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domingo, 1 de junio de 2025

''Y fue llevado hacia el cielo''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Celebramos en este domingo la solemnidad de la Ascensión, aunque en realidad su día propio debería haber sido este jueves pasado cuando se cumplieron los cuarenta días después del domingo de pascua; sin embargo, al ser día laborable y para favorecer que los fieles católicos de corazón puedan cumplir con el precepto, se decidió darle traslado a este domingo. Es una de las llamadas fiestas del Señor, en que contemplamos uno de los misterios de su vida. Es una celebración muy hermosa, pues nos evoca a la esperanza del mañana y, por qué no decirlo, en Oviedo y alrededores siempre ha sido una fecha alegre, no sólo como evento gastronómico, sino principalmente como día de reconocimiento para el campo, para nuestro olvidado mundo rural con su agricultura y ganadería. Los antiguos sabían elegir las fechas en función del santoral y del año litúrgico, el cual les marcaba la siembra y recolección de cada hortaliza, cereal o fruta, y así en esta fecha nos recuerda el refrán: ''Por la Ascensión: cerezas en Oviedo, y trigo en León''. Ahí vemos cómo el evangelio, la predicación y la cultura cristiana se injertaron hasta en lo más profundo de la vida de nuestros pueblos.

¿Pero qué es la Ascensión y cómo debemos acercarnos a este misterio? Si hacemos memoria, Jesús nos ha ido preparando en estos domingos previos: ''me queda poco de estar con vosotros''; ''Que no se turbe vuestro corazón''; ''os conviene que yo me vaya,'' etc. El Señor nos ha preparado para esta despedida en que vuelve al Padre; desde allí nos enviará el Espíritu Santo que viviremos en la Pascua del Espíritu el próximo domingo y, si caemos en la cuenta, al siguiente celebraremos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en la solemnidad de la Santísima Trinidad. Ciertamente, todo esto nos supera y por eso decimos que estamos ante un misterio, precisamente por ello necesitamos invocar al Espíritu Santo para acercarnos al misterio con los ojos de fe y no desde la mirada del mundo. Así lo desea San Pablo en su carta los cristianos de Éfeso con unas palabras que son toda una oración: ''el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama''... Esto es lo que les ocurre a los que quieren escudriñar los secretos de lo Sagrado desde la razón y la lógica únicamente humana sin la ayuda del Espíritu: chocan contra un muro infranqueable, y entonces pretenden acomodar la teología a sus ideas. Y estos "sabios y entendidos" mundanos nos quieren convencer de que la resurrección de Jesús no hay que tomarla al pie de la letra, que en realidad lo que el evangelio nos quiere decir es que los discípulos nunca le olvidaron pues lo sentían vivo, que un espíritu no puede comer, que un cuerpo no puede ser elevado al cielo... Claro, he aquí que se olvidan de la premisa inicial que sustenta y actualiza en cada caso la fe: ''para Dios nada hay imposible''. Debemos sentirnos muy orgullosos de ser católicos, pues nuestra religión no la fundó una persona que tuvo una ocurrencia que tuvo éxito y fue el "invento" para adelante. ¡Para nada! Aquí ha sido Dios el que ha tomado la iniciativa, y desde el primer momento quedó de manifiesto que Él podía superar toda barrera humana; así se encarnó y resucitó, y así hoy le miramos ascendiendo al cielo. No hablamos de algo simbólico ni de un viaje sideral, sino real. En los Hechos de los Apóstoles vemos en este tiempo de Pascua cómo crecían los creyentes y los que pedían el bautismo, pues el Resucitado no sólo se aparecía a los discípulos, sino también a muchísima más gente de su tiempo que pudo comprobar que no era un fantasma. Cuando en la celebración de hoy proclamemos el credo, debemos afirmar con toda solemnidad: ''al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso''...

La Ascensión es la plena glorificación de Jesús; es verdad que el Padre le había glorificado ya al resucitarle, pero faltaba aún la glorificación total que llega a su plenitud en la Ascensión. El Catecismo de la Iglesia nos dice que resucitado ''su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria'', por eso el ascenso a los cielos supone ''la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube y por el cielo'' (CCE nº 659). El evangelio de este domingo es un fragmento del capítulo 24 de San Lucas y, si hacemos memoria, en el evangelio de San Juan, en concreto en el capítulo 20 encontramos esa escena tan enigmática en que María Magdalena quiere tocar a Jesús resucitado y Él no la deja: ''No me toques, porque aún no he subido a mi Padre'' para de seguido darle un encargo''. Ve a mis hermanos, y diles: Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro''. Es decir, que Jesús aún no había sido glorificado del todo hasta este día es Él mismo quien nos lo revela. Es muy llamativo el lugar en que nos dice el evangelista que eligió Jesús para despedirse de los suyos y para dejar nuestro mundo: ''Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo''... ¿Por qué Betania? Hay quien dice que por estar cerca del Huerto de los Olivos, otros que por ser allí donde resucitó a Lázaro, aunque la interpretación más bonita la dan los que afirman que Jesús quiso despedirse allí por ser uno de los lugares de la tierra donde más a gusto se había encontrado en su vida terrenal por la acogida de sus gentes, especialmente de sus amigos. 

...''Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo''... La primera lectura del libro de los Hechos nos regala muchos detalles sobre lo que ocurrió el día de la Ascensión, y hay algo muy llamativo con esa pregunta que le hacen: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?». Esto debe de ser como cuando en el Instituto el último día de clase en segundo de bachillerato alguien levanta la mano y pregunta si en el exámen de inglés de la "PAU" (antes "EBAU" y antes "Selectividad") va entrar el verbo to be; es decir, tras tres años de Jesús predicando y cuarenta días resucitado apareciéndose y comiendo y bebiendo con ellos, daba la impresión que algunos aún no se habían enterado de nada y seguían con las ideas puramente terrenales: ¿el Mesías expulsará a los romanos y reconstruirá el templo?... Jesús no se enfada ni pierde la paciencia, sino que dice: ''recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén''... Será ahí, en Pentecostés, cuando realmente lo comprendan todo, aunque es ya aquí en la Ascensión cuando pierden el miedo, por eso una vez que Jesús asciende al cielo ya no van a esconderse de nuevo, sino que como dice el evangelio ''se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios''. Por eso la Iglesia celebra siempre en este domingo la Jornada de los Medios de Comunicación Social, pues fue en este día cuando se empezó a gritar el evangelio a los cuatro vientos sin temor. 

Iniciamos también este día el mes del Sagrado Corazón de Jesús, pidamos al Señor que el Espíritu Santo toque y transforme también nuestros corazones para que cada día asemejen más al suyo.

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