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domingo, 30 de abril de 2023

''Y las ovejas lo siguen''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


En el domingo IV de pascua miramos a Jesús Resucitado de una manera diferente, pues lo vemos caracterizado en la figura del Buen Pastor como Él mismo se nos presenta. Así es Cristo solícito y auténtico pastor de su grey por los que se preocupa constantemente. No es un pastor cualquiera, es pastor de pastores, referente indiscutible para los ministros de la Iglesia. Se interesa por sus ovejas, pero no de forma genérica y simple, siendo conociendo nuestro nombre, donde nos encontramos y la distancia que hay grande o pequeña desde nuestra ubicación y la suya, entre nuestro hito kilométrico y los pastos soñados. En Jesucristo pastor amoroso veamos al Maestro, guía y referente de nuestra existencia, aquel que quiere nuestra felicidad, no la de aquí caduca sino la que no termina por consistir en disfrutar por siempre de su presencia.

I. Padecer con Cristo

Cuando tenemos conocimiento de una desgracia acaecida a personas que conocemos, a conocidos que apreciamos y por los que sentimos aprecio solemos decir ''me compadezco''. Compadecer significa querer compartir ese sufrimiento ''padecer con'' y es lo que viene a recordarnos en parte este himno de la carta de San Pedro. Pero en el pensamiento cristiano esto va más allá ''Queridos hermanos: Que aguantéis cuando sufrís por hacer el bien, eso es una gracia de parte de Dios. Pues para esto habéis sido llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas''. Esto es inadmisible en la forma de pensar de nuestro mundo, en el esquema de valores de hoy. Y también esa corriente del mundo que rechaza esta verdad empieza a invadir la mente y el corazón de los creyentes. Que ejemplo nos dan gracias a Dios tantísimas personas que cada día dejan al mundo atónito por su forma de abrazar la cruz. Podemos pensar que esto se limita a las generaciones mayores que fueron formadas tan bien en el catecismo, pero no sólo, pues esto no es cuestión de edad sino de fe. Cuantas personas de mediana edad, jóvenes y niños aceptan la cruz que les llegan con amor logrando así entrar de lleno en la Pascua que no acaba. Actualmente gracias a los medios que disponemos somos conocedores de tantos ejemplos de estos que nos edifican y que antaño hubieran quedado en el anonimato. Ahí tenemos al Beato Carlo Acutis y su vivencia de la leucemia, la niña Teresita Castillo fallecida hace menos de dos años en Madrid de un tumor cerebral y así tantísimos casos muy cercanos a nosotros de personas que no perdieron la esperanza en la tribulación sino que supieron sacarle partido para su propio bien y para el de los que los rodeaba. No podemos participar en el misterio de la Resurrección del Señor, antes debemos compartir su pasión y muerte. Jesús no sólo nos curó con sus heridas, nos liberó del pozo de oscuridad del pecado para llevarnos a los pastos de la vida de gracia. Dejamos de estar perdidos para en torno a Él vernos unidos ''Pues andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas''.

II. El crucificado ahora es el Señor de la vida

En la lectura de los Hechos de los Apóstoles vemos como el discurso de Pedro que escuchamos el pasado domingo empieza a causar efecto en los que lo escucharon. Es un grito valiente de un alguien que habla desde la experiencia de ser testigo privilegiado de Jesucristo Resucitado, por eso no se cansa de proclamar a los cuatro vientos que el crucificado fue ayer, y que hoy es el que vive para siempre. ''Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías''. Los apóstoles se esmeraron no sólo en anunciar la resurrección sino en explicar la crucifixión, pues era incomprensible que el Hijo de Dios hubiera pasado por un final tenido poco menos que por maldito. En la Pascua también buscamos convertirnos, volver al amor primero y predisponer el corazón para recibir al Espíritu Santo. Celebrar la Pascua conlleva ser anunciadores de la alegría y la esperanza, de la necesidad de pasar nosotros de lo viejo a lo nuevo así como recordar que sólo Él es el principio y el fin. Se nos propone una nueva forma de vivir, en clave de resurrección, que es una invitación a saber morir cada día por amor para vivir siendo luz en medio de la más espesa oscuridad. 

III. Tras los pasos del Buen Pastor

Todos los años en este cuarto domingo de Pascua nos detenemos a reflexionar sobre como Jesús es el Buen Pastor, y esto nos tiene que llevar a la pregunta de si ¿sólo lo veo como Buen Pastor o como mí Buen Pastor?. Reconocer a Jesús de Nazaret no es difícil, hay muchas personas que sin tener fe o siendo de otras religiones asumen que tiene mucho de bueno su figura y mensaje, pero esto no basta para nosotros los que nos decimos creyentes, aquí la diferencia radica en que asume que Él me guíe, me indique y marque el camino. Esto nos cuesta mucho asumirlo, pues todos queremos dar lecciones pero nos gusta que nos las den, a todos nos alegra decidir a donde viajar pero no que nos lo den hecho, a todos se nos da bien corregir al que creemos que va mal pero detestamos que nos recuerden aquello que no hacemos bien. La mejor forma de celebrar a Jesucristo como Buen Pastor de nuestras vidas es buscando la forma de ser ovejas dóciles al plan que tiene para nuestras vidas, no en vano por ello estamos celebrando hoy la jornada mundial de oración por las vocaciones. Entremos en la Escuela del Maestro, esforcémonos por ser fieles discípulos en lo que respecta vivir el evangelio, luchar contra el pecado y seguir la senda que nos lleva a Él a través de las indicaciones que la Iglesia nos da en el catecismo, en su magisterio y en todas sus enseñanzas que no pretenden coartarnos la libertad sino facilitar que la alcancemos de forma plena. No perdamos de vista este detalle ''las ovejas lo siguen, porque conocen su voz''. En todo rebaño hay dos tipos de ovejas, las díscolas y las dóciles, a veces queriendo o sin querer nos volvemos díscolos, sabemos quien es nuestro pastor sí, pero nos creemos más listos que Él y vamos a la aventura, a la hierba alta, a los riscos, al precipicio... y así encontramos nuestra desgracia, nuestra condena y ruina. Decir yo quiero a Jesús, yo tengo mucha fe pero la vivo como me da la gana, a mi estilo y manera es reconocer que ni le queremos tanto ni nuestra fe es tan grande cuando podemos vivir tan lejos de su presencia sin echarle en falta. No es lo mismo entrar por la puerta en el aprisco que saltar la vaya, no es igual ser de la grey del Señor que ser de otro rebaño. El que realmente es de Cristo no se deja seducir por cantos de sirena ni mentiras baratas, así de transparente nos lo dice Jesús en el evangelio de hoy ''En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon''. A veces tenemos a las ovejas por tontas, pero debemos de reconocer que nos dan lecciones siendo a menudo más listas que nosotros. Ellas tienen muy claro quien es su pastor, le siguen con lluvia o nieve, se dejan curar por él cuando están heridas, no necesitan preguntarle que va a hacer para decir si o no, ponen toda su confianza en sus decisiones, saben que a su lado no hay temor y así duermen cada día con la seguridad que nada les hará daño. Por esto no basta decir que bonito mirar a Jesús como Buen Pastor, sino analizar personalmente que tipo de oveja soy, si escucho su voz o me alejo cada vez más de su presencia. Entremos al redil si nos hemos salido de este, pues como nos ha recordado el Señor ''Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos''.

Evangelio Domingo IV de Pascua

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10):

EN aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor

sábado, 29 de abril de 2023

La vocación: ¿qué falta para dar el paso?

(Iglesia de Asturias) “Ponte en camino. No esperes más” es el lema de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada por las Vocaciones Nativas, que se celebra este domingo, 30 de abril. Es un momento para recordar la importancia de suscitar en los jóvenes la llamada a la vocación personal de cada uno, y que la comunidad cristiana, tal y como se recuerda desde Conferencia Episcopal, “promueva las vocaciones cristianas con la oración y el acompañamiento”. Hemos hecho tres preguntas sobre la vocación a tres personas con perfiles muy diferentes entre ellas, por un lado, el Delegado de Pastoral Vocacional y Rector del Seminario, Sergio Martínez Mendaro; por otro, el Presidente de Confer diocesana, Roberto Gutiérrez OCD y finalmente, Julio César Rubial, profesor de Religión en el colegio Santa María del Naranco, de Oviedo, casado y padre de familia.

Las preguntas son las siguientes:

1.El lema de la jornada es “Ponte en camino. No esperes más”. ¿Qué están esperando los jóvenes hoy para ponerse en camino y buscar su vocación, su lugar en el mundo?

2.Faltan vocaciones para la vida religiosa, para el sacerdocio, pero también para el matrimonio. ¿Qué pesa más, la falta de compromiso, o el desconocimiento? ¿A qué creéis que se debe esta situación?

3.¿Qué es aquello que hace que finalmente el joven se mueva y dé ese paso para ponerse en camino?

P. Roberto Gutiérrez OCD.

1. Creo que hoy lo que los jóvenes nos piden es un testimonio de vida coherente. Y por otro lado, también sentirse acompañados. La parábola de este pasado domingo, de los discípulos de Emaús, ellos se sintieron acompañados por Jesús. Al principio no sabían quién era, pero luego le reconocieron al explicarles las escrituras y partir el pan. Yo creo que hoy el joven necesita de una experiencia de Dios, a través de los que vamos haciendo un camino y sobre todo, que se sientan acompañados.

2. Creo que lo que faltan son cristianos coherentes, porque una vez que se es testigo de esa fe, surgen vocaciones al matrimonio, a la vida consagrada o al ministerio sacerdotal. Hacen falta cristianos comprometidos con su fe, con la experiencia de Dios, y que sean ejemplo para los jóvenes. Creo que los jóvenes anhelan sentirse escuchados, que estemos en sus conversaciones, que vean que nos importan. Y desde luego que hay miedo al compromiso. Estamos en un mundo donde la duda, la incertidumbre, es algo que se palpa, por lo que ese “para toda la vida” del sacerdote, de la pareja que se va a casar, se hace muy difícil.

3. Creo que la alegría es lo que hace a los jóvenes moverse. Ver a un consagrado, una familia, un sacerdote con ilusión y entrega, eso motiva mucho. Esa plenitud de vida hace que te plantees que merece la pena entregarlo todo, entregarse a Cristo porque es lo que va a dar sentido a tu vida. Porque el dinero, la posición, eso puede ayudar o ser parte de la felicidad, pero todo tenemos por propia experiencia la certeza de que la felicidad completa no está ahí.

Julio César Rubial. Profesor

1.Creo que lo más importante es que los jóvenes descubran quiénes son, cuál es su identidad. Y es en la familia donde maduran y ponen en juego su libertad y así poder lanzarse al mundo. Los jóvenes necesitan adultos que sean buenos referentes y para ello, ayuda nacer en familias donde el padre y la madre se quieren, pues es el mejor regalo que pueden tener. En las aulas vemos a diario cómo tantos chicos están solos, con padres separados, o no, pero se encuentran a la deriva y existencialmente perdidos. Se necesitan también para todos ellos lugares de esperanza donde puedan vivir y caminar.

2.Creo que hoy en día muchas parejas que se quieren casar pisan la Iglesia para ese día por primera vez después de su Primera Comunión, en el mejor de los casos. Esto significa que están en las antípodas de la fe, de una fe madura y vivencial. Y después está el miedo a la entrega. El ser humano es emotivista, hoy en día hablamos mucho de emociones pero poco de virtudes, de capacidad de entrega, de sacrificio. Esa es la idea, en el fondo, que tenemos del amor. Creo que es importante que aprovechemos cualquier circunstancia con ellos para hablar, para evangelizar, para comunicar la belleza del amor y del matrimonio.

3.Es fundamental que los jóvenes tengan sus espacios para tomar cervezas y estar con sus amigos, pero también para vivir la fe, donde puedan juntarse con gente como ellos. En el colegio estoy haciendo bastante propaganda de la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa porque creo que es una ocasión idónea para el encuentro con Jesucristo. Y al final es Él quien mueve los corazones.

Sergio Martínez Mendaro

1.Considero que es importante que tengan la capacidad de hacerse preguntas. Vivimos en un mundo que tiene cosas maravillosas, pero también muchas veces nos limita a la hora de hacernos preguntas sobre uno mismo. Esa inmediatez en la que nos encontramos nos hace perder un poco la perspectiva de futuro. Al final, nos instalamos en nuestra zona de confort, no nos gustan los problemas ni tampoco complicarnos la vida. De hecho, procuramos ahorrar a los niños todo sufrimiento y les negamos así el aprendizaje sobre las cosas negativas de la vida. Hay que aprender a preguntarse ¿cómo actúo yo en este momento? ¿Qué pinta Dios en mi vida? ¿Qué es lo que me está pidiendo? ¿Cómo respondo yo ante esto que me pasa?

2. Creo que al joven de hoy le hacen falta referencias. Nos pasa también a nosotros: cuando vemos un matrimonio al que se le nota lo mucho que se quieren, que viven como una verdadera familia, nos llama la atención. Cuando encuentras un religioso enamorado de su carisma y que está aportando en su comunidad, en la Iglesia, te llama la atención, y lo mismo cuando ves a un sacerdote entregado, que vive ese amor a Jesucristo y a lo que tiene entre manos, todo eso suscita preguntas en los demás.

Yo creo que el problema es que a veces nos perdemos, no tenemos esas referencias y si las tenemos, no las advertimos porque vamos corriendo siempre, sin profundizar.

3.El que ilusiona a los jóvenes de verdad es el Señor, por muchas vueltas que le demos. El problema es que a veces tenemos una concepción de Dios un poco aburrida, como que viene a incordiarme la vida. Pero cuando lo encuentras y lo experimentas, te das cuenta de que es todo lo contrario. Para llegar a eso, es necesario dedicarle tiempo. Entregarte a tope. Y quizá muchas veces se vive de manera superficial y en ese sentido cuesta encontrarse con ese Dios que, como decía San Agustín, vive en tu intimidad.

Nota de la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura sobre las estadísticas de la asignatura de Religión 2022-23

(C.E.E.) La Comisión Episcopal para la Educación y Cultura comparte los datos estadísticos del alumnado que opta por la asignatura de Religión Católica en este curso 2022-23. Se trata de una compilación de las cifras de 69 diócesis, que no corresponden a la totalidad de los centros educativos de las Comunidades Autónomas, pero es una mayoría significativa.

En este curso han optado por Religión Católica 3.119.268 alumnos y alumnas, lo que supone el 57% del total sobre el que se ha elaborado esta estadística.

Según estos datos estadísticos el porcentaje de alumnado en Religión Católica en este curso ha descendido en 2,8 puntos porcentuales respecto al curso anterior. En los centros públicos, el descenso ha sido de 2,5 puntos y en los centros privados de 3,5 puntos, mientras que en los centros concertados el descenso ha sido apenas de 0,5 puntos.

Entre las razones que podrían explicar este descenso se encuentra la implantación de la LOMLOE en Educación Infantil, y en los cursos impares de Educación Primaria, y de Secundaria Obligatoria y Bachillerato. Los retrasos en la aprobación de las nuevas enseñanzas por algunas Administraciones educativas provocaron incertidumbre y desinformación al inicio del curso académico.

Otra razón es que, aunque la LOMLOE ha mantenido las enseñanzas de religión, ha debilitado su presencia en el sistema educativo al recortar los efectos de su evaluación y al suprimir la materia curricular que hasta este curso se ofrecía como alternativa al alumnado que no elegía Religión. Desde la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura seguimos reclamando un tratamiento digno y equiparable a las demás materias para la asignatura de Religión, así como para su profesorado.

Pese a las actuales circunstancias, constatamos que las familias siguen optando mayoritariamente por la enseñanza religiosa escolar, lo que pone de manifiesto el valor educativo y formativo de esta asignatura para una parte significativa de la población.

Consideramos positivo que, de hecho, más de tres millones de alumnos y alumnas cursen semanalmente la enseñanza de Religión como asignatura libremente elegida; se trata de cifras relevantes que hay que considerar en el marco de una sociedad cada vez más plural cultural y religiosamente. Los obispos agradecen sinceramente el sentido de la responsabilidad y la confianza de las familias y jóvenes que han solicitado al inicio de este curso la asignatura de Religión Católica como parte de su formación integral y preparación para el futuro.

Un año más la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura reitera su invitación a familias y alumnos a matricularse el próximo curso en la enseñanza religiosa escolar, como una oportunidad para ampliar sus puntos de vista, crecer en inteligencia de la fe y descubrir una mejor versión de la vida personal y social (https://meapuntoareligion.com/)

viernes, 28 de abril de 2023

Mensaje del Santo Padre para la 60ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

Vocación: gracia y misión

Queridos hermanos y hermanas, queridísimos jóvenes:

Es la sexagésima vez que se celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, instituida por san Pablo VI en 1964, durante el Concilio Ecuménico Vaticano II. Esta iniciativa providencial se propone ayudar a los miembros del pueblo de Dios, personalmente y en comunidad, a responder a la llamada y a la misión que el Señor confía a cada uno en el mundo de hoy, con sus heridas y sus esperanzas, sus desafíos y sus conquistas.

Este año les propongo reflexionar y rezar guiados por el tema “Vocación: gracia y misión”. Es una ocasión preciosa para redescubrir con asombro que la llamada del Señor es gracia, es un don gratuito y, al mismo tiempo, es un compromiso a ponerse en camino, a salir, para llevar el Evangelio. Estamos llamados a una fe que se haga testimonio, que refuerce y estreche en ella el vínculo entre la vida de la gracia —a través de los sacramentos y la comunión eclesial— y el apostolado en el mundo. Animado por el Espíritu, el cristiano se deja interpelar por las periferias existenciales y es sensible a los dramas humanos, teniendo siempre bien presente que la misión es obra de Dios y no la llevamos a cabo solos, sino en la comunión eclesial, junto con todos los hermanos y hermanas, guiados por los pastores. Porque este es, desde siempre y para siempre, el sueño de Dios: que vivamos con Él en comunión de amor.

«Elegidos antes de la creación del mundo»

El apóstol Pablo abre ante nosotros un horizonte maravilloso: en Cristo, Dios Padre «nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor. Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad» (Ef 1,4-5). Son palabras que nos permiten ver la vida en su sentido pleno. Dios nos “concibe” a su imagen y semejanza, y nos quiere hijos suyos: hemos sido creados por el Amor, por amor y con amor, y estamos hechos para amar.

A lo largo de nuestra vida, esta llamada, inscrita en lo más íntimo de nuestro ser y portadora del secreto de la felicidad, nos alcanza, por la acción del Espíritu Santo, de manera siempre nueva, ilumina nuestra inteligencia, infunde vigor a la voluntad, nos llena de asombro y hace arder nuestro corazón. A veces incluso irrumpe de manera inesperada. Fue así para mí el 21 de septiembre de 1953 cuando, mientras iba a la fiesta anual del estudiante, sentí el impulso de entrar en la iglesia y confesarme. Ese día cambió mi vida y dejó una huella que perdura hasta hoy. Pero la llamada divina al don de sí se abre paso poco a poco, a través de un camino: al encontrarnos con una situación de pobreza, en un momento de oración, gracias a un testimonio límpido del Evangelio, a una lectura que nos abre la mente, cuando escuchamos la Palabra de Dios y la sentimos dirigida directamente a nosotros, en el consejo de un hermano o una hermana que nos acompaña, en un tiempo de enfermedad o de luto. La fantasía de Dios para llamarnos es infinita.

Y su iniciativa y su don gratuito esperan nuestra respuesta. La vocación es «el entramado entre elección divina y libertad humana»[1], una relación dinámica y estimulante que tiene como interlocutores a Dios y al corazón humano. Así, el don de la vocación es como una semilla divina que brota en el terreno de nuestra vida, nos abre a Dios y nos abre a los demás para compartir con ellos el tesoro encontrado. Esta es la estructura fundamental de lo que entendemos por vocación: Dios llama amando y nosotros, agradecidos, respondemos amando. Nos descubrimos hijos e hijas amados por el mismo Padre y nos reconocemos hermanos y hermanas entre nosotros. Santa Teresa del Niño Jesús, cuando finalmente “vio” con claridad esta realidad, exclamó: «¡Al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor…! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia […]. En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor»[2].

«Yo soy una misión en esta tierra»

La llamada de Dios, como decíamos, incluye el envío. No hay vocación sin misión. Y no hay felicidad y plena realización de uno mismo sin ofrecer a los demás la vida nueva que hemos encontrado. La llamada divina al amor es una experiencia que no se puede callar. «¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Co 9,16), exclamaba san Pablo. Y la Primera Carta de san Juan comienza así: “Lo que hemos oído, visto, contemplado y tocado —es decir, el Verbo hecho carne— se lo anunciamos también a ustedes para que nuestra alegría sea plena” (cf. 1,1-4).

Hace cinco años, en la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, me dirigía a cada bautizado y bautizada con estas palabras: «Tú también necesitas concebir la totalidad de tu vida como una misión» (n. 23). Sí, porque cada uno de nosotros, sin excluir a nadie, puede decir: «Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 273).

La misión común de todos los cristianos es testimoniar con alegría, en toda situación, con actitudes y palabras, lo que experimentamos estando con Jesús y en su comunidad que es la Iglesia. Y se traduce en obras de misericordia material y espiritual, en un estilo de vida abierto a todos y manso, capaz de cercanía, compasión y ternura, que va contracorriente respecto a la cultura del descarte y de la indiferencia. Hacerse prójimo, como el buen samaritano (cf. Lc 10,25-37), permite comprender lo esencial de la vocación cristiana: imitar a Jesucristo, que vino para servir y no para ser servido (cf. Mc 10,45).

Esta acción misionera no nace simplemente de nuestras capacidades, intenciones o proyectos, ni de nuestra voluntad, ni tampoco de nuestro esfuerzo por practicar las virtudes, sino de una profunda experiencia con Jesús. Sólo entonces podemos convertirnos en testigos de Alguien, de una Vida, y esto nos hace “apóstoles”. Entonces nos reconocemos como marcados «a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 273).

Icono evangélico de esta experiencia son los dos discípulos de Emaús. Después del encuentro con Jesús resucitado se confían recíprocamente: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24,32). En ellos podemos ver lo que significa tener “corazones fervientes y pies en camino”[3]. Es lo que deseo también para la próxima Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, que espero con alegría y que tiene por lema: «María se levantó y partió sin demora» (Lc 1,39). ¡Que cada uno y cada una se sienta llamado y llamada a levantarse e ir sin demora, con corazón ferviente!

Llamados juntos: convocados

El evangelista Marcos narra el momento en que Jesús llamó a doce discípulos, cada uno con su propio nombre. Los instituyó para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar, curar las enfermedades y expulsar a los demonios (cf. Mc 3,13-15). El Señor pone así las bases de su nueva Comunidad. Los Doce eran personas de ambientes sociales y oficios diferentes, y no pertenecían a las categorías más importantes. Los Evangelios nos cuentan también otras llamadas, como la de los setenta y dos discípulos que Jesús envía de dos en dos (cf. Lc 10,1).

La Iglesia es precisamente Ekklesía, término griego que significa: asamblea de personas llamadas, convocadas, para formar la comunidad de los discípulos y discípulas misioneros de Jesucristo, comprometidos a vivir su amor entre ellos (cf. Jn 13,34; 15,12) y a difundirlo entre todos, para que venga el Reino de Dios.

En la Iglesia, todos somos servidores y servidoras, según diversas vocaciones, carismas y ministerios. La vocación al don de sí en el amor, común a todos, se despliega y se concreta en la vida de los cristianos laicos y laicas, comprometidos a construir la familia como pequeña iglesia doméstica y a renovar los diversos ambientes de la sociedad con la levadura del Evangelio; en el testimonio de las consagradas y de los consagrados, entregados totalmente a Dios por los hermanos y hermanas como profecía del Reino de Dios; en los ministros ordenados (diáconos, presbíteros, obispos) puestos al servicio de la Palabra, de la oración y de la comunión del pueblo santo de Dios. Sólo en la relación con todas las demás, cada vocación específica en la Iglesia se muestra plenamente con su propia verdad y riqueza. En este sentido, la Iglesia es una sinfonía vocacional, con todas las vocaciones unidas y diversas, en armonía y a la vez “en salida” para irradiar en el mundo la vida nueva del Reino de Dios.

Gracia y misión: don y tarea

Queridos hermanos y hermanas, la vocación es don y tarea, fuente de vida nueva y de alegría verdadera. Que las iniciativas de oración y animación vinculadas a esta Jornada puedan reforzar la sensibilidad vocacional en nuestras familias, en las comunidades parroquiales y en las de vida consagrada, en las asociaciones y en los movimientos eclesiales. Que el Espíritu del Señor resucitado nos quite la apatía y nos conceda simpatía y empatía, para vivir cada día regenerados como hijos del Dios Amor (cf. 1 Jn 4,16) y ser también nosotros fecundos en el amor; capaces de llevar vida a todas partes, especialmente donde hay exclusión y explotación, indigencia y muerte. Para que se dilaten los espacios del amor[4] y Dios reine cada vez más en este mundo.

Que en este camino nos acompañe la oración compuesta por san Pablo VI para la primera Jornada Mundial de las Vocaciones, el 11 de abril de 1964:

«Jesús, divino Pastor de las almas, que llamaste a los Apóstoles para hacerlos pescadores de hombres, atrae a Ti también las almas ardientes y generosas de los jóvenes, para hacerlos tus seguidores y tus ministros; hazlos partícipes de tu sed de redención universal […], descúbreles los horizontes del mundo entero […]; para que, respondiendo a tu llamada, prolonguen aquí en la tierra tu misión, edifiquen tu Cuerpo místico, la Iglesia, y sean “sal de la tierra y luz del mundo” (Mt 5,13)».

Que la Virgen María los acompañe y los proteja. Con mi bendición.

Roma, San Juan de Letrán, 30 de abril de 2023, IV Domingo de Pascua.


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[1] Documento final de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (3 al 28 de octubre de 2018), Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, 78.

[2] Manuscrito B, Carta a María del Sagrado Corazón (8 de septiembre de 1896): Obras Completas, Burgos 2006, 261.

[3] Cf. Mensaje para la 97 Jornada Mundial de las Misiones (6 enero 2023).

[4] «Dilatentur spatia caritatis»: San Agustín, Sermo 69: PL 5, 440.441.

Carta semanal del Sr. Arzobispo

Tras los incendios cenicientos

Atrás quedaron los incendios que semanas atrás nos asolaron. La chamusquina queda patente en nuestros bosques y campos, en las casas y ermitas que quedaron arrasadas. Pero especialmente en el fondo de tristeza que se imprimió en los ojos de cuantos veían arder su pasado, dejando incierto y difícil el futuro mientras el presente quedaba en el entredicho de no saber qué hacer. 

Un incendio arroja siempre el pánico y el miedo. Las llamas se hacen indómitas y esquivas cuando deciden devorar sin compasión todo lo que encuentran a su paso. Nuestros excelentes y heroicos bomberos, tantas veces con recursos insuficientes que ponen en riesgo sus vidas, así como los generosos voluntarios que también se arremangan para inventarse mangueras improvisadas mientras, como saben y pueden echan una mano, todos ellos han sido testigos de esa debacle. No en vano el fuego es sinónimo también del castigo fatal cuando se quiere infligir una pena ejemplar, decretando la hoguera impía al disidente. Más aún, el eterno castigo se llama “infierno”, como una tortura irredenta e irredimible para quienes han cometido un pecado de mortalidad inmensa. 

Si, además, esas llamas no son fruto de un accidente natural con la chispa de un rayo, sino más bien como consecuencia de una calculada opción de destruir campos, incendiar bosques, a pesar de poner en riesgo máximo la vida de las personas, la destrucción de sus haciendas, sus casas, y las ermitas o iglesias que cobijaban sus esperanzas, entonces hablamos de una tragedia añadida por tener la firma malvada de quien así se las toma tan a despecho, ofendiendo a Dios y maldiciendo de este modo a los hermanos. No es fácil entenderlo. No se entiende, de hecho. Es incomprensible tanta maldad cuando viene provocada por las acciones humanas, que se constituyen en jueces de la vida para disponer de la misma en aras de sus intereses vengativos y rencorosos, o de dudosos objetivos de unas presuntas ganancias empobreciendo tan cruelmente a los otros.

 Pero, más allá de la tragedia en sí misma, la vida sigue adelante. Hay que beberse las lágrimas que tan dolorosamente se vierten, hay que levantarse de nuevo en tamaña postración que nos ha dejado tan tocados y hundidos, y lograr reponerse con Dios y ayuda (sí, con los dos). Porque los incendios, ya sean naturales o ya sean provocados, arrasan de cruel manera todo un pasado: archivos y bibliotecas, enseres y aperos, campos y casas, todo cuanto representaba el diario paisaje de una vida cotidiana tejida de escenarios, de recuerdos, de patrimonio heredado, cuidado y trabajado. Todo eso sucumbe irremediable en el fragor de unas llamas que reducen a cenizas tantas cosas justas y necesarias. 

En ese pasado ceniciento, estaba en ciernes nuestro presente, porque éste consiste en el recorrido actualizado hoy de todo ese ayer que nos preside en el recuerdo y en el agradecimiento. No hay manera de desvincular estos dos momentos: el pretérito de nuestras herencias y el presente de nuestro patrimonio, y cuando son alcanzados por las llamas traicioneras, nos dejan pobres de la noche a la mañana. Pero hay algo que las llamas no podrán nunca alcanzar. Se trata del futuro que se dibuja humilde por delante. Porque atrás quedan nuestros llantos y nuestra pena, pero la esperanza es lo que queda pendiente de nuestro esfuerzo ilusionado, acompañado y sostenido por el Dios de la esperanza que hace nuevas todas las cosas, y por las personas buenas que Él ha puesto a nuestro lado para ayudarnos de mil modos al deseado recomienzo. Poco a poco se irán superando los soponcios, se irán restañando las precariedades, se irán redimiendo tantos sofocos, pero con Dios y ayuda (sí, con los dos), se hará sitio la esperanza que nos permita de nuevo trabajar y soñar. 

+ Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo

jueves, 27 de abril de 2023

Santoral del día: San Rafael Arnáiz

Hoy en la diócesis de Oviedo hacemos memoria de San Rafael Arnaiz. Santo que pasó parte de su infancia y juventud en Oviedo. Fue adorador nocturno en San Tirso el Real y también acudía a San Juan el Real a participar en la santa misa. Vivió junto a la plaza de la Escandalera. Un santo muy cercano a nosotros.

PELANDO NABOS

San Rafael Arnáiz Barón, es considerado como uno de los más grandes místicos del siglo XX. Este monje trapense solía pelear con unos “diablillos” que buscaban desanimarlo en la fe. En sus escritos, el santo contó que eran las tres de la tarde de un sábado lluvioso y le tocó ir a un almacén donde procesaban los vegetales. Hacía tanto frío que tenía helados los pies y las manos. Aquel día le parecía triste y turbio.

Le encomendaron la tarea de pelar nabos y, mientras trabajaba en ello, sentía que el tiempo pasaba lento. En eso, unos “diablillos” lo empezaron a tentar con recuerdos. San Rafael recordaba que se le venían cuestionamientos de cómo pudo haber dejado su casa para venir a hacer algo ridículo como pelar nabos.

“Un demonio pequeñito y muy sutil, se me escurre muy adentro y de suaves maneras me recuerda mi casa, mis padres y hermanos, mi libertad, que he dejado para encerrarme aquí entre lentejas, patatas, berzas y nabos”, describió.

El santo estaba absorto en estas ideas, cuando de pronto sintió que una luz potente penetró en su alma y que alguien le preguntó qué estaba haciendo. San Rafael recapacitó en el acto y dijo: “¡Virgen Santa!... ¡Pelar nabos!… ¿para qué?”.

En su corazón, contestó de inmediato con emoción: “Pelo nabos por amor… por amor a Jesucristo”.
San Rafael contó que le vino una paz muy grande en su interior y luego empezó a reírse tanto, que los “diablillos rojos” se escondieron asustados entre los sacos y un cesto de comida. Más adelante, en su texto, dejó un consejo para evitar los pensamientos de desaliento.

“No hace falta, para ser grandes santos, grandes cosas, basta el hacer grandes las cosas pequeñas… Dios me puede hacer tan santo pelando patatas, que gobernando un Imperio”, puntualizó.

Vía lucis de la mano de los escritos de Monseñor Fray Jesús Sanz Montes O.F.M.

En nuestra Parroquia de Lugones hemos preparado un Vía lucis con textos de nuestro Arzobispo tomados de sus homilías, cartas semanales, comentarios al evangelio etc. El Vía Lucis, "camino de la luz" es una devoción reciente. En ella se recorren catorce estaciones con Cristo triunfante desde la Resurrección a Pentecostés, siguiendo los relatos evangélicos. Esperamos que os sirva para orar en este tiempo de Pascua.

Vialucis, alumbrar sin ser cegados

De luz en luz, como quien se asoma a ventanales por donde el sol se cuela sin que haya filtros censuradores que eclipsan la vida. Así, de luz en luz, estuvimos hace unos días en el arciprestazgo de Siero haciendo una celebración pascual. Tantas veces lo hemos hecho con la Santa Misa, verdadero culmen de nuestro memorial cristiano en donde recordamos de Jesús lo más grande que Él nos dejó con su presencia resucitada que se parte y se reparte como un pan tierno y un vino generoso que son su Cuerpo y su Sangre. Pero en esta ocasión no hicimos así, sino que hicimos un vialucis.

Del viacrucis ya tenemos experiencia y costumbre. Es una arraigada devoción de la que tanto saben los hijos espirituales de San Francisco de Asís. Con el viacrucis vamos de dolor en dolor, de duelo en duelo, subiendo con nuestros llantos por la calle de la amargura viendo a Jesús pasar con su pasión inacabada hasta el estertor del Calvario.

Pero el vialucis tiene otras catorce estaciones. En ellas la calle se llama hermosura, por donde Jesús pasa luminoso regalando a espuertas el don de su luz y su gracia. Son los evangelios que leemos en esa primera semana de pascua, en donde aparecen los discípulos contrariados, cabizbajos, a cal y canto encerrados por miedo, llorosos y defraudados. A pesar de que Jesús había resucitado, ellos no todavía. Justo como a nosotros nos sucede.

Igual que Magdalena también nosotros sabemos de nuestros llantos en donde con piedad triste seguimos buscando a un Cristo muerto para ofrecerle nuestros bálsamos. Y como aquellos dos de Emaús que se escapaban hundidos y enojados ante lo que juzgaban el fracaso de una preciosa ocasión perdida, mientras hablaban de camino de sus cosas para volver a lo de siempre. Son verdadera imagen de nuestras escapatorias, cuando vamos dale que dale a nuestro tema como si no hubiera salida en nuestros callejones de malicia y desesperanza. O como Tomás el incrédulo que no terminó de creer lo que los compañeros le contaron quizás poco convincentemente como quien cuenta algo prestado, algo que no te abraza, algo que no ha cambiado tu propia vida. Pero Tomás se encontró personalmente con un Jesús que siempre vuelve, que nos da una nueva oportunidad, y entonces hizo en primera persona la experiencia del encuentro que le transformó para siempre. O los discípulos que salieron a pescar sin haber pescado una sardina aquella noche, como la vez primera. En la orilla, amaneciendo, no había un vulgar cantamañanas, sino quien ve donde ellos no veían, quien llena de milagros unas redes demasiado vacías.

Quedaba María, la madre buena del Buen Pastor. A ella la contemplamos reuniendo a aquellos discípulos con llantinas, con temores, con dudas y fracasos, para orar en fraternidad a fin de esperar cuando llegase el Espíritu Santo que Jesús les prometió. Y así fue en aquella mañana de Pentecostés: las puertas se abrieron, la luz les inundó, y los miedos se convirtieron en audaz testimonio en todas las lenguas para anunciar las maravillas de Dios.

Vialucis, en el camino de quienes no hemos resucitado, para que también a nosotros nos alcance ya la gracia que les abrazó a aquellos primeros discípulos, y podamos dar cumplido testimonio desde nuestras heridas del bálsamo que nos cura, contar desde nuestros apagones la claridad que devuelve el color y la verdad a las cosas, en medio de nuestros egoísmos, miedos y rencores, decir humildemente cómo es el amor al que nos llaman. Vialucis como un regalo que anuncia sin pretensiones que Jesús ha resucitado y que de esto nosotros somos testigos.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

1ª Estación _ La Resurrección del Señor

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Muy de madrugada, el primer día después del sábado, en cuanto salió el sol, vinieron al monumento. Se decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del monumento? Y mirando, vieron que la piedra estaba removida; era muy grande. Entrando en el monumento, vieron un joven sentado a la derecha, vestido de una túnica blanca, y quedaron sobrecogidas de espanto. Él les dijo: No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el sitio en que le pusieron.

(Mc 16, 2-6)
Meditación:
Sucedió al alba. Pero casi nadie lo creía, casi ninguno lo esperaba Y andaban cavizbajos, llorosos y fugitivos para volver cada uno a sus andadas. ¿Será posible -se preguntaban destrozados-, que aquellos labios hayan enmudecido para siempre sus palabras? ¿Será posible que aquellas manos hayan dejado ya de bendecirnos desde que las vimos a la muerte clavadas? Y así estaban unos y otros, de aquí para allá, mientras lloraban sus recuerdos haciendo sus cábalas. Pero alguien dio la alarma: no está ya entre los muertos, su muerte ha sido despertada, la tumba está vacía y sólo hospeda su nada. No sabían cómo, pero allí en el sepulcro ya no estaba. Y se pusieron nerviosos, y corría como un reguerillo el comentario de la noticia más increíble, la más inmerecida y más inesperada. ¿Será verdad que ha sucedido, que ha resucitado de veras como nos dijo? Fue al alba. Sucedió al alba. Y de pronto las lágrimas no eran ya el llanto de la pérdida maldita, sino la emoción de un reencuentro que bendecía. La noche había pasado con sus sombras, se había encendido la luz amanecida. Los colores de la vida que nacieron en los labios creadores de Dios, volvían a brillar con toda su dicha.

La penúltima palabra que correspondió a la proclama del sinsentido, a la condena del inocente, a la censura de la verdad y al asesinato de la vida, cedió inevitable la palabra final a quien como Palabra se hizo hombre, se hizo hermano, se hizo historia y se hizo pascua rediviva. Hoy encendemos los cristianos ese cirio cuya luz nos acompaña en nuestros vericuetos y nos perdona nuestras cuitas. La luz que nos habla del perdón, de la gracia, del abrazo del mismo Dios que en su Iglesia nos bendice, nos acoge y nos guía. Por eso entonamos el canto de los vencedores, el canto de la verdadera alegría, la que no es fruto de nuestro cálculo o pretensión, a nuestras nostalgias o insidias. Es un canto dulce, apasionado, con un brindis de triunfo que no se hace triunfalista. Porque Cristo ha vencido con su resurrección bendita su muerte y la nuestra, y ha terminado la mentira la diga quien la diga; y no tiene hueco ya lo que nos enfrenta por fuera y nos rompe por dentro. Fue al alba, sí, sucedió al alba. Y desde entonces, a pesar de nuestros cansancios, pecados, lentitudes y cobardías, sabemos que Dios nos ha abierto su casa, nos acoge, nos redime y nos regala su vida. Por eso cantamos un aleluya mañanero, por eso cantamos al alba nuestro mejor albricias.

(Carta semanal domingo de Pascua de 2010)

Oración
Señor Jesús, hemos querido seguirte en los momentos difíciles de tu Pasión y Muerte, sin avergonzarnos de tu cruz redentora. Ahora queremos vivir contigo la verdadera alegría, la alegría que brota de un corazón enamorado y entregado, la alegría de la resurrección. Pero enséñanos a no huir de la cruz, porque antes del triunfo suele estar la tribulación. Y sólo tomando tu cruz podremos llenarnos de ese gozo que nunca acaba.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

2ª Estación_ Jesús Resucitado se encuentra con María Magdalena 

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: Señor, si les has llevado tú, dime dónde le has puesto, y yo le tomaré. Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, le dijo en hebreo: «¡Rabboni!», que quiere decir Maestro. Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido al Padre; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a Vuestro Dios. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: «He visto al Señor», y las cosas que le había dicho.

(Jn 20, 11-18)
Meditación:
Hoy la Iglesia celebra otra cosa. Sin aspaviento ni alharaca. Pero sí, la convocatoria nos escenifica que quedaba lo mejor por llegar, quedaba propiamente dicha la última palabra. Es el final que se torna recomienzo, y donde todo parecía agotado, tumbado y aplastado, de pronto empieza allí la primavera con una pujanza tan nueva que hace olvidar todos los barbechos que ridiculizaron burlones la espera. Así, todas las penúltimas palabras llenas de oscuridad, muerte y desesperanza, han quedado enmudecidas para siempre tras ese canto que como un himno a la alegría tenía un aleluya sin ocaso por única estrofa. Había una palabra última que debía ser escuchada y es la que de modo postrero se reservó Dios mismo para pronunciarla. Por angostos que sean nuestros pesares, por malditos que resulten tantos avata­res inhumanos, y por tropezosos que nos parezcan los traspiés de cada día, Jesús ha vencido. Y esto significa que ni la enfermedad, ni el dolor, ni la oscuridad, ni la tristeza, ni la persecución, ni la espada… ni la mismísima muerte tendrán ya la última palabra, porque hasta la muerte ha sido muerta. Jesús ha resucitado, y su triunfo nos abre de par en par el camino de la esperanza, el camino de la verdadera humanidad, el camino que nos conduce al hogar de Dios sin más intemperies aciagas.

Él ha querido morir nuestra muerte, para darnos como regalo más inesperado y más inmerecido lo que era menos nuestro: su propia resurrección. La puerta está abierta y el sendero limpio y despejado. Sólo basta que nuestra libertad se mueva y se­cunde su primordial iniciativa, la de Dios, la de su Amor. Sí, Jesús ha resucitado, y la luz ha vuelto a entrar en nuestro mundo víctima de las tinieblas de todos los viernes santos de la historia. Pero es posible que nosotros todavía no nos hayamos enterado, y nos ocurra como a María Magdalena, que se acerca al Sol de la vida, a Jesús, cuando todavía para ella es sólo una discreta amanecida, cuando para ella “aún estaba oscuro” (Jn20,1), como nos ha descrito el Evangelio. Y en lugar de reconocer en los signos de la piedra quitada del sepulcro, el cumplimiento de cuanto el Maestro había dicho, quedó asustada, y echó a correr en busca de Pedro y de los otros, para hacer una interpretación tan apresurada como inexacta: “no está el Señor, se lo han llevado del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn20,2).

(Homilía II Domingo de Pascua. Covadonga 19/04/2020)

Oración
Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, la tradición cristiana nos dice que la primera visita de tu Hijo resucitado fue a ti, no para fortalecer tu fe, que en ningún momento había decaído, sino para compartir contigo la alegría del triunfo. Nosotros te queremos pedir que, como María Magdalena, seamos testigos y mensajeros de la Resurrección de Jesucristo, viviendo contigo el gozo de no separarnos nunca del Señor.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

3ª Estación_ Jesús Resucitado se aparece a las mujeres 

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Pasado el sábado, ya para amanecer el día primero de la semana, vino María Magdalena con la otra María a ver el sepulcro. Y sobrevino un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo y acercándose removió la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Era su aspecto como el relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. De miedo de él temblaron los guardias y se quedaron como muertos. El ángel, dirigiéndose a las mujeres, dijo: No temáis vosotras, pues sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, según lo había dicho. Venid y ved el sitio donde fue puesto.

(Mt 28, 1-6)
Meditación:
Lo dirá la oración principal de la misa de Pascua: que las puertas de la eternidad han vencido en este día la muerte. Abiertas de par en par nos invitan a pasar acompañados del Señor resucitado, de María y todos los santos. Todos los artistas con sus pinceles o cinceles, los músicos con sus notas, y con sus versos los poetas, nos han ambientado este momento indescriptible. ¿Corremos nosotros al sepulcro de Cristo como los discípulos en aquella primera mañana? ¿Qué obra de arte, cantata o poema representa la búsqueda del Señor resucitado mi vida? Hoy la Iglesia lo celebra sin aspaviento ni alharaca. Se nos pedirán los ungüentos y bálsamos con los que como aquellas mujeres iban a ungir la muerte de alguien tan querido, para que con nuestras manos libres rompamos en alabanza por el estupor que nos suscita su vida rediviva.

Sí, quedaba lo mejor por llegar, y a su hora providente llegó. Era el final que se tornó en recomienzo, y donde todo parecía agotado, tumbado y aplastado, de pronto empieza allí la primavera con una pujanza tan nueva que hace olvidar todos los barbechos que no dieron nada. Así, todas las penúltimas palabras llenas de oscuridad, de violencia y de muerte, han quedado enmudecidas para siempre tras ese canto de alegría madrugada. Era la palabra última que se reservó Dios mismo para pronunciarla. Hemos llegado así al centro del año cristiano. Todo parte de aquí y todo hasta aquí nos conduce. Y como quien sale de una pesadilla que parecía inacabable y pertinaz, como quien sale de su callejón más oscuro y tenebroso, como quien termina su exilio más distanciador de los que ama, como quien concluye su pena y su prisión… así Jesús ha resucitado, como Él había dicho.

(Homilía Domingo de Pascua 2023)

Oración
Señor Jesús, danos la valentía de aquellas mujeres, su fortaleza interior para hacer frente a cualquier obstáculo. Que, a pesar de las dificultades, interiores o exteriores, sepamos confiar y no nos dejemos vencer por la tristeza o el desaliento, que nuestro único móvil sea el amor, el ponernos a tu servicio porque, como aquellas mujeres, y las buenas mujeres de todos los tiempos, queremos estar, desde el silencio, al servicio de los demás.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

4ª Estación_ Los soldados custodian el sepulcro del Señor

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros». Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

(Mt 28, 11-15)
Meditación:
Anoche en el cielo la estrella de la mañana nos acercaba el presagio de una eterna bonanza. Su titilar nos decía que despuntaba el alba trayendo la libertad resucitadora y resucitada, porque Jesús había salido del sepulcro poniendo fin a su mordaza. Ha habido muchos ladrones en la noche de los tiempos con tantas penumbras inhumanas. Robaban siempre que podían la luz que descubre los colores de las cosas, desfigurando los rostros de aquellos que Dios nos da como compañía adecuada. Sus armas eran las tinieblas, para que impedir ver con asombro el don que siempre entraña la belleza. Taparla como se pueda, ha sido siempre su intento. Censurarla con tintas negras. Que no brote jamás la claridad cuando llega la mañana. Y así andaban esos ladrones intentando de mil maneras ofuscar con sus espesas nieblas lo que llegando el amanecer siempre llamaba a la puerta poniendo fin a su secuestro.

Pero no pudieron con aquella luz distinta. Una luz que estaba viva y despierta, levantando de su mortecina postración a quien sólo las pocas horas de aquellos tres días dejó maniatada. Tardó en llegar, por más que estuvo claro el aviso de que al tercer día terminaría el exilio forzado. Durante aquellos tres días interminables, hubo mucha gente que se rindió, que creyó que todo había concluido de aquel modo tan terrible e injusto, viendo colgar de una cruz a quien vino a traernos tanta vida. Lo vieron agonizar, y decir sus inolvidables siete palabras como siete dardos de bondad verdadera en medio de tanta insidia malvada. Pero por duro que fuera aquel drama, por difícil que resultara contemplar lo que no era una quimera, tan sólo era la penúltima palabra, la penúltima escena, quedándose para Dios lo que era la escena y la palabra postreras. Y así resultó al alba. De modo que aquel momento supuso el despertar del sueño bendito tras el letargo maldito de la más terrible pesadilla.

(Homilía Domingo de Pascua 2021. Catedral de Oviedo)

Oración
Señor Jesús, danos la limpieza de corazón y la claridad de mente para reconocer la verdad. Que nunca negociemos con la ella para ocultar nuestras flaquezas, nuestra falta de entrega, que nunca sirvamos a la mentira, para sacar adelante nuestros intereses. Que te reconozcamos, Señor, como la Verdad de nuestra vida.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

5ª Estación_ Pedro y Juan contemplan el sepulcro vacío

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Pedro y el otro discípulo salieron para el sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Como se inclinara, vió los lienzos tumbados, pero no entró. Pedro llegó detrás, entró en el sepulcro y vió también los lienzos tumbados. El sudario con que le habían cubierto la cabeza no se había caído como los lienzos, sino que se mantenía enrollado en su lugar. Luego entró el otro discípulo, el que había llegado primero: él también vio y creyó 

(Jn 20, 3-8).

Meditación:
Y fueron Pedro y Juan hasta allí para ver qué había sucedido. Pero sólo Juan, el discípulo amado, el de las confidencias al costado de su Señor, el de las fidelidades al pie de la cruz, el heredero y acogedor de la Madre de su Maestro… sólo él, como nos dice el evangelio, “vio y creyó” (Jn20,8). La primera lectura de la misa de este día de pascua nos dice cómo los discípulos –Pedro en este caso– fueron los testigos de un acontecimiento: “nosotros somos testi­gos” (Hch10,39). Sí, ellos vieron el desenlace de un drama inimaginable: Jesús y lo que hizo en su paso haciendo el bien. Hoy sí que tañen las campanas. Ya anoche comenzaron festivas y aunque no se oigan, las campanas no paran en el domingo de Pascua. Porque hay un motivo de alegría que ellas quieren contarnos con sus tañidos sin par. La oscuridad de todas nuestras historias negras, han perdido sus penumbras con la salida del sol, aunque aquí lo tengamos entre las bambalinas de las nubes mañaneras. La pena que nos arruga por los retos humillantes que nos aplastan, ya no tiene pesadumbre que abogar. Cuanto de conflicto interior o de cuita exterior nos enfrenta, las pandemias que nos confinan y extrañan, dejaron de ser motivo que nos hagan rehenes del mal. ¿Qué ha ocurrido en estas horas, quién ha venido de improviso, qué se ha vuelto a empezar como antaño o a estrenar como su primera vez?

Lo ha dicho la oración colecta de la misa de Pascua: las puertas de la eternidad han vencido en este día la muerte. Están abiertas de par en par y nos invitan a pasar acompañados del Señor resucitado, de María y todos los santos. Vale la pena asomarse hoy al extraordinario lienzo del suizo Eugène Burnand (+ 1921): «En la mañana de la resurrección, los Discípulos Pedro y Juan caminan hacia la tumba», y sentir esa tensión que este artista plasmó en los rostros de estos dos primeros cristianos. O habría que embelesarse en la escucha del oratorio de “El Mesías” que compuso el gran Georg Friedrich Haendel, o cambiar la audición de la Pasión según San Mateo por el oratorio de Pascua en Johann Sebastian Bach. Todos los artistas con sus pinceles o cinceles, todos los músicos con sus notas, y con sus versos los poetas nos han ambientado este momento indescriptible. ¿Corremos nosotros al sepulcro de Cristo? ¿Qué obra de arte, cantata o poema representa en la búsqueda del Señor resucitado mi vida?

(Homilía II Domingo de Pascua. Covadonga 19/04/2020)

Oración
Señor Jesús, también nosotros como Pedro y Juan, necesitamos encaminarnos hacia Ti, sin dejarlo para después. Por eso te pedimos ese impulso interior para responder con prontitud a lo que puedas querer de nosotros. Que sepamos escuchar a los que nos hablan en tu nombre para que corramos con esperanza a buscarte.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

6ª Estación_ Jesús Resucitado muestra en el cenáculos sus llagas a los apóstoles

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Mientras esto hablaban, se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. El les dijo: ¿Por qué os turbáis y por qué suben a vuestro corazón esos pensamientos? Ved mis manos y mis pies, que soy yo. Palpadme y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Diciendo esto, les mostró las manos y los pies. No creyendo aún ellos, en fuerza del gozo y de la admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Le dieron un trozo de pez asado, Y tomándolo, comió delante de ellos.

(Lc 24, 36-43)

Meditación:
El Resucitado se presenta en medio de aquel grupo con el saludo pascual: Paz a vosotros. Era una paz concreta y adecuada, justo la que necesitaban aquellos hombres tan «llenos de miedo por la sorpresa que creían ver a un fantasma». Todo el relato es un alegato de realismo: la Resurrección no fue algo pacíficamente creído y adquirido por los discípulos, por lo que Jesús tendrá que convencerles de tantas maneras de que no era un fantasma, y que, al que vieron agonizar y morir colgado en una cruz, aquél mismo, estaba ahora delante de ellos. Parece como si Jesús estuviera respondiendo a las dudas y objeciones contra la Resurrección de tantas personas a través de los siglos. Era mucho lo que estaba en juego para su mensaje y su misión. No era una cuestión de deshacer sustos o satisfacer curiosidades, sino que la Resurrección evidenciaba que la muerte, como último enemigo del hombre, no tenía ya la palabra postrera, no era ya la mordaza fatal de la vida.

Es verdad que quedaban las señales de unas manos y unos pies marcados por un proceso de injusticia y sedición, por lágrimas cobardes y besos traicioneros, por el abandono más cruel de los humanos y el abandono misterioso del mismísimo Padre Dios. Al final de aquella primera semana santa de la historia, cuando Jesús, solo y abandonado, entregue su vida por aquellos que la machacaban de mil modos, y cuando confíe su suerte en las manos paternales de Aquel que le envió, y cuando inclinando la cabeza fenezca, y cuando sus discípulos se dispersen asustados, o se escapen fugitivos, o se encierren llenos de pavor… al final, digo, todo no ha terminado. Quedan las señales de la muerte, de todas las muertes, pero narradas por el eterno Viviente, por el resucitado para siempre. Esto es lo que Jesús trata de explicarles con su aparición resucitada: no es el final sino el comienzo, porque empieza el tiempo nuevo, la hora de la Iglesia. Por eso Jerusalén era punto de llegada y de partida. Ahora nos toca a nosotros prolongar aquello que entonces comenzó. Quizás también nosotros tengamos señales de muerte, esas marcas que deja siempre el egoísmo, el rencor y la envidia, la indiferencia y la tristeza, las acciones del mal y las omisiones del bien. Pero Cristo ha resucitado en nosotros y podemos mostrar todas esas señales como Él mostró las suyas: la muerte ha sido vencida.

(Comentario al Evangelio Domingo III de Pascua. 19/04/2015)

Oración
Señor Jesús, danos la fe y la confianza para descubrirte en todo momento, incluso cuando no te esperamos. Que seas para nosotros no una figura lejana que existió en la historia, sino que, vivo y presente entre nosotros, ilumines nuestro camino en esta vida y, después, transformes nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el tuyo.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

7ª Estación_ Jesús Resucitado en el camino de Emaús

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Y él les dijo: ¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron los profetas! ¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria? Y comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a él se refería en todas las Escrituras. Se acercaron a la aldea adonde iban, y él fingió seguir adelante. Obligáronle diciéndole: Quédate con nosotros, pues el día ya declina. Y entró para quedarse con ellos. Puesto con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Se les abrieron los ojos y le reconocieron, y despareció de su presencia.

(Lc 24, 13-31)

Meditación:
La maravillosa narración de Lucas nos pone ante uno de los diálogos más bellos e impresionantes de Jesús con los hombres. Efectivamente, Él se encuentra con dos per­sonas que acaso habían creído y apostado por tan afamado Maestro… pero a su modo, con sus pretensiones y con sus expectativas liberacionistas para Israel, como deja en­trever el Evangelio de hoy. Pero el Hijo del hombre no se dejaba encasillar por nada ni por nadie, y actuó con la radical libertad de quien solo se alimenta del querer del Padre y vive para el cumplimiento de su Hora. Y entonces interviene Jesús en una ejemplar actitud de acompañar y enseñar a esta pareja de «alejados»: les explicará la Escritura y les partirá el pan, narrando la tra­dición de todo el Antiguo Testamento que confluye en su Persona, en quien vino como pan partido para todas las hambres del corazón humano. 

Finalmente se les abrieron los ojos a los dos fugitivos hospederos de Jesús en el atar­decer de su escapada, y pudieron reconocerlo. Es interesante el apunte cargado de sin­ceridad: «¿no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba?». Les ardía, pero no le reco­nocían; les ocurría algo extraño ante tan extraño viajero, pero no le reconocían. Bastó que se les abrieran los ojos para descubrir a quien buscaban, sin que jamás se hubiera ido de su lado. Y bastó simplemente esto para escuchar a quien deseaban oír, sin que jamás hubiera dejado de hablarles. Dios estaba allí, Él hablaba allí. Eran sus ojos los que no le veían y sus oídos los que no le escuchaban. Volvieron a Jerusalén, en viaje de vuelta, no para huir de lo que no entendían, sino para anunciar lo que habían reconocido y comunicárselo a los demás, que en un cenáculo cerrado a cal y canto habían encontrado su particular Emaús. Entonces como ahora, en aquellos como en nosotros. Desandar nuestras fugas, abrirse nuestros ojos, y ser misioneros de lo que hemos encontrado.

(Comentario al Evangelio Dominical 08/05/2011)

Oración
Señor Jesús, ¡cuántas veces estamos de vuelta de todo y de todos! ¡tantas veces estamos desengañados y tristes! Ayúdanos a descubrirte en el camino de la vida, en la lectura de tu Palabra y en la celebración de la Eucaristía, donde te ofreces a nosotros como alimento cotidiano. Que siempre nos lleve a Ti, Señor, un deseo ardiente de encontrarte también en los hermanos.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

8ª Estación_ Jesús Resucitado da a los apóstoles el poder de perdonar pecados

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

La tarde del primer día de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se hallaban los discípulos por temor a los judíos, vino Jesús y, puesto en medio de ellos, les dijo: La paz sea con vosotros. Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Díjoles otra vez: La paz sea con vosotros. Como me envió mi Padre, así os envío yo. Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos.

(Jn 20, 19-31)
Meditación:
Toda la vida del Señor, fue una manifestación maravillosa de cómo lle­gar hasta Dios, cómo entrar en su Casa y habitar en su Hogar. La Persona de Jesús es el icono, la imagen visible del Padre invisible. Y esto es lo que tan provocatorio resultaba a unos y a otros: que pudiera uno allegarse hasta Dios sin alarde de estrategias complicadas, sin ex­hibición de poderíos, sin arrogancias sabihondas: que Dios fuera tan accesible, que se pudiera llegar a El por caminos en los que podían andar los pequeños, los enfermos, los pobres, los pe­cadores… Y esto será en definitiva lo que le costará la vida a Jesús.

Ya no es un Rostro tremendo el de Dios, que provoca el miedo o acorrala en una virtud hija de la amenaza y de la mordaza. Quien ha visto y ha oído a Jesús, ha contemplado y escu­chado al Padre, Quien cree en Jesús, cree en su Padre. El camino de Jesús, es el camino de la bienaventuranza, el de la verdad, el de la justicia, el de la misericordia y la ternura. Pero tal revelación no se reduce a un manifestar imposibles que nos dejarían tristes por su inalcan­zabilidad. Jesús no sólo es el Camino, sino también el Caminante, el que se ha puesto a andar nuestra peregrinación por la vida, vivirlo todo, hasta haberse hecho muerte y dolor abandonado.

Jesús no se limitó a señalarnos “otro camino” sino que nos abrazó en el suyo, y en ese abrazo nos posibilitó andar en bienaventuranzas, en perdón y paz, en luz y verdad, en gracia. El es Camino y Caminante… más grande que todos nuestros tropiezos y caídas, mayor que nuestras muertes y pecados. Los cristianos no somos gente diferente, ni tenemos exención fiscal para la salvación, sino que en medio de nuestras caídas y dificultades, en medio de nuestros errores e incoherencias, que­remos caminar por este Camino, adherirnos a esta Verdad, y con-vivir en esta Vida: la de Quien nos abrió el hogar del Padre haciendo de nuestra vida un hogar en la que somos hijos ante Dios y hermanos entre nosotros.

(Comentario al Domingo V de Pascua. 22/05/2011)

Oración
Señor Jesús, que sepamos descubrir en los sacerdotes otros Cristos, porque has hecho de ellos los dispensadores de los misterios de Dios. Y, cuando nos alejemos de Ti por el pecado, ayúdanos a sentir la alegría profunda de tu misericordia en el sacramento de la Penitencia. Porque la Penitencia limpia el alma, devolviéndonos tu amistad, nos reconcilia con la Iglesia y nos ofrece la paz y serenidad de conciencia para reemprender con fuerza el combate cristiano.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

9ª Estación_ Jesús fortalece la fe de Tomás

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Pasados ocho días, otra vez estaban dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas y, puesto en medio de ellos, dijo: La paz sea con vosotros. Luego dijo a Tomás : Alarga acá tu dedo y mira mis manos, y tiende tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel. Respondió Tomás y dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto has creído; dichosos los que sin ver creyeron. 

(Jn 20, 26-29)

Meditación:
Era la mañana de pascua. Aquellos primeros discípulos estaban encerrados a cal y canto, llenos de miedo. Jesús se presenta en medio de ellos: Yo en persona desde estas señales de muerte Yo os saludo con mi Vida. “Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. Era salir de una pesadilla y ver con sus ojos el milagro de las promesas de su Maestro cumplidas; recibir su paz en medio de todas las tormentas que les apenaban interiores y colectivas. Cuando llegó Tomás, el que faltaba, rápidamente le dieron la gran noticia: “hemos visto al Señor”. Pero era insuficiente para quien también “había visto” el proceso del Señor. No era fácil borrar de su recuerdo ese pánico que hizo esconderse a sus compañeros. Por eso su reto: yo he visto cómo Él ha muerto. Si decís que ha estado aquí, yo creeré si palpo vuestra evidencia. La condescendencia de Dios hacia todas las durezas de los hombres, está representada en la respuesta que Tomás recibe por parte de Jesús, cuando al volver allí ocho días después, le dice que toque lo que le parecía imposible. 

Es el perfecto tipo de agnóstico, tan corriente hoy en día: no niego que esto haya sucedido, pero si no lo veo y no lo palpo, no creo. Y este “agnosticismo” Jesús lo llamará sencillamente incredulidad: “trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”. La hermosa respuesta de Tomás, es la que algunos creyentes recitamos interiormente tras la consagración de la Eucaristía: “Señor mío y Dios mío”, dando fe a la Presencia real de Jesucristo, que los sentidos nos hurtan en la apariencia del pan y del vino. Hoy quienes creemos en la Resurrección de Jesús, tenemos que prolongar aquél diálogo entre Jesús y sus discípulos: anunciar la vida en los estigmas de la muerte en todas sus formas. Somos los testigos de que aquello que aconteció en Jesús, también nos ha sucedido a nosotros: el odio, la oscuridad, la violencia, el miedo, el rencor, la muerte... es decir, el pecado, no tienen ya la última palabra. Cristo ha resucitado y en Él han sido muertas todas nuestras muertes. De esto somos testigos. A pesar de todas las cicatrices de un mundo caduco, insolidario, violento, que mancha la dignidad del hombre y no da gloria a Dios, nosotros decimos: Hemos visto al Señor. Ojalá nuestra generación se llene de alegría como aquellos discípulos, y como Tomás diga también: Señor mío y Dios mío.

(Comentario al evangelio del Domingo II de Pascua)

Oración
Señor Jesús, auméntanos la fe, la esperanza y el amor. Danos una fe fuerte y firme, llena de confianza. Te pedimos la humildad de creer sin ver, de esperar contra toda esperanza y de amar sin medida, con un corazón grande. Como dijiste al apóstol Tomás, queremos, aún sin ver, rendir nuestro juicio y abrazarnos con firmeza a tu palabra y al magisterio de la Iglesia que has instituido, para que tu Pueblo permanezca en la verdad que libera.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

10ª Estación_ Jesús Resucitado se aparece en el Lago de Galilea

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Díjoles Jesús: Traed de los peces que habéis pescado ahora. Subió Simón Pedro y arrastró la red a tierra, llena de ciento cincuenta y tres peces grandes; y con ser tantos, no se rompió la red. Jesús les dijo: Venid y comed. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Tú quién eres?, sabiendo que era el Señor. Se acercó Jesús, tomo el pan y se lo dio, e igualmente el pez. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitado de entre los muertos.

(Jn 21, 1-14)
Meditación:
Alguien extraño a una hora temprana, desde la orilla, se atreve a provocar haciendo una pregunta allí donde más dolía: sobre lo que había… donde no existía más que cansancio y vacío. Habían aprendido que la verdad de las cosas no siempre coincide con lo que nuestros ojos logran ver y nuestras manos acariciar, y se fiaron de aquel desconocido. El resultado fue el inesperado, ese que sorprende porque ya no se espera, porque se nos da cuando vamos de retirada y estamos de vuelta… de todas nuestras nadas e inutilidades. Para unos sería buena vista o acaso magia para otros, pero para el discípulo amado sólo podía ser el Señor. Hay unas brasas que recuerdan aquella fogata en torno a la cual días antes el viejo pescador juró no conocer a Jesús, negándole tres veces. Ahora, junto al fuego hermano, Jesús lavará con misericordia la debilidad de Pedro, transformando para siempre su barro frágil en piedra fiel.

El verdadero milagro no es una red que se llena, como vacío que se torna en plenitud inmerecida. El milagro más grande es que la traición cobarde se transforma en confesión de amor. Hasta tres veces lo confesará. La traición, deshumanizó a Pedro, le hizo ser como en el fondo no era, y le obligó a decir con los labios lo que su corazón no quería. El amor de Jesús, su gracia siempre pronta, le humanizará de nuevo, hasta reestrenar su verdadera vida. Sin ironía, sin indirectas, sin pago de cuentas atrasadas. Gratuitamente como la gracia misma. En nuestro mundo, hay muchas fogatas y foros donde se traiciona a Dios y a los hermanos, y haciendo así nos deshumanizamos, y nos partimos y rompemos. Pero hay otras brasas, las que Jesús prepara al amanecer de nuestras oscuridades y a la vuelta de nuestras fatigas, y allí nos convoca en compañía nueva, haciéndonos humanidad distinta. Allí nos permite volver a empezar, en la alegría del milagro de su misericordia inmerecida. Es la última pesca, la de nuestras torpezas y cansancios. Ahí siempre saca Jesús las redes repletas. Pero su buen hacer no queda en quitarnos lo que nos destruye y entristece, sino en darnos lo que nos alegra y nos construye. Feliz quien tenga ojos para reconocerle como Juan, y quien se deje renacer como Pedro.

(Comentario al Evangelio Domingo III de Pascua 14/04/2013)

Oración
Señor Jesús, haz que nos sintamos orgullosos de estar subidos en la barca de Pedro, en la Iglesia. Que aprendamos a amarla y respetarla como madre. Enséñanos, Señor, a apoyarnos no sólo en nosotros mismos y en nuestra actividad, sino sobre todo en Ti. Que nunca te perdamos de vista, y sigamos siempre tus indicaciones, aunque nos parezcan difíciles o absurdas, porque sólo así recogeremos frutos abundantes que serán tuyos, no nuestros.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

11ª Estación_ Jesús Resucitado confirma a Pedro en el amor

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos" le preguntó por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Pedro volvió a contestar: “Sí Señor, tú sabes que te quiero.” Jesús le dijo: “Cuida de mis ovejas” Insistió Jesús por tercera vez: “Simón Pedro, hijo de Juan, me quieres?” Pedro se puso triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.” Entonces Jesús le dijo: “apacienta mis ovejas”

(Jn 21, 15).

Meditación:
Y en este Evangelio, como siempre en la historia cristiana, cuando de verdad se ha descansado con Jesús bebiendo en las fuentes de su Palabra y su Presencia, entonces Él no retiene ni se queda privadamente con los que más de cerca le seguían. No ha actuado así el Señor jamás, sino todo lo contrario: «cuando llegaron a la otra orilla, se conmovió por la gente que andando había ido a esperarlos, porque eran como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarlos».

Este es el gesto de Jesús y el gesto de sus discípulos: Pedro, ¿me amas? Pues apacienta mis ovejas (Jn 21). Siempre así. Apacentar las ovejas de Cristo, curar sus heridas, vendar sus quebrantos, consolar sus pesares e infundir la esperanza, pero no antes de haber amado al mismo Cristo. No son rivales Dios y los hombres. Son dos amores fundidos aunque no confundidos, diversos pero inseparables. Toda una lección y todo un programa para quienes por compromiso con nuestro bautismo hemos de evangelizar, descansando junto a Jesús y conmoviéndonos por los hermanos.

(Comentario al Evangelio Domingo XVI del T.O. 19/07/2015)

Oración
Señor Jesús, que sepamos reaccionar antes nuestros pecados, que son traiciones a tu amistad, y volvamos a Ti respondiendo al amor con amor. Ayúdanos a estar muy unidos al sucesor de Pedro, al Santo Padre el Papa, con el apoyo eficaz que da la obediencia, porque es garantía de la unidad de la Iglesia y de la fidelidad al Evangelio.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

12ª Estación_ Jesús encarga su misión a los Apóstoles

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado, Y, viéndole, se postraron, aunque algunos vacilaron, Y, acercándose Jesús, les dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; Id, pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre Y del Hijo y del Espíritu Santo, Enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado.

(Mt, 28, 16-20)
Meditación:
Recorrieron pueblos y desiertos, se avezaron en la mar y subieron montañas, se asomaron a mil rincones personales donde vieron lo mejor y lo peor de cada gente; supieron de las heridas, las trampas, los engaños, las pretensiones, de lágrimas y suspiros, así como también de la fe recia, los amores, los sueños y las esperanzas de cada hombre y mujer que fueron encontrando con sus mejores sonrisas. Queda lejos aquel envío, con ambiente de despedida, el que Jesús realizó al marchar al Padre mientras confiaba a sus amigos y discípulos lo que a Él mismo se le confió.

Al final, Jesús regresaba junto al Padre Dios de cuya derecha nos vino al humanarse. Había cosas por hacer y por decir, aunque ya estuviese todo dicho y hecho en Él. Propiamente había que recordarlas sin parar, poniendo la fecha de cada hoy y el domicilio de cada lugar, a aquello que para siempre ya nos dijo y mostró el Maestro. Esto es lo que les confió a los más suyos: id a todo el mundo, llegad hasta el final, salid al encuentro de todos, y contadles esta Buena Noticia que de mil modos yo he venido a narrar, dando la vida en el empeño. Entonces el mundo se hizo tan pequeño, que no pudieron por menos que llegar a cualquier finisterrae de todo el mundo más mundial. La pasión de anunciar lo que habían visto y oído en el Señor, les movió a empadronar sus vidas en la calle del mundo entero, asumiendo cada cultura, haciendo suya cualquier situación, reconociendo como hermano a cada prójimo que tenían delante. Esta es la historia cristiana que ha vivido la Iglesia a través de veinte siglos.

(Carta semanal Mendigos del sentido de la vida 11/11/2012)

Oración
Señor Jesús, que llenaste de esperanza a los apóstoles con el dulce mandato de predicar la Buena Nueva, dilata nuestro corazón para que crezca en nosotros el deseo de llevar al mundo, a cada hombre, a todo hombre, la alegría de tu Resurrección, para que así el mundo crea, y creyendo sea transformado a tu imagen.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

13ª Estación_ Jesús asciende al cielo

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Diciendo esto, fue arrebatado a vista de ellos, y una nube le sustrajo a sus ojos. Mientras estaban mirando al cielo, fija la vista en él, que se iba, dos varones con hábitos blancos se les pusieron delante Y les dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros al cielo vendrá como le habéis visto ir al cielo. Entonces se volvieron del monte llamado Olivete a Jeresalén, que dista de allí el camino de un sábado. Cuando hubieron llegado, subieron al piso alto, en donde permanecían Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas de Santiago. Todos éstos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús, y con los hermanos de éste.

(Hch 20, 9-14)
Meditación:
Llega el momento de la despedida del Maestro y sus discípulos. Los día pascuales fueron iluminando las penumbras de la Pasión, y el acompañamiento de Jesús a sus discípulos asustados y dispersos fue introduciendo anticipadamente un modo nuevo de acompañarles. Con la ascensión de Jesús que celebramos este domingo, no se trata de un adiós sin más, que provoca la nostalgia sentimental o la pena lastimera, sino que el mar­charse del Señor inaugura un modo nuevo de Presencia suya en el mundo, y un modo nuevo también de ejercer su Misión. Es una alternativa, no torera, que el Maestro confió a sus discípulos más cercanos al darles la encomienda que Él recibiera del Padre Dios. Cuando los discípulos vieron al Señor “algunos vacila­ban”. Esta vacilación no es tanto una duda sobre Jesús, sino sobre ellos mismos: esta­rían desconcertados y confusos sobre su destino y su quehacer ahora que el Maestro se marchaba. Y efectivamente, la primera lectura nos señala esa situación de perplejidad que anidaba en el interior de los discípulos: mientras Jesús les hace las recomendaciones finales y les habla de la promesa del Padre y del envío del Espíritu, ellos, completamente ajenos a la trama del Maestro y ha­ciendo cábalas todavía sobre sus pretensiones, le espetarán la es­calofriante pregunta: “¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?”, que era como proclamar que no habían entendido nada.

Es importante entender bien la despedida de Jesús, pues Él comienza a es­tar… de otra manera. Como dice bellamente S. León Magno en una homilía sobre la ascensión del Señor: “Jesús bajando a los hombres no se separó de su Padre, como ahora que al Padre vuelve tampoco se alejará de sus discípulos”. Él cuando se hizo hombre no perdió su divinidad, ni su intimidad con el Padre bienamado, ni su obediencia hasta el final más abandonado. Ahora que regresa junto a su Padre, no perderá su humanidad, ni su comunión con los suyos, ni su solidaridad hasta el amor más extremado. Nosotros somos también los destinatarios de esta escena. Como discípulos que somos de Jesús, Él nos encarga su misión. Contagiar esta esperanza, hacer nuevos discípulos; bautizar y hablar­les de Dios nuestro Padre, de Jesús nuestro Hermano, del Espíritu Santo nuestra fuerza y consuelo; de María y los santos, de la Iglesia del Señor, enseñándoles lo que nosotros hemos aprendido que nos ha de­vuelto la luz y la vida. Y todo esto es posible, más allá de nuestras vacilaciones y dificul­tades, porque Jesús se ha comprometido con nosotros, con y a pesar de nuestra pe­queñez. Es lo que celebramos los cristianos en la Iglesia, cuerpo de Jesús en plenitud. Él no se ha marchado, vive en nosotros y a través nuestro.

(Comentario al Evangelio Dominical 05/06/2011)
Oración
Señor Jesús, tu ascensión al cielo nos anuncia la gloria futura que has destinado para los que te aman. Haz, Señor, que la esperanza del cielo nos ayude a trabajar sin descanso aquí en la tierra. Que no permanezcamos nunca de brazos cruzados, sino que hagamos de nuestra vida una siembra continua de paz y de alegría.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

14ª Estación_ La venida del Espíritu Santo en Pentecostés 

V/ Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Pascua diste la vida al mundo.

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Y vieron aparecer unas lenguas como de fuego que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran. 

(Hech 2, 1-4).

Meditación:
No cabe en veinticuatro horas la alegría de la Iglesia en su canto de victoria. Necesitamos cincuenta días para entonar el aleluya de la Pascua. Fueron muchos los sobresaltos porque era demasiado real el desenlace de un fracaso cuando vieron sudar sangre al Maestro entre los olivos de un huerto, y luego allí ver que lo traicionaban con un beso, y después toda aquella interminable noche de vejaciones, de juicios falsos, de palizas de escarnio, de tropezosa subida hacia el Calvario, de agonía y muerte de Jesús coronado de espinas y lanceado. Todo eso fue demasiado real y quedó grabado en la retina del corazón como para poder olvidarlo. Por eso, la noticia del sepulcro vacío fue recibida en infinita alegría y contenido espanto. Lo que ellos deseaban era lo que ni imaginaban como deriva de el más grande de los milagros cuando Jesús venció su muerte y la nuestra. Es aquí donde entra la espera, de aquellos primeros cincuenta días de aleluyas y de cantos, hasta el cumplimiento de la promesa que el Señor les hiciera en aquella cena postrera antes de ser apresado: que se enviaría el Espíritu Santo para llevara a la verdad lo que no entendían y para que recordara lo que ellos olvidaron. María tuvo la iniciativa de reunirlos en el Cenáculo, se empleó en la plegaria con aquellos discípulos asustados, y les enseñó a vivir la espera en la esperanza que no defrauda.

En esa guisa estaban cuando los cepos y cerrojos de sus miedos saltaron por los aires, y entró el aire del Espíritu como viento huracanado que llenó de frescura sus agobios a cal y canto encerrados. Las ventanas y las puertas se abrieron de par en par, y con llamas en sus cabezas recibieron de lo alto la sabiduría que los hizo de pronto sabios, la paz que puso dulzura en sus fantasmas imaginados, la luz en todas sus penumbras oscuras, el consejo que les permitió entender en sus confusiones enredadas, la fortaleza en tanta debilidad acorralada, la piedad en sus despiadados desgarros, el temor de Dios que desplazó el miedo que experimentaban ante los envites humanos. Salieron de su trinchera, bajaron a la plaza, y en todas las lenguas que jamás aprendieron, comenzaron a contar que Dios es maravilloso, nunca rival de nuestro corazón y verdaderos deseos, sino cómplice de nuestro bien en cada tramo. Esto celebra hoy la Iglesia como final de la santa Pascua, cincuenta días después de que quedara para siempre vacío el sepulcro cuando de él salió la muerte y entró la luz que nunca se apaga por la Resurrección de Cristo que a todos nos abraza. Este es nuestro cristiano aleluya y esta nuestra inocente algazara.
(Homilía de Pentecostés 2022)

Oración
Dios Espíritu Santo, Dulce Huésped del alma, Consolador y Santificador nuestro, inflama nuestro corazón, llena de luz nuestra mente para que te tratemos cada vez más y te conozcamos mejor. Derrama sobre nosotros el fuego de tu amor para que, transformados por tu fuerza, te pongamos en la entraña de nuestro ser y de nuestro obrar, y todo lo hagamos bajo tu impulso.

V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.

Canto
Resucitó, resucitó, resucitó, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya, resucitó.

La muerte, dónde está la muerte?
¿Dónde está mi muerte?
¿Dónde su victoria?

Resucitó, resucitó, resucitó, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya, resucitó.

Alegría, alegría, hermanos,
que si hoy nos queremos,
es que resucitó.

Resucitó, resucitó, resucitó, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya, resucitó.

Oración final
Te pedimos por tu Santa Iglesia: que sea fiel reflejo de las huellas de Cristo en la historia y que, llena del Espíritu Santo, manifieste al mundo los tesoros de tu amor, santifique a tus fieles con los sacramentos y haga partícipes a todos los hombres de la resurrección eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén