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miércoles, 13 de diciembre de 2023

In Memoriam: Sor Honorina García Vázquez F.B.C., una tevergana entre pucheros. Por Rodrigo Huerta Migoya

El domingo 26 de Noviembre, Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, ha fallecido en el Hospital de León donde estaba ingresada Sor Honorina García Vázquez, Franciscana del Buen Consejo. Su vida estuvo marcada mayormente por su servicio en el Seminario Diocesano de la Inmaculada y Santo Toribio de Astorga, ante cuyos fogones gastó generosamente cuarenta y tres años de su vida religiosa. Desde el pasado mes de mayo su destino era la Residencia de San Francisco de Asís que la Congregación regentaba en Astorga tras el cierre de la comunidad del Seminario, al cual habían llegado las hijas de Teresa Rodón en 1953: la friolera de siete décadas de servicio al corazón de la diócesis asturicense.

Había nacido María Veneranda García Vázquez el 1 de julio de 1935 en tierras de Teverga, en concreto en la fervorosa parroquia de Santa María de Villanueva, templo hermoso que cuidó con mimo aquel otro venerable párroco D. Servando Barredo Fidalgo. En ese bellísima iglesia, declarada "monumento nacional" ya en 1921, recibió las aguas del bautismo el 22 de julio de 1935 en la hermosa pila bautismal de capitel románico donde nacen a la fe los pequeños del lugar, que en la actualidad y por desgracia ya son muy pocos. Creció en un hogar cristiano a ejemplo de sus padres Liborio y Delfina, muy devotos del Sagrado Corazón de Jesús. 

Desde muy niña tuvo que trabajar en las faenas del hogar, lo que la hizo pronto muy habilidosa especialmente en la cocina por el mucho interés que mostraba en perfeccionar el arte culinario. En su niñez Teverga era aún arciprestazgo, y las quince parroquias del concejo, que desde hace años atiende un único párroco, casi todas gozaban de sacerdote propio, a no ser San Miguel de Campiello y San Juan de Prado, que funcionaron hasta poco después del Concilio Vaticano II como hijuelas de Santianes, y aún así, eran dos sacerdotes para los tres templos dado que al Ecónomo D. Manuel Álvarez, le ayudaba el capellán de la Hullera lugareña, D. José García. Era una de las zonas donde solían ser enviados como primer destino a los neopresbíteros, y así pronto se forjó una línea muy directa entre el Seminario de Oviedo -atendido también por las Franciscanas del Buen Consejo- y muchas parroquias del lugar.

Ingresó en la Congregación el 17 de octubre de 1952 con tan sólo 17 años como aspirante en el Seminario de Oviedo. Inicia su vida consagrada ya como novicia el 25 de abril de 1953, haciendo la profesión temporal el 26 de abril de 1954 y la profesión perpetua el 21 de abril de 1957. Asumió, como se decía entonces ''al entrar en religión'', un nuevo nombre que le fue impuesto solemnemente y que haría ya suyo hasta el final de sus días: ''Honorina''. Su primer destino fue en Villaviciosa de Asturias, donde trabajó en el Hospital Municipal y la Casa de Socorro, misión que la Congregación atendía desde 1948. Aquí estuvo Sor Honorina desde 1957 hasta 1980 a la vera de la recortadísima Sor Puy Salvatierra Etayo, religiosa navarra que dejó una huella imborrable en el municipio maliayo por su carisma para con los pobres, enfermos y ancianos. Tras veintitrés años de entrega generosa en esta localidad, tocó hacer las maletas. 

En 1980 fue destinada a la comunidad del Seminario de Astorga donde le encomendaron asumir la dirección de la cocina, cargo que desempeñó hasta los primeros días del pasado mes de mayo con gran eficiencia y profesionalidad. Desde el primer instante hizo verdad lo que Teresa Rodón Asencio insistía a las primeras franciscanas del Buen Consejo, y así también ella ''abrazó contra su corazón la voluntad de Dios'' sin pensar en tiempos, sino buscando superarse cada día en dar lo mejor de si misma en la misión que la Iglesia le encargaba en ese momento. Cuando Sor Honorina se incorporó a su nuevo destino, las religiosas vivían en un pequeño convento que se ubicaba en el ángulo del patio entre las calles José Díez Novo y el Paseo de Blanco de Cela, con un pequeño huerto-jardín independiente del edificio del Seminario, aunque dentro de sus límites. En este lugar permanecerá la comunidad hasta el verano de 1998 cuando se derribó su vieja casa, pasando a residir en la zona para ellas habilitada en el reformado pabellón, antaño llamado del Niño Jesús. En 1980 estaba formada la comunidad por Sor Aurora Ramírez, Sor Encarnación Alonso y Sor Amparo González; se acababa de ir Sor Cristina Martín y se incorporaban Sor Petra Cobos y nuestra Sor Honorina. Al curso siguiente se irá Sor Petra, quedando configurada en cuatro la comunidad durante muchísimos años. Tanto las hermanas mayores de comunidad, así como desde la Curia de la Congregación pensaron en la asturiana para el cargo de Superiora; lo aceptó por obediencia, más cumplido el mandato de cuatro años renunció en 1984 afirmando que estaba feliz en Astorga, pero que ella no tenía dotes para ser superiora y prefería obedecer antes que mandar. He ahí un corazón puramente franciscano que antepone el servicio humilde a cualquier otro servicio que pudiera parecer más ostentoso. 

A lo largo de más de cuatro décadas en el Seminario le tocaron vivir muchísimos cambios de hermanas que llegaban y otras que eran destinadas: Sor Avelina Callejo, Sor Isabel González, Sor Felipa Andrés, Sor Josefa García, Sor Rosario Medina, Sor Clementina Crespo, Sor Benilde Méndez, Sor Berta Castañón... En aquel lejano 1979 era obispo de Astorga D. Antonio Briva Miravent desde hacía ya doce años, y aún le faltarían veintidós más al frente de la sede de Santo Toribio hasta presentar la preceptiva renuncia al gobierno pastoral de la Diócesis,  si un fallo al corazón no hubiera puesto fin a su vida con 68 años. Me detengo en este hecho, pues fueron las Franciscanas del Buen Consejo muy próximas a Monseñor Briva, hasta el punto que una de ellas, Sor Andrea, se encargó durante nueve años de su atención. La prensa del momento relató que habían sido las religiosas del Seminario quienes habían encontrado al prelado tendido en el suelo sin vida. Vendrían luego los pontificados de Monseñor Camilo Lorenzo Iglesias, de Monseñor Juan Antonio Menéndez Fernández, y del actual residencial Monseñor Jesús Fernández González. El día que preconizaron a Monseñor Juan Antonio Menéndez como nuevo Obispo de Astorga y el de su toma de posesión fueron de mucha alegría para Sor Honorina, no sólo de recibir a un paisano como nuevo pastor, sino qué, además, éste había sido Cura de su amada Teverga desde 1986 a 1991. La muerte Don Juan Antonio de forma repentina el 15 de mayo de 2019 en su despacho del Obispado fue una dura noticia para nuestra Hermana. Otro deceso que afectó muy de cerca a nuestra protagonista fue el de su hermana de comunidad Sor Pureza Senoseáin Azpilicueta, en 1999. Fue la última religiosa que falleció en el Seminario en pleno bicentenario del mismo. Esta bendita navarra había sido profesa del Convento sevillano de la Asunción de las Comendadoras Mercedarias Calzadas antes de ingresar en las Franciscanas del Buen Consejo. 

De los siete rectores con los que convivió: Don Julián Barrio Barrio (1980-1992), D. Jerónimo Martínez Franco (1992), D. Eugenio González Núñez (1993-1998), D. Francisco Centeno Cristóbal (1998-2002), D. Manuel López Sierra (2003-2006), D. Francisco Javier Gay Alkaín (2006 -2013) y D. Enrique Martínez Prieto (2013-2023) tuvo una especial amistad con Don Julián, con el que hablaba sin falta todas las semanas. Habían empezado juntos su destino en esa Casa, y hay circunstancias que evidentemente marcan la convivencia. Cuando había celebraciones sacerdotales en el Seminario, muchos se acercaban a la cocina nada más llegar o antes de marchar, pues fueron muchísimos los formadores para los que cocinó y a los que ella tanto admiraba: D. Pedro Centeno, D. Avelino, D. Blas, D. Guillermo, D. Aquilino, D. Ricardo, D. José Antonio Prada, D. Nicasio, D. Francisco Ignacio, D. Félix, D. Juan Herminio, D. Alfonso, D. Máximo, D. Juan José, D. Alfonso, D. José Manuel, D. José Juan, D. José Manuel Carrasco, D. Julián Galende, D. José Antonio de la Fuente, D. Santiago Fernández Castellanos... cuantísimos sacerdotes atendió con primor y discreción. Sor Honorina supo encarnar como nadie aquellas sabias palabras de Santa Teresa de Jesús: "Sepa que incluso cuando está en la cocina, nuestro Señor se mueve entre las ollas y sartenes". Y desde la cocina del Seminario ella regaló su Paz y su Bien.

Mientras pudo solía veranear en Asturias, especialmente en Villaviciosa donde le gustaba disfrutar de unos días de asueto en casa de Sor Jacinta Ureta, y reencontrase con tantas amistades de sus primeros años de vida religiosa. Llevaba a mucho orgullo su asturianía, e incluso en el comedor grande del Seminario tenía una manzana de porcelana con el relieve de San Melchor de Quirós que ella misma había traído un verano de Cortes siendo rector D. Eugenio, para el cual lo trajo con todo el cariño por su anterior vinculación con la Orden de Predicadores de la que es hijo muy ilustre el Santo asturiano. Estos últimos meses la salud se resintió más de lo habitual en nuestra "Sor", como si su cuerpo añorase la cocina del Seminario y dijera al mismo tiempo: ''misión cumplida''; toca hacer el último viaje que no requiere de equipaje. Al igual que a Teresa Rodón a Sor Honorina nunca le preocupó mucho el lugar, tan sólo que Él la encontrara con la lámpara preparada y ardiendo constantemente. Así se presentó su Esposo en día grande de fiesta a buscarla... Alabado seas Señor por la muerte corporal cantó el Poverello en sus Florecillas, y esta buena franciscana habrá podido experimentar ya lo que su Padre San Francisco decía a propósito de cuando llega tal trance: "Se queda aquí lo recibido y se lleva únicamente lo dado". María Santísima del Buen Consejo la acoja en sus brazos, ella que era gran devota de esta advocación, así como de su querida Virgen del Cébrano; no faltaba una estampa suya en su cuarto ni en su breviario. A la Santina de Cárrea la encomendamos también esperando que salga a su encuentro y le muestre a Jesús, "fruto bendito de su vientre". Descanse en paz Sor Honorina; gracias por el cariño y comprensión con que siempre me trataste junto con sor Berta y por entender mejor que nadie la teología encarnada ''que entre los pucheros anda el Señor''...

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