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lunes, 27 de agosto de 2018

Homilía en la Visitación de María a Santa Isabel + 26/08/2018

Queridos hermanos: 

A menudo la celebración de la fiesta grande de una parroquia suele ser aprovechada para que los párrocos entre ironías y desde la pedagogía de la exégesis evangélica tiremos algo de las orejas, casi siempre basadas en la cruda realidad. Este año que no tenemos predicador como en los últimos -los curas escasean, no sé si os habéis dado cuenta- sino que recae la responsabilidad en mí mismo,  con el estilo anunciado y parafraseando “hacia casa” comienzo diciendo que "a veces es mejor lo conocido que lo malo por conocer…"  

Saludo en primer lugar a los hermanos sacerdotes, y autoridades; me gustaría también algún año poder saludar aquí a algún miembro de la directiva de la Sociedad de Festejos de Santa Isabel, pues no son pocos los cristianos de esta Comunidad que como socios colaboran con ella –lo digo sin acritud que diría “aquél”-. Y en especial os saludo a vosotros queridos fieles, que hacéis posible esta liturgia y honráis a la Madre de Dios con vuestra participación.

Estas grandes fiestas de nuestra localidad de la Visitación de María a su Prima Santa Isabel es evidente que cuentan con un amplísimo programa festivo. Tenemos por ejemplo:

Para nuestros músculos: la subida al Naranco, el Duatlón, “cross” popular, carrera ciclista...

Para nuestra pupila: la muestra de Teatro, ruta de escaparates, coches, desfile canino, folclórico, espectáculo de magia, fuegos artificiales…

Para ejercitar neuronas y reflejos : campeonato de parchís y tute, juegos infantiles...

Para nuestros oídos –benditos los que pueden desconectar el audífono- y esqueletos: el chupinazo, el festival de rock, charangas, voladores, las verbenas con sus orquestas, actividades de gimnasia…etc

Pero sabéis por qué la misa es lo más importante del programa de Fiestas? ‘’Porque lo dice el cura… ¡No!... ¿Porque es el acto que da nombre a la festividad?... ¡Tampoco!... La Eucaristía es lo principal de nuestra fiesta porque es lo único que nos ofrece futuro; lo único que permanece en el tiempo. Todo lo demás es de quita y pon según el son y la Corporación. Nuestros músculos, nuestro cerebro, nuestro esqueleto, también tienen fecha de caducidad y algún día serán un mero puñado de polvo. Este es el drama del hombre que no puede enmascarar ninguna fiesta pagana.

La Visitación de María a Santa Isabel nos recuerda la venida de Cristo a nuestra pequeñez para rescatarnos de un ciego destino. El creyente es el que vive la fiesta que no acaba; esa que verdaderamente permanece y que tiene mejor gusto. La Eucaristía es fiesta y el anticipo de la gloria a la que estamos llamados; por eso, queridos hermanos, es vital que no descartemos ni excluyamos precisamente lo único que nos permite mirar más allá…
Cuando ponemos fin a las vacaciones, las fiestas del pueblo o el mismo verano agoniza, la pena embarga, vienen los suspiros y miramos el calendario a ver cuándo será el próximo momento para dejar a un lado el trabajo y volver a “desconectar”. Pero ya ha pasado otro año más y más viejos, sin retorno…

La fiesta que nace de la Eucaristía también conlleva alegría, una alegría nos empuja a darnos a los demás. En palabras del Papa sobre la Visitación nos dice: “El encuentro es otro signo cristiano. Una persona que dice ser cristiana y no es capaz de ir al encuentro de los demás, de encontrar a los otros, no es totalmente cristiana”.

En el Evangelio de la Visitación (fue “una ruta” con un itinerario y una fiesta diferente) encontramos también un aspecto puramente sacerdotal al ver cómo Juan hace su primera predicación con ese salto que da en el vientre de su madre Isabel. El niño estaba advirtiéndole de que Cristo llegaba a visitarlos por medio de María. Es lo que Juan hará toda su vida, preparar el camino al Señor. Y es que los sacerdotes tenemos que tratar de imitar a Juan, debemos mostrar a los fieles el camino que lleva a Cristo, y además hacerlo al estilo del Bautista; es decir, ‘’menguar nosotros para que crezca él’’. De ahí la insistencia y la persistencia de que la fiesta no pierda ni su origen ni su esencia.

El sacerdote no es representante del pueblo, sino el pastor del pueblo; el representante dice lo que los demás quieren oír y lo políticamente correcto, mientras que el pastor dice lo que debe decir a la luz de la Palabra, aunque ni sea políticamente correcto ni agrade a todos.

Cautela me dan esos sacerdotes que son amigos de todos, que en todos los bares paran, que sólo cuentan cosas graciosas, que siempre están de guasa y dicen sí a todo... seguro que lograrán tener muchos “fans”, aplausos fáciles y hasta distinciones importantes… Pero esa no es nuestra misión: ''Ay si todos hablan bien de vosotros; eso lo hacían vuestros padres con los falsos pastores”…

El que como María e Isabel descubre al Señor del Evangelio que actualizan los sacerdotes se encuentra con Dios, vive la experiencia única de adentrarse de este mundo a lo trascendente, y esto le trasforma… Algo cambia de forma radical en el hombre cuando se encuentra con Dios. Nos entra la prisa por llevarlo a los demás, por eso María también va “a prisa a la Montaña”. No va presurosa sólo porque está preocupada por su prima, sino especialmente por que guarda para sí un secreto que da un giro completo y a toda velocidad a su propia vida.

Y cuando ese secreto lo lleva dentro y crece en tu interior, resulta que tienes el honor de dar vida a quién es la vida. María lleva en sus entrañas a casa de Isabel la misma Vida.

La apuesta por la vida, hermanos, es algo irrenunciable en nuestro tiempo y una misión específica del cristiano que vive el Evangelio. La vida es sagrada, por eso ningún cristiano se podrá llamar así mientras no defienda la dignidad de todo ser humano, particularmente de los indefensos no nacidos, especialmente hoy que las cifras del aborto superan ya en víctimas a las de muchas guerras e históricas matanzas. ¿Cómo va haber natalidad si no estamos abiertos a la vida?; ¿Cómo va haber vocaciones si cada vez tenemos menos niños y somos más ancianos? ¿Cómo puede Europa tener un futuro propio que no le arrebaten “otros” cuando está a la cola de la natalidad y de la protección de lo esencial?...

Hoy nosotros queremos experimentar la fiesta de la vida que propone la eucaristía de toda fiesta; vibrar con el saludo de las primas y con el latido de los retoños que aún nonatos derrochaban y regalaban vida…

Un sacerdote de Madrid escribió esta bonita oración con la que quiero concluir por ser el mejor resumen de toda fiesta que le canta a la vida… más allá del “la, la, la” de Masiel:

 «Santísima Virgen María que en la Visitación a tu prima Santa Isabel, llevando ya en tu seno al Verbo encarnado, nos muestras tu entrega generosa de Madre de la humanidad al asistirle en su embarazo durante el tiempo necesario para la llegada de San Juan. Madre; contágianos ese deseo de hacer a cada instante feliz a Dios sirviendo a nuestros hermanos con gozo y a cantar con nuestras obras las grandezas del Señor».

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