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lunes, 2 de junio de 2025

Benedicto XVI, el Papa de los gatos; nuevos datos a partir de las memorias de Monseñor Alfred Xuereb. Por R. H. M.

El 29 de diciembre de 2022, un día y pocas horas antes de la muerte del querido Papa emérito Benedicto XVI, publicamos en este blog un artículo titulado ''El Papa que susurraba a los gatos''. En ese escrito recordábamos unas palabras del Cardenal Bertone en una entrevista que le hicieron pocos días después de la elección del Cardenal Ratzinger como nuevo Vicario de Cristo, para conocer mejor la personalidad del nuevo pontífice y donde el cardenal salesiano definió al Papa de ''gatófilo''. Pues bien, tras la lectura del libro ''I Miei giorni con Benedetto XVI'' '(Mis días con Benedicto XVI) de Monseñor Alfred Xuereb, quisiera destacar algunos de los detalles que el autor nos regala sobre la sensibilidad de uno de los teólogos más grandes del siglo XX no sólo con todos los animales, sino especialísimamente por su amor a los gatos. Recomiendo ya de entrada este libro del actual Nuncio Apostólico en Marruecos, el cual fue segundo secretario personal del Papa Benedicto. Nos hemos quedado con el libro ''Nada más que la verdad'' de Monseñor Georg Gänswein que revolucionó la prensa católica en enero de 2023; sin embargo, las particulares memorias del segundo secretario, el maltés Monseñor Xuareb no aborda intrigas palaciegas, sino la belleza hogareña de la vida de un Papa humilde, noble, tímido, sencillo, frágil... Creo que las personas que sigan teniendo animadversión hacia el Papa Ratzinger les cambiaría su concepto de él leyendo estas memorias, para mí que consideraba conocer muy bien al Papa bávaro me ha hecho quererle ahora ya mucho más por la finura de alma que queda aquí al descubierto. 

Era un Papa sabio sí, pero también santo, pues sólo una persona llena de Dios es capaz de estar tan atento siempre al bien del prójimo y todo lo que conforma la Creación que para él, que al igual que para el Creador ''vio que era bueno''. Al poco de su elección, un periódico español publicaba una columna titulada ''La mudanza de Ratzinger'' donde se hacía alusión a que a pesar de su discreción formaba ya parte del paisaje de Roma: ''Conoce cada adoquín del empedrado, cada tendero de los pocos metros que debía recorrer, cada acera y farol del Vaticano, así como los complejos mecanismos de la máquina curial. Los cardenales que le eligieron insisten en explicar que "hay otro Ratzinger", que "el cargo de Papa cambia a las personas" y que "habrá muchas sorpresas". "Podrían ser las que esconden sus ojos brillantes y quizás sus conversaciones con los gatos de Roma''.

Escribe Monseñor Alfred el 28 de septiembre de 2007 cuando lleva pocos días en su servicio personal al Santo Padre la siguiente apreciación: ''Un día, una oficina en concreto de la Santa Sede solicitó poder visitar al Papa, incluso si esta estaba compuesta por «cuatro gatos», él respondió rápidamente: «¡Si fueran gatos de verdad!» El amor del Papa por los gatos es tal que incluso el falso gato de tela que colocado en el alféizar de una ventana en el pasillo que conduce a su habitación a menudo recibe del Santo Padre alguna caricia y algunas veces hasta alguna frase amable. Al Santo Padre le gustan todos los animales, especialmente si son inteligentes. He descubierto que, cuando ve la televisión, le divierten los anuncios en los que aparecen perros y gatos. Le gusta mucho su gestualidad". Evidentemente, hay mucha gente que no ha querido conocer a nunca en profundidad a Joseph Ratzinger, ya cuando el Papa San Juan Pablo II se empeñó en nombrarle Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe -a pesar de la negativa del entonces arzobispo de Múnich y Frisinga- donde pronto la progresía eclesial le etiquetó con un apodo totalmente alejado de su forma de ser al denominarle "rottweiler''. Hicieron juicio desde el prejuicio antes de conocerle, únicamente por su procedencia, más se les olvidó que no es lo mismo ser alemán de Düsseldorf que de Baviera, como no es lo mismo un español de Barcelona que un español de Jerez. Ya el P. Julián García Centeno OSA siendo Consejero General en representación de la asistencia española en la Curia General de los Agustinos en Roma -hoy obispo emérito de Iquitos (Perú)- fue enviado por el Padre General a una reunión con Ratzinger sobre los problemas que afrontaba la vida consagrada, afirmó que fue algo asustado a aquella reunión, más una vez allí por más que buscó por todas partes no encontró aquel temible inquisidor que tantos definían como un intransigente "rottweiler". Pronto empezó a circular por la Curia romana una frase que descodificaba bastante bien la falsa caricatura de Ratzinger ''Il rotweiler é un gattino'' (el rotweiler es un gatito).

El 14 de noviembre de 2007 anota Monseñor Xuereb lo siguiente sobre la audiencia general de ese día, que tocaba otro tema conocido como es el libro del gato que cuenta la vida de Benedicto. Su secretario nos ofrece la visión del Papa: ''Durante la audiencia general, han presentado al Papa el curioso libro de Jeanne Perego, Joseph y Chico, en el que la vida del Papa Benedicto XVI es contada por un gato romano. Lo mejor es que el gato realmente existe, es el de la vecina de Ratzinger en Baviera, en Pentling. En la mesa el Papa nos ha hablado de sus divertidos encuentros con la autora de este libro para niños y nos ha revelado que, cuando era Cardenal, tenía en mente, una vez jubilado, escribir un libro sobre gatos. Un sueño que, por supuesto, ha permanecido en el cajón. «Ironías de la vida -ha dicho el Papa-, en lugar de hablar yo de gatos, es el gato de la vecina el que habla de mí». Todos nos hemos reído mucho''. Desde niño el pequeño Joseph Ratzinger tenía debilidad por los gatos, no sólo por los que estaban en el jardín de casa, sino que desde los dos años tuvo un peluche de un minino que le encantaba. La sensibilidad de Ratzinger se notaba en su finura, su amor por la liturgia, el arte, la belleza, la música... En sus ratos libres le gustaba tocar obras de Mozart o Beethoven, mientras el gato del vecino se colaba en casa y se echaba sobre el piano; nadie puede negar que la música amansa a las fieras.

Tras unos días de vacaciones, la familia pontificia 
-el Santo Padre, las cuatro Memores Domini, Monseñor Georg Gänswein y Monseñor Alfred- están de nuevo en el Palacio Apostólico. A propósito del Palacio, habría que aclarar que a la muerte de San Juan Pablo II el aposento donde vivía el Santo Padre presentaba un deterioro importante tras veintisiete años del último lavado de cara. Una vez elegido Benedicto XVI le presentaron un proyecto de reforma que él no vio necesario. No quería grandes lujos ni ostentaciones, un poco de pintura donde fuera necesario y poco más... Volvemos a la primavera de 2008, Monseñor Xuereb ha pasado unos días en su Malta natal visitando a su familia recientemente, y el Papa Benedicto se interesa por ello: ''Después de la comida, durante el paseo, el Papa me ha preguntado si, con motivo de mí última visita a Malta para las elecciones, había tomado fotografías a los gatos que viven en el jardín de casa de mis padres. Tan pronto como le dije que las había hecho, me ha preguntado cuándo podría verlas. Le había hablado de esas fotos hace un tiempo, y él se ha acordado de mi promesa. Es cierto que Benedicto tiene una afición particular por los gatos, pero lo hace para hacerme feliz''. El 14 de abril se cumple la promesa, así lo relata su secretario: ''Finalmente las fotos de gatos que viven en el jardín de la casa de mis padres en Malta han sido impresas y hoy las he llevado a la mesa del Papa, que las quería ver. Se ha alegrado mucho y ha mostrado mucha simpatía por esos gatos, especialmente por uno de ellos que es bastante gordito. En estas situaciones siempre pienso en aquellos que pintan al Papa Ratzinger como un hombre frío y severo: ¡si pudieran ver cómo es realmente!" Hay una anécdota que Monseñor Xuereb no relata dado que no estuvo presente, me refiero a los días de descanso del Santo Padre en 2008 en la diócesis italiana de Bolzano-Bressanone. El Papa se alojó en el Seminario Diocesano y allí se llevó una gratísima sorpresa, pues en dicha casa de formación tenían una gata negra llamada Milly, a la que no le faltaron atenciones y mimos por parte del Vicario de Cristo.

"El calendario marca que es 1 de abril de 2010 -escribe Monseñor Alfred-: El día 1 de abril también en Alemania se gastan bromas, y hoy el Papa nos ha contado lo sucedido en 1972, cuando era arzobispo de Munich. Un famoso periódico escribió que se estaba preparando un impuesto sobre la posesión de gatos y que los lectores podían llamar a un número de teléfono para expresar sus comentarios e incluso su oposición. Él, notoriamente, un amante de los gatos, decidió llamar de inmediato, y al otro lado del teléfono le respondieron que tomarían nota. Al día siguiente. 2 de abril, abrió el periódico y descubrió la broma. Comentario del Papa: ''Que ingenuo fui''. El amor de este hombre por las criaturas es innegable, ya en 2002 siendo Cardenal Prefecto de Doctrina de la Fe al ser preguntado sobre su visión como teólogo respecto a uso de animales como fin industrial hizo unas declaraciones bien claras: “Esa es una pregunta muy seria. En cualquier caso, podemos ver qué están bajo nuestro cuidado, que no podemos hacer simplemente lo que queramos con ellos. Los animales también son criaturas de Dios… Ciertamente, una especie de uso industrial de las criaturas, de modo que a los gansos les suministran grandes cantidades de comida para que su hígado crezca lo más posible, o las gallinas viven tan hacinadas que se convierten en caricaturas de aves, esta degradación de las criaturas vivas a mercancía, me parece que contradice la relación de reciprocidad que aparece en la Biblia”. No perdamos de vista que el Cardenal Ratzinger fue una figura clave en la guía, redacción y revisión hasta el último detalle del actual Catecismo de la Iglesia Católica. Hay quienes apuntan por ejemplo que Ratzinger incidió mucho en la condena del maltrato animal poniendo a los santos como ejemplo de amor a las criaturas: “Los animales son criaturas de Dios, que los rodea de su solicitud providencial (cf Mt 6, 16). Por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria (cf Dn 3, 57-58). También los hombres les deben aprecio. Recuérdese con qué delicadeza trataban a los animales san Francisco de Asís o san Felipe Neri.” (2416)

Paso ahora a hablar de un lugar muy especial del Vaticano. Como muchos sabrán en el convento Mater Ecclesiae en el Vaticano es un recinto pensado para contar con la vida contemplativa dentro de la Santa Sede; fue idea de San Juan Pablo II. El edificio se construyó entre 1992 y 1994 en la colina vaticana donde antaño había un descuidado edificio que había sido dependencia administrativa del Cuerpo de la Gendarmería Vaticana. El monasterio fue bendecido en 1994 y la idea fundacional era que cada cinco años se renovarán sus moradoras dando así la posibilidad de que las diferentes familias religiosas pasen por el lugar. La primera comunidad fue de Clarisas entre 1994 a 1999, a estas las sustituyeron las carmelitas de 1999 a 2004, y las siguieron las benedictinas de 2004 a 2009 y, finalmente, las Salesas de 2009 a 2012. Con la renuncia del Papa Benedicto este lugar se convertiría en su propio domicilio aplicando para sí aquello que los jesuitas encomiendan a sus miembros enfermos o jubilados: ''ora por la Iglesia y por la Compañía''. En este caso podríamos decir que oró por la Iglesia y por el Papa. Benedicto XVI tuvo una estrecha relación con las salesas o visitandinas, las cuales la mayoría de ellas eran españolas. Curiosamente, quise entender en la lectura del libro de Monseñor Xuareb que seguramente en una de sus visitas al locutorio del monasterio coincidió con una religiosa salesiana de vida activa, la hermana Enrica Rosanna, la cual le contó una historia de un gato y un ratón. El 14 de abril escribe: ''Sabiendo que al Papa le gustan las historias de animales, le he preguntado si podía contarlo en la mesa, y así lo he hecho. Había una vez un ratón que vivía en una casa y un gato lógicamente le estaba al acecho. Cada vez que el ratón escuchaba maullar sabía que debía estar en guardia, y así lograba evitar las emboscadas del gato. Un día, sin embargo, en lugar de un maullido, oyó ladridos. Intrigado, abandonó su refugio y se asomó para ver qué era. Sin tan siquiera el tiempo de entender lo que estaba sucediendo, el gato lo atrapó. «Oye -le dijo el ratón-, eso no vale, tú me has engañado, ¿por qué ladraste?». El gato con la respuesta preparada le dijo: ''¡Ay, querido!, hoy en día si no conoces al menos un idioma extranjero, no vas a ninguna parte''... El Santo Padre se ha reído bien a gusto y más tarde, durante el paseo en la terraza, dijo que estaba convencido de que en el cielo también habrá animales. Gatos, al menos, sin duda habrá. Sin gatos: ¿Qué paraíso sería? Podría ser un tema teológico para profundizar. Volviendo al Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano, desde 2024 vuelve a tener religiosas entre sus muros, en concreto benedictinas de la Abadía de Santa Escolástica de la Victoria, cuya sede está en la diócesis argentina de San Isidro, en la provincia eclesiástica de Buenos Aires.

Otro detalle de su amor a los gatos aparece el 26 de junio de 2010, donde este fiel secretario de Benedicto XVI nos relata lo siguiente: ''Al regresar de Chipre, el Santo Padre me preguntó dos veces si en Nicosia había fotografiado a Titieca, la hermosa gata de los frailes que nos habían acogido. Desafortunadamente no lo hice, pero, viendo lo importante que era para el Papa, escribí un correo electrónico a los franciscanos en Chipre, y al día siguiente llegaron dos bonitas fotografías de la gata. Pedí a nuestro fotógrafo que las imprimiera y se las regalamos al Papa. Estaba feliz como un niño. Una de las fotos ha sido enmarcada y colocada en la oficina de sor Brígida, al lado de una imagen de San José. El Santo Padre ha dicho que allí está muy bien, así la familia de Nazaret tiene un gato en casa. No es secreto su debilidad siendo cardenal por salir al encuentro de los felinos romanos, y es que alguien afirmó una vez que ''La mejor estatua de la Libertad no está en Nueva York: es cada uno de los libres, orondos, venerados gatos callejeros de Roma''. Y esto lo tenía perfectamente claro el Cardenal Ratzinger, amante de la verdad y la libertad como pocos. Los gatos no son suyos ni de nadie, el gato es el animal más libre e independiente, dicen también que de los más inteligentes, y ya no digamos los felinos romanos que serán pobres pero no les falta de nada, vive en la calle pero tienen el privilegio de dormir en los enclaves más destacados de la Roma histórica.

Ahora estamos navidad, día de San Juan evangelista, y Don Alfred nos revela lo que el Papa cuenta en ese ambiente familiar y hogareño en fechas tan especiales: "Hoy en la cena, el Papa nos ha contado que, cuando era niño, el gato de la familia, en busca de un lugar cálido, siempre se metía en la cocina. Su madre todas las noches, antes de irse a dormir, tenía que sacarlo al granero. Sin embargo, al gato no le gustaba dejar el calor y se aferraba a los troncos para tratar de permanecer allí. Por la mañana, cuando su padre abría la puerta del establo, el gato siempre estaba listo para salir fuera del granero. He preguntado « ¿Cómo se llamaba?». «De hecho -ha respondido- teníamos más de un gato, y a todos los llamábamos Mitzi, es decir, ''gato''». Pero es que a Joseph Ratzinger no sólo le querían sus gatos, parece que fue una constante en su vida que los gatos de los vecinos se hicieran amigos suyos quizás porque tenían la capacidad de percibir su amor hacia ellos. Llevaba Joseph quince años de sacerdote, tenía unos 41 años y compartía vivienda con su hermano Georg, ambos estaban imbuidos en una vida de piedad, largas horas de estudio y docencia, Joseph con la teología y Georg con la música. Georg Ratzinger afirma en su libro Mein Bruder, der Papst (Mi hermano, el Papa) como el gato del vecino era fan de su hermano, se colaba en casa para ver a Joseph, hasta tal punto dice Monseñor Georg que “Incluso lo acompañaba a sus conferencias y a misa. Era un gato negro, un minino muy inteligente”.

Seguimos en la navidad de 2010 ya acabando el año, y el amor de Benedicto XVI a los gatos sale con frecuencia en las conversaciones del Papa o se hacen presentes de algún modo. Es 30 de diciembre, y Monseñor Xuereb nos relata lo siguiente: "Después de haber escuchado mucho hablar al respecto, hoy el Santo Padre ha tenido la alegría de conocer al gato del comandante de la gendarmería vaticana. Han sido los dos hijos del señor Dominico quienes han traído el gato -llamado Leo- después de la recitación del rosario en los jardines. Es un gato grande de dimensiones considerables y el Papa lo ha acariciado durante mucho tiempo. En la mesa hemos bromeado sobre el episodio. «Quizá -he dicho- mañana, en L´ Osservatore Romano leeremos que el Santo Padre recibió en una audiencia especial a su alteza el príncipe Leo, junto a su séquito, elevándolo al mismo tiempo al grado de archigato ». El Papa se ha echado a reír y ha dicho: «Entonces, además del arquiatra pontificio (médico personal del Papa), también tendremos el archigato pontificio». A este respecto quiero volver a traer a colación el libro infantil ''Joseph y Chico, un gato cuenta la vida de Benedicto XVI'' en cuyo prólogo Monseñor Gänswein hace la siguiente reflexión en el prólogo de la publicación “¿Cuántas cosas se escriben y se dicen todos los días sobre el Papa? Pero aquí, queridos niños, encontrarán una biografía diferente a las otras porque quien la cuenta es un gato, y no ocurre todos los días que un gato considere al Santo Padre su amigo y se ponga a escribir su historia".⁣

Ya estamos en 2011, y Don Alfred escribe lo siguiente el jueves 3 de febrero: "Como sé que al Santo Padre le gustan las anécdotas, especialmente si se habla de animales, le he contado la escena que presencié desde la ventana de mi estudio. Había un gato negro que, mientras los trabajadores desmontaban el pesebre de la Plaza de San Pedro, quería escapar hacia Borgo Pío, pero la fila de fieles esperando para entrar en la basílica era tan densa que se lo impedía. El gato lo intentó por primera vez, pero sin éxito, luego un segundo intento y nuevamente regresó. Finalmente corrió y salió como una flecha, logrando desaparecer. «Un gato obstinado». El Papa se ha reído mucho". También su amor a los gatos se transluce en el campo de la mística, por ejemplo una autora a la que Benedicto XVI profesaba un gran cariño fue la ermitaña inglesa del siglo XIV Juliana de Norwich, la cual suele ser representada en iconos e imágenes junto a un gato dado que vivió alejada la mayor parte de su vida del mundanal ruido y con la única compañía de un gato. No sólo en su viaje apostólico a Reino Unido la tuvo presente, sino que el Papa Benedicto XVI dedicó la audiencia del día 1 de diciembre de 2010, en la cual nos habló el Pontífice de cómo aparece una importante frase de esta gran mujer en el Catecismo de la Iglesia en el nº 313. Para algunos el aún entonces Cardenal Ratzinger quiso dejar ese guiño discreto tan suyo a los gatos en el Catecismo

Saltamos hasta el 16 de junio de 2011 donde Monseñor Alfred nos descubre que el Papa ama tanto a los gatos que aparecen hasta en sus sueños, nos cuenta lo siguiente: "El Santo Padre me ha contado un sueño que ha tenido. Estaba con Massimo D´Alema, el político, en su casa, y estaban discutiendo temas teológicos. En el sueño, el Papa se sorprendía de que D´ Alema, un miembro notable del partido comunista del pasado, estuviera tan bien preparado sobre el tema. Luego, en un momento dado, el gato de D´ Alema entra en la habitación y se acerca al Papa. Benedicto lo acaricia y el gato ronronea, pero en este punto el sueño termina y el Santo Padre se despierta. Le he dicho: Es realmente cierto que los sueños terminan en el momento más hermoso". De todos modos, no parece que D´ Alema tenga un gato, pero lo que sí se sabe es que tiene un perro. Ahora en el Vaticano no puede hacer como en sus años de Prefecto cuando en los momentos más duros frente a diversas crisis como la teología de la liberación, podía darse algún paseo para despejar la mente visitando alguna de las colonias de sus pequeños grandes amigos: los gatos de Largo de torre Argentina, los del Capitolio, los del Foro... Pero ahora en el Palacio Apostólico esa libertad se ha esfumado.

El 14 de octubre nos revela Monseñor Xuereb al hablar de la generosidad del Papa un bello detalle con motivo de una visita de la madre de su secretario segundo a Roma, nos dice: "me acuerdo de otra visita de mi madre a Roma. Se estaba quedando con su amiga cerca de la Puerta Santa Ana. Cuando lo supo, Benedicto quiso invitarla a comer. Agradeciendo la invitación, mi madre prefirió ir al desayuno. El Papa hizo que se sentara junto a él y para que se sintiera cómoda le hacía preguntas sencillas sobre su vida diaria y, en particular, sobre los gatos y las gallinas que cuida en nuestro jardín". Sin lugar a dudas esas historias caseras de la madre de Don Alfred Xuereb le trasladaban a su niñez en Aschau am Inn o a su preadolescencia en la granja de Hufschlag.
Es 5 de noviembre, y Don Alfred nos relata el siguiente episodio: "En el telediario de esta noche hay una noticia sobre un concurso de belleza para gatos, con muchos felinos vestidos de manera divertida y ridícula. El Papa, por el momento, no hace ningún comentario, pero luego, subiendo en el ascensor, para el habitual paseo por la terraza, dice un poco resentido: «Piensan que de esa forma los gatos son más hermosos, pero es todo lo contrario». Y agrega: «En cambio, en el calendario de gatos de Malta para el mes de noviembre hay uno hermoso que mira hacia arriba con una dulce expresión», y mientras lo dice imita el movimiento del gato para hacerse entender mejor. He sonreído felizmente por este simpático gesto, y también porque el calendario era un regalo mío". Los gatos más humildes de la Ciudad Eterna eran sus preferidos, no en vano cuando llevaba aún pocos años en la ciudad ya muchos vecinos le apodaron como ''il cardinale dei gatti''. La escritora Jeanne Perego definió esa pasión de Benedicto por gatos como "amor católico", llegando a afirmar que lo único que el Papa no era capaz de contener en el protocolo era precisamente pasar cerca de algún gato sin resistirse a acariciarlo y dedicarle algo de su atención.

Estamos en 2012 y el día 14 de marzo tenemos una anécdota hermosa que aunque no se refiere a gatos los podemos incluir perfectamente. Nos dice Monseñor Xuereb: "Hoy, entre los numerosos grupos que participaron en la Audiencia general, había una delegación que regresaba de Malta con la antorcha benedictina de la paz, y estaban los fieles de Alba Fucens y Mercogliano, que llegaron al Vaticano para la bendición de la estatua del San Guillermo, patrón de Irpinia, con el obispo de Avellino y el abad de Montevergine. Como el santo es representado con un perro junto a sus pies, durante el almuerzo le he dicho al Papa: ''Con un animal al lado, los santos se vuelven más simpáticos''. Y Benedicto añadió: ''También se vuelven más humanos'', en el sentido de que los sentimos más cerca de nuestras vidas cotidianas". Ahí tenemos a la religiosa belga Santa Gertrudis de Nivelles, que en muchos lugares de Europa era invocada contra las pestes de ratas y ratones, y a la que la religiosidad popular a reconocido como la patrona de los gatos, pues suele representarse con este animal tan querido para Ratzinger.
El calendario marca que es 4 de mayo, y Don Alfred nos dice lo que sigue: "Esta noche, en las noticias han mostrado imágenes de un niño pequeño que, sentado frente a un cristal muy grande detrás del cuál había un león de verdad, se quedaba allí mirando al animal que trataba de atraparle levantando su pata. Así que el Papa ha recordado que, cuando era niño, tenían gatos en casa que delante del alféizar de la ventana hacían como ese león con el niño. Solo que ellos levantaban sus patas porque querían atrapar a los pájaros en su jardín". También el amor del Papa Benedicto ha sido utilizado con malicia durante su pontificado. Por contar un caso, está lo acaecido en 2009 durante las vacaciones de verano del Pontífice en los Alpes italianos, cuando el periodista experto en temas vaticanos del telediario de RAI 3 afirmó con malévola ironía: "Cuatro gatos, quizás algunos más, tienen todavía el valor y paciencia de escuchar al Papa". Recuerdo las primeras reacciones en La Nueva España a comienzos del año 2023 sobre el fallecimiento del Papa emérito, y me sorprendieron gratamente las palabras del Padre Ángel (Fundador de Mensajeros de la Paz) quien afirmó: ''al Papa San Juan Pablo II íbamos a verle, pero a Benedicto XVI íbamos más a escucharle''. Me pareció una definición acertadísima, pues así como el Papa polaco impactaba por su espontaneidad, Benedicto desde su timidez dejaba al mundo atónito con su sabiduría y humildad fuera de lo común, pues no suele ir de la mano intelectualidad y sencillez.

Volviendo a hechos ocurridos durante su pontificado nos encontramos en el martes 6 de noviembre de 2012, en este día tuvo lugar esa tierna escena que los que queremos al Papa Benedicto XVI conocemos muy bien; nos dice Monseñor Xuereb: "Al final del breve paseo después del rezo del rosario, el conductor acercó al Papa uno de los tres gatitos que hace tiempo fueron encontrados en los jardines del Vaticano. Es el último superviviente, y creemos que los otros dos han sido víctimas de un zorro que deambula por allí. El Papa se ha dirigido al gatito llamándolo mitzi, que en alemán significa gato, gatito. Cuando los tres gatitos estaban juntos, el Papa nunca dejaba de mirarlos. Una vez se tumbaron sobre el cojín del reclinatorio que está en la gruta de Lourdes, y el Papa, para no molestarlos, recitó sus oraciones de pie. El día que Benedicto XVI salió elegido Sumo Pontífice, los periodistas corrieron a localizar a las personas que mejor pudieran conocerlo, sabiendo que residía en Roma desde hacía bastantes años y que una madre de familia le echaba una mano con la cocina y el cuidado de su apartamento. Pronto la prensa acudió a ella para que les desvelara el perfil del nuevo Papa. La señora Agnes Heindl lo definió de forma inequívoca como ''un gatero de tomo y lomo''. Los que bien conocían al intelectual bávaro sabían que lograrían sacarle su mayor sonrisa regalándole en lugar de una obra de arte valiosa una sencilla figurita de un gato, de papel, cartón o tela.

Estamos en el domingo día 11 de noviembre, Monseñor Alfred nos cuenta: "Esta mañana en el desayuno, una triste noticia. El Santo Padre nos ha informado de la muerte del gato Chico. Fue su hermano quien se lo hizo saber. Como recordarán este gato se hizo famoso desde que el cardenal Joseph Ratzinger fue elegido Papa. Pertenecía a sus vecinos de Baviera, y cada vez que el Cardenal iba allí a pasar unos días de descanso, Chico estaba con gusto en su compañía. «Cuando llegaba y ponía la llave en la cerradura para entrar -nos ha contado Benedicto-, Chico estaba ya detrás de la puerta y era el primero en colarse dentro». Aparentemente, el amado felino tenía un carácter un tanto inquieto y hacía travesuras, tanto que por la noche el cardenal lo llevaba de vuelta con sus vecinos, porque no confiaba en su comportamiento. «Creo que pasará mucho tiempo en el purgatorio», ha murmurado el Santo Padre. Y yo, en defensa de Chico, he respondido: «Tal vez pidió perdón en el último momento, como el buen ladrón». El Papa me ha mirado y ha sonreído". Parece ser que era un gato pillo, que armó más de una en casa de los Ratzinger; los que tenemos gatos sabemos lo que pasa con sofás, cortinas y todo aquello que al gato se le cruce en su camino: ¿Cómo era chico? La periodista Valentina Saini nos desvela que era un gato atigrado rojo, lo que se denomina raza tabby.

Seguimos en el mes de noviembre de 2012, en concreto ahora es el jueves día 29 de mes, y Don Alfred nos cuenta esto: "Esta mañana en el desayuno, le hemos dicho al Santo Padre que en la próxima audiencia con la gente del circo y los feriantes -reunidos por el Pontificio Consejo para los Migrantes e Itinerantes- le traerán un pequeño león para que lo acaricie. Recordando que algunos años atrás le trajeron uno, he querido tranquilizarle: «Santidad, no se preocupe, no será lo mismo». Nos hemos reído y luego el Papa ha dicho que hace muchos años, en Alemania, a un compañero profesor -quien sabe por qué- se le metió en la cabeza que tenía que comprar un cachorro de león, pero cuando supo cuánta carne se necesitaba para alimentarlo, se conformó con un gato. Tras la renuncia del Papa Benedicto XVI al ministerio petrino, el sacerdote jienense -hoy ya difunto- Don Tomás de la Torre, hizo la siguiente descripción sobre el Papa alemán: '' La nota humana de un Papa Emérito pasando los días con los gatos que llevan tiempo a su lado, es la mejor prueba de la romanización de Benedicto XVI, ya que la Ciudad Eterna y sus gatos están descritos en las mejores páginas de los viajeros a Roma y en los cuentos que los guías de viajes narran a los turistas accidentales o establecidos en la capital de Italia''.

La última anécdota es precisamente de la visita de los artistas del circo en la audiencia especial para ellos, el sábado 1 de diciembre de 2012. Aquí no aparece un gato, pero sí un felino. Monseñor Xuereb explica: "Hoy, como estaba previsto, el Papa ha recibido en audiencia a la gente del circo: malabaristas, payasos y trapecistas han actuado ante el Santo Padre. Y Benedicto XVI, al final de la audiencia, no ha tenido miedo de acercarse y acariciar a un pequeño león, el cachorro Simba. En los brazos de su domadora, Simba fue inmortalizado por interminables flashes de fotógrafos, mientras el Papa contento acariciaba su hocico. El Santo Padre ya no podía separarse; Decía: «Es muy bueno, es tranquilo». Un segundo cachorro del Circo Ciudad de Roma, ha recibido el nombre de Benedicto en honor al Papa". El mismo Papa Francisco en el libro- entrevista "El Sucesor", obra del vaticanista español Javier Martínez-Brocal nos regala el recuerdo que tenía del Cardenal Ratzinger, cuando siendo ya obispo en Argentina natal acudía a Roma. Afirma en Papa Francisco: "Le recuerdo en este barrio, caminando hacia su casa con una boina y rodeado de gatos. Creo que conocía el lenguaje de los gatos, era impresionante. Hablaba con ellos, le entendían y le guiaban".

Muchos tendrán en la retina esa conmovedora imagen de Monseñor Georg Gänswein besando las frías manos del cadáver de Benedicto XVI expuesto en la basílica de San Pedro. Alejandra María Sosa Elízaga lo relató de una forma bien hermosa al escribir: "Qué significativo que besara sus manos. Pudo besar su frente. Pero besó sus manos. Manos ungidas del sacerdote, del obispo, del Papa, manos que bautizaron, que absolvieron, que ungieron, que casaron, y sobre todo, que transformaron el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo. Manos que saludaron y bendijeron a millones de personas. Manos que se mantenían extendidas y fraternas aún ante aquellos que le daban la espalda. Manos de buen pastor que con su cayado supo conducir gentilmente su rebaño. Manos de sabio, que escribieron, y a lápiz, tantas obras de incalculable valor para la Iglesia, como el Catecismo de la Iglesia Católica, la trilogía de Jesús de Nazaret, y tantas otras. Manos de guía que nos señalaron la Verdad. Manos de amigo de Dios, que en profunda oración se unieron para pedir por tantos, por todos, que hojearon miles de veces el breviario. Manos de enamorado de María que diario pasaban las cuentas del Rosario que rezaban juntos caminando por los jardines vaticanos. Manos humildes que nunca se aferraron al poder. Manos que acariciaban gatos y el tocaban piano''... A buen seguro, como el Papa Benedicto esperaba, estará hoy gozando del paraíso rodeado de sus amados mininos.

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