Quizás suene fuerte lo de "cacique", pero así, con su sorna y chanza se definía él sin rubor: "yo he sido el cura más cacique de la historia, pero bien sabe Dios que siempre por facer el bien"... Y es que el término lo usaba realmente como definición de una buscada influencia en favor de otros. Así fue parte de la vida de Don Manuel, siempre preocupado por muchos menos de él mismo; bien lo saben sus hermanos sacerdotes, los que fueron sus feligreses, los pobres y necesitados y todas y cada una de las personas que llamaron a su puerta pidiendo ayuda en no pocas situaciones complejas y descabelladas. La vida del Pater Peñalosa es digna no de un libro, sino de toda una enciclopedia, pues su nobleza y manera de ser unida a su peculiar forma de hablar era inconfundible. Su acento asturiano, su gracia e ingenio lo convertían en protagonista diario de las anécdotas más curiosas que uno pueda imaginar.

Nació el pequeño Manuel en Oviedo en el viejo Hospicio Provincial, aunque a las pocas horas ya le llevaron para El Padrun, parroquia de la Rebollá un 7 de enero de 1943 recién pasados los reyes magos; ese fue el regalo de sus padres y el nuestro. Su padre era consumeru, y aquellos años de estraperlo y hambre no fueron fáciles para el cabeza de familia, que en palabras de su hijo "era tan buenu que lu engañaben todos"... Sintió desde muy niño la vocación sacerdotal en su parroquia de Santa María Magdalena de la Rebollada, parroquia martirial por la muerte ejemplar de su párroco Don Luciano Fernández, que muchos años después se dio a conocer por la novela de Martín Vigil "Sexta galería". Otros sacerdotes recordados en la parroquia fueron después Don Dimas Camporro o Don Francisco Díaz.

Al joven Manolín los estudios se le hicieron siempre muy cuesta arriba, y con mucho humor contaba siendo sacerdote que se había ordenado casi de milagro. (Ya adelantamos que hay muchos datos que hoy tenemos que omitir; quizá dentro de unos años...). Era persona humilde y sincera; siempre consideró su vida y vocación como un regalo. A pesar de ser hijo único tuvo muy claro que su vida sería para el Señor. Le tocaron años difíciles con la gran desbandada postconciliar; de su numeroso curso sólo llegaron a la ordenación trece, y para las bodas de plata ya sólo quedaban Don Corsino Fuentes Concheso, Don José María Lorenzo Pérez, Don Manuel Albino Laruelo García, Don José María Llada Fresno, y él. Para las bodas de oro -en 2019- ya habían fallecido Don Corsino (+03/03/2005) y Don Chema (+ 06/01/2018). Hoy de su curso quedan Don José María Llada, jubilado en su Colunga natal, y Don Albino Laruelo, en activo.

Recibió la ordenación sacerdotal el 12 de julio de 1969. Estaba entonces la Diócesis vacante tras la marcha de Don Vicente Enrique y Tarancón a principios de año para la sede primada de Toledo, y hasta el 4 de agosto no sería preconizado Don Gabino Díaz Merchán; era administrador diocesano el obispo de Astorga, Don Antonio Briva Miravent, quien le confirió el sacramento del Orden. El primer destino de Don Manuel sería su propia parroquia natal como coadjutor; unos lo presentaron como que lo había solicitado su Párroco, y otros que el Vicario General no lo veía aún preparado para llevar una parroquia. Fue feliz aquel primer año de ministerio junto a su cura, sobrio como buen leonés de Carrizo de la Ribera, pero al mismo tiempo paternal y condescendiente.

Cuando ya llevaba un año de sacerdote fue destinado como Ecónomo de San Román de Casomera, con su filial de San Lorenzo de Río Aller, además del encargo de la parroquia de San Juan de Llamas. Recibió el nombramiento con la mayor ilusión del mundo y, al Alto Aller, fue soñando vivir allí su particular Ars. Don Manuel tenía un aparente defecto para haberse ordenado en 1969 y ser de Mieres, y era la etiqueta de conservador y de derechas que bien pronto le adjudicaron. Quedarse en ese reduccionismo simplista es desconocer a Don Manuel por completo, como más adelante veremos. Sí es cierto que tenía ideas claras que en aquellos años suponían ir contra corriente: en aquellos días parecía muy original ver al cura vestir de vaqueros y camisa de cuadros; el cura de Casomera andaba de sotana o alzacuellos. Si entonces los curas de las Cuencas proponían estar sensibles a la realidad de los sindicatos, pues nuestro cura iba de casa en casa visitando enfermos; que los diarios pujantes de la zona eran "Mundo Obrero" y similares, pues este mierense andaba con su rosario, breviario y vía crucis... Duró poco la alegría en aquella rectoral de Casomera cuando en pleno agosto le llamó Don Gabino para tirarle de las orejas. Al parecer una "teresiana" le había denunciado por un presunto escándalo público, al haber bailado con una mujer en las fiestas del pueblo. Don Manuel sereno y seguro de no haber hecho nada malo se tomó aquella llamada del Arzobispo a broma, lo cual pagaría muy caro:

De verdá que me llama pa llamame la atención, Don Gabino?
Por supuesto; es una vergüenza tu actitud en esa Parroquia, echando por tierra la labor sacerdotal de un venerable pastor que había cuidado con celo esa feligresía...
No lo entiendo, Sr. Arzobispo, yo que mal hice?, yo pensaba que les coses males hacíense de noche, vestiu de cualquier manera y detrás de una sebe. Pero por bailar un pasodoble en la plaza la iglesia, en pleno mediodía y delante de tos los feligreses...?! Además vestiu de sotana: ¿que tien de malo?
No tiene justificación, es un comportamiento impropio de un sacerdote.
Vaya por Dios, Don Gabino; yo que pensaba que llamabame pa felicitame...
¿Felicitarte? ¿A qué asunto?
Home, Don Gabino, tan casándosei los curas con cada adefesio, y encima yo que bailo con la más guapa del pueblo sin perder la vocación ni marchar con ella, y caeme bronca?!...
Mañana a primera hora te quiero ver aquí en el Arzobispado...

A la mañana siguiente Don Manuel estaba puntual en la Corrada del Obispo esperando el tirón de orejas de Don Gabino por el baile tras la misa y procesión de San Roque qué, según la señorita teresiana con la anuencia del Prelado, había ensuciado los años de ministerio del abnegado párroco anterior Don Celestino. Nunca estuvo claro si Don Gabino dio tanta importancia a aquél baile cuando el espíritu de mayo del 68 campaba a sus anchas por la Diócesis con casos muchísimo más escandalosos, o si fue un pretexto porque Don Manuel estorbaba al representar realmente la antítesis del "nuevo" modelo sacerdotal que se iba imponiendo. Otros pensaron que el hijo del consumero estaba detrás de las multas que les caían a los sacerdotes involucrados en los movimientos antifranquistas é incluso, alguno lo tuvo por "topo". Se equivocaron totalmente, pues Don Manuel nunca tuvo doblez para nada ni nadie, y siempre decía las cosas a pecho descubierto: ¿Qué se hacían en aquella época con los curas diocesanos que se les consideraba impropios o rebeldes? Pues aunque suene imposible de creer se les abandonaba en Madrid, no como el perro en la gasolinera, pero sí aparcados en alguna casa para el clero de la Capital. Aquel famoso día de la visita a Don Gabino, mandó al todavía cura de Casomera acompañarle a Madrid; llegados, le dijo que lo esperase en la Casa Sacerdotal de la Mutual del Clero, pero pasaban las horas y ni rastro del Arzobispo de Oviedo... No era algo nuevo, en su día el arzobispo Lauzurica había hecho lo mismo con un tal José Manuel Álvarez Iglesias: ''Pepe el comunista'', al que dejó en Madrid para que se recuperara de la ciática, cuando la ciática del cura estaba mejor que la del Obispo. Don Manuel nunca guardó rencor por aquello, hasta el mismo justificaba en parte la actuación del Prelado reconociendo sus pecados de juventud; eso sí, los últimos años de vida de Don Gabino en que ambos convivieron en la Casa Sacerdotal, el Pater no perdía oportunidad de recordarle al arzobispo emérito: ¿se acuerda cuando usted me abandonó en la Mutual?... Yo un día le pregunté: ¿Y qué contesta Don Gabino? Me decía Don Manuel: se moría de risa, pero yo le remataba: sí, sí; ríase, pero si yo no pregunto a les monxes si acabó la su reunión a estes hores toy toavía esperando por usté allí...

Vuelve de Madrid Don Manuel Suárez Peñalosa y solicita audiencia; lógicamente no se atrevió a reprochar en aquel momento nada al Sr. Arzobispo aunque estaba muy enfadado con él, pero sí quiso preguntarle si podía volver a la parroquia. Don Gabino le comunicó que ya había pensado en un sacerdote para sustituirle, y que para él tenía una misión en Oviedo como adscrito a la Delegación de Cáritas Diocesana. Pero la encomienda que le daba no era un premio en un cómodo despacho, sino que como él mismo contaba ''tuviéronme cargando y descargando sacos de camiones tres años; si no marcho pal Vicariatu Castrense igual seguía hoy purgando aquel baile''... El entonces Delegado de Cáritas era el párroco de Luarca Don Heliodoro Méndez Díaz, que le apenaba mucho la situación tan dura en la que tenían a aquel cura joven sin cargo pastoral, como un peón y siempre mirado con desconfianza, por eso Don Heliodoro le invitaba a comer, lo llevaba a Luarca para las fiestas o le compensaba con alguna propina. Años después, cuando encontraba al actual párroco de Candás, Don Manuel le decía: ''yo siempre te tuve apreciu antes de conocete en persona, pues Don Heliodoro siempre hablaba maravillas de un coadjutor que había tenía, JM, al que quería como un hijo''... Como estaba en tierra de nadie se matriculó en la Escuela de Magisterio, pues siempre tuvo una especial sensibilidad para la pedagogía; eran años también convulsos en el mundo universitario, pero Don Manuel con su personalidad arrolladora acabó siendo amigo tanto del alumnado como del profesorado de toda sensibilidad e ideas. Decidió no seguir con la carrera, pues su corazón añoraba la vida pastoral. Así, finalmente, se marchó de la Diócesis pues tenía claro que mientras Don Gabino fuera el Arzobispo de Oviedo no le tendría en cuenta para nada.

Con esa humildad y sencillez que Don Manuel tenía, se presenta entonces en aquel Vicariato General Castrense, que era como el cajón de sastre eclesial: ''allí ibamos los que no valíamos na pa les diócesis: los burros, los torpes, los que no sabíamos cantar, los que no predicábamos bien o no teníamos buena fama''... Hay algo en lo que es necesario incidir para descubrir la psique del Pater Peñalosa: no era pesimista, ni tenía baja autoestima, pero sí consideró todo lo de su vida ministerial como un regalo que le desbordaba y superaba, incluso el castigo de cargar sacos que aceptó sin mayor dificultad. Quizás en otro caso otro sacerdote hubiera dicho: ''me voy para mi casa; yo por ahí no paso, o... ¡dejo el ministerio!..'' Pero como para Don Manuel lo más grande era ser cura y celebrar la eucaristía cada día y anhelaba morir siendo sacerdote, bebió hasta ese amargo cáliz de su descenso de Casomera a estibador de Cáritas. Para Don Manuel despertar cada día siendo sacerdote era motivo de fiesta, alegría y emoción, por eso su personalidad derrochaba felicidad a raudales. Nunca le quitó el sueño ascensos o cargos, títulos o parroquias de renombre. Dirá años después: ''lo más que llegué en la vida fue ser cura de Muñó y La Collá, que hasta grande a mí me quedaba''. Nunca fue párroco sobre el papel, ni en Casomera ni en Siero, pero lo fue con creces en hechos y múltiples realidades por la preocupación por las almas de su grey. Le acogió en el Ordinariato Castrense Monseñor José Ángel López Ortiz, O.S.A. entonces Vicario General Castrense de España y arzobispo titular de Gradum.

Sus comienzos en la vida castrense fueron tan originales como él mismo: llegó a Ceuta como primer destino y le indicaron que debía presentarse al Comandante General en la COMGECEU (Comandancia General de Ceuta) y allá fue el novel Pater a la sala de espera del despacho. Pasó media hora, pasó otra media hora; se acercaba la hora de comer y Don Manuel pensó: ''Tará liau... así que na, voy dir a comer y que me llame po la tarde''. Al poco de marchar Don Manuel a comer salió el Comandante en busca del nuevo Capellán; su secretario le informó de que se había ido, por lo que el Comandante dio orden de arresto del no presentado. Como él mismo contaba con tanta gracia: ''Ya empecé estrellau en la milicia, arrestau na más llegar''... La vida castrense es dura, y muchas veces fría y desangelada, pero Don Manuel con su forma de ser lograba meterse en el bote a todos desde los mandos a soldados, personal de limpieza o cocina, etc... Él nunca miró divisas o empleos, clases sociales, ni colores políticos ni nada parecido. Para él toda persona era digna de nuevas oportunidades; si el primer encuentro no era bueno, intentaba un segundo. Una dificultad se resolvía mejor en una comida que un despacho; su corazón era tan grande como él.

Tras Ceuta vinieron los destinos en Castilla y León y Andalucía: un año como Capellán de la Academia de Artillería de Segovia de 1977 a 1978, en Córdoba como capellán del Centro de Instrucción de Reclutas C.I.R. nº 4 Ovejo de 1978 a 1979. Y de nuevo al norte de África como Capellán del Grupo de Intendencia de la Comandancia General de Melilla-Agrupación nº 7, de 1979 a 1980. En 1980 es destinado a Brigada Paracaidista y Grupo Logístico-Alcalá de Henares, destino en el que sólo permanece unos meses, aunque los aprovechó para hacer grandes amistades en el Centro Asturiano de Madrid. Al quedar vacante la plaza de Capellán de la 7ª Circunscripción de la Policía Nacional de Oviedo pide ser destinado a su Tierra. Aquí permanece tres años hasta que en 1983 es destinado como Capellán de la 6ª Circunscripción de la Policía Nacional en Bilbao. Eran "los años del plomo" en que presidió una treintena de funerales de víctimas de ETA. Una de las primeras realidades a las que hizo frente Don Manuel en Vizcaya fue solicitar audiencia al entonces obispo Monseñor Luis María de Larrea y Legarreta, al que se quejó de las dificultades que el clero vasco ponía para facilitar sus templos parroquiales para celebrar las exequias de las víctimas del terrorismo, al tiempo que le reprochó su postura equidistante. Don Manuel logró que Monseñor Larrea se comprometiera a mejorar las cosas; no prometió acudir a los funerales, pero sí que enviaría una homilía escrita para cada funeral que hubiera por una víctima. Así se empezó a hacer, aunque el ambiente se volvió más hostil y, en algunas celebraciones, hubo protestas en pleno funeral contra las palabras que había escrito el obispo Larrea. Don Manuel también de forma providencial, salvó la vida cuando le habían puesto una bomba en su propio coche, la cual le explotó a otro sacerdote en lugar de a él. Conscientes de que se había convertido en objetivo de la banda terrorista, el Arzobispo Castrense entonces Monseñor José Manuel Estepa Llaurens, le trasladó a Asturias de nuevo como Capellán al Servicio de la 9ª Región Policial-Guarnición de Oviedo. En su hoja de servicios al Arzobispado Castrense consta en esta fecha el siguiente apunte: ''disponible forzoso''.

Vivió muy de cerca cómo se gestó y se llevó a cabo la creación en 1990 del SARFAS: Servicio de Asistencia Religiosa en las Fuerzas Armadas, adscrito a la Secretaría de Estado de la Administración Militar. Paralelamente, durante el gobierno socialista de Felipe González fue cuando se lleva a cabo la extinción del Cuerpo Eclesiástico del Ejército (en USA y en la mayoría de países europeos continúa existiendo). Don Manuel siguió con mucho interés aquellas gestiones donde una figura clave por parte del gobierno español en las negociaciones con el Arzobispado Castrense y la Santa Sede fue el entonces Subsecretario de Defensa, el jurista asturiano Gustavo Suárez Pertierra. Desde entonces los sacerdotes que colaboran con el Arzobispado Castrense o se incardinan en éste, ya no tienen empleo militar, sino una asimilación. Don Manuel al haber ingresado al Cuerpo Eclesiástico del Ejercito, no era un asimilado, sino Comandante de empleo: ¿Por qué no llegó a Coronel como Don Aurelio Vigil, Don Elías, Don Plácido o Don Ramón Luis?... En primer lugar, él no tenía aspiraciones; era feliz de poder estar con los suyos tras tantos años de trotamundos, por eso cuando le ofrecieron la posibilidad de ascender, como esto llevaba aparejado la obligación a dejar Asturias, prefirió renunciar al ascenso. Siendo Capellán del Rgtº Príncipe Nº3 (Cabo Noval) participó en misión de Paz bajo el auspicio de la ONU en la guerra de Bosnia, donde el Pater Peñalosa se hizo internacionalmente famoso por unas imágenes del "Telediario de las 3" que llegaron de Bosnia a "Televisión Española" donde salía Don Manuel vestido de comandante de ONU con su boina azul reglamentaria, escanciando culines de sidra para todo el mundo en tierras de la antigua Yugoslavia. De aquella no había redes sociales, "youtube" ni "tiktok"... Hoy aquellas imágenes habrían sido ''trending topic''.

En Oviedo fue feliz de poder disfrutar de sus padres, al tiempo que colaboraba con tantos compañeros y amigos. En 1991 se le encargó la capellanía de la Comandancia de la Guardia Civil de Oviedo; en este destino fue cuando es ascendido a Comandante el día 5 de junio del citado año, como recoge el BOD «Boletín Oficial de Defensa». Y finalmente, a la capellanía del Regimiento Príncipe Nº3 (Cabo Noval). El Acuartelamiento enclavado en La Espinera, en San Miguel de la Barreda (Siero) fue su segunda casa. Fueron quince años de dedicación, tal fue así, que años después el Pater ya no necesitaba identificación y acreditación para moverse por el lugar pues era absolutamente conocido, y no dejó tras de sí un sólo enemigo. Don Manuel no oraba por los enemigos, hacía algo aún más difícil: los convertía en amigos. Fue un hombre tan confiado que dejaba las llaves de su casa a tantos que alguna vez le costó un disgusto. No era persona que alardeaba de la caridad, pero sus amigos y familia sabían muy bien que a menudo se la daban con queso. Era fácil el cálculo: ¿Cómo un hombre con un sueldo tan bueno, no hacía viajes ni vestía trajes elegantes o frecuentaba restaurantes distinguidos, y a mitad de mes muchas veces ya tenía la cartera pelada?... Pues porque cuando alguien acudía a él diciéndole que no tenían para pagar la hipoteca, para llegar a fin de mes o para pagar la luz, Don Manuel hacía suyo aquel sufrimiento fuera quien fuese. Lo de que no le gustaban los restaurantes importantes lo digo con conocimiento de causa; a él le gustaba los bares de pueblo, la comida casera, lo tradicional... En cierta ocasión un alto mando le invitó a un restaurante vip, de esos en que los platos tienen nombres largos y rimbombantes y cocina de diseño, donde tras varios platos minúsculos salió el Chef a preguntar si les había gustado la comida, y Don Manuel con esa ironía natural suya le soltó: ''los entremeses muy bien fiu, pero que empiece a salir ya la comida''...

Era un sacerdote que cultivaba la fraternidad sacerdotal como pocos, no sólo estaba siempre disponible para cubrir a un hermano o para cualquier quehacer que sus superiores le encargaran, también procuraba compartir con sus hermanos la vida misma con sus alegrías y penas. El arciprestazgo de Siero, el de Oviedo y en gran medida la Casa Sacerdotal eran sus enclaves de vida. En Oviedo, por sus cargos de capellán de la policía y la guardia civil siempre estuvo presente en todo funeral de un miembro de estos Cuerpos, a menudo los párrocos más celosos no siempre le dejaban presidir o predicar, pero él estaba presente como pastor de la grey de los servidores de España. Tuvo gran amistad con Don Fernando Rubio, Don Luis González Moran, Don José Manuel Menéndez ''Pepín'' y tantos y tantos hermanos en el ministerio.

Qué decir de los sacerdotes castrenses asturianos: Don Elías Fernández, Don Plácido García, Don Ramón Luis Guardado, Don Aquilino Tamargo y, especialmente, Don Aurelio Serafín Viña Vigil, quien hizo de su casa del Berrón algo así como el hogar del Maestro Ávila en Montilla. No hacía falta avisar a Don Aurelio para llamar a su puerta, y a la hora que uno fuera era una escena típica encontrar allí a Don Manuel Suárez Peñalosa, a Don Alberto Peña y a algún sacerdote o seminarista compartiendo tertulia, merienda o una partida de cartas al compás de las anécdotas y batallas del clero veterano.

En aquellos finales de los noventa en que los laicos de Oviedo querían recuperar la maltratada religiosidad popular y devolver a la capital de la Diócesis su Semana Santa, muchos sacerdotes se vieron en una encrucijada: ¿Qué hacer? Hubo una fuerte oposición a la recuperación de la Semana Santa, y no por que los sacerdotes de la ciudad no fueran piadosos, pero les habían hecho tener presente que al Arzobispo Gabino no le entusiasmaba la idea. Peñalosa ahí se plantó del lado de aquellos fieles que querían volver a tener la Semana Santa, y salió en no pocas procesiones. Este hombre que muchos tenían por limitado intelectualmente, tenía la cabeza mejor amueblada que muchos. Algunos les advirtieron: ¡Cuidado Don Manuel, no le vayan a reñir! Pero él respondía: ''¡No pasa ná, soy el cura más libre de Asturias pues cobro de otra empresa y tengo otru jefe!. Parece que desde el Arzobispado de Oviedo sí le pidieron explicaciones por alentar la recuperación de las cofradías, pero él que tenía respuesta para todo, dejó al Vicario interpelante sin argumentos: ''Lleváis treinta años diciendo que ye la hora de los laicos, ¿y ahora que los laicos se ponen a hacer algo, vamos a ser los curas los que digamos que no ye la hora de ellos?..''

Colaboró en la refundación de la Cofradía del Silencio y Santa Cruz, de la que era cofrade y de la que fue consiliario. El 3 de Diciembre de 2015, S.M. el Rey D. Felipe VI concede a la Cofradía el titulo de REAL; y en Agosto de 2016 el Arzobispo Castrense de España, D. Juan del Río Martin, concede la medalla del CENTENARIO de la Virgen del Pilar como Patrona de la Guardia Civil a nuestra Real Cofradía. La Cruz Fidelitas que le fue concedida por su servicio al Arzobispado Castrense, la regaló a la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, imagen titular de la Real y Trinitaria Archicofradía del Santo Entierro y Nuestra Señora de Los Dolores en su Inmaculada Concepción. También era un gran devoto de la Virgen de La Flor de Piedracea - Pola de Lena, del Ecce Homo de Noreña, de la Virgen de la Cabeza de Meres, de Santina de Covadonga, del Cristo de Candás, de Nuestra Señora del Pilar, del Cristo del Socorro de Luanco, de la sierva de Dios Práxedes Fernández, del Cristo de Santana de Pola de Siero...

En ese corazón sacerdotal de Don Manuel se reflejaba también en su cariño hacia la jerarquía, hacia los arzobispos castrenses que tuvo: Monseñor Estepa, Monseñor Francisco Pérez (con quien celebró su último cumpleaños el pasado mes de enero) además de Monseñor Sanz, Monseñor Juan del Río y el actual Monseñor Juan Antonio Aznarez. También con los arzobispos de Oviedo: con qué delicadeza acompañaba a Don Gabino por la Casa Sacerdotal en sus últimos años; Don Manuel tenía claro que el que perdona debe olvidar y a él no le gustaba cargar con rencores. Personalmente creo que también Don Gabino pudo descubrir en Peñalosa a un cura que no conocía o no quiso conocer: se equivocó con él, aunque el de la Rebollada no quedó resentido, herido ni quejoso de por vida, sino que supo utilizar aquel golpe para crecer como cura.

Con Don Carlos Osoro se entendió muy bien, y recibió en 2004 el regalo (si se puede llamar así) de las parroquias de San Juan evangelista de Muñó y San Pedro apóstol de la Collada al quedar vacantes por la enfermedad de Don Bernardino, el cual se vio obligado a jubilarse tras cuatro décadas en ellas por un cáncer de páncreas. En sus últimos años de párroco, Don Bernardino García ya no estaba muy bien y por sus limitaciones dejó algunos desaguisados que tuvo que asumir Don Manuel, sobre todo de gestión administrativa y cementerios. Jamás le escuchamos una palabra mala o negativa hacia su predecesor; es más, cuando falleció Don César Ferrero Martínez en 2019, el amigo del alma de Don Bernardino pues ambos habían sido monjes cistercienses en Cóbreces, Don Manuel se ofreció para ir a darle sepultura al cementerio de La Collada, donde Don Bernardino había facilitado en su día un nicho a Don César.

El mandamiento de honrar padre y madre lo hizo suyo con primor: cuidó y mimó entre algodones a sus padres Isaías y Emilia hasta el último segundo de sus vidas. En un encuentro de sacerdotes en el Seminario, siendo arzobispo de Oviedo Monseñor Osoro, quiso el Prelado ser bromista con Don Manuel y le dijo algo así como: ''aquí está uno de los curas con mejor nómina de la Diócesis'', y Peñalosa con la agilidad mental que tenía para los dobles sentidos le respondió: "sí, Don Carlos, sí: todo lo gasto en muyeres''... Unos curas se rieron, otros pusieron cara seria y el Arzobispo puso cara de desconcierto. Don Manuel explicó que lo gastaba todo en mujeres porque una cuida a mi madre, otra cuida a mi padre, otra cocina y limpia y otra viene y se queda por las noches... Una vez que perdió a sus progenitores, afirmó: ''ahora ya sólo me queda la Iglesia''.

Solía decir ''yo como no tengo a nadie, déjolo todo pa la Iglesia. La Iglesia diome todo lo que tengo, lo más grande que ye ser cura, pues pa Ella va quedar''. Lo que él no pudiera conseguir ya se encargaba de acudir a la persona que hiciera falta para conseguirlo. Cuántos sacerdotes de la diócesis acudían a él: ¡Pater que mi sobrino va destinado a Canarias para hacer la mili, a ver si me logras que le toque más cerca... Peña, que necesitaba contactar en Madrid con tal personalidad; D. Manuel mira que me denegaron la licencia de caza... En cierta ocasión un sacerdote de Oviedo le llamó pidiéndole ayuda para que un sobrino que había entrado en el ejército le destinaran al Cabo Noval, Don Manuel hizo la gestión y le dijeron: ''no se preocupe Pater, en seis meses viene para Oviedo''. Don Manuel llamó al sacerdote para decírselo y este se lo tomó fatal: ''¡Aquí termina nuestra amistad, y no me dirijas la palabra más en la vida''... Don Manuel se llevó tal disgusto que según colgó con el cura volvió a hacer gestiones y ese mismo día logró que ni seis meses tuviera que esperar el chaval para venir a Oviedo, aunque su tío tampoco lo agradeció mucho dado que en sus rarezas debía considerar aquello como debido. Es lo que en la vida también tiene hacer favores a ingratos.

Jamás utilizó su poder para imponer nada; siempre pidió todo por favor, y supo agradecer cada servicio con gestos muy concretos de condescendencia. En cierta ocasión, allá por los años noventa había organizado en el Cabo Noval un pequeño "corín" para el día de la Inmaculada. Resultó que era la víspera y un capitán que era algo anticlerical se las apañó para ponerles tarea a los tenores del coro a la misma hora que tenían el ensayo general poniéndolos a barrer una zona del patio de armas junto a otros reclutas. Don Manuel se acercó al lugar y le explicó ''mire capitán, necesitaba que los cabos Fulano, Citano y Mengano vengan conmigo para preparar la celebración de mañana''... Respondió el capitán: ''lo siento Pater, pero tienen tarea para rato''. Don Manuel vuelve a insistir: Por favor capitán, es imprescindible que Fulano, Citano y Mengano ensayen conmigo la liturgia de mañana pues ya está encima... Nueva negativa del capitán: "No es posible Pater, lo primero es lo primero... Tercer intento: No me entendiste hombre -le tutea familiarmente porque bien se conocían- te estoy pidiendo por favor que necesito a Fulano, Citano y Mengano, pues si no no puedo preparar la misa de mañana. Remata el capitán: ''Pater, he dicho que no y no es no''. Entonces Don Manuel se cuadró, frunció el ceño y sacó la vena castrense: Muy bien, pues ahora capitán, como Comandante te ordeno que Fulano, Citano y Mengano estén a la hora indicada en la capilla. Respondió el capitán: ''a sus órdenes mi comandante''... Creo que fue la única orden que dí en mi vida, aclararía tiempo después Peñalosa.

Ya en vida fue muchísimo lo que gastó debido a la situación en que encontró los edificios de los templos parroquiales de Muñó y La Collada, así como sus respectivas rectorales. De ello pueden dar fe tantos que vieron el antes y el después. Restauró la rectoral de Muñó pensando en quien pudiera venir detrás. Como digo, lo encontró todo bastante deteriorado y eran más los frentes que las posibilidades; la rectoral de Muñó amenazaba ruina hasta el punto que cayó el tejado de la cuadra; el cementerio requería una inversión cuantiosísima, y buena parte de sus ahorros los dejó sólo en la mejora de los templos. Él mismo reconocía que si hubiera llegado más joven y con más salud a las parroquias se hubiera aventurado a lanzarse a grandes empresas, como ampliar el cementerio de Muñó o recuperar la vieja iglesia de La Collada, pero no se atrevió a embarcarse en esas arriesgadas aventuras a su edad por el temor de no lograrlo o quedar a medias, dejando a un compañero problemas. Para poder hacer frente a tantas obras que había pendientes, además de tirar de sus ahorros vendió lotería de las parroquias por media Asturias. Era impresionante la habilidad que tenía para vender lotería, hasta a las personas más ateas o anticlericales. Su forma de ser tan campechana, su bonhomía y espontaneidad, hacían que llegara al corazón de la gente que no le conocía de nada.

Recuerdo los vinos españoles del día del Pilar en el Cuartel del Rubín vendiendo papeletas de lotería a todo el mundo: que pillaba a la mujer del Delegado de Defensa, a por ella, al camarero que ponía los pinchos, también... Estábamos en uno de esos pincheos y me pidió que le sirviera coca-cola pues tenía sed, en esto pasa una muchacha y le dice: "¿Oye mocina, nunca te dijeron que tas muy curiosa"? Pues diztelo este cura, el cura de Muñó y la Collá. No me compraríes alguna papeletina a ver si arreglo les parroquies que no tengo un duru?... Después de haberle alegrado los oídos a la chica, con "clerygman" y todo logró venderle varias papeletas (era la hija de un coronel).

Era único e irrepetible. Creo que habría que recopilar todas las anécdotas, historias y ocurrencias de Don Manuel, pues serían un gran instrumento frente a días de bajón o tristeza. En sus parroquias, al menos en lo que conocí de su quehacer en Muñó, se merecía todo un monumento. Era también muy sensible hacia el campo del belenismo, y dejó esta impronta en esas parroquias. Y aunque no tuvo nombramiento oficial, para muchos era el capellán de los belenistas de Oviedo por su defensa y apoyo incondicional a esta tradición tan franciscana como católica de nuestras pascuas navideñas. En estos últimos años también hizo las veces de capellán de la Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil, de las Apóstoles de la Divina Misericordia, así como colaboró con las confesiones en el Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Pola de Siero, de los Cursillos de Cristiandad, de la Hospitalidad de Lourdes y en tantas otras realidades eclesiales, mostrándose siempre disponible y servicial. Su generosidad no conocía límite. En los veranos solía pasar el mes de julio en Luanco, pero las vacaciones de Don Manuel no sé si se podrían llamar exáctamente vacaciones, sino más bien cambio de Localidad: todos los días se le podía ver rezar en la iglesia parroquial de Luanco, en el confesionario, en la santa misa o sustituyendo al Párroco en el lugar o en alguna parroquia del entorno, donde iba de mil amores.

Por su implicación en el cuidado del patrimonio, sus compañeros sacerdotes del arciprestazgo de Siero siempre pensaban en él para representarlos en la Comisión Sacerdotal de Asuntos Económicos, donde a menudo era el adalid que defendía sin dejarse amedrentar por ninguna directriz (o responsable diocesano) a los sacerdotes rurales que se veían obligados a hacer frente a obras que superaban sus fuerzas y capacidades. Tuvo una especial caridad con los sacerdotes enfermos, y no pocos cerraron los ojos a este mundo estando él delante. De forma muy concreta hay que reconocer el ejemplo que dio como cirineo de Don Alejandro Noval (q.e.p.d.) su último año de vida, acompañándolo en las celebraciones, al hospital, a comprar... Era algo que rompía esquemas; un sacerdote de 55 años que se apagaba poco a poco, y a su lado un sacerdote de 78 años jubilado y con dificultades de movilidad tirando por él, cuando por ley natural debería ser al revés. Aquella generosidad de Don Manuel la captó la gente del Berrón, de Santa Marina, de Hevia y, muy concretamente de Tiñana, donde él se sentía tan a gusto y donde disfrutaba colaborando con sus fiestas, cabalgata de reyes y todo aquello a lo que le invitaran.

Hombre de oración: ese era su secreto, lo tenía muy claro: ''un cura si no reza, acaba siendo cualquier cosa menos cura''. Las secularizaciones de tantos amigos vividas tan de cerca, y más en un ambiente tan particular como la vida militar le llevaron a cuidar muchísimo su vida interior. Nunca olvidaré la primera vez que lo conocí allá por el año 2009; se bajaba de un coche que llevaba en letras tintadas la leyenda ''vehículo de sustitución''... Según bajó del coche alguien le preguntó, pero Pater, ¿Qué armaste? Y él con sonrisa pícara respondió: Na, que el otru aparquelu nuna sebe y luego non quería salir. El Pater Peñalosa hacia aquello que cantaba Mary Popins, y le ponía a todo un poco de azúcar, hasta cuando tenía que decir que no o corregir a un feligrés: sabía hacerlo con gracejo y cariño. Su sólo timbre de voz ya te alegraba, como aquellos feligreses que fueron a pedirle algo fuera de lugar, y él no les dijo que no, pero para evitar cometer una aberración litúrgica les dijo: ''ir al cura del tal parroquia, que esi pagando casabos el viernes santu y hasta os bautiza el perru''.

No era laxo en la doctrina, y le gustaba preparar las homilías. Recuerdo un domingo por la tarde que comentando la espinosa lectura de San Pablo sobre el divorcio dijo: ''hoy marchánronme tres feligreses de misa; non debió gustaios lo que dije, pero la doctrina de la Iglesia ye la que ye en Muñó y en Sidi Ifni''... Otro detalle curioso fue la visita pastoral del Arzobispo de Oviedo al arciprestazgo de Siero: Don Manuel no anunció la visita del prelado a sus parroquias, y algunos compañeros se lo reprocharon. Él con ese sentido común arrollador que tenía, respondió: ''El obispo cuando va de visita pastoral lo que tién que ver ye la realidad que vivimos los curas cada día; si yo hubiera anunciado a bombo y platillo que venía con carteles po los pueblos que venía el Arzobispo, claro que hubieran estado les mis dos parroquies llenes como estuvieron la mayoría que visitó, pero eso ye un espejismo y ye mentir''...

Otra imagen que viene a mi mente con ternura fue encontrarle a la salida de la Fresneda hacia Pruvia, detenido con el coche. Los que circulábamos en ese sentido, al reconocer su coche nos bajamos veloces pensando que le había pasado algo, y allí estaba él dormido con el breviario apoyado entre su barriga y el volante, abierto su breviario en la "hora intermedia". Cumplió rigurosamente lo que prometió el día de su ordenación: ''estar dispuesto a invocar la misericordia divina con nosotros, en favor del pueblo que te sea encomendado, perseverando en el mandato de orar sin desfallecer''. Solía llevar rosario de anillo para nunca olvidarse de rezarlo. El 18 de Noviembre de 2019 decidió ingresar en la Casa Sacerdotal de Oviedo tras algún pequeño susto de su salud, aunque siguió cuidando de la que fue su vivienda y la de sus padres los últimos años en la ovetense calle Juan Escalante de Mendoza. Una de las últimas anécdotas que le escuché fue precisamente sobre la Casa Sacerdotal al poco de llegar a ella: ¿Qué tal por la Casa?.. Bien, aunque ye muy triste el panorama de tantes cabeces perdides... No sé si exagero si digo que se cuenten con los dedos de la mano los que tan sanos. Y añadió: ''Mira, ayer no taba Montoto y quedé yo encargau de rezar el rosario. Subimos a cenar y llega Montoto y pregunta: ¿cómo fue el rosario?. Y responde un cura: muy bien, la muyer que lo rezó hízolo con mucha unción, pero corría mucho. Y a eso, salto yo: ¡pero si fui yo!... Pa que veas como están eses cabeces''.

Aún en la pasada fiesta de San Juan de Ávila, fue conduciendo desde Oviedo a Covadonga para llevar a tres compañeros de la Casa Sacerdotal a la celebración del Patrono del Clero Español. En las comidas de sacerdotes la mesa donde estuviera Peñalosa era una auténtica fiesta con sus ocurrencias, sus relatos de las cosas más simpáticas que le ocurrían, y cuando se acercaba el café sus chistes cuarteleros, algunos un poco picantes y otros totalmente verdes. Daba igual que estuviera delante un cardenal o la esposa de un general, Don Manuel lograba que hasta la persona más seria terminara riendo a carcajadas. Cuando nadie lo esperaba él arrancaba en seco: ''Esto era un cura que mandaronlo de coadjutor a una parroquia, y casó a unos novios con los que hizo amistad, y los probes por más que lo intentaben no lograben concebir un fiu. Y el obispo mandó al coadjutor a Roma a estudiar y dijo al joven matrimonio: no es preocupeis, que en cuanto llegue a Roma voy a ponei una vela a San Juan XXIII que ye abogau pa tener neños''. Al final el cura hizo en Roma una licenciatura, luego el doctorado, y luego ficharonlu pa trabajar en la Santa Sede, y tras quince años vuelve a la diócesis. Y va el cura a casa de esi matrimoniu amigu y ve rapacinos por tos los laos y pregunta a la muyer: ¿y el tú marido? Y responde ella: mi marido camín de Roma pa apagar la vela''...

En cierta ocasión en una fiesta de prau en una de sus parroquias se les ocurrió a la comisión organizar un concurso de chistes y pusieron a Don Manuel en el jurado; eran los chistes tan sosos que alguien comentó: ¡Que cuente el cura alguno!. Tuvo tal éxito que acabaron dándole a él el premio. En otra ocasión fue a celebrar una misa al aire libre en una aldea, y el sacristán había olvidado en casa los ornamentos y los vasos sagrados, lo único que había era megafonía, y como ya tenía que haber empezado la misa hacía cinco minutos, el sacristán tardaba y empezaban ya los resoplidos y malas caras de los asistentes, Don Manuel agarró el micro y empezó a contar chistes, luego cuando llegó el sacristán muchos que no tenían pensado quedar a misa se unieron esperando a ver si en la homilía o al final Don Manuel les regalaba alguno más... Un ejemplo de que el Pater no tenía nada de sectario fue la misa de Santa Apolonia en el verano de 2011; estaba él cojo de una pierna, y como estaba entre el pueblo fiel el entonces alcalde de Siero Guillermo Martínez Suárez, llegado el momento de la procesión explicó Don Manuel que como él no podía caminar mucho, detrás de la Santa iría el Sr. Alcalde: Don Manuel, ¡genio y figura!

Nunca olvidaré tantas comidas donde el Pater era el "alma mater". En una de estas estaban a la mesa el Cardenal Rouco, Don José Manuel Otero Novas y su esposa Nieves Miranda. En cierto momento de la comida Doña Nieves comentó que ella era de Mieres, y yo le pregunté si de Mieres mismo o de un pueblo, a lo que me respondió que era nacida en la Rebollada. Y yo le indiqué: pues mire, Don Manuel Peñalosa también es de la Rebollada. Y él respondió: ''somos del pueblo del P. Ángel; a propósito, ¿alguien de los presentes me podría decir a qué partido político vota el Padre Ángel?... Logró la carcajada general.

En los últimos meses su salud se deterioró y comenzó a perder peso y apetito (un grave indicador en él) y su voz empezó a fallar, y con cierta frecuencia sufría alguna caída al perder el equilibrio. Se le veía apagado, como si estuviera perdiendo energía lentamente. Ingresado en el HUCA tras una de esas caídas comenzaron a hacerle pruebas descubriendo una obstrucción en una arteria de la cabeza que parecía ser el origen de su estado. Se le realizó una intervención quirúrgica muy delicada de la cual en principio salió bien, aunque pasaban los días y no acababa de recuperarse. Creyendo los médicos que la recuperación sería lenta, pero que las condiciones físicas aparentemente eran buenas, fue derivado al Hospital Monte Naranco.

Don Joaquín le visitó el viernes 14 de febero por la mañana y le preguntó: ¿Conócesme; quien soy; soy cara conocida; a que tengo cara de guardia?... Sólo salió de su boca una palabra: ''Joaquín''... Vamos a rezar juntos un poco le dijo Don Joaquín; estaba Don Manuel muy fatigado, pero rezó el padrenuesto, el Ave María y el gloria con toda su alma... En la noche del sábado al domingo sin nadie esperarlo, cuando estaba acompañado por un sacerdote empezó a encontrarse peor y en cuestión de segundos cerró sus ojos para este mundo. Fue el último regalo del Señor para este siervo suyo; si no iba a volver a ser el de siempre, era la hora de ir a la Patria del Cielo. Quiero mencionar la atención que en estos últimos años ha tenido con Peñalosa Don Juan Luis Monzón Viera; fueron grandes amigos en la Casa, a menudo era común verles pasear o tomar café por Oviedo. Las cosas del Señor son así, casi recién llegado Don Juan Luis de capellán al hospital Monte Naranco le ha tocado acompañar de cerca los últimos días del Pater. Cuando llegó la noticia del fallecimiento de Don Manuel estaba presente en el Monte Naranco por otras causas el párroco de Campo de Caso, Don Marcos Argüelles. Don Marcos y Don Juan Luis cuando llegaron a la habitación del Pater y ya se lo habían llevado, pero pidieron el favor de que les permitieran bajar a la morgue a despedirse de este buen amigo. Me imagino la escena bajando ambos en silencio en el ascensor a ese frío lugar donde se muestra en su más cruda realidad las palabras del profeta Job: ''Desnudo vine a este mundo, y desnudo saldré de él''... Ahí pudieron orar por él al tiempo que le daban una última caricia a su cuerpo aún caliente, que empezaba a enfriarse ya envuelto en un pobre sudario de plástico.
No faltó en su funeral la interpretación por parte de la banda del Regimiento de la pieza ''Tú nos dijiste que la muerte'' del sacerdote Cesáreo Gabaráin, el cual la compuso con motivo de la muerte de Juan Pedro, el joven organista de su parroquia fallecido a los diecisiete años. Desde 1981 es el himno a los Caídos de las Fuerzas Armadas, a iniciativa del teniente general riojano José María Sáenz de Tejada, quien quedó maravillado al escuchar esta canción en el funeral de un conocido al que asistió. Los militares hacen un cambio que también aplicaron a Don Manuel; no dicen "por un hermano", sino por el ''compañero'' perdido, y Don Manuel lo era. En la BRIPAC (Brigada Paracaidista) son más concretos y cantan de "un paraca perdido"... Querido Pater Peñalosa: tú tampoco quisiste ''servir a otra Bandera, ni andar otro camino, ni supiste vivir de otra manera''... Hoy cobra para ti todo su sentido esa oración que tantas veces tú rezaste por los caídos de la Guardia Civil, la Policía o el Ejército: "¡Que el Señor de la Vida y la Esperanza, fuente de Paz y salvación eterna, te otorgue la Vida que no acaba, en feliz recompensa por tu entrega!"
Lo imagino llegando al cielo con su bastón, su americana y su camisa de "clerygman", asomado en el bolso de ésta un taco de lotería parroquial de Muñó y La Collá... Allá le abrirán la puerta San Pedro Apóstol y San Juan Evangelista, mientras le dicen: ¡Adelante Pater, que hoy sí que le ha tocado al cielo la lotería!...
Descansa en Paz Don Manuel, has sido ''un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor''.

En una conversación retrospectiva con D. Joaquín, Don Manuel le pidió que si le tocaba a él despedirle quería partir
como los buenos hijos de España y como los compañeros militares con los que sirvió y así despidió, también
cubierto por nuestra Bandera.