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lunes, 13 de marzo de 2023

La católica Gabriela Mistral. Por Jorge Juan Fernández Sangrador

El Ayuntamiento de Gijón, que está dando los últimos retoques al reglamento de laicidad, ha colaborado, a través del área de Educación y Cultura, con el Ateneo Obrero de Gijón y la Tertulia Feminista Les Comadres en la jornada de homenaje a la chilena, católica y franciscana Gabriela Mistral (1889-1957), «única escritora en lengua castellana galardonada con el Premio Nobel de Literatura», se lee en un texto publicitario del acto que tuvo lugar el pasado 6 de marzo y de la exposición que lleva por título “Mujeres Nobel”.

Gabriela era tan religiosa que llegó a escribir esto en una carta a Eduardo Barrios: «El hombre a-religioso es incompleto». Antes le había manifestado: «Considero que el descreimiento actual va a traer una regresión a la barbarie». Corría el año 1917. De hecho, se extrañó de que le hubiesen dado el Nobel: «La Academia Sueca evita radicalmente entrar en el campo de lo religioso. Son ultra laicos». O sea, antirreligiosos, y especialmente anticatólicos, a lo zorro. Sin embargo, no les quedó más remedio que acabar reconociendo su talento creador.

Vista la importancia que se le concede a Gabriela fuera del ámbito eclesiástico asturiano, hemos de dedicarle también una jornada en una de las sesiones culturales diocesanas. La merece. Para empezar, porque dos poemas suyos hacen de himnos en la Liturgia de las Horas. Uno se titula “Hablando al Padre”: «Padre: has de oír / este decir / que se me abre en los labios como flor. / Te llamaré / Padre, porque / la palabra me sabe a más amor». Está en el poemario “Desolación”.

El otro es “Nocturno del descendimiento”. Debe de estar retocado en el breviario, o proviene de una edición que no conozco, ya que el que, dedicado a Victoria Ocampo, viene en su “Obra reunida”, editada por la Biblioteca Nacional de Chile, dice así: «Cristo del campo, “Cristo del Calvario” / vine a rogarte por mi carne enferma; / pero al verte mis ojos van y vienen / de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza. / Mi sangre aún es agua de regato; / la tuya se paró como agua presa». Está en el poemario “Tala”.

Gabriela conoció la Biblia en la escuela primaria y de su abuela aprendió a gustar los salmos: «¡Biblia, mi noble Biblia, panorama estupendo, / en donde se quedaron mis ojos largamente, / tienes sobre los Salmos las lavas más ardientes / y en su río de fuego mi corazón enciendo!» La lectura de la Biblia le sirvió de propedéutica para la de los clásicos.

Y junto a la Biblia, la obra literaria de Dante fue su otra fuente inspiradora ya desde su juventud: «Después de ti, tan sólo me traspasó los huesos / con su ancho alarido, el sumo Florentino. / A su voz todavía como junco me inclino; / por su rojez de infierno fantástica atravieso». Biblia y Divina Comedia. Si es que no falla: ellas solas son en sí mismas y a la vez cima y fundamento de una vida con sentido.

Más tarde, se encontró con la espiritualidad de san Francisco de Asís, sobre el que tratan sus “Motivos franciscanos”. Estaba tan identificada con El Pobrecillo que llegó a ingresar en la Orden Franciscana Secular. Los poemas dirigidos a Cristo en la cruz, que aparecen en sus recopilaciones poéticas habrían sido del pleno agrado del Santo de Asís, quien llevaba, en los estigmas corporales, las encendidas llagas de la Pasión de su Señor. Para quien se anime, la lectura de esos versos le harán un bien inmenso y lo dispondrán internamente para la celebración del Santo Triduo Pascual.

Así que cómo no hemos de dar las gracias al laico Ayuntamiento de Gijón, al Ateneo Obrero de Gijón y a la Tertulia Feminista Les Comadres por haber hecho valer ante la sociedad asturiana la grandeza de la defensora de los pobres y siempre actual escritora católica Gabriela Mistral. A ver si cunde el ejemplo entre los de casa.

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