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martes, 31 de enero de 2017

Francisco exhorta a sentir el «gran estupor» de encontrarse fijamente con la mirada de Dios


(Rel.) Este martes el Papa Francisco ha recordado en la misa celebrada en la Casa Santa Marta que Dios mira con amor a todo aquel que dirige su mirada a Jesús con perseverancia.

Tal y comor recoge Zenit, el autor de la carta a los Hebreos, ha indicado el Santo Padre, nos exhorta a correr en la fe “con perseverancia, teniendo fija la mirada en Jesús”. En el Evangelio es Jesús quien “nos mira y se da cuenta de nosotros”. Él está cerca de nosotros –ha señalado– está siempre en medio de la multitud.

Asimismo, ha proseguido recordando que Jesús no se rodeaba de guardias que le hacían la escolta para que la gente no le tocara. “Se quedó allí y la gente lo empujaba. Y cada vez que Jesús salía, había más gente”, ha precisado Francisco. Además, ha asegurado queJesús “no masifica a la gente” sino que “nos mira a cada uno”.

En la homilía, el Santo Padre ha explicado que el Evangelio de Marcos cuenta dos milagros. Jesús sana a la hemorroísa, en medio de la multitud, que consigue tocar el manto. Y Jesús se da cuenta de que le han tocado. Después, resucita a la hija de Jairo, uno de los jefes de la sinagoga. Se da cuenta de que la chica tiene hambre y le dice a los padres que la den de comer. Al respecto, el Pontífice ha subrayado que “la mirada de Jesús va al grande y al pequeño”.

Así mira Jesús: “nos mira a todos, nos mira a cada uno de nosotros”. Mira “nuestros grandes problemas, nuestras grandes alegrías, y mira también a nuestras pequeñas cosas”.

Por otro lado, ha reconocido que si corremos “con perseverancia, teniendo fija la mirada en Jesús” nos sucederá como a la gente después de la resurrección de la hija de Jairo, “que se quedaron muy sorprendidos”. De este modo ha explicado que cuando miramos a Jesús y fijamos su mirada en Él, nos encontramos que “Él tiene fija su mirada sobre mí”. Y esto –ha reconocido Francisco– nos hace sentir este gran estupor.

En esta línea, el Pontífice ha exhortado a no tener miedo, como no lo tuvo la viejecita al ir a tocar el borde del manto de Jesús.

Oración a San Juan Bosco

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Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco, que tanto trabajasteis por la salvación de las almas, sed nuestra guía en buscar el bien de la nuestra y la salvación del prójimo, ayudadnos a vencer las pasiones y el respeto humano, enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Santísima Auxiliadora y al Papa, y obtenednos de Dios una santa muerte, para que podamos un día hallarnos juntos en el Cielo. Así sea.

lunes, 30 de enero de 2017

El oxígeno de la mirada esperanzada. Por José F. Vaquero

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La gente, todos, estamos deseosos de oír cosas positivas, noticias buenas y animantes.

¿Cuántas malas noticias hemos oído hoy? Desde primera hora de la mañana, cuando ponemos la radio, hasta última hora de la noche, en el telediario que nos cenamos demasiado acríticamente, la mayoría de las noticias son negativas. Guerras, hambre, muertes por frío, corrupción, disputas sociopolíticas a todos los niveles, corrupción, engaño. Parece que caminamos indefectiblemente en un túnel negro, sobre un fondo oscuro, muy oscuro. Y si hubiera alguna luz, es la de la locomotora que viene hacia nosotros.

La maldad y oscuridad que nos rodea y nos repiten, que oímos resonar en los altavoces de los medios de comunicación, nos van comiendo poco a poco el alma, nos van ahogando. Generan, casi sin querer, una atmósfera tóxica, llena de humo, y cada vez respiramos peor, caminamos peor, nos reímos menos y discutimos más. ¿Será que no hay nada positivo en el mundo que nos rodea? No, y muchas veces necesitamos quitar la televisión, dejar de escuchar noticias negativas, y pensar con un poco de realismo en tantas cosas positivas que nos rodean.

Recientemente he escuchado el testimonio de Nacho y Paula. Una pareja de jóvenes que se enamoraron al más estilo romántico, con un amor a primera vista. Tú serás mi marido, le catapultó Paula al poco de conocerse. El noviazgo y el matrimonio no fue sólo romántico e idílico, pero después de varios años y con dos niñas pequeñas, la vida les seguía sonriendo. Hasta que llegó la dificultad, como en todo hijo de vecino, en todo pareja o matrimonio, católico o indiferente ante la religión; la dificultad no hace acepción de personas, no elije sólo a los buenos católicos o a los indiferentes ante la religión; es demasiado universal.

En este caso la dificultad (o la cruz, en terminología católica) llamó a sus puertas durante el tercer embarazo. La niña, Eugenia, venía con problemas. La había afectado un virus de la mare, el citomegalovirus, algo insignificante para un adulto. Pero casi mortal para un pequeño embrión. El virus se alimentaba del cerebro de Eugenia, y las perspectivas eran negativas.

Los padres, todavía fuertes en su optimismo (nunca hay que perderlo…) visitaron a otros médicos, soñando escuchar de alguno de ellos un “ha sido un error. La niña viene perfectamente”. Pero el optimismo se acababa, visita a visita. Paula oyó hablar de las cadenas de oraciones, y el hilo de optimismo que quedaba encontró una asidera. Con tanta gente rezando por su curación, seguro, sin lugar a duda, que Eugenia se cura. Pero la curación no llegó. El optimismo, me aventuro a decir, es poco católico; yo prefiero la confianza, la Esperanza. “En esperanza fuimos salvador”.

Los médicos repetían, una y otra vez, que la mejor opción era el aborto. Terminar con esa vida, y con un sufrimiento psicológico inaguantable para la madre, así se lo vendieron a Paula y Nacho. Hasta que un ginecólogo les matizó la respuesta: Si ustedes no luchan por la vida de esta niña, nadie luchará por ella. Nadie. Una cruda y dura realidad. El médico no hablaba con el fervor de un recién licenciado, un treintañero soñador; él tenía ocho hijos, y sabía lo que es tener un hijo. Y sobre todo tener un hijo discapacitado, y además adoptado, “elegido de antemano con sus consecuencias”.

El día que nació Victoria, su padre tuvo que repetirle el mismo argumento a un médico, que le preguntó si quería que la reanimara tras un posible infarto. ¿Qué haría si le pasara a usted?, fue la lacónica respuesta.

El día a día de Victoria fue muy duro para Nacho, y pasó una etapa de “rebote” hacia Dios. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué no la has curado? ¿Por qué lo permites? No es fácil aceptar una dificultad así. Y es normal quejarse, enfadarse, protestar. Pero poco a poco fue viendo lo positivo de la vida, descentrándose de lo negativo. Paula tuvo un nuevo embarazo, esta vez de mellizos. Y aprendieron a dar gracias por cada día de este embarazo, por las niñas, por su salud. Agradecer en lugar de llorar. Dios fue trabajando su corazón, pero ellos quisieron fijarse en lo positivo, en lo hermoso, en aquello que hay que agradecer. Y años después, Nacho concluye: “La vida es hermosa, aunque a veces sea dura y fatigosa”.

Gastos de las últimas obras

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Costes de las Obras de renovación de toda la instalación eléctrica del Templo

*24 puntos de luz, 14 líneas de encendido en la iluminación, 1 línea de emergencia, 6 líneas de enchufe, 6 enchufes simples, linea de contador a cuadro, punto de encendido de luz de acceso desde puerta de entrada y sacristía conmutado, cuadro de protección y control en sacristía con 14 encendidos de iluminación, 4 luminarias de emergencia, instalación, mano de obra, tendido de línea, manguera, material, dirección técnica y puesta en marcha del equipo.

Suma_______________________________ 10.729,18 euros
IVA 21%____________________________ 2.253,13 euros
Total _______________________________ 12.982,31 euros

Nueva iluminación general del templo (LED)

Presbiterio: carril trifásico 2 m, alimentador carril blanco, tapa final, 4 focos led 40 w, 2 focos led 25 w, 2 ópticas 31º, 2 ópticas 18º, 2 ópticas 61º, proyector con base haiti para lámpara y 35231 de megaman.
Nave Iglesia: 6 bañador led 60 w
Coro bajo: 2 plafón de led 19 w y 1 plafón de led 10w
Coro alto: lampara globo 12 w 6 unidades
Capillas: Proyector pura spol 40 w y 2 ópticas 61º
Saneado y ampliación de líneas, retirada de luminarias existentes, mano de obra etc.

Suma_______________________________ 7.155,63 euros
IVA 21%____________________________ 1.502,68 euros
Total _______________________________ 8.658,31 euros

En
 TOTAL PROYECTO 21.640,62 euros
FINANCIACIÓN:
Entrada: 8.000 €
Mensualidades (6): 2.273,43€


sábado, 28 de enero de 2017

Evangelio Domingo IV del Tiempo Ordinario

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Lectura del Santo Evangelio según san Mateo (5, 1-12):

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, Porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de DIOS. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.»

Palabra del Señor

Elegir el mundo de las bienaventuranzas como identidad cristiana. Por Fray Miguel de Burgos Núñez

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1. El primer gran discurso del evangelio de Mateo (5-7) es muy sintomático en la obra, por su estilo y por su significado, pues se trata, nada más y nada menos, que del Sermón de la Montaña. Hay una intencionalidad en presentar en esta “escuela judeo-cristiana” la predicación de Jesús en esos famosos discursos (los otros son: cc. 10; 13; 18; 24-25), que recuerdan los cinco libros del Pentateuco (la Torah judía). Pero ciñéndonos al texto de hoy, lo más relevante es el comienzo de este primer discurso por las famosas “bienaventuranzas”. Eso quiere decir –en continuidad con el texto elegido el domingo anterior-, que el reinado de Dios se asienta, pues, sobre las bienaventuranzas. No debe caber la menor duda. Son fórmulas clásicas de la tradición oriental y bíblica, como anuncio profético de cómo debe ser el futuro. Por lo mismo, como Dios quiere reinar desde su voluntad soberana, entonces debemos entender que en este texto se ha querido mostrar cuál es la voluntad de Dios en su “reinado”.

2. Es casi unánime la opinión de que el texto de las bienaventuranzas procede del “Evangelio Q” como a algunos gusta llamarlo hoy. No podemos entrar ahora en detalles sobre Q, que está en plena actualidad a la hora de acercarnos a las fuentes del Jesús histórico. [Quiero citar dos estudios de síntesis muy al alcance de todos. S. GUIJARRO, Dichos primitivos de Jesús. Una introducción al “proto-evangelio de dichos Q”, Salamanca, 2004; A. VARGAS-MACHUCA (Coord.), La fuente “Q” de los evangelios, Reseña Bíblica, n. 43, Otoño 2004, Verbo Divino, Estella (Navarra), en estos dos estudios podemos encontrar información y la bibliografía de los últimos años]. Esto ha de valernos como referencia puesto que hoy están casi resueltos algunos pormenores: Q tuvo que ser un documento escrito; no eran simplemente tradiciones orales que tenían a mano los profetas itinerantes; a pesar de sus arameísmos, Q se escribió en griego; casi la totalidad de Q se conserva en los evangelios de Mateo y Lucas (se deduce de los 230 versículos en común de ambos evangelios); el orden original de Q está bien reflejado en el evangelio de Lucas y es ese orden el que se usa para citar técnicamente el contenido de Q. El texto de las bienaventuranzas lo tenemos en Lucas con un tono más escueto, dialéctico, radical. No tienen ese carácter interiorista, casi de virtud a conseguir, como en el caso de Mateo (Mt 5,3-11), sino que miran a la situación externa y social de lo que se ve con los ojos y se palpa con las manos. En el fondo se trata simplemente de describir dos ámbitos bien precisos: el de los desgraciados de este mundo y el de los bien situados en este mundo a costa de los otros. Lucas nos ofrece las bienaventuranzas en el contexto del sermón de la llanura (Lc 6,17), cuando toda la gente acude a Jesús para escuchar su palabra; no es un discurso en la sinagoga, en un lugar sagrado, sino al aire libre, donde se vive, donde se trabaja, donde se sufre.

3. Es un discurso catequético; por lo mismo, Lucas estaría haciendo una catequesis cristiana, como Mateo lo hace con el Sermón de la Montaña (5-7). Entre uno y otro evangelista hay diferencias. La principal de todas es que Lucas nos ofrece las bienaventuranzas y a continuación las lamentaciones (no son maldiciones; viene del hebreo hôy y en latín se expresa con vae: un grito de dolor, de lamento, un grito profético) como lo contrario en lo que no hay que caer. Otra diferencia, también, es que en Mateo tenemos ocho y en Lucas solamente cuatro bienaventuranzas (Lc 6,20-23). Sobre su significado se han escrito cientos de libros y aportaciones muy técnicas. ¿Son todas inútiles? ¡No!, a pesar de que sintamos la tentación de simplificar y de ir a lo más concreto.

4. En definitiva, el evangelio de Mateo (5,1-12), concretamente las bienaventuranzas, es la expresión de la mentalidad de Jesús de cómo debemos entender la llegada del Reino de Dios. ¿Son una utopía que propone Jesús, sin visos de realidad? Esa sería la respuesta fácil. No obstante, las utopías (lo que está fuera de los normal), no se proponen para soñar sino para vivir con ellas y desde ellas. La ética de las bienaventuranzas, pues, requiere nuestra praxis. Jesús habla así, no solamente porque soñaba, sino porque las vivía desde su propia experiencia personal y desde ahí sentía la fuerza de Dios y del evangelio con el que se había comprometido. Lo importante es su mensaje, que no puede ser distinto de algo así: Jesús piensa y vive desde el mundo de los pobres, y piensa y vive desde ese mundo para liberarlos. Así debemos entender la primera aproximación al mensaje de hoy. Esa es una realidad social, pero a la vez es una realidad teológica. Es en el mundo de los pobres, de los que lloran, de los limpios de corazón, de los perseguidos por la justicia, de los que hacen la paz, donde Dios se revela. Y lógicamente, Dios no quiere ni puede revelarse en el mundo de los ricos, del poder, de la ignominia. El Reino que Jesús anuncia es así de escandaloso. No dice que tenemos que ser pobres y debemos vivir su miseria eternamente. Quiere decir, sencillamente, que si con alguien está Dios inequívocamente es en el mundo de aquellos que los poderosos han maltratado, perseguido, calumniado y empobrecido. Y por ello ¿dónde debemos estar los cristianos? En el mundo del no-poder, que es el de las bienaventuranzas.

5. Podemos añadir algo que nos parece muy pedagógico e imprescindible y que tiene que ver con la praxis misma de las bienaventuranzas. J. Mateos traducía la primera bienaventuranza de la siguiente forma “los que eligen ser pobres porque esos tienen a Dios por rey” y así lo plasma en su edición del NT. Lo justificaba (cf El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Cristiandad, Madrid, 1981) muy acertadamente, porque, en definitiva, no se puede ser “pobre de espíritu” o “en el espíritu” buscando simplemente una interioridad, sino que la opción por la pobreza frente a la riqueza es un reto frente a este mundo de competencia y de injusticia. Pero deberíamos decir, ya un poco fuera de la literalidad del texto y de la posibilidad de la traducción, que esta “opción” de “elegir” debe ser la tónica de todas las bienaventuranzas de Mateo. Y esto es lo que los cristianos deben “elegir” para ser solidarios con los que viven esas situaciones reales. Porque las bienaventuranzas de Jesús se inspiran en la situación inhumana que viven muchos hijos de Dios y es en ese mundo de las bienaventuranzas donde Dios se siente el Dios vivo, el Dios de verdad. Por eso los seguidores de Jesús debemos “elegir”, como opción radical, ese mundo de las bienaventuranzas para que la fuerza liberadora del evangelio cambie ese mundo.

viernes, 27 de enero de 2017

Orar con el Salmo del día












Sal 36,3-4.5-6.23-24.39-40

R/. El Señor es quien salva a los justos

V/. Confía en el Señor y haz el bien:
habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.

V/. Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía.

V/. El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.

V/. El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados
y los salva porque se acogen a él.

Dos de cada tres conventos en España pueden desaparecer en los próximos años


(Vida Nueva) Con motivo de la Jornada de la Vida Consagrada, que la Iglesia celebra el próximo 2 de febrero, la revista Vida Nueva ha elaborado un informe que revela que dos tercios de los 800 monasterios existentes en nuestro país –de los 3.000 que hay en el mundo- estarían en situación de ser cerrados a no mucho tardar.

¿El motivo? Las donaciones han bajado y los trabajos que hacían tradicionalmente las monjas –como la repostería- ya no son suficientes para cubrir costes, rehabilitar los históricos monasterios y hacer frente a las cuotas de la Seguridad Social. De hecho, hay conventos que no llegan a ni a los 100 euros brutos al mes de ingresos y se han visto obligados a recurrir a los bancos de alimentos para poder comer. «No se trata de un caso excepcional. Conozco bastantes congregaciones», explica el padre Eleuterio, cuya organización destino en 2016 medio millón de euros para auxiliar a cincuenta comunidades en dificultades.

Un ejemplo de este invierno vocacional es el monasterio de las monjas capuchinas de la localidad gaditana de San Fernando. Ayer abandonaban el convento las cuatro últimas religiosas –todas ellas octogenarias-, después de 128 años de presencia en La Isla, para trasladarse a la sede que su congregación tiene en El Puerto de Santa María. Los planes del Obispado de Cádiz pasan por realojar en San Fernando a un nuevo instituto religioso.

A través de la reciente constitución apostólica Vultum Dei quarere, el Papa Francisco ha buscado ofrecer nuevas herramientas en manos de los conventos de clausura para intentar revitalizarlos o, siendo esto inviable, poner todos los medios a su alcance para dignificar el cierre.

Junto a esta crisis, España también asiste a un florecimiento de nuevas comunidades contemplativas que han visto llenar los claustros de los conventos de savia joven. Es el caso de las más de doscientas religiosas que pertenecen al instituto Iesu Communio –con conventos en Lerma y la Alguilera (Burgos)- o las Carmelitas Samaritanas del Sagrado Corazón –presentes en Valladolid y Valdediós (Asturias)-. Igualmente destaca la Familia monástica de Belén, de la Asunción de la Virgen y de San Bruno, presentes en Sigena (Huesca) y Jerez de la Frontera (Cádiz).

«Las nuevas expresiones de vida contemplativa son un regalo para la Iglesia, pero hemos de esperar a que se aquilaten en la fidelidad humilde y discreta que siempre granjea el paso del tiempo», asegura Mons. Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo y responsable de la vida contemplativa en la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada.

jueves, 26 de enero de 2017

Carta semanal del Sr. Arzobispo












Tiempo de raíces


Nos tienen secuestrados los termómetros y los informativos del tiempo con este frío que nos hiela en estos días. Se han recrudecido algunas epidemias de gripes y catarros propios de estación, y andamos –quien más y quien menos– con el pañuelo en la nariz y la bufanda en la garganta. Es normal en estas calendas del invierno concluyendo ya el primer mes del año. Nada de especial y que no sepamos.

De modo que el imparable caminar del calendario nos impone su marcha que no sabe de pausa. Aunque los días se empiezan a alargar con el tiempo calmo de estas fechas, y parece que poco a poco se nos cuela antes la luz cada mañana al despertar, y que resulta cada vez más remolona al decirnos adiós al atardecer, tiene algo este tramo del año que nos hace inevitablemente nostálgicos detrás de esa bufanda protectora, con nuestro sufrido pañuelo nasal, y con la tiritera que nos encoje cuando vamos de acá para allá.

Resulta que no estamos todavía ante la explosión vivaracha de una primavera en frescor que a su tiempo vendrá, ni ante el apacible estío que llena de sosiego jornadas largas de tiempo amable, y tampoco estamos ante ese otoño discreto que nos introduce en la serena paz de caminos como alfombras de hojas caídas. Por eso puede parecer difícil este tiempo en el que el frío por fuera parece que nos atenta por dentro, y nos deja demasiado desnudos ante una intemperie desnuda también. Efectivamente, el paisaje invernal pone esta nota de austeridad que puede sumirnos en una cierta soledad que nos aísla, como si no hubiera otro problema que el frío que pasamos y la tos que no nos deja.

No obstante estamos ante una apariencia. Acaso no siempre nos apercibimos de ella, pero podemos decir que sin embargo, en el invierno la vida también crece. No tiene la apariencia vistosa y colorida de otras estaciones del año, pero hace su papel asignado y trabaja calladamente para que luego lleguen los frutos sabrosos, y rompan las flores con su aroma, y el agua salte cantarina por torrentes y valles bañando de esperanza y música todo lo que ella va encontrando.

Viene entonces la pregunta: ¿sirve para algo el invierno? Y sólo podemos acercar esta respuesta: que nuestra vida tiene momentos de invierno que no son inútiles, ni sin sentido, sino que encierran un profundo significado. Hay que saber vivirlos con la sencillez y sabiduría de quien también aquí se atreve a entender el mensaje de Dios. Porque no es el momento de la flor ni del fruto, sino el tiempo de la raíz. Y las raíces no trabajan en el escaparate, sino en la más noble trastienda, la que está en el hondón de la vida, para que luego se pueda presentar y exhibir lo que callandito se ha ido preparando.

Como decía el gran poeta Rainer María Rilke: “Dios nos espera siempre donde están las raíces”. Estamos también nosotros preparando el fruto de la primavera que deseamos para todos. El Señor que es quien ha sembrado su Gracia en el surco de nuestra vida y de nuestra Diócesis, es también Él quien la riega y abona, y será Él quien hará brotar una novedad que llene de luz y de fecunda bondad nuestros caminos.

Tiempo de invierno, tiempo de raíces, para crecer interiormente, poniendo así los peldaños por los que podremos subir al altozano desde donde se ven las cosas con los ojos de Dios. La Iglesia no tiene un balcón mejor. Ni hay otra atalaya donde poder asomarse para ver las cosas, todas las cosas, de otra manera. Bendito hermano invierno que así nos invita a algo más bello y más grande que mirar el termómetro y embozarnos con la bufanda. Dios nos espera en las raíces.



+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

El Año Santo Lebaniego espera superar los 1,3 millones de peregrinos

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(Alfa y Omega) El trozo más grande que se conserva de la Cruz de Cristo está en Liébana, España. Allí se cree que llegó en el siglo XVIII, junto con los restos de Santo Toribio de Astorga. La presencia del Lignum Crucis en el monasterio provocó que el Papa Julio II concediese indulgencia desde el 16 de abril—festividad de santo Toribio— y durante los siete días siguientes. Fue pablo VI e 1967 quien amplió la semana jubilar a todo un año cada ve que la fiesta del santo cayese en domingo.

La última vez que se abrió esta Puerta Santa fue el 2 de abril de 2006 para cerrarse el 22 de abril de 2007. El lema fueLa Cruz, signo de Vida refiriéndose, en palabras de Don José Vilaplana, obispo de Santander, a la Cruz como signo de vida nueva que brota de Cristo muerto y resucitado para todos los hombres de la tierra.

Y la próxima vez que se abra la Puerta del Perdón del Cenobio será el 23 de abril de 2017 para cerrarse el domingo 22 de abril del año siguiente siendo la 73º edición del Año Santo Lebaniego, que se celebrará bajo el lema Nuestra gloria, Señor, es tu cruz. Se espera superar los 1,3 millones de peregrinos del anterior Año Santo.

Uno de los siete jubileos del mundo

El Año Santo Lebaniego se sitúa como uno de los siete jubileos perpetuos en el mundo, siendo los otros el de Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela, Urba, Caravaca de la Cruz y Valencia; estos tres últimos de carácter más reciente.

Perpetuo o in perpetuum indica que el jubileo está consolidado y por tanto puede repetirse periódicamente a diferencia del Jubileo Ordinario, que se celebra de manera puntual.

La peregrinación al monasterio donde se encuentra el Lignum Crucis es una de las condiciones para obtener la «gracia jubilar» junto con rezar el Padrenuestro, el Credo, una oración por el Papa; y confesión y comunión en el mismo día o 15 días antes o después de la peregrinación.

Del Oficio del día

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De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo
(Homilía 2 sobre las alabanzas de san Pablo: PG 50, 480-484)

HE COMBATIDO BIEN MI COMBATE
Pablo, encerrado en la cárcel, habitaba ya en el cielo, y recibía los azotes y heridas con un agrado superior al de los que conquistan el premio en los juegos; amaba los sufrimientos no menos que el premio, ya que estos mismos sufrimientos, para él, equivalían al premio; por esto, los consideraba como una gracia. Sopesemos bien lo que esto significa. El premio consistía ciertamente en partir para estar con Cristo; en cambio, quedarse en esta vida significaba el combate; sin embargo, el mismo anhelo de estar con Cristo lo movía a diferir el premio, llevado del deseo del combate, ya que lo juzgaba más necesario.

Comparando las dos cosas, el estar separado de Cristo representaba para él el combate y el sufrimiento, más aún, el máximo combate y el máximo sufrimiento. Por el contrario, estar con Cristo representaba el premio sin comparación; con todo, Pablo, por amor a Cristo, prefiere el combate al premio.

Alguien quizá dirá que todas estas dificultades él las tenía por suaves, por su amor a Cristo. También yo lo admito, ya que todas aquellas cosas, que para nosotros son causa de tristeza, en él engendraban el máximo deleite. Y ¿para qué recordar las dificultades y tribulaciones? Su gran aflicción le hacía exclamar: ¿Quién sufre angustias sin que yo las comparta? ¿Quién es impugnado por el enemigo sin que esté yo en ascuas?

Os ruego que no sólo admiréis, sino que también imitéis este magnífico ejemplo de virtud: así podremos ser partícipes de su corona.

Y si alguien se admira de esto que hemos dicho, a saber, que el que posea unos méritos similares a los de Pablo obtendrá una corona semejante a la suya, que atienda a las palabras del mismo Apóstol: He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, que el Señor, justo juez, me otorgará aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su venida. ¿Te das cuenta de cómo nos invita a todos a tener parte en su misma gloria?

Así pues, ya que a todos nos aguarda una misma corona de gloria, procuremos hacernos dignos de los bienes que tenemos prometidos.

Y no sólo debemos considerar en el Apóstol la magnitud y excelencia de sus virtudes y su pronta y robusta disposición de ánimo, por las que mereció llegar a un premio tan grande, sino que hemos de pensar también que su naturaleza era en todo igual a la nuestra; de este modo, las cosas más arduas nos parecerán fáciles y llevaderas y, esforzándonos en este breve tiempo de nuestra vida, alcanzaremos aquella corona incorruptible e inmortal, por la gracia y la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, a quien pertenece la gloria y el imperio ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

RESPONSORIO 1Tm 6, 11-12; Tt 2, 1
R. Como hombre de Dios que eres, corre al alcance de la justicia, de la piedad, de la fe, de la caridad, de la paciencia en el sufrimiento, de la dulzura. * Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna.

V. Enseña lo que es conforme a la sana doctrina.
R. Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna.

ORACIÓN.
Señor Dios nuestro, que concediste a los santos Timoteo y Tito vivir de manera semejante a los apóstoles, haz que, ayudados por su intercesión, vivamos en este mundo justa y piadosamente y alcancemos después tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

miércoles, 25 de enero de 2017

Carta de las Hermanas del Santo Ángel de Lugones ante la Beatificación del Padre Luis A. Ormiers

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Muchos ya sabéis por la hoja Parroquial del mes de Noviembre, que próximamente se va a celebrar la beatificación del P. Luis Antonio Ormières, Fundador de la Congregación de las Hnas. del Ángel de la Guarda.

La Ceremonia tendrá lugar el próximo 22 de Abril a las 11h de la mañana en la Catedral de Oviedo, a la que estáis todos invitados.

El P. Ormiéres fue un Sacerdote nacido en Quillán, un pueblo del sur de Francia, en 1809 que, desde muy joven, sintió una gran preocupación por la educación de las niñas de las zonas rurales de su país, muy abandonadas en aquel momento.

La Revolución Francesa de 1789 promovió las ideas de libertad igualdad y fraternidad que abrieron las puertas a la “Declaración de los Derechos Humanos”, e inauguró una época caracterizada por la secularización de las instituciones.

La Iglesia también se vio afectada por esta política y quedó en una situación de marginación por las nuevas corrientes sociales, culturales y científicas. Ante una propaganda claramente anticlerical, la Iglesia deja oír su voz, y lo hace con un florecimiento de la Vida Religiosa, sobre todo femenina, dedicada a la enseñanza elemental en pequeños pueblos, la atención de los jóvenes y el cuidado de los enfermos y ancianos.

La respuesta del P. Ormiéres a esta situación, se concreta en la evangelización de las niñas pobres, desde escuelas de enseñanza elemental en pueblos y aldeas.

Para ello solicitó ayuda a una Congregación de Religiosas “Hermanas de la Instrucción Cristiana” dedicada a la enseñanza, establecida en el Norte de Francia, que le proporcionó tres Hermanas Y así, después de muchos avatares, el P Ormiéres comienza a levantar en Quillán, la escuela con la que tanto había soñado.

Su método pedagógico consistía en dar mucha participación a las alumnas; a cada una se la trataba según sus necesidades Una escuela abierta para todos. Allí podían ir todas las niñas pobres de la comarca para recibir una buena formación y educación cristiana.

Quillán, que vio nacer al P. Ormiéres, verá nacer también su primer proyecto hecho realidad: la Fundación de una pequeña Comunidad de Hermanas, de la que será el primer Superior, que se llama “Hermanas del Ángel de la Guarda” y se convierte así en la Casa Madre de la nueva Congregación. Es el 3 de diciembre de 1839.

Enseguida se multiplicaron estas escuelas por todo el sur de Francia.

La venida de la Congregación a España fue providencial.

El P. Ormiéres tuvo siempre gran espíritu misionero y quiso fundar en Dahomey (África) una Comunidad. Ya estaban en España las Hnas destinadas a esta misión pero, por diversas circunstancias, el viaje no se pudo realizar y tuvieron que quedarse en Puerto Real (Cádiz). Aquí, en tierras andaluzas, forman una Comunidad y una escuela. Era el año 1864.

Sólo un interrogante se le presentó al Fundador. Esta nueva fundación ¿significaba el abandono de la educación de las zonas rurales?. No. Porque:

La situación social de España no era la de Francia. En España se necesitaba, con urgencia, atender el mundo de la juventud que se desarrollaba masivamente en las ciudades. Y se decía el P. Ormiéres: Lo importante es que no desaparezca el espíritu de sencillez y entrega que están en nuestros orígenes. Porque para nuestras obras lo más importante ha sido y sigue siendo la atención a los niños pobres.

Después de un profundo discernimiento, las Hermanas se quedan en Puerto Real y no tardaron en llover peticiones para otras Fundaciones: Sevilla, Jerez de la Frontera, Huelva, Palencia, Pravia, Carmona, Avilés, Gijón, Badajoz, Oviedo etc. En todas estas ciudades construyen Colegios en los que se imparte una educación integral desde los valores del Evangelio.

El P. Ormiéres viene a Gijón invitado por un Sacerdote, D. Eugenio, Coadjutor de la Parroquia de S. Pedro y se establece en el edificio que hoy es el Colegio del Santo Ángel, en el Campo Valdés, junto a la playa de San Lorenzo.

De Gijón hace el P. Ormiéres su residencia oficial en España, vive con fama de santo, hasta su muerte acaecida el 16 de Enero de 1890 a los 81 años.

Esta santidad con la que vivió y murió la ha reconocido la Iglesia y es lo que vamos a celebrar el día de la Beatificación.

El testamento espiritual que el P. Ormiéres dejó a las Hermanas contiene, entre otros, los siguientes rasgos:

Amor a la Iglesia
Sencillez y humildad
Fe y confianza en la Providencia
Amor al trabajo
Bondad y paciencia
Formar verdaderos discípulos de Cristo
Preferencia por los más pobres y vulnerables de la sociedad

En la actualidad la Congregación de HH del Ángel de la Guarda está presente en: Francia, España, Alemania, Italia, Venezuela, Colombia, Ecuador, Estados Unidos (Los Ángeles), Nicaragua, México, El Salvador, Malí, Guinea Ecuatorial, Costa de Marfil, Japón y Vietnam.

Diversas en las tareas, tenemos un mismo estilo de presencia que configura los rasgos propios del ángel que ilumina, guía, protege, libera... son las raíces donde se alimenta nuestro estilo de evangelizar que nos imprime un sello y un talante peculiar en la manera de ser y estar en nuestra misión.

El 7 de Octubre de 1990 las Hermanas llegan a Lugones formando una Comunidad inserta en la Parroquia de San Félix y colaboran en diversas actividades de pastoral social, En la actualidad continúan realizando estas mismas tareas, en estrecha colaboración con la Parroquia

Si alguien desea más información puede dirigirse a cualquier Hermana de la Comunidad.

A la salida hay unas hojas que os podéis llevar

Además de la Ceremonia de Beatificación en la Catedral, habrá una comida de confraternidad

Los que deseen participar en ella tienen que hacer la inscripción rellenando el impreso que va dentro de la hoja

La fotocopia del resguardo del Banco, la podéis entregar a cualquier Hermana o en la Parroquia, antes del 10 de Febrero

Muchas gracias

2.000 años de historia sacra



El Museo de la Iglesia alberga cerca de 390 piezas de incalculable valor histórico y religioso | Las ocho salas que lo componen ocupan el espacio del antiguo depósito de la granería de la Catedral, activo hasta el año 1835

(El Comercio) En la época en la que los señores cobraban feudos a sus vasallos, la Catedral albergaba en sus entrañas, camino hacia la torre Gótica, el depósito de la granería. Era el lugar donde se depositaba el grano recolectado por los diezmos que cobraba el cabildo. Los mismos granos que utilizaban para hacer el pan que luego se repartía en la Puerta de la Limosna, la que da a la Corrada del Obispo. Estuvo operativo hasta el año 1835.

Un siglo y medio después, el antiguo depósito de grano de la Catedral se convirtió en el Museo de la Iglesia. Se inauguró el 25 de julio de 1990. «Se le otorgó este nombre y no museo Catedralicio ni Diocesano porque iba a combinar elementos propios de la Catedral pero también de las parroquias del concejo. Para unir y abarcar a ambos se le nombró Museo de la Iglesia», explica Agustín Hevia, impulsor del equipamiento y actual canónigo archivero y director del Archivo Histórico y Diocesano.

El museo en sí es una lección de arte religioso. Alberga trescientas ochenta y seis piezas: 175 son parte de la Catedral, 150 de parroquias asturianas y 61 elementos son fruto de diversas donaciones particulares.

La más antigua data del siglo VI y la más moderna de la década de los ochenta, en pleno siglo XX y, entre tanta amplitud cronológica, unas cuantas curiosidades que solo los museos son capaces de ofrecer y este, el de la Iglesia, tiene 2017 años de historia que contar.

Para empezar, nada como el principio. Franquear las puertas del Museo de la Iglesia es dar de bruces con un tenebrario del siglo XVIII. Un candelabro de quince brazos de madera tallada y policromada. «Es de una hechura extraordinaria. Se le encargó a uno de los grandes escultores de la Catedral, Bernardo de la Meana», explica Agustín Hevia. Impresiona su tamaño, solo superado por un facistol de madera de nogal. Esta pieza, de nombre extraño para los profanos, servía para colocar en él los textos litúrgicos de carácter musical. Si la pieza es inmensa en tamaño tiene un motivo: los textos también lo eran.

Entre tanta ostentación de dimensiones llama la atención un pequeño detalle. Unas tejas enclavadas a la pared. A simple vista no tendrían que llamar la atención más allá de preguntar qué hacen ahí. La respuesta la da su historia. Se trata de las tejas que conformaron la techumbre original del monasterio de San Pedro de Villanueva de Cangas de Onís. «Antes de cocerlas, el tejero grabó la fecha en ellas», explica Hevia. En ellas se puede leer: «La era 1261 el Abad Rodrigo concluyó la construcción de la iglesia de San Pedro».

El Museo de la Iglesia se divide en ocho salas. «Aquí predomina lo pedagógico y catequético», matiza su impulsor. Cada una de ellas cuenta con una pieza especial, curiosa, peculiar. Por ejemplo, si quieren saber cómo era realmente el rostro de Alfonso XI el Museo de la Iglesia es el lugar adecuado para redescubrir su efigie. Lo es porque sus paredes albergan una escultura del monarca. «Es el verdadero retrato, refiere su rostro de verdad. Es una de las mejores esculturas que tenemos», presume Agustín Hevia ante el rostro hierático del rey que donó 25.000 maravedíes a la Catedral cuando, en una visita, descubrió que las obras estaban paradas. «El museo tiene un papel importante en el estudio de la historia del arte y para encontrarse sorpresas». Grandes y pequeñas.

Una miniatura única

El arte religioso es un compendio de historia, estética, espiritualidad y subjetividad. Lo justo de cada uno de ellos como para otorgar a cada pieza un significado especial. Para el impulsor de este museo, la suya es una cruz Bizantina del siglo XVI. «La dejó un peregrino como exvoto en la Catedral y hay muy pocas en Occidente», explica Hevia. «Son cruces que los orientales llaman bautismales». La que se expone en el Museo de la Iglesia proviene del Monte Atos, en Grecia.

Siguiendo el recorrido, a través de las ocho salas, llama la atención un imponente arcón de madera que comparte lugar con una imagen de la Virgen que corona la sala. El arcón llegó de Filipinas de mano de un fraile de la orden de los Predicadores que lo cedió a un familiar que residía en Siero y luego éste lo donó a la Catedral.

Un recorrido por un museo en el que los visitantes se pueden entretener buscando la cara del mismísimo Cid Campeador o disfrutar de la belleza de piezas únicas como un díptico bizantino del siglo VI. Es la más antigua y también «la más hermosa».

martes, 24 de enero de 2017

El sacerdocio de Cristo según el Papa Francisco

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(Homilía del Lunes de la II semana del tiempo ordinario)

Jesús es el Sumo Sacerdote. Y el sacerdocio de Cristo es la gran maravilla, la más gran maravilla que nos hace cantar un cántico nuevo al Señor, como dice el Salmo responsorial (Sal 97).

El sacerdocio de Cristo se desarrolla en tres momentos. El primero es la Redención: mientras los sacerdotes de la Antigua Alianza tenían que ofrecer sacrificios cada año, Cristo se ofreció a sí mismo, una vez para siempre, por el perdón de los pecados. Con esta maravilla, nos ha llevado al Padre y recreado la armonía de la creación. La segunda maravilla es la que el Señor hace ahora, o sea, rezar por nosotros: mientras nosotros rezamos aquí, Él reza por nosotros, por cada uno, ahora vivo, ante el Padre, intercediendo para que la fe no decaiga: cuántas veces se pide a los sacerdotes que recen porque sabemos que la oración del sacerdote tiene cierta fuerza, precisamente en el sacrificio de la Misa. La tercera maravilla será cuando Cristo vuelva, pero esa tercera vez sin ninguna relación al pecado, sino para hacer el Reino definitivo, cuando nos llevará a todos con el Padre. Está pues la gran maravilla, el sacerdocio de Jesús, en tres etapas —en la que perdona los pecados una vez para siempre; en la que intercede ahora por nosotros; y la que sucederá cuando vuelva—, pero también está lo contrario, la imperdonable blasfemia. Es duro oír a Jesús decir esas cosas, pero Él lo dice, y si Él lo dice es verdad. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres —y sabemos que el Señor perdona todo si abrimos un poco el corazón, ¡todo!—: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.

La gran unción sacerdotal de Jesús la hizo el Espíritu Santo en el seno de María, y los sacerdotes, en la ceremonia de ordenación, son ungidos con el óleo. También Jesús, como Sumo Sacerdote, recibió esa unción. ¿Y cuál fue la primera unción? La carne de María con la obra del Espíritu Santo. Y el que blasfema sobre esto, blasfema sobre el fundamento del amor de Dios, que es la redención, la re-creación; blasfema sobre el sacerdocio de Cristo. Pero, ¿a quién no perdona el Señor? – ‘No! ¡El Señor lo perdona todo! Pero quien dice esas cosas está cerrado al perdón. ¡No quiere ser perdonado! ¡No se deja perdonar! Esto es lo feo de la blasfemia contra el Espíritu Santo: no dejarse perdonar, porque niega la unción sacerdotal de Jesús, que hizo el Espíritu Santo.

En resumen, las grandes maravillas del sacerdocio de Cristo y la imperdonable blasfemia, no porque el Señor no quiera perdonar a todos sino porque se está tan cerrado que no se deja perdonar: es la blasfemia contra esa maravilla de Jesús. Hoy nos hará bien, durante la Misa, pensar que aquí en el altar se hace memoria viva —porque Él estará presente ahí— del primer sacerdocio de Jesús, cuando ofrece su vida por nosotros; está también la memoria viva del segundo sacerdocio, porque Él rezará aquí; y también en esta Misa —lo diremos después del Padrenuestro— está aquel tercer sacerdocio de Jesús, cuando vuelva, que es nuestra esperanza de la gloria. En esta Misa pensemos en estas cosas bonitas. Y pidamos la gracia al Señor de que nuestro corazón no se cierre nunca —¡no se cierre nunca!— a esta maravilla, a esta gran gratuidad.

El Papa Francisco nombra prelado del Opus Dei a Mons. Fernando Ocáriz

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(www.opusdei.es)

A última hora de la tarde de ayer, el Papa Francisco ha nombrado prelado del Opus Dei a Mons. Fernando Ocáriz Braña. El Santo Padre ha confirmado la elección realizada por el tercer congreso electivo de la prelatura en este mismo día.

Con este nombramiento, Mons. Fernando Ocáriz, que hasta el momento era vicario auxiliar del Opus Dei, se convierte en el tercer sycesor de San Josemaría al frente de la prelatura, tras el fallecimiento de Mons. Javier Echevarría, el pasado 12 de diciembre.

Mons. Fernando Ocáriz nació en París, el 27 de octubre de 1944, hijo de una familia española exiliada en Francia por la Guerra Civil (1936-1939). Es el más joven de 8 hermanos.

Es licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad de Barcelona (1966) y en Teología por la Pontificia Universidad Lateranense (1969). Obtuvo el doctorado en Teología, en 1971, en la Universidad de Navarra. Ese mismo año fue ordenado sacerdote. En sus primeros años como presbítero se dedicó especialmente a la pastoral juvenil y universitaria.

Es consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe (desde 1986) y de otros dos organismos de la Curia romana: Congregación para el Clero (2003) y Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización (2011). En 1989 ingresó en la Pontificia Academia Teológica. En la década de los ochenta, fue uno de los profesores que iniciaron la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (Roma), donde fue profesor ordinario (ahora emérito) de Teología Fundamental.

Entre sus publicaciones teológicas destacan libros sobre cristología, comoThe mystery of Jesus Christ: a Christology and Soteriology textbook; Hijos de Dios en Cristo. Introducción a una teología de la participación sobrenatural. Otros volúmenes tratantemas de índole teológica y filosófica como Amar con obras: a Dios y a los hombres; Naturaleza, gracia y gloria, con prefacio del cardenal Ratzinger. En 2013 se publicó un libro entrevista de Rafael Serrano bajo el título Sobre Dios, la Iglesia y el mundo. Entres sus obras hay dos estudios de filosofía: El marxismo: teoría y práctica de una revolución; Voltaire: Tratado sobre la tolerancia. Además, es coautor de numerosas monografías, y autor de numerosos artículos teológicos y filosóficos.

Desde 1994 es vicario general del Opus Dei y en 2014 fue nombrado vicario auxiliar de la prelatura. Durante los últimos 22 años ha acompañado al anterior prelado, Mons. Javier Echevarría, en sus visitas pastorales a más de 70 naciones. En los años 60, siendo estudiante de Teología, convivió en Roma con San Josemaria Escrivá, fundador del Opus Dei. Desde joven es aficionado al tenis, deporte que sigue practicando.

En los próximos días, el nuevo prelado propondrá a los congresistas los nombres de sus vicarios, así como el de los demás nuevos miembros de los consejos que le asistirán durante los próximos 8 años.

lunes, 23 de enero de 2017

De encontronazos entre párroco y feligreses, o que se fastidie el capitán que yo no como rancho. Por Jorge Glez. Guadalix

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Nadie es billete de cien euros que a todos viene bien. Los curas no somos una excepción. A unos les caemos bien, a otros mal, y para otros somos del todo indiferentes. Para la inmensa mayoría de los fieles no pasamos de ser sus sacerdotes, con nuestras pequeñas o grandes manías, pero que, salvo casos extremos, son perfectamente soportables.

Alguna vez, no hay más remedio, puede ocurrir que haya algún encontronazo con un feligrés o una familia en concreto. Bien porque el feligrés pedía lo que no puede ser y además es imposible, bien porque ese día el señor cura párroco se había levantado con el pie izquierdo y andaba para pocas bromas. El caso es que se produce choque de trenes y, desgraciadamente, la cosa se pone fea.

Comprendo que, en esos casos, sobre todo si la pelotera ha sido solemne, para el susodicho feligrés no sea de especial agrado acudir a esa reunión del párroco donde un grupito se encuentra para hablar de la Palabra de Dios o preparar el día de la parroquia. Incluso llego a comprender, en casos especiales sin entrar en más detalles, que ese feligrés se encuentre más cómodo en la misa de D. Fulano que en la de D. Mengano, que somos así de humanos unos y otros. Lo que me resulta más chusco es que el feligrés decida mostrar su enfado con el párroco tirando piedras contra su propio tejado, castigando a la parroquia o alejándose de Dios, pero en esto la complejidad del ser humano es infinita.

Pongo casos de una y otra. Y perdón si en alguna respuesta sale el cura borde. Ya digo que aquí perfectos solo Dios y un señor que acabo de descubrir en Murcia.Anécdotas.

Doña Fulanita ha decidido que no vuelve a misa, ni a confesar, ni a rezar. Mientras sea párroco don Fulano, no vuelvo a misa. Ni en mi parroquia ni en ninguna. Hace bien. Y el día que Dios Padre le pregunte por su vida que le diga que la culpa fue del párroco.

En aquella parroquia un servidor era administrador del cementerio parroquial. Las familias que allí tenían enterrados sus difuntos pagaban una pequeña cuota anual de mantenimiento. En una de las subidas de cuota, y digo era cuota mínima, unas familias me dijeron: ”¿y si dejamos de pagar el cementerio qué pasa?” Mi respuesta: “yo tengo a mis difuntos en otro cementerio, si ustedes prefieren tener a los suyos en un camposanto abandonado, de cualquier manera, es su problema”.

Otra vez me ocurrió en esta parroquia. Estábamos comenzando las obras de construcción del nuevo templo: “me daré de baja en la aportación mensual que hago para pagar el préstamo de la construcción de la parroquia”. Sin problema.En mi pueblo tenemos una magnífica iglesia pagada y yo tengo mi casa. Si ustedes prefieren seguir en el prefabricado toda la vida, yo no tengo nada que objetar.

Gente hay en la parroquia, de misa semanal e incluso diaria, que no quiere ni pisar la capilla de la adoración perpetua. Otros que tenían turno fijo, lo han dejado. La razón, la misma. La adoración perpetua es algo que promueve el párroco, el párroco no me cae bien o he tenido un encontronazo, pues dejo de acudir a la capilla. Es decir, que me enfado con el párroco y lo pago con Dios, o mejor lo pago conmigo mismo que renuncio a ese tiempo de oración con el Señor.

Lo pago con Dios o con la Virgen de Fátima. Porque en unos días comenzamos en la parroquia una misión mariana con la Virgen de Fátima que, entre otras cosas, recorrerá los hogares de aquellas familias que así lo deseen. Una familia nos ha dicho que no quieren que la Virgen vaya a su casa porque el párroco no les cae bien.Que digo yo que qué tendrá que ver la Virgen de Fátima.

Pues eso, que sin remedio.

Santa Mariana de Molokai

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(Rel.) Nació el 23 de enero de 1838 en Heppenheim, Alemania, y fue bautizada con el nombre de Bárbara. Con un año de edad, sus padres labradores y católicos hasta la médula emigran a Estados Unidos y se establecen en Nueva York. Allí estudia en una escuela católica para niños pobres. Tuvo una infancia difícil, al ser la primogénita y tener que cuidar de sus padres minusválidos y de tres hermanos pequeños. Muy joven entró a trabajar a una fábrica, donde se convirtió en una líder por su carisma para organizar, exigir y cumplir sus deberes. A los 15 años quiso seguir su vocación religiosa, que no tenía clara aún, pero la situación familiar le obligó a esperar. Aprovechó este tiempo forjando su alma en la oración y la atención a los necesitados. Al fin, con 24 años cumplidos, tomó el hábito de las Hermanas de San Francisco de Filadelfia con el nombre de Mariana, y se dedica, como las demás religiosas, a la enseñanza y la asistencia de los pobres. Trabajó con inmigrantes, sobre todo alemanes, dándoles oportunidad de inserción en la sociedad. En 1873, con solo 35 años fue elegida Superiora General, trabajando por los necesitados, por las vocaciones y sobre todo por los enfermos, las madres solteras, los parias y olvidados de la sociedad. Hasta 50 hospitales se llegaron a abrir en los Estados Unidos durante su fecunda labor.

A los 45 años, en pleno rendimiento, según el mundo, se ofrece como enfermera para auxiliar a los leprosos de Molokai, cuando muchas religiosas y enfermeras se negaron a ir allí. En Maui funda un hospital y se entrega totalmente a los pobres leprosos, siendo más que una enfermera, una madre. “Solo por Dios” era su lema, cuando la tentaban la repugnacia y el miedo al contagio. En 1888 se cierra su hospital y junto a todos los leprosos tiene que trasladarse a Molokai, donde estaba ya enfermo el ángel de los leprosos, San Damián de Molokai (15 de abril y 10 de mayo). Trabajaron juntos hasta 1889, cuando el santo falleció. Ella le sucedió en su labor evangelizadora y social por los leprosos. Escribió, exigió y clamó por los abandonados, sacudiendo las conciencias de los estadounidenses, logrando incluso que otras religiosas se ofreciesen para ayudarla. Plantó huertos, exigió medicamentos y derechos, construyó un colegio, ayudó en la iglesia de Santa Filomena y además, construyó otro hospital solo para las mujeres, para preservarlas y cuidar su dignidad. Enseñó a trabajar a los que podían, devolviéndoles la dignidad hurtada.

La Madre (como le llamaban) Mariana murió en Kalaupapa, el 9 de agosto de 1818, a los 80 años de edad, luego de más de 30 sirviendo a los enfermos. Fue sepultada entre sus amados leprosos. Benedicto XVI la beatificó en 2005 y la canonizó en 2012.

sábado, 21 de enero de 2017

Evangelio Domingo III del Tiempo Ordinario

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Lectura del Santo Evangelio según san Mateo (4,12-23):

AL enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retirá a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló». Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos,porque está cerca el reino de los cielos». Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.
Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

Palabra del Señor

Curaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Por Raniero Cantalamesa


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El pasaje del Evangelio del tercer domingo del tiempo ordinario concluye con las palabras: «Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo». Cerca de un tercio del Evangelio se ocupa de las curaciones obradas por Jesús durante el breve tiempo de su vida pública. Es imposible eliminar estos milagros o darles una explicación natural sin desmembrar todo el Evangelio y hacerlo incomprensible.

Los milagros en el Evangelio tienen características inconfundibles. Jamás están para sorprender o para ensalzar a quien los realiza. Hoy algunos se dejan encantar al oír a ciertos personajes que dicen poseer poderes de levitación, de hacer aparecer o desaparecer objetos y cosas por el estilo. ¿A quién sirve este tipo de milagro, suponiendo que sea tal? A nadie, o sólo a uno mismo para ganar adeptos y dinero.

Jesús realiza milagros por compasión, porque ama a los demás: hace milagros también para ayudarles a creer. Obra curaciones para anunciar que Dios es el Dios de la vida y que al final, junto a la muerte, también la enfermedad será vencida y «ya no habrá luto ni llanto».

Jesús no es el único que sana, sino que ordena a sus apóstoles hacer lo mismo detrás de Él: «Les envió a anunciar el Reino de Dios y a curar a los enfermos» (Lc 9,2); «Predicad que el reino de los cielos está cerca. Curad a los enfermos» (Mt 10,7 s.). Encontramos siempre las dos cosas a la vez: predicar el Evangelio y curar a los enfermos. El hombre tiene dos medios para intentar superar sus enfermedades: la naturaleza y la gracia. Naturaleza indica la inteligencia, la ciencia, la medicina, la técnica; gracia indica el recurso directo a Dios, a través de la fe, la oración y los sacramentos. Estos últimos son los medios que la Iglesia tiene a disposición para «curar a los enfermos».

Lo malo empieza cuando se busca una tercera vía: la de la magia, la que hace palanca en pretendidos poderes ocultos de la persona que no se basan ni en la ciencia ni en la fe. En este caso o estamos ante pura charlatanería o --peor--- ante la acción del enemigo de Dios. No es difícil distinguir cuándo se trata de un verdadero carisma de curación y cuándo de su falsificación en la magia. En el primer caso, la persona jamás atribuye a poderes propios los resultados obtenidos, sino a Dios; en el segundo, la gente no hace más que alardear de sus pretendidos «poderes extraordinarios». Cuando por ello se leen anuncios del tipo: mago tal de no sé quién «llega donde otros fracasan», «resuelve problemas de todo tipo», «poderes extraordinarios reconocidos», «expulsa demonios, aleja el mal de ojo», no hay que dudar ni un instante: son grandes engaños. Jesús decía que los demonios se expulsan «con ayuno y oración», ¡no vaciando el bolsillo de la gente!

Pero debemos hacernos otra pregunta: ¿y quien no se cura? ¿Qué pensar? ¿Qué no tiene fe, que Dios no le ama? Si la persistencia de una enfermedad fuera señal de que una persona carece de fe o del amor de Dios por ella, habría que concluir que los santos eran los más pobres de fe y los menos amados de Dios, porque los hay que pasaron toda la vida postrados. No; la respuesta es otra. El poder de Dios no se manifiesta sólo de una manera -eliminando el mal, curando físicamente--, sino también dando la capacidad, y a veces hasta el gozo, de llevar la propia cruz con Cristo y completar lo que falta a sus padecimientos. Cristo redimió también el sufrimiento y la muerte: ya no es signo del pecado, participación en la culpa de Adán, sino instrumento de redención.

viernes, 20 de enero de 2017

El Papa invita en la misa de la Casa Santa Marta a «rechazar las estupideces del mundo»


(Rel.) En la homilía de este viernes en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco abordó dos temas muy presentes siempre en su predicación. La condena del espíritu mundano y la certeza del perdón de Dios a quien se arrepiente.

Según informa Álvaro de Juana en Arciprensa, el Papa Francisco reflexionó sobre el cambio de mentalidad y de corazón que se dan cuando uno conoce a Cristo, e invitó a rechazar la mundanidad y las “estupideces del mundo” y recordó que cuando Dios perdona siempre “olvida”.

En la homilía en la Misa en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco afirmó: “El sello de esta alianza de esta fidelidad, ser fiel a este trabajo que el Señor nos hace para cambiarnos de mentalidad, para cambiarnos el corazón. Los profetas decían: ‘Pero el Señor cambiará tu corazón de piedra en corazón de carne’. Cambiar el corazón, cambiar la vida, no pecar más y no hacer recordar al Señor lo que ha olvidado con nuestros pecados de hoy, y cambiar la pertenencia: nunca pertenecer a la mundanidad, al espíritu del mundo, a las estupideces del mundo, solo al Señor”.

El Pontífice comentó en esta ocasión la primera lectura de la liturgia del día en la se habla de la recreación de Dios en Jesucristo. “Esta alianza nueva tiene sus características”, sostuvo. “La ley del Señor no es un modo de actuar exterior” sino que “nos cambia la mentalidad, hay un cambio de corazón, un cambio de sentir, de modo de actuar”, un “modo diverso de ver las cosas”, explicó.

“Pensemos en los doctores de la ley que perseguían a Jesús. Estos hacían todo, todo lo que estaba prescrito por la ley, tenían el derecho en la mano, todo, todo, todo. Pero su mentalidad era una mentalidad alejada de Dios. Era una mentalidad egoísta, centrada en ellos mismos: su corazón era un corazón que condenaba, siempre condenando. La Nueva Alianza nos cambia el corazón y nos cambia la mente. Hay un cambio de mentalidad”.

La "mala memoria" de Dios
Francisco recordó que Dios no se acuerda de los pecados del hombre una vez que este se arrepiente. “Hay veces que me gusta pensar, un poco bromeando con el Señor: ‘¡Tú no tienes buena memoria!’.

“Él olvida, porque perdona. Ante un corazón arrepentido, perdona y olvida: ‘Lo olvidaré, no recordaré sus pecados’. Pero también esto es una invitación a no hacer recordar al Señor los pecados, es decir, a no pecar más: ‘Tú me has perdonas, tú has olvidado, pero yo tengo que...’. Un cambio de vida, la Nueva Alianza me renueva y me hace cambiar la vida, no solo la mentalidad y el corazón, sino la vida. Vivir así: sin pecado, alejado del pecado. Esta es la recreación. Así el Señor nos recrea a todos nosotros”.

El Santo Padre recordó que para el cristiano “los otros dioses no existen”, “son estupideces”. “Cambio de mentalidad, cambio de corazón, cambio de vida y cambio de pertenencia”, añadió. Esta es “la recreación que el Señor hace más maravillosamente que la primera creación”.

Orar con el Salmo del Día

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Sal 84,8.10.11-12.13-14

R/. La misericordia y la fidelidad se encuentran.

V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.
La salvación está cerca de los que lo teman
y la gloria habitará en nuestra tierra.

V/. La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra
y la justicia mira desde el cielo.

V/. El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

Carta semanal del Sr. Arzobispo

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La unidad genera creyentes

Fue una de las oraciones de Jesús que nos ha recogido el evangelio de San Juan, en el contexto de aquella Última Cena de confidencias y emociones ante el drama que se avecinaba: “Padre, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea” (Jn 17,21). La unidad que había entre el Padre Dios y el Hijo Jesús es la que el Maestro deseaba mirando el horizonte de la historia toda, para que tal testimonio pudiera suscitar la fe a los que se anunciaba la Buena Nueva. Pero cuando vemos los dos mil años de cristianismo, lamentablemente no podemos decir que esa oración pedida por Jesús haya encontrado en los cristianos la acogida deseada sino tantas veces la ruptura una y otra vez escenificada.

Acabamos de empezar la semana de oración por la unidad de los cristianos. Este año coincide con la conmemoración del 5º centenario del comienzo del luteranismo, cuando Martin Lutero clavó sus célebres noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg. Era el inicio de la división del cristianismo en Occidente. Como ha dicho la Comisión Episcopal de relaciones interconfesionales, “el consenso al que se ha llegado para poder conmemorar juntos este aniversario es que sea una celebración de Cristo y de su obra reconciliadora. En este sentido, se invita a las distintas Iglesias y comunidades eclesiales a dar gracias a Dios por los dones espirituales y teológicos de la Reforma, pero también al arrepentimiento por la división causada y mantenida en el Cuerpo de Cristo y los demás pecados cometidos, y a fortalecer nuestro testimonio común del Evangelio de la misericordia en el mundo y nuestro compromiso de caminar juntos en el futuro”.

El lema escogido para esta semana de oración, se inspira en un texto de la 2ª carta de San Pablo a los Corintios: “Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia”. Sí, todo amor es apremiante, aviva el deseo que no nace de la prisa sino del afecto que bien quiere. Este amor que nace del corazón del Señor quiere que vivamos reconciliados superando lo que nos ha hecho extraños, rivales e inmisericordes por nuestros pecados que han falseado la verdad, han roto la esperanza y han empañado la verdadera caridad cristiana.

Pero no sólo se ha vivido la división por las ideas e interpretaciones en tiempos pasados, sino que en nuestros días además de los esfuerzos reales por una comunión reconciliada, asistimos a un escenario común que nos pone a todos los cristianos ante la prueba del martirio. Como han dicho los obispos de la Comisión Episcopal citada, “hoy muchos de los que padecen el terrorismo, la violencia y la guerra son cristianos de distintas confesiones que viven en regiones que fueron la cuna del cristianismo, en las que durante siglos hubo una convivencia pacífica y mutuamente enriquecedora entre personas de distintas religiones. Es el ecumenismo de la sangre del que habla el papa Francisco. El siglo pasado fue un siglo de mártires, un siglo de testigos de la misericordia en un mundo inmisericorde, de inocentes que entregaron su vida como el Cordero sin mancha que quita el pecado del mundo. Los totalitarismos ateos del siglo XX, negando a Dios socavaban a la vez la dignidad de todo ser humano. Hoy esas mismas amenazas renacen en la forma de nihilismo y de un fanatismo disfrazado de religión”.

Nos unimos a esta intención de rezar por la unidad entre cristianos, siendo fuertes y creativos ante otras amenazas que quebrantan la verdad, la bondad y la belleza de la vida a las que Dios nos llamó como testigos de su Buena Noticia.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

jueves, 19 de enero de 2017

Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales de la CEE con motivo de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2017

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«Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia» (cf. 2 Corintios 5, 14-20)

La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de 2017 tiene lugar en el año en que se conmemora el 500 aniversario de la Reforma. Según muchas crónicas, el 31 de octubre de 1517 el monje agustino alemán Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, dando así inicio a un proceso que llevó tristemente a la división del cristianismo occidental. La conmemoración de este acontecimiento se ha venido preparando desde hace ya varios años, sobre todo por parte de la Iglesia evangélica de Alemania, que ha querido también involucrar a sus interlocutores ecuménicos, incluida la Iglesia católica. El consenso al que se ha llegado para poder conmemorar juntos este aniversario es que sea una celebración de Cristo y de su obra reconciliadora. En este sentido, se invita a las distintas Iglesias y comunidades eclesiales a dar gracias a Dios por los dones espirituales y teológicos de la Reforma, pero también al arrepentimiento por la división causada y mantenida en el Cuerpo de Cristo y los demás pecados cometidos, y a fortalecer nuestro testimonio común del Evangelio de la misericordia en el mundo y nuestro compromiso de caminar juntos en el futuro. Una de las notas más destacables de este centenario es que tiene lugar por primera vez en una época ecuménica, después de años de diálogo y de varios acuerdos teológicos alcanzados en temas importantes, habiéndose hecho un importante esfuerzo por dejar atrás la mutua desconfianza y las lecturas parciales y tendenciosas de la historia. Por todo esto, los católicos somos invitados a conmemorar conjuntamente este aniversario con nuestros hermanos de las Iglesias y comunidades eclesiales surgidas de la Reforma.

Por otro lado, la labor de la Comisión Luterano – Católico Romana sobre la Unidad se ha plasmado en el documento Del conflicto a la comunión, conmemoración conjunta luterano – católico romana de la Reforma en el 2017, que tiene un anexo con una propuesta para una Oración común. El trabajo de esta Comisión y los documentos que ha promulgado han sido el marco que ha impulsado y dado forma al reciente viaje apostólico del papa Francisco a Suecia, en el que, en la catedral luterana de Lund, el papa y el obispo Munib Yunan, presidente de la Federación Luterana Mundial, firmaron el pasado 31 de octubre una declaración conjunta que afirmaba, entre otras cosas, lo siguiente:

Aunque estamos agradecidos profundamente por los dones espirituales y teológicos recibidos a través de la Reforma, también reconocemos y lamentamos ante Cristo que luteranos y católicos hayamos dañado la unidad visible de la Iglesia. Las diferencias teológicas estuvieron acompañadas por el prejuicio y por los conflictos, y la religión fue instrumentalizada con fines políticos. Nuestra fe común en Jesucristo y nuestro bautismo nos pide una conversión permanente, para que dejemos atrás los desacuerdos históricos y los conflictos que obstruyen el ministerio de la reconciliación. Aunque el pasado no puede ser cambiado, lo que se recuerda y cómo se recuerda puede ser trasformado. Rezamos por la curación de nuestras heridas y de la memoria, que nublan nuestra visión recíproca. Rechazamos de manera enérgica todo odio y violencia, pasada y presente, especialmente la cometida en nombre de la religión. Hoy escuchamos el mandamiento de Dios de dejar de lado cualquier conflicto. Reconocemos que somos liberados por gracia para caminar hacia la comunión, a la que Dios nos llama constantemente.

En este espíritu celebramos este año la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, esa cita anual que nos damos los creyentes en Cristo para orar por la plena unidad visible de la Iglesia según el deseo del Señor. Los materiales de este año, propuestos a todos los creyentes en Cristo por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Comisión «Fe y Constitución» del Consejo Mundial de Iglesias, han sido elaborados inicialmente por un grupo alemán que se ha inspirado en un pasaje del capítulo quinto de la segunda carta de san Pablo a los Corintios (2 Co 5,14-20). En este texto el Apóstol habla de la obra reconciliadora de Dios por medio de la muerte de Jesucristo y del cambio que se produce en los que viven «en Cristo» que se transforman en una nueva criatura, de la gracia e iniciativa de Dios y del amor de Cristo que nos apremia a ser embajadores de reconciliación. Es un pasaje denso y de hondo significado teológico y espiritual, que se nos va desgranando en las meditaciones propuestas para cada día del Octavario, de modo que podamos acoger y vivir esta buena noticia de la reconciliación con Dios y entre nosotros.

Los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales, al servicio de los obispos de las diócesis españolas, ponemos a su disposición estos materiales que se nos proponen y que están pensados para ser utilizados durante el Octavario, pero también a lo largo de todo el año, tanto en la oración personal, como en la plegaria comunitaria.

El año transcurrido ha estado repleto de acontecimientos ecuménicos en la Iglesia universal, lo que demuestra que la unidad de los cristianos es una de las prioridades del papa Francisco. Entre ellos podemos mencionar el viaje del Santo Padre a la isla griega de Lesbos el pasado mes de abril, recibido por su santidad Bartolomé, patriarca ecuménico de Constantinopla; su viaje a Armenia en el mes de junio, participando en la divina liturgia en Echmiadzín y firmando una declaración conjunta con su santidad Karekin II, patriarca supremo y catholicós de todos los armenios; su difícil viaje a Georgia en el mes de septiembre y el encuentro con su santidad y beatitud Elías II, catholicós y patriarca de toda Georgia. De los seis viajes apostólicos del papa Francisco fuera de Italia en 2016, cinco tuvieron un marcado carácter ecuménico. Junto a estos viajes, en el año pasado también han visto la luz importantes documentos, con frecuencia fruto del trabajo de muchos años, como el de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, titulado: «Hacia una comprensión común de la sinodalidad y la primacía al servicio de la unidad de la Iglesia». También cabe señalar la declaración conjunta de anglicanos y católicos a favor de un «ecumenismo audaz y real» firmada por el papa Francisco y su gracia Justin Welby, arzobispo de Canterbury, en la Iglesia romana de san Andrés y san Gregorio en el Monte Celio el pasado 5 de octubre.

De todos estos acontecimientos y documentos del año pasado, queremos destacar dos que nos parecen de mucha importancia a la hora de indicar un camino para el futuro. Uno de ellos es el encuentro del papa Francisco con el patriarca Kiril en La Habana el pasado 12 de febrero. Más allá de la declaración conjunta que se firmó, este primer encuentro oficial entre el sucesor de Pedro y el patriarca de Moscú y de todas las Rusias constituye un sólido fundamento para nuestra esperanza de que el restablecimiento de la plena comunión con las Iglesias ortodoxas esté más próximo. Es también digno de nota el hecho de que uno de los motivos principales que llevó a organizar este encuentro entre el papa Francisco y el patriarca Kiril fue la persecución que están sufriendo los cristianos en muchos países.

El segundo acontecimiento ha sido la celebración tan esperada y preparada durante muchos años del «Santo y Gran Concilio de la Iglesia Ortodoxa» en Creta el pasado mes de junio. Los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales felicitamos a nuestras Iglesias hermanas por la celebración de esta importante reunión que concreta y hace visible la sinodalidad de toda la Iglesia. Los documentos promulgados por este Concilio, especialmente el que trata «las relaciones de la Iglesia ortodoxa con el resto del mundo cristiano», nos impulsan a comprometernos con más fuerza en los diálogos ecuménicos en sus distintos niveles para llegar pronto a un mutuo reconocimiento de la validez de los sacramentos y del ministerio eclesial.

En el ámbito del diálogo interreligioso que tanta importancia tiene en nuestro mundo globalizado y lleno de conflictos, nos limitamos a destacar la trascendencia de la «Jornada de Oración por la Paz» que se celebró el pasado 20 de septiembre en Asís, convocada por el papa Francisco con el lema: «Sed de paz. Religiones y culturas en diálogo». Este encuentro interreligioso se ha celebrado en lo que se ha venido a llamar «el espíritu de Asís», que inició proféticamente san Juan Pablo II cuando convocó hace 30 años en la ciudad de san Francisco a los líderes religiosos para rezar por la paz y que el papa Benedicto XVI también impulsó en 2011, a los 25 años del primer encuentro, volviendo a convocarlo con el lema «peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz». La Jornada del pasado mes de septiembre tuvo dos momentos destacados: la oración ecuménica en la basílica inferior de san Francisco y el encuentro interreligioso en la plaza delante de la basílica. En ellos el papa Francisco habló del «paganismo de la indiferencia» que hace que apeguemos el grito de socorro de las víctimas de las guerras y de la violencia, su sed, con la misma frialdad con la que se cambia el canal de la televisión. Afirmó que «solo la paz es santa. ¡Solo la paz es santa, no la guerra!». En el llamamiento que firmaron los representantes religiosos presentes en el encuentro se afirma lo siguiente:

Quien invoca el nombre de Dios para justificar el terrorismo, la violencia y la guerra, no sigue el camino de Dios: la guerra en nombre de la religión es una guerra contra la religión misma. Con total convicción, reafirmamos por tanto que la violencia y el terrorismo se oponen al verdadero espíritu religioso.

Hacemos nuestras estas palabras del llamamiento firmado en Asís el pasado 20 de septiembre y que nos animan a intensificar el diálogo interreligioso también en España. Hoy, muchos de los que padecen el terrorismo, la violencia y la guerra son cristianos de distintas confesiones que viven en regiones que fueron la cuna del cristianismo, en las que durante siglos hubo una convivencia pacífica y mutuamente enriquecedora entre personas de distintas religiones. Es el «ecumenismo de la sangre» del que habla el papa Francisco. El siglo pasado fue un siglo de mártires, un siglo de testigos de la misericordia en un mundo inmisericorde, de inocentes que entregaron su vida como el Cordero sin mancha que quita el pecado del mundo. Los totalitarismos ateos del siglo XX, negando a Dios socavaban a la vez la dignidad de todo ser humano. Hoy esas mismas amenazas renacen en la forma de nihilismo y de un fanatismo disfrazado de religión. Mientras hacemos un llamamiento para que cese la persecución de los cristianos y para que se haga todo lo posible para socorrer y ayudar a estos hermanos nuestros que sufren en sus regiones, también animamos a que abramos el corazón y nuestras casas a la acogida generosa de las personas y familias que huyen de la guerra y de la violencia.

¡Que esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2017 impulse nuestro camino hacia la plena unidad visible de la única Iglesia de Cristo y nuestro compromiso a favor de la paz!

Los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales

Enero 2017

miércoles, 18 de enero de 2017

Del Oficio de lecturas del día

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De la Constitución dogmática Lumen géntium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano segundo
(Núms. 2. 16)

YO SALVARÉ A MI PUEBLO

El Padre eterno, por un libérrimo y misterioso designio de su sabiduría y de su bondad, creó el mundo universo, decretó elevar a los hombres a la participación de la vida divina y, caídos por el pecado de Adán, no los abandonó, sino que les otorgó siempre los auxilios necesarios para la salvación, en atención a Cristo redentor, que es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura. El Padre, desde toda la eternidad, conoció a los que había escogido y los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos.

Determinó reunir a cuantos creen en Cristo en la santa Iglesia, la cual fue ya prefigurada desde el origen del mundo y preparada admirablemente en la historia del pueblo de Israel y en el antiguo testamento, fue constituida en los últimos tiempos y manifestada por la efusión del Espíritu y se perfeccionará gloriosamente al fin de los tiempos. Entonces, como se lee en los santos Padres, todos los justos descendientes de Adán, desde Abel el justo hasta el último elegido, se congregarán delante del Padre en una Iglesia universal.

Por su parte, todos aquellos que todavía no han recibido el Evangelio están ordenados al pueblo de Dios por varios motivos.

Y en primer lugar aquel pueblo a quien se confiaron las alianzas y las promesas y del que nació Cristo según la carne; pueblo, según la elección, amadísimo a causa de los padres: porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables.

Pero el designio de salvación abarca también a todos los que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que, confesando profesar la fe de Abraham, adoran con nosotros a un solo Dios, misericordioso, que ha de juzgar a los hombres en el último día. Este mismo Dios tampoco está lejos de aquellos otros que entre sombras e imágenes buscan al Dios desconocido, puesto que es el Señor quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas, y el Salvador quiere que todos los hombres se salven.

Pues los que inculpablemente desconocen el Evangelio y la Iglesia de Cristo pero buscan con sinceridad a Dios y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con sus obras la voluntad divina, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. Y la divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a aquellos que, sin culpa por su parte, no han llegado todavía a un expreso conocimiento de Dios y se esfuerzan, con la gracia divina, en conseguir una vida recta.

La Iglesia considera que todo lo bueno y verdadero que se da entre estos hombres es como una preparación al Evangelio y que es dado por aquel que ilumina a todo hombre para que al fin tenga la vida.

RESPONSORIO Cf. Ef 1, 9-10; Col 1, 19-20

R. Dios había proyectado que, cuando llegase el momento culminante, todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,* las del cielo y las de la tierra.
V. En él quiso Dios que residiera toda plenitud, y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas.
R. Las del cielo y las de la tierra.

ORACIÓN.
Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente las súplicas de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida transcurran en tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

Menos bodas ¡A Dios gracias!. Por Rodrigo Huerta Migoya

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Dicen que las bodas por la Iglesia en España nunca habían alcanzado los índices tan bajos y que en estos días la prensa ha dado a conocer, donde éstas representan apenas un 22% del total. Ante tales resultados cada cuál ha sacado su conclusión: fatalista, pesimista, revanchista... pero personalmente me siento optimista y creo que es una noticia alentadora para todos los que formamos la Iglesia en España. Y me explico:

Han sido muchas las celebraciones en las cuales ayudando a mi párroco he podido contemplar el panorama tan peculiar de las bodas de hoy en día, donde se respira de todo menos piedad. Nunca he tenido una sensación igual. Qué dolor celebrar la eucaristía del sacramento nupcial en el cual sólo el fotógrafo (tampoco es lo normal) y yo respondíamos al sacerdote; y donde "se pasa de todo..." Pero lo más doloroso fue en una ocasión en que el celebrante bajó del presbiterio con el copón y no sólo no comulgó nadie, sino que además los invitados profirieron una carcajada general como afirmación precisa de la categoría de los presentes. ¡Pobre Señor¡, vuelven a escupirte y vestirte de purpura ante la impotencia de los que miramos sin saber cómo evitarlo.

 ¿Se puede evitar? quiero pensar que sí, pero algo falla. Esta claro que en el expediente matrimonial previo (si se hace debidamente) mienten por activa y por pasiva; el cursillo prematrimonial les entra por un sitio y les sale por otro; el ensayo, la confesión y la preparación con el párroco ya ni digamos... por tanto, si ni aún así vemos resultados ¿que hacer tras tanta faena y farsa sin sacar nada en limpio?... pues volver a empezar, "y por tu palabra echar las redes".

Creo que los novios nunca han cuidado tanto cada detalle como ahora; lo que equivale a que nunca habían perdido tan de vista lo que realmente se vive y lo que significa el compromiso que realizan ante Dios. Nuestros abuelos iban a su boda casi con lo puesto y ahí están todos con medio siglo de convivencia o más, y, sin embargo, muchísimos de los enlaces actuales tienen una duración casi efímera, cuando se sabe que por cada matrimonio hay dos divorcios en España.

Por tanto, para hacer el "paripé" a la americana, para mentir sacando adelante algo nulo de facto, o para usar la Iglesia como escenario o decorado, mejor quedarse en casa, y, sino, ir al ayuntamiento, que a la vista está que los políticos tienen la conciencia a prueba de bomba.

El preconizado nuevo obispo de Teruel-Albarracín decía en una entrevista que estábamos ante ''el mejor momento de la Iglesia'', afirmación que fue duramente criticada, pues es obvio que en un mundo donde los cristianos de oriente son martirizados día tras día por su fe y los de occidente cada vez estamos más arrinconados, no es un panorama alentador, más quiero pensar que la idea de D. Antonio Gómez Cantero iba un poco por aquí, como así aclara su primera carta donde afirma: “No es cuestión de grandes masas, sino de hacer el Evangelio actual en esta sociedad”

La Iglesia en España ha de dejar atrás las cifras y las estadísticas, eso es algo pasado que únicamente nos ancla en objetivos falaces. La cuestión no es el número, sino la fe, la convicción y la vivencia personal con Cristo. Menos cantidad pero más calidad. Una Iglesia pequeña, sí, pero unida, convertida, renovada... pues sólo desde la purificación y la vuelta a los orígenes se podrá pensar en crecer. Cuando los de dentro estemos evangelizados, entonces podremos plantearnos evangelizar a los alejados. Los apaños, arreglos y planteamientos para mantener un modelo que no funciona es dar vueltas en circulo pues el futuro de la Iglesia no está en experimentos pastorales ni en el relleno de los movimientos católicos en auge, sino en volver al amor primero que es el escupido Rey que está esperando sólo en el Sagrario. La Iglesia del mañana tendrá que dejar muchas de las obras materiales, sociales, académicas... para ocuparse mayoritariamente y de nuevo de la vivencia espiritual.

Ya en el año 1968 un joven teólogo llamado Ratzinger opinaba así de cómo sería la Iglesia del siglo XXI: “La Iglesia se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión”.

La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos estrena web

La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos estrena web

(Gaudium Press) El nuevo sitio web, que se ha actualizado en su totalidad, tiene una apariencia adaptada a las necesidades de hoy, más ágil y con mayor acceso a los contenidos a cargo de la Congregación. A ella se accede ingresando a www.cultodivino.va.

Está dividida en varias secciones a través de las cuales se puede conocer más sobre el dicasterio vaticano, su historia, sus superiores, miembros y consultores, además de la importante labor que realiza en las cuestiones litúrgicas de la Iglesia.

Asimismo, se puede acceder a los diferentes documentos emitidos por la Congregación, como los decretos, las instrucciones, cartas circulares, notificaciones y direcciones; además de las actividades extraordinarias que lleva a cabo.

Como novedad, la nueva web brinda a los fieles la publicación on-line de la revista «Notitiae», que es el boletín oficial que la Congregación viene publicando desde hace más de 50 años y cada dos meses. Desde la página es posible acceder a ediciones desde el año 2003.

La revista, como se describe en la misma web, se instituyó en 1965 como un instrumento de información y de documentación sobre el trabajo y la actividad que realiza la Congregación. El primer número fue editado y estampado en la sede del Consejo en el antiguo Palacio de Santa Marta, al interior del Estado de la Ciudad del Vaticano.

No puede faltar la sección de contacto, donde figura la dirección postal de la Congregación, el número telefónico, el fax, así como la dirección del correo electrónico, además de los horarios de apertura. Igualmente hay una sección para las noticias referentes a la actividad del dicasterio.
El Dicasterio


La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos es la institución de la Curia Romana que tiene a su cargo los asuntos relacionados con la Liturgia de la Iglesia Católica y el ritual de los Sacramentos.

La Congregación es hija de la fusión de dos anteriores instituciones vaticanas: La Sagrada Congregación para la Disciplina de los Sacramentos y la Sagrada Congregación para el Culto Divino, además de heredera de la antigua Sagrada Congregación de los Ritos.

Fue instituida como tal durante el pontificado de San Juan Pablo II, mediante la Constitución Apostólica «Pastor Bonus» del 2 de junio de 1988 sobre la reorganización de la Curia Romana.

Es labor del dicasterio vaticano promover la acción de la pastoral litúrgica, especialmente lo relacionado a la preparación y celebración de la Eucaristía, de los demás Sacramentos y de los sacramentales; la celebración del Domingo junto con otras celebraciones del año litúrgico, además de la Liturgia de las Horas.

A su cargo también tiene el desarrollo y promulgación de las ediciones típicas de los libros litúrgicos latinos, además de las normativas en la materia, e iniciativas que animan a sostener la vida litúrgica de la Iglesia, entre otros.