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Santoral del día: Santa Teresa de Jesús

(COPE) La experiencia mística ha abundado en el Santoral y también dentro de los santos españoles. Hoy celebramos a Santa Teresa de Jesús, cuya vivencia de Dios ha marcado toda su existencia. Nacida en Ávila en 1515, de pequeña quiso ir con uno de sus hermanos a tierra de paganos para sufrir el martirio y llegar al Cielo.

Un tío suyo les verá y les devolverá al hogar familiar. La santa andariega ingresó en el Convento Carmelita de la Encarnación, buscando una experiencia profunda de Dios. Guiada por la Providencia inicia la renovación del Carmelo.

Para llevarlo a cabo contó con la ayuda de San Juan de la Cruz al que llamaba cariñosamente “el medio fraile” en alusión a su estatura. En su trayectoria, fundó quince monasterios, empezando con el Convento de San José, en su ciudad natal.

Tuvo que soportar muchas incomprensiones y persecuciones, pero siempre tuvo una fuerte unión con el Esposo –Cristo- siendo una de las grandes místicas. El Señor el puso desde el Cielo a San Pedro de Alcántara que celebramos próximamente y que le impidió ser procesada por el Santo Oficio que le acusaba de brujería injustamente.

La Misticidad se plasmó plasmó en sus muchos escritos espirituales y literarios, como El Castillo Interior o El Libro de su Vida. En ellos propuso las tres Vías que son la Purgativa referida a la conversión, la Iluminativa referida a la Luz de la Gracia; y por fin la Vía Unitiva que se alcanza al llegar al Cielo.

Santa Teresa de Jesús dejó esta vida, a la que denominó una mala noche en una posada 1582. Ese año entró en vigor el calendario gregoriano y aunque muere el 4 de octubre, al día siguiente se ajustan tres días y pasa a ser día 15. Fue proclamada Doctora de la Iglesia.

martes, 14 de octubre de 2025

Nueva misión en México con sacerdotes de Lumen Dei

(Iglesia de Asturias) Dos sacerdotes y un diácono pertenecientes a la Asociación Lumen Dei, incardinados en diócesis de Oviedo, han acudido recientemente a fundar una nueva misión en México, y lo hicieron acompañados por el Arzobispo, Mons. Jesús Sanz. La misión se encuentra exactamente en el Estado de Guerrero, en la diócesis de Tlapa, dentro del distrito Cochoapa el Grande y de la parroquia Arroyo Prieto. Una misión que empieza «desde cero», tal y como explica el padre Dionisio Serrano Pascual, Superior de la Comunidad de Avilés y Secretario General de Lumen Dei. Esta Asociación Pública de Fieles, fundada por el jesuita Rodrigo Molina en la década de los 60 del pasado siglo, tiene su sede en Asturias y su Superior es el propio Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz. «Tenemos ya la aprobación con el visto bueno de la Santa Sede», concreta el Padre Dionisio, que aclara que la Asociación tuvo «un comienzo plenamente misionero con los más pobres y los más abandonados».

En la diócesis varios sacerdotes de la comunidad son párrocos y otros dos, capellanes de hospitales, como es el caso del Padre Dionisio, en el Hospital Universitario Central de Asturias.

La misión que ya está en marcha en México surgió recientemente, a raíz de la fundación de una primera sede por parte de un sacerdote diocesano de Toledo, que comenzó a trabajar en la zona, especialmente abandonada. «Este sacerdote tenía amistad con el señor Arzobispo de Oviedo por lo que juntos, vieron la posibilidad de que algunos sacerdotes de la diócesis de Oviedo fueran a aquella parroquia a ayudar, porque tiene unos 90 pueblos muy apartados unos de otros y con una orografía muy accidentada. Pidieron ayuda y se acordó que podían encargarse los sacerdotes de Lumen Dei», explica el padre Dionisio.

Los dos sacerdotes y el diácono que ya están instalados y dando los primeros pasos en su nuevo destino, deberán comenzar «prácticamente desde cero» en cuanto a la evangelización de las personas que allí se encuentran, dado el nivel de abandono en el que han permanecido durante años. «No solo es un sitio de difícil acceso por la delincuencia o por las malas carreteras, sino que además, uno de los principales obstáculos para poder comunicarse allí es el idioma», explica el Superior de la comunidad de Lumen Dei en Avilés. Y es que en San Pedro el Viejo, el pueblo en el que se asienta la actual misión de Lumen Dei, el 95% de la población no habla castellano, sino otro idioma que se llama Mixteco, de gran complejidad.

Exhortación apostólica del Papa León XIV “Dilexi te”


«Te he amado» (Ap 3,9). Así comienza la Exhortación Apostólica Dilexi te, del papa León XIV, que se centra en el amor incondicional hacia los pobres y recoge un proyecto heredado del papa Francisco. El título evoca la voz de Cristo que se dirige a la comunidad cristiana e invita a redescubrir el vínculo inseparable entre la fe y la cercanía con los pobres.

El primer capítulo se detiene en el sentido cristiano de la atención a los pobres, recordando que no es un acto de filantropía, sino una expresión esencial de la fe. Invita a escuchar el “grito de los pobres” y a reconocer las diversas formas de pobreza —material, moral y espiritual— que interpelan la conciencia cristiana.

El segundo capítulo explica la opción preferencial de Dios por los pobres como una expresión de su misericordia. Presenta a Cristo como modelo de cercanía y servicio, y recuerda que el amor al prójimo es inseparable del amor a Dios, siendo las obras de misericordia criterio del juicio final.

El tercer capítulo repasa la historia de la Iglesia en su servicio a los necesitados. Muestra una continuidad de caridad y entrega que ha sostenido la vida cristiana a lo largo de los siglos.

El cuarto capítulo analiza la proyección social de este compromiso, destacando la Doctrina Social de la Iglesia y el impulso del Concilio Vaticano II. Denuncia las estructuras que generan desigualdad y propone valorar la experiencia y sabiduría de los pobres como un don para toda la comunidad eclesial.

El quinto capítulo concluye con una llamada a la conversión personal y comunitaria. Recuerda que el cuidado de los pobres es una tarea permanente y cotidiana, y que los gestos concretos de ayuda y cercanía —por pequeños que sean— son expresión viva del Evangelio en el mundo actual.



lunes, 13 de octubre de 2025

Homilía del Sr. Arzobispo en la Festividad de Nuestra Señora del Pilar

Tenemos avanzado el otoño y los bosques de nuestras montañas asturianas hacen gala de esos colores con sus tonos ocres como humilde alabanza que pone ante nuestra mirada la dulzura de un tiempo sereno y lleno de nostalgia. Este es el ambiente que siempre rodea la festividad que hoy celebramos los cristianos en la memoria de una advocación mariana tan entrañable y tan hispana como la Virgen del Pilar. Ella siempre aparece junto a aquel apóstol audaz que llegó al Finisterre de aquella época primeriza cristiana.

Muchos artistas nos lo han descrito en su trance más bajo a la orilla del gran cauce fluvial de Cesaraugusta, la actual Zaragoza. Allí andaba el bueno de Jacobo, hermano de Juan, y ambos hijos del Zebedeo. Llegó a donde más lejos llegaron aquellos doce amigos que Jesús hizo sus discípulos. Junto a Pedro y Juan obtuvo confidencias y privilegios en esa amistad extraordinaria con el Maestro. Su misma madre se atrevió a pedir al mismo Jesús un cargo de importancia para sus dos hijos, Jacobo y Juan, en ese Reino de los cielos del que hablaba Cristo, como quien pide un par de carteras ministeriales para hacer de los dos del Zebedeo, personas importantes y consideradas.

Tenían por sobrenombre “Bonaerges”, que en arameo significa “los hijos del trueno”, apodo puesto por Jesús mismo cuando vio cómo se las gastaban aquellos dos hermanos con su frecuente impetuosidad. Resultó curioso el que aquel hijo del trueno fuese fulminado por la indiferencia de los hispanos cuando les anunciaba el Evangelio. Por eso sorprende esa escena que retratan las antiguas crónicas al ver este Jacobo, cuyo nombre conocido viene ya tras la popular veneración como santo cristiano: San Jacobo, San Yago, Santiago… el apóstol. La escena es la de un hombre abatido en su más clamoroso fracaso en aquella Hispania romana al contar que él se había encontrado con Cristo.

Problemas lingüísticos, porque posiblemente con su arameo oriental no se hizo entender con el latín ibérico. Problemas de usos y costumbres tan diferentes quizás con los que él traía de sus lares en la Galilea de entonces. Problemas de pedagogía, tal vez por no acertar a presentar como Buena Noticia con su mensaje de paz, de luz y de gracia, las bienaventuranzas que él escuchó con asombro admirado desde los labios del Maestro Jesús. ¿Cómo contar aquello de lo que él fue testigo: que las personas que entraban en contacto con Jesús les cambiaba la vida? ¿Cómo transmitir lo que vio cuando Jesús se apostaba en la plaza para ver jugar a los niños y poner ejemplo de su inocencia infantil, o cuando vio pasar a la viuda de Naim que iba a enterrar a su hijo único, o aquel suceso en Jericó cuando el más odiado del pueblo por ladrón (aquel señor bajito llamado Zaqueo) decidió devolver cuatro veces más lo que había robado con sus extorsiones e influencias? Y así, podrían pasar por el argumentario de su prédica los debates ariscos con los fariseos por parte del Maestro, como también la misericordia entrañable que tuvo con María Magdalena y tantos otros pecadores o tullidos a los que curó de sus cegueras, de sus cojeras y de sus derivas torpes en las distintas contradicciones morales. Pero no le dio resultado, y de ese modo quedaba fulminado en la tristeza de su infecundo trabajo apostólico el hijo del trueno que se pavoneaba junto a Pedro y a Juan en aquellos tres años de aquí para allá siguiendo a Jesús en Galilea y Judea. Pero la Hispania romana ya se ve que era otra cosa.

Por eso hoy celebramos no una derrota apostólica, sino el milagro de la cercanía materna que consiguió levantar el ánimo, empujar de nuevo a la andanza evangelizadora a quien así desfondado masticaba su tragedia. Es la Virgen del Pilar. Porque fue sobre un pilar de jaspe a orillas del río Ebro, donde se hizo presente aquella madre que como tal recibimos los cristianos al pie de la cruz en la persona de Juan: hijo, he ahí a tu madre, le dijo Jesús al discípulo amado, hermano de Santiago. Y ella supuso para este apóstol necesitado de apoyo y consuelo, lo que cualquier madre ofrece a un hijo desvalido: justamente un pilar donde apoyarse, un pilar de belleza y fortaleza para levantar la cabeza y seguir adelante. María representa lo mejor de nuestra historia cristiana. La historia creyente de la Virgen nos habla de un requiebro hermoso en la fatalidad cotidiana, para asomarnos con Ella y en Ella a cómo en la tierra de todos nuestros imposibles Dios puede hacer florecer su divina posibilidad. ¿Qué representa para nosotros lo imposible? ¿Nos atreveremos a ponerle nombre y circunstancia? Tantas cosas nos pueden resultar así de inasequibles, de desbordantes, hasta provocar las lágrimas que furtivamente hemos ido a compartir con la dulce Señora en esa ermita escondida del corazón. Ella nos dice que Dios tiene recursos, que nos sabe amar y que es el único que no juega con nuestra felicidad, trocando de este modo nuestro llanto en danza, quitándonos los lutos para revestirnos de la algazara de una fiesta que no acaba.

Esto fue María para Santiago, junto a aquellas orillas en la Cesaraugusta de entonces. Y bien lo celebran los amigos aragoneses, pero no sólo ellos, sino toda España, y no sólo el resto de los españoles, sino toda esa América hispana. Hace cinco siglos sucedió esa epopeya de la historia universal con el descubrimiento de América. Descubrir un mundo nuevo, nuevas gentes, nuevas tierras, encerraba una serie de intereses económicos, políticos y militares. Tamaña hazaña, llevada a cabo por hombres con sus luces y sombras, sus gracias y pecados, tenía también otro objetivo. No sólo llevaban ambiciones comerciales, no sólo portaban arcabuces y soldadescas, llevaban también el evangelio, la cruz del Resucitado y un mensaje salvador que anunciar y compartir como enseña. Es el reconocimiento de estos pueblos hispanos hermanos nuestros con los que tenemos en común la lengua, la fe y el afecto mutuo. Pero antes de la efeméride histórica, el 12 de octubre es para nosotros una fiesta mariana: nuestra Señora del Pilar. Hoy nos hacemos peregrinos de ese santuario zaragozano que nos reclama nuestra mirada y nuestra devoción.

Santiago y la Virgen del Pilar en esta fiesta señera, nos mueven a pedir por este pueblo que los tienen como patronos y protectores en la tierra. Si Santiago es patrono de España, la Pilarica aúna en su fiesta a una nación entera. A ellos nos encomendamos para que lo que nos une en la España toda, sea motivo de alegría fraterna y no división cicatera. Pedimos para que la unidad permita el abrazo de hermanos que saben tejer con sus hilos plurales el bordado bello y pacífico de una serena convivencia.

En este día tan festivo, nos acercamos con gratitud y afecto a uno de los cuerpos de seguridad del Estado como es la Benemérita, que celebra en la Virgen del Pilar a su patrona señera. Vaya nuestro sentido agradecimiento por estar presente la Guardia Civil en tantos escenarios donde necesitamos una ayuda y una defensa: en las carreteras, en la montaña, en el mar; allí donde se atenta contra la vida y la seguridad ciudadana y rural, en las fronteras, y también donde haya delincuentes de guante blanco o sofisticado que porfían altaneros contra la justicia y la verdad. Por todo ello, en un día como hoy, es justo y necesario felicitar a nuestros guardias civiles por su impagable labor, aún a cosa de sacrificios que llega al más extremo cuando te juegas la vida. Ofrecemos la santa Misa por los miembros de la Guardia Civil que han fallecido en acto de servicio, y pedimos por sus familiares, sus compañeros y amigos.

Que la Virgen del Pilar sea esa columna de afecto y seguridad para todos, que en tiempos de zozobra sostiene nuestra esperanza.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

13 de Octubre: Aniversario de la Dedicación de la Catedral de Oviedo

La dedicación de un templo es la donación del edificio a la divinidad y es un rito que se celebra una sola vez. En la comunidad cristiana, como rito de iniciación, la dedicación señala el inicio de una etapa importante para la vida de la Iglesia local.

En la historia de la Iglesia no se tienen noticias de dedicación de templos hasta el siglo IV y consistían, preferentemente, en la celebración de una Eucaristía solemne. Una de las tradiciones más conocidas desde los inicios de esta ceremonia la constituía la costumbre de guardar reliquias en el altar, la cual siempre gozó de gran aceptación por parte de los fieles. A partir del siglo VI la ceremonia se fue haciendo más solemne y complicada, implicando aspersiones y unciones de los muros del templo, así como incensaciones. Este ritual se mantuvo hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965). En la Catedral de Oviedo se da la particularidad de que las reliquias, que deben depositarse a los pies del altar, están dentro del ara, la piedra que se ubica en el centro del altar, a la espera de ser colocadas en su lugar canónico.

Actualmente el rito de dedicación es más sencillo y consta de cuatro partes: entrada a la iglesia, liturgia de la palabra, oración de dedicación y unción de la iglesia y altar y, finalmente, celebración de la Eucaristía. Esta ceremonia debe ser siempre realizada por el obispo, y la iglesia debe tener un santo o santos titulares. La advocación de la Catedral de Oviedo en el momento de su fundación, el 13 de octubre del año 821, era la de basílica de San Salvador y los Santos Apóstoles.

Cada 13 de octubre, en la Catedral de Oviedo se conmemora el aniversario de la dedicación del templo construido por Alfonso II el Casto, del que guarda memoria agradecida el Cabildo de esta iglesia, porque, no solo elevó a capital del reino de Asturias el lugar donde había nacido -Oviedo-, sino que, en ella, estableció la sede episcopal de la nueva Diócesis que se creó poco después.

domingo, 12 de octubre de 2025

''Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila



Tocaría hoy hablar del Domingo XVIII del Tiempo Ordinario, pero al ser 12 de Octubre ponemos nuestra atención en la Madre del Señor en esta querida advocación de Nuestra Señora del Pilar. Es una devoción que siempre he querido cuidar en esta comunidad, no porque sea una devoción personal del párroco debido a la vinculación y cariño con la Guardia civil, algo que es evidente, sino porque nuestro actual templo parroquial fue dedicado en el año 1940, año santo del Pilar, como así rezan los recordatorios de aquel día. Se cumplían entonces XIX siglos de la venida en carne mortal de la Virgen Santísima a Zaragoza, alentando al Apóstol Santiago a no rendirse en su predicación en esta tierra, que habría también por su acción evangelizadora una nación muy de Cristo y muy de María. Como parroquia hemos de tener claro que la piedra angular es Jesucristo, pero también María nuestra columna, nuestro apoyo y pilar...

En la primera lectura del Libro Primero de las Crónicas, hemos escuchado el relato de cómo todo Israel se reunió para el solemne traslado del Arca de la Alianza al lugar que se había preparado para ser depositada. Y así como nos dice el texto "Llevaron el Arca de Dios y la colocaron en el centro de la tienda"... Para los Hebreos este era su mayor tesoro, lo que les hacía sentir la presencia de Dios en medio de ellos y lo que les llenaba de alegría; esto es lo que hemos de experimentar nosotros al celebrar hoy a la Virgen del Pilar: la emoción de darnos cuenta que es Ella quien nos trae al Señor, que en sus brazos está nuestra mayor riqueza, y la alegría de poder presumir con gozo de que somos tierra de María, no porque amemos a la Virgen sin más motivo que el catequético o dogmático, sino porque Ella nos amó primero y nos visitó aún en su vida mortal. Por ello a lo largo de los siglos todo tributo de amor a la reina del cielo por parte de España ha sido poco. Santa María es el Arca de la Nueva Alianza, el puente entre Dios y nosotros que nos regala el pilar al que abrazarnos en las horas de dificultad cuando todo viene en contra, y la fe de nuestra Nación parece extinguirse. La promesa de la Madre de Dios nos llena de esperanza, como dice la tradición sobre la santa columna en que fue exaltada Nuestra Señora:

"No la derriban los vientos
ni la sepultan las aguas,
Mientras que exista esta Piedra
España será cristiana"

La segunda lectura, tomada del relato del Libro de los Hechos de los Apóstoles, nos lleva a fijar la mirada en María y los Apóstoles en Pentecostés, donde según nos relata el autor "perseveraban unánimes en la oración". Este es el secreto de cara al mañana; esta es nuestra misión hoy: ser cristianos que perseveren en la oración y no tanto en el activismo que tantas veces nos asfixia y nos aleja del sentido de lo sobrenatural. Santa Maravillas de Jesús afirmó que "España se salvará por la oración". No la salvarán estrategias políticas ni políticos de quita y pon, ni proyectos sociales o económicos; la salvación pasa por la oración, por la íntima unión con el Señor, como aquellos primeros cristianos que a pesar del miedo y la incertidumbre ante el futuro se unieron en intensa plegaria en torno a María.

Es esta una jornada para dar gracias al Señor por la historia de fe de nuestra Nación que se llevó a tantos lugares de Hispanoamérica que también hoy celebran a la Pilarica, como cariñosamente llaman en Aragón a su Patrona. Y el evangelio de esta solemnidad va también en esta línea: no es que a Jesús que le parezca mal el piropo que le regala "una mujer de entre el gentío", o desprecie públicamente el elogio que le hacen hacia su madre  en Él, sino que quiere poner el énfasis en quienes pueden ser también dichosos; es decir, nos pide a nosotros que contribuyamos a ser parte de esa dicha escuchando la palabra de Dios pero sin quedarnos sólo ahí, sino cumpliéndola en nuestra propia vida.

Hoy es una fecha muy especial para pedirle a la Virgen del Pilar por España, para que crezca la unidad y se difuminen las divisiones, para nos sintamos orgullosos de nuestra Patria e identidad, y cooperemos en el bien común; para que seamos acogedores con los que llegan a nuestro suelo como lo hicimos nosotros al suyo, y seamos generosos con los que necesitan ayuda... Qué actual sigue siendo aquella plegaria de San Juan Pablo II ante Nuestra Señora del Pilar en 1982: 

Virgen Santa del Pilar:
Aumenta nuestra fe,
consolida nuestra esperanza,
aviva nuestra caridad.
Socorre a los que padecen desgracias,
a los que sufren soledad, ignorancia,
hambre o falta de trabajo.
Fortalece a los débiles en la fe.
Fomenta en los jóvenes la disponibilidad
para una entrega plena a Dios.
Protege a España entera y a sus pueblos,
a sus hombres y mujeres.
Y asiste maternalmente, oh María,
a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad.
Así sea.

Un pilar en nuestras zozobras. Por Monseñor Jesús Sanz Montes O.F.M.

Muchos artistas nos lo han descrito en su trance más bajo a la orilla del gran cauce fluvial de Cesaraugusta, la actual Zaragoza. Allí andaba el bueno de Jacobo, hermano de Juan, y ambos hijos del Zebedeo. Llegó a donde más lejos llegaron aquellos doce amigos que Jesús hizo sus discípulos. Junto a Pedro y Juan obtuvo confidencias y privilegios en esa amistad extraordinaria con el Maestro. Su misma madre se atrevió a pedir al mismo Jesús un cargo de importancia para sus dos hijos, Jacobo y Juan, en ese Reino de los cielos del que hablaba Cristo, como quien pide un par de carteras ministeriales para hacer de los dos del Zebedeo, personas importantes y consideradas.

Tenían por sobrenombre “Bonaerges”, que en arameo significa “los hijos del trueno”, apodo puesto por Jesús mismo cuando vio cómo se las gastaban aquellos dos hermanos con su frecuente impetuosidad. Resultó curioso el que aquel hijo del trueno fuese fulminado por la indiferencia de los hispanos cuando les anunciaba el Evangelio. Por eso sorprende esa escena que retratan las antiguas crónicas al ver este Jacobo, cuyo nombre conocido viene ya tras la popular veneración como santo cristiano: San Jacobo, San Yago, Santiago… el apóstol. La escena es la de un hombre abatido en su más clamoroso fracaso en aquella Hispania romana al contar que él se había encontrado con Cristo.

Problemas lingüísticos, porque posiblemente con su arameo oriental no se hizo entender con el latín ibérico. Problemas de usos y costumbres tan diferentes quizás con los que él traía de sus lares en la Galilea de entonces. Problemas de pedagogía, tal vez por no acertar a presentar como Buena Noticia con su mensaje de paz, de luz y de gracia, las bienaventuranzas que él escuchó con asombro admirado desde los labios del Maestro Jesús. ¿Cómo contar aquello de lo que él fue testigo: que las personas que entraban en contacto con Jesús les cambiaba la vida? ¿Cómo transmitir lo que vio cuando Jesús se apostaba en la plaza para ver jugar a los niños y poner ejemplo de su inocencia infantil, o cuando vio pasar a la viuda de Naim que iba a enterrar a su hijo único, o aquel suceso en Jericó cuando el más odiado del pueblo por ladrón (aquel señor bajito llamado Zaqueo) decidió devolver cuatro veces más lo que había robado con sus extorsiones e influencias? Y así, podrían pasar por el argumentario de su prédica los debates ariscos con los fariseos por parte del Maestro, como también la misericordia entrañable que tuvo con María Magdalena y tantos otros pecadores o tullidos a los que curó de sus cegueras, de sus cojeras y de sus derivas torpes en las distintas contradicciones morales. Pero no le dio resultado, y de ese modo quedaba fulminado en la tristeza de su infecundo trabajo apostólico el hijo del trueno que se pavoneaba junto a Pedro y a Juan en aquellos tres años de aquí para allá siguiendo a Jesús en Galilea y Judea. Pero la Hispania romana ya se ve que era otra cosa.

Celebramos en este día una memoria mariana: la Virgen del Pilar. Porque fue sobre un pilar de jaspe a orillas del río Ebro, donde se hizo presente aquella madre que como tal recibimos los cristianos al pie de la cruz en la persona de Juan: hijo, he ahí a tu madre, le dijo Jesús al discípulo amado, hermano de Santiago. Y ella supuso para este apóstol necesitado de apoyo y consuelo, lo que cualquier madre ofrece a un hijo desvalido: justamente un pilar donde apoyarse, un pilar de belleza y fortaleza para levantar la cabeza y seguir adelante. Esto fue María para Santiago, junto a aquellas orillas en la Cesaraugusta de entonces. Y bien lo celebran los amigos aragoneses, pero no sólo ellos, sino toda España, y no sólo el resto de los españoles, sino toda esa América hispana que el día 12 de octubre rememora la hazaña descubridora de aquel continente hermano con el quedaríamos vinculados por la lengua, por la cultura y por la fe.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

Evangelio en la Festividad de Nuestra Señora del Pilar

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 27-28

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantando la voz, le dijo:
«Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».

Pero él dijo:
«Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

Palabra del Señor

sábado, 11 de octubre de 2025

María Isabel González del Valle: una ovetense universal

(Infovaticana) El pasado 7 de octubre, los bajos de la iglesia del Sagrado Corazón de Oviedo —antiguamente convento de las Salesas— acogieron la presentación del libro Estoy enamorada del Señor, biografía de María Isabel González del Valle, la ovetense que, a comienzos del siglo XX, llevó fe y cultura a los pobres de Andalucía junto al beato Tiburcio Arnáiz, SJ.

La obra, publicada por la editorial Homo Legens, lleva la firma de Mons. Alberto José González Chaves, autor de una extensa trayectoria en el campo de la literatura espiritual e hagiográfica. En el catálogo de la misma editorial figuran también sus títulos Dame Almas —biografía del cardenal Merry del Val—, Benedicto XVI, doctor del Ángelus, y, recientemente, De León XIII a León XIV. Unidos por el Rosario. En su biografía de Maria Isabel, según su estilo, el autor entrelaza la investigación documental con una prosa espontánea y cuidada a partes iguales, ofreciendo al lector el retrato de una mujer que supo convertir la belleza en caridad y la cultura en servicio.

Un lugar simbólico para la presentación

El lugar elegido para la presentación no pudo ser más simbólico. En el colegio de las Salesas había cursado estudios la propia María Isabel y allí recibió gracias interiores y confidencias del Señor que marcaron su vida espiritual. Años más tarde, dos de sus hermanas ingresarían en ese mismo monasterio, al que ella acudía cada vez que regresaba a Oviedo y al que enviaba cartas llenas de afecto y noticias de sus andanzas apostólicas. Aquel terreno (del edificio hoy existe sólo la iglesia, hoy de los jesuitas) dio al acto el sentido de un regreso al origen. «Todo es providencia», afirmó a tal propósito la hermana María Leticia Montero Granados, actual directora de las Misioneras de las Doctrinas Rurales. «María Isabel se consideró siempre hija y nieta de San Ignacio», explicó.

La convocatoria congregó a más de un centenar de asistentes, la mayoría ovetenses, aunque también se dieron cita personas llegadas de otras diócesis y de Andalucía. Presidió el acto el arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes. Asistieron tambien el párroco de San Juan el Real —a cuya jurisdicción pertenece el templo—, el deán de la Catedral, algunos jesuitas de Oviedo, otros sacerdotes y religiosas y muchas docenas de seglares. Fue especialmente sugestiva la presencia de dos sobrinos carnales de María Isabel, uno de los cuales, don José María González del Valle y Cienfuegos-Jovellanos, abrió el acto con unas palabras que fueron verdadera memoria histórica y familiar.

Al final, el Sr. Arzobispo pronunció un parlamento brillante, profundo y entrañable, destacando la hondura espiritual de María Isabel, su fidelidad a la Iglesia y la vigencia de su ejemplo. Subrayó la necesidad de mirar su vida como testimonio de mujer creyente, culta y alegre, que hizo del Evangelio una forma de presencia luminosa en medio del mundo. «Era una mujer buscadora, adornada con un sinfín de talentos y valores que fueron despuntando para describir lo que sería una biografía de santidad», señaló el Prelado, subrayando la «vocación novedosa» que suponía el paso que dio María Isabel González del Valle, junto a sus primeras compañeras, de convertirse en «mujeres jóvenes consagradas en una obra apostólica inédita, pero sin ser religiosas», lo que «entrañaba un cierto desvalimiento e inseguridad al no contar con el santo refugio que garantiza un convento».

El Arzobispo citó una reflexión de la fundadora de las Misioneras de las Doctrinas Rurales acerca de los ataques que sufría la Iglesia en los agitados años 30 del siglo XX: «Pensar que los malos cuando triunfaron se atrevieron, siendo una minoría tan pequeña en España, a derribar el trono, a perseguir a la Iglesia y a dictar tanta ley injusta y persecutoria, y que ahora, que han triunfado los buenos, que tienen consigo a toda España, no se atreven a barrer la porquería que amontonaron los otros solamente en dos años (…). En fin el número de tontos es infinito». Sanz Montes lanzó una pregunta al auditorio tras acabar la cita, que era aún más extensa: «¿Les suena? Pues pongan música a esta letra y tendremos la actual sintonía».

El acto concluyó con un caluroso reconocimiento a las Misioneras de las Doctrinas Rurales, presentes en la sala, que prolongan el carisma fundacional de María Isabel con humildad y constancia. Ellas son, hoy, el rostro visible de una herencia espiritual que no ha perdido frescura: mujeres que enseñan, acompañan, oran y construyen comunidad en lugares donde la fe y la esperanza se aprenden en lo pequeño.

¿Quién era María Isabel González del Valle?

Nacida en Oviedo el 2 de julio de 1889, María Isabel González del Valle creció en un hogar donde la música, la lectura y la fe se respiraban como lenguajes naturales. Aquella educación armoniosa se transformó, con el tiempo, en un estilo de caridad serena. Tras unos Ejercicios espirituales en Madrid en 1920, vivió una conversión profunda que la llevó a unirse al jesuita Tiburcio Arnáiz y a fundar en 1922, en Gibralgalia (Málaga), la primera Doctrina Rural, dedicada a la alfabetización, la catequesis, la liturgia y la promoción humana en las zonas más pobres.

Su exclamación espontánea “¡Estoy enamorada del Señor!” resumió la orientación de toda su existencia. Murió en Jerez de la Frontera en 1937, dejando tras de sí una siembra silenciosa que hoy florece en la causa de su beatificación, abierta recientemente en la diócesis de Málaga.

Tres medios asturianos coincidieron al valorar esta presentación

La Nueva España recordó a “la ovetense que hizo misión en Andalucía”, resaltando su origen en una familia culta y musical que forjó su sensibilidad y su disciplina interior.

El Comercio subrayó el carácter entrañable del homenaje y el rigor documental de la obra, mientras que Opinión Ibérica insistió en la actualidad de su legado y en la labor que continúan hoy las Misioneras de las Doctrinas Rurales, que prolongan su carisma fundacional en aldeas y pueblos apartados, con la misma abnegación y alegría que animaron a María Isabel.

La presentación de «Estoy enamorada del Señor» fue mucho más que un acto editorial: fue una celebración del alma ovetense en su mejor expresión, donde la fe, la cultura y la nobleza se dieron la mano. La figura de María Isabel González del Valle brilló con la luz serena de lo verdadero: la de una mujer que aprendió entre partituras a servir con armonía, que entendió la belleza como camino hacia Dios y que convirtió su educación en don para los demás. Oviedo, al recordarla, recordó lo mejor de sí misma: la ciudad donde la música se hizo oración, la cultura se hizo servicio y la fe se hizo alegría.

El testimonio de las Misioneras de las Doctrinas Rurales, presentes y activas, confirma que su espíritu sigue vivo: discreto, alegre, generoso. Y así, más de un siglo después, la melodía espiritual de María Isabel González del Valle sigue sonando, suave y firme, como una sinfonía de amor que no termina.

Palabras del autor en la presentación de Estoy enamorada del Señor

Excelentísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo; reverendos señores sacerdotes; don José María González del Valle; queridas Misioneras de las Doctrinas Rurales; señoras y señores:

Esta tarde presentamos un libro que nace de la gratitud: «Estoy enamorada del Señor». Su protagonista, María Isabel González del Valle, es hija de esta tierra; y comprender su vida es imposible sin la casa en la que creció y sin la ciudad que respiró. Antes que fechas y lugares, su biografía tiene un latido: una familia culta y musical en el corazón de Oviedo. Ese humus —intelectual, artístico y religioso— explica la armonía con que, más tarde, transformará sus talentos en servicio.

Hablar de la familia González del Valle es evocar un hogar numeroso (quince hijos) sostenido por la figura pública y musical de don Anselmo González del Valle, y por una madre que hizo de la cultura una forma de educación del alma. Aquella casa fue un taller de humanidad: biblioteca, tertulia y sala de música al mismo tiempo. Allí la cultura no se ostentaba; se vivía. Allí la música era lengua materna. Por eso, cuando más tarde hablemos de su vida interior, no nos extrañará que todo suene como una partitura bien afinada.

El perfil de don Anselmo (1852–1911) ayuda a entenderlo: pianista, compositor, mecenas; impulsor decisivo de la vida musical ovetense; en su palacio se reunían intérpretes, se estudiaban partituras y se forjó la Sociedad Filarmónica de Oviedo (1907). Una biblioteca musical extraordinaria, una escuela y una cátedra de violín sostuvieron ese clima donde los hijos aprendían, por inmersión, que la belleza obliga. Ese tono —elegante, disciplinado, alegre— es el que María Isabel convierte luego en caridad cotidiana.

El linaje ascendía, además, por la rama de Anselmo González del Valle y Fernández Roces (1820–1876) —empresario, benefactor de la Universidad, figura del Oviedo decimonónico— y por redes familiares tejidas entre Asturias y Cuba, de las que venían recursos y sensibilidad para las artes. No era un lujo superficial: era una cultura de Estado doméstico, de deber cívico y delicadeza espiritual. En esa síntesis se educó María Isabel.

María Isabel nació en Oviedo el 2 de julio de 1889 y fue la duodécima de los quince hermanos. Infancia feliz; juventud de piedad, lectura, familia y vida social, con una manera ovetense de estar en el mundo: sobria, exacta, cordial, sin estridencias. Diríamos que su ciudad le enseñó a no confundir brillo con altura, y su familia, a no separar belleza de bondad.

De ese hogar saldrá la convicción de que la excelencia no es privilegio, sino responsabilidad. La música, que allí sonaba como un rito diario, será la imagen más fiel de su madurez: toda virtud es un arte y todo arte verdadero pide disciplina y donación. Por eso, cuando Dios le pida más, sabrá entregar más y mejor. (Aquí está la clave de todo lo que vendrá).

El giro interior llega en Madrid, abril de 1920: Ejercicios de San Ignacio y una conversión nítida. La joven elegante y culta percibe una llamada que desborda su horizonte. Y responde con prontitud asturiana, sin dramas ni proclamas, con esa mezcla de firmeza y serenidad que aquí se llama “tener norte”. Poco después, en Málaga, encuentra al Padre Tiburcio Arnáiz, SJ: con él aprenderá a convertir su formación en apostolado concreto.

En 1922 comienza la Obra de las Doctrinas Rurales: aldeas y cortijos, caminos duros, escuelas improvisadas, catequesis pacientes, templos que nacen de la fe de la gente sencilla. Lo decisivo, sin embargo, no es el mapa, sino el método: elevación por la belleza y la verdad. Aquella educación recibida en Oviedo —libros, música, conversación— se vuelve alfabetización, dignidad, liturgia bien cuidada, presencia eucarística. La cortesía aprendida en casa se hace ternura con los pobres; el rigor intelectual, claridad catequética; la música de salón, armonía de comunidad.

Permítanme subrayarlo: su ser ovetense no desaparece; se transfigura. Donde otros hubieran visto distancia social, ella ve deuda de amor. Donde el camino es largo, aplica lo aprendido en el piano: compás, perseverancia, afinación. Y donde parece que nada cambia, sostiene el tono, como sostienen el hilo las cuerdas graves en una sinfonía. Eso explica la fecundidad de su obra y la alegría con que la vivió.

Quienes hoy nos acercamos a su figura encontramos una biografía compacta: infancia y juventud en Oviedo; conversión ignaciana; encuentro con el Beato Arnáiz; fundación y despliegue de las Doctrinas Rurales; y una muerte humilde en Jerez de la Frontera (6 de junio de 1937), con la sencillez de los santos que, al apagarse, iluminan. Todo esto dibuja un arco limpio: de la cultura recibida al Evangelio entregado.

Hoy reparamos en la actualidad de su ejemplo. No se trata sólo de memoria piadosa: varios trabajos y noticias han mostrado la vigencia pastoral y social de su intuición —la evangelización de lo rural, la promoción humana con raíces cristianas, la educación del corazón por la belleza—, e incluso en la diócesis de Málaga se ha incoado su causa de canonización. No es difícil reconocer en su perfil un patrón de santidad laical femenina de singular fuerza para nuestro tiempo.

El libro que presentamos —Homo Legens, 2025; 300+ páginas; prólogo de Mons. Jesús Sanz Montes— quiere precisamente ordenar esos datos, tejerlos con su trasfondo ovetense y mostrar el hilo íntimo de su vida: esa frase que le presta título, “Estoy enamorada del Señor”. No es un axioma; es un diagnóstico. En ella caben su familia, su ciudad, su conversión y su misión. Es el modo breve de decir: “todo lo que recibí, lo devolví en clave de amor”.

Permítanme ahora volver al principio, al hogar. Si uno entra con imaginación en aquella casa ovetense, advierte tres rasgos que serán determinantes:

La música como disciplina del alma. No hay improvisación frívola: hay estudio, técnica y gusto. Eso, traducido al campo apostólico, será constancia y finura.

La conversación culta. La palabra como lugar de encuentro: leer, escuchar, responder. En Andalucía rural se convertirá en catequesis dialogada, humilde y luminosa.

La religiosidad doméstica que da forma a la jornada. En la misión, será presencia eucarística como centro.

Así se entiende que su estilo no fuera ni activista ni devocionista, sino clásico: verdad, belleza, bien, en ese orden; cultivar la forma para custodiar el fondo; elevar sin humillar; enseñar rezando y rezar enseñando. Es, si me permiten, una manera ovetense de la santidad: la que no grita, la que persuade, la que sostiene, la que sirve con elegancia.

Algunos hitos nos ayudan a situarla: abandona el mundo en otoño de 1920 buscando la voluntad de Dios; sube a la Sierra de Gibralgalia en 1922 para iniciar la obra; se le suman mujeres valientes —como Lourdes Werner—; el santo obispo Manuel González alienta la reserva eucarística en parajes remotos; y todo crece por atracción, sin grandilocuencia, como crecen las cosas verdaderas. Ese “orden tranquilo” tiene el ritmo con que en su casa se ensayaban las piezas antes de compartirlas.

En clave histórica, su paso por la España convulsa de los años 20 y 30 muestra lucidez y caridad: donde hay ignorancia, escuela; donde hay desarraigo, parroquia; donde hay tristeza, canto. Nada de esto lo improvisa una activista; lo construye una mujer educada para la altura. Y aquí volvemos a Oviedo: educar para la altura era, en su casa, la forma cotidiana de amar.

¿Y qué puede decirnos hoy Oviedo al mirarse en ella? Que no es menor don el de una familia que afina; que una ciudad que educa deja huella más honda que cualquier moda; que la cultura —cuando es verdadera— ensancha el corazón y lo vuelve disponible para Dios y para los pobres. Quizá ahí esté el mensaje más urgente de María Isabel para nosotros: volver a hacer del hogar lugar de fe y sonrisas, de música y familia, de libros y virtudes, de oración y servicio; de esas casas salen vidas que transforman.

Termino como empecé: con gratitud. Gratitud a Oviedo, por haber dado ese tono digno y sereno a su alma. Gratitud a su familia, por el tesoro de una educación que unía exigencia y ternura. Gratitud a quienes hoy custodian su memoria y a esta edición que la ofrece con pulcritud a nuevos lectores. Gratitud al Señor Arzobispo por su bello prólogo, su gentil presencia y sus interesantes palabras aquí, esta tarde. Y, sobre todo, gratitud a Dios nuestro Señor, que convirtió la música de un hogar ovetense en sinfonía de caridad en las tierras pobres de España.

Si tuviera que dejar una sola frase para quienes esta noche se llevan el libro a casa, repetiría la de María Isabel, sabiendo lo que significa después de escuchar su historia: “Estoy enamorada del Señor”. En esa enunciación cabe Oviedo entero —sus campanas, sus cátedras, sus salones de música—; cabe una familia que afinó el oído y el corazón; caben los pobres a los que sirvió; cabe su muerte humilde y su esperanza grande. Y cabemos nosotros, invitados a afinar de nuevo nuestra vida para que suene, también, a caridad.

Muchas gracias.

Alberto José González Chaves

Lugares vicencianos a los que peregrinar en Francia (III). Tras las huellas de Santa Luisa de Marillac, Santa Catalina Laboure y la Beata Rosalie Rendu

 

Lugares vinculados a Santa Luisa de Marillac

Parroquia de San Gervasio y San Protasio. Aquí se casó Luisa de Marillac
con Antonio Le Gras el 5 de febrero de 1813

San Nicolás de los Campos

En 1623 escribió: «En la fiesta del Pentecostés, durante la Santa Misa cuando yo estaba haciendo oración en la iglesia, mi mente fue completamente liberada de toda duda. Me aconsejaron que debía permanecer con mi marido y que llegaría un tiempo en que estaría en posición de hacer votos de pobreza, castidad y obediencia y estaría en una pequeña comunidad donde otras harían lo mismo». La iglesia era San Nicolás de los Campos de París. Tuvo también una visión en que ella sería guiada por un nuevo director espiritual (Vicente de Paúl) y que esta gracia le sería concedida por su difunto confesor, Francisco de Sales.

Texto manuscrito por Santa Luisa de Marillac titulado “Luz de Pentecostés”, escrito en 1623, y en el que la santa expresa sus sentimientos ante un momento de profunda dificultad espiritual acompañada con el decaimiento de la salud de su esposo, y seguida con el consuelo recibido en la fiesta del Espíritu Santo de ese año y el esclarecimiento de su vocación. El texto es conservado en los archivos de la Congregación de la Misión en París (Francia).

Hotel Dieu. Aquí empezó Santa Luisa su labor con las Damas de la Caridad

Dibujo del Santisimo Salvador hecho por Santa Luisa de Marillac y que es conservado 
en la casa madre de las Hijas de la Caridad en París (Francia).

Pintura del Buen Pastor hecha por Santa Luisa de Marillac y que es 
conservada en la casa madre de las Hijas de la Caridad en París (Francia)

Hospital de Angers

En 1630, fundó la Caridad en su parroquia, San Nicolás de Chardonnet. Ella fue su primera presidenta, pero año y medio después abandonó el cargo de presidenta para no ser elegida ya más. Sin que aparezcan en ningún documento concreto las razones, por las expresiones y por el tono de las cartas, parece que las intenciones del Director Vicente era que se ocupase de todas las Caridades y fuera su colaboradora. Desde esta situación, Luisa de Marillac comenzó a ser protagonista al lado de Vicente de Paúl.

Parroquia de San Lorenzo de París 

Vidriera de San Vicente, Santa Luisa y las Hijas de la Caridad 
en Saint Laurent de París

Santa Luisa fue feligresa y colaboradora de esta Parroquia hasta su muerte en 1660

En este lugar fue enterrada a su muerte en 1660. Se conserva la lápida de su sepultura. En esta capilla se conserva un pequeño relicario regalado por las Hijas de la Caridad. La primera exhumación tuvo lugar el 10 de abril de 1680. Presencian la misma el Párroco de San Lorenzo, Gobillon, el Supe­rior General de la Congregación de la Misión, Padre Jolly, el Director de las Hijas de la Caridad, Padre Moreau, la Superiora General, Maturina Guérin y las tres Con­sejeras: Susana Parant, María Chesse y Francisca Michaux. Están igualmente pre­sentes: Margarita Chétif, antigua Superiora General, la Señorita Luisa Renata Le Gras, nieta de Luisa y la Señora de Miramion. En el acta de la ceremonia se lee: “Hemos encontrado solamente huesos que presentaban un color rojizo y un aspecto untuoso, sin despedir ningún mal olor. “Con gran emoción y respeto, las Hermanas y la Sra. de Miramion depositan los huesos en un sudario nuevo y todo ello se coloca dentro del féretro de plomo. En la tapa se clava una placa de cobre con la siguiente inscripción: “Señorita Luisa de Marillac, viuda del Sr. Le Gras, Secretario de la Reina María de Médicis, Fundadora que fue y primera Superiora de las Hijas de la Caridad, fallecida el 15 de marzo de 1660, a los 68 años de edad». Fueron trasladados de este templo en 1755.

Arqueta que contiene una reliquia ósea de la Santa en el lugar 
donde fue enterrada en un primer momento

Letrero que recuerda que en esa capilla lateral dedicada a San Francisco de Sales reposaron
 los restos mortales de la fundadora de las Hijas de la Caridad

Antiguo altar con las reliquias de Santa Luisa de Marillac (antes de la canonización) 
en la casa madre de las Hijas de la Caridad, capilla de la Rue du Bac en París (Francia).


Altar con la urna de las reliquias de la Santa. Se aprueba la traslación de Santa Luisa de la Parroquia de San Lorenzo a la Casa Madre gracias a Sor María Ana Bonnejoye y el 24 de noviembre de 1755 se realiza el traslado se puso el siguiente epitafio: “Aquí yace la Señora Luisa de Marillac, viuda del Señor Le Gras, Secre­tario de Ordenes de la Reina María de Médicis, fundadora y primera superiora de las Hijas de la Caridad, siervas de los pobres enfermos, inhumada en la Capilla de la Visitación de la iglesia parroquial de San Lorenzo el 17 de marzo de 1660 y trasladada a esta Capilla, para con­suelo de la Compañía, el 24 de noviembre de 1755. Verdadera Madre de los pobres, modelo de todas las virtudes, digna del descanso eter­no. Que sus venerables cenizas, al recordar su caridad, infundan su es­píritu». En 1797 durante los fatidicos hechos de la revolución francesa, la Superiora de las Hijas de la Caridad: Sor Antonia Deleau, después de haber sido expulsada de la casa madre, y haberse enterado que la iban a destruir compro por 60 monedas de plata los restos de santa Luisa. Cuando Napoleon llega al poder en francia, a las Hijas de La Caridad les entregan un casa para que vuelvan a reunirse 20 de enero de 1801, las Hermanas toman posesión de su nueva Casa Madre, en la calle del “Vieux Colombier” y se trasladan a este lugar las reliquias de santa Luisa. El 28 de junio de 1815 son trasladados los restos de Santa Luisa a la actual casa Madre en la Rue de Bac, despúes de que Napoleon fuera derrotado y que la hermana superiora Sor Gaubert, decidiera por seguridad adelantar el traslado de la casa de la Vieux Colombier a la Rue de Bac. El domingo 9 de mayo de 1920, fue beatificada. El 6 de abril de 1920, los restos de Luisa de Marillac se exhumaron de nuevo en presencia de numerosos testigos y se llevaron a la Sala de Ejercicios, adornada con ramas de laurel. Los médicos colocaron los huesos en su posición na­tural y los ensartaron con un alambre de plata.

Restos mortales de Santa Luisa 
*Lo que se observa es una figura yacente con los huesos de la santa guardados dentro.

Estatua de Santa Luisa entregando la regla de vida a las Hijas de la Caridad
Casa Madre en Rue du Bac

Un grupo de Hijas de la Caridad contempla la estatua monumental de Santa Luisa de Marillac antes de ser elevada a su pedestal en la galeria de los santos fundadores en la basilica de San Pedro (Ciudad del Vaticano) en 1947.

Imagen del tapiz que estaba en la fachada de la Basílica de San Pedro (Ciudad del Vaticano) cuando se celebró la canonización de Santa Luisa de Marillac, el 11 de marzo de 1934.

Lugares vinculados a Santa Catalina Labouré

Casa natal en Fain les Moutiers

Interior de la Casa natal. Se puede ver la imagen de la Virgen sobre la chimenea. A la edad de 9 años muere su madre y llena de lágrimas se abraza a los pies de una imagen de la Virgen, diciendo: “De ahora en adelante Vos seréis mi Madre”.

iglesia parroquial de la Asunción

Aquí fue bautizada Zoe, Santa Catalina Laboure

Aquí recibió su Primera Comunión

Óleo de la Virgen Milagrosa

Santa Catalina Labouré junto a la Santísima Virgen y su patrona Santa Catalina de Alejandría
 en su parroquia natal

Vidriera de La Milagrosa y San Vicente en la iglesia de Fain les Moutiers

Así era la Capilla del Seminario de las Hijas de la Caridad, en el número 140 de la calle del Bac en el momento de las apariciones en 1830

Sor Catalina de joven

Sor Catalina de portera en el Hospicio de Enghien, en la Calle Reuilly de París

Jardines del Asilo donde paseaba Sor Catalina

Última imagen de la Santa en vida y su firma

Lugar original donde murió Santa Catalina Labouré el 31 de diciembre de 1876 en 
el Asilo de la Hijas de la Caridad de Reully (Francia).

Fotografía post-mortem de Santa Catalina Labouré tomada entre el 31 de diciembre y el 1 de enero de 1876, y que se conserva en la casa madre de las Hijas de la Caridad en París (Francia)



Tumba de Sor Catalina hasta 1933

Relicario con las manos incorruptas de santa Catalina Labouré expuesto en el museo de la casa-madre de las Hijas de la Caridad en París (Francia) y que fue presentado al papa Pío XII para la canonización de la santa en 1947.

Detalle al relicario con las manos incorruptas de santa Catalina Labouré expuesto en el museo de la casa-madre de las Hijas de la Caridad en París (Francia). *Estas mismas manos fueron las que se posaron sobre las rodillas de Nuestra Señora en su aparición en julio de 1830.



Altar con el relicario del corazón de santa Catalina Labouré en Reully (Francia).

Relicario del Corazón de Santa Catalina Labouré

La capilla se reformó para que entronizar la imagen de la Santísima Virgen 
en el lugar exacto en que la vio Santa Catalina

Altar con la urna que contiene el cuerpo incorrupto de Santa Catalina Labouré y que se encuentra en el mismo lugar donde la santa vio a la Santísima Virgen Maria sosteniendo el globo del mundo, con resplandores saliendo de sus manos y donde también se le reveló el diseño de la medalla milagrosa, en la capilla de la Rue du Bac en París (Francia)

Urna con el cuerpo incorrupto de Santa Catalina Labouré y silla donde se sentó la S. Virgen María cuando se apareció en la capilla de la Rue du Bac en París (Francia).

Detalle al cuerpo incorrupto de Santa Catalina Labouré en la capilla de la Rue du Bac en París (Francia).*Porta una mascara de cera con los ojos abiertos pues sigue viendo el mismo lugar donde la Virgen Maria se le apareció en 1830, los que se han acercado lo suficiente dicen que los ojos son de un bello color azul. Las manos están hechas completamente en cera.

Tapiz de la canonización de Santa Catalina Labouré que colgó de la fachada de la
 basílica de San Pedro (Ciudad del Vaticano) el 27 de julio de 1947

Relieve de Santa Catalina con la Santísima Virgen. Casa Madre de las Hijas de la Caridad

Lugares vinculados a la Beata Rosalie Rendu

Retrato de Sor Rosalie

Confort

Fue bautizada el día que nació en la iglesia parroquial de San Amaro de Lacrans 

Desaparecida Casa Rue du Vieux Colombier en París

Desaparecida Casa de las Hijas de la Caridad en la Rue des Francs-Bourgeois-Saint-Marcel, 
en el distrito de Mouffetard. Permaneció allí 54 años.

La comunidad se trasladaría a la Rue de l'Épée de Bois

Parroquia de St. Médard

Tombe Rosalie Rendu, Cimetière du Montparnasse

Lugares de la diócesis París donde encontramos a San Vicente de Paúl

Este retrato se considera que fue realizado en vida del Santo. 
Église Saint-Étienne-du-Mont

Efigie del Santo en Saint-Étienne-du-Mont



Catedral de Notre Dame

Casa Madre. Rue du Bac (París)
Izquierda: Imagen de la Capilla de 

 
A la izquierda fresco de San Vicente asistiendo al rey Luis XIII en su muerta y estatua del Santo Es obra de Emiliano Cabuchet, esculpida en 1857. Es una copia del original en bronce que se encuentra en la vicentina ciudad de Chatillon-les Dombes. 
A la derecha San Vicente de Paúl atendiendo a los niños abandonados con las Hijas de la Caridad en Hotel Dieu. Estos dos frescos son obra de Guillemont en 1825.

 
Izquierda: bóveda de la capilla, representa a San Vicente de Paúl entrando en el cielo escoltado por los ángeles. En los cuatro ángulos de la pintura, otras escenas de su vida: Vicente de Paúl rechaza el soborno de una persona que solicita el favor del rey; Vicente de Paúl entona salmos en su cautiverio; Vicente de Paúl distribuye alimentos a los pobres; y finalmente, Vicente de Paúl lleva alivio a los presos. Estas pinturas necesitan urgente restauración. Se ve poco; Una pena. San Vicente de Paúl conoció el antiguo templo. En esta Iglesia dijo misa y predicó varias veces. Un detalle, San Vicente vio nacer la nueva Iglesia, ya que en febrero de 1646 ponía la reina Ana de Austria (1601-1666) la primera piedra de la actual iglesia. Aquí fueron establecidas las primeras Damas de le Caridad de París. Las Hijas de la Caridad llegaron a esta parroquia en 1641.Luego de san Vicente. En esta iglesia se ordenó de diácono (en mayo de 1825) Juan Gabriel Perboyre. Federico Ozanam aquí fundó la primera Conferencia Vicentina. Reuniéndose varias veces en la cripta del templo. En este lugar, tuvieron lugar los funerales de Federico Ozanam, el 24 de diciembre de 1853.

 
Imagen de San Vicente de Paúl. Izquierda en église Saint-Nicolas-du-Chardonnet
Derecha: église Saint Thomas d´ Aquin

Église Saint-Paul Saint-Louis (PP Jesuitas París)

Église Saint-Gervais-Saint-Protais

Église de la Madeleine

San Vicente de Paúl con el mendigo. Eglise Saint-Nicolas-des-Champs

 
Frescos con San Vicente de Paúl y las Hijas de la Caridad en la église Saint-Roch

 
Izquierda: San Vicente conversando con San Francisco de Sales y Santa Luisa
Derecha: Santa Luisa de Marillac inculcando la devoción al Corazón de Jesús a sus Hijas
Basilique du Sacré-Cœur de Montmartre

 
Vidrieras dedicadas a San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac
Basilique du Sacré-Cœur de Montmartre

Imagen de San Vicente de Paúl y relieve de Santa Luisa de Marillac
église Saint-Vincent-de-Paul

Église de Saint-Honoré d'Eylau

Cuadro de San Vicente de Paúl con las Hijas de la Caridad en el Museo de París

Algunas imágenes de María de la Medalla Milagrosa en París

Église Saint-Paul Saint-Louis (PP Jesuitas París)

Église Saint-Étienne-du-Mont

Capilla de San Vicente de Paul y Casa Madre de la Congregación de la Misión - Paules
(Rue de Sevres, París)