(El Comercio) El cardenal participó en los cursos de La Granda para abordar la visita del Papa a Asturias en agosto de 1989: «Su llegada no tuvo precedentes»
El invitado especial al curso 'Covadonga. Verdad, belleza y bondad de trece siglos (718-2018)' de La Granda fue el cardenal lucense Antonio María Rouco Varela. Su intervención estuvo enfocada en el Papa Juan Pablo II y su visita a Asturias en agosto de 1989. Un viaje que al religioso le tocó vivir de primera mano y que, según sus palabras, dejó una profunda huella en la sociedad asturiana. Durante su homilía, el polaco abogó por una Europa «humanista y sin fronteras», toda una declaración de intenciones teniendo en cuenta el contexto político y social del continente durante aquella época.
«Su llegada no tuvo precedentes. En el momento en el que vino, Europa vivía una profunda crisis en lo político y en lo espiritual, con las protestas del bloque soviético y la represión policial muy presentes», sostuvo Varela. Más allá de lo político, el cardenal hizo referencia a la acusada «crisis de valores» que se empezó a extender por el mundo occidental, con especial hincapié a la despenalización del aborto o a la «difuminación» del concepto de familia.
En lo relativo a la batalla de Covadonga y al papel de Pelayo en la recuperación del cristianismo en la Península, el cardenal afirmó rotundo que Europa no hubiese nacido «como ente unido en lo político y en lo espiritual» de no haber sido por el rey astur. «El papa así lo subrayo durante su homilía», refrendó.
La visita a Asturias del pontífice coincidió con la celebración de las Jornada Mundial de la Juventud en Santiago de Compostela. A la invitación de los religiosos españoles se unieron los distintos gobiernos socialistas que en aquella época gobernaban en Galicia, Asturias y España. Una vez en la Santa Cueva, Juan Pablo II se postró frente a la Santina más de diez minutos. Poco después, realizó un paseo en solitario por los lagos de Covadonga.
Durante la homilía, en la que fue recibido por el entonces príncipe Felipe y el arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, el polaco se rindió a la Virgen y a sus devotos: «Covadonga y su Virgen, la Santina, constituyen una referencia honda y perdurable para todos los españoles: y de forma muy especial para los asturianos. La devoción hacia este lugar y su patronato es una señal de identidad colectiva que supera cualquier diferencia».
«Su llegada no tuvo precedentes. En el momento en el que vino, Europa vivía una profunda crisis en lo político y en lo espiritual, con las protestas del bloque soviético y la represión policial muy presentes», sostuvo Varela. Más allá de lo político, el cardenal hizo referencia a la acusada «crisis de valores» que se empezó a extender por el mundo occidental, con especial hincapié a la despenalización del aborto o a la «difuminación» del concepto de familia.
En lo relativo a la batalla de Covadonga y al papel de Pelayo en la recuperación del cristianismo en la Península, el cardenal afirmó rotundo que Europa no hubiese nacido «como ente unido en lo político y en lo espiritual» de no haber sido por el rey astur. «El papa así lo subrayo durante su homilía», refrendó.
La visita a Asturias del pontífice coincidió con la celebración de las Jornada Mundial de la Juventud en Santiago de Compostela. A la invitación de los religiosos españoles se unieron los distintos gobiernos socialistas que en aquella época gobernaban en Galicia, Asturias y España. Una vez en la Santa Cueva, Juan Pablo II se postró frente a la Santina más de diez minutos. Poco después, realizó un paseo en solitario por los lagos de Covadonga.
Durante la homilía, en la que fue recibido por el entonces príncipe Felipe y el arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, el polaco se rindió a la Virgen y a sus devotos: «Covadonga y su Virgen, la Santina, constituyen una referencia honda y perdurable para todos los españoles: y de forma muy especial para los asturianos. La devoción hacia este lugar y su patronato es una señal de identidad colectiva que supera cualquier diferencia».
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