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domingo, 30 de abril de 2023

''Y las ovejas lo siguen''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


En el domingo IV de pascua miramos a Jesús Resucitado de una manera diferente, pues lo vemos caracterizado en la figura del Buen Pastor como Él mismo se nos presenta. Así es Cristo solícito y auténtico pastor de su grey por los que se preocupa constantemente. No es un pastor cualquiera, es pastor de pastores, referente indiscutible para los ministros de la Iglesia. Se interesa por sus ovejas, pero no de forma genérica y simple, siendo conociendo nuestro nombre, donde nos encontramos y la distancia que hay grande o pequeña desde nuestra ubicación y la suya, entre nuestro hito kilométrico y los pastos soñados. En Jesucristo pastor amoroso veamos al Maestro, guía y referente de nuestra existencia, aquel que quiere nuestra felicidad, no la de aquí caduca sino la que no termina por consistir en disfrutar por siempre de su presencia.

I. Padecer con Cristo

Cuando tenemos conocimiento de una desgracia acaecida a personas que conocemos, a conocidos que apreciamos y por los que sentimos aprecio solemos decir ''me compadezco''. Compadecer significa querer compartir ese sufrimiento ''padecer con'' y es lo que viene a recordarnos en parte este himno de la carta de San Pedro. Pero en el pensamiento cristiano esto va más allá ''Queridos hermanos: Que aguantéis cuando sufrís por hacer el bien, eso es una gracia de parte de Dios. Pues para esto habéis sido llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas''. Esto es inadmisible en la forma de pensar de nuestro mundo, en el esquema de valores de hoy. Y también esa corriente del mundo que rechaza esta verdad empieza a invadir la mente y el corazón de los creyentes. Que ejemplo nos dan gracias a Dios tantísimas personas que cada día dejan al mundo atónito por su forma de abrazar la cruz. Podemos pensar que esto se limita a las generaciones mayores que fueron formadas tan bien en el catecismo, pero no sólo, pues esto no es cuestión de edad sino de fe. Cuantas personas de mediana edad, jóvenes y niños aceptan la cruz que les llegan con amor logrando así entrar de lleno en la Pascua que no acaba. Actualmente gracias a los medios que disponemos somos conocedores de tantos ejemplos de estos que nos edifican y que antaño hubieran quedado en el anonimato. Ahí tenemos al Beato Carlo Acutis y su vivencia de la leucemia, la niña Teresita Castillo fallecida hace menos de dos años en Madrid de un tumor cerebral y así tantísimos casos muy cercanos a nosotros de personas que no perdieron la esperanza en la tribulación sino que supieron sacarle partido para su propio bien y para el de los que los rodeaba. No podemos participar en el misterio de la Resurrección del Señor, antes debemos compartir su pasión y muerte. Jesús no sólo nos curó con sus heridas, nos liberó del pozo de oscuridad del pecado para llevarnos a los pastos de la vida de gracia. Dejamos de estar perdidos para en torno a Él vernos unidos ''Pues andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas''.

II. El crucificado ahora es el Señor de la vida

En la lectura de los Hechos de los Apóstoles vemos como el discurso de Pedro que escuchamos el pasado domingo empieza a causar efecto en los que lo escucharon. Es un grito valiente de un alguien que habla desde la experiencia de ser testigo privilegiado de Jesucristo Resucitado, por eso no se cansa de proclamar a los cuatro vientos que el crucificado fue ayer, y que hoy es el que vive para siempre. ''Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías''. Los apóstoles se esmeraron no sólo en anunciar la resurrección sino en explicar la crucifixión, pues era incomprensible que el Hijo de Dios hubiera pasado por un final tenido poco menos que por maldito. En la Pascua también buscamos convertirnos, volver al amor primero y predisponer el corazón para recibir al Espíritu Santo. Celebrar la Pascua conlleva ser anunciadores de la alegría y la esperanza, de la necesidad de pasar nosotros de lo viejo a lo nuevo así como recordar que sólo Él es el principio y el fin. Se nos propone una nueva forma de vivir, en clave de resurrección, que es una invitación a saber morir cada día por amor para vivir siendo luz en medio de la más espesa oscuridad. 

III. Tras los pasos del Buen Pastor

Todos los años en este cuarto domingo de Pascua nos detenemos a reflexionar sobre como Jesús es el Buen Pastor, y esto nos tiene que llevar a la pregunta de si ¿sólo lo veo como Buen Pastor o como mí Buen Pastor?. Reconocer a Jesús de Nazaret no es difícil, hay muchas personas que sin tener fe o siendo de otras religiones asumen que tiene mucho de bueno su figura y mensaje, pero esto no basta para nosotros los que nos decimos creyentes, aquí la diferencia radica en que asume que Él me guíe, me indique y marque el camino. Esto nos cuesta mucho asumirlo, pues todos queremos dar lecciones pero nos gusta que nos las den, a todos nos alegra decidir a donde viajar pero no que nos lo den hecho, a todos se nos da bien corregir al que creemos que va mal pero detestamos que nos recuerden aquello que no hacemos bien. La mejor forma de celebrar a Jesucristo como Buen Pastor de nuestras vidas es buscando la forma de ser ovejas dóciles al plan que tiene para nuestras vidas, no en vano por ello estamos celebrando hoy la jornada mundial de oración por las vocaciones. Entremos en la Escuela del Maestro, esforcémonos por ser fieles discípulos en lo que respecta vivir el evangelio, luchar contra el pecado y seguir la senda que nos lleva a Él a través de las indicaciones que la Iglesia nos da en el catecismo, en su magisterio y en todas sus enseñanzas que no pretenden coartarnos la libertad sino facilitar que la alcancemos de forma plena. No perdamos de vista este detalle ''las ovejas lo siguen, porque conocen su voz''. En todo rebaño hay dos tipos de ovejas, las díscolas y las dóciles, a veces queriendo o sin querer nos volvemos díscolos, sabemos quien es nuestro pastor sí, pero nos creemos más listos que Él y vamos a la aventura, a la hierba alta, a los riscos, al precipicio... y así encontramos nuestra desgracia, nuestra condena y ruina. Decir yo quiero a Jesús, yo tengo mucha fe pero la vivo como me da la gana, a mi estilo y manera es reconocer que ni le queremos tanto ni nuestra fe es tan grande cuando podemos vivir tan lejos de su presencia sin echarle en falta. No es lo mismo entrar por la puerta en el aprisco que saltar la vaya, no es igual ser de la grey del Señor que ser de otro rebaño. El que realmente es de Cristo no se deja seducir por cantos de sirena ni mentiras baratas, así de transparente nos lo dice Jesús en el evangelio de hoy ''En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon''. A veces tenemos a las ovejas por tontas, pero debemos de reconocer que nos dan lecciones siendo a menudo más listas que nosotros. Ellas tienen muy claro quien es su pastor, le siguen con lluvia o nieve, se dejan curar por él cuando están heridas, no necesitan preguntarle que va a hacer para decir si o no, ponen toda su confianza en sus decisiones, saben que a su lado no hay temor y así duermen cada día con la seguridad que nada les hará daño. Por esto no basta decir que bonito mirar a Jesús como Buen Pastor, sino analizar personalmente que tipo de oveja soy, si escucho su voz o me alejo cada vez más de su presencia. Entremos al redil si nos hemos salido de este, pues como nos ha recordado el Señor ''Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos''.

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