«Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia» (cf. 2 Corintios 5, 14-20)
La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de 2017 tiene lugar en el año en que se conmemora el 500 aniversario de la Reforma. Según muchas crónicas, el 31 de octubre de 1517 el monje agustino alemán Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, dando así inicio a un proceso que llevó tristemente a la división del cristianismo occidental. La conmemoración de este acontecimiento se ha venido preparando desde hace ya varios años, sobre todo por parte de la Iglesia evangélica de Alemania, que ha querido también involucrar a sus interlocutores ecuménicos, incluida la Iglesia católica. El consenso al que se ha llegado para poder conmemorar juntos este aniversario es que sea una celebración de Cristo y de su obra reconciliadora. En este sentido, se invita a las distintas Iglesias y comunidades eclesiales a dar gracias a Dios por los dones espirituales y teológicos de la Reforma, pero también al arrepentimiento por la división causada y mantenida en el Cuerpo de Cristo y los demás pecados cometidos, y a fortalecer nuestro testimonio común del Evangelio de la misericordia en el mundo y nuestro compromiso de caminar juntos en el futuro. Una de las notas más destacables de este centenario es que tiene lugar por primera vez en una época ecuménica, después de años de diálogo y de varios acuerdos teológicos alcanzados en temas importantes, habiéndose hecho un importante esfuerzo por dejar atrás la mutua desconfianza y las lecturas parciales y tendenciosas de la historia. Por todo esto, los católicos somos invitados a conmemorar conjuntamente este aniversario con nuestros hermanos de las Iglesias y comunidades eclesiales surgidas de la Reforma.
Por otro lado, la labor de la Comisión Luterano – Católico Romana sobre la Unidad se ha plasmado en el documento Del conflicto a la comunión, conmemoración conjunta luterano – católico romana de la Reforma en el 2017, que tiene un anexo con una propuesta para una Oración común. El trabajo de esta Comisión y los documentos que ha promulgado han sido el marco que ha impulsado y dado forma al reciente viaje apostólico del papa Francisco a Suecia, en el que, en la catedral luterana de Lund, el papa y el obispo Munib Yunan, presidente de la Federación Luterana Mundial, firmaron el pasado 31 de octubre una declaración conjunta que afirmaba, entre otras cosas, lo siguiente:
Aunque estamos agradecidos profundamente por los dones espirituales y teológicos recibidos a través de la Reforma, también reconocemos y lamentamos ante Cristo que luteranos y católicos hayamos dañado la unidad visible de la Iglesia. Las diferencias teológicas estuvieron acompañadas por el prejuicio y por los conflictos, y la religión fue instrumentalizada con fines políticos. Nuestra fe común en Jesucristo y nuestro bautismo nos pide una conversión permanente, para que dejemos atrás los desacuerdos históricos y los conflictos que obstruyen el ministerio de la reconciliación. Aunque el pasado no puede ser cambiado, lo que se recuerda y cómo se recuerda puede ser trasformado. Rezamos por la curación de nuestras heridas y de la memoria, que nublan nuestra visión recíproca. Rechazamos de manera enérgica todo odio y violencia, pasada y presente, especialmente la cometida en nombre de la religión. Hoy escuchamos el mandamiento de Dios de dejar de lado cualquier conflicto. Reconocemos que somos liberados por gracia para caminar hacia la comunión, a la que Dios nos llama constantemente.
Los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales, al servicio de los obispos de las diócesis españolas, ponemos a su disposición estos materiales que se nos proponen y que están pensados para ser utilizados durante el Octavario, pero también a lo largo de todo el año, tanto en la oración personal, como en la plegaria comunitaria.
El año transcurrido ha estado repleto de acontecimientos ecuménicos en la Iglesia universal, lo que demuestra que la unidad de los cristianos es una de las prioridades del papa Francisco. Entre ellos podemos mencionar el viaje del Santo Padre a la isla griega de Lesbos el pasado mes de abril, recibido por su santidad Bartolomé, patriarca ecuménico de Constantinopla; su viaje a Armenia en el mes de junio, participando en la divina liturgia en Echmiadzín y firmando una declaración conjunta con su santidad Karekin II, patriarca supremo y catholicós de todos los armenios; su difícil viaje a Georgia en el mes de septiembre y el encuentro con su santidad y beatitud Elías II, catholicós y patriarca de toda Georgia. De los seis viajes apostólicos del papa Francisco fuera de Italia en 2016, cinco tuvieron un marcado carácter ecuménico. Junto a estos viajes, en el año pasado también han visto la luz importantes documentos, con frecuencia fruto del trabajo de muchos años, como el de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, titulado: «Hacia una comprensión común de la sinodalidad y la primacía al servicio de la unidad de la Iglesia». También cabe señalar la declaración conjunta de anglicanos y católicos a favor de un «ecumenismo audaz y real» firmada por el papa Francisco y su gracia Justin Welby, arzobispo de Canterbury, en la Iglesia romana de san Andrés y san Gregorio en el Monte Celio el pasado 5 de octubre.
De todos estos acontecimientos y documentos del año pasado, queremos destacar dos que nos parecen de mucha importancia a la hora de indicar un camino para el futuro. Uno de ellos es el encuentro del papa Francisco con el patriarca Kiril en La Habana el pasado 12 de febrero. Más allá de la declaración conjunta que se firmó, este primer encuentro oficial entre el sucesor de Pedro y el patriarca de Moscú y de todas las Rusias constituye un sólido fundamento para nuestra esperanza de que el restablecimiento de la plena comunión con las Iglesias ortodoxas esté más próximo. Es también digno de nota el hecho de que uno de los motivos principales que llevó a organizar este encuentro entre el papa Francisco y el patriarca Kiril fue la persecución que están sufriendo los cristianos en muchos países.
El segundo acontecimiento ha sido la celebración tan esperada y preparada durante muchos años del «Santo y Gran Concilio de la Iglesia Ortodoxa» en Creta el pasado mes de junio. Los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales felicitamos a nuestras Iglesias hermanas por la celebración de esta importante reunión que concreta y hace visible la sinodalidad de toda la Iglesia. Los documentos promulgados por este Concilio, especialmente el que trata «las relaciones de la Iglesia ortodoxa con el resto del mundo cristiano», nos impulsan a comprometernos con más fuerza en los diálogos ecuménicos en sus distintos niveles para llegar pronto a un mutuo reconocimiento de la validez de los sacramentos y del ministerio eclesial.
En el ámbito del diálogo interreligioso que tanta importancia tiene en nuestro mundo globalizado y lleno de conflictos, nos limitamos a destacar la trascendencia de la «Jornada de Oración por la Paz» que se celebró el pasado 20 de septiembre en Asís, convocada por el papa Francisco con el lema: «Sed de paz. Religiones y culturas en diálogo». Este encuentro interreligioso se ha celebrado en lo que se ha venido a llamar «el espíritu de Asís», que inició proféticamente san Juan Pablo II cuando convocó hace 30 años en la ciudad de san Francisco a los líderes religiosos para rezar por la paz y que el papa Benedicto XVI también impulsó en 2011, a los 25 años del primer encuentro, volviendo a convocarlo con el lema «peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz». La Jornada del pasado mes de septiembre tuvo dos momentos destacados: la oración ecuménica en la basílica inferior de san Francisco y el encuentro interreligioso en la plaza delante de la basílica. En ellos el papa Francisco habló del «paganismo de la indiferencia» que hace que apeguemos el grito de socorro de las víctimas de las guerras y de la violencia, su sed, con la misma frialdad con la que se cambia el canal de la televisión. Afirmó que «solo la paz es santa. ¡Solo la paz es santa, no la guerra!». En el llamamiento que firmaron los representantes religiosos presentes en el encuentro se afirma lo siguiente:
Quien invoca el nombre de Dios para justificar el terrorismo, la violencia y la guerra, no sigue el camino de Dios: la guerra en nombre de la religión es una guerra contra la religión misma. Con total convicción, reafirmamos por tanto que la violencia y el terrorismo se oponen al verdadero espíritu religioso.
Hacemos nuestras estas palabras del llamamiento firmado en Asís el pasado 20 de septiembre y que nos animan a intensificar el diálogo interreligioso también en España. Hoy, muchos de los que padecen el terrorismo, la violencia y la guerra son cristianos de distintas confesiones que viven en regiones que fueron la cuna del cristianismo, en las que durante siglos hubo una convivencia pacífica y mutuamente enriquecedora entre personas de distintas religiones. Es el «ecumenismo de la sangre» del que habla el papa Francisco. El siglo pasado fue un siglo de mártires, un siglo de testigos de la misericordia en un mundo inmisericorde, de inocentes que entregaron su vida como el Cordero sin mancha que quita el pecado del mundo. Los totalitarismos ateos del siglo XX, negando a Dios socavaban a la vez la dignidad de todo ser humano. Hoy esas mismas amenazas renacen en la forma de nihilismo y de un fanatismo disfrazado de religión. Mientras hacemos un llamamiento para que cese la persecución de los cristianos y para que se haga todo lo posible para socorrer y ayudar a estos hermanos nuestros que sufren en sus regiones, también animamos a que abramos el corazón y nuestras casas a la acogida generosa de las personas y familias que huyen de la guerra y de la violencia.
¡Que esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2017 impulse nuestro camino hacia la plena unidad visible de la única Iglesia de Cristo y nuestro compromiso a favor de la paz!
Los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales
Enero 2017
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