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domingo, 31 de mayo de 2020

Evangelio Domingo de Pentecostés

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23):

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:

«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor

Pentecostés. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Concluimos este domingo de Pentecostés la cincuentena pascual que inauguramos la noche de la vigilia de resurreción. Tercera y última Pascua del año cristiano, pues si la primera fue la de Navidad y la segunda la de Resurrección; ahora retomaremos el Tiempo Ordinario con la Pascua del Espíritu. 

Toda la liturgia de este día, tanto los textos bíblicos como los litúrgicos centran la atención en la importancia del Espíritu Santo en la vida del mundo, de la Iglesia y en nuestra propia vida. En la vida del mundo porque cada vez que un corazón alejado, no creyente o de otra religión descubre a Jesús y decide empezar su iniciación cristiana, estamos seguros que detrás de esa transformación está el Espíritu Santo que enciende en nosotros las ansias de seguir y conocer más a Cristo, y por ello de esforzarnos en sacar de nuestra vida lo que no nos deja progresar en el camino hacia Él. 

La primera lectura empieza diciéndonos: ''Al cumplirse el día de Pentecostés''; es decir, que el término "Pentecostés" no es nuestro, lo hemos heredado, pues el autor nos dice que fue ese día que llamaban ya "de Pentecostés" cuando el Señor envió sobre ellos su Espíritu Santo. ¿Qué sentido tenía entonces tal día para los judíos? Pues era algo así como la "fiesta de las cosechas", no muy distinto a nuestra liturgia de las "Témporas de acción de gracias" que celebramos cada cinco de octubre; es decir, era el día dedicado a agradecer a Dios los beneficios que anualmente recibimos de la tierra. Nosotros lo celebramos en Octubre cuando las cosechas ya han sido recogidas, sin embargo, el sentido que el pueblo judío daba a esta fiesta era más bien en relación a los primeros frutos del año. Pero realmente detrás de esto había una conmemoración aún mayor en la tradición judaica, no se limitaba a ser un día de acción de gracias sólo por lo material, sino también por lo espiritual al conmemorar en dicha fiesta el quincuagésimo día de la aparición de Dios en el monte Sinaí a Moisés. Era un día para agradecer que Dios se había acercado a su pueblo y les había regalado la nueva ley en reciprocidad entre Dios y su pueblo y éste con Dios. 

En diferentes pasajes tanto del "libro del Levitico", "de los Números" y "del Deuteronomio," encontramos perfectamente descrito cómo se había de celebrar esta festividad llamada del "Hag Shabu'ot" y, entre lo mandado sobre sacrificios y demás prescripciones, se alude al "Tributo de su libre ofrenda". 

En la primera lectura de la "misa del día" (pues la vigilia de esta solemnidad tiene otros textos) el "Libro de los Hechos" narra la escena que trae a nuestra mente el término ''Pentecostés''; es decir, los apóstoles en oración con María recibiendo el fuego del Espíritu para ser "testigos". Esta fiesta en el calendario hebreo abarrotaba de gente Jerusalén, pues era costumbre peregrinar a la Ciudad Santa para celebrar allí esa fiesta. Y ese día de reunión y fiesta popular el Señor cumple su promesa, envía al Paráclito y los suyos, temerosos y "con las puertas cerradas por miedo a los judíos", salen revestidos de fuerza testimonial y militante por las calles de la Ciudad. 

Y, para asombro de todos, hablan -y les entienden- sin necesidad de traductores a pesar de que Jerusalén estaba repleto de extranjeros. El texto nos dice que ''cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua''. Como la mayoría sabemos, el "Libro del Génesis" está formado en su mayor parte por historias mitológicas que se transmitían de forma oral y con las que los "pater familias" trataban de dar respuesta a aquello que no entendían, como por ejemplo la diferencia de lenguas y razas. Para entender en todo su sentido la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos hemos de remontarnos en el Génesis al episodio de "La torre de Babel". En éste, se nos narra cómo el hombre tienta al Señor y, retándole, pretende levantar una edificación que supere el mismo cielo. Entonces el Creador los dispersó de allí sobre toda la faz de la Tierra y cesaron en la construcción de la ciudad. Por ello se la llamó Babel,​ porque allí confundió Yahveh la lengua de todos los habitantes de la Tierra y los dispersó por toda la superficie''. Aquí visualizamos la importancia de este día; Dios restaura la ruptura con los hombres pues con Cristo ya no hay razas, colores ni lenguas; todos somos el mismo pueblo y estamos llamados a hablar el mismo idioma: la lengua del amor de Dios que ha sido derramado sobre nosotros por el Espíritu Santo que se nos ha dado

En segundo lugar, la epístola de San Pablo insiste en que es vital en el hombre el Espíritu Santo; no se puede ser verdaderamente cristiano prescindiendo del Espíritu, pues como él mismo nos dice ''nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo''. Y el apóstol se detiene en la unidad; no podemos permitir una segunda Babel, por eso todo se resume en la unidad de la multiplicidad: "un Espíritu, un solo Señor, un Dios que obra todo en todos"; aunque no niega que hay muchos carismas, ministerios y dones. En una palabra, acepta y reconoce la pluralidad pero incidiendo en que las diferencias dentro de la Iglesia hemos de verlas como un servicio a un único Señor y no utilizarlo para conflictos internos contra los que ostentan otros ministerios o carismas. Nos dice de forma clara: ''hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo''. Pentecostés nos invita a superar rencillas de parroquias, de diócesis o entre conservadores o progresistas. Somos muchos miembros y muy diversos pero formando un solo cuerpo.

Por último, el evangelio de este día nos presenta el resumen de lo que supuso la Pascua para los apóstoles y lo que tiene que suponer para nosotros: alegría, gozo de saber que el Señor vive para siempre, la paz que Cristo resucitado nos regala, la vida que se nos da en abundancia y la gracia con sentido de plenitud. 

San Juan pone de manifiesto cómo el Señor resucitado sale a nuestro encuentro por medio del Espíritu del mismo modo que hizo con sus discípulos. En cada aparición de Jesús desde el día de su resurrección, el Espíritu Santo ha sido el hilo conductor y la verificación de la promesa de no estar solos para peregrinar como Iglesia, ante todo testimonial y misionera. El escriturista Miguel de Burgos llegó a decir  "la unión entre Jesús resucitado y el Espíritu Santo es indiscutible. Será, pues, el mismo Espíritu, el que garantice el acontecimiento de la resurrección pero también el de la misión''. Misión a la que todos somos enviados como el mismo Jesús nos ha dicho en el evangelio: ''Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo''. Por ello celebrar Pentecostés tiene este matiz eclesiológico, sacramental y misionero, pues desde los sacramentos de nuestra iniciación cristiana que todos recibimos estamos llamados a transmitir y propagar el reino de Dios y a orientar nuestro entorno hacia Cristo de forma testimonial.

Me vais a permitir una reflexión final especialmente dedicada a los sacerdotes, pues el término del evangelio de este día es puramente sacerdotal: ''Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos''. He aquí una de las gracias más grandes que tenemos los ministros ordenados: poder regalar el perdón de Dios en su nombre. El Papa Francisco dice al respecto: "Jesús no los condena, a pesar de que lo habían abandonado y negado durante la Pasión, sino que les da el Espíritu de perdón". Este es el comienzo de la Iglesia, este es el aglutinante que nos mantiene unidos como el cemento a los ladrillos: el perdón. Porque el perdón es el don por excelencia, el amor elevado a la enésima potencia, el que nos mantiene unidos a pesar de todo y que evita el colapso, el que nos refuerza y fortalece. El perdón libera el corazón del hombre y le permite comenzar de nuevo. El perdón da esperanza y sin él no se podrá construir una Iglesia testimonial. 

He aquí el pueblo nuevo con corazón nuevo que nace de la efusión del Espíritu. Necesitamos vivir del amor y del perdón, y para ello necesitamos a los sacerdotes. Como sabéis el día de Pentecostés es la solemnidad en que en nuestra diócesis tiene por costumbre celebrar las ordenaciones presbiterales. Un domingo de Pentecostés como éste también yo fui ordenado. Este año dada la situación sanitaria que vivimos no tendrán lugar en este día las órdenes; sin embargo, os pido una oración por todos los sacerdotes y seminaristas de la diócesis, por los que se han de ordenar este año y por el aumento de las vocaciones. Sólo perseverando en la oración a ejemplo de Santa María Reina de los Apóstoles viviremos un verdadero y renovado Pentecostés que nos impulse a trabajar, vivir y ser  laicos, religiosos o fieles unidos en ''un sólo cuerpo''. 

Que el Señor envíe su Espíritu y repueble la faz de la tierra.

viernes, 29 de mayo de 2020

San Pablo VI, el Papa alentador de los cristianos en la vida pública

(COPE) Una de las cosas en las que más insiste San Pablo es en que Dios siempre le recuerda que, ante las dificultades, le basta su Gracia y así lo aprovecha el Apóstol de los Gentiles. Hoy recordamos a San Pablo VI que vivió la presencia del Señor con su Gracia. Nacido en Brescia el año 1897 su nombre originario es Juan Bautista Montini. Segundo hijo de una familia bastante comprometida en el ámbito de la política y el campo social. Su infancia la pasó estudiando primaria en los jesuitas y luego en un colegio estatal.

Pero un día siente la llamada al sacerdocio, ingresando en el Seminario de Brescia. Tras cursar los estudios eclesiásticos se ordenó presbítero y se especializó en Filosofía, por la Universidad Gregoriana, añadiendo a su currículum Derecho civil y canónico. Una baja casual en la Nunciatura de Varsovia le lleva a ser el sustituto eventual. Llega la II Guerra Mundial y, previamente, Pío XII emite el Mensaje “Nada se pierde con la paz”, intentando evitar la contienda.

Para realizar el contenido se asesora de un joven Montini que le da ideas al Pontífice para su discurso en esa hora tan crucial en la que, desgraciadamente, terminó con el estallido del conflicto y el genocido de los judíos. Nombrado inesperadamente Patriarca de Milán, ejerce su ministerio con una defensa de la Doctrina Social de la Iglesia. Al llegar Juan XXIII al Papado, es el primer cardenal que crea Roncalli. Cuando el “Papa Bueno” -como se le conoce a Juan XXIII- convoca el Concilio Vaticano II, Montini toma parte activa.

Por entonces Montini no se imaginaría que al morir el Pontífice sin terminar el Concilio, la Providencia se fijaría en él durante el Cónclave, subiendo a la Silla de Pedro con el nombre de Pablo VI. Seguidor de su antecesor retoma la tarea conciliar llevándola a buen término. En su periodo como Vicario de Cristo potenció la presencia de los cristianos en la vida pública y política, luchando para que los frutos del Vaticano II pusiesen a punto a la Iglesia para iluminar con el Evangelio los problemas del hombre moderno.

En esa iniciativa, es el primer Pontífice en viajar fuera de Italia. Tierra Santa, India o Nueva York, dan buen ejemplo de ello. En esta última da un impresionante discurso en la Sede de Naciones Unidas. Pero no faltó la Cruz porque, en este intento por revitalizar la Iglesia, sufrió muchas incomprensiones, incluso en el seno de la comunidad eclesial quedando patente su Santidad de vida. San Pablo VI muere en Castelgandolfo en 1978.

Carta semanal del Sr. Arzobispo


¿Ciudadanos del cielo La patria de la pandemia

Llevamos ya muchas semanas de lucha cuerpo a cuerpo con una pandemia que nos deja vulnerados en no pocos sentidos. Con todo nuestro empeño y sincera responsabilidad colaboramos para que no se propague más, mientras agradecemos a todos los que, de un modo u otro, están dándolo todo para atajar este mal. Con piedad hacemos nuestro el dolor ante el tremendo número de fallecidos, poniéndolos en nuestras oraciones y mostrando la cercanía a sus familiares y amigos. El próximo domingo 26 de julio, en las catedrales de España, tendremos una Eucaristía simultánea a las 12h para encomendar a Dios el eterno descanso de todos los que habiendo muerto en este tiempo, no han podido ser enterrados con el auxilio espiritual de un funeral cristiano. En nuestra diócesis, esto lo extenderemos en el mismo día y a la misma hora, a todas las parroquias asturianas.

No pocas personas me han preguntado sobre el significado de esta penuria que a todos nos tiene preocupados y ha abierto frentes en todos los frentes, dejándonos tocados y malheridos. Me viene el recuerdo del diluvio universal. No fue el único el que relata la Biblia. Sólo en Mesopotamia hubo varios. Y cuando acontece una catástrofe natural que anega los campos, derriba las casas, ahoga a personas, destruye ciudades, no puede reducirse la actitud inteligente a asomarse a la dura realidad esperando sencillamente que escampe. Sin duda que latormenta escampará, pero ¿dónde queda lo que se

ha llevado por delante? ¿Dónde están las personas queridas que hemos perdido? ¿Cómo hacer para levantar la ciudad, reconstruir lo derribado, recuperar el trabajo cotidiano que se ha llevado la riada?

Mirar al cielo para ver si escampa, es insuficiente, más allá del sincero deseo que esto ocurra cuanto antes. Aquellas víctimas del diluvio bíblico, no se quedaron en el desastre natural sólo esperando que escampase, o lamentando lo ocurrido, o tratando de hacer de la necesidad tan abultada una virtud humilde de rearme moral. Aquel hombre, además, intentó comprender lo que allí Dios les estaba diciendo, trató de leer en aquellos renglones tan torcidos lo que rectamente el Señor estaba escribiendo. Y sacaron conclusiones, aprendieron lecciones, se lanzaron a reconstruir su propia humanidad de una manera distinta a como estaba antes de que cayera la primera gota de un diluvio interminable.

El domingo pasado celebrábamos la festividad de la Ascensión de Jesús. Y el libro de los Hechos nos relataba esa escena en la que los discípulos quedaron pasmados, totalmente embobados mirando al cielo desde todos sus bloqueos. Y se les hizo esa advertencia por parte de los mensajeros de Dios: “varones galileos, ¿qué hacéis parados ahí mirando al cielo?” (Hch 1,11). Hay un modo de mirar al cielo que nos enajena, nos descompromete, nos evade… para afrontar toda una tarea que nos está reclamando lo mejor de nosotros mismos aquí en la tierra. Pero hay también un modo de afanarse en la mirada a la tierra, que nos lleva a olvidar lo que un diluvio o una pandemia nos enseña forzosamente: nuestra vulnerabilidad. No, no somos dioses. Y tantas cosas que parecían intocables e imperecederas, han saltado por los aires en esta circunstancia.

Mientras que han brillado con luz propia las cosas que realmente valen la pena y teníamos olvidadas. Mirar al cielo debidamente, mirar a la tierra apasionadamente. No son dos miradas excluyentes ni contradictorias, sino que cuando acertamos a mirar como se debe ese cielo hacia el que caminamos, y esa tierra que nos reclama darnos con la solidaridad y caridad cristianas, entonces se dilata la mirada, se fortalece nuestra debilidad, se anima el desánimo y los desencantos se llenan de esperanza. Porque mirando al cielo sin olvidar la tierra, nos hace ser constructores de un mundo nuevo y mejor desde los escombros que de tantos modos nos quedan tras una catástrofe, mientras creemos no en una vida larga y longeva, por más que pueda ser deseable, sino en una vida eterna que es la que a todos nos aguarda en el cielo del que somos ciudadanos y es nuestra patria verdadera.

+ Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo

Muere la misionera Araceli Revuelta, que experimentó la providencia con aspirinas llegadas del cielo

(Rel.) Araceli Revuelta, misionera dominica del Rosario, ha fallecido a los 99 años en Bolivia, país en el que se puso al servicio de los pobres durante más de media vida. Antes, esta religiosa española estuvo destinada también en Chile y Perú.

En su fecunda vida misionera, Araceli Revuelta atendió espiritualmente y también físicamente como enfermera a personas moribundas, recorrió miles de kilómetros y también ayudó a nacer a 1.000 niños de familias pobres. Nunca perdió ni a un bebé ni a una madre en los partos.

Obras Misionales Pontificias recuerda una anécdota que esta religiosa solía contar pero que explica muy gráficamente lo que es la providencia, especialmente cuando se deja todo en manos de Dios en las misiones.

La petición a San José

Se trata de una petición que Araceli hizo a un paciente moribundo. Le pidió que cuando llegara al cielo le dijera a San José que le mandara aspirinas porque no tenía ni una para los enfermos que atendía. Este moribundo le dijo que así lo haría.

Una mañana la hija de aquel enfermo le comunicó el fallecimiento de su padre. A las pocas horas llegó un camión enviado por unos sacerdotes norteamericanos. Según le contaron al limpiar un almacén habían encontrado una caja con 60.000 aspirinas. En las cajas estaba escrito en inglés “Laboratorio San José”, y en cada aspirina se podía leer “San José”, “San José”, “San José”. “Increíble”, decía ella.

Arecelí nació en la localidad asturiana de Pravia en 1921 en una familia de cinco hermanos. Su padre fue asesinado en la Guerra Civil española por ser católico. Ya en 1951 ingresó en la Congregación de las Misioneras Dominicas del Rosario.

Estudió educación infantil y enfermería. Fue en 1955 cuando partió a Perú, y más tarde al norte de Chile. En 1958 se trasladó a Lima (Perú), para preparar sus votos perpetuos. Desde allí partiría a Bolivia.

Su importante labor en Bolivia

En Sorata permaneció 25 años principalmente en el área rural, donde fundó un consultorio para la atención de las familias de la Cooperativa de Ahorro, Crédito y Salud. En Sorata trabajó como Jefa de Enfermeras y logró formar un dispensario. Éste consultorio y farmacia, posteriormente serían la piedra fundamental para la construcción del Hospital de Segundo Nivel de Sorata “Túpac Katari”.

Su siguiente destino sería Palca-La Paz. En la época del cólera se trasladó a la frontera con el Perú, para volver al Servicio Departamental de Salud de La Paz. El 2003, el padre Ignacio Harding, le pidió que se hiciera cargo del Centro de Salud de San Antonio de Padua, que tienen los Franciscanos detrás de la Iglesia de San Francisco en la ciudad de La Paz.

miércoles, 27 de mayo de 2020

Covadonga se suma al Rosario que el Papa dirigirá este sábado

El acto tiene como objetivo "rezar junto a los Santuarios del Mundo para pedir a la Virgen ayuda y consuelo durante la pandemia" del COVID-19

(COPE) Covadonga se unirá al rezo del Santo Rosario dirigido por el Papa Francisco este sábado, 30 de mayo, a las cinco y media de la tarde. Lo ha anunciado en un comunicado el Arzobispado de Oviedo.

El acto de este sábado ha sido organizado por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización y tiene como objetivo “rezar junto a los Santuarios del Mundo, a fin de pedir a la Virgen ayuda y consuelo durante la pandemia” del COVID-19. Podrá verse en directo desde la Gruta de Lourdes en los jardines del Vaticano a través del portal oficial ''Vatican News'', así como los perfiles oficiales de Facebook y YouTube.

A lo largo de la retransmisión, se conectará con santuarios de los cinco continentes, entre ellos el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, en México; Lourdes o Fátima, en Europa; Notre-Dame de la Paix (África) o el Santuario de la Inmaculada Concepción en Washington D.C. (Estados Unidos).

Las banderas ondean a media asta en la CEE

(Ecclesia) Las banderas de España y el Vaticano ondean desde hoy a media asta en la de la sede de la Conferencia Episcopal Española, en la calle Añastro de Madrid. Los obispos, con este gesto, hacen visible este «tiempo de recuerdo y oración por todas las víctimas del COVID-19».
Además, unidos en oración, piden que «el Señor les dé la Paz y la vida». Por último, no se olvidan de todos los familiares, también víctimas de este sufrimiento provocado por la pandemia a los que quieren transmitir «el consuelo de la esperanza».

martes, 26 de mayo de 2020

Hacia un renovado Pentecostés

(C.E.E.) El próximo domingo 31 de mayo se celebra el Día de la Acción Apostólica y el Apostolado Seglar, como todos los años, bajo el lema: “Hacia un renovado Pentecostés”.

En su mensaje, los obispos de la Comisión Episcopal de Laicos,Familia y Vida, destacan la llamada a vivir “un renovado Pentecostés” tras el Congreso Nacional de Laicos “Pueblo de Dios en Salida” celebrado el pasado mes de febrero. Una acción de toda la Iglesia española alentada por los laicos, los pastores y conducida por todo el Pueblo de Dios.

Además, los obispos señalan que los laicos están en un proceso de discernimiento sinodal, que tienen que seguir haciendo realidad siempre bajo la guía del Espíritu Santo. Una actitud que les permita captar cómo Dios está actuando en los acontecimientos, en las personas, en la historia. Una actitud que los sitúe como Iglesia en el momento actual para dar luz de esperanza en medio de una pandemia. “Caminaremos hacia este lado, si vivimos en comunión, evangelizamos desde el primer anuncio, acompañamos, formamos a los laicos y estamos presente en la vida pública”, concluyen.

Santoral del día: San Felipe Neri

San Felipe nació en Florencia, Italia, en 1515. Su padre se llamaba Francisco Neri. Desde pequeño demostraba tal alegría y tan grande bondad, que la gente lo llamaba “Felipín el bueno”. En su juventud dejó fama de amabilidad y alegría entre sus compañeros y amigos.

(Santopedia)- Habiendo quedado huérfano de madre, lo envió su padre a casa de un tío muy rico, el cual planeaba dejarlo heredero de todos sus bienes. Pero allá Felipe se dio cuenta de que las riquezas le podían impedir el dedicarse a Dios, y un día tuvo lo que él llamó su primera “conversión”. Y consistió en que se alejó de la casa del riquísimo tío y se fue para Roma llevando únicamente la ropa que llevaba puesta. En adelante quería confiar solamente en Dios y no en riquezas o familiares pudientes.

Al llegar a Roma se hospedó en casa de un paisano suyo de Florencia, el cual le cedió una piecita debajo de una escalera y se comprometió a ofrecerle una comida al día si él les daba clases a sus hijos. La habitación de Felipe no tenía sino la cama y una sencilla mesa. Su alimentación consistía en una sola comida al día: un pan, un vaso de agua y unas aceitunas. El propietario de la casa, declaraba que desde que Felipe les daba clases a sus hijos, estos se comportaban como ángeles.

Los dos primeros años Felipe se ocupaba casi únicamente en leer, rezar, hacer penitencia y meditar. Por otros tres años estuvo haciendo estudios de filosofía y de teología.

Pero luego por inspiración de Dios se dedicó por completo a enseñar catecismo a las gentes pobres. Roma estaba en un estado de ignorancia religiosa espantable y la corrupción de costumbres era impresionante. Por 40 años Felipe será el mejor catequista de Roma y logrará transformar la ciudad.

Felipe había recibido de Dios el don de la alegría y de amabilidad. Como era tan simpático en su modo de tratar a la gente, fácilmente se hacía amigo de obreros, de empleados, de vendedores y niños de la calle y empezaba a hablarles del alma, de Dios y de la salvación. Una de sus preguntas más frecuentes era esta: “amigo ¿y cuándo vamos a empezar a volvernos mejores?”. Si la persona le demostraba buena voluntad, le explicaba los modos más fáciles para llegar a ser más piadosos y para comenzar a portarse como Dios quiere.

A aquellas personas que le demostraban mayores deseos de progresar en santidad, las llevaba de vez en cuando a atender enfermos en hospitales de caridad, que en ese tiempo eran pobrísimos y muy abandonados y necesitados de todo. Otra de sus prácticas era llevar a las personas que deseaban empezar una vida nueva, a visitar en devota procesión los siete templos principales de Roma y en cada uno dedicarse un buen rato a orar y meditar. Y así con la caridad para los pobres y con la oración lograba transformar a muchísima gente.

Desde la mañana hasta el anochecer estaba enseñando catecismo a los niños, visitando y atendiendo enfermos en los hospitales, y llevando grupos de gentes a las iglesias a rezar y meditar. Pero al anochecer se retiraba a algún sitio solitario a orar y a meditar en lo que Dios ha hecho por nosotros. Muchas veces pasó la noche entera rezando. Le encantaba irse a rezar en las puertas de los templos o en las catacumbas o grandes cuevas subterráneas de Roma donde están enterrados los antiguos mártires. Lo que más pedía Felipe al cielo era que se le concediera un gran amor hacia Dios. Y la vigilia de la fiesta de Pentecostés, estando aquella noche rezando con gran fe, pidiendo a Dios el poder amarlo con todo su corazón, éste se creció y se le saltaron dos costillas.

Felipe entusiasmado y casi muerto de la emoción exclamaba: “¡Basta Señor, basta! ¡Que me vas a matar de tanta alegría!”. En adelante nuestro santo experimentaba tan grandes accesos de amor a Dios que todo su cuerpo de estremecía, y en pleno invierno tenía que abrir su camisa y descubrirse el pecho para mitigar un poco el fuego de amor que sentía hacia Nuestro Señor. Cuando lo fueron a enterrar notaron que tenía dos costillas saltadas y que estas se habían arqueado para darle puesto a su corazón que se había ensanchado notablemente.

En 1458 fundó con los más fervorosos de sus seguidores una cofradía o hermandad para socorrer a los pobres y para dedicarse a orar y meditar. Con ellos fundó un gran hospital llamado “De la Santísima Trinidad y los peregrinos”, y allá durante el Año del Jubileo en 1757, atendieron a 145,000 peregrinos. Con las gentes que lo seguían fue propagando por toda Roma la costumbre de las “40 horas”, que consistía en colocar en el altar principal de cada templo la Santa Hostia, bien visible, y dedicarse durante 40 horas a adorar a Cristo Sacramentado, turnándose las personas devotas en esta adoración.

A los 34 años todavía era un simple seglar. Pero a su confesor le pareció que haría inmenso bien si se ordenaba de sacerdote y como había hecho ya los estudios necesarios, aunque él se sentía totalmente indigno, fue ordenado de sacerdote, en el año 1551.

Y apareció entonces en Felipe otro carisma o regalo generoso de Dios: su gran don de saber confesar muy bien. Ahora pasaba horas y horas en el confesionario y sus penitentes de todas las clases sociales cambiaban como por milagro. Leía en las conciencias los pecados más ocultos y obtenía impresionantes conversiones. Con grupos de personas que se habían confesado con él, se iba a las iglesias en procesión a orar, como penitencia por los pecados y a escuchar predicaciones. Así la conversión era más completa.

San Felipe quería irse de misionero al Asia pero su director espiritual le dijo que debía dedicarse a misionar en Roma. Entonces se reunió con un grupo de sacerdotes y formó una asociación llamada el “Oratorio”, porque hacían sonar una campana para llamar a las gentes a que llegaran a orar. El santo les redactó a sus sacerdotes un sencillo reglamento y así nació la comunidad religiosa llamada de Padres Oratorianos o Filipenses. Esta congregación fue aprobada por el Papa en 1575 y ayudada por San Carlos Borromeo.

San Felipe tuvo siempre en don de la alegría. Donde quiera que él llegaba se formaba un ambiente de fiesta y buen humor. Y a veces para ocultar los dones y cualidades sobrenaturales que había recibido del cielo, se hacía el medio payaso y hasta exageraba un poco sus chistes y chanzas. Las gentes se reían de buena gana y aunque a algunos muy seriotes les parecía que él debería ser un poco más serio, el santo lograba así que no lo tuvieran en fama de ser gran santo (aunque sí lo era de verdad).

En su casa de Roma reunía centenares de niños desamparados para educarlos y volverlos buenos cristianos. Estos muchachos hacían un ruido ensordecedor, y algunos educadores los regañaban fuertemente. Pero San Felipe les decía: “Haced todo el ruido que queráis, que a mí lo único que me interesa es que no ofendáis a Nuestro Señor. Lo importante es que no pequéis. Lo demás no me disgusta”. Esta frase la repetirá después un gran imitador suyo, San Juan Bosco.

Una vez tuvo un ataque fortísimo de vesícula. El médico vino a hacerle un tratamiento, pero de pronto el santo exclamó: “Por favor háganse a un lado que ha venido Nuestra Señora la Virgen María a curarme”. Y quedó sanado inmediatamente. A varios enfermos los curó al imponerles las manos. A muchos les anunció lo que les iba a suceder en el futuro.

En la oración le venían los éxtasis y se quedaba sin darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Muchas personas vieron que su rostro se llenaba de luces y resplandores mientras rezaba o mientras celebraba la Santa Misa. Y a pesar de todo esto se mantenía inmensamente humilde y se consideraba el último de todos y el más indigno pecador.

Los últimos años los dedicó a dar dirección espiritual. El Espíritu Santo le concedió el don de saber aconsejar muy bien, y aunque estaba muy débil de salud y no podía salir de su cuarto, por allí pasaban todos los días numerosas personas. Los Cardenales de Roma, obispos, sacerdotes, monjas, obreros, estudiantes, ricos y pobres, jóvenes y viejos, todos querían pedirle un sabio consejo y volvían a sus casas llenos de paz y de deseos de ser mejores. Decían que toda Roma pasaba por su habitación. Empezó a sentir tales fervores y tan grandes éxtasis en la Santa Misa, después de la consagración, que el que le acolitaba, se iba después de la elevación y volvía dos horas después y alcanzaba a llegar para el final de la misa.

El 25 de mayo de 1595 su médico lo vio tan extraordinariamente contento que le dijo: “Padre, jamás lo había encontrado tan alegre”, y él le respondió: “Me alegré cuando me dijeron: vayamos a la casa del Señor”. A la media noche le dio un ataque y levantando la mano para bendecir a sus sacerdotes que lo rodeaban, expiró dulcemente. Tenía 80 años.

Fue declarado santo en el año 1622 y en Roma lo consideraron como a su mejor catequista y director espiritual. Es patrono de Roma y de Italia.

lunes, 25 de mayo de 2020

Cada día me gusta más el derecho canónico. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) No se fíen de esos supuestos liberales que en prueba de su talente aperturista van echando pestes de leyes y normas. No se fíen. Todos los dictadores, grandes o pequeños, lo primero que hacen es ponerse el disfraz de corderitos demócratas, denostar leyes y normas por la aparente cosa de la libertad del pueblo y luego, como ya no tienen cortapisas, entre otras cosas porque se lo hemos consentido, se dedican a hacer lo que les da la gana y a convertirse en los mayores dictadores.

Soy firme partidario del derecho, sea romano, civil, penal, mercantil y, sobre todo, del derecho canónico, que lejos de ser el arma con el que los poderosos nos oprimen, es el mejor escudo que puede tener el débil. Por eso no es solo que servidor sea el mayor defensor del derecho canónico, sino que siento no esté aún más desarrollado, precisamente para evitar que el obispo de turno haga con un servidor según sea su capricho. Para eso está el derecho, para limitar los excesos de el de arriba y garantizar los derechos de el de más abajo.

Recuerdo en una ocasión que ante una cuestión de una cierta importancia alguien propuso que mejor el obispo decidiera en cada caso. Me negué en redondo, porque eso podría significar que el obispo de turno a sus amigos los mide con una varita y a los enemigos con otra. Hombre, eso no pasa. O sí…

Con la cosa de ir poco a poco despreciando el derecho canónico lo único que conseguimos es que los que mandan o los más espabilados hagan lo que quieran mientras otros pudieran quedar indefensos, a merced de caprichos.

El derecho es lo que permite a los de abajo, seamos curas rasos, religiosos de a pie o laicos de cualquier parroquia hacer preguntas y pedir explicaciones. Por ejemplo, canon 929: “Al celebrar y administrar la Eucaristía, los sacerdotes y los diáconos deben vestir los ornamentos sagrados prescritos por las rúbricas”. Entonces doña Rafaela puede preguntar a don Jesús que por qué celebra sin casulla, con lo cual a don Jesús le queda o morderse la lengua o decir que es que hay que pasar del derecho. Y el caso es que don Jesús, una vez que no le llegó la nómina a tiempo, esgrimió el derecho para exigir su paga a tiempo.

Más ejemplos. Imaginen que sor Veneranda, superiora general de las Társilas, decide expulsar de la congregación a sor Bete, a lo mejor porque no le cae bien. El derecho protege a sor Bete y le ofrece unas garantías jurídicas para no depender del capricho de sor Veneranda. O que el obispo Celedoniez decide echar de la parroquia a don Evelio para mandar ahí a su amigo don Tranquilino. Tonto será don Evelio si no apela al derecho para tratar de evitar los caprichos de monseñor Celedoniez.

No me fío de los que menosprecian el derecho, porque son los que acabarán engañándome y abusando de mí, sean compañeros, obispos o sor Veneranda, que mucho ir de colega y mucho despreciar leyes y normas para que, aprovechando que no las hay, hacer lo que le salga de la toca (cuando la llevaba), o monseñor Celedoniez que mucho bla, bla pero a cuidar bien a los amiguetes y pelotas. Pues viva el derecho.

Jornada por los afectados de la pandemia

(Iglesia de Asturias) La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Española, de la que forma parte nuestro Arzobispo, Mons. Jesús Sanz, ha propuesto, a todas las diócesis de España, la celebración de una Jornada por los afectados de la pandemia, que tendrá lugar el día 26 de julio, fiesta de San Joaquín y Santa Ana, patronos de los ancianos, el grupo social más golpeado por la enfermedad, o el día 25, solemnidad de Santiago apóstol, patrón de España. Esta jornada incluirá la celebración de la eucaristía, ofreciéndola por el eterno descanso de todos los difuntos y el consuelo y esperanza de sus familiares. Al mismo tiempo, está previsto dar gracias por todo el trabajo y el sacrificio realizado por tantas personas durante el tiempo de la pandemia y rezar de una manera especial por los mayores y las residencias de ancianos. Esta celebración desea además pedir la luz, comunión y entrega fraterna ante la crisis social y económica provocada por la pandemia y el confinamiento.

La Comisión Permanente celebrará la eucaristía por los difuntos de la pandemia, si las circunstancias sanitarias lo permiten, en la Catedral de la Almudena coincidiendo con su reunión prevista para los días 6 y 7 de julio en Madrid. Cada obispo diocesano verá la conveniencia de celebrar la eucaristía por los difuntos de la pandemia en sus diócesis en la fecha que considere oportuna.

Evangelio Domingo VII de Pascua (Ascensión del Señor)

Conclusión del santo evangelio según san Mateo (28,16-20):

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.

Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.

Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».


Palabra del Señor

sábado, 23 de mayo de 2020

Ascensión. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Encaminados al final del Tiempo Pascual celebramos hoy la Solemnidad de la Ascensión del Señor, liturgia que antaño tenía lugar cuarenta días después del domingo de Pascua de Resurrección, por lo que siempre se celebraba en Jueves, de ahí el refrán de los antiguos de ser uno de los jueves del año "que relumbran más que el Sol" junto al Jueves Santo y el Corpus Christi. 

Este domingo de la Ascensión, domingo VII de Pascua, la Palabra de Dios nos interpela sobre lo que la Iglesia nos invita a interiorizar para luego hacerlo igualmente a lo largo de toda la semana. 

La primera enseñanza nos la da el libro de los Hechos: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse». Entre los primeros cristianos hubo quienes pensaron que la segunda venida de Jesús (la parusía o advenimiento; es decir, cuando "venga a nosotros su reino" -adveniam regnum tuum-) iba a ser algo inmediato, por ello muchos dejaron de trabajar, dejaron de vivir y se cruzaron de brazos a esperar al Señor. Por lo mismo San Lucas al escribir el Libro de los Hechos no pasa por alto este detalle, y es que Jesús no quiere discípulos sentados, ni se puede ganar el cielo con miradas perdidas o intenciones inconcretas; el cielo empieza aquí y ahora con nuestro esfuerzo, con nuestro trabajo y con nuestro mejorar cada día aspirando a la perfección a la que somos llamados. Encontramos pues, aquí, el primer mensaje del día: la llamada a la conversión. Somos ya ciudadanos del cielo, por tanto estamos llamados a huir de lo mundano para aspirar siempre a lo más alto, dando lo mejor de nosotros mismos y a vivir en clave de trascendencia. 

El Papa Francisco en su homilía del sábado pasado decía: «La mundanidad es la cultura de lo efímero, una cultura de la apariencia, del maquillaje, una cultura del hoy sí y mañana no, que tiene valores superficiales, que no conoce la fidelidad y cambia según las circunstancias, que negocia todo». Y "la mundanidad espiritual es el peor de los males que le puede acaecer a la Iglesia"  (Henri de Lubac, jesuita 1896-1991) .

En la carta de San Pablo a los de Éfeso encontramos un anticipo ya de lo que nos disponemos a celebrar el domingo próximo: la Pascua del Espíritu, por eso resuenan de forma especial en nuestro corazón las palabras del apóstol: El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendais. San Pablo desea que entendamos que estamos llamados a vivir la esperanza en nuestra vida, la riqueza de la gloria que nos espera sabiendo seguir el camino que ya experimentan los que han alcanzado la meta.

La segunda idea de este día nos invita a ser buenos discípulos de Jesús, esperando y confiando siempre en él, mirando al cielo no físicamente sino viviendo nuestro día a día en clave de fe y en clave de Dios, con la certeza que somo limitados, por ellos pidiéndole al Señor que nos de su Espíritu que nos ayude a cambiar y mejorar,  no escudando nuestra pereza y pasividad en que Dios nos ama como somos, sino que paralelamente a esa tautología hemos de dar resultados propios, frutos de conversión y del compromiso de fe.
También hoy la Iglesia Universal celebra desde 1967 por iniciativa del Papa San Pablo VI la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, algo tan premonitorio como real en nuestro tiempo. Todo medio de comunicación y redes sociales son un buen campo de trabajo para dar a conocer a nuestro Salvador, nuestra Iglesia, nuestra fe y ser testigos valientes de nuestra esperanza.

En el Evangelio el Señor nos recuerda «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado». Esta es la tercera idea de este día, nuestra misión principal como Iglesia: evangelizar, bautizar, enseñar a guardar lo que hemos recibido del Señor sin lamentos ni remilgos, poniendo la mano en el arado sin mirar atrás.

A veces somos muy buenos en muchas cosas, y ninguna de ellas sin ser malas dice bien de nosotros. Por ejemplo y mirando "ad intra", cuando muere un religioso o un sacerdote algunas veces los medios de comunicación nos cuentan lo buenos que fueron en ésto o en aquello, si sabían mucho de arte, de fútbol, de cine, si fundaron sindicatos, mandaron medicinas al Congo o trabajaron por la ecología... Pero la pregunta clave es ¿qué hicieron por la fe; por dar a conocer al Señor? Porque esa es la principal misión. Y es que en ocasiones a los medios les llama más la atención en un consagrado sus facetas mundanas, pero el principal compromiso de todo bautizado está en la misión evangelizadora transparentando en los actos al Señor y no a nosotros mismos.
San Juan Pablo II proclamó: "La Iglesia necesita muchos y cualificados evangelizadores que, con nuevo ardor, renovado entusiasmo, fino espíritu eclesial, desbordantes de fe y esperanza, hablen cada vez más de Jesucristo". Esa es la clave y compromiso del buen cristiano.

Y concluye el evangelio diciéndonos: ''Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos''. Esta es la última idea para la reflexión de este día: el Señor nos deja claro que "no estamos solos". Él está aquí en medio de nosotros acompañando cada paso que damos hacia la eternidad. No se ha ido desentendiéndose del hombre (aunque a veces el hombre lo merezca) sino para prepararnos sitio en la morada celestial. El Señor entre tanto nos dejará su Espíritu para levantarnos de las caídas y enfrentar las dificulatades y para ser valientes testigos suyos iluminados por la fe y la fuerza de los sacramentos.

En Asturias la Ascensión siempre ha sido un día importante, las gentes del campo y de las zonas rurales venían a Oviedo para participar en la catedral de la solemne eucaristía, así como aprovechaban mercadear los productos del campo y sus animales para sobrevivir en un reconocido sustrato de fe. Es cierto que en el mundo rural ya no dice nada a muchas personas esta fiesta de La Ascensión, pero si algo tiene de especial esta celebración -que por desgracia este año ha quedado suspendida- es que nos recuerda a todos de dónde venimos, nos invita a mirar agradecidos a nuestros antepasados que vivieron de la tierra y de sus animales y del trabajo de sus manos y siempre encomendándose y agradecidos a Dios. Se hacía evidente en esta solemnidad cómo la gente sencilla es la que mejor ha entendido siempre el Evangelio, al igual que San Isidro Labrador que hacía también del trabajo con su arado la mejor oración.

El Señor sube hoy al cielo, pero cumpliendo la promesa de no dejarnos huérfanos; quiso perpetuar su presencia por medio de su Palabra y de forma especial por su Cuerpo y su Sangre que nos acercan ya aquí en la tierra a ese cielo en el que nuestro Señor reina sentado a la derecha del Padre.

Alegrémonos hoy porque ''Dios asciende entre aclamaciones;el Señor, al son de trompetas''

viernes, 22 de mayo de 2020

Oración a Santa Rita de Casia

Santa de lo Imposible. Oh Santa Patrona de los necesitados, Santa Rita, cuyas plegarias ante el Divino Señor son casi irresistibles, quien por la generosidad en otorgar favores has sido llamada Mediadora de los sin esperanza e incluso de lo Imposible; Santa Rita, tan humilde, tan pura, tan mortificada, tan paciente y de tan compadecido amor por Jesús Crucificado que podrías obtener de El cualquier cosa que le pidas. A cuenta de esto recurrimos confiados a ti, esperando, si no siempre alivio, al menos consuelo. Se favorable a nuestra petición, mostrando el poder de Dios a nombre de este/a suplicante, se generosa con nosotros, como lo has sido en tantos casos maravillosos, para la mas grande gloria de Dios, por la divulgación de tu propia devoción, y por el consuelo de aquellos que confían en ti. Prometemos, si nuestra petición es concedida, glorificar tu nombre, informando del favor concedido, para bendecir y cantar tus alabanzas por siempre. Confiando entonces en los méritos y poder ante el Sagrado Corazón de Jesús, te rogamos:

(Mencione ahora su petición)

Obtén para nosotros nuestra petición:


Por los singulares méritos de tu infancia,
Por la perfecta unión con la Divina Voluntad,
Por los heroicos sufrimientos durante tu vida de casada,
Por el consuelo que experimentaste con la conversión de tu esposo,
Por el sacrificio de tus niños antes de verlos ofender gravemente a Dios,
Por tu milagrosa entrada al Convento,
Por las austeras penitencias y las sangrientas ofrendas tres veces al día.
Por el sufrimiento causado por la herida que recibiste con la espina del Salvador Crucificado;
Por el amor divino que consumió tu Corazón,
Por la notable devoción al Sagrado Sacramento, con el cual exististe por cuatro años,
Por la felicidad con la cual partiste de tus pruebas para reunirte con el Divino Esposo,
Por el ejemplo perfecto que diste a la gente de cada estado de vida.
Santa de lo Imposible

Oremos
Oh Dios, Quien en tu infinita ternura has sido bondadoso para escuchar la plegaria de Tu sierva, Santa Rita, y otorgas a su suplica lo que es imposible a la vista, conocimiento y esfuerzos, en recompensa de su compadecido amor y firme confianza en Tu promesa, ten piedad en nuestra adversidad y socorrenos en nuestras calamidades, que el no creyente pueda saber que Tu eres la recompensa del humilde, la defensa de los sin esperanza, y la fuerza de aquellos que confían en Ti, a través de Jesucristo, nuestro Señor. Amen

Carta semanal del Sr. Arzobispo

Cien años. Juan Pablo II: Magno súbito

Era un hombre eslavo, que venía de detrás de los telones más acerados, apoyado sobre un cayado que culminaba en la cruz de Cristo, se asomó al mundo entero en aquella mañana de octubre de 1978, cuando comenzaba su joven pontificado que llegaba desde su Polonia natal. Traía en la trastienda de su mirada tantos horrores vividos en su patria en la guerra y luego en la dictadura comunista, pero palpitaba en su corazón la esperanza que es más fuerte que la muerte y que la nada. Yo comenzaba la teología en el seminario cuando quedé desde entonces prendado de su grito de paz al escuchar aquellas sus primeras palabras que desde siempre me han acompañado: «¡No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo! Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce lo que hay dentro del hombre. ¡Sólo Él lo conoce!».

¿Cómo se llaman hoy nuestros miedos? Cuando nos movemos en una lenta e incierta carrera de normalización de nuestra vida tan confinada por las pandemias y tan asustada por la crisis económica y laboral que nos abruma, es un bálsamo en las heridas y temores, escuchar ese grito de paz que nace de un corazón lleno de la esperanza que no defrauda.

Estamos celebrando un centenario, porque se han cumplido los cien años del nacimiento de Karol Wojtyla, San Juan Pablo II. Y cuanto más tiempo pasa desde que se despidió de nosotros, más se agranda su estatura de grandeza humana y moral, su estatura magna de santidad cristiana. Podemos decir que no sólo fue alguien genial o un pensador sólido, ni únicamente nos asombra su profunda fe de vieja y cristiana raigambre, sino también su humanidad conmovedora, su solicitud ante las heridas 
de los hombres, su arrojo valiente en la denuncia de todo cuanto ofende a Dios y destruye a los hermanos, su amor a la Iglesia. Ahí está todo ese inmenso perfil, la grandeza de alma, el providencial regalo con el que Dios ha bendecido a la Iglesia de esta época, a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Y, como acaba de recordar Benedicto XVI, él podrá pasar a la historia con el título que otros dos papas han gozado: magno. Al igual que la noche de su viaje al cielo el pueblo sencillo proclamaba con ese sentido de los fieles (sensus fidelium): Santo súbito (Santo pronto, enseguida), ahora decimos también Magno, súbito (Grande, enseguida). La Iglesia lo tomó en serio haciendo los deberes debidos para verificar si era cierto lo que el Pueblo de Dios ya había intuido. Poco a poco llegaron, primero la beatificación con Benedicto XVI, y luego la canonización con Francisco.

Fue una expresión preciosa en la homilía que pronunció el cardenal Ratzinger durante las exequias de Juan Pablo II, que hoy cobra un significado mayor en las fechas del centenario de su nacimiento: «Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana de la casa del Padre, nos ve y nos bendice. Sí, bendícenos, Santo Padre. Confiamos tu querida alma a la Madre de Dios, tu Madre, que te ha guiado cada día y te guiará ahora a la gloria eterna de su Hijo, Jesucristo Señor nuestro». Esto es lo que pedimos que haga por cada uno de nosotros. 

El Papa Francisco lo recordaba en la misa que ofició en la fecha del centenario, 18 mayo: las huellas que San Juan Pablo II nos ha dejado son su profunda vida de oración, su amor por la justicia y la cercanía a la gente. Tres muestras bellas de un gran pastor bueno, que Dios nos ha dado como regalo en esta época, en San Juan Pablo II, el Magno.

+ Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo

La CEE pide a las diócesis españolas celebrar una Jornada por los afectados de la pandemia

(CEE) Esta jornada incluirá la celebración de la eucaristía, ofreciéndola por el eterno descanso de todos los difuntos y el consuelo y esperanza de sus familiares. Al mismo tiempo, está previsto dar gracias por todo el trabajo y el sacrificio realizado por tantas personas durante el tiempo de la pandemia y rezar de una manera especial por los mayores y las residencias de ancianos. Esta celebración desea además pedir la luz, comunión y entrega fraterna ante la crisis social y económica provocada por la pandemia y el confinamiento.

Al mismo tiempo, la Comisión permanente celebrará la eucaristía por los difuntos de la pandemia, si las circunstancias sanitarias lo permiten, en la catedral de La Almudena coincidiendo con su reunión prevista para los días 6 y 7 de julio en Madrid.

Por otra parte, cada obispo diocesano verá la conveniencia de celebrar la eucaristía por los difuntos de la pandemia en sus diócesis en la fecha que considere oportuna. También algunas diócesis han previsto para las próximas semanas, la celebración de exequias por los sacerdotes fallecidos en este tiempo.

Santoral del día: San Bernardino de Siena

Nacido en Massa Marittima, territorio de Siena -hoy en región Toscana, Italia-, el año 1380.

(Corazones.org) Queda huérfano y es criado por una tía. Ya desde chico le gustaban las cosas de Dios. Componía altares e imitaba a los predicadores. De adolescente era se cuidaba de hablar y actuar con pureza.

Cuando tenía 20 años hubo una gran peste en Italia que arrasó a Siena. El y otros jóvenes amigos suyos fueron al hospital y sirvieron por 3 meses hasta que acabó la epidemia.

A los 22 años lo dejó todo para entrar en la comunidad franciscana. Tanto movía los corazones con su prédica que se cerraban las tiendas y hasta las clases en la universidad para escucharle. Se convirtieron innumerables pecadores que venían a el arrepentidos.

Entró en la Orden de los Frailes Menores, se ordenó sacerdote y desplegó por toda Italia una gran actividad como predicador, con notables frutos.

Propagó la devoción al santísimo nombre de Jesús. Tuvo un papel importante en la promoción intelectual y espiritual de su Orden; escribió, además, algunos tratados de teología.

Propaga la devoción a la Eucaristía. Acostumbraba a llevar consigo una tablilla, mostrando la Eucaristía con rayos saliendo de ella y en el medio, el monograma IHS que el ayudó a popularizar como símbolo de la Eucaristía. Fue gran reformador de la Orden Franciscana.

No faltan las pruebas: El Papa Martín V lo suspende como predicador pero San Juan Capistrano, le ayuda a arreglar su situación.

Rechazó 3 episcopados, fundó más de 200 monasterios e intervino para traer la paz entre dos bandos, los güelfos y los gibelinos.

A los 63 años se le apareció San Pedro Celestino que le avisa de su muerte ya cercana, la que acontece en la vigilia de la Ascensión. Muere en 1444 y seis años después es canonizado por el para Nicolás V.

Está sepultado en Aquila. Estuvo incorrupto y su ataúd sangró sin cesar hasta que vino la paz entre los bandos que peleaban en la ciudad.

martes, 19 de mayo de 2020

Tres campanarios, tres parroquias. Por Rodrigo Huerta Migoya












Uno desaparecido, uno pendiente de construir y otro incompleto

¡Tocad para nuestro Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad! (Sal 47)

Breve historia de tres parroquias asturianas del siglo XX 

Los Santos Apóstoles de Buenavista (Oviedo)

Corría la década de los setenta cuando en la expansión de la ciudad de Oviedo se empieza a construir el barrio del Polígono de Buenavista; la diócesis considera entonces que la Iglesia ha de hacerse presente en la nacimiento de ese barrio y así designa al primer sacerdote para la atención pastoral del mismo en la persona de D. Santiago Velasco Arteche. 


Don Santiago regresaba a su tierra de vacaciones ya que se encontraba ejerciendo el ministerio sacerdotal en esos momentos en Perú, más dada la salud de su madre y ante la invitación del arzobispo a quedarse ya definitivamente en la diócesis aceptó no volver a ultramar. El entonces Arzobispo de Oviedo, Monseñor Díaz Merchán, le encomendó crear esa nueva Parroquia de los Santos Apóstoles, pero como la parroquia aún no contaba con su nombramiento oficial, figuraba él como coadjutor de San Pablo de la Argañosa, siendo su misión principal empezar de cero la que sería la nueva Parroquia. Corría el año 1975.

Los inicios de la comunidad cristiana de Buenavista fueron un símil absoluto de las comunidades cristianas de las catacumbas; es decir, había fieles que se reunían con el sacerdote, pero sin tener un sitio fijo sino de forma interina; un día celebraban en una casa, otro en un piso, en un garaje…así empezó aquella aventura que D. Santiago recordará.

Las escuelas del barrio también estaban empezando en unos edificios prefabricados y humildes en los cuales se les prestó uno para que se reuniera la feligresía del barrio. En el caso de otras parroquias de la diócesis, primero se edita el decreto de creación canónica con su nombre y límites, y a partir de ahí se ponían las manos en la masa buscando un lugar de reunión y comenzando el estudio de la construcción del templo; empezando a celebrar la vida de fe articulando las actividades parroquiales. Aquí se hizo de otra forma más original, primero se pusieron los cimientos pastorales y una vez que la Parroquia ya era un hecho, vino todo lo demás. 

Por ello los primeros cuatro años de la vida de esta feligresía no tenían más nombre que ''Comunidad cristiana de Buenavista'', y será en 1979 en una numerosa peregrinación del barrio a Covadonga donde se votará democraticamente el nombre de la misma. Se propusieron varios: Santa Lucía, Santa Eulalia y algún otro más; sin embargo, salió con amplia mayoría el de  ''Los Santos Apóstoles''. Tras cinco años de intenso trabajo llega el decreto de erección de la parroquia al terminar 1979 y comenzar 1980. La feligresía crecía y hubo que dejar atrás la escuelas pasando a la capilla mayor de la "Fundación Vinjoy", en la Avenida del Cristo, la cual hizo de sede parroquial durante un tiempo. Siguen construyéndose edificios, siguen llegando familias, crece el barrio y con él la Parroquia. 

Al quedarse pequeña la capilla de la Fundación, la Parroquia pasa a una nueva sede que se ubicará en un bajo de la calle "Guillermo Estrada", más sólo servía para acoger las misas dominicales y con dificultad. Para las celebraciones grandes como primeras comuniones, bautizos, fiestas... las celebraciones tenían que hacerse en el salón de actos del "Colegio Baudilio Arce" que era el único lugar de la zona con espacio para mucha gente. La Parroquia necesitaba sin más tardanza un templo y unos locales propios donde desarrollar la vida de fe, y así se empezó a estudiar cómo llevarlo a cabo.


En 1982 con mucho esfuerzo, ahorrando al máximo y no con pocas dificultades, se logró por fin adquirir la parcela en pleno corazón del barrio, más aún hubo que esperar bastante tiempo para poder ver iniciadas las obras.

El templo fue diseñado por el arquitecto Álvarez del Páramo, más es innegable que el arquitecto puso su firma, pero la verdad es que el estilo y las líneas principales de todo lo que expresa la iglesia de los Santos Apóstoles es fruto de la mente de Don Santiago, el cual plasmó perfectamente en el edificio su idea de Iglesia no, tanto material sino teológica. Don Santiago fue un brillante alumno en el Seminario de Oviedo, un hombre muy preparado y valorado que llegó a ser, a pesar de su juventud el primer párroco de Salinas. Tuvo la suerte de ampliar estudios en teología Innsbruck (Alemania) llegando a ser alumno del mismísimo Carl Ranher.

En 1967 marchó a la misión conciliar de Lima, donde tuvo contacto directo con la "Teología de la Liberación" en la persona de Gustavo Gutiérrez, sin olvidar que asistió a los cursos de NIP (Nueva Imagen de Parroquia) que organizaba el P. Ricardo Lombardi S.J. -Tío de Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede- desde su movimiento Por un Mundo Mejor.

Todos estos aspectos: la Escuela de Innsbruck, la Teología de la Liberación y los cursillos de la NIP, son claves para adentrarnos en lo que esconde la fisonomía arquitectónica de los Santos Apóstoles: Un templo sencillo y funcional; el altar como epicentro de la vida del creyente, muchas entradas, pues todos los caminos llevan a Dios. Muchos habitáculos que se convierten en uno solo -comunidad de comunidades- y todo girando en torno al centro que es Cristo; en definitiva es lo que vislumbra esta curiosa iglesia que recuerda a los panales de abeja por sus formas geométricas.

Otra cuestión que dio mucha fama a esta comunidad en sus comienzos y por lo que también fue muy criticada, se debió a la idea de ‘’Comunidad democrática’’, que desde sus orígenes el sacerdote responsable del barrio quiso aplicar a ésta, lo que fue muy mal visto no sólo en muchos sectores sociales y políticos, sino incluso criticado dentro de algunos sectores eclesiales del momento tanto conservadores como progresistas. Don Santiago consultó a los primeros 2000 habitantes hasta el nombre que querían para la Parroquia; quiso crear conciencia de que la Comunidad era responsabilidad de todos sin primeros ni últimos.

No fue muy bien recibido el templo, incluso fue duramente criticado en la prensa del momento llegando a calificar la nueva construcción de "chiringuito", pero lo cierto es que el conjunto no se entendió hasta el final, dado que fue levantado por tramos en función del dinero de que se disponía y de las urgencias que tenía la Parroquia: primero se hicieron los locales, luego las viviendas para los sacerdotes, sacristía… de forma que la iglesia fue lo último en ser concluido. 

Personalmente, la Parroquia de los Santos Apóstoles siempre me ha traído a la memoria al rey Alfonso II, el piadoso monarca asturiano fundador de nuestra diócesis de Oviedo que tanta devoción sentía hacia los discípulos del Señor, como de él nos cuenta la crónica Rotense, al detallar sobre el rey casto que: «También edificó una basílica en honor a Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, añadiendo altares para los Doce Apóstoles, y asimismo construyó una basílica en honor de Santa María siempre Virgen, con sendos altares a uno y otro lado, con arte admirable y sólida construcción; todavía edificó otra iglesia, la del bienaventurado mártir Tirso, cerca de la iglesia de San Salvador, y además levantó bastante lejos del palacio una iglesia en honor de los santos Julián y Basilisa, con dos altares de mucho arte y admirable disposición; por lo demás, también construyó y mandó equipar los regios palacios, los baños, almacenes y toda clase de servicios». Seguro que al rey Alfonso le alegraría saber que en su ciudad y corte de Oviedo hoy tenemos un templo dedicado a los amigos más directos del Señor.

Y si los Apóstoles estuvieron marcados por el testimonio del Evangelio hasta la extenuación, el interior del templo nos lo recuerda con su gran lámpara qué es la Cruz; la que se hace presente en nuestras vidas para unirnos más al Señor y alcanzar la salvación que nos ofrece su camino de conversión. No es una iglesia especialmente bella, pero su belleza radica en los fieles que la forman y hacen piña en torno a su altar.

El decreto de erección de la Parroquia data del 12 de Diciembre de 1979 y el nombramiento de Don Santiago como Ecónomo de la misma fue rubricado el día 18 del citado mes. Las obras del templo concluyeron en 1985 y en 1986 el entonces arzobispo Monseñor Díaz Merchán, consagró la nueva Iglesia de los Santos Apóstoles de Oviedo.

El campanario fue lo último en colocarse y fue muy bien recibido, pues le daba al templo aspecto de iglesia y se ponía fin así a las críticas de los que la consideraban "un barracón" el nuevo templo de Buenavista. Y es que, ciertamente, era demasiado moderno para Oviedo, y eso que ya sabían en Asturias lo que eran las iglesias modernas, pero esta se llevaba la palma. Sin embargo, el campanario parecía que lo normalizaba todo.   

Por desgracia no duró mucho la paz en el barrio, pues el proyecto del edificio de "Calatrava" traería muchos rompederos de cabeza a esta comunidad parroquial. Tras ser demolido el viejo estadio de futbol en Marzo de 2003, en Junio comienzan las obras del edificio Calatrava. Desde el primer momento el arquitecto mostró su disconformidad a que su obra compartiera espacio con una iglesia que no le gustaba nada, por lo que se pusieron varias posibilidades. 

La primera era un nuevo templo en otro lugar del barrio, pero claro, había que comprar terreno y hacer la obra, y el presupuesto era impensable. Otra opción que se habló fue soterrar el templo de forma que quedara en el mismo lugar pero no estuviera a la vista, pero también suponía mucho dinero. 

Y ya una última propuesta fue por parte del Señor Calatrava fue hacer una iglesia a su estilo, en tono blanco y que armonizara con el resto del conjunto. Al final como todo se resumía en dinero, quedó todo como estaba. Sin embargo, el campanario que fue retirado supuestamente sólo para el tiempo que durasen las obras del Palacio de Congresos -éstas se inauguraron en 2011- de éste nadie ha vuelto a saber.

Y no sólo no han devuelto el campanario, sino que todos los desperfectos que la obra ocasionó al templo y sus locales en forma de grietas y daños en el tejado, han tenido que ser asumidas por la Comunidad parroquial al no haber cumplido su palabra las mentes pensantes de ese grandioso proyecto. En el año 2013 con la jubilación de Don Santiago, el Arzobispo de Oviedo nombraba al primer párroco de los Santos Apóstoles en la persona de D. José Luis Pascual Arias, pues D. Santiago aunque pasará a la historia como el primer sacerdote de la Parroquia, nunca tuvo nombramiento de párroco, sino de Ecónomo. Esperamos que algún día no pueda regresar el campanario que se llevaron, y ya que no se hicieron cargo de los desperfectos, al menos lo devuelvan a su lugar original.


Sacerdotes que ejercieron en la Parroquia:

Rvdo. Sr. D. Santiago Velasco Arteche, Encargado de la Comunidad de Buenavista (1975-1979)
Ecónomo de la Parroquia de los Santos Apóstoles (1979 - 2013)

D. José Ángel Pravos Martín, Diácono adscrito a la Comunidad de Buenavista (1978 - 1979)

Rvdo. Sr. D. Joaquín Noval Vallina, Coadjutor ( Febrero -Octubre 1981)

Rvdo. Sr. D. Jesús Francisco Rodríguez de la Vega, Coadjutor (1982 - 1984)

Rvdo. Sr. D. Jorge Juan Fernández Sangrador, Vicario Parroquial (1984 - 1986)

Rvdo. Sr. D. Segundo Gutierrez Figar, Vicario Parroquial (1986 - 1993)

Rvdo. Sr. D. Andrés Pérez Díaz, Adscrito (1990 - 1993)

Rvdo. Sr. D. José Antonio Sánchez Cabezas, Vicario Parroquial (1993 - 1997)

Rvdo. Sr. D. José Ramón Castañón Rodriguez, Adscrito (1997 - 2013)

D. Jesús Cueva García, Diácono (1997 - 1998)

Rvdo. Sr. D. José Luis Pascual Arias, Párroco (2013 - _____)

Rvdo. Sr. D. Andrés Fuentes Calero, Adscrito (2014 - _____)

Rvdo. Sr. D. Manuel Alonso Martín, Adscrito (2014 - 2016)

Rvdo. Sr. D. José Antonio Bande Garcia, Adscrito (2016 - 2018)


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La parroquia del Santísimo Cristo de la Misericordia de la Peña (Mieres)

Aunque la parroquia de La Peña nace canónicamente en el siglo XX, guarda tras de sí un antiquísimo testimonio de cristiandad que no sería justo omitir ni olvidar. Tan profundas son estas raíces como tanto que no podemos conocer al detalle, pues sus orígenes entremezclan mito y realidad.

Así nos llegan los primeros testimonios escritos que nos hablan de una capilla popular dedicada al Santo Cristo en la Peña, un Cristo del que cada cual ha escuchado una historia diferente: que si apareció, que si lo encontraron, que si sobrevivió... Cristo milagroso en todo caso, de batallas y de amor. 

Y entre lo uno y lo otro llegamos al siglo XVII cuando parece que se edifica una nueva capilla en el solar de la anterior; tampoco aquí tenemos todos los datos, pues unos dicen que la levantan los Bernaldo de Quirós en pago a una promesa, otros que lo hacen porque la capilla era de su propiedad, y otros para que les sirviera como oratorio en las celebraciones familiares dada la proximidad a una de las importantes haciendas de estos aristócratas de Mieres.

No parece que la capilla fuese de ellos, pues tenemos constancia de que desde muy antiguo la misma tenía culto público para los fieles del pueblo de La Peña, incluso que los párrocos de Mieres administraban los sacramentos en ella, algo nada fácil de tratarse de un templo privado.


Más sí que se tenía una cierta deferencia popular hacia esta familia, pues eran los que corrían con los gastos de la capilla, por eso se les consultaba todo lo que afectaba a ésta, no tanto por que tuvieran poder sobre ella, sino porque el pueblo estaba en deuda permanente con ellos al ser los principales bienhechores, gracias a los cuales tuvo La Peña escuela pública, lavadero, fuentes de agua  y hasta traída de luz.

En el archivo parroquial de San Juan de Mieres comprobamos la importancia que los sacerdotes de la Parroquia daban a esta capilla, hasta el punto de otorgarle libros propios para registrar las cuentas, ya desde el siglo XVIII. Únicamente no tuvieron funerales por no ser parroquia aún ni contar con cementerio propio. Otro detalle que nos da idea de la devoción al Santísimo Cristo eran los exvotos y ofrendas que le llevaban, incluso pelo natural de personas que se rapaban la cabeza en cumplimiento de una promesa y luego lo ofrecían al Cristo  para adornar su cabeza bajo la corona de espinas. Se conservan fotos como la que aquí vemos, donde el Cristo además del sudario del desenclavo, porta peluca de pelo natural sobre la talla.

Tampoco hay unidad de criterios sobre los documentos, dado que unos hablan de 1634 y otros de 1679. Parece que la talla del Cristo estaba custodiada dentro de un retablo realizado a su medida. Además del Santísimo Cristo, se veneraban en la Capilla de La Peña las imágenes de Santa Ana -que daba nombre al campo que hoy llaman de La Unión y en cuyo honor se celebraban fiestas en el pueblo- así como San Luis y a la Virgen de los Dolores.

Esta advocación mariana última es una catequesis preciosa, la mejor escena de la vida de María que se podía elegir para un pueblo que celebra la Cruz, pues ahí vemos la escena del Gólgota con María al pie de la cruz del Hijo, cuando Él nos la da como Madre al decirle al discípulo amado (una metáfora que nos representa a todos): ''Ahí tienes a tu Madre''. 

Sobre la imagen del Santo Cristo de La Peña también hay muchas interpretaciones e hipótesis, más al no conservar datos fiables no podemos asegurar nada como verdad única. Hay quienes datan la Imagen a finales del siglo XVII o principios del XVIII; que la autoría se vinculaba al escultor Antonio de Borja o algún discípulo de su escuela, y no diré yo que no sea verdad, lo que no debemos perder de vista en esta historia es que a lo largo de los siglos con los avatares de cada momento no sólo habrá habido más de una capilla, sino que a buen seguro también hubiere habido más de un Cristo de la Peña, con tantos siglos pasados de historia y veneración. 

Sobre la imagen actual del Santo Cristo, cuentan que fue tallada a mano por un miembro de la familia Bernaldo de Quirós en el siglo XIX, por tanto, si la capilla era del siglo XVII está claro que algo pasó con la imagen: robo, incendio, profanación... Pues no se hace una capilla nueva en 1634 para no darse cuenta de que no hay Cristo que venerar hasta doscientos años después. Otros aseguran que decir que lo tallara un miembro de la familia Bernaldo de Quirós era una forma de hablar queriendo decir realmente que sufragaron ellos la nueva Imagen, la cual buscaba imitar lo más posible la fidelidad con las anteriores. Los más antiguos del lugar sí que afirman, ciertamente, que la nueva talla había sido costeada por los hermanos Francisco e Ignacio Bernaldo de Quirós, pero que no lo habían hecho ellos, sino unos artesanos de la zona con madera de un árbol de la Peña para que fuera -nunca mejor dicho- ''el Cristo de la Peña''. Esto fue en torno al año 1860. 

En 1934 la imagen del Cristo fue salvada por un vecino que la escondió en su casa, y este mismo vecino se salvó milagrosamente de una situación de la que era impensable que pudiera saliera con vida, por lo que llegó a afirmar públicamente este paisano de la Peña: ''Yo le salvé a Él, y Él me salvó a mí''.

Las fiestas grandes de la localidad eran siempre en Septiembre, en torno a la Festividad de "la Exaltación de la Cruz", acudiendo devotos de todas partes. Crónicas de la romería de la Peña de 1884 se refieren directamente a la capilla diciendo: "está situada en lo más frondoso de estos valles''.

La misma estaba a la vera del río Miñera, y si éste nunca había ocasionado problemas, ahora con las minas de la Hueria de San Tirso a pleno rendimiento se empezaban a acumular sedimentos y escombros a lo largo del cauce y ya no bajaba cristalino como siempre, sino negro y sucio. Todo ello provocó una grandísima inundación en la Peña en 1949 la cual destrozó por completo la Capilla, aunque por suerte se pudo salvar la imagen del Cristo. 

Los vecinos salvaron todo lo que pudieron de las ruinas de la capilla y trasladaron la Imagen a un pequeño local de las escuelas de La Caseta, que habilitaron como capilla. Muy poco tiempo después ocurre otra desgracia, en esta ocasión un incendio en las instalaciones de La Caseta originadas por un cortocircuito que casi destroza la imagen del Cristo; providencialmente la Imagen se salvó aunque sufriendo bastantes daños. 

Para su restauración tuvo que ser llevada a un prestigioso taller de Madrid, el cual cobró por la restauración 4.000 pesetas de entonces, en plena postguerra y que el pueblo sufragó con tanto esfuerzo como amor. De vuelta de Madrid, el Santísimo Cristo fue llevado a la Iglesia Parroquial de San Juan de Mieres, pues tanto los sacerdotes como los vecinos tenían miedo de que volviera a ocurrir otra desgracia y no fuera que a la tercera se quedaran sin su Cristo de verdad. 

Cinco muchachas de la Peña jugaron aquí un papel muy importante, primero recaudando dinero para restaurar la imagen, y después trabajando sin descanso para concienciar al vecindario que había que seguir recaudando para levantar una nueva capilla para que el Cristo volviera pronto a casa. No sólo pidieron en la Peña, sino en Mieres y pueblos próximos. En menos de dos años -entre 1949 a 1951- recaudaron 14.000 pesetas, y hasta el Conde de Mieres del Camino, D. Manuel Loring y Gilhou, les dió 1.000 pesetas para la causa. En torno al año 1950 se recupera la romería de Santa Ana en el mes de Julio con la intención de recaudar de nuevo fondos para la obra.

La Iglesia no quería permanecer de brazos cruzados ante aquella hermosa iniciativa popular en La Peña, por lo que el entonces Cura Párroco de Mieres, D. Hermogenes Lorenzo, encarga a uno de sus coadjutores que sea él quién represente a la Parroquia al frente de esa labor. En esos años se empieza a gestar lo que ya no sería una capilla, sino una iglesia parroquial, por lo que hace falta muchísimo más dinero del que se tenía calculado.

La Peña nace como parroquia en 1959 durante la reestructuración parroquial de Monseñor Lauzurica y Torralba, desgajándose de parroquia de San Juan, a la que hasta entonces pertenecía La Peña. Aunque el decreto se firmó en Febrero no entró en vigor hasta la Pascua, y es así como nació -de hecho y de derecho- esta feligresía, tal y como dice la canción de Gabaráin: ''Un pueblo que en la Pascua nació''... Fue su primer párroco el recordado Don Nicolás Felgueroso Sánchez, que hasta entonces ejercía de coadjutor en San Juan de Mieres pero teniendo como encargo principal la atención de la Peña como antes señalamos, a instrucciones del entonces párroco de Mieres. A la vez que la Peña, se erigen en el entonces arciprestazgo de Mieres otras cuatro nuevas parroquias: El Carmen de Mieres, San Pedro de Mieres, Santa Marina de Mieres y San Juan Bosco de Rioturbio.

Por su parte la Parroquia empezó a funcionar sin templo, celebrando los oficios en las escuelas. A la vez que ésta, nace la Hermandad Parroquial de la Peña y el complejo parroquial: templo, sacristía, locales y rectoral, que fueron diseñadas por el entonces arquitecto municipal D. Luis Cuesta Rodríguez. 

Las obras del templo se concluyeron en 1962 siendo consagrada la iglesia el día 2 de Septiembre de este año por el entonces Arzobispo-Coadjutor, Monseñor Segundo García de Sierra y Méndez. 

Don Nicolás, el Párroco, realizó una labor encomiable, no sólo en lo pastoral, sino también en lo social. Gracias a sus gestiones fue una realidad la construcción de viviendas sociales en "Rozaes de la Peña", apodadas por algunos como "las casas del cura".

Sacerdote sencillo, bueno y, sobre todo, trabajador; soñó para su querida parroquia de la Peña lo mejor, no sólo en el templo y en lo pastoral, sino que estaba firmemente convencido de que este antaño pueblo rural periférico de Mieres estaba llamado a ser un barrio más de la Villa, a la que se acabaría anexionado por la expansión y construcción de muchos nuevos edificios, no sólo en las fincas y huertos entre La Peña y Oñón, sino también en Rozaes, el Tarronal y otras zonas anexas a La Peña.

El Párroco estaba muy identificado con las clases obreras y, en especial, con la peculiar idiosincrasia de la cuenca minera del Caudal, pues no en vano se estrenó como sacerdote en Figaredo a la sombra del también recordado párroco de aquel lugar, Don Elías Valdés Velasco. 

El proyecto del templo fue de lo mejor, hasta el punto que las vidrieras fueron diseñadas por el mismo fraile dominico P. Domingo Iturgáiz O.P., que fue el mismo que diseñó las del Santuario de la Virgen del Camino de León, las de la Capilla Coral del convento de Caleruega o las del convento de su pueblo natal de Villava (Navarra)

No se escatimó en detalles para esta nueva Iglesia: el sagrario, lo más importante del templo, es obra del orfebre Juan López Piñeiro, perteneciente a las Escuelas de Arte Sacro de Madrid y San Fernando de Cádiz. Y el baptisterio, la capilla que alberga la pila bautismal en la que nacen a la fe los pequeños de La Peña, fue adornada por un magnífico fresco del bautismo del Señor, obra del prestigioso pintor melillense Victorio Manchón Esteban en 1962 y restaurado hace unos años por el pintor gallego asentado en Mieres, José Agustín Domínguez ''Tinso''.


Otras pequeñas obras de arte que esconde la Iglesia de La Peña son los dos mosaicos que adornan ambos extremos del presbiterio. El mosaico del extremo izquierdo destaca porque es una alegoría de la Palabra de Dios, dado que el ambón donde ésta se proclama se encuentra en esa parte del templo. Son alegorías de los tetramorfos; es decir, los símbolos de los cuatro evangelistas: el águila de San Juan, el toro de San Lucas, el león de San Marcos y el ángel de San Mateo.

En el templo encontramos otros detalles originales: el Cristo suspendido en el aire por unas cadenas -una moda muy extendida en España en los años sesenta-, la pila bautismal labrada en piedra en forma octogonal, las formas triangulares de una de las paredes del templo y el falso techo a modo de acordeón; el amplio coro repartido en gradas, y todos los revestimientos del templo en madera de castaño.

Al otro extremo del presbiterio, el mosaico a modo de relieve es igualmente una alegoría mariana que en su centro entroniza a modo de mandorla la talla de la Virgen María, obra de otro renombrado autor como Anselmo Solas. La imagen de la Virgen, de gran tamaño, es de madera oscura y se hizo pensado que fuera a juego con la imagen del Cristo, aunque nunca salió en procesión dado su peso. Al ser una imagen de la Madre de Dios sin ningún atributo específico, los fieles del lugar la han denominado como ''la Virgen de la Peña''.


Tanto en los materiales: madera, estructura metálica, así como en la mano de obra y personas contratadas para la instalación eléctrica, y todo el grosor de la obra del templo, dejó claro D. Nicolás en el Arzobispado que había que contratarlo con los profesionales de pueblo, pues ellos eran los que habían preocupado siempre y puesto mucho dinero; por eso la mayoría de los trabajos de la construcción de esta iglesia fue encargada a empresas y personas vinculadas de una forma u otra a La Peña.

Únicamente los artistas eran de fuera, aunque incluso para ello tuvieron que ver muchas personas de La Peña, que por unos u otros contactos junto con el sacerdote, fueron contratando la realización de todas las obras enumeradas. La Iglesia del Santo Cristo de la Misericordia de la Peña abrió oficialmente sus puertas en septiembre de 1962, en concreto el día 2 cuando el entonces Arzobispo Coadjutor Monseñor Segundo de Sierra y Méndez procedió a la bendición y consagración del nuevo templo.

Y es que Don Nicolás suponía que esta sería su última misión, que pasaría el resto de sus días en La Peña disfrutando de este sueño hecho realidad, pero como "el que vale, vale", desde el Arzobispado de Oviedo aún le encargarán otros proyectos mayores y más complejos, sacando de un sacerdote de tantas cualidades lo mejor para el servicio a La Iglesia.

Más allá de lo material, lo pastoral tampoco se quedaba atrás, la Parroquia tenía cofradía, rondalla, coro, hoja parroquial... Exaltaba vida mientras se iba rematando el templo. Y es en este momento cuando Don Nicolás es reclamado por el entonces arzobispo de Oviedo para asumir una parroquia de Gijón de nueva creación y con muchísima más población que La Peña. En Gijón necesitaban un sacerdote para sacar adelante el proyecto. Así es como es destinado Don Nicolás a la que sería la Parroquia de la Purísima.

La marcha de Don Nicolás se notó mucho, pues los proyectos pendientes como eran el campanario y el mosaico de la fachada, ya no llegarían a realizarse.

Cabe decir que uno de los grandes problemas que ha tenido en el tiempo la parroquia de La Peña para poder completar lo aún pendiente de rematar, ha sido la permanente interinidad de los párrocos desde 1.972.- 

En dicho año, y a la espera de encontrar un nuevo cura propio para La Peña, se encarga la Parroquia de nuevo a los sacerdotes de San Juan de Mieres, en concreto se nombra a Don Nicanor como encargado de ésta, más dicho nombramiento no se llegó a efectuar. En ese año dos sacerdotes de la diócesis de León que se encontraban destinados en Valdeón y Sajambre piden la incardinación en la diócesis de Oviedo, y ambos son destinados a Mieres donde ejercerán la docencia a la vez que son nombrados coadjutores de la parroquia de San Juan, que ese año estrenaba párroco en la persona de D. Nicanor López Brugos. Éste les encarga verbalmente la atención de la Parroquia de La Peña a sus coadjutores Don Orestes Santos y Don Abundio Casado. En 1982 Don Abundio abandona el sacerdocio, y Don Oreste continúa como "encargado" de la parroquia de la Peña. En 1984 Don Nicolás (el primer Párroco) presenta la renuncia formal a la oposición por la que en su día había obtenido en concurso de curatos la propiedad la plaza de La Peña para que el arzobispo pudiera conceder el nombramiento de párroco a quien tuviera a bien. No será hasta 1995 cuando al querer el entonces arzobispo de Oviedo Monseñor Díaz Merchán, trasladar a Don Orestes a Gijón, los fieles de La Peña protestaron, logrando no sólo que Don Orestes continuara en la Parroquia, sino qué, además, dejara de ser un mero encargado para ser en verdad el Párroco de la Peña. La prensa de entonces comentaba el triunfo de los feligreses en un articulo que se tituló: ''La Peña de Orestes''. 


Como curiosidad, comentar que en la misma página del Boletín Oficial del Arzobispado de Oviedo en que figura el nombramiento de Don Orestes como párroco de la Peña, figura un par de líneas por debajo el nombramiento de Don Nicolás como Párroco de San Pablo de Gijón; los dos históricos curas de La Peña coinciden providencialmente en el mismo Boletín. Finalmente Don Orestes es trasladado en 2007 por Monseñor Osoro a la parroquia de San Martín el Real de Pola de Lena. Aquí empezará la interinidad hasta 2014 en que se volvió a encargar la parroquia de la Peña a los párrocos de San Juan. De nuevo se nombró a Don Nicanor López para esta parroquia pero jamás ejerció en ella ni la pisó, sino que en todo momento la atendió Don José Luis. Ahí se ha quedado en el magnífico proyecto que la diócesis pensó para la zona rural de Mieres y que contemplaba que La Peña fuera la cabecera de una Unidad Pastoral, abarcando Santa María Magdalena de la Rebollada, San Pedro de Loredo, San Bartolomé de Baiña, San José de Ablaña, Santa Eugenia de Seana, e incluso se habló de incluir Santa María de Valdecuna y San Pelayo de Gallegos. Quedó pendiente de recuperar no sólo el hermoso proyecto aletargado, sino tener de nuevo un sacerdote propio en La Peña para atender la zona rural mierense. Y ni qué decir del inacabado proyecto de rematar el mosaico de la Cruz de su fachada y el campanario con campana y reloj...



Rvdo. Sr. D. Nicolás Felgueroso Sánchez, Párroco (1959-1972)

Rvdo. Sr. D. Orestes Santos Bermejo, Encargado (1972-1996)

Rvdo. Sr. D. Abundio Casado Bartolomé, colaborador (1972-1982)

Rvdo. Sr. D. Orestes Santos Bermejo, Párroco (1996-2007)

Rvdo. Sr. D. Arturo García Rodríguez, Párroco (2007-2008)

M.I. Sr. D. José Manuel Fuentes y García de Borja, Administrador Parroquial (2008 -2011)

Rvdo. Sr. D. José Antonio Álvarez Álvarez, Párroco (2011-2012)

Rvdo. Sr. D. Andrés Pérez Díaz, Párroco (2012-2013)

Rvdo. Sr. D. Andrés Fuentes Calero, Párroco (2013-2014)

Rvdo. Sr. D. José Luis Menéndez Rodríguez, Párroco (2014 - 2017)

Rvdo. Sr. D. José Luis Menéndez Rodríguez y 
Rvdo. Sr. D. Miguel del Campo Sánchez, Párrocos in solidum (2017 - 2019)

Rvdo. Sr. D. Miguel del Campo Sánchez, Párroco (2019 - ____)

Rvdo. Sr. D. Jorge Luis Fernández Cortés, Colaborador (2018 - 2019) y Adscrito (2019-____)

Rvdo. Sr. D. José Juan García Fernández, Díacono (2017 - ____)



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Parroquia de Nuestra Señora de Covadonga de Roces (Gijón)


Antes de nada cabría matizar que esta zona que hoy llamamos "Roces", "Barriada Nuestra Señora de Covadonga", "Salvador Allende", etc... No era un lugar vacío en el mapa, sino que esta zona se llamó antiguamente ‘’El Machacón’’. Era una zona de grandes caserías y granjas que estaba en cierto modo en tierra de nadie, pues tanto para ir al núcleo de Roces,  donde correspondía la sede parroquial de San Julián o Las Escuelas, tanto para "bajar" a Gijón como para que  fueran donde fuesen, tenían que caminar un buen trecho.

Nos encontramos entonces en los comienzos de los años cincuenta, cuando se empieza a fraguar en la Villa una original iniciativa del padre jesuita Jesús Vázquez González S.J., de poner en marcha un proyecto de caridad en Gijón que se denominó "El Banco del Pobre". Pretendía el hijo de San Ignacio dos objetivos, por un lado involucrar a las clases burguesas y aristocráticas de Gijón en la ayuda a los más necesitados y, por otro, denunciar las políticas de los bancos que trataban de forma inhumana a los clientes en función de su nivel social, mirando más intereses propios que la dura realidad por la que pasaba mucha gente.


Por ello el fondo de sus ingresos buscaba servir para prestar, conceder hipotecas, subvenciones y ayudas a tantas personas que jamás podrían adaptarse a las condiciones de los bancos al uso. Se empezó de una forma muy sencilla, pero tan buena fue la respuesta tanto de las clases humildes como "clientes" así como la implicación de los pudientes con sensibilidad que cada vez el volumen era mayor. No sólo se daban ayudas, sino que con el superávit de este banco se invirtió en medicinas, ropa, alimentos… En los tres primeros años se invirtieron 19.500 pesetas en comida, 20.500 pesetas en ropa, 51.000 pesetas en medicamentos, 22.000 pesetas en ayudas para la vivienda y 30.170 pesetas en otras ayudas: todo ello -como dirá Hernán Piniella- "a fondo eterno y con Dios como avalista". Dentro de las personas de bien que colaboraron tuvieron un papel muy destacado las "Damas de la Congregación de Seglares de Nuestra Señora de Covadonga" de la Iglesiona, que con sus rifas, tómbolas, mercadillos y múltiples iniciativas no dejaron de recaudar para este fin.

Ya en 1943 se había llevado a cabo por parte de sociedades de Iglesia la construcción de viviendas para gente humilde en torno a la Carretera Carbonera, y una década después con el Banco de Pobres en pleno funcionamiento se consideraba necesario volver a sacar adelante un proyecto similar. Más ahora ya no se piensa en indigentes o pobres "locales", sino más bien en las numerosas familias que desde distintos puntos de España llegaban a Gijón atraídos por las ofertas de trabajo de sus fábricas e industrias en expansión.

Esta idea fue secundada por un un grupo de católicos influyentes de Gijón, entre ellos el ilustre D. Luis Adaro Ruiz–Falcó. Nace así la "Asociación Benéfica Constructora Nuestra Señora de Covadonga", promovida por estos hombres de Iglesia y respaldada por el Arzobispo de Oviedo, donde se trató de involucrar también a las empresas de la ciudad. El principal objetivo era dar una vivienda digna a los obreros por humildes que fueran. Nace así esta colonia para los empleados de la periferia de la ciudad, haciendo "in situ" otro pequeño barrio-ciudad. Se trató de dotar a éste de todo lo necesario; se constituyó un Patronato para estar en continuo diálogo con el Ayuntamiento, la Constructora y el propio Arzobispado de Oviedo.


Las obras empiezan en 1953 y se concluyeron los bloques de las primeras 120 viviendas en 1959. Aunque eran viviendas humildes y sencillas, de modelo autárquico, en bloque a tres alturas de doble crujía, con zonas ajardinadas y espaciosas, las viviendas era muy válidas y funcionales y, sobre todo, tenían una renta muy limitada. En el nuevo barrio se ubicó en la Avenida General Esteban Infantes (ahora Salvador Allende). El P. Vázquez se reunió con la directiva de la Constructora y reservó treinta viviendas; necesitaba para pagarlas medio millón de pesetas de entonces. Se le ocurre al jesuita visitar el concesionario de la SEAT donde pide que le regalen un coche para rifarlo con este fin; rifas y rifas se vendieron por toda Asturias que permitieron que unos pocos (hubo varios coches sorteados) estrenaran coche y otros casa a precio de "regalao". Fue tanto el éxito de las rifas y los pisos que en varias ocasiones se repitió este hermoso gesto hasta el punto de que un bloque de Roces de la calle Peones fue bautizado como "Bloque San Ignacio de Loyola" como guiño al P. Jesús Vázquez.

Desde el minuto cero la Iglesia se hizo presente construyendo un primer templo provisional junto al campo de fútbol de "La Pampa", al final de la calle Ajustadores con calle de los Marinos, que fue inaugurada en 1956 como capilla de culto. El primer sacerdote al que se le encargó la atención pastoral del nuevo barrio fue el Rvdo. D. José Fernández García–Loredo. Don José pasó de la noche a la mañana de coadjutor de San Pedro Mayor de Gijón a responsable de tres nuevos barrios gijoneses en auge: Perchera–Nuevo Gijón, Roces-Covadonga y la llamada Ciudad Satélite de Pumarín.

No será hasta 1959 cuando nazca oficialmente la Parroquia de Nuestra Señora de Covadonga de Gijón. Tras cinco años atendiendo esta Comunidad, que sólo tenía dos años, oficialmente hablando, como Parroquia. Don José renuncia a ésta al verse desbordado de cargos y responsabilidades. Continuará aún doce años con la Parroquia de la Purísima, hasta que en 1973 renuncia también a ésta para dedicarse de forma exclusiva a la de San Miguel de Pumarín. A la nueva parroquia de Roces llega el joven sacerdote Don Juan Nicasio, el cual sólo permanecerá un año en el barrio antes de ser trasladado a la del Condado, en Laviana.

La Parroquia tenía consideración de "Parroquia de Término; sin embargo, no era considerada un buen destino, pues había que afrontar una gran obra en un barrio muy humilde y complejo. El primer y único párroco que tuvo ésta por oposición fue D. Luis Bobis.

Una de las primeras grandes necesidades del barrio estaba claro que sería la educación, pues las familias que lo poblarían eran jóvenes y auguraba un elevado número de niños a los que habría que ofrecer escolarización sin salir del barrio. En tanto y cuanto el barrio empezaba a ser habitado, el entonces Arzobispo de Oviedo, Monseñor Lauzurica y Torralba, pidió ayuda a dos congregaciones religiosas para hacerse cargo de los pequeños del lugar. De los niños se hicieron cargo los Hermanos de las Escuelas Cristianas de San Juan Bautista de la Salle, apodados cariñosamente en Gijón como ‘’los baberos’’ por el "clerygman" de estilo francés de su hábito que portaban en recuerdo de su fundador.

Y de las niñas se hicieron cargo las religiosas de la Asunción de Santa María Eugenia de Jesús, también muy queridas en la villa de Jovellanos en cuyos anales educativos están presentes desde 1907. Las monjas se integraron muy bien en el barrio; es más, cuando aún el barrio estaba edificándose, ellas ya andaban por el lugar estudiando donde poder ubicar sus aulas. La escuela de niñas comenzó en 1958 en unos barracones prefabricados junto a la primera iglesia, mientras que la escuela de niños empezó un año después, utilizando los primeros años la nave de la iglesia.

A principios de los sesenta comienzan a funcionar las escuelas públicas y de enseñanza media, por lo que tanto los religiosos como las religiosas dan por concluida su misión en el lugar. Desde el primer momento lo mismo los hermanos que las monjas sabían que su presencia sería temporal, no obstante, prestaron un valioso servicio al incipiente barrio sin esperar nada a cambio, no sólo limitándose al terreno educativo, sino implicándose también en la vida de la Parroquia. En los primeros años hicieron las veces de catequistas, animadores pastorales o apoyo en la liturgia con los diferentes sacerdotes diocesanos que ejercieron en dicho lugar. Las religiosas llegaron a contar incluso con comunidad propia en el barrio, independiente de la Comunidad del Bíbio, llegando a residir en Roces seis hermanas. Hubo un momento en que debido a la demografía infantil llegaron a funcionar tres colegios en el barrio: el Alfonso Camín, las Palmeras y el de las monjas de la Asunción. Con la estabilidad del barrio y la calidad de vida bajó en picado la natalidad y empezaron también a sobrar colegios. 

Costó un gran trabajo sacar adelante el nuevo templo, cuyas obras sufrieron continuos parones dada la falta de recursos para concluirla. Los arquitectos de Nuestra Señora de Covadonga de Roces fueron José Antonio Muñiz Muñiz (La Habana 1918-Gijón 2002) y Celso García González (Villaviciosa 1920-Gijón 2001). Ambos de la Escuela de Madrid, los cuales durante dos décadas trabajaron juntos en un estudio compartido en Gijón. La obra del templo se inició a finales de los sesenta, más no será hasta mediados de los setenta cuando deje de utilizarse la Iglesia provisional de La Pampa para trasladarse definitivamente a la actual.


Preside el interior del templo un gran crucifijo. Un Cristo obrero para un barrio obrero. El Cristo de la Parroquia de Covadonga es muy especial y querido, pues es el Señor del barrio: El Cristo de los Oficios, y es que la mayoría de las calles del lugar tienen nombre de profesiones y oficios.

Si nos perdemos por el territorio de la Parroquia encontraremos un sin fin de calles como: de los marinos, de los ajustadores, de los serradores, de los electricistas, de los fontaneros, de los pintores, de los decoradores, de los peones, de los mecánicos, ó Transito de los albañiles, de los calafates, de los cobradores, de los carpinteros, de los esmaltadores, de los grueros, de los fundidores, de los malteros, de los soldadores, de los moldeadores, de los torneros...

Aunque el barrio ha crecido y mejorado mucho en los últimos años con nuevas edificaciones, la Parroquia sigue siendo muy humilde, hasta el punto de ser no la más pobre de Gijón pero posiblemente de las más pobres del Arciprestazgo. Nunca ha podido permitirse esta Comunidad afrontar tantas cosas que en su día quedaron pendientes, como terminar la torre del campanario con su tejadillo, su cruz y sus campanas; ni se pudo poner la vidriera prevista para la fachada principal o hacer un atrio techado con piedra a juego con el resto del edificio.


Hoy que el Papa Francisco nos invita a mirar a las periferias, he aquí una prototipo de Iglesia de Periferia, de los últimos, de los descartados y olvidados... Ojalá algún día la administración diocesana pueda asumir la conclusión de aquello previsto y  que falta en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Roces, pues los cristianos de este barrio no son cristianos de segunda por el mero hecho de no vivir en el centro de la ciudad, ni menos importantes que otros barrios obreros que han sido mejor atendidos...


Reseñas del Clero Parroquial:

Don José - Natural de Ponticiella (Villayón). Fue un destacado alumno en el Seminario. Se licenció en Filosofía, Teología y Derecho Canónico. Ordenado sacerdote en 1950. Toda su vida ministerial transcurrió en Gijón. Fue siete años de coadjutor en San Pedro Mayor, dos encargado de Nuestra Señora de Covadonga de Roces, catorce en La Purísima -dos como encargado y doce como Párroco-; treinta y nueve años en San Miguel de Pumarín -dieciocho como Párroco, dieciséis en equipo sacerdotal y cinco como adscrito- y, finalmente, cinco años colaborador en la parroquia de San Vicente de Paúl, de Gijón. Falleció en el hospital de Cabueñes el 22 de Diciembre de 2017 a los noventa y tres años de edad, recibiendo cristiana sepultura al día siguiente en su pueblo natal. 

Don Juan Nicasio - Natural de Moreda de Aller. Sacerdote muy bueno, cercano y entregado; aunque sólo estuvo un año dejó un gratísimo recuerdo en la Parroquia que se visualizó en las numerosas familias que siguieron en contacto con él por carta o visitándole en sus sucesivos destinos. Ya en el Seminario gozaba de fama de bondadoso y sencillo, sus compañeros le pusieron de mote "el chino" por sus rasgos faciales. Tras la parroquia de Covadonga pasó unos años en la zona rural de Laviana hasta que fue requerido por el Arzobispo Monseñor Tarancón para ser formador del Seminario Metropolitano. Tras unos años de Prefecto de los seminaristas pidió marchar a misiones, siendo enviado a Puerto Rico. En este país realizó una gran labor no sólo humana y social, sino sobre todo de evangelización. Trabajó siempre en clave de “parroquia”, pues tenía corazón de pastor de almas. Murió repentinamente en aquellas tierras en las que fue llorado por todos. Se celebró en su Parroquia portoriqueña un solemne funeral presidido por el Arzobispo de San Juan. Por deseo de su familia su cuerpo fue embalsamado y repatriado.

Don Luis - Allerano de Caborana, aunque se crió en Pola de Siero. Persona dinámica y alegre; tenía mucha mano para la juventud.  Era un gran devoto de la Santina. Fue el primer sacerdote de la Parroquia en colgar los hábitos. Se casó y tuvo dos hijos. Su vida laboral se centró en la enseñanza, primero en el Colegio San Francisco de Villaviciosa y después en el Colegio San Juan de Oviedo, que la parroquia de San Juan el Real tenía en la Avenida de los Monumentos. El tiempo que pasó en Roces se hizo aficionado al fútbol y aunque toda su vida transcurrió en Oviedo no dejó de ser “sportinguista”. Falleció el pasado día 26 de Abril en pleno “confinamiento” en su domicilio de San Claudio de Oviedo a la edad de 92 años.

Don Fermin - natural de Lastres (Colunga) de familia de pescadores. Ingresó en el Seminario de Tapia de Casariego a los 13 años. Sus compañeros de seminario decían de él que: «Era el más humilde del Seminario, el más estudioso, el más raro y el más santo». Hombre humilde, discreto y muy preocupado por las personas. Estuvo destinado en el oriente y en el occidente de Asturias. En Barro de Llanes y en Mohías (Coaña), sin embargo el destino que más feliz le hizo fue ser cura en Nuestra Señora de Covadonga de Roces. Siempre había dicho que quería ser cura de barrio obrero, y al fin en el Arzobispado le hicieron caso. Pero poco después el Arzobispo le reclamó para asumir la parroquia de Noreña; la aceptó por obediencia aunque fue a disgusto por considerar que no era un destino para él. Sin embargo, con su forma de ser se ganó enseguida la admiración de toda la Parroquia. Sus únicas debilidades fueron el tabaco -fumaba dos cajetillas diarias de “Ducados”- y la partida de cartas en el bar. Aunque luego se mortificaba en otras muchas realidades; se bañaba todo el año con agua fría, apenas gastaba para sí mismo y evitaba cualquier protagonismo... Murió en la casa rectoral de Noreña de un infarto fulminante en la madrugada del 29 de Enero de 1986. El entonces Arzobispo de Oviedo ante su cuerpo sin vida dijo: «¡Pobre Fermín!; ¡Solo, siempre tan solo!. La prensa llegó a decir que había muerto un sacerdote santo. Tras el funeral en Noreña recibió cristiana sepultura en su Lastres natal. Al entrar en la rectoral las autoridades eclesiásticas descubrieron sus cartillas del banco en “números rojos” y apenas dos mil pesetas y unas pocas monedas en un pañuelo. Don Fermín se pasó la vida ayudando a los pobres sin que ni su familia ni feligreses supieran a cuántos había ayudado. Por aclamación popular se puso su nombre a una calle de Noreña.

Don Gabriel - Hombre intelectual. Había cursado sus estudios en Comillas donde era director espiritual su paisano el P. Manuel García Nieto S.J. -declarado recientemente Venerable-. En el Seminario le llamaban "Macotera", en honor a su Salamanca natal. Además de la Parroquia ejerció de profesor de religión en el barrio, por lo que impartió clases a muchos jóvenes que le llamaban cariñosamente "DonGa". Fue profesor también en el Seminario de Oviedo. Ejerció diez años en esta Parroquia, siendo el segundo sacerdote en secularizarse en su breve historia como tal.

Don Armando - Natural de Marentes (Ibias). Sacerdote emprendedor y muy integrado en el barrio. Empezó como coadjutor en tiempos de Don Fermín, después fue coadjutor con Don Gabriel, y al irse Don Gabriel quedó de Párroco rigiendo la Parroquia durante doce años. Fue muy querido, mayormente entre la juventud, con la que se entendió siempre muy bien. Amigo de las excursiones, las rutas de montaña y las peregrinaciones, se preocupó de fomentar el ocio sano desde la Parroquia en aquellos terribles años en que la droga ocasionó estragos en la juventud de Gijón. Fue el tercer sacerdote de la que abandonó en el ministerio sacerdotal para casarse. Ha sido el cura que más tiempo pasó en la Parroquia en toda su historia.

Don Aurelio - Natural de El Entrego (S.M.R.A.). Fue ordenado sacerdote en 1954. Tras un año como coadjutor en Muros del Nalón se incorpora al entonces Vicariato General Castrense de España -hoy Arzobispado Castrense-. Tras treinta y cinco años de ministerio sacerdotal en el ejército pasa a la reserva como Coronel Vicario de la Primera Región Aérea. En 1990 se reincorpora a la diócesis atendiendo durante dos años la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Pando (Langreo), después estará otros dos años al frente de esta parroquia de Covadonga de Roces antes de ser destinado a la zona de Siero, donde será Párroco durante dieciséis años en San Esteban de Aramil. Durante veinte años es adscrito a San Pedro de Pola de Siero y durante cinco años administrador de Santa Cruz de Marcenado. En 2015 ya jubilado, fijó su residencia en Gijón, colaborando con la Parroquia de San José hasta el verano de 2018. Falleció el 10 de Agosto de 2018 en el Centro Médico de Oviedo, recibiendo cristiana sepultura en el Cementerio Parroquial de Pola de Siero.

Don Faustino - Natural de Carrea (Teverga), cuyo templo parroquial es el Santuario de Nuestra Señora del Cébrano, Patrona del Concejo. Fue religioso Franciscano Capuchino. Hombre con gran bagaje académico y experiencia misionera. Regresó a la diócesis de Oviedo incardinándose como sacerdote secular. Antes de la parroquia de Covadonga fue coadjutor de San Juan de Ávila de Avilés. Tras cinco años en la Parroquia decide jubilarse. Desde 1999 hasta el 2012 colaboró en la de San José de Gijón. Formó parte del “Foro Gaspar García Laviana” y fue uno de los 33 sacerdotes que firmó la famosa carta contra el Arzobispo Osoro, en 2008. Actualmente reside en demarcación parroquial de San Lorenzo de Gijón.


Don Fernando- Avilesino de San Pedro de Navarro-Valliniello. Su primer destino fueron siete parroquias del concejo de Teverga, donde llevó a cabo una gran labor pastoral. Antes de venir destinado a Gijón fue párroco de Sevares y tres pueblos más de Piloña. En la ciudad ha prestado una magnífica atención a los turnos de la Adoración Nocturna. Además de la parroquia de Covadonga atiende la capellanía de la Residencia Mixta de la Seguridad Social de Pumarín, así como acompaña espiritualmente a varias residencias de mayores de la zona. En estos momentos es el segundo sacerdote que más tiempo lleva en la Parroquia desde su creación. 

Sacerdotes de la Parroquia de Covadonga de Roces:

Rvdo. Sr. D. José Fernández García - Loredo, Encargado (1959-1961)

Rvdo. Sr. D. Juan Nicasio Alonso Ordoñez, Ecónomo (1961 - 1962)

Rvdo. Sr. D. Luis Bobis Miranda, Párroco (1962 - 1965)

Rvdo. Sr. D. Fermín Cristóbal Marqués, Ecónomo (1965 - 1970)

Rvdo. Sr. D. Gabriel Sánchez Sánchez, Ecónomo (1970- 1980)

Rvdo. Sr. D. Armando Rodriguez Valledor. Coadjutor (1967-1980)
                                                                      Ecónomo (1980 - 1992)

Rvdo. Sr. D. Aurelio Serafín Viña Vigil, Administrador parroquial (1992 - 1994)

Rvdo. Sr. D. Faustino González García, Párroco (1994 - 2000)

Rvdo. Sr. D. Fernando Velado González, Administrador Parroquial (2000-____)