(COPE) Dios que viene a salvarnos vino para derramar su Sangre por nosotros, antes de que muchos lo hiciesen por Él. Hoy es II día de la Octava de Navidad. La Iglesia sigue contemplando al Niño de Belén adorado por los pastores. Como María, invita a escuchar la Palabra de Dios hecha Carne, para guardarla en el corazón. Es la hora buena para el mundo, porque hasta él ha llegadoel Niño de perlas, rosas y azucenas.
Sin Él no hay un momento bueno, como rezan los Himnos de las Liturgia de las Horas de estas jornadas. Y hoy, la Liturgia nos propone, igualmente, al Protomártir San Esteban que entendió el primero de todos el derramamiento de Sangre por Cristo. Según los Hechos de los Apóstoles, algunas viudas de origen griego se quejaron porque no se sentían bien atendidas. Pedro y los demás discípulos nombraron siete diáconos encargados del servicio a estas necesitadas. Entre ellos está Esteban.
Su predicación en un momento de máxima expansión de la Fe en la que, hasta algunos sumos sacerdotes se había convertido, hace que un grupo de ancianos le denuncie falsamente de blasfemo y le lleve ante el Tribunal que antes había juzgado y condenado al Salvador. Al llegar ante el Sanedrín, el diácono echa en cara a los fariseos su dureza de corazón y su ceguera espiritual, por lo que le arrastran hasta las afueras para apedrearle.
Su sangre derramada, fue semilla de nuevos cristianos, entre los que se cuentan Saulo que estaba allí presente, aprobando su muerte, y que después será el Apóstol de los gentiles. Una vez descubiertas sus reliquias en Palestina el año 415, el culto se difundió rápidamente por todo el mundo. Así la Iglesia pone lo más cerca posible de la manifestación del Dios que se hace Hombre, el testimonio del primer mártir y diácono San Esteban.
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