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lunes, 5 de septiembre de 2022

"Necesitamos que las mujeres jóvenes vean que ser monja es una posibilidad de vida plena"

(L. A. Vega/ Oviedo) La comunidad de monjas del monasterio de San Pelayo, conocidas como las Pelayas, recibe la semana que viene la medalla de Asturias por ser la entidad más representativa de la historia monacal asturiana y conservar el archivo medieval más importante del Principado. Como remarca la madre abadesa, Rosario del Camino Fernández - Miranda, sin este grupo de mujeres que han decidido vivir en comunidad, el monasterio no existiría. Pero les pasa como a Asturias con el reto demográfico. ''Para que la comunidad viva necesita que nuevas mujeres jóvenes vean que ser monja es una posibilidad de vida plena. Sé que muchas jóvenes lo piensan y pido que se acerquen al monasterio'' dice. 

-¿Que supone esta medalla?

Estamos agradecidas, nos confirma en nuestro sentimiento hondo de que formamos parte de la sociedad asturiana, y tenemos algo que ofrecer. Es el talante de la comunidad desde siempre. En el Boletín del Principado se reseña el legado cultural de la comunidad. Esto tiene muchos aspectos, pero el más reconocido es que tenemos un archivo fundamental para la historia de Asturias, esa conciencia de haber guardado, cuidado, ordenado, clasificado todos los documentos llegados en distintas circunstancias. Tenerlo hoy a disposición de cualquier investigador es fruto del trabajo de la comunidad a lo largo del tiempo. 

- Son 3.500 documentos ¿no?

En pergamino, más los que son en papel y otro tipo de documentación. Requieren de un cuidado especial, y para cuidarlos más se ha llevado a cabo un trabajo de digitalización. Vienen investigadores de todo el mundo, pero también personas que tienen interés por conocer algo de su concejo, su pueblo, su familia. Hacemos un servicio muy en paralelo al Archivo Histórico. Los investigadores son todos bien recibidos. 

- ¿Cuál es la estrella?

Es muy difícil elegir, pero quizás el pacto monástico de San Vicente, que no es el original del siglo XII, por lo que implica para la historia de Oviedo. También tenemos la donación del rey Bermudo II de todo el valle de Sariego al monasterio en el año 996. Y también para nuestra propia historia, y el vínculo con San Pelayo mártir, hay un documento del año 1053 en el que el rey Fernando I viene a venerar las reliquias del santo y se construyen para ello los arcos del claustrillo. 

-El monasterio no está abierto a las visitas

No a la visita habitual, pero en algunas ocasiones si se hace , y de forma libre y abierta se visita en la Noche Blanca que organiza la Ciudad de Oviedo. Y el claustro es donde hacemos las procesiones dos veces al año, el domingo de ramos y todos los 2 de febrero, a la que acuden los fieles. El monasterio lo ha construido y cuidado la comunidad. De forma puntual hay alguna ayuda. Se han restaurado la fachada, la torre, el claustro, con ayudas oficiales. La última fue en los años 2011 y 2012, las cubiertas de la esquina de la calle Jovellanos, que se venían abajo. Pero lo que es el mantenimiento diario del edificio, lo hace la comunidad, que ahora somos 22 monjas. 

-Y que destacan por la música

Mañana y tarde siempre hay un grupo de hermanas que oramos cantando. Se ha rescatado un instrumento, la cítara, con 4.000 años de antigüedad, y que toca una hermana. Los salmos, las oraciones de la Bíblia, se cantan con ella. Es la más espiritual de todas las artes. 

-Y también están los productos que venden con mucho éxito...

Somos monjas benedictinas y vivimos de nuestro propio trabajo, no tenemos subvenciones. Es lo que marca la regla de San Benito. Hace unas décadas, la comunidad abrió un colegio mayor para universitarias, aunque con el tiempo lo dejamos. También tuvimos un taller de encuadernación de libros, bajo la premisa del cuidado del libro y su preservación, también de la belleza, que para nosotras es importante: lo bello, lo equilibrado, lo sereno. Y paralelamente un taller de restauración, porque muchos libros venían muy deteriorados. Esto ha sido una etapa, pero ahora somos menos monjas y tenemos este trabajo más sencillo del obrador de repostería. Para nosotras importa el sentido de lo que haces. Trabajamos, en primer lugar, para mantenernos, para cuidar la casa, para tener algo que compartir, pero también nosotras lo entendemos como un trabajo de colaboración. Si lo que haces, lo haces con gusto, con cuidado, con dedicación; eso al final siempre aporta algo a los demás. Las personas lo aprecian. 

-¿Tienen proyectos?

Hemos presentado un anteproyecto relacionado con el camino, pero hace falta financiación. Consistiría en centralizar en el ala de la calle del Águila, todo lo relacionado con el Camino de Santiago en Oviedo. Sería necesario reformar.

- ¿Sienten el cariño de los asturianos? 

Lo sentimos. El monasterio, la comunidad es apreciada. Tenemos nosotras, como Asturias el reto demográfico. Es necesario renovar la población también en la comunidad. Quisiera decir a las mujeres jóvenes que es una posibilidad de vida, de una vida plena, de desplegar su interioridad, tu vocación. Ha sido mi experiencia, pero es que además creo sinceramente que una persona de hoy en día, una joven, tiene una oportunidad también en el monasterio. Que no se eche para atrás bajo ninguna circunstancia. No importa lo que hayas vivido. Lo importante es lo que tira de ti. Sé que hay jóvenes mujeres que lo piensan, y lo que digo es que se acerquen al monasterio. No es enterrar o arruinar tu vida. Vivir en comunidad es un valor. Cada monja tiene su forma de ser, su proyecto, no somos clones, pero convivimos toda una vida. 

-¿Vuelven los jóvenes a la espiritualidad?

Si se aprecia. A veces se rechaza lo religioso como espiritualidad que tiene una forma concreta. Pero una forma concreta es un suelo. Mi experiencia es que la Iglesia como tal no me constriñe. Hay condicionamientos, pero puedes avanzar. Nosotras, como monjas benedictinas, nos hemos constituido en congregación, todos los monasterios de España. Podemos tomar nuestras decisiones, gobernarnos. La Iglesia nos lo ha reconocido. Es importante, por que en épocas anteriores hubo mujeres con mucha capacidad de decisión. 

-Hay monjas mayores ¿Cómo vivieron la pandemia?

Pues aguantamos, hasta hace mes y medio, cuando tuvimos siete casos, sin mayores consecuencias. Nos confinamos y pudimos pararlo. Tenemos una casa amplia y un ritmo de vida muy marcado que nos ayudó para una situación como la pandemia, pero echamos mucho de menos la liturgia, no venían las personas, nadie llamaba a la portería. Era una sensación de aislamiento, de soledad, de conexión; se habían roto los puentes.

-Con la que está cayendo, ¿vuelve la gente a Dios?

No se trata de buscar al Dios tapa-agujeros. Y en épocas de necesidad también es difícil volverte al interior. Nos atraen mucho las pantallas, pero en la meca de las pantallas, en Seattle, esta gente educa a sus hijos sin pantallas. Han visto que las pantallas nos ayudan, pero mucho más importante es un abrazo que millones de emoticonos. La realidad humana. Necesitamos tocar, ver, oír, en directo. Este fenómeno de los festivales, ¿Qué es?. Estar juntos, como nosotras; música en directo, participar en el ahora. Ahí hay una liturgia que me llena. La búsqueda de lo humano, lo que me construye, lo que me da una felicidad que no se queda sin batería. 

-Es familia de Torcuato Fernández - Miranda ¿Nos hace falta un poco de aquel consenso?

De consenso y de respeto mutuo. Él siempre decía: ''de la ley a la ley''. Es algo así como ''Respetando lo que hemos construido hasta hoy, hagamos algo nuevo''. Para eso, concordia, diálogo y consideración por el otro. 

-¿Cómo ve una abadesa la última reforma del aborto?

Me preocupa la edad de las personas, es como muy pronto. Hay que tener cuidado con la niña o la joven a la que se orienta hacia allí como primera o única opción. Hay que cuidar toda vida y ser valientes, respetar lo que crece. Hay que cuidar también la vida de las personas discapacitadas, de las personas ancianas. ¿Cuántas personas han construido un hogar donde la familia acudía, y ahora están solas?. No digo nada del sistema actual de residencias, pero la sociedad no permite que una familia pueda cuidar de sus ancianos. 

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