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lunes, 13 de marzo de 2023

¿Las monjas se jubilan?

La consagración a Dios es para siempre, sin tener en cuenta la salud o la vejez. En muchos monasterios como el de Santa Clara de Carrión de los Condes hay monjas muy ancianas que siguen al pie del cañón

(El Debate/ Matilde Latorre de Silva) Cuando una mujer o un hombre se consagra a Dios, lo hace para siempre. Por este motivo, las monjas y monjes no se jubilan, de sus labores diarias en el monasterio. Para la administración pública si son jubiladas, y esta pensión es uno de los únicos ingresos que reciben los conventos y monasterios españoles.

Han transcurrido muchos años y ha sido constantes y reiteradas las peticiones efectuadas por las conferencias españolas de religiosos y religiosas, hasta lograr finalmente su inclusión en el sistema de la Seguridad Social, en el año 1982, con la entrada en vigor del Real Decreto 3325/1981 de 29 de diciembre.

Desde aquel momento se determinó su inclusión en la RETA, debido a que las características que presenta su trabajo en comunidad de los religiosos, ofrecen una serie de riesgos comunes con el trabajo por cuenta propia, que realizan personas en empresas, cooperativas o colectivas.

Este es uno de los testimonios más elocuentes que ofrecen muchos monasterios de clausura, en los que religiosas o religiosos en edades bíblicas siguen ofreciendo su servicio humilde a su comunidad y a la sociedad.

En el Monasterio de Santa Clara de Carrión de los Condes (situado en la provincia española de Palencia), hemos podido encontrar ejemplos de esta perseverancia, a pesar de los años y de alguna que otra enfermedad, y sobre todo de amor al prójimo.

Las veteranas del convento

Sor Dominga Martín Martín, a sus 88 años, sigue siendo la ropera del convento. Hoy en día trabaja en el arreglo y cuidado de los hábitos de sus hermanas clarisas.

Lo mismo sucede con Sor María Isabel Pérez Villasur, que durante décadas estuvo al frente de las cocinas del convento. Hoy, a sus 83 años y con medio cuerpo paralizado por un ictus, solicita a su madre abadesa encomendarle cualquier trabajo que pueda realizar.

Sin ánimo de desistir, Sor María Isabel acude cada mañana a su cocina y ejerce ahora de ayudante. Con su mano paralizada sujeta las patatas y, con la otra, las corta.

Sor María Micaela Velón, la abadesa de esta comunidad de Hermanas Clarisas, la ha nombrado campanera. Este cargo ha requerido un pequeño cambio en el convento: habilitar la cuerda para que Sor María Isabel pueda tomarla para llamar a sus hermanas a la oración con el toque de la campana.

Esta actitud está totalmente alineada con la regla de San Benito, en la que se puede leer: «A los hermanos enfermos se les encomendará una clase de trabajo mediante el cual ni estén ociosos ni el esfuerzo les agote o les haga desistir». (RSB 48,24)

Al servicio del mundo

Las doce hermanas del convento tienen la elevada misión, pese a su aparente sencillez, de «llevar una vida dedicada al Señor. Una vida de oración para rezar tanto por nosotras como por todas las personas que están en el mundo».

«Estamos al tanto de lo que pasa en el mundo, por ejemplo, ahora estamos rezando mucho por Ucrania», añade Sor María Micaela, Sor Dominga y Sor María Isabel viven esta misión plenamente, tras haber superado los ochenta años, como lo hacían cuando eran jovencitas.

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