada, alma, corazón y vidas: 102 militares españoles muertos al servicio de los débiles, de la Patria y del honor, los cuales no podrán ser recuperados para sus familias por ningún avión, ni compensar condecoración alguna. Algo de lo que muy en breve tampoco informará ya ningún corresponsal. Por cierto, entre tantas y tan dramáticas escenas e informaciones, no he constatado ningún pronunciamiento ni muestra de solidaridad o compromiso de acción, de las llamadas asociaciones feministas o LGTBI, quizá por estar sujetas a las subvenciones y mamandurrias clientelares de los satisfechos. A las unas les será más fácil defender aquí lo que no hace falta, y a las otras nada ya, porque temo dramáticamente que a estas alturas no haya posibilidad de hacer allí ningún socio.

La otra es Haití, donde “a perro flaco todo pulgas”. Cáritas -os acordaréis- ya estuvo allí, y Cáritas volverá a Haití impelida por la fuerza del Evangelio y de la misericordia de un Dios, Padre y Madre… Me atrevo a pediros para todos ellos -hijos de un Dios misericordioso, que no verdugo ni justiciero- que no los olvidéis en vuestras oraciones como pronto harán los asalariados informativos. Presentárselos continuamente a la Santina que nunca falla y en la que tantos hemos puesto siempre nuestra esperanza.

Termino con el mismo ánimo y palabras que pronuncié el día de mi primera misa en mi parroquia natal: A mi cabecera tengo dos cuadrinos nada más, la Virgen de Covadonga y el Santo Cristo de Candás. Por Ella lo tengo a Él; por Él, con Él y en Él, a todos vosotros.

Santina de Covadonga: ¡Sálvanos, y salva a España!

domingo, 29 de agosto de 2021

Reflexión de nuestro Párroco sobre la Fiesta de la Visitación de María a su prima Santa Isabel

Al acercarse el último domingo de agosto, como es tradición más que centenaria en nuestra parroquia, celebramos la festividad de la Visitación de María a su prima Santa Isabel, liturgia que antaño se celebraba el día dos de julio -ocho días después de la natividad del Bautista- y que con la reforma propiciada tras el Concilio Vaticano II se decidió situar el treinta y uno de mayo para corresponder así mejor con los tiempos del año cristiano. En ese marco, desde que cerramos el mes de mayo hasta el día 24 de junio, se da la recta final del embarazo de Santa Isabel, sabedores de que María estuvo con ella tres meses y después regresó a su casa.

En el Lugones puramente rural de hace un siglo, se impedía a los fieles gozar de la fiesta en todo su esplendor, por lo que nuestros antepasados optaron por trasladar la fiesta de la Visitación de los primeros días de julio a los últimos días de agosto para, una vez concluida la temporada de siega y demás faenas veraniegas del campo, vivir con asueto y familiaridad unos días tan especiales para la localidad y celebrar con asueto todo lo "pendiente".

Es una Fiesta bien hermosa, por ser la fiesta no sólo de una Santa, sino por ser una celebración mariana por excelencia donde recordamos también a Nuestra Señora en un misterio concreto de su vida como es la visita a su Prima. No tiene sentido Santa Isabel sin la Santísima Virgen María, y ésta lo tiene muy claro: ¿quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?. No lo olvidemos nunca, en Lugones somos tan grandes que no celebramos a una mujer sino a dos, y no dos mujeres cualquiera. Por un lado, Santa Isabel, la madre del que se dice ha sido el mayor nacido de mujer -Juan el Bautista- y a María de Nazaret, Madre de Dios y Madre nuestra, que la miramos siempre como Reina y Señora de nuestra Parroquia y de nuestras vidas.

La liturgia de la Palabra propia de esta fiesta contiene un rico mensaje que no se queda tan sólo en los límites espirituales de nuestra vida creyente, sino que es un reclamo de acción para nuestro quehacer apostólico. Hay un adjetivo clave en el evangelio de hoy, y es el que nos revela lo que hizo María una vez que el ángel Gabriel le reveló que su anciana prima -esteril- iba ya por el sexto mes de su embarazo, y ''fue a prisa''. San Ambrosio de Milán dice a propósito, que ''el servicio del Evangelio no admite demora''. María no se entretiene a valorar pros y contras, se pone en camino con presteza y prontitud. Estamos ante una mujer sensible a los problemas de los demás, y si todo embarazo acarrea dificultades, cuánto más el de Isabel con tantos años encima y a la vez primeriza.

Desde la casa de María hasta la casa de Isabel había un viaje aproximado de tres o cuatro días de camino a pie. Ella lo hace embarazada sin preocuparle tan sólo el llegar cuanto antes para reducir a Isabel los quehaceres del hogar y atenderla con cuidados. Qué ejemplo tan directo nos regala María en este hecho. Cuántas veces llegan nosotros noticias de parientes, amigos o vecinos que están pasando por una dificultad y optamos más por hacernos los remolones o silenciosos teniendo bastante con nuestros problemas, que por ponernos en camino a tratar de ser útiles en la búsqueda de remedios y soluciones para ellos. Ser devotos de la Visitación implica ser misioneros y peregrinos. Ojalá sepamos llevar la alegría de Cristo a tantos que esperan ser visitados.

No cabe duda del acierto que la Iglesia ha tenido en la elección de los pasajes de la Sagrada Escritura para contemplar estos hechos. De forma concreta quiero detener la mirada en el Salmo tomado del Isaías 12: ''Es grande en medio de ti el Santo de Israel''... Este texto escrito setecientos años antes de Cristo es para nosotros una definición perfecta de la imagen de María; una mujer que porta en su interior a su retoño, nada menos que el Mesías esperado. Qué grande es en medio de ti -Santa María- el Santo de Israel.

Estamos ante dos embarazos muy significativos, por un lado el de una mujer mayor tenida por estéril, y por otro, el de una virgen concebida por el Espíritu Santo. Hoy está muy de moda en nuestra "avanzada sociedad" hacer burla y mofa de los misterios de nuestra fe. Es curioso que los que se ríen de la Encarnación del Hijo de Dios, luego son capaces de creer cualquier cosa; también la ciencia nos da por verdad tantísimos "milagros" más difíciles de creer que el embarazo de una virgen, y nos los tragamos sin rechistar... 

Aquí el punto clave es la fe; este es el gran elogio que Santa Isabel hace de su prima admirando precisamente la grandeza de su fe. He ahí sus palabras ''dichosa tú que has creído''. María ha recibido la Palabra de Dios en su corazón y en su vientre. Por esto es modelo y Madre del creyente; qué mejor maestra para la vida cristiana que Ella. Dichosos nosotros si descubrimos a Cristo en sus palabras, en el prójimo, en la Eucaristía... La persona que tiene la gracia de la fe posee un tesoro único que será fuente incesante de dicha, gozo, felicidad y, sobre todo, de esperanza. No estamos exentos de incertidumbre, sufrimientos y fatigas, pero poder descansarlos todos en Dios es una experiencia donde no hay muchos que lo hayan logrado describir con palabras. 

Cuando María e Isabel se encuentran se saludan, se abrazan; tienen lugar dos encuentros al unísono, el de las primas, por un lado, y el de los dos pequeños aún en gestación. Jesús y Juan también se saludan, el Señor y su precursor tienen su primer encuentro. Qué detalle tan sencillo y a la vez tan elocuente el que nos desvela Santa Isabel en sus palabras: ''cuando tu saludo llegó a mis oídos, saltó de alegría la criatura en mi vientre''. ¿Qué nos dice esto?: por un lado, que la llegada de Cristo al mundo ya está produciendo alegría. En Juan está la propia reacción del pueblo que durante tiempo llevaba suplicando ''ven Señor, no tardes''. Por otro lado, vemos cómo Jesucristo ya desde el seno materno derrama la salvación. Que gran salutación, la del Precursor y el Precedido; el que prepara el camino al Señor y el Señor mismo que nos dirá que sólo Él es el camino.

El eje central de esta celebración son dos mujeres gestantes, dos embarazadas, dos portadoras de buena esperanza... Por eso hemos insertado desde hace años este bellísimo rito bendicional dentro de nuestra fiesta. Damos gracias a Dios por la vida, por que esta sea cuidada siempre, desde su concepción hasta su final. En medio aún de esta pandemia que tantas vidas ha truncado, hemos de poner más en alza que nunca el don de la natalidad y de la protección de la vida en todas sus etapas y que tanto necesita nuestro continente, nuestra nación y nuestro Principado. No perdamos de vista a Isabel y a María, las cuales se felicitan mutuamente; se felicitan no se compadecen, y su felicitación va más allá de su estado; ambas se alegran de que Dios las ha bendecido, actuando por pura gracia en sus vidas.

En correlación al evangelio, la epístola de San Pablo a los Romanos pone su acento en el amor del cristiano que nos empuja a practicar la hospitalidad; un amor que no es falso, no es postureo, es caridad. Ahora con la pandemia no podemos ser hospitalarios físicamente, pero hay muchas formas de ejercer la hospitalidad con los medios que tenemos a nuestro alcance: un mensaje, una llamada, una palabra de aliento... Esto es una riqueza que tiene Lugones, somos un pueblo hospitalario, y esto no es algo baladí. Aquí el que llega de la nacionalidad que sea pronto se siente en su casa, nadie le recrimina ser forastero. Sigamos cultivando esta gran riqueza, más de setenta y cinco nacionalidades -nos decía el cronista local- conviven en nuestras calles: españoles de todas las provincias, asturianos de todos los concejos, gente de todas las naciones encuentran aquí un hogar cálido como el que encontró Santa María en casa de Santa Isabel. 

Queridos hermanos, a los pies de Nuestra Señora de la Visitación y de Santa Isabel quiero poner esta mañana de forma muy concreta a tantas personas que siguen sufriendo en nuestro pueblo: los mayores y los enfermos, las personas que se han quedado sin trabajo o que están luchando para mantener en pie sus negocios tras el parón del pasado año; tantísimas familias que perdieron a sus seres queridos sin poder despedirlos... Quiera Dios que cada uno de nosotros sepamos ser en el encanto de la rutina cotidiana "los pies del mensajeros que anuncia la paz, que trae la gran noticia: la salvación".
¡ Amén!

Evangelio de la Visitación

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 39-56

En aquellos días, Maria se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 

En cuanto Isabel oyó el saludo de Maria, saltó la criatura en su vientre.

Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: 

«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»

María dijo: 

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Palabra del Señor.

Oviedo y su arzobispo en Benín. Por Francisco José Fernández de la Cigoña

Mons. Jesús Sanz Montes: Mis Memorias de África. Cartas desde Benín. PPC, Boadilla del Monte (Madrid), 2019, 208 pgs.

La archidiócesis de Oviedo mantiene una misión en Benín y su arzobispo ha ido a visitarla en tres ocasiones: 2012, 2014 y 2019 y nos ha dejado un relato de esos viajes, de lo que es la misión y del hondo impacto que aquel catolicismo casi recién estrenado, carente de tantas cosas y sobrado de fe y de amor a Dios, ha dejado en su alma de pastor. Hasta el punto de que sus memorias africanas son una honda Memoria que ha conmovido su ser y su ministerio. Y como Sanz Montes domina la expresión el libro es a la vez un gozo de lectura y un enriquecimiento espiritual con el testimonio de unos hermanos que sin tener nada o casi de lo que nos parece imprescindible tienen tantísimo de lo que es verdaderamente importante. El arzobispo lo ha comprobado, le ha impactado y nos lo cuenta. Y el relato merece verdaderamente la pena leerlo.

Oviedo lleva más de treinta años de presencia en Benín y creo que ha recibido bastante más de lo que ha dado siendo mucho lo que les ha aportado. Los misioneros, hoy son dos los sacerdotes de la archidiócesis asturiana allí destacados, les han llevado a Cristo. Porque la Misión no es una ONG sino la Iglesia y sus sacramentos. Que eso es lo que reclaman aquellos hermanos sobre todas las cosas. Y lo que los misioneros les llevan. En primer lugar, sobre todo. Y como les aman atienden también en lo que pueden a las necesidades materiales, tantas, de aquellos.

Pienso que Asturias tiene un gran regalo en esa misión y ojalá los asturianos la conozcan y valoren la misma. El libro que les regala su arzobispo sin duda contribuirá a ello haciéndoles más responsables de su fe y de la de sus hermanos de Benín que tanto dependen de la archidiócesis de Oviedo y que tanto agradecen su presencia en aquel perdido rincón de África. Y también los que no sean asturianos ganarán no poco de sentido misionero, que todo católico debe llevar en el alma, con su lectura.

El de Don Jesús es de esos libros que te dejan bien y te comprometen, que no solo hablan de la misión sino que la hacen y como aquella no existe sin Dios, en todas las páginas aparece su presencia entre cantos y tam tam, vestidos multicolores, baches y polvo. Y una lección para todos nosotros, también para el arzobispo, la alegría católica de aquellos hermanos que sin tener nada tienen con ellos lo más importante: a Dios. También eso nos enseña el libro. Nuestras insatisfacciones teniendo tantísimas cosas por faltarnos Dios entre nosotros. Aunque nos proclamemos viejos católicos con no pocos saberes y con tan poca vida cristiana, tan escasa alegría y tan inmensa soledad. Con nuestra riqueza material carecemos de lo que sobra a nuestros pobrísimos hermanos de Benín: Dios está entre ellos. Llevado por los misioneros de la archidiócesis de Oviedo a los que fue a visitar su arzobispo, que resultó visitado por los misionados y que nos lo contó.

Leed el libro. Os gustará.

Visitación: servicio y encuentro. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Celebramos en Lugones la "Visitación de María a su prima Santa Isabel", escena singularísima de la vida de la Madre del Señor, que nuestra Parroquia y nuestro pueblo en el devenir de los años han acogido como suya. Es una enseñanza tan rica que uno no se cansa de redescubrir tanto bueno que nos propone este pasaje para nuestras vida. No sólo el gesto de caridad y misericordia de María yendo a visitar a Isabel; lo que encierra este gesto es algo mayor  que se nos desvela ahondando en su contemplación.

En estos días que las malas noticias se agolpan en los medios de comunicación: rebrotes de las nuevas cepas del Covid-19, la dramática situación de Afganistán, la nuevamente terrible situación en Haití... uno se para a pensar: ¿Qué podemos hacer para ayudarles? Y nuestra pregunta se ahoga en la impotencia, pero hacemos nuestro ese dolor, el sufrimiento de los demás, y lo llevamos a la oración. Cuando en el día a día las desgracias ajenas ya nada nos digan por tantas y tan dramáticas, habremos alcanzado un nivel de  deshumanización tal que nuestro corazón de piedra también acabará estallando o padeciendo alguna desgracia propia, ante la también indiferencia de los demás. El sentimiento cristiano ha de ser de caridad con el sufriente y de querer ser útil a los otros como María qué, presurosa, acude al hogar de su prima.

Nuestra Señora deja atrás su casa, se pone en camino y se aventura a un largo viaje sin saber cómo será o terminará. Esto es lo que experimentan tantísimas personas que llegan a nosotros desde tantos lugares del mundo buscando un futuro mejor. Nosotros, tal vez un tanto saturados también de tantos problemas cotidianos los llamamos con alguna indiferencia migrantes o forasteros, algo que no debería ser, pues como nos recuerda la escritura ''no oprimas a los extranjeros de ninguna forma. Recuerda que tú también fuiste extranjero en la tierra de Egipto'' (Ex 22,21). Podríamos traducirlo de muchas formas; también nuestros padres y abuelos fueron emigrantes en Alemania, Suiza, Cuba, Santo Domingo... Ahora que son tantos los llegan a nosotros huyendo, además del horror, debemos pensar en nuestros mayores antaño acogiendo a los que llegan a nuestra tierra con el mismo cariño que ellos fueron tratados allá donde fueron como emigrantes o "refugiados".

Nunca nuestro mundo ha experimentado tantas corrientes migratorias y de movilidad debido a la precariedad, la persecución política o religiosa o las guerras; y, sin embargo, a pesar de tanta globalización económica y avances científicos o tecnológicos todo parece estar peor que nunca y no se acaban de encontrar soluciones a los nuevos dramas del siglo XXI. También María de Nazaret fue emigrante y refugiada en Egipto.

Esta fiesta de "la Visitación" es una llamada a abrir puertas, en primer lugar las del corazón orante y sensible, y en segundo lugar, las de nuestras vidas. A nadie le gusta abandonar su tierra, su casa, raíces o historia, pero a pesar de tantas catástrofes nuestro corazón y premisa evangélica nos impulsan a la caridad de ablandarlo y que palpite y se com-padezca con el otro...

El Santo Padre nos recuerda que la Visitación es una llamada a servir, pero también a saber encontrarse: “El encuentro es otra señal cristiana. Una persona que se dice cristiana y no es capaz de ir al encuentro de los otros, de encontrarse con los otros, no es totalmente cristiana. Sea el servicio, sea el encuentro, requieren salir de sí mismos: salir para servir y salir para encontrar, para abrazar a otra persona. Es con este servicio de María, con este encuentro que se renueva la promesa del Señor, se actúa en el presente, en aquel presente. Y propiamente el Señor –como oímos en la primera Lectura: El que está en medio de ti– el Señor está en el servicio, el Señor está en el encuentro”.

Hacer fiesta en torno a la Visitación es una llamada a vivir la alegría de saber servirnos unos a otros, y como María e Isabel también saber encontrarnos. 


Que Nuestra Señora de la Visitación y Santa Isabel os bendigan.

Joaquín, párroco

El 30 de agosto arranca la novena a la Santina, en el santuario de Covadonga

 


La inaugurará el párroco de San Félix de Lugones, Joaquín Serrano Vila, a las seis de la tarde, en la basílica, predicando la eucaristía “Madre de la Misericordia”

(lne) El sacerdote Candasín y vocal de la Delegación Episcopal de Peregrinaciones, Joaquín Manuel Serrano Vila, de las parroquias de San Félix de Lugones y Santa María de Viella, inaugurará y predicará la primera jornada del novenario en honor de Nuestra Señora de Covadonga el 30 de agosto, a las 18.00 horas, en la basílica del santuario de Covadonga, que en esta edición llevará el lema “No temas acoger a María”. Como el año pasado, también este 2021 (Año de San José), estará marcado por la incertidumbre de la pandemia lo que llevará a cumplir con el protocolo establecido por las autoridades sanitarias.

El día 8 de septiembre, festividad de Nuestra Señora de Covadonga, “la Santina”, y Día de Asturias, tendrá lugar la misa solemne a las 12 del mediodía, igualmente en la basílica del santuario mariano, presidida como ya es tradición por el arzobispo de Oviedo, monseñor Jesús Sanz Montes.

Todo apunta, tal como ocurriera el año anterior, que tampoco habrá procesión por el tema del protocolo marcado por las autoridades a raíz del Covid-19

miércoles, 25 de agosto de 2021

Santoral del día: San Luis Rey de Francia

(Infovaticana) San Luis fue un rey de Francia del siglo XIII que se distinguió en la búsqueda de la justicia y la paz entre cristianos, así como el amor a los pobres. Su reinado es recordado como uno de los mejores de la historia de Francia, siendo uno de los reyes más queridos por sus súbditos.

El príncipe Luis nació el 25 de abril de 1214 en el castillo de Poissy, en Francia, durante el reinado de su abuelo Felipe Augusto. Al nacer, se le bautizó como Luis de Poissy, al serle concedido el señorío de dicho castillo y villa desde su nacimiento. Sus padres fueron el rey Luis VIII de Francia, apodado el León, y la infanta Blanca de Castilla, luego reina de Francia, hija del rey Alfonso VIII de Castilla y la princesa inglesa Leonor de Plantagenet. Aunque Luis era el segundo de los hijos varones, su hermano Felipe, el príncipe heredero, murió cunado Luis tenía cuatro años, por lo que rápidamente se convirtió en el llamado a suceder a su padre, una vez que éste accediera al trono.

La reina Blanca, su madre, se preocupó intensamente de educarlo en profundos valores cristianos, insistiendo en la caridad y la pureza como virtudes que deberían de acompañar a un rey en todo momento. El valor que la reina Blanca le daba a la salvación del alma de su hijo, antes que cualquier otra cosa, se plasma en las palabras que le dedicaba a su hijo Luis, recordadas hasta nuestros días: «Hijo, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal».

Cuando el príncipe Luis tenía la edad de nueve años, su padre Luis VIII accedió al trono tras la muerte del rey Felipe Augusto. Sin embargo, el reinado de «el León» sería corto, y tres años después, cuando el joven príncipe tenía tan solo doce años, su padre muere, haciéndole rey de Francia a muy temprana edad. La tutela del reino la toma su madre, doña Blanca de Castilla, y no es hasta que su hijo tiene mayoría de edad, que éste toma en sus manos los designios del reino.

Las primeras decisiones del rey Luis IX se enfocaron en reconciliar al pueblo con la nobleza, atendiendo diariamente las quejas y peticiones de los pobres y desamparados, recorriendo el país para entender la realidad con sus propios ojos, y ordenando reformas que asegurasen la protección de sus vasallos por parte de los señores. En 1240, el rey Luis se ve obligado a sofocar una rebelión encabezada por los señores Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa, apoyados por el rey Enrique III de Inglaterra. En 1242, Luis IX vence a los rebeldes, y con gran magnanimidad, perdona a sus ofensores y privilegia la paz con Inglaterra antes de emprender contra ella políticas más agresivas en venganza por su beligerancia.

Dos años antes de la rebelión, en 1238, el rey Luis IX consigue llevar a Francia la Corona de Espinas de Nuestro Señor, que hasta entonces había estado en Venecia, tras haber sido adquirida del emperador bizantino. Para la llegada de la Corona, el rey Luis manda construir una magnífica capilla, conservada hasta nuestros días con el nombre de «Saint Chapelle».

Su mujer, Margarita de Provenza, acompañó al joven rey en el perfeccionamiento de la vida cristiana desde su matrimonio. Los reyes oraron durante tres noches después de su boda, antes de consumar el matrimonio, como símbolo y preparación para la santidad matrimonial, dirigiendo todas las cosas hacia Dios.

Las guerras en las que participó Luis IX fueron muchas, pero en ellas siempre se distinguió por perseguir la justicia y la paz, insistiendo en que ambas virtudes eran necesarias para la existencia de la otra. La búsqueda incansable de justicia, le ganó entre sus súbditos y los demás reyes cristianos el mote de «pacificador», pues a donde iba conseguía la paz a través de decisiones justas y en beneficio de los demás antes que de él mismo.

Entre las grandes labores de San Luis IX para mejorar las condiciones de su pueblo y la propagación de la Fe, se distinguieron especialmente su apoyo a la naciente orden cisterciense, a quienes consideraba necesarios para lograr un equilibrio entre la vida del mundo y la orientación divina. La inclinación que el rey sentía hacia la oración, consiguió que ayudara en la fundación de la abadía de Royaumont y la Basílica de Saint-Denis. Para los pobres y las viudas, fundó los Hoteles de Dios (Hôtel-Dieu), en los que religiosas agustinas atendían a los más menesterosos gracias a generosas donaciones del rey. También fundó el Hospicio de los Trescientos, orientado a vagabundos ciegos, así como otras múltiples obras de piedad, que mejoraron la vida de sus súbditos.

En colaboración con la Iglesia, ayudó a fundar la Universidad de la Sorbona, para la formación de los jóvenes y sacerdotes, asegurando su educación en la correcta doctrina y la búsqueda de la verdad a través de la filosofía y la teología.

Antes de morir, promovió la séptima y octava cruzada, y promovió duras políticas contra muchos judíos, acusados de usura y de herejía. Durante la octava cruzada, el rey Luis viaja a Túnez para apoyar a su hermano, Carlos de Anjou, para asegurar el apoyo del emir, en contra del sultán de Egipto. Una vez en Túnez, tras haber tomado la ciudad de Cártago, el rey y otros más, son afectados por una epidemia de disentería. El 3 de agosto de 1270, el príncipe Juan Tristán, hijo del rey, fallece de la epidemia, y tres semanas después, le sigue en la muerte su padre, el rey Luis IX de Francia. A su muerte, otro de sus hijos, el príncipe Felipe, se convierte en el rey Felipe III de Francia.

Después de su muerte, los restos del rey fueron trasladados a Francia y fueron depositados en la Basílica de Saint-Denis, donde comenzaron a ser venerados, por el amor que su pueblo sentía hacia él, y por la fama de santidad personal que le precedía. En 1297, el Papa Bonifacio VIII le canonizó en la Iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).

San Luis Rey es patrono de la Tercera Orden Franciscana, así como de los trabajadores de la construcción, los bordadores y mercerías, los destiladores, los peluqueros y los barberos, de las academias francesas y academias de la ciencia, así como de múltiples ciudades y diócesis, entre ellas San Luis Missouri (Estados Unidos), San Luis Potosí (México), San Luis de la Paz (México), San Luis de Senegal (Senegal), así como de la Isla de San Luis (París).

martes, 24 de agosto de 2021

P. Marqués: “En Covadonga rezamos para que Cristo vuelva a reinar en los corazones y en la sociedad”

(Infocatolica/ Javier Navascues) P. José Miguel Marqués Campo es sacerdote de la Archidiócesis de Oviedo. Criado en Chicago (Illinois) USA, es licenciado en Empresariales por Rosary College, EE.UU. (1985). Cursó sus estudios Eclesiásticos en el Seminario de Oviedo (1989—1996) y fue ordenado sacerdote el 26 de mayo de 1996. Sus destinos pastorales han sido: Salas, Luarca, Basílica del Sagrado Corazón en Gijón, Oviedo. Fue director del “Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica” en Radio María (2007—2012) y de una serie sobre Literatura y Fe en la misma emisora: “De los Anillos al Señor” (2013). Actualmente es capellán diocesano de la Santa Misa Romana Tradicional (desde 2008).

¿Cómo nació su amor a la liturgia tradicional?

Creo muy sinceramente que mi respuesta está incluida en su pregunta: sencillamente yo “nací así", por así decirlo. Desde muy pequeño, siempre me ha cautivado la liturgia de la Iglesia. El camino a mi corazón es por la liturgia y por la música litúrgica. Habiéndome criado en aquella extraordinaria parroquia-colegio de San Jacinto en la zona polaca de Chicago, recuerdo vivamente a los sacerdotes que eran como padres para nosotros los niños, y las religiosas que eran como madres. Recuerdo a los niños y niñas de clase, que tanto nos queríamos. Son recuerdos tan buenos que me marcaron hondamente para siempre. Un día se nos anunció en clase que íbamos ir a Misa más temprano que habitual, y recuerdo mirando por la ventana hacia la hermosa iglesia parroquial, y tuve (sin saberlo entonces) la experiencia del salmista (121): Qué alegría cuando me dijeron: ¡vamos a la casa del Señor! Recuerdo a los sacerdotes en sotana y portando casullas romanas preciosas, recuerdo las religiosas en sus hábitos en clase, y en Misa el dulce canto gregoriano, acompañado con los suaves acordes del órgano, el olor del incienso, y particularmente el canto per omnia sæcula sæculorum. El latín y el carácter tan sagrado de la liturgia desde entonces siempre me han cautivado y fascinado.

Gracias a Dios la puede celebrar desde hace años en Oviedo…

Efectivamente, gracias a Benedicto XVI, reconoció en 2007 el inmenso tesoro espiritual de la Misa Tradicional en Latín, que nunca fue abrogada, y el principio de que lo que fue sagrado para generaciones anteriores sigue siendo sagrado para nosotros hoy, y lo será para las generaciones futuras. Entonces en 2008, hubo una petición en Gijón para poder iniciar celebración dominical y festiva en la archidiócesis, fui nombrado desde entonces capellán diocesano, aprendí el rito Romano tradicional, y lo llevo celebrando ininterrumpidamente desde 2008, en lugares distintos. Hemos mantenido una asistencia fiel todos estos años, y seguimos creciendo lenta pero consistentemente.

¿Por qué quiso participar en esta peregrinación NSC-España?

La primera noticia que tuve de esta peregrinación me llenó el corazón de una gran alegría. Bien conocida es la tradicional peregrinación París—Chartres en torno a Pentecostés (últimamente alcanzando unos 20.000 peregrinos de todo el mundo), y la peregrinación a Nuestra Señora de Luján en Argentina. Nunca me fue posible participar en esas peregrinaciones. Celebrar una peregrinación de estas características en España, y más aún en Asturias—tierra donde comenzó la Reconquista—es una excelente iniciativa que segurísimo supondrá gracia tras gracia para nuestra nación, y para la Iglesia aquí. En el vídeo que prepararon a posteriori, aparecen estas palabras esperanzadoras: Lætare, Mater. Hispania tua est / Regocíjate, Madre. España tuya es. ¿Cómo no iba a participar en algo tan providencial para nuestra querida Patria?

¿Era necesaria una peregrinación así en España?

¡Ya lo creo que sí! Ahí donde hay una liturgia verdaderamente sagrada, más enraizada en la Tradición de la Iglesia, donde personas de todas las edades son convocadas para unos días veraniegos de intensa espiritualidad y de gran esfuerzo físico, supone una lluvia de bendiciones. Reavivamos nuestra honda alma católica española, sin complejos estamos sanamente orgullosos de nuestra historia común, en plena comunión con la Iglesia, nuestra Madre en la fe católica y apostólica. Rezamos por España y la evangelización, para que Cristo vuelva a reinar en los corazones pero también en la sociedad. Rezamos por el Papa, los obispos, sacerdotes y fieles, por las vocaciones y por las necesidades personales que cada peregrino llevaba en su corazón.

¿Qué supuso para usted poder asistir por primera vez a la primera celebración solemne del Vetus Ordo?

Habiendo celebrado la Santa Misa Tradicional en mi diócesis desde 2008 ha sido y es una enorme gracia. Y lo seguirá siendo. Para un servidor, desde luego, para el ejercicio del sacerdocio. Por supuesto es una bendición para la diócesis también, aunque no siempre es apreciada. Pero he estado celebrando habitualmente Misa rezada—que con su intenso silencio orante es ya de por sí sobrecogedor—alguna vez Misa cantada, pero no había tenido ocasión de una Misa con rito propiamente solemne.

Es sencillamente conmovedor. Todos los detalles, pequeños y grandes, son de gran reverencia. Me impresiona sobremanera la asistencia del diácono y del subdiácono. Y cómo el diácono, al entregar cada objeto litúrgico al sacerdote-celebrante y viceversa, por ej., el incensario, la cucharilla del incienso, el cáliz, la patena, etc., lo besa, y luego besa también la mano derecha del sacerdote. Son sublimes gestos de gran piedad litúrgica. Es un hondo agradecimiento a la misericordia sacerdotal sacrificada del Señor, representado por el indigno celebrante, en cuyas manos ungidas con el buen olor de Cristo, se hará realmente presente el Señor en el misterio de nuestra Redención.

El Rito Romano Tradicional ayuda muchísimo a centrarse en Cristo. No hay lugar para distracciones ya que sacerdote y fieles fijamos la mirada, todos juntos, en la misma dirección: hacia el altar, hacia el Crucifijo, hacia Cristo, el Sol que nace de lo alto, como cantamos en el Benedictus de Laudes. De ahí que celebrar la Misa ad Orientem, ayuda a “orientar” nuestra mirada al Señor… y no a nosotros mismos. Especialmente ayuda al sacerdote ser lo que es, oficiando justo y sólo lo que la Iglesia recibe del Señor. Desaparece su persona y su protagonismo, por así decirlo, dejando transparentar a Cristo Sacerdote, sacrificándose de manera sacramental en el altar.

Igualmente era muy edificante ver celebrar numerosas Misas privadas como en un monasterio…

Impresionante la capacidad de adaptación de los organizadores, que pudieron en tan poco tiempo, reajustar admirablemente la logística que supusieron los imprevistos a última hora. Y así fue que a lo largo de la ruta, establecieron capillas-tienda de dos, tres, cuatro altares portables, para que cada sacerdote pudiera ofrecer la Santa Misa con todo bien dispuesto, asistido cada uno por un atento monaguillo, que abundaban. Y no digamos el precioso altar preparado para las tres Misas Romanas de rito solemne, celebradas en los tres días de la peregrinación.

¿Qué ha supuesto poder compartir impresiones con sus hermanos sacerdotes?

Fue enormemente enriquecedor para mí conocer a tantos hermanos sacerdotes, muchos de ellos jóvenes, y poder intercambiar nuestras experiencias. Además de compartir impresiones de cómo la vivencia de la liturgia Romana tradicional nos ayuda a ser más conscientes de nuestra identidad sacerdotal, supuso asimismo una magnífica ocasión para constatar los buenos frutos pastorales: de búsqueda y de acercamiento a Dios, de conversión, de confesión, de admirarnos de cómo la gracia divina actúa en los corazones, atraídos por tanta belleza litúrgica.

También todo el mundo destaca la presencia de jóvenes y de familias… el futuro de la Iglesia.

Ciertamente, sí. Entre los múltiples cientos de peregrinos, he podido constatar una evidente mayoría de hermosas familias jóvenes con sus hijos, vibrantes adolescentes y gente joven en abundancia, aunque también es cierto que hubo peregrinos de todas las edades. Una gran familia.

La belleza y riqueza oracional de la inmemorial liturgia Romana tradicional ha santificado a incontables católicos a lo largo de milenio y medio, muchos de ellos santos y mártires de la fe. El hecho de que tanta gente joven de hoy—que no puede sentir nostalgia por la liturgia antigua de su juventud—se sienta tan atraída por la liturgia tradicional de la Iglesia, es la prueba irrefutable de su poder cautivador a lo largo de los siglos. Un árbol bueno siempre da frutos buenos, dice el Señor. La liturgia Romana tradicional es ese árbol bueno, con hondas raíces. Así de sencillo, así de profundo. Hace años un benemérito sacerdote me comentó: “Mira, lo que vale de verdad, vale siempre". Jamás he olvidado sus acertadas palabras, comprobando su perenne validez.

Desde muy joven, siempre me ha parecido tan hermoso el rezo del salmo 42 al pie de altar, antes de que el sacerdote, habiéndose purificado primero él mismo con el Confiteor y otras oraciones, sube las gradas para entrar en el Sancta Sanctorum, el Santo de los Santos y ofrecer el Sacrificio: “Me acercaré al altar de Dios", respondiendo el acólito (o el diácono y subdiácono en una Misa Solemne): “Al Dios que alegra mi juventud".

El futuro de la Iglesia es su pasado y su presente, es decir, la perenne juventud que Cristo nos ofrece desde la Cruz, el verdadero Árbol de la Vida, que sólo puede dar buenos frutos. Tanto si eres sacerdote joven o mayor, ya si estás rodeado de tanta bella juventud (y no sólo por la edad) estas palabras del salmo 42 son siempre un destello de la juventud perdurable que añoramos conseguir, con la esperanza en la vida eterna.

Nota de la Coral Polifónica San Félix de Lugones

Lugones 23 de agosto de 2021

La Coral Polifónica de San Félix de Lugones, se ha reunido hoy para debatir y decidir si se cantaba o no la misa de nuestra patrona Santa Isabel.

Por motivos de prevención a las nuevas cepas que están apareciendo, cada vez más contagiosas y decidiendo respetar el protocolo Covid.
 
Pensando en la seguridad de nuestros conciudadanos como también en la nuestra, hemos decidido NO PARTICIPAR CANTANDO EN EL ACTO ECLESIASTICO DE LA FESTIVIDAD DE NUESTRA PATRONA SANTA ISABEL, sintiéndolo mucho y a nuestro pesar.

Agradecemos a nuestro párroco D. Joaquín, el que nos hubiese ofrecido la posibilidad de participar. Pero pensando con sensatez, viendo que arriba el coro no es lo suficiente amplio para todos los componentes y que no cumple los requisitos establecidos respecto a las medidas de distanciamiento.

Por todo lo dicho anteriormente, nos disculpamos ante nuestro pueblo.

Esperamos que el año que viene podamos volver a la normalidad y como años anteriores poder acompañar a nuestro pueblo en estas fiestas tan señaladas para nosotros.

Un cordial Saludo
La directiva

El Santo Padre ha aceptado la renuncia del Obispo de Solsona

El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Solsona presentada por el Excmo. Mons. Xavier Novell Gomá y ha nombrado administrador apostólico sede vacante de la misma diócesis a S.E. Mons. Romá Casanova Casanova, obispo de Vic.

Nota de prensa del Obispado de Solsona

En el día de hoy, la Santa Sede ha hecho pública la aceptación simpliciter por parte del Santo Padre de la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Solsona que nuestro Obispo, S.E. Mons. Xavier Novell Gomà, ha libremente presentado por razones estrictamente personales, en conformidad a cuanto se contempla en el canon 401 §2 del Código de Derecho Canónico.

Mons. Novell ha tomado la decisión después de un período de reflexión, de discernimiento y de oración, al término del cual ha espontáneamente presentado al Santo Padre su propia situación y su dimisión al gobierno pastoral de la diócesis de Solsona.

A su vez, el Santo Padre ha nombrado a S.E. Mons. Romà Casanova Casanova, Obispo de Vic, Administrador Apostólico de Solsona durante la sede vacante. La comunidad diocesana de Solsona acoge este momento difícil con la confianza puesta en Dios, Supremo Pastor de la Iglesia, y eleva sus oraciones por el Santo Padre, por Mons. Novell y por el Administrador Apostólico.

domingo, 22 de agosto de 2021

''¿A quién vamos a acudir?. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Nos situamos ya el domingo XXI del Tiempo Ordinario en que aún sentimos cercano el eco de la solemnidad de la Asunción. Hoy nos tocaría celebrar la fiesta de "Santa María Reina", y es que la Iglesia nos propone ocho días después de celebrar que María ha sido asumpta en cuerpo y alma al cielo, que igualmente ha sido coronada como Reina de cielos y tierra. Aunque sea un domingo del tiempo ordinario, es principalmente un día de especial sesgo mariano. Quien tiene a María por Reina, tendrá a Cristo por Rey; es decir, vive su presente anhelando el futuro reino de Dios y su justicia. 

Comenzando por la ciertamente llamativa segunda lectura, ese fragmento de la Carta a los Efesios que tan criticada y denostada es por aquellos que de forma anacrónica y descontextualizadamente dicen que es un texto machista o inapropiado, hay que decir que pese a que algunas expresiones chirrían un poco a nuestros oídos de hoy, para aquel entonces es una reflexión que se adelanta a su tiempo. San Pablo va más allá de lo que nosotros vemos, no se queda en la pura relación esponsal de hombre y mujer, sino que ésta la propone en un sano paralelismo al misterio esponsal de Cristo y la Iglesia. El "sometimiento" es sinónimo de "entrega", no la del cuerpo cosificado -quizá por la forma de ver las cosas de nuestra sociedad actual caemos en esa interpretación- sino que se refiere la recíproca entrega de la mujer al hombre y viceversa, de forma que no puede haber matrimonio sin mujer ni sin marido, como no puede haber Iglesia sin Cristo como una única y recíproca unidad esponsal y de amor mutuo: "ya no sois dos, sino una sola carne", que a la sazón nos recuerda el Ritual del Matrimonio. 

Por otro lado, la primera lectura del Libro de Josué nos muestra una realidad siempre constante en nuestra vida, la elección; hemos de elegir y optar constantemente. Nuestra existencia es un camino repleto de cruces con muchas posibilidades y siempre tenemos la duda de si habremos acertado en la decisión. No es baladí el tener la posibilidad de elegir; el que puede elegir es libre, y nuestro Dios nos de toda la libertad de posicionarnos en la verdadera libertad que que si es tal, jamás esclaviza. A veces nos ocurre como a los israelitas, no tenemos claro a quien servir, o tenemos tentaciones de servir a otros señores que nada nos han dado y olvidamos todo lo gratuitamente recibido. ¿Tenemos claro nosotros hoy quién es nuestro Señor, o seguimos adorando como los amorreos dioses extraños al este del Eufrates?: ¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros!. El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos''. 

Por último, el evangelio vuelve a fijar su atención en centro de nuestra vida creyente: La eucaristía, misterio que venimos interiorizando a través del evangelio de Juan ya los pasados domingos. Si en los anteriores es Jesús principalmente el que se explica, hoy observamos la reacción a su predicación. Se ha generado polémica; no es novedad en la vida del Señor, ya hemos visto cómo los de su pueblo lo tenían tan sólo por el hijo del carpintero. Pero hoy el texto nos dice algo más ''Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: ¿Esto os hace vacilar?''... Cómo no van a criticar lo que hacemos y decimos los cristianos y sus pastores, cuando a Él se lo hicieron primero.

Por desgracia hemos humanizado demasiado a Jesús, tanto que nos hemos olvidado quien es en verdad. Hay fieles, sacerdotes y religiosos que se han enamorado de ese Jesús humano, caritativo o social, pero luego no son capaces de creer que Cristo se hace presente realmente sobre el Altar. Es una realidad terrible, pero tan triste como real. Hay quienes consideran que es algo simbólico, un gesto, un mero recuerdo, pero nada más. Hay personas que han pretendido en sus vidas vivir el evangelio de la forma más fidedigna posible, se han dedicado a hacer el bien, pero no han tenido la gracia de creer que Jesucristo vive más allá de la Palabra de Dios y de los pobres, que nos da su Cuerpo como alimento. Sólo hacer muchas cosas buenas no sirve, nos lo ha dicho el Señor muy claramente hoy: ''El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada'', y continúa diciendo: ''Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen''. Hemos de pedir a Dios la gracia de creer, no sólo que su Hijo vino al mundo, sino que sigue viniendo a nosotros bajo las especies eucarísticas. Acusaban a Jesús de que era muy duro hablando, incluso el evangelio de este domingo nos dice que muchos discípulos se echaron atrás y le abandonaron. La fe no es una baratija cualquiera, es un regalo que Dios nos hace por pura gracia: ''nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede''. 

Al acercarnos a comulgar en este día, a la hora de gustar al Señor en nuestro interior, hagamos nuestras las palabras de San Pedro en esa sublime oración que hace ante la interpelación de Jesús a sus más cercanos: ''Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna''...

Evangelio Domingo XXI del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,60-69):

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: 

«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»

Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:

 «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»

Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.

Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»

Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

Palabra del Señor

Necrológica

Falleció el sacerdote diocesano M.I. Sr. D. Jose Manuel Fuentes García de Borja

Nació el 7 de mayo de 1933 en San Vicente del Raspeig (Alicante)

Tras estudiar Derecho, ingresó en el Seminario de Oviedo donde cursa sus estudios de filosofía y teología, siendo ordenado sacerdote por Monseñor Vicente Enrique y Tarancón el 28 de julio de 1964.

Sus encomiendas pastorales fueron las siguientes:

Coadjutor de Santa María de Figaredo - Mieres (1964- 1966)

Ecónomo de Santa Eugenia de los Pandos así como Encargado de San Antonio de Rales y San Martín de Vallés - Villaviciosa (1966 - 1967)

Consiliario Diocesano del Movimiento Junior de A.C.G. (1967-1979)

Coadjutor de San Tirso el Real de Oviedo (1971 - 1974)

Director Espiritual del Colegio Amor de Dios - Oviedo (1974 - 1979)

Secretario particular del Sr. Arzobispo de Oviedo (1979- 1992)

Párroco de San Juan Bautista de la Piñera, San Antonio de Pedroveya y San Pedro de Peñerudes - Morcín (1986 - 1998)

Párroco de Santa María de Figaredo y San Salvador de Santa Cruz de Mieres (1998-2000)

Capellán del Monasterio de la Encarnación de las Agustinas Recoletas de Oviedo (2003 - 2007)

Administrador parroquial del Santo Cristo de la Peña, Santa María Magdalena de la Rebollada, San Bartolomé de Baiña, San José de Ablaña y San Pedro de Loredo - Mieres (2008 - 2011)

Canónigo de la S.I.C.B.M. del San Salvador de Oviedo (Desde 1992 hasta la actualidad)

Por su cercana relación con las Hermanas del Santo Ángel, colaboró en la pastoral educativa del Colegio que esta Congregación tiene en Oviedo, primero en la calle Santa Ana y después en el Polígono del Otero. Por sus años de intenso apostolado en "El Junior", era conocido como el Padre Fuentes. Otra etapa muy recordada fueron sus años de secretario-chofer de Monseñor Gabino Díaz Merchán.

Una vez que cesó su misión en la Curia fijó su domicilio en la Casa rectoral de La Piñera (Morcín). En el año 2000 cambió su residencia a la Casa Sacerdotal de Oviedo donde ha residido hasta la fecha. Entre los años 2011 a 2020 colaboró en la medida de sus posibilidades con parroquias y comunidades religiosas de la ciudad de Oviedo, con especial vinculación en la parroquia del Santo Cristo de las Cadenas.

Desde el confinamiento por el covid-19 el pasado 2020 dejó de asistir a misa capitular de la Catedral dada su edad y sus limitaciones físicas. Aunque hacía años que padecía un leve deterioro cognitivo y físico, en los últimos meses experimentó un rápido empeoramiento en su salud debido a un "ictus" que le llevó a ingresar en el Hospital Universitario Central de Asturias a finales de este pasado mes de julio. De éste se le trasladó al Hospital Monte Naranco, donde permaneció hasta primeros de este mes de agosto en que regresó a la Casa Sacerdotal. Cuando parecía que empezaba a restablecerse un poco comenzaron a aparecer nuevas complicaciones cardiovasculares y renales que le llevaron de nuevo al H.U.C.A. donde falleció en la mañana de hoy. Tenía 88 años de edad, y 57 de ministerio sacerdotal. 

D. E. P.

El funeral, por su eterno descanso tendrá lugar el lunes día 23 de agosto, a las doce del mediodía, en la Santa Iglesia Catedral de San Salvador de Oviedo presidido por el Sr. Arzobispo. Acto seguido sus restos mortales recibirán cristiana sepultura en el Panteón de Canónigos en el Cementerio Municipal del Salvador.

''Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará'' (Sal 33)

viernes, 20 de agosto de 2021

Necrológica

Falleció el Rvdo. Sr. D. Gaspar Argüelles Peláez

Nació en Carrio (Laviana) el 20 de enero de 1945

Se formó en Francia en el Seminario de Saint Sulpice de París. Recibió la ordenación sacerdotal en París el 29 de junio de 1974. En Francia trabajó en la Conferencia Episcopal Francesa desde 1974 a 1976.

Se incardinó en la Diócesis de Oviedo el 21 de agosto de 1976

Sus destinos pastorales fueron:

Coadjutor de Nuestra Señora del Amparo de Tuilla - Langreo (1976-1978)

Coadjutor de San José de Gijón (1978 - 1979)

Ecónomo de San Martín de Tours de Soto - Aller (1979 - 1984)

Encargado de Santa Eulalia de Bello - Aller (1983 - 1984)

Encargado de San Juan de Llamas - Aller (1983 - 1984)

Párroco de Santiago de Gobiendes y Santa Úrsula de Carrandi - Colunga (1984 - 1985)

Vicario Parroquial de Santa María la Real de la Corte - Oviedo (1985 - 1995)

Capellán del Cementerio de Oviedo (1995- 2013)

Capellán del Tanatorio El Salvador de Oviedo (2008 - 2021)
 
A finales del año 2013 por motivos de salud pasó a residir en la Casa Sacerdotal de Oviedo dejando la vivienda del Capellán del Cementerio, donde residía. Desde diciembre de 2013 a diciembre de 2014 estuvo de baja pastoral. Aunque oficialmente se nombraron nuevos capellanes para el Cementerio, D. Gaspar siguió colaborando hasta el presente año en la medida de sus posibilidades y fuerzas en la pastoral exequial del Arciprestazgo. De forma especial colaboró con la capellanía del cementerio y los diferentes tanatorios de la ciudad. Los últimos meses de su vida fueron de auténtica configuración con la cruz de Cristo, pues la grave leucemia contra la que luchaba desde hacía años le mostró su lado más duro. Agravado su estado, fue ingresado en el Hospital Universitario Central de Asturias donde aguardó a la "hermana muerte", a la que conocía de cerca y con la que convivió más de 25 años de su vida. Tenía 76 años de edad y 47 de ministerio sacerdotal. Mañana, día de su sepelio, se cumplen 45 años de su incardinación en la diócesis de Oviedo.

D. E. P. 

El funeral por su eterno descanso tendrá lugar el sábado 21 de agosto a las 11.30 h en la parroquia de Santa María la Real de la Corte, el cual será presidido por el Sr. Arzobispo. Acto seguido recibirá cristiana sepultura en el cementerio de El Salvador, al que volverá y en el que permanecerá hasta la resurrección de los muertos.

''Ya que la muerte vino por medio de un hombre, también por medio
de un hombre viene la resurrección de los muertos'' (1 Cor 15, 21)